Caminaba por las calles de Seúl escuchando
música en mi reproductor sin un rumbo fijo. Había quedado con mi amigo YongHwa
porque llevábamos mucho tiempo sin vernos, la universidad nos consumía, pero me
había equivocado de hora y había salido de casa mucho antes dela hora de la
cita.
Cambié la canción del reproductor
porque la que había comenzado a sonar ya la había aborrecido y puse otra de la
que me había enamorado al escucharla por primera vez hacía ya algunos días.
En ese momento, sentí vibrar mi
teléfono móvil dentro de uno de los bolsillos traseros de mi pantalón vaquero
con la llegada de una notificación del Line. Me asusté, ya que no me lo
esperaba y casi me caigo al suelo al tropezarme con mis propios pies por el
sobresalto. Afortunadamente, recobré el equilibrio antes de hacer el ridículo
de mi vida y perder toda mi dignidad en pleno centro de HongDae.
Cogí el móvil y miré la
notificación. Me había llegado un mensaje de Marie, mi novia, así que con una
sonrisa boba en la cara abrí la aplicación.
Cuando vi el mensaje me quedé de
piedra. ¿Qué cojones significaban aquellos números? ¿Y por qué solo me dejaba
hasta la noche siguiente para averiguar qué podían ser?
Suspiré. Aunque la quisiera mucho no
podía comprenderla la mayoría de las veces. Ella era canadiense, y aunque se
manejaba perfectamente con el coreano, no podía evitar deja caer alguna que
otra vez palabras en francés o en inglés.
Comencé a darle vueltas al asunto a
la vez que caminaba por la ciudad, haciendo tiempo hasta mi cita con YongHwa.
Sin embargo, por más que pensaba, no encontraba la solución a aquel dichoso
enigma de solo tres dígitos.
Cuando quise darme cuenta, ya había
llegado la hora de encontrarme con mi amigo, así que me dirigí a la cafetería
en la que siempre quedábamos –cuando podíamos-, y me senté en una de las mesas
a esperarlo, ya que siempre llegaba tarde. Mientras, fui probando suerte con
los números, combinándolos de mil y una formas, frustrándome en el proceso,
hasta que una mano tocó mi hombro, llamando mi atención.
Alcé mi cabeza de la servilleta en
la que estaba garabateando y me encontré de mi mejor amigo frente a mí.
―¿Qué haces? ―fue lo que dijo a modo
de saludo, mirando fijamente la servilleta.
―Se dice hola, primero ―me quejé―, y
estoy resolviendo un enigma.
―¿Un enigma? ―preguntó mientras se
sentaba―. ¿De qué trata?
Saqué mi teléfono móvil y le enseñé
lo que me había mandado Marie, diciéndole que si lo resolvía por mí sería su
esclavo de por vida, después de todo, él era el más listo de los dos. Sin
embargo, cuando a los pocos minutos supo la solución, no me la quiso decir.
―¿Por qué no? ―pregunté por
septuagésima quinta vez.
―Porque es algo que debes saber por
ti mismo.
Después de aquello cambiamos el tema
y luego estuvimos hablando hasta que la noche cubrió las calles. Cenamos en un
restaurante por allí cerca y más tarde cada uno volvió a su respectivo hogar.
Al llegar a casa volví a darle vueltas al asunto hasta que me quedé dormido.
Durante toda la noche estuve soñando
con esos tres números, pero no llegué a ninguna conclusión y cuando me desperté
a la mañana siguiente, seguí buscándole sentido ―aunque no pudiera vérselo de
ninguna forma―. La hora de la cita se fue acercando y yo seguía sin tener nada,
así que, desesperado, pregunté en Yahoo y lo único que me respondieron fueron
cosas sin sentido y la mayoría de ellas concernientes a posturas sexuales.
Así que finalmente, cuando salí al
encuentro con mi chica, no tenía absolutamente nada. Al llegar a la pista de
patinaje sobre hielo que había al aire libre en la ciudad, la busqué donde ella
me había indicado, bajo el gran árbol de Navidad que habían instalado en la
plaza, pero todo el mundo parecía haber elegido aquel lugar como punto de
encuentro y ella era pequeña para poder buscarla entre la multitud.
Suspiré, sacando mi teléfono móvil
para mandarle un mensaje al Line en el que me dijera el sitio exacto en el que
se encontraba. En ese momento, en la pantalla se reflejaron unas letras que
colgaban del árbol de Navidad y alcé mi cabeza para leerlas:
―I LOVE YOU.
En ese momento, mi mente se despejó.
I Love You, 1 – 4 – 3. Todo tenía sentido. Sonreí como si fuera un demente
porque había resuelto el enigma.
Le mandé un mensaje a mi chica y
luego corrí al lugar en el que ella me esperaba. Cuando la encontré la vi la
más hermosa del lugar, sonriéndome de aquella forma que me había enamorado
desde el primer momento en que la vi. Me acerqué a ella y le di un abrazo antes
de besar sus labios levemente.
―Pareces muy contento, HongKi
―comentó con una risa cantarina.
―Estoy muy contento ―respondí.
―¿A qué se debe?
―A que he descubierto tu enigma
―ella sonrió.
―¿Y qué significa?
―Que yo también te quiero ―contesté
besando de nuevo sus labios.