Título: No
Pain, No Love
Autoras:
Ajumma (Krystal) y Minako (Jessica)
Pareja: JungSis
(Jessica x Krystal) (F(Girls))
Clasificación:
NC –17 (porque en algún momento contendrá escenas de sexo)
Género:
AU, romance, angst, drama, incest
Número de palabras:
(…) palabras
Número de capítulos:
Prólogo + 5/?? Capítulos
Avisos:
sexo explícito (cuando lo haya)
Resumen:
Todo era normal en la vida de Jessica y Krystal hasta que sus caminos se
cruzaron bruscamente y no porque ellas quisiesen precisamente.
Comentario de Minako:
es el primer rol que hacemos Ajumma y yo (de hecho es mi primer rol XD), así
que espero que os guste el resultado ^^
Comentario de Ajumma: me
encanta rolear y me encanta el JungSis, así que estoy ilusionada con el
proyecto. PD: ¿Alguien adivina en qué manga está basado el rol? Besos <3
Prólogo
Escuchando la lista de reproducción
que había organizado aquella misma mañana en su nuevo reproductor, Jessica se
dispuso a ver el último número de la revista On Style, aquel por el que llevaba esperando tanto tiempo.
Con una pequeña sonrisa, la abrió y
leyó todos los contenidos del índice, mirando con ojo crítico los diseños que
aparecían en aquella página y encantándole de sobremanera un vestido blanco de
gasa, ceñido a la cintura con un cinturón negro de hebilla plateada y falda de
volantes. Tenía un escote en U no demasiado abierto y sisas que la chica podría
llevar perfectamente al baile de graduación ese mismo año sin tener que
avergonzarse por el poco pecho que poseía y que a todas sus compañeras con
mucha más talla que ella les encantaba remarcar. Dobló la esquina superior de
la página y le hizo una cruz al lado con el bolígrafo negro al que le
mordisqueaba el capuchón entretenida, apuntándose mentalmente pedírselo a sus
padres poniendo ojitos de cordero degollado cuando estos regresaran de su segunda
luna de miel en Hawaii aquella noche.
Las horas se pasaron volando. Enfrascada
como estaba en los vestidos, no se dio cuenta de que ya no estaba sola en casa
hasta que su madre no apareció por su habitación, sobresaltándola de
sobremanera al abrir la puerta. La chica se quitó los auriculares, molesta
porque no había llamado antes de entrar, pero no pudo hacer nada más porque la
mujer se abalanzó sobre ella y le dio un abrazo que casi la deja sin
respiración.
—¡No sabes cuánto te he echado de
menos, mi princesita! —le dijo
dándole besos por toda la cara.
—¡Mamá! —la chica la apartó, con
algo de esfuerzo todo hay que decirlo, de sí mirándola con reproche—. Deja de
llamarme princesita.
—Eres mi princesita —su madre sonrió, acercándose para darle un beso en la
mejilla—. Y lo seguirás siendo pase lo que pase —le colocó correctamente el
flequillo, aunque Jessica intentó resistirse a ello—. Cuando quieras bajas a
cenar, tu padre y yo tenemos que contarte muchas cosas que han pasado durante
el viaje —le giñó un ojo y salió de la habitación.
Una vez a solas, Jessica se despeinó
el flequillo haciendo un mohín. Ya era lo suficientemente mayor como para que
dejara de llamarla de aquella manera,
con diecisiete años, iba a terminar el instituto la siguiente primavera y se
iría a la universidad, así que ya había dejado de ser su princesita. Bufó y miró la revista de soslayo por última vez, antes
de apagar su reproductor y levantarse de la silla del escritorio. Esperaba
sinceramente que sus padres no le contaran los detalles escabrosos de su
segunda luna de miel.
Salió de su habitación, cerrando la
puerta de madera lacada en blanco con cuidado, y después bajó las escaleras
hacia el salón, lugar en el que ya la esperaban sus padres, sentados en el gran
sofá que había en la estancia. Se acercó a ellos por detrás y les hizo saber de
su presencia con un carraspeo, ya que sus pasos casi nunca eran escuchados por
estos. Muchas veces le habían dicho que era silenciosa como un gato. Su padre
se levantó y caminó hasta ella envolviéndola en un cálido abrazo.
—Vamos, siéntate —le dijo,
cediéndole su sitio en el sofá junto a su madre, sentándose él luego en el
sillón.
—¿Nos has echado de menos? —le
preguntó su madre. Jessica negó con la cabeza, pero con una pequeña sonrisa en
su rostro, dando a entender que sí, pero que jamás lo admitiría en voz alta—.
Nosotros a ti sí —la mujer iba a comenzar a tratarla como a un bebé de nuevo,
pero fue detenida por su esposo.
—Cariño, hay otras cosas más
importantes —le recordó. Su hija los miró algo confusa, porque repentinamente,
el ambiente cálido se había tornado frío y serio, y esto la intimidaba.
—¿Qué cosas? —preguntó con
curiosidad. Ninguno de sus padres le contestó al momento, por lo que alternó su
mirada entre uno y otro, como si estuviera viendo un partido de tenis, hasta
que su padre se dignó a hablar de nuevo.
—Hemos decidido divorciarnos.
Jessica casi pudo sentir cómo un
puñal atravesaba su cuerpo, allí donde reposaba su corazón. No podía
comprenderlo, sus padres se querían, se habían ido de segunda luna de miel
porque querían volver a repetir las experiencias de la primera; muchas veces
los había encontrado acaramelados en la cocina, mientras su madre cocinaba,
haciendo que se le quemara todo lo que estuviera preparando; se dirigían
miradas de amor infinito y sonrisas encantadoras y pícaras. Era algo
descabellado que hubieran dejado de quererse tan repentinamente; sin embargo,
un recuerdo pasó por su mente en aquel momento y Jessica lo comprendió todo perfectamente.
—No es porque hayamos dejado de
querernos —aclaró su madre, aunque a ella ya no le importaba—. Es solo que la
pasión se ha ido y en Hawaii conocimos a un matrimonio que estaba en nuestra
misma situación y nos enamoramos perdidamente, yo del hombre y tu padre de su
mujer.
—Lo hablamos todo con ellos y decidimos
intercambiarnos las parejas —continuó su padre—, divorciarnos y luego casarnos
de nuevo.
—¿Te parece bien? —preguntó su
madre, tomando sus manos entre las suyas—. Estás muy callada.
—Bueno… Lo importante es vuestra
felicidad —dijo, esbozando una pequeña sonrisa por cortesía. Sus padres
suspiraron aliviados.
—La semana que viene tendremos una
cena con ellos, tienen una hija que es un año más pequeña que tú, podéis
haceros amigas —le comentó la mujer.
—Sería genial —contestó, intentando
que no se le notase en el rosto la locura que le parecía todo eso—. Quiero que
llegue pronto la semana que viene, por ahora me voy a dormir, es tarde.
—Claro, princesita —asintió su madre—. Duerme bien, luego subiré a
arroparte y darte el beso de buenas noches.
—¡Mamá! —protestó y esta rio.
Jessica salió del salón a paso
rápido tras dirigirle una mala mirada a su madre por aquello y subió las
escaleras medio trotando hasta llegar a su habitación. Se tumbó en la cama,
dándole exactamente igual que el móvil estuviera debajo y se le clavara en el
abdomen. Una parte de su corazón le dolía porque sus padres se iban a
divorciar, pero a la otra le daba exactamente igual y la chica no sabía a cuál
hacerle caso. Finalmente, acabó agarrando su oso de peluche, aquel que le había
conseguido su padre en la feria el verano en el que se habían mudado a Los
Ángeles en el puesto del tiro con escopeta, y lo abrazó fuertemente, dejando
que las lágrimas empaparan la tela del viejo muñeco de color rosa pálido, que
en otro momento había sido fucsia.
☆☆☆
No sabía cuánto rato hacia que
esperaba la llegada de sus padres. Se preguntaba tantas cosas dentro de su
cabeza que la mayoría de las respuestas se perdían en su propia mente antes de
que pudiera responderse a sí misma. Hawaii, el destino elegido por sus padres. Mientras
se quedó sola, buscó mucha información sobre el lugar, la gente, la cultura,
los gustos y tradiciones. Parecía un lugar agradable y mágico para pasar una
segunda luna de miel.
Dejó el libro que estaba leyendo
abierto sobre su cara y cerró los ojos, suspirando contra las páginas,
sintiendo su propio aliento chocar contra su rostro antes de dejar sus manos
reposando en su abdomen.
A Krystal siempre le había gustado
ser hija única por la razón de que podía estar tranquila cuando sus padres
desaparecían y no debía pelear con nadie por sus cosas. Aun así, ella misma se
contradecía y quería a alguien para jugar, conversar, charlar de las mismas
cosas una y otra vez. La llamaban pesada porque hablaba y hablaba, y cuando no
le hacían caso se limitaba a hacer pucheros, a no respirar y a chillar enfadada
para atraer de nuevo la atención de la gente.
Le gustaba estar sola y acompañada
al mismo tiempo, era una chica indecisa.
El sonido de unas llaves la alertó
de que sus padres habían vuelto y se levantó corriendo, yendo rápida como un
rayo hasta la entrada, sonriendo con aquella inocencia que la caracterizaba
tanto.
—¡Ya era hora! —sus padres sonrieron
y dejaron que la muchacha agarrara las maletas, arrastrándolas hasta el salón—.
¿Cómo fue? ¿Hicisteis muchas fotos? ¿Visitasteis muchas cosas? Me habréis
traído algún recuerdo, ¿no?
—Creo que es algo mucho mejor —su
madre sonrió algo nerviosa y se sentaron en el largo sofá de color crema que
rodeaba el televisor—. Hija, en Hawaii hemos descubierto muchas cosas el uno
del otro.
—¿Y qué son esas cosas?
—Hemos... Hemos decidido terminar
con nuestro matrimonio tal y como lo conoces —Krystal abrió los ojos como
platos y sintió que su corazón se helaba por unos instantes—. Sé que no es lo
que esperabas oír pero...
—¿Pero por qué? ¿Qué ha ocurrido
allí?
—Hija —su madre acarició una de sus
mejillas—. El amor se acaba tarde o temprano y... Tu padre y yo hemos visto que
no podíamos seguir juntos como un feliz matrimonio porque no nos queremos como
cuando nos conocimos hace ya bastantes años.
—P-Pero...
—No te preocupes, nos seguirás
viendo, pero lo que de verdad queríamos contarte es que luego nos volveremos a
casar —la morena se rascó la cabeza confusa y suspiró frunciendo el ceño—. En
Hawaii conocimos a otro matrimonio que parecían nuestra media naranja. Tu padre
se casará con la mujer y yo me casaré con el hombre, lo hablamos mucho cuando
coincidimos un par de veces en el hotel y en las comidas y parecía que nos
entendíamos muy bien porque ellos estaban en la misma situación, así que...
—¡Pero yo no quiero eso! —Krystal
apretó sus sienes y tartamudeó entre gritos—. ¿Q-Qué clase de broma estúpida es
esta? ¡No podéis casaros así sin más con unos completos desconocidos!
—SooJung, escucha, ellos tienen una
hija que...
—¡Me da igual lo que tengan! ¡Y te
he dicho mil veces que no me llames así! —la joven se levantó y rodeó el sofá
antes de irse con sonoros pasos hasta su habitación, cerrando con un fuerte
portazo, gritando antes las palabras que sabía que tanto les dolía a sus padres—.
¡Os odio!