Entre los Ciegos, el
Tuerto es el Rey
Otra vez. Otra vez, él estaba con otro chico
a su alrededor, hablando animadamente, sonriendo felizmente, como cuando me
sonreía a mí. Ésa era ya la cuarta vez en aquella maldita semana. ¿Por qué lo
hacía? ¿Para darme celos? Pues lo estaba consiguiendo. Desde ese puñetero Lunes
en el que lo había visto hablar con ese tal YoSeob, tenía unos celos que me
carcomían por dentro, porque a mí ya apenas me hacía caso, porque yo había
pasado a ser un segundo plano de su vida y yo era su todo, no algo secundario.
Estaba que echaba humo. Los niños, los
animales, y en definitiva, cada ser vivo con el que me cruzaba, salía corriendo
al verme con aquella cara de mala hostia que adornaba mi rostro mientras
caminaba hacia el lugar en el que estaba él, hablando con su amigo, el tal
HyungSeung.
Llegué hasta ellos, mi novio estaba de
espaldas, por lo que no me vio llegar, y se sobresaltó cuando lo abracé por el
cuello y lo atraje hacia mí, para darle un beso en los labios, sin dejar de
mirar fijamente y desafiante al otro chico, que se encogió un poco y agachó su
cabeza. Cuando me separé de sus labios, él me miró molesto.
-Sabes que no me gusta que hagas eso en
público- murmuró.
-Eres mi novio- le contesté- si quiero,
puedo besarte en donde me dé la gana- él se pasó el dorso de la mano por sus
labios, con furia, como queriendo quitarse mi beso y lo miré mal.
-Ya lo he dicho- respondió- no me gusta que
me beses en público- se giró hacia su amigo- perdona por esto, hablamos mañana.
-No importa- dijo el otro- nos vemos- y se
fue de allí. Sólo cuando se perdió de nuestra vista, DongWoon me miró, todavía
con cara de enfado, aunque el único que podía estar enfadado era yo.
-Tú y yo tenemos que hablar de esos celos
obsesivos tuyos- me dijo y echó a andar.
Bufé y lo seguí todo el camino de regreso a
casa, mirando su nuca como si quisiera atravesarlo, él ni siquiera se dignó a
mirar hacia atrás ni una sola vez, para ver si lo seguía o no. Poco después,
llegamos al apartamento que compartíamos, él soltó sus cosas en la entrada y se
volvió hacia mí. Iba a abrir la boca para hablar, pero no lo dejé, metiéndole
mi legua hasta la campanilla, dándole un beso, de los que ya hacía tiempo que
no nos dábamos, excitante, húmedo. Cuando me separé, volvió a mirarme mal.
-¿Qué?- pregunté.
-Te dije que no volverías a tocarme hasta
que esos celos tuyos, contra todo ser vivo que se me acercara no se terminaran-
contestó firme- creo que lo dejé bastante claro, ¿no?
-¿Y si te digo que tengo estos celos porque
sólo se acercan a ti, tipos que quieren algo contigo?
-Ja- rio- ves cosas donde no las hay,
querido JunHyun.
-Eso es porque tú no te das cuenta- repliqué-
porque no ves con que ojos te miran ellos.
-Todo el mundo me mira igual, así que, ya
basta- intentó irse, pero no lo dejé, agarrándolo del brazo- suéltame.
-No.
-¿Acaso tus celos son porque no confías en
mí?
-¿Qué tonterías estás diciendo DongWoon?
-Pues no sé, a lo mejor es por eso, porque
no te fías de lo que yo pueda hacer, por eso.
-Venga ya, claro que confío en ti… en
quienes no confío es en ellos.
-Pues quizás… lo mejor sea que rompamos…-
sus palabras me dejaron sin aliento- porque yo no puedo aguantar tus celos y tú
no puedes aguantar el verme con mis amigos…- agachó su cabeza, pero yo se la
alcé.
-¿Tú quieres eso?- le pregunté mirándolo a
los ojos, los tenía vidriosos, estaba a punto de llorar.
-Yo sólo quiero que dejes tus celos.
-Entonces no podemos terminar- le dije-
porque yo te quiero… y tú me quieres, ¿no?- lo vi esbozar una sonrisa triste.
-Si esto sigue así… créeme que acabaré
odiándote- y dicho esto, se zafó de mi agarré y se fue para algún lugar de la
casa, dejándome en la entrada. Salí un momento para tomar el aire y despejarme
antes de hacer cualquier locura, y me encontré con la vecina cotilla de
enfrente, asomada a su puerta.
-Métase en sus asuntos, vieja fisgona- le
dije y la mujer cerró su puerta rápidamente.
Después de estar unos momentos en el
descansillo de la escalera, y tras haberme calmado un poco, volví a entrar a
nuestro apartamento. Busqué a DongWoon y lo encontré en el baño. Se estaba
duchando, ajeno a todo, ajeno incluso a mi presencia.
Tenía que hablar con él, pero no podía
hacerlo ahora, bien podría meterme en ese momento en nuestra ducha y
básicamente, comérmelo, pero si hacía eso, su decisión de dejarme se habría
hecho mucho más firme, y yo no podía dejar que eso pasara, por lo que salí del
baño y me dirigí a nuestra habitación, dónde esperé a que terminara su ducha.
No tuve que esperar mucho cuando el apareció,
envolviendo su cadera con una toalla y con el pelo goteándole sobre los
hombros. Me miró mal por enésima vez en ese día, y luego, fue hacia el armario
para ponerse algo de ropa. Se colocó unos boxers, unos pantalones cortos y una
camiseta de manga corta, después, me encaró.
-¿Qué
quieres?- se cruzó de brazos.
-Sé
que mis celos me ciegan- le dije levantándome de la cama y caminé unos pasos
hacia él- pero no puedo evitarlo, los celos acompañan al amor.
-Los
tuyos son obsesivos.
-Porque tú eres perfecto y me gustaría poder
tenerte a mi lado para siempre.
-Eso
suena como si me quisieras porque soy un objeto bonito del que no te quieres
desprender porque va bien con la decoración de la casa- dijo mosqueado.
-No
quise decir eso- murmuré.
-¿Entonces
qué?
-Pues...
yo quería decir que te amo y no quiero perderte por culpa de mis celos, por lo
que intentare dejarlos de lado- cogí aire- intentare dejar de ver a cada
persona que se te acerque como una amenaza para nuestra relación- lo vi esbozar
una pequeña sonrisa- eso quería decir...
-Con
intentarlo no me vale- murmuró.
-Al principio lo intentaré... luego supongo
que lo conseguiré...
-Bueno...
por ahora... está bien- concedió y me acerqué a él hasta que rocé su cuerpo y
lo abracé fuertemente.
-¿Puedo besarte?- pregunté.
-Sí.
Acerqué lentamente mis labios a los suyos
hasta que se rozaron y comenzamos con un beso suave, disfrutando del contacto. Cuando
nos separamos, nos quedamos con las frentes juntas, mirándonos a los ojos
fijamente y respirando el uno sobre el otro. Ambos sonreíamos, y luego,
volvimos a besarnos, ahora de una manera mucho más demandante.
Sus manos se colocaron sobre mis hombros,
tironeando del cabello de mi nuca, mientras las mías, se situaban en sus caderas
y poco a poco, comencé a subirlas por sus costados, tocando su piel y levantándole
lentamente la camiseta que se acababa de colocar.
Lo fui guiando hacia nuestra cama, sin
cortar el beso, ni dejar de tocar su cuerpo con las manos, hasta que ambos caímos
sobre la mullida superficie, con él debajo de mí, jadeando levemente. Le alcé
la camiseta hasta su pecho y me separé por primera vez de su boca, para poder
utilizar la mía en otros menesteres.
Comencé a toquetear sus pezones mientras que
mis labios se dirigían a su cuello y lo besaba, lo mordía y lo succionaba. Lo
escuchaba suspirar de una forma poco audible, pero que me estaba excitando poco
a poco. Lo miré con deseo y seguí con lo que hacía.
Poco después, su camiseta me estorbó y se la
quité, dejando su torso expuesto ante mí, que comencé a besar. Mientras mis
manos se colaban por sus boxers y comenzaba a tocar su miembro arrancándole
gemidos, él paseaba las suyas por mi torso alzándome mi camiseta.
Al
final, acabó por sacármela cuando yo ya le había bajado los pantalones y los
boxers y lo había dejado completamente desnudo ante mí, provocándome así, un
tirón en mi propio miembro, que ya no cabía en la ropa, por la gran excitación
que tenía.
Comencé a tocarlo, de arriba a abajo,
masajeando sus testículos, escuchando su dulce voz gemir, cargada de placer,
hasta que se corrió en mis manos. Su cuerpo temblaba de una forma deliciosa y
sus ojos cargados de placer, me miraban sin mirar.
Aproveché esos momentos, para levantarme de
la cama, quitarme toda la ropa que me quedaba y buscar el lubricante en la
mesita de noche. Cuando volví a la cama, él ya estaba más consciente, pero se
dejó hacer por mí, como un muñeco de trapo. Le di la vuelta y lo coloqué de
rodillas sobre el colchón, dejándome a la vista su entrada. Abrí el bote de
lubricante y cogí con mis dedos una gran cantidad, para comenzar a extenderla
por aquel lugar, pringándome bien para así, no hacerle daño.
Dio un respingo cuando notó que mi dedo frío
entraba y comenzaba a moverse, pero no le prestó la mayor atención, y poco
después, ya estaba gimiendo de nuevo y con su miembro despertando levemente. Introduje
el segundo dedo y su cuerpo se tensó. Me eché sobre él y comencé a masturbarlo
con mi mano libre mientras daba besos en su nuca y mis dedos se iban moviendo
allí dentro, creando espacio poco a poco. Metí entonces, el tercero y lo oí
gimotear. Lloraba.
Intentaba ser lo más dulce posible, pero
después de tanto tiempo sin sexo, le tenía que doler como la primera vez que lo
hicimos.
Después de mucho tiempo, volvió a gemir,
cuando encontré ese punto en su interior. Embestí allí varias veces con mis
dedos y se relajó. Aproveché ese momento, para intercambiar mis dedos por mi
miembro y, una y otra vez, entrar y salir de él, sintiendo esa maravillosa
presión de sus paredes, y buscando su próstata para hacerlo llegar al éxtasis y
que todo aquello le doliera durante el menor tiempo posible.
En un momento dado, lo agarré por la cintura
y le di la vuelta, sin salir de él, provocándome una fricción deliciosa.
Lo deje sobre la cama y allí comencé a
embestirlo, cada vez más rápido y cada vez más fuerte, entrando cada vez más y
más hondo en su interior, a la vez que masturbaba su miembro y lo hacía
delirar, mientras que él apretaba sus paredes para hacerme a mí enloquecer por
la presión que ejercía sobre mi miembro, que entraba y salía de su interior
casi por completo con cada embestida que daba.
Nuestros
gemidos inundaron la habitación, hasta que, llegado el orgasmo, acabamos, yo en
su interior, y él entre ambos. Salí de él, me tumbé a su lado y me dejé caer. Estaba
agotado.
-Te quiero…- murmuré después de unos momentos,
en los que estuve intentando recobrar mi respiración- y te prometo que no
volveré a tener más celos.
-Yo también te quiero…- murmuró él,
girándose y mirándome a los ojos fijamente- te quiero…- y salvé la poca
distancia que separaba nuestros rostros para darle un beso, justo antes de caer
dormido.