martes, 23 de abril de 2024

[One Shot] High school lovers {SakuRyo}

Título: High school lovers

Autora: Riz Aino

Pareja: SakuRyo (Ryo + Sakuya) (NCT WISH)

Clasificación: PG

Géneros: AU, high school, romance, fluff

Número de palabras: 3.040 palabras

Resumen: Ryo y Sakuya pasan su primera Navidad juntos como novios.

Advertencias: quizás, solo quizás, os puede dar un subidón de azúcar con esto. Queda advertido y lo podéis leer bajo vuestra responsabilidad.

Notas: historia inspirada por la foto de la portada.

Comentario de autora: yo adopto críos y luego los críos me salen muy gays, así que, lo único que puedo hacer es escribir cosas remonísimas de ellos. Espero que os guste.

 


 

No vengas tarde le dijo su hermano mayor, Sion, mientras Ryo se estaba poniendo las zapatillas en la entrada. Papá y mamá volverán para la hora de la cena y se supone que no tienes permitido salir.

No te preocupes, oni-chan replicó Ryo, levantándose del suelo y comprobando que llevaba su móvil, su cartera, sus llaves y unos calentadores de manos en los diferentes bolsillos de su chaqueta. Solo estaré con Saku-chan un par de horas, estaré aquí antes de que regresen le prometió. Diviértete con Yushi oni-san ahora que tendréis la casa sola unas horas.

 

Ryo le guiñó un ojo a su hermano, provocando que éste se pusiera rojo de pies a cabeza, avergonzado, y salió del piso antes de que el mayor fuera capaz de formular una respuesta igual de insinuante sobre su relación. Si se entretenía más, no llegaría a su cita, y bastante poco tiempo iban a poder tener juntos debido a que, en teoría, Ryo estaba castigado sin salir en los días de la Navidad, a pesar de que lo único que el chico había hecho había sido pasar demasiadas horas online en un juego porque, de esa forma, tenía pequeñas citas con Sakuya sin que nadie los pudiera molestar... sin embargo, eso había provocado que suspendiera un par de exámenes, nada demasiado grave que Ryo no pudiera solucionar antes de que acabase el curso, pero sus padres habían decidido que lo mejor era castigarlo sin vida social hasta que acabase los exámenes y los aprobase todos. Gracias al cielo, tenía un hermano mayor completamente encantador que había urdido el mejor plan del universo para que todos los astros se les alineasen y Ryo pudiera salir de casa para pasar unas horas junto a su novio su primer novio, Sakuya, en Nochebuena mientras sus padres tenían una comida romántica fuera del ajetreo de la ciudad. El plan funcionaba bien para ambos, puesto que de esa forma, Sion también tenía la casa para él solo y para su novio Yushi, sin que nadie los pudiera molestar y, además, hacía una buena obra para su hermano pequeño, que realmente no se merecía el castigo.

 

Ryo llegó a la parada del autobús en el momento en el que el que debía de coger para ir al centro, donde había quedado con Sakuya, llegaba también, así que, solo tuvo que correr unos pocos metros para que no se le escapase y montarse en el vehículo, apiñándose como una sardina en lata con el resto de pasajeros. Intentó buscarse un hueco en el que pudiera agarrarse a alguno de los postes, puesto que todavía no terminaba de llegar bien a los enganches de arriba, pero le fue imposible, así que, se tuvo que conformar con ser sardina entre un par de personas, intentando no caerse cada vez que el bus daba un frenazo fuerte algo que sucedía cada dos por tres. Ryo había salido con el tiempo bastante justo de casa porque sus padres habían tardado en irse más de lo previsto y el chico había avisado a Sakuya de que quizás llegaría muy justo a su cita, pero no había caído en que aquel día estaría todo el mundo fuera de casa y, por lo tanto, se producirían atascos en cada esquina debido a la gran cantidad de coches y de transeúntes que se apelotonaban en las calles de aquella gran ciudad, así que, cada vez que el autobús daba un frenazo y se detenía durante unos minutos, Ryo no podía hacer otra cosa más que rezar para que Sakuya no llegara tampoco a tiempo a su cita para que no estuviera esperándolo en el frío de la calle, porque estaba tan enlatado en el bus, que no podía moverse ni para sacar su móvil del bolsillo y mandarle un mensaje al chico con alguna actualización de la hora a la que esperaba llegar.

 

Mucho más tarde de lo previsto, Ryo salía al frío de la calle, después de tener que dar varios empujones para que lo dejaran pasar hasta la puerta del bus, casi tropezando al bajar de las escaleras a la acera. Allí dentro había hecho un calor horroroso entre la calefacción y el calor humano, pero en la calle el frío era criminal, así que, el chico se metió las manos en los bolsillos y corrió para no perder el calor de su cuerpo, queriendo de aquella forma llegar lo más pronto posible hasta donde había quedado con Sakuya. No había podido avisarlo de que llegaba aún más tarde de lo que le había dicho, así que, lo único que podía hacer era eso, correr para llegar. Tuvo que sortear parejas y parejas que caminaban por las calles de la ciudad con parsimonia, observando el paisaje a su alrededor, los puestos navideños, los de comida, las luces que no debían de tardar en encenderse porque comenzaba a anochecer, pero tras el esfuerzo realizado, se encontró llegando a la plaza en la que había quedado con su novio. Ryo miró a todas partes en busca del chico y sacó su móvil para ver si éste le había dejado algún mensaje, pero no tenía ninguna notificación suya, por lo que simplemente volvió a buscar y buscar con la mirada todos los rincones de la plaza, hasta que finalmente dio con Sakuya, sentado en un banco, con un gorro de rayas de diferentes colores en su cabeza, esperándolo. Una sonrisa se extendió por el rostro de Ryo cuando lo encontró, una sonrisa que no abandonó sus labios mientras avanzaba hasta él, ni cuando llegó frente al chico, colocándose justo ante él.

 

 Saku-chan lo llamó, provocando que éste alzase la cabeza para mirarlo. Una sonrisa completamente encantadora apareció en su cara y a Ryo le dieron ganas de comérselo a besos, pero todavía no habían pasado a ese nivel. Perdona por llegar tan tarde, mis padres no se iban y el tráfico estaba horrible, el autobús se iba parando cada pocos minutos y...

No pasa nada, no es culpa tuya lo cortó Sakuya. Sé que has hecho todo lo posible y hasta lo imposible para poder pasar un rato conmigo, no me importaba nada esperar unos minutos más a que llegases.

 

Ryo tenía la intención de seguir disculpándose, pero tras las palabras del chico, simplemente cerró su boca y asintió. Tenía un poco de razón con lo de que no era culpa suya, sino de todas las cosas que se habían puesto en su contra y tampoco quería disgustar a Sakuya. Habían quedado ese día para así poder pasar su primera Navidad juntos, como pareja, y Ryo no debía hacer nada más para estropearlo. Era un milagro que pudieran estar juntos teniendo en cuenta que no podía salir de casa por su castigo, así que, ahora que tenían el tiempo para poder estar juntos y disfrutar, eso sería lo que harían.

 

¿Quieres que vayamos a los puestos de comida a por algo calentito? fue lo que le preguntó en cambio a Sakuya. Seguro que te has quedado congelado, algo caliente te irá bien.

 

Sakuya asintió, moviendo su cabeza enérgicamente y Ryo le tendió una mano para ayudarlo a levantarse del banco. El chico la tomó y Ryo tiró de él hasta que estuvo a su lado. Tenía la mano congelada, así que, en lugar de soltarla, la metió con la suya dentro del bolsillo de su chaqueta, que gracias a uno de los calentadores que había cogido antes de salir de casa, estaba todavía caliente. Sakuya lo miró, entre confuso y asombrado por aquella acción, pero no se apartó de él ni hizo amago de sacar su mano de allí, por lo que Ryo simplemente le sonrió y comenzaron a caminar entre el gentío, buscando los puestos de las calles circundantes para que pudieran entrar en calor comiendo algo mientras pasaban el rato juntos, hablando un poco de todo y de nada a la vez mientras andaban.

 

Ryo todavía se asombraba de que lo suyo hubiera sido capaz de florecer. Sakuya y él habían sido amigos desde que habían comenzado el instituto y los habían sentado juntos en su primera clase. El chico siempre le había parecido adorable y encantador, pero Ryo nunca habría pensado que sus sentimientos mutaran y que empezar a ver a Sakuya de una forma diferente, interesándose por él de forma romántica, poniéndose nervioso cuando éste se acercaba a él porque era su amigo, su mejor amigo... pero lo que menos se había pensado era que Sakuya también se sintiera igual y que un día se le declarase, siendo más valiente y decidido de lo que Ryo había sido jamás. Todavía le parecía un sueño, algo que no era real y que se acabaría cuando se despertase, pero por el momento se contentaba con disfrutar de su tiempo junto a él, sin pensar en nada más, simplemente queriéndolo y dejándose querer.

 

Pasando tanto tiempo juntos como lo hacían, estando en la misma clase, yendo y volviendo del instituto hasta que sus caminos se separaban en la mitad, mandándose mensajes a todas horas sobre lo que les pasaba, jugando juntos online e incluso pasando muchos fines de semana en casa el uno del otro, casi parecía imposible que tuvieran temas de conversación que agotar, pero no era así, podían hablar de lo que fuera y no se les acababa el tema de conversación nunca. No obstante, también podían pasar horas sin decirse absolutamente nada, estando cómodos en su silencio mientras hacían cualquier cosa, como cuando hacían sus tareas para clase, se ponían a leer los cientos de mangas que Sion tenía en casa o simplemente escuchaban la música de los grupos que les gustaban a cada uno. Seguía siendo interesante y divertido estar juntos y, pasar aquel día de Nochebuena con el otro era también muy especial para ellos, algo que los reafirmaba como pareja, que hacía su relación un poco más fuerte, por eso, Ryo había hecho hasta lo imposible para poder acudir a la cita.

 

Ese takoyaki tiene muy buena pinta comentó Sakuya, parándose ante uno de los puestos.

Sí que la tiene respondió Ryo.

 

Apenas había cola en él porque realmente no era una hora para comer, hacía bastante que había pasado la hora del almuerzo y para la de la cena todavía era pronto, pero a ellos les venía bien algún aperitivo puesto que no iban a poder cenar juntos, además, las bolitas de takoyaki guardaban mucho el calor, por lo que, los haría entrar en calor rápidamente. Mientras esperaban su turno, los chicos hablaron de lo que pedirían y cuando la mujer que llevaba el puesto finalmente los atendió, Ryo se encargó de pedirlo todo y de pagar a pesar de que lo de pagar ocasionó una pequeña trifulca con Sakuya hasta que lo convenció de que era su forma de compensarlo porque hubiera tenido que esperarlo durante un buen rato.

 

Cuando tuvieron en sus manos las cajitas donde servían el takoyaki para llevar, Ryo sintió un pequeño escalofrío por el calor que ésta desprendía en contraste con sus manos frías, pero solo sonrió y se enganchó al brazo de su novio, comenzando a andar de nuevo entre la gente. Comer y caminar entre la multitud resultó ser una actividad de riesgo, pero entre risas y bocados a las bolitas que se les deshacían en la boca y les quemaban la lengua, los dos solventaron la situación hasta que llegaron a la barandilla de un puente no muy concurrido y pudieron dejarse caer contra ella para terminar de comer sin que hubiera incidentes ni takoyakis por el suelo. Mientras comían, finalmente la noche cayó sobre la ciudad y las luces de Navidad comenzaron a encenderse a su alrededor, como si fuera magia. Los ojos de Sakuya se iluminaron en ese momento como si contuvieran miles de galaxias llenas de estrellas en ellos y Ryo no pudo evitar quedarse embobado mirando al chico a su lado, saliendo solo de su ensimismamiento cuando el chico lo llamó.

 

Ryo-chan le dijo. Voy a tirar esto, ahora vuelvo.

 

El chico le cogió de la mano la cajita donde ya no quedaba ni una sola bolita de takoyaki y después salió corriendo entre la gente que paseaba por el lugar hasta una papelera cercana. Ryo lo siguió con la mirada, todavía un poco aturdido por lo de antes. No eran muchas las ocasiones en las que se quedaba completamente perdido en Sakuya, pero cada vez eran más y más frecuentes y el chico no entendía cómo cada día podía estar más enamorado y embobado con Sakuya, porque le parecía completamente imposible... pero así era, Ryo cada día estaba más enamorado de aquel chico encantador, que a veces tenía las ideas más estúpidas del universo y que lo hacía sentir como si estuviera en una nube junto a él. Ryo tuvo que salir de sus pensamientos cuando Sakuya volvió a su lado, sonriendo de una forma que hacía que su corazón se volviese loco latiendo dentro de su pecho.

 

¿Nos hacemos fotos? le preguntó el chico, aupándose sobre la barandilla del puente y sentándose en ella.

Claro dijo Ryo, sacando su móvil del bolsillo, pero ten cuidado murmuró después, señalando la barandilla.

Sé que si pierdo el equilibrio estarás aquí para cogerme replicó Sakuya, sin que la sonrisa abandonase sus labios.

 

Ryo tuvo que usar toda su fuerza de voluntad para no tirar del chico hacia abajo y besarlo en ese mismo instante. Su corazón latía desbocado dentro de su pecho y lo mucho que quería a Sakuya se había multiplicado al menos por diez debido a aquellas palabras, debido a esa confianza de hierro que tenía en él. Ryo jamás dejaría que le pasase nada malo, se pondría en medio de cualquier peligro y lo protegería de todo lo que quisiese hacerle daño sin pensárselo ni un segundo.

 

Las luces son preciosas este año murmuró Sakuya, mirando otra vez a las luces que los rodeaban, pero Ryo no podía dejar de mirarlo a él.

Sí... respondió, distraído.

No estás mirando las luces rió el chico, llevando las manos a la cabeza de Ryo para que girarla hacia estas. Ahora sí las estás mirando.

 

Ryo observó solo durante unos segundos las luces de navidad que los rodeaban, brillantes, colgando de los cables que habían colocado entre los pisos, por encima de las calles, rodeando los árboles, farolas e incluso las señales de tráfico, girándose hacia Sakuya inmediatamente después porque el chico, todavía riendo, feliz, era realmente la mejor vista que podía tener ese momento, la más preciosa y Ryo no pudo evitar poner en palabras y decir en voz alta sus pensamientos sobre Sakuya.

 

Tú eres más precioso que todas estas luces, Saku-chan.

 

Sakuya se encendió por completo. Una sonrisa seguía adornando sus labios, pero además, el color rojo se le subió a las mejillas y a las orejas, destacando sobre su piel blanca. El chico no dijo nada. No parecía ser capaz de ello en ese momento, pero la mirada que le dedicó a Ryo de absoluto cariño, provocó que Ryo simplemente decidiera que aquel debía de ser el momento, el preciso instante en el que su relación podía dar un paso más y eso fue lo que hizo. Se colocó entre las piernas de Sakuya para pegarse a él lo más que pudo y, después, llevó una de sus manos a su rostro para inclinar al chico hacia abajo mientras él se ponía de puntillas, hasta que sus labios se rozaron en un beso casto y corto, con el sabor de la salsa del takoyaki que se habían comido unos momentos antes. Cuando Ryo se alejó del chico, el color rojo de su rostro se había intensificado, pero la sonrisa de Sakuya era muchísimo más amplia en ese momento que antes.

 

Me gustas mucho, Saku-chan murmuró Ryo.

A mí también me gustas mucho respondió Sakuya.

 

Ryo notó cómo el color se le subía a él también a las mejillas y decidió esconderlo, girándose entre las piernas del chico para observar de verdad las luces aquella vez, sintiendo los brazos de Sakuya rodeando su cuello desde atrás, inclinándose sobre él y apoyando su barbilla sobre su cabeza, totalmente relajado contra él, provocando que Ryo tuviera la sensación de que el tiempo a su alrededor se detuvo y se alargó de forma indefinida. A pesar de que hacía cada vez más frío, Ryo sentía cómo todo su interior estaba calentito y no le habría importado seguir allí el resto de su vida, de aquella forma. No obstante, el tiempo que podían estar juntos se estaba acabando y el chico tenía que volver a casa antes que sus padres o su castigo por saltarse su inicial castigo sería terrible, así que, solo pudo estirar aquel momento, disfrutando de él, durante unos pocos minutos más, hasta que su partida fue completamente inevitable.

 

En el camino de vuelta, Ryo no dejó ir la mano de Sakuya hasta que este no se montó en el autobús que lo llevaría a su casa y, aun así, mientras él mismo volvía a su propia casa, todavía podía sentir el calor y el peso de ésta, sus dedos entrelazados con los suyos, envolviendo su mano por completo, así que, cuando llegó a casa apenas un cuarto de hora antes que sus padres Ryo lo hizo con una sonrisa en su rostro que sabía que no se le iba a quitar en todo lo que le quedaba de vacaciones. (Solo cuando se tiró sobre la cama para dormir, horas más tarde, Ryo recordó que nunca llegaron a hacerse fotos aquel día y no pudo evitar reírse de sí mismo y de Sakuya por olvidarse de ello).

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