Capítulo 4
Unicorn
―¿Es en serio? ―preguntó SeHun después
de unos momentos.
―¿Acaso crees que
bromearía con algo así? ―le dije y él alzó una ceja―. Bueno, sí lo haría,
pero esto es serio ―hice una pausa para respirar―, SeHun, siempre me
han gustado las mujeres y creo que ahora me gusta un tío pero no lo sé con
seguridad ―él asintió lentamente―, no sé… no sé qué
puedo hacer para comprobar que realmente me gustan las mujeres y lo que me pasa
con ese tipo es que lo encuentro interesante.
―Pues… yo tampoco lo
sé… ―susurró
él.
―¿Cómo descubriste que
te gustaba LuHan? ―le pregunté y él enrojeció violentamente.
―Bueno… ―comenzó―. Yo… mi corazón se
aceleraba cuando estaba con él… y sólo podía pensar en él cuando no estaba…
mmm… y al principio pensé que estaba loco… pero cuando un día me besó… supe que
me gustaba él… un chico…
Nos
quedamos unos momentos en silencio. Yo intentando asimilar lo que mi amigo me
había dicho y él pensando que seguramente no debería haber dicho nada, ya que
estaba muy avergonzado. Todo era una locura, pero ¿quién entendía al corazón?
Lo mejor que podía hacer era comprobar si los chicos me encendían tanto como lo
hacían las chicas.
―SeHun… ―dije poniéndome serio
y él me miró―. Me gustaría comprobar si realmente… me
gustan los tíos…
―¿Ya sabes cómo
hacerlo? ―preguntó.
―Sí… solo necesito que
me ayudes un poco…
―¿Qué quieres que
haga?
―Bésame.
-oooOOOooo-
―¿Seguro que estás
bien? ―me preguntó por enésima vez JongDae desde que la herida que me había
hecho el enemigo se había curado milagrosamente gracias a las aguas de aquel
manantial.
―Estoy perfectamente, tranquilo ―le
aseguré. Él se mordió el labio inferior y luego se abrazó a mí fuertemente,
dándole igual que los demás chicos estuvieran allí.
―JongDae…
―He pasado mucho miedo ―me susurró―.
Creí que morirías y no quería que eso pasara por nada del mundo ―noté cómo mi
cuello lleno de sangre se humedecía repentinamente y supe que mi chico estaba
llorando.
―Tranquilo, JongDae, estoy bien,
estoy aquí y no me voy a morir ―murmuré. El sorbió sus mocos y siguió llorando
abrazado a mí.
Miré a mi alrededor y me encontré a
LuHan yendo hacia el coche, a ZiTao sonriendo aliviado porque estuviera bien y
a Kevin recogiendo la botellita que anteriormente tenía el agua milagrosa que
me había salvado la vida del suelo, donde LuHan la había dejado olvidada.
-oooOOOooo-
Llegamos
a la casa de YiXing después de todos los problemas que habíamos tenido esa
mañana. Finalmente, no había podido conseguir aquello por lo que había ido a
aquel lugar, porque había utilizado el agua recogida para tratar la herida de
MinSeok.
No
me arrepentía de ello, pero ya no tendría otra oportunidad de ir a ese lugar y
había desaprovechado todo por aquel contratiempo. Suspiré y pensé que lo mejor
que podía hacer era convencer al enfermo de YiXing a que me ayudara cuando se
repusiera, pero nada me salía como tenía planeado.
―Oh, gracias a Dios
que estáis aquí ―dijo la madre del chico―.
YiXing
ha desaparecido.
Apenas
me dio tiempo a reaccionar cuando vi que Kevin ya había salido corriendo de la
casa. Miré a la mujer que estaba desesperada y quise hacer algo para
tranquilizarla, pero ZiTao se me adelantó.
―No se preocupe,
señora Zhang ―murmuró―. Kevin lo encontrará.
-oooOOOooo-
En
cuanto oí esas palabras salí corriendo de la casa. Tenía una corazonada de lo
que podía haberle pasado a YiXing, pero no lo podía saber con seguridad. Vagué
por las calles de aquella ciudad desconocida hasta que mi sexto sentido me guio
hacia un pequeño bosque que había allí. Entré y comencé a buscar a mi
compañero, tanto de armas como de cama. Estaba muy desesperado. De repente,
vislumbré una mancha blanca entre tanto verde y supe que era él.
Un
pequeño unicornio estaba en mitad de un claro, miraba hacia todos lados,
asustado. Me fui acercando lentamente a él, de frente, parándome a cada paso
que daba, para no asustarlo más de lo que ya estaba.
Ahora
que ya estaba más cerca, podía apreciar toda la hermosura del animal, todo su
esplendor, sus ojos marrones oscuros, con ese brillo de inocencia, al igual que
YiXing, esos ojos que me recorrían ahora de arriba abajo, calibrando si era una
amenaza o no, y si debía huir o quedarse allí, y que antes me miraban con
cariño, con amor, con devoción.
Ya
estaba a unos metros cuando hizo el amago de salir trotando y perderse por el
bosque, alejándose de mí, ahora que lo había encontrado.
―Lay ―dije suave, en apenas
un susurro, y el animal se quedó estático―. Lay, no huyas, por
favor, no voy a hacerte daño.
Los
segundos que tardó en volver a afianzar sus cascos al suelo, se me hicieron
eternos, pero finalmente, lo volvía a tener estático frente a mí. Di otro paso,
y lentamente, alcé mi mano hacia él, sólo mostrándosela, dejando ésta todavía a
un metro de su cabeza. No lo iba a presionar más, si quería acercarse, si podía
confiar en mí, sería él el que diera el siguiente paso.
No
sé cuánto tiempo pasamos mirándonos a los ojos, sin ceder ninguno de los dos.
Seguía siendo un tozudo aun en esa forma, eso me hizo sonreír más ampliamente,
momento en el que por fin se acercó a mi mano y le dio un pequeño cabezazo con
el morro.
Comencé
a mover mi mano un poco, acariciando lo que tenía a mi alcance, suavemente, sin
presionar más, hasta que él, queriendo más caricias, se colocó más cerca de mí
y pude alcanzar sus orejas y parte de su cuello. Suspiré aliviado cuando chocó
su cabeza contra mi pecho, como intentando abrazarme y seguí acariciándolo y
besándolo a veces también.
―Me alegra tanto que
estés bien ―susurré―, que me dijeran que
habías desaparecido no le ha hecho muy bien a mis nervios ―le di un beso cerca
del ojo―. Eres mi vida.
Vi
cómo sus ojos castaños se humedecían y comenzaba a lagrimear. Gotas plateadas
caían desde ellos al suelo, haciendo que de él naciera la más hermosa de las
flores. Las lágrimas de unicornio, podían devolver la vida a lo muerto. Saqué
del bolsillo de mi abrigo la pequeña botellita que hasta hacía poco había
contenido el agua del manantial y la coloqué como recipiente para sus lágrimas.
Cuando estuvo lleno, lo tapé y me lo guardé en el mismo bolsillo del que lo
había sacado.
En
ese mismo momento, una luz azulada envolvió el cuerpo del hermoso animal,
cegándome por unos momentos. De repente, sentí un peso sobre mi pecho, y por
inercia, lo agarré, descubriendo que era el cuerpo desnudo de YiXing. Lo tomé
más fuertemente entre mis brazos hasta que dejó de emitir luz.
―YiXing…
Como
pude me las arreglé para colocarle mi abrigo para taparlo, y cargarlo como a
una princesa. Me alegraba haberme puesto el abrigo largo aquella mañana cuando
salí, así podía taparlo más decentemente.
Comencé
a andar con él en mis brazos y salí del bosque a los pocos minutos,
adentrándome de nuevo en aquella ciudad nada conocida y dirigiéndome a su casa.
Tardé bastante en llegar al lugar, puesto que no podía ir por las calles
repletas de gente que terminaba sus tareas antes del atardecer, cargando con
YiXing de aquella manera, tampoco podría volar hasta la casa, no podían verme.
Nada más entrar, su madre salió a mi
encuentro y comenzó a preguntar una y otra vez si él se encontraba bien,
preguntando también, qué le había pasado. Estaba de gritarle que me dejara
tranquilo, cuando LuHan entró en el lugar y la tranquilizó, sólo así, pude
llevarlo a su habitación sin que me atosigaran, aunque eso sí, me siguieron por
los pasillos hasta la habitación y ambos entraron mientras yo le quitaba a
YiXing mi abrigo y lo metía entre las sábanas tal y como lo había encontrado.
Me
despojé de mi ropa sintiendo cómo la madre de YiXing se giraba hacia un lado,
avergonzada, y LuHan carraspeaba antes de comenzar a hablar, visiblemente
incómodo.
―¿Por qué haces eso?
―Tiene que entrar en
calor, lo más efectivo es el calor humano ―me metí en la cama y
rodeé con mis bazos su frío cuerpo.
―¿Cómo sabes eso? ―escuché preguntar a
la madre de YiXing.
―Su hijo estudia en
voz alta y muchas veces he acabado aprendiéndome sus temas, además de los míos ―la mujer pareció
creerme y asintió, LuHan salió en ese momento de la habitación.
―¿Sabes lo que le ha
pasado? ―negué con la cabeza. No podía decirle que su
hijo se había convertido en un unicornio―. ¿Dónde lo
encontraste?
―En el bosque, cerca
de aquí ―la mujer asintió.
―Cuando se despierte,
haz el favor de avisarme ―pidió.
―No se preocupe ―contesté y ella
sonrió―. Lay ―susurré en el oído
del otro ocupante de la cama y él se apretó contra mi cuerpo. Vi cómo la madre
de YiXing agachaba su cabeza avergonzada y se iba, dejándonos por fin a solas.
Abracé
más fuertemente a YiXing y comencé a acariciar su piel suavemente, sólo rozando
con la yema de mis dedos su cuerpo. Pasamos bastante tiempo así, hasta que noté
cómo comenzaba a entrar lentamente en calor, entonces, tras darle un pequeño
beso en los labios, me dispuse a salir de la cama, pero fui detenido por sus
brazos que rodeaban mi torso, ahora, sujetándome firmemente.
―No me dejes ―susurró.
―No lo haré… nunca.
-oooOOOooo-
―¿Qué? ―me preguntó asustado.
―Un beso ―respondí―. Solo un beso, SeHun…
―No puedo… yo… yo amo
a LuHan… ―se separó de mí y se levantó rápidamente de
la cama.
―Lo sé, pero no es
como si lo engañaras o algo ―me levanté también y avancé hacia él―, por favor, sería el
favor más grande que te pediría y después de esto tú podrás pedirme lo que sea…
―No creo que…
―Por favor, SeHun…
―JongIn…
―Por favor… ―mi amigo estuvo unos
minutos pensando, en silencio, con su mirada fija en mí intentando que me
mantuviera alejado de él, hasta que por fin asintió.
―Lo haré… pero no le
cuentes nada a LuHan…
―No lo haré.
Avancé
hacia él y crucé el espacio que nos separaba hasta quedar pegado a su cuerpo.
SeHun agachó su cabeza, avergonzado y yo se la alcé, sujetando su barbilla con
mi mano. Dibujé el contorno de sus labios con mi pulgar de una manera suave y
luego cerré mis ojos, imaginando que era él a quien tenía delante.
“Tao”.
No
lo dudé cuando salvé la poca distancia que separaba nuestras bocas y comencé a
besarlo. Sus labios eran suaves y muy dulces, como los labios de cualquiera de
las chicas que había besado. Forcé un poco el beso y seguí el contorno de sus
labios con mi lengua antes de introducirla en su boca y saborearlo por
completo. No pude separarme de él hasta que lo escuché jadear, solo entonces
fue cuando me alejé.
Ambos
respirábamos entrecortados y no nos mirábamos. Deseé con todas mis fuerzas que
esto no hiciera que nuestra amistad se perdiera.
―¿Lo sabes ya? ―lo oí preguntar y lo
miré, para luego asentir.
―Me gustan los
hombres…