Título: We Got
Married Season 1
Parejas: KwonIn (Jo
Kwon x GaIn) (2AM / B.E.G), KhunToria (Nichkhun x Victoria) (2PM / F(x)) y
YongSeo (YongHwa x SeoHyun) (CNBLUE / SNSD)
Clasificación:
NC–17
Número de palabras:
(…) palabras
Número de capítulos:
1 / 30 capítulos
Resumen:
“El matrimonio es una barca que lleva a dos personas
por un mar tormentoso; si uno de los dos hace algún movimiento brusco, la barca
se hunde” – Leon Tolstoi.
Notas:
Esta historia será escrita a través de las citas sobre el matrimonio que me
vayáis dejando en los comentarios, sin ellas no podrá avanzar.
Comentario de Autora: Hacía
tiempo que quería hacer un proyecto interactivo y que además tuviera que ver
con el programa que lleva este mismo título. Espero que os guste ^^
We Got
Married
1st
Season
Capítulo 1
El matrimonio es una barca que lleva a
dos personas por un mar tormentoso;
Si uno de los dos hace algún movimiento
brusco, la barca se hunde.
Leon Tolstoi
♥♡♡
Dos personas menudas atravesaban las
puertas de la gran y climatizada estación de metro de Paldang cuando el frío
otoñal les dio de lleno y ambos se encogieron sobre si mismos ante el vendaval
que se había levantado de pronto.
Cuando aquella mañana habían salido
de la estación de Sageun-dong en
Seúl, el clima era agradable. El sol lucía en su máximo esplendor y se
reflejaba majestuoso en los edificios de metal y cristal de la capital, dando
calidez a la estampa otoñal que cubría la ciudad.
Sin embargo, en este lugar era todo
lo contrario.
Aunque solo estaba a unos pocos
kilómetros de la capital, parecía que el astro rey jamás había pisado aquellas
tierras y el viento helado calaba hasta los huesos, ignorando deliberadamente
las capas y capas de ropa que ambos llevaban encima.
Ella, un poco más pequeña que el
chico a su lado, tenía el pelo corto de color rojo sujeto en una coleta baja.
El flequillo largo, peinado hacia el lado derecho apenas dejaba apreciar uno de
sus rasgados ojos color chocolate. Su rostro era fino, de piel blanca y su cuerpo
menudo.
Él también tenía el pelo corto, pero
este era castaño oscuro. Llevaba un pequeño flequillo cortado bastante por
encima de las cejas y su rostro se asemejaba al de un suricato.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de
la chica y se giró hacia su esposo, mirándolo mal, para después bufar mientras
le daba un golpe en el brazo. Antes de
que el chico pudiera protestar, ella comenzó:
—¿Tú crees que esto
es una Luna de Miel? ¿En qué maldito lugar del mundo esto se asemeja a una Luna
de Miel? —le
dio otro golpe en el brazo, esta vez algo más fuerte, mostrándole a su chico
que estaba cabreada—.
¿Eh? Dime. ¿A quién se le ocurrió la bendita idea de venir aquí?
Sus gritos se escucharon en toda la
plaza que había frente a la estación de metro debido a que, aparte de ellos, no
había ni un alma en la calle. Con aquel clima de perros, lo extraño era que
hubiera alguien.
—Te recuerdo que
estuviste de acuerdo en venir aquí, noona. Yo quería ir a Egipto —se
excusó él encogiéndose de hombros, enfureciendo aún más a su esposa.
—¿Cuántas veces te
he dicho que no me llames noona? —otro golpe, esta
vez en el hombro, mientras ella fruncía sus labios cuarteados en una muestra de
disgusto—.
Además, no tenemos dinero para hacer un viaje a Egipto.
—Perdón —murmuró
él—,
es la costumbre.
—Bueno, te lo
perdono por ahora —el
chico le dedicó una pequeña sonrisa y ella suspiró.
—Todo habría estado
bien si hubiéramos venido la semana que viene como teníamos planeado —comentó
él rascándose la nuca—,
pero cuando cambiamos la fecha este maldito tifón no aparecía en el mapa. No es
mi culpa, es del hombre del tiempo de la tele, que se equivocó en el
pronóstico.
—Muy bien, no es
culpa de nadie. Tema zanjado —concluyó ella con hielo en la voz—.
Ahora busquemos un maldito taxi que nos lleve al hotel.
—Quédate dentro e
intenta entrar en calor —susurró
el chico contra su oído antes de darle un pequeño pero sonoro beso en la
mejilla—,
yo buscaré el taxi.
—Está bien —murmuró
ella con una pequeña sonrisa.
♡♥♥
Dos chicas paseaban por Gangnam-gu mientras reían animadamente, con
varias bolsas de las marcas más conocidas de ropa en sus manos, atrayendo las
miradas de todos los hombres junto a los que pasaban. Esto no era de extrañar,
ambas eran bastante guapas, de pelo largo castaño y de ojos grandes.
Habían salido en busca de ropa
elegante ya que ese día tenían una fiesta muy importante a la que asistir.
Qian, la mayor, aunque también la más infantil, iba a conocer al chico que sus
padres habían elegido para ella como buen esposo y, así, ampliar el negocio
familiar. Y JooHyun, la otra chica, como su mejor amiga, tenía que acompañarla
en todo momento —todo
porque la mayor estaba demasiado nerviosa como para hacer algo por sí misma—.
Hacía apenas una semana que había
sido anunciado que la chica se casaría con el hijo de uno de los socios más
importantes de su familia, Nichkhun y nunca lo había visto, por lo que estaba
muy ansiosa por conocerlo.
Le habían hablado de él y parecía un
poco despreocupado por todo. Se dedicaba a vivir la vida y a hacer lo que se le
antojaba sin que nadie pudiera detenerlo. Por eso, Qian también estaba algo
preocupada. Sin embargo, aquellos pensamientos se fueron disipando a medida que
fue pasando el día.
Las chicas habían pasado toda la
mañana fuera de casa, de compras. Habían estado en las mejores tiendas de la
ciudad y ya habían comprado todo lo que necesitaban para lucir espectaculares
esa noche, así que, en ese momento, se dirigían al Ritz
a almorzar y descansar sus adoloridos pies.
Apenas llegaron al lujoso lugar
cuando ya les dieron una mesa apartada en la que conversar de forma tranquila y
privada y el camarero, un chico alto, de pelo algo largo y flequillo tapándole
uno de sus ojos castaños, al igual que su cabello les llevó la carta, esperando
pacientemente a que pidieran. En cuanto las chicas lo hicieron, este se retiró
con una pequeña reverencia.
Ambas se permitieron relajarse por
unos minutos antes de que la comida fuera servida. Durante toda la mañana
habían estado bastante aceleradas e intranquilas por las compras para la cena.
De repente, la suave melodía que
Qian tenía como tono de llamada en su teléfono móvil se dejó escuchar en el
restaurante y ella rebuscó en su bolso hasta que encontró el aparato y lo
descolgó, deslizando su dedo por la pantalla, a la vez que fruncía el ceño.
—¿Yeobosseo?
—¡Unnie! —el
grito al otro lado del teléfono casi la deja sorda, por lo que tuvo que
alejarse el móvil de la oreja.
—SooJung —contestó
y escuchó una risita cantarina—. ¿Qué querías, pequeña?
—¿Ya tienes tu
vestido, unnie?
—Ne~.
—Quiero verlo ya.
—En cuanto llegue a
casa lo verás.
—Pero yo quiero
verlo ya.
—Vamos, no seas así. En unas horas lo verás
—contestó la mayor.
—Está bien… Pero quiero ser yo la
primera en verlo —ordenó SooJung.
—Perfecto.
—Gracias unnie.
—Nos vemos —murmuró Qian antes de
colgar.
—Me alegra ver que
te llevas bien con SooJung… A pesar de que no sois completamente hermanas —comentó
JooHyun con una sonrisa en cuanto la otra terminó la llamada y volvió a dejar
el móvil en el bolso.
—Sí, SooJung es un
encanto.
—¿Qué tal las
relaciones con SooYoung? —preguntó
con cierta timidez la menor.
—Ni la nombres —cortó
Qian—.
Esta noche va a venir y se va a pavonear como solo ella sabe —la
chica suspiró—.
Sería mejor que se quedara en Los Ángeles donde tan bien vive y tan bien le va.
—Por tu reacción
parece que estáis igual o peor.
—Nunca nos hemos
llevado bien, ya lo sabes, así que no creo que nos llevemos bien en un futuro
próximo.
En ese momento, el mismo camarero
que antes les había tomado nota llegó con su comida y ambas dejaron aquella
conversación para comenzar a degustar sus respectivos manjares.
♥♡♡
Jo Kwon la vio alejarse hacia la estación
de trenes con una gran sonrisa y se abrazó a sí mismo en cuanto ella
desapareció tras las puertas de cristal del edificio. Debía buscar un taxi que
los llevara a aquel hotelito rural en el que habían reservado habitación para
pasar las dos semanas de su Luna de Miel.
La tarea, que en Seúl le habría
resultado lo más fácil del mundo, en aquel lugar estaba siendo una verdadera
odisea. Ahora entendía a ese héroe griego que lo único que quería hacer era
volver a casa pero siempre se encontraba con obstáculos que se lo impedían. Sin
embargo, el chico no esperaba tardar tanto como él, veinte años era demasiado
tiempo.
Cuando estaba por rendirse y buscar
a su mujer para que le cortara la cabeza o le torturara de la peor forma, un
taxi apareció doblando la esquina de la calle y comenzó a llamarlo, casi
desgañitándose en el proceso y moviendo las manos como si fuera un loco, hasta
que el vehículo se detuvo ante él. La ventanilla de la puerta del copiloto se
abrió y un señor de unos cuarenta años, se presentó ante él.
—¿Dónde quiere que
lo lleve? —preguntó
el hombre.
—Al albergue de
Paldang —contestó—.
Pero espere unos momentos, tengo que avisar a mi esposa para que salga de la
estación.
—Está bien. Pero si
tarda más de diez minutos le cobraré un recargo.
—No tardaré mucho.
Y diciendo esto, el chico sacó su
teléfono móvil y buscó el número de su esposa. Le dio a llamar y se llevó el
aparato a la oreja. El primer pitido no se hizo esperar y después le siguieron
varios más antes de que la voz impersonal del robot de la compañía con la que
tenía contratada la línea su esposa le informara que el número marcado estaba
apagado o fuera de cobertura.
Kwon hizo una mueca mientras
escuchaba aquello y luego colgó para salir corriendo hacia la estación. No
entendía aquella manía que tenía su esposa de tener el móvil siempre apagado.
Cuando llegó al pie de las escaleras, su teléfono móvil comenzó a sonar y lo
descolgó, subiendo los peldaños.
—¿Yeobosseo?
—Kwon —dijo una voz al otro lado que el
nombrado reconocería en cualquier parte.
—Khun, ¿qué pasa? —preguntó.
—Acabo de enterarme que mis padres me quieren
casar con una niña pija para ampliar el negocio —contestó el chico y Jo Kwon se
quedó estático, a mitad de la subida.
—¿Cómo puede ser eso posible en
estos tiempos? —cuestionó—. ¿Acaso tus padres no piensan en tu felicidad?
—Ya sabes que no, Kwon.
—No puedo comprenderlo.
—Yo tampoco —murmuró con voz cansada el otro.
Pasaron unos segundos en silencio, que fueron aprovechados por el menor para continuar
subiendo la escalinata que llevaba a la estación de metro—. Te envidio, Kwon.
—¿Por qué?
—Te has casado con tu mejor amiga, con la
chica de la que llevabas enamorado toda tu vida —explicó—, yo no tendré esa
suerte.
—No creo tener tanta suerte —murmuró
Kwon—, ya te contaré. Pero me extraña que el gran Nichkhun Buck Horvekjul se
haya rendido tan pronto.
—No me he rendido.
—Entonces… ¿Por qué suenas como si
ya lo hubieras hecho?
—¡No me he rendido! —gritó el chico.
—Así me gusta —comentó—. Khun, tengo
que dejarte, ¿hablamos más tarde?
—¿Estás con GaIn-noona?
—Tengo que encontrarla porque acabo
de coger un taxi.
—No lo entiendo.
—Ya te contaré.
—Arasso.
JoKwon colgó y entró a la estación en busca de su esposa.
No tardó mucho en encontrarla tomando un chocolate caliente en la cafetería y
la apremió a que terminara para poder irse rápidamente de allí ahora que tenían
un vehículo.
Apenas tardaron unos minutos en
llegar al albergue en el que habían reservado la habitación para las dos próximas
semanas. Debido al mal tiempo, las calles estaban completamente desiertas y por
la carretera no circulaban más que algunos coches y el taxi en el que se habían
montado. Al bajar del vehículo, tras pagarle al conductor la suma que marcaba
la tarifa, notaron el frío de nuevo en contraste al calor que hacía dentro del
coche, así que, después de sacar las maletas del maletero, salieron corriendo
hacia el edificio que tenían enfrente.
Era una casa antigua, la típica
coreana, transformada en un albergue para viajeros. Tuvieron que llamar al
portón de madera para que les dieran la entrada al espacioso patio, alrededor
del cual se encontraban todos los módulos que conformaban la casa.
Ambos se dirigieron, tras echarse
una mirada de alivio por haber llegado al fin, al lugar en el que estaba
señalada la recepción. Al entrar a la estancia sintieron de nuevo una agradable
calidez y Jo Kwon, que siempre había sido algo dado a resfriarse con
frecuencia, pensó que le quedaba poco para pasar toda una semana en cama por
tantos cambios bruscos de temperatura.
La habitación estaba conformada por
un mostrador y un panel lleno de llaves de aspecto antiguo. Aparte de esto,
tenía un par de cuadros que mostraban escenas cotidianas y el suelo estaba
cubierto por una gran alfombra. Tras el mostrador, frente a la puerta, se
encontraba una mujer que no podía ser mucho mayor que ellos vestida con un
hanbok y el pelo castaño y largo recogido en un moño con palillos.
—Bienvenidos —saludó haciendo una pequeña
reverencia.
—Annyeong–haseyo —contestaron ambos
devolviendo la inclinación, haciendo ésta un poco más pronunciada.
—Tenemos una reserva hecha a nombre
de Jo Kwon y Son GaIn —dijo el chico. La mujer asintió y
comenzó a mirar en un libro que había en el mostrador hasta que dio con los
nombres que le habían dicho y los señaló con el dedo.
—Aquí están —murmuró—. Una reserva de dos
semanas, ¿me equivoco? —ambos negaron—. ¿Luna de Miel? —preguntó y los recién
casados se miraron y sonrieron.
—Nos casamos ayer —contestó GaIn.
—¡Felicidades! —la mujer sonrió
ampliamente y luego se giró para buscar en el panel la llave que correspondía a
la habitación que les habían asignado—. Aquí tenéis —les tendió la llave—,
vuestra habitación es la número cuatro. Disfrutad de vuestra estancia en este
lugar a pesar de que este tifón salido de la nada haya afeado un poco estos
días.
—Sí… Gracias —murmuró Kwon y, tras
hacer una reverencia, ambos salieron de la estancia.
Al regresar al patio, el panorama
gris y ventoso que habían dejado se había convertido en uno mucho más oscuro y
gotas de lluvia habían comenzado a caer. Los dos se miraron y suspiraron antes
de salir corriendo hacia el módulo indicado con un cuatro enorme en números
arábigos para no mojarse demasiado y no hacer que aquel día fuera aún más horroroso.
Jo Kwon introdujo la antigua llave
en la vieja cerradura de latón y la giró hasta que se escuchó un leve clic. El
chico se giró hacia su esposa y tomó la maleta que ella portaba para dejarla
con la suya junto a la puerta. Luego, tras dedicarle una amplia sonrisa, se
agachó y la tomó entre sus brazos como si fuera una princesa.
—¡Ah! ¿Qué haces, Yeobo? —gritó
sorprendida por la repentina acción.
—Te cargo hasta la cama —contestó
él—. Es una fantasía mía.
Entró a la habitación y cerró la
puerta con el pie, tambaleándose un poco y perdiendo el equilibrio unos
momentos, pero logró mantenerse y reafirmó su pose lanzando un suspiro. Luego
comenzó a avanzar hasta la cama, donde dejó con cuidado a su esposa para
subirse sobre su cuerpo y comenzar a besar su cuello, escuchando su cantarina
risa.
♡♥♡
Tras almorzar, las chicas se
separaron y cada una tomó un camino distinto para regresar a sus respectivas
casas, donde se arreglarían para estar a punto para la cena de esa noche. Qian
fue directa gracias a que su chófer fue a recogerla, sin embargo, JooHyun
prefirió dar un paseo antes de que fueran a por ella.
Le gustaba dar paseos por la ciudad,
mezclándose con las personas que realizaban sus jornadas rápidamente. También
le encantaba andar por las orillas del río Han a través de los diversos parques
en los que en aquella época del año, las hojas comenzaban a teñirse de ocre y
el paisaje era precioso. Pero la chica tenía otra razón para ir a un parque en
concreto.
Hacía un mes que iba allí cada vez que
podía escapar de sus obligaciones. Pasaba por el parque y se detenía junto a la
fuente, desde donde podía escuchar con claridad aquella suave y dulce voz y ver
esas callosas manos rasgar una y otra vez las cuerdas de una guitarra española.
Todavía podía recordar con claridad el primer día que lo encontró.
JooHyun
caminaba por el parque. Había salido de casa para respirar un poco de aire
fresco y despejarse. A veces, su familia le exigía demasiado y con el recital
de piano a la vuelta de la esquina, era muy agobiante. La chica lo daba todo
por complacerlos, pero en algunos momentos sentía que se asfixiaba en aquella
gran casa, por eso había acabado en aquel lugar.
Se
sentó en el borde de una fuente, cansada. El sol calentaba aun siendo mediados
de Septiembre como si fuera pleno verano y el agua refrescaba el ambiente.
Cuando la chica comenzó a relajarse una suave y dulce voz y los acordes de una
guitarra empezaron a escucharse cerca de donde ésta estaba y JooHyun se giró
para ver a quién pertenecía aquella voz. Un chico joven de pelo oscuro tocaba y
cantaba una canción.
Buscando un lugar en donde permanecer
Hay un largo camino por recorrer al
soñar la vida
Cuando de noche parece ser, sólo el
temor a la libertad
Entrelaza momentos del pasado
¿Cómo intentar alcanzar la meta?
Con todas las palabras que pudieras decir
Mirando hacia el Cielo
Cuenta la historia de lo que ves
Sólo sé que todos lo dicen en estos
casos
Ya que existe sólo un Cielo Azul
Podríamos ver, tal vez,
Las mismas nubes al mismo tiempo
Aunque sea en diferente día
Su
corazón comenzó a latir rápidamente en su pecho y un sonrojo brillante se
apoderó de su rostro. Nunca había sentido nada parecido y tuvo miedo, por lo
que salió corriendo llamando la atención, sin saberlo, del chico de la
guitarra.
Perdida en sus recuerdos, JooHyun
llegó a aquel lugar y se extrañó al no ver al chico de la guitarra, ya que,
normalmente, a aquellas horas, siempre se encontraba allí. Miró a su alrededor
varias veces, buscándolo, pero al no hallarlo por ningún lado, suspiró y se dio
por vencida. Ese día no lo vería.
Sacó su teléfono móvil para llamar a
su chófer y así regresar a su casa para arreglarse y se giró. En ese momento,
su corazón se saltó un latido. Frente a ella, con una sonrisa encantadora en su
rostro, se encontraba el chico de la guitarra.
—¿Me buscabas? —la chica no supo ni pudo
contestar, su voz no quería salir de su garganta—. He notado que vienes a verme
casi todos los días, por eso pregunto —aclaró sin perder su sonrisa, aunque
esta se había vuelto un poco traviesa—. Por cierto, mi nombre es YongHwa, ¿cómo
te llamas? —preguntó
y ella sintió el corazón golpeando contra sus costillas de una manera
ensordecedora—. ¿Eres muda? —cuestionó al ver que no contestaba. JooHyun salió
de su trance, negando rápidamente con la cabeza—. Entonces, ¿cómo te llamas?
—JooHyun… Seo JooHyun… —susurró sin poder
creerse que estuviera hablando con él.
—Encantado —dijo—. ¿Quieres salir
conmigo? —ella se quedó estática ante la pregunta y no pudo reaccionar hasta
varios segundos después, cuando asimiló del todo las palabras.
—Yo… Yo… Tengo que irme —acabó
diciendo antes de salir corriendo del lugar.
♡♡♥
La tarde pasó en un suspiro para
Qian cuando llegó a casa. Nada más entrar, subió a su habitación seguida por su
hermana menor, que quería ver el vestido que se había comprado y tras
enseñárselo y que la pequeña quedara contenta, comenzó a arreglarse. Todo fue
un ir y venir constante. Solo horas después, cuando ya estaba perfecta, pudo
relajarse.
La fiesta comenzó al caer la noche y
la chica se puso nerviosa de nuevo. Quería conocer al que sería su futuro
marido de una vez por todas. Tras unos minutos deambulando por el gran salón de
su casa, que habían adornado para la ocasión y no mostraba el ambiente sobrio
de siempre, vio a su amiga JooHyun a lo lejos, pero no pudo acercarse a ella
porque su padre llegó con una sonrisa.
—Qian, cariño —dijo—. Él ya ha llegado —el
hombre la tomó por los hombros y la guio por el gran salón. El corazón de la
chica latía rápidamente cada vez que daba un paso y se acercaba a la puerta,
hasta que llegaron a esta—. Este es Nichkhun.
El chico era alto y esbelto, pero su
torso se veía fuerte a través de la camisa blanca que vestía. Su pelo era
oscuro y corto, sus ojos grandes y castaños. Era guapo, muy guapo y Qian sintió
que él era el hombre de su vida. Lentamente se acercó a él y se inclinó
levemente para saludarlo. El chico sonrió y le devolvió el saludo, después, se
acercó hasta que sus labios rozaron la oreja de la chica y le susurró:
—No pienso casarme contigo, niña pija.