Night in Tokyo
Terminamos nuestro concierto y, aunque
estábamos agotados, ninguno pudo decir que no a una buena noche de juerga en
una de las mejores discotecas de Tokyo. Los cinco entramos en el local,
abarrotado de gente y, poco a poco, nos fuimos dispersando entre la multitud.
Me bebí un par de copas y sentí el alcohol circular por mis venas, aunque
todavía me funcionaba bien la cabeza.
Salí a la pista a bailar cuando me
solté del todo y allí, las chicas que antes se me iban acercando poco a poco,
comenzaron a invadir mi espacio personal con sus piernas largas y delgadas y
sus vestidos tan cortos y ceñidos que casi parecían ir desnudas. Aquel lugar
era el paraíso.
A medida que la noche avanzaba y las
copas se iban acumulando, mi cabeza se iba perdiendo y de ella, comenzó a
desaparecer el nombre de mi novia, su figura e incluso la sensación que tenía
al estar con ella. Dara comenzó a desaparecer y ante mí se presentó una chica
preciosa. Era de piel morena y tenía unos labios que daban ganas de besar.
No sabía su nombre, ni siquiera me
importaba. Lo único que quería era ponerla contra la pared y metérsela hasta
que me suplicara por más.
Un par de frases después, de guiños
y de cumplidos, la tenía donde quería: en el baño y contra la pared.
Al día siguiente, vi a la chica en
la televisión. Al parecer era una modelo y actriz japonesa y su nombre era Kiko
Mizuhara. En mi cabeza se mantuvo su imagen unos minutos, cómo gemía y cómo
disfruté teniendo sexo con ella, pero después vi en el fondo de pantalla de mi
móvil a Dara y sentí un poco de culpabilidad, pero si ella no se enteraba, todo
estaría bien.