jueves, 21 de julio de 2016

[One Shot] Destiny {KrisKai}

Título: Destiny
Autora: Mrs. Daisy (Riz Aino / Minako Aino)
Parejas: KrisKai (Kris x Kai) (EXO)
Clasificación: R
Géneros: ReyArturo!AU, fantasía histórica, drama, romance
Número de palabras: 5.860 palabras
Resumen: desde que Arturo sacó aquella espada de la piedra y se convirtiera en rey, Kai se ha sentido muy solo y obtiene la compañía que anhela en Kris, el hijo del herrero.
Dissclaimer: el mundo en el que está ambientada esta historia no me pertenece, le pertenece a Geoffrey de Monmouth, la primera persona en poner por escrito la leyenda del Rey Arturo en el siglo X, en su libro Historia Regum Britanniae.
Notas: pitch-hit para la Tercera Gala de Doce Dioses, en el reto literario.
Aclaraciones: esta historia está basada en la leyenda del Rey Arturo, aunque no tendrá que ver con la historia original, sino que es una historia aparte de uno de los personajes secundarios de esta, Kay, el hijo de sir Héctor, y quien vivió parte de su infancia y adolescencia como hermano de Arturo.
Comentario de autora: siempre me ha interesado muchísimo la historia del Rey Arturo, soy de estas personas que han leído quizás demasiado sobre el tema y, algún día, quería hacer algo con este interés. Cuando vi que tenía la oportunidad de poder ayudar con esta gala, no lo pensé y rápidamente me lancé a escribir sobre este tema. Espero que os guste.


Destiny


            La Historia se hace sobre los héroes, sobre los grandes reyes y sobre los enormes imperios que se construyen bajo su mandato; se hace Historia sobre las batallas, sobre las leyes y sobre los cambios. Todo el mundo conoce la Historia del Rey Arturo, cómo sacó la espada de la piedra para poder convertirse en monarca y cómo, ayudado por Merlín, creó un reino en el que hubo paz y prosperidad.

            Sin embargo, pocos conocen la Historia de su infancia y adolescencia, pocos conocen que fue criado por sir Héctor como si fuera otro hijo más junto a Kai y muchos menos conocen la Historia de este muchacho que fue el hermano del rey más grandioso de la Historia de Bretaña… pero al que se le pierde la pista una vez Arturo saca la espada de la piedra. ¿Cuál es la Historia de Kai? ¿Por qué desaparece de los anales de la Historia? ¿Qué sucedió para que aquel joven con un gran futuro por delante simplemente dejara de existir para todo el mundo?

            No hay muchas personas que tengan la respuesta a todas esas preguntas, de hecho, no hay nadie con vida que pueda responderlas… y para hacerlo, debemos remontarnos al siglo VI, el momento en el que Kai vivió, para hallar algunas respuestas, para poder conocer cuál fue su Destino.


            Cuando Kai salió de la ciudad de Londres junto a su padre, dejando atrás al que desde que tenía memoria había sido su hermano menor, sintió cómo un gran vacío se apoderaba de su corazón. Arthur se acababa de convertir en el rey de Bretaña, pero para él no había un sitio a su lado, como siempre había estado. Kai lo había cuidado como a un verdadero hermano menor, había buscado su felicidad ante todo y lo había enseñado a luchar. Todo lo que sabía de la vida se lo debía a él, pero ahora Kai ya no formaba parte de su vida y eso era algo con lo que tenía que aprender a vivir aunque le doliera de una forma inexplicable.

            —No te preocupes por Arthur —escuchó Kai decir a su padre, que galopaba a su lado—. Sabrá cuidarse bien.
            —Claro… no me preocuparé.

            El muchacho asintió porque no quería preocuparlo con sus pensamientos y simplemente siguió adelante. Todavía les quedaban muchos pueblos que cruzar antes de llegar a su hogar y cuanto antes llegaran allí, antes podría tumbarse en su cama para dejar de pretender que nada sucedía. A ojos del mundo era ya prácticamente un hombre, así que en público no debía dejar que nada le afectara porque ya no era un niño que pudiera llorar y que todos consolarían.



            El viaje duró dos días con sus respectivas noches y llegaron a casa con el amanecer del tercer día. El pueblo estaba en plena ebullición aunque apenas acababa de comenzar a alumbrar la luz del sol, pero estaban acostumbrados a comenzar su actividad desde que este salía por el este hasta que se escondía por el oeste. A veces Kai miraba al cielo preocupado por si el sol habría salido por el lado equivocado, lo que indicaría que el Juicio Final habría comenzado, pero ni una sola de aquellas veces que lo había hecho el sol había cambiado su trayectoria y Kai rezaba cada noche antes de dormir para aquello no sucediera nunca.

            Su hogar estaba lúgubre y vacío cuando ingresaron en él y todo se debía a la temprana muerte de su madre hacía solo un par de inviernos. La enfermedad y la fiebre se la llevaron cuando más la necesitaban pero, después de un tiempo, habían empezado a valerse por sí mismos ya que su padre no quería volver a casarse con otra mujer tan pronto.

            Kai dejó la bolsa de cuero que había llevado durante todo el viaje cerca de la puerta y después guió los caballos al establo para que comieran, bebieran y descansaran después de todo el viaje. Cuando todo estuvo listo, el chico por fin pudo dirigirse hacia su habitación y tumbarse sobre su cama de lana para por fin dar rienda suelta a todas sus emociones. Al empezar a llorar, Kai tuvo claro que no saldría de aquel lugar a no ser que su padre lo obligara y esperaba sinceramente que éste lo dejara tranquilo hasta que tuvieran que ir el domingo a misa.



            Kai llevaba un par de días en su habitación sin salir más que para lo necesario y sólo cuando se aseguraba de que no había nadie en casa, cuando su padre abrió la puerta sin pedir permiso para entrar, lo tomó del brazo y lo levantó de la cama antes de darle una bofetada que le cortó la respiración.

            —Los hombres no lloran —le dijo en un tono de voz firme—. Tu hermano tiene un gran futuro por delante, así que, en vez de triste, deberías de alegrarte por él.

            Las lágrimas que pugnaban por salir de sus ojos y recorrer sus mejillas finalmente no lo hicieron y Kai tragó saliva para desterrar el nudo que se había instalado en su garganta a los confines de su cuerpo. Su padre tenía razón, no debía llorar, pero no había podido evitarlo.

            —Sí, padre —respondió—. Esta será la última vez que llore —intentó sonar firme y decidido como el hombre ante él, pero no estaba seguro de si lo consiguió realmente o no.
            —Eso es lo que quería escuchar —la expresión de su rostro se suavizó y casi esbozó una pequeña sonrisa—. Ahora lávate la cara y sal ahí fuera, para convertirte en un hombre —Kai lo miró interrogante porque no sabía a qué se refería exactamente con aquellas palabras—. Le encargué hace unos meses al herrero tu primera espada, puedes ir a recogerla, la tiene lista desde poco antes de que regresáramos.

            Al escuchar aquellas palabras, Kai notó cómo toda la angustia y tristeza que se había apoderado de su cuerpo se fue repentinamente. Aquel era el anuncio oficial de que se iba a convertir en un hombre, un hombre que probablemente podría ser llamado por su hermano para que lo protegiera.

            —Iré enseguida —contestó, disponiéndose a salir de su habitación—. Muchas gracias padre.
            —Recuerda las paces de Dios —le dijo el hombre—, e intenta no hacer enemigos ni salir de casa los martes si los tienes.

            Mientras caminaba hacia el cubo en el que tenían agua fresca todo el día para echarse un poco de agua en la cara y bajar la hinchazón y rojez de ésta, Kai rió levemente por la ocurrencia que acababa de tener su padre, pero muy en el fondo sabía que tenía razón con aquello y debía tomarse en serio sus palabras si quería ser un buen sucesor y ser en un futuro llamado sir Kai, hijo de sir Héctor, hermano del rey Arthur. Aquel era su destino, así que haría todo lo que estuviera en su mano para cumplirlo.

            Cuando salió de casa, el sol de aquella mañana de verano lo recibió alegre y cálido, y Kai lo agradeció porque si hubiera visto nubarrones negros su buen ánimo habría decaído en apenas unos segundos. Con una sonrisa en su rostro, y saludando a todos los vecinos con los que se cruzaban, el chico se dirigió hacia la fragua del herrero, que se encontraba un poco alejada del hervidero en el que se convertía el pueblo debido a que era un lugar bastante ruidoso y en el que, a veces, se trabajaba de noche incluso para paliar el calor de los hornos.

           Al llegar a la fragua, Kai golpeó con sus nudillos la puerta entreabierta del lugar antes de ingresar. Nada más atravesar el umbral lo recibió una inmensa fuente de calor y el chico tuvo que abanicarse con la mano y con su camisa. El ruido del martillo golpeando el metal caliente le indicó al chico de que allí dentro estaba trabajando alguien, así que, se dirigió al lugar del que procedía aquel sonido, encontrándose a Kris, el hijo mayor del herrero dándole forma a algún apero de labranza. Llevaba mucho tiempo sin ver al chico que había sido un buen amigo suyo y de Arthur durante su infancia y adolescencia, desde que había asumido la mayor parte del trabajo familiar y pasaba más tiempo allí.

            —¡Kris! —llamó, intentando hacerse oír por encima del ruido, pero el otro chico ni se inmutó, lo que le indicó que no lo había oído, así que se acercó un poco más a él—. ¡Kris!

            En ese momento, el mayor cogió el apero con las pinzas con las que lo estaba sujetando y lo metió en un cubo de agua. Inmediatamente después, el agua comenzó a burbujear y el sonido del metal enfriándose rápidamente se dejó escuchar. Tras aquello, Kris se giró hacia él y abrió los ojos como platos al verlo allí, dando un par de pasos hacia atrás por la sorpresa. Kai le sonrió cálidamente, esperando que con aquella acción se tranquilizara lo antes posible.

            —¿Tienes mucho trabajo? —le cuestionó.
            —No, acabo de terminar lo que tenía para hoy —respondió el chico, pasándose una mano por la frente para retirar el sudor que caía por ella—. ¿Qué haces aquí? Creía que estabas en Londres.
            —Regresé hace dos días —contestó—. Nos íbamos a quedar un poco más, pero sucedió lo de Arthur y entonces volvimos.
            —¿Qué es lo que le ha pasado a Arthur? —preguntó.

            Kris parecía no saber nada y a Kai no le extrañó. Generalmente el chico vivía de noche ya que trabajaba mejor cuando hacía más frío en el exterior y no se habría cruzado con su familia, por lo que no podía saber las noticias. Por este motivo, Kai comenzó a contarle todo lo que había sucedido desde que llegaron a Londres, obviando deliberadamente su encierro en casa, hasta cuando su padre le había dicho que fuera a recoger su espada.

            —Vaya… eso es magnífico —respondió Kris en cuanto terminó—, y creo que tu espada la tiene mi padre en casa. Podemos ir a por ella antes de que me vaya a dormir.

            Kai asintió a aquello y después de recoger los objetos en los que el mayor estaba trabajando, ambos se dirigieron a la casa que más cerca se encontraba de la fragua, donde vivía la familia del herrero. Kris le indicó que podía pasar y que esperara un poco mientras él avisaba a su padre para que le llevara la espada. Cuando finalmente el hombre apareció y se la entregó, el chico no pudo dejar de sonreír. El peso era reconfortante y cuando la desenvainó y vio lo hermosa que era no paró de darle las gracias por haber creado semejando belleza.



            Los siguientes días Kai los dedicó a aprender a usar su primera espada propia, tomando contacto con ella, sintiendo cómo se equilibraba y descubriendo cómo podía usarla de la mejor manera. Estaba feliz porque ya era un hombre con todas las letras, pero todavía sentía que algo le faltaba. La marcha de Arthur había hecho su vida mucho más aburrida, así que necesitaba la compañía de alguien para desterrar definitivamente aquel sentimiento. Lo primero que pensó fue en cortejar a alguna de las chicas del pueblo, pero lo desechó rápidamente porque nunca le había llamado especialmente la atención ninguna a pesar de que Arthur siempre lo hubiera estado molestando diciéndole que Krystal, la hija del carnicero, no le quitaba la vista de encima.

            Mientras blandía su espada de un lado a otro pensando en qué otras oportunidades tenía, Kai no se dio cuenta de que tenía un observador y no lo vio hasta que hizo un giro. Echado sobre la pared trasera de su casa se encontraba Kris, aplaudiendo sus habilidades con la espada y, en ese momento, el chico encontró en él la solución a todos sus problemas.

            —Kris —saludó, acercándose a él—. ¿Qué haces aquí?
            —Me apetecía ver cómo te manejabas con la espada y me alegra ver que lo haces bien —sonrió el mayor.
            —Es porque es una buena espada —respondió.

            La sonrisa de Kris se hizo mucho más enigmática después de que dijera aquellas palabras, pero no añadió nada sobre la espada.

            —He acabado todo lo que tenía que hacer hoy y no tenemos más trabajo en la fragua —dijo en cambio—. ¿Quieres que vayamos al lago?
            —Sí, hoy hace mucho calor.

            Kai decidió que no era muy buena idea llevarse la espada al lago porque alguien que pasara por allí se la podía robar ya que dejarían sus ropas en la orilla antes de adentrarse desnudos al agua fría, por este motivo, la dejó en casa, guardada bajo su cama antes de correr hacia el exterior y echar una carrera al lago a Kris como cuando eran pequeños. Al igual que antaño, las largas piernas del mayor le dieron ventaja y acabó ganando aquella pequeña batalla. Llegaron al lago jadeando y luego se cuidaron de que no hubiera ninguna mujer por los alrededores antes de desnudarse. Kai se encargó de poner la ropa que se acababan de quitar escondida entre unos arbustos antes de acercarse al lugar en el que Kris simplemente había metido el dedo gordo del pie en el agua. Riendo, lo empujó por la espalda para que entrara rápidamente y luego se lanzó él a su lado empezando a salpicar.

            El agua estaba fría, pero cuando salieron y se tumbaron al sol para secarse, Kai dio buena cuenta de lo cálido y reconfortante que era el cuerpo de Kris.



            Después de aquel día, aprovechando que el mayor apenas tenía trabajo pesado que hacer en la fragua y que su padre podía encargarse perfectamente de las pequeñas cosas que les encargaban, Kai y Kris comenzaron a pasar mucho tiempo juntos, intentando evocar a los chiquillos que hacía años habían dejado atrás. Su padre a veces lo observaba taciturno, pero en cuanto Kai sonreía, la expresión de su rostro cambiaba y el chico intuía que era porque quería verlo feliz, así que por eso continuó estando cada momento del día junto a Kris.



            El verano se había pasado en un suspiro y el otoño entró con fuerza en sus vidas. Durante los meses anteriores había llovido, pero aquellas lluvias no eran nada comparadas con lo que caía aquel día del cielo. Kai corría lo más rápido que le permitían sus piernas, quedándose a veces clavado en el barro, intentando perseguir a Kris hacia el pueblo. Aquella tormenta los había pillado en el bosque mientras cazaban y ninguno se había dado cuenta de lo oscuro que se había puesto el cielo porque las copas de los árboles no dejaban pasar ninguna luz.

            —Kai —lo llamó Kris, a unos metros de él—. He encontrado la cabaña abandonada.

            Al chico no le pudo hacer más ilusión encontrar aquel lugar aunque en otra época siempre hubiera temido adentrarse en él, así que rápidamente corrió hacia donde procedía la voz de Kris y unos minutos después llegó a la cabaña. Después de tantos años abandonada no parecía muy consistente y tenía muchos agujeros en el techo, pero para pasar allí un poco de tiempo hasta que finalmente escampara les iba a servir. Los dos se adentraron en el lugar y soltaron sus cosas y su caza, un conejo, antes de que el mayor saliera de nuevo a por algo de leña para hacer fuego. La leña estaría muy mojada y haría mucho humo, pero Kai confiaba que este se fuera por los agujeros del techo y ellos no murieran asfixiados.

            Kai se dispuso a esperar a Kris mientras despellejaba a la que iba a ser su comida aquella noche. Un poco de tiempo después, el mayor regresó a la cabaña con algo de leña y unas cuantas hierbas que iban a servir para cocinar un poco mejor al animal.

            —Es mejor que nos quitemos la ropa y la dejemos secar —le dijo una vez hizo el fuego y el humo comenzó a ascender—. Sino no entraremos en calor nunca.

            El chico asintió, pero terminó de preparar la comida antes de poner la pequeña olla que había cogido de casa antes de salir al fuego para que se hiciera bien. Una vez estuvieron ambos desnudos se sentaron muy juntos frente al fuego, esperando a que sus cuerpos volvieran a entrar en calor.



            Kai abrazó sus rodillas después de terminar de comer intentando mantener el calor en su cuerpo, pero este se negaba a quedarse el tiempo suficiente como para que el chico estuviese seguro de que no iba a enfermar. Kris se encontraba a su lado y desprendía un calor agradable, así que se acercaba cada vez más a él en un intento por sentir que su temperatura volvía a la normalidad. El mayor pareció darse cuenta de que el fuego solo no parecía hacer nada con él, así que le pasó uno de sus largos y musculados brazos por encima de los hombros y lo pegó un poco más a su cuerpo, pasando luego la mano por su espalda. Aquella lleve fricción al principio no hizo nada, pero unos minutos más tarde, Kai sentía cómo su espalda comenzaba a estar un poco más calentita.

            —Estás helado —murmuró Kris.
            —Soy de sangre fría… —le contestó—. Necesito mucho tiempo para volver a entrar en calor.

            En aquella cabaña abandonada y prácticamente derrumbada, solo se oyó el crepitar del fuego en la chimenea y sus respiraciones durante un par de minutos hasta que el silencio fue roto por Kris.

            —Podríamos hacer una cosa… —comenzó—, aunque debería quedar entre tú y yo para siempre.
            —¿De qué se trata?

            Kris no contestó a su pregunta, simplemente se arrastró por el suelo hasta quedar a su espalda y luego acomodó su cuerpo al suyo, abrazándolo desde atrás y envolviéndolo prácticamente por completo. Kai quiso protestar por aquello, pero inmediatamente sintió cómo el calor volvía a su cuerpo y no se vio con fuerzas para decir absolutamente nada.

            —Estás mejor así, ¿verdad?

            Kai asintió con su cabeza y se pegó mucho más al cuerpo del mayor, sintiendo cómo un escalofrío le recorría la columna vertebral de arriba abajo y cómo los dedos de sus pies se encogían. Nunca había sentido nada parecido, así que el chico se asustó un poco de aquella reacción que su cuerpo había tenido, aun así, no pudo evitar cada poco tiempo moverse un poco para encontrar la posición más cómoda, como si Kris fuera su sillón personal.

            Muchos minutos pasaron en aquella posición y su cuerpo entró en calor definitivamente, pero aun así, Kai no hizo ningún movimiento por alejarse de Kris y éste tampoco, así que se quedaron mucho tiempo de aquella forma, escuchando cómo la lluvia caía en el exterior y cómo el fuego crepitaba en la chimenea, tanto tiempo, que Kai no se dio cuenta de cuando se había quedado dormido entre los brazos del mayor.



            Cuando Kai abrió sus ojos lentamente se encontró algo que no esperaba ver: el rostro de Kris a escasos centímetros del suyo. El chico quiso alejarse un poco de él porque estaban tan cerca que sus narices se rozaban y sus respiraciones se mezclaban, pero no pudo hacerlo porque estaba atrapado entre sus brazos. Kai no recordaba cómo habían acabado así, lo último que había en su mente era que Kris lo rodeaba por la espalda para que entrara en calor.

            Se movió un poco, descubriendo que tenían sus piernas entrelazadas también y, al querer desliarlas, Kai sintió un contacto electrizante que lo dejó paralizado unos segundos. Su miembro estaba erecto, como algunas de las mañanas cuando se despertaba, pero lo más increíble era que el de Kris lo estaba igualmente y ambos se habían rozado cuando Kai se había movido. Aquello era nuevo para él.

            La Biblia decía que la masturbación era pecado, así que Kai jamás se había tocado; también decía que las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo eran pecado y que eran castigadas con pasar la eternidad en el Infierno… pero no había nada en las Sagradas Escrituras que condenara lo que acababa de pasar. Había sido simplemente un roce fortuito, aunque Kai anhelaba como nunca había anhelado nada algo más de aquel contacto.

            Inspirando hondo y repitiéndose una y otra vez que aquello no estaba mal, el chico movió de nuevo sus caderas, rozando la erección ajena con la suya. Tuvo que apretar los dientes porque un sonido vergonzoso pugnó por salir de su garganta cuando la misma sensación que antes, aunque mucho más amplificada, le recorrió todo el cuerpo y apoyó sin quererlo su frente contra la de Kris. El chico jadeó finalmente sin poder contenerse y sus labios se rozaron contra los del mayor, haciendo que Kai comenzara a volverse loco porque quería mucho más contacto.

            En aquel momento, los ojos oscuros de Kris se abrieron de golpe y Kai se intentó separar de él lo más rápido posible porque en ellos pudo ver que el otro sabía todo lo que había hecho mientras creía que estaba dormido. Sin embargo, no pudo alejarse ni un milímetro porque Kris apretó el agarre que mantenía sobre su cuerpo y lo pegó más a él, haciendo que, ahora, toda la superficie de sus miembros estuviera en contacto. Un sonido grave y bajo salió de la garganta de Kris ante este movimiento y Kai aprovechó para moverse una y otra vez, frotándose contra él como si estuviera poseído, haciendo que los dos comenzaran a dejar escapar aquellos sonidos desde el fondo de sus gargantas, sin intentar contenerlos.

            Ambos se frotaban sin parar, moviendo sus caderas inconscientemente para acrecentar aquella sensación tan maravillosa que provocaban en sus cuerpos. A veces, sus ojos se encontraban y Kai podía ver que las profundidades oscuras del mayor estaban veladas por un sentimiento que nunca antes había visto, pero que hacía crecer su ansia por más de aquello. En algún momento, además de sus miembros, sus labios se encontraron mucho más profundamente que la vez anterior y Kai simplemente se dejó llevar hasta que sintió que el fuego del placer y la lujuria se instalaban en su bajo vientre segundos antes de que su miembro se sacudiera y un líquido blanquecino comenzara a salir de él, manchando el torso del mayor. Kai se quedó sin respiración, intentando procesar por qué veía estrellas en sus ojos cuando frente a él se encontraba el rostro de Kris, pero no pudo dedicarle mucho tiempo a aquello porque sintió cómo el líquido que salía del miembro del mayor lo manchaba a él también.

            Jadeando y con su corazón latiendo a mil por hora, Kai no pudo hacer otra cosa más que acercarse al rostro de Kris y besarlo lentamente, buscando que aquella sensación no abandonara jamás su cuerpo.



            Todo fue incómodo cuando finalmente ambos entraron en razón y se dieron cuenta de que lo que habían hecho estaba mal. Se limpiaron y luego se vistieron y recogieron lo más rápido que pudieron antes de salir de aquella cabaña que había sido testigo del mayor de los pecados que podía cometer un hombre.

            Afuera ya había dejado de llover, así que ambos se dirigieron hacia el pueblo sin decirse ni una sola palabra en todo el camino y sin despedirse siquiera, caminando cada uno hacia sus casas, sumidos en sus pensamientos. Cuando Kai llegó, su padre le hizo un par de preguntas sobre cómo le había ido el día anterior y si estaba bien. Él respondió lo mejor que pudo antes de disculparse y dirigirse a su habitación, alegando que no había podido pegar ojo y que estaba muerto de sueño. Una vez se encontró solo, Kai comenzó a llorar aunque había prometido que no lo volvería hacer hacía apenas un mes escaso.

            Lloraba porque sabía que lo que habían hecho estaba realmente mal, lloraba porque probablemente acababa de perder a su único amigo en el pueblo por haberse dejado llevar por la lujuria… pero lo que hacía que llorara con más fuerza era saber que, a pesar de todo, quería disfrutar durante toda su vida de aquellas sensaciones tan maravillosas con Kris.



            —Creo que deberíamos hablar de lo que pasó el otro día —dijo Kris.

            El mayor había llegado a su casa unos minutos antes y sin hablar le había pedido que saliera y lo siguiera. Caminó detrás de él hasta que llegaron a un lugar apartado en el lago y se sentaron en sus orillas, en donde se quedaron en silencio hasta que éste había dicho aquellas palabras.

            —Creo que sería lo más lógico —murmuró Kai.
            —Nadie puede saberlo —comenzó, mirando a lo lejos pese a que el menor no le quitaba la vista de encima a su perfil—. Nadie puede saber que hemos pecado juntos… y creo que lo mejor sería que no volviéramos a estar de esta forma por un tiempo.
            —Sí… sería lo mejor.

            Kai pensaba que era lo único que podían hacer para calmarse, para así volver a ser ellos mismos otra vez, pero cuando dijo esas palabras algo se sacudió dentro de su pecho fuertemente, dejándolo sin respiración por el dolor que le provocó. No quería estar separado de Kris, pero debía hacerlo.

            El chico se dispuso a levantarse, pero la mano del mayor lo retuvo donde estaba y luego se giró a mirarlo a los ojos por primera vez desde que pasara aquello en la cabaña. Kai sintió la imperiosa necesidad de volver a experimentar con él todo tipo de sensaciones, pero intentó contenerse, quedándose en el sitio y solo perdiéndose en aquellos ojos oscuros. No supo cuánto tiempo estuvieron mirándose, ni tampoco qué fue lo que realmente le pasó por la cabeza a Kris para cruzar la distancia que los separaba y besar sus labios una última vez antes de tener que separarse.



            Kai se sentía solo y muy abandonado desde que todo había sucedido y desde que ya no veía a Kris con tanta asiduidad. Intentaba distraerse con su espada o haciendo recados junto a su padre, pero nada podía hacer que dejara de pensar en Kris, en sus labios contra los suyos, en el roce de sus manos callosas en su cuerpo y en su miembro frotándose contra el suyo. Muchas noches, en la oscuridad de su habitación, Kai se había sorprendido a sí mismo pensando en cómo sería hacerlo de nuevo con él mientras se masturbaba. Su mano no le proporcionaba la misma sensación, pero se acercaba y el chico había decidido que ya que había pecado con Kris, a dios no le iba a importar que siguiera pecando una y otra vez porque ya estaba condenado al infierno.



            El tiempo pasó y el otoño le dejó paso al invierno y a las fiestas de Navidad para celebrar el nacimiento del hijo de Dios en la Tierra. En aquellas señaladas fechas todo el pueblo se reunía y festejaba, para que no hubiera ni una sola persona que se quedara sola en aquellos días.

            Kai se sintió mucho mejor que los anteriores meses cuando acabó sentado junto a Kris en la gran mesa y juraría que habría podido morir de felicidad cuando sus muslos comenzaron a rozarse. Al principio, Kris se tensó, pero después, comenzó a jugar con él por debajo de la mesa para que nadie pudiera darse cuenta de lo que hacían. Finalmente, sus manos se encontraron y Kris las entrelazó fuertemente durante algunos minutos, haciendo que el corazón de Kai no pudiera dejar de latir en toda la noche.

            Cuando la comida terminó, ambos se levantaron y se alejaron cuidadosamente de la fiesta, escondiéndose de las miradas de todos para darse un necesitado beso en los labios que ambos ansiaban más que nada.

            —He sentido que este tiempo sin ti ha sido el más horrible de mi vida —murmuró Kris contra su boca, buscando mayor contacto—. Muchas veces quería ir a verte y acabar con todo el sufrimiento… pero luego me arrepentía.
            —Yo también lo he pensado muchas veces… —susurró Kai en respuesta—, pero no sabía cómo ibas a reaccionar.

            Siguieron besándose, explorando la boca del otro con sus lenguas en un beso que los dejó a ambos sin respiración y que tuvieron que detener para poder coger algo de aire. Los dos se miraron a los ojos y luego sonrieron.

            —Iremos al infierno… —murmuró Kris.
            —Me da igual si voy contigo… —contestó Kai antes de volver a besarlo.



            Su vida con Kris junto a él era mucho más divertida y mucho más excitante de lo que hubiera llegado a imaginar. Se encontraban a cada rato libre que tenían y se buscaban a escondidas por las noches para hacer algo que por el día no podían. Sus cuerpos comenzaron a conocerse el uno al otro y reaccionaban siempre con apenas unos roces o caricias y ambos siempre querían más y más porque ya que iban a entrar en el infierno, qué mejor que hacerlo por la puerta grande.

            Sin embargo, había algo que ambos no podían intuir siquiera… y aquello era que no tardarían en intentar separarlos.



            Era noche cerrada cuando Kai sintió un peso sobre su cama y se asustó. Su padre no estaba aquel día en casa, así que no supo de quién se podía tratar hasta que unos labios chocaron contra los suyos, demandantes. Kai respondió el beso urgente de Kris y colocó sus manos en su nuca para acercarlo mucho más a su cuerpo, haciendo que acabara sentado sobre su cuerpo, con una pierna a cada lado de su cintura.

            Cuando el beso finalizó, Kai abrió los ojos, encontrándose el rostro serio de Kris muy cerca del suyo. No podía verlo bien porque estaba demasiado oscuro en aquel lugar, pero podía apreciar más o menos sus rasgos a aquella distancia y veía en la expresión de su rostro que su visita no se debía a la búsqueda de diversión o placer, era algo mucho más serio que aquello. Rápidamente, Kai se incorporó de la cama, quedando sentado mientras observaba a Kris, esperando a que éste hablara, pero pasaron los minutos y no se decidía a hacerlo, así que tomó él la palabra.

            —¿Qué ha pasado? —cuestionó.
            —Mi padre… —comenzó—, ha decidido que ya estoy en edad de casarme y me ha buscado una chica para hacerlo ya que yo no me he interesado por ninguna.

            A Kai se le hizo un nudo en la garganta al escuchar aquellas palabras porque eso significaba que jamás podrían volver a estar juntos. Su corazón le dolió, justo como la vez en la que decidieron que era mejor no verse por un tiempo y no pudo hacer nada más que abrazarse al cuerpo del mayor, pidiéndole silenciosamente que jamás se fuera de su lado.

            —Yo… —lo escuchó decir—. Yo no quiero casarme con Jessica… yo… yo quiero estar así contigo para siempre…
            —Pero solo puedes obedecer… —susurró—. Si no te casaras todo el pueblo sabría que algo malo sucede y tardarían poco en descubrirnos y matarnos…
            —No quiero ninguno de esos dos futuros, Kai —murmuró, haciendo que se separara para poder mirarlo a los ojos—. Quiero estar contigo.
            —Yo también quiero estar contigo.

            Sus labios no tardaron en encontrarse de nuevo, sellando aquella promesa. No podían estar separados, tampoco podían estar juntos en aquel lugar. Se quedaban sin opciones, así que Kai se sorprendió mucho al escuchar las siguientes palabras de Kris murmuradas contra sus labios.

            —Podemos huir de lo que el destino nos ha deparado hasta ahora —dijo—, podemos escapar de nuestro destino si nos vamos de aquí, a cualquier lugar en el que no nos conozcan, lejos de todo el mundo para que nadie nos juzgue.

            Kai no daba crédito a lo que acababa de escuchar, pero sabía que era realmente la única opción que tenían. Huir de su destino era algo que no se le había pasado por la cabeza jamás, de hecho, él siempre había soñado con alcanzar aquel destino… y sin embargo, en aquellos momentos, solo por estar junto a Kris el resto de su vida era capaz de renunciar a todo.

            —Huyamos.

            Kris esbozó una sonrisa y Kai no pudo evitar que en su rostro apareciera otra antes de besarlo de nuevo por última vez en aquel pueblo que los había visto crecer y en el que se encontraban los destinos de los que querían huir.



            La Historia de Kai, el que fue el hermano del grandioso Rey Arturo, quedó en el olvido debido a que él desapareció, llevándose consigo todo lo que lo habría hecho perdurar en la memoria de las gentes. Nadie volvió a hablar nunca más de Kai, nadie quiso saber de su Historia ni nadie se interesó por ella durante mucho tiempo… tanto tiempo, que su rastro desapareció en los albores de la noche y no hubo nadie que fuera capaz de seguirlo.

            Generalmente, la Historia se hace sobre grandes hombres que vivieron hace mucho tiempo… pero también hay pequeñas historias que aunque no sean tan grandiosas, merecen ser conocidas como esta.








Notas finales:

—Durante la escritura del fic tuve un dilema muy grande sobre cómo poner ciertas cosas porque Geoffrey de Monmouth escribió la historia del Rey Arturo varios siglos más tarde de que esta tuviera lugar, por lo que usa palabras para designar a las personas que realmente no existían en la época de la que escribe. Por ejemplo, la palabra sir, un honorífico hacia caballeros, no se usaba en el siglo VI y por lo tanto, yo no debería haberla usado en el fic… pero es que si no la usaba no podía expresar con otra palabra el título del padre de Kay (nuestro Kai). Me sentía mal poniéndolo y todo, orz, soy mu tonta a veces (pero quiero tener rigor histórico porque lo necesito para mi futuro).

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