Título: 보고 싶어 (miss you)
Autora: Riz Aino
Parejas: KyuJung (KB + YooJung) (OnlyOneOf)
Clasificación: NC–17
Géneros: AU, office, romance, drama, smut, pwp
Numero de palabras: 6.019 palabras
Resumen: las compañías de KyuBin y TaeYeob tienen quizás
demasiadas disputas… pero entre ellos las disputas siempre se resuelven rápido.
Advertencias: relaciones sexuales explícitas (con algo de bondage y en un sitio un
poquito público).
Notas: la idea nació simple y llanamente por este vídeo de tiktok subido por estos dos idiotas
que adoro siendo un poco bastante gays.
Comentario de
autora:
tenía mil ganas de escribir sobre esta escena y al final acabé montando una
historia muchísimo más compleja de la que había sido mi intención al principio. Espero que os guste.
TaeYeob se
detuvo frente a la puerta del despacho de su padre cuando escuchó los gritos frustrados
de éste aún a través del tabique y la puerta. Debía de estar muy frustrado y de
muy mal humor para que no le importara que cualquier persona que se acercara a
su oficina lo escuchara. TaeYeob quiso dar media vuelta y volver más tarde,
cuando estuviera un poco más calmado, pero aquel viejo cascarrabias no iba a hacerlo,
no iba a calmarse hasta que no hubiera una solución sobre su mesa a la
situación crítica en la que se encontraban… y él lo que le llevaba era una
propuesta para poder solucionarlo todo, o si no todo, al menos la mayor parte. Por
ese motivo, inspiró hondo y se armó de valor para llamar a la puerta con sus
nudillos. Un par de golpes en la madera y su padre dejó de refunfuñar, así que,
TaeYeob abrió la puerta y entró al lugar, cerrando después. Aquel despacho, que
siempre estaba pulcramente ordenado, era un caos, con varios papeles por los
suelos y su padre en mitad de aquel desorden, con el pelo despeinado y las
gafas en la mano izquierda.
—Espero que lo que vengas a decirme sea algo importante —le dijo el hombre, señalándolo con su mano izquierda, apretando las gafas en su puño—. No tengo tiempo para tonterías.
TaeYeob
quiso poner los ojos en blanco, pero no quería tentar su suerte y al final simplemente
carraspeó antes de hablar.
—Vengo
a traerte una propuesta —contestó. Su padre pareció interesado, así que, continuó—:
ir a lyOn para tratar de llegar a un acuerdo —dijo—. Sabes que otras veces he
conseguido avances de esta forma.
Su padre y también el CEO de Origin
lo observó durante unos momentos, detenidamente, pensando si le merecía la pena
o no mandarlo hasta la guarida de su más acérrimo enemigo. Origin y lyOn eran
las compañías dedicadas a los videojuegos con más ingresos del panorama actual
en el país y no solo eran rivales… las compañías eran prácticamente archienemigas
y siempre había algo por lo cual acababan en algún enfrentamiento. Hasta hacía solo unos tres años, lyOn simplemente había
sido el ambicioso sueño de un programador de videojuegos bastante loco y con
muchos aires de grandeza que, junto a algunos amigos de la facultad, había
invertido todo su dinero y había endeudado a más de la mitad de su familia para
montar aquella empresa de la nada y sacar su primer videojuego… que había sido
un éxito y los había acabado catapultando hasta lo más alto en muy poco tiempo,
al contrario que la empresa de su familia, que llevaban dos décadas dedicándose
a los videojuegos, pero desde que lyOn había subido a la cima, había tenido sus
rifirrafes aquí y allí con Origin. En aquella ocasión había
sido al expirar el contrato de uno de sus programadores más brillantes, no era
la primera ni sería la última vez que sucedería algo como aquello, los
programadores de videojuegos solían ir de una compañía a otra cuando se les
acababan los contratos. No obstante, aquella vez era importante porque aquel
chico se había llevado todo su trabajo con él y había dejado en pañales el
proyecto en el que su compañía se había enfocado durante el último año. Lo más
probable era que su padre no supiera si encomendarle aquella tarea o no, porque
era demasiado importante y nunca había confiado realmente en él, a pesar de que
había demostrado su valía en muchas ocasiones, sobre todo, en aquellas que
tenían que ver con lyOn.
—¿Qué
crees que vas a ser capaz de sacar si vas? —le preguntó al final.
—Un acuerdo —respondió—. Un acuerdo con
el que no perdamos ni el dinero ni el trabajo de todo un equipo solo porque el
jefe del proyecto ha decidido cambiarse de bando a mitad.
—Sobrestimas tus capacidades —dijo
su padre, con una sonrisa socarrona—. Las otras veces eran tonterías en
comparación a esto —se pasó su mano por el pelo y se lo despeinó aun más—. Acabaremos
en los juzgados si no llegamos a una solución intermedia y, aunque tenemos
todas las papeletas para ganar el juicio, gastaremos mucho dinero y un tiempo
precioso porque nos paralizarán el proyecto.
—Por
intentarlo no perdemos nada —replicó TaeYeob—. En cualquier caso, ganaríamos
algo.
Su padre
volvió a quedarse callado, cavilando sobre aquello mientras él estaba a punto
de comerse las uñas de los nervios. Si no aprobaba que fuera hasta lyOn para
tratar de arreglar aquello, tendría que hacerlo a escondidas y no le apasionaba
aquella idea demasiado. Era mucho más fácil ir con su beneplácito.
—Si
quieres perder tu tiempo… allá tú —le dijo al final, colocándose de nuevo las
gafas y agachándose para recoger los papeles que había por el suelo—. Yo hablaré
con nuestro bufete de abogados para encontrar una solución.
—Gracias
—murmuró TaeYeob, dedicándole una leve inclinación a su padre.
Sin querer
estar más tiempo en aquel lugar, salió de aquel despacho para ir inmediatamente
hacia el edificio en el que se encontraba la otra compañía. Cuanto antes lo
hiciera, antes acabaría todo aquello y en ambos lugares podría volver a reinar
una nueva calma hasta que otra tempestad se levantara. Los pasos de TaeYeob
resonaron por los pasillos de la oficina, rápidos y fuertes contra el suelo,
decididos y solo se permitió relajarse cuando se encontró montado en el
ascensor, solo, dejándose caer contra el cristal y suspirando profundamente. Mientras
había estado con su padre no había podido evitar estar demasiado tenso porque
el momento no había sido el más indicado para ir, pero era realmente el único
momento en el que podía hacerlo. Sacó su teléfono móvil del bolsillo de sus
pantalones y tecleó un rápido mensaje para prepararlo todo. Lo único que tenía
que hacer era conducir hasta lyOn y tratar de convencer al CEO de la empresa
para llegar a un acuerdo, algo que esperaba no fuera demasiado difícil porque
no podía sacar todas sus cartas desde primera hora.
~
TaeYeob conocía
el edificio en el que se encontraba lyOn casi tan bien como conocía el de
Origin y camino directamente hasta su centro neurálgico, la oficina de su CEO
sin que nadie cuestionara su presencia allí ni lo detuviera. Todos allí lo conocían
y todos allí sabían perfectamente a quien iba a ver y que era mejor no cruzarse
en su camino. Había sido TaeYeob el que había ido siempre hasta aquella empresa
en representación de su padre y de Origin, tanto para negociar, como para
simplemente establecer relaciones y tender puentes. Por ese motivo, llegó
rápidamente hasta la oficina del CEO de lyOn y abrió directamente la puerta,
entrando sin llamar, de todas formas, ya había avisado de su visita. Al entrar
y cerrar la puerta a sus espaldas, se encontró con Shin KyuBin, el joven CEO de
lyOn, sentado en el sofá que tenía para las pequeñas reuniones en su despacho,
con sus piernas cruzadas y mirándolo fijamente, esperándolo. TaeYeob tragó
saliva porque la garganta se le había quedado de repente seca.
—Bienvenido
—le dijo KyuBin.
Sin embargo, TaeYeob no contestó al
saludo. Simplemente cruzó la estancia como una exhalación hasta encontrarse
delante del otro y, sin más preámbulos se sentó a horcajadas sobre sus muslos,
pegando sus torsos lo máximo posible, haciendo que sus rostros quedaran tan
solo a unos milímetros el uno del otro, mirándose fijamente, sin decir nada ni
hacer absolutamente nada durante unos momentos, hasta que, al final, TaeYeob le
dio un corto beso en los labios antes de hablar.
—Esta
vez has cabreado de verdad a mi padre —comentó, provocando una leve risa en su
acompañante—. Tenía papeles por todos lados en su despacho y se había
despeinado y todo por la frustración —TaeYeob no pudo evitar esbozar una
sonrisa al recordar el estado en el que se encontraba su padre cuando había ido
a verlo—. He necesitado todas mis dotes de actor para aparentar estar serio
durante toda la conversación y convencerlo de que me dejara venir a verte.
—Buen chico —respondió KyuBin.
El mayor le acarició la cabeza, como
si de un perro se tratase y TaeYeob se sintió un poco ofendido por la
comparación, pero no pudo evitar inclinar su cabeza en busca de más de aquel
contacto.
—Deberías darle un respiro al pobre
hombre, que ya está mayor para estos trotes —continuó después de aquella breve
interrupción.
—Mmmm… —KyuBin aprovechó que todavía
tenía su mano sobre su cabeza para comenzar a entremezclar sus dedos en su
pelo, algo más largo de lo habitual—. ¿No decías que querías heredar lo más
pronto posible para que fusionáramos las empresas y así poder vivir juntos como
el matrimonio más rico de Corea? —le preguntó, con una sonrisa pícara en sus
labios, mientras no dejaba de observarlo fijamente.
—Sí, sí. Ese era el plan —asintió
TaeYeob—. Pero no lo mates hasta que no arregle bien los papeles de la
herencia, que aún tiene que quitar a su última exmujer.
—Vale, vale —rio KyuBin y su risa
grave y melódica resonó en sus oídos—. Te prometo que arreglaremos el problema de
Jung WookJin lo más rápido posible para que a tu padre no le dé un infarto
antes de hora.
—Gracias…
es usted muy amable, CEO Shin.
Fue lo que dijo al final, queriendo sonar a la vez formal
y a la vez sensual. Un brillo salvaje apareció en la mirada de KyuBin al
escucharlo decir aquello y TaeYeob supo perfectamente que acababa de despertar
a la bestia. Había conseguido lo que pretendía con tan solo una frase, sabiendo
a la perfección el poder que tenía sobre él cuando lo trataba formalmente.
Durante las reuniones oficiales que habían mantenido ambas compañías, había
podido ver lo que provocaba en el mayor que él lo llamara por aquel título y en
la cama lo había puesto a prueba en demasiadas ocasiones. Siempre obtenía lo
que quería haciendo aquello y lo que quería en aquellos momentos, era tocar y
que lo tocaran. Llevaban semanas sin poder encontrar una excusa para poder
verse y, aunque la noche anterior hubieran tenido una videollamada un poco
guarra, aquello solo había provocado que TaeYeob echara aun más de menos el
contacto de la piel de KyuBin contra la suya. Quizás había estado un poco
desesperado por estar con él de aquella forma y quizás por eso, simplemente se
había sentado sobre sus muslos nada más llegar, para notar el calor que
desprendía el cuerpo del mayor.
—Creo
que sabes muy bien lo que provocas cuando me llamas así —murmuró KyuBin y
TaeYeob aprovechó para darle un fugaz beso en los labios—. Vale… lo sabes muy
bien, me lo acabas de confirmar…
TaeYeob no pudo evitar esbozar una
sonrisa pícara, demostrando aún más que sabía perfectamente lo que hacía y qué
era lo que quería. KyuBin correspondió aquella sonrisa y, un segundo después,
llevaba su mano a su nuca para atraerlo hacia sí. Sus labios chocaron de nuevo,
pero en aquella ocasión fue en un beso mucho más largo que los anteriores. Sus bocas
moviéndose al mismo ritmo, sus rostros inclinándose de un lado a otro, sus
bocas abriéndose y sus lenguas encontrándose, saludándose la una a la otra y
queriendo tomar todo y más del otro. Un beso excitante que dejó a TaeYeob sin
aliento cuando se separaron, lo justo y necesario para coger aire, sus narices
aún tocándose de lo cerca que estaban sus rostros. Había echado de menos
aquello, las manos grandes de KyuBin agarrándolo, su boca contra la suya,
dejándolo totalmente sin aire y aquellos ojos grandes y oscuros, velados por el
deseo, mirándolo de forma tan fija que a veces se le paraba el corazón.
—¿Te he dicho hoy lo precioso que
estás? —le preguntó KyuBin, con su voz grave cargada de deseo… deseo por él.
TaeYeob tragó saliva porque la boca se
le había quedado repentinamente seca tras escucharlo y después salvó la escasa
distancia que los separaba de nuevo para besarlo con ansias, atrapando sus
labios una y otra vez con los suyos, metiéndole la lengua hasta la campanilla,
con demasiada hambre por él. En aquella ocasión no dejó las manos quitas sobre
los hombros de KyuBin, donde las había tenido hasta el momento. No podía
tenerlas quitas. Necesitaba tocar, tocar y tocar al mayor. Por eso las
llevó hasta el primer botón abrochado de la camisa negra, desabrochándolo
inmediatamente, siguiendo con el siguiente y el siguiente, uno detrás de otro,
demasiado acelerado, sin detenerse hasta que finalmente no quedaron más botones
abrochados y lo único que le quedó fue sacarla de sus pantalones. Sin dejar de
besarlo una y otra vez había abierto su camisa y ahora tocaba con las yemas de
sus dedos su torso trabajado, cada uno de sus músculos, notando cómo su pecho
subía y bajaba rápidamente, excitado… hasta que finalmente dejó de poder
tocarlo porque KyuBin agarró sus manos y lo detuvo. Una sonrisa apareció en sus
labios, una sonrisa que TaeYeob notó contra los suyos propios durante unos
segundos antes de que se separaran de nuevo.
—¿Qué
habíamos hablado sobre lo de desnudarme en la oficina? —cuestionó, alzando una
de sus cejas, acentuando de aquella forma su pregunta.
—Nadie va a entrar a molestarnos —respondió,
tratando de soltarse del agarre de las manos de KyuBin, pero éstas lo
mantuvieron sujeto con firmeza, la suficiente para retener sus movimientos, pero
sin hacerle ningún daño. El mayor siempre había sido mucho más grande, fuerte y
musculoso que él y TaeYeob no tenía ninguna oportunidad contra él—. Todos saben
que si estoy aquí es por algo importante y no se atreverían a interrumpirnos.
Nadie sabía de su relación. Ni siquiera
su círculo más cercano de amigos. Nadie intuía nada tampoco. La única
información sobre ellos de dominio público era la de que a veces se tenían que
encontrar para reuniones importantes entre las dos empresas o en alguna convención
de presentación de novedades en los videojuegos y ambos tenían un trato cordial
y correcto. Si alguien había notado que, en ocasiones, aparecían con los labios
hinchados por los besos que se daban cuando no había absolutamente nadie a su
alrededor, nunca había mencionado nada. Sin embargo, por sus frecuentes visitas
de “negocios” a lyOn, los trabajadores del lugar sabían perfectamente que no
debían interponerse en su camino y dejarlo entrar hasta la oficina del CEO y
que, una vez que estuviera allí, no debían de ser molestados bajo ninguna
circunstancia. En todas las veces que habían acabado tocándose el uno al otro
en aquella oficina, nunca había entrado nadie y, por lo tanto, nadie había averiguado
qué era lo que hacían allí aparte de hablar sobre negocios.
—Eso es cierto —concedió KyuBin—,
pero tengo una reunión importante en menos de una hora —soltó sus manos y
aprovechó para darle un leve toquecito en la nariz a TaeYeob—. No me desnudes
más ni te pongas travieso.
TaeYeob asintió a aquello, aunque en
realidad no tenía intención de parar, pero al menos lo debía de aparentar para
que KyuBin no lo echara del lugar, tan caliente como estaba. El mayor pareció contento
con su respuesta y volvió a acercar su rostro al suyo para que se besaran otra
vez, en un beso mucho más pausado y lento que los anteriores, pero con lengua,
con mucha lengua, mezclando sus salivas. TaeYeob había permanecido con las
manos quietas, encajadas entre sus cuerpos desde que el mayor se las había
soltado, pero en cuanto tuvo oportunidad, volvió a moverlas sobre el torso de
KyuBin, descendiendo por aquellos abdominales de hierro que tenía demasiadas
ganas de lamer, hasta llegar a la cinturilla de sus pantalones, desabrochándolos.
En el momento en el que trató de introducir su mano izquierda en su pantalón
para alcanzar su miembro, aquel miembro que había notado endurecido contra su entrepierna,
la mano derecha de KyuBin lo detuvo, agarrándolo por la muñeca.
—Te he dicho que nada de seguir
desnudándome —susurró, todavía contra sus labios—. Voy a tener que castigarte
por travieso.
KyuBin se separó de él un poco para
mirarlo con un deseo hambriento y, por un momento, TaeYeob quiso suplicarle que
lo castigara porque había sido demasiado travieso y se lo merecía, pero al
instante recuperó la cordura. Nunca había suplicado… aunque lo quisiera con todo
su ser.
—¿Cómo me vas a castigar? —fue lo
que preguntó en su lugar.
—Oh… te va a encantar tu castigo —sonrió
KyuBin.
TaeYeob parpadeó confuso porque no
se había esperado aquella respuesta, con su voz grave cargada de deseo, y
volvió a parpadear con confusión cuando el mayor llevó sus manos hasta su
corbata para desatarla, lentamente, conscientemente, observándolo, sin perder
detalle de sus reacciones. TaeYeob trató de aguantarle la mirada, pero
finalmente la tuvo que desviar porque era demasiado penetrante y oscura y
estaba demasiado velada por la excitación y el deseo. De alguna forma, se
sentía algo vulnerable bajo aquella mirada, perdido, necesitado de contacto
físico, solo quería que KyuBin lo tocase durante horas y horas, lenta y
tortuosamente, cada centímetro de su cuerpo, lo besase, lo lamiese entero, como
si fuera un perro. No le gustaba sentirse vulnerable con nadie, menos en la
cama, pero con KyuBin casi sentía que era lo correcto, estar a su merced. Mientras
todos aquellos pensamientos pasaban por su mente, el mayor había acabado de
desanudar su corbata y había cogido sus manos, uniéndolas por sus muñecas,
usando la corbata para mantenerlas firmemente unidas. TaeYeob alzó su ceja derecha,
interrogante, pero KyuBin simplemente terminó de hacer el nudo y después se
echó sus brazos al cuello, inmovilizándole las manos de aquella forma para que
no pudiera seguir tocándolo, desnudándolo.
—No sabía que te gustaba el bondage
—murmuró TaeYeob, sin poder evitarlo.
—Yo tampoco lo sabía —respondió
KyuBin, acercándose a su oído para susurrarle lo siguiente—: pero ahora me
gustaría probar atarte a la cama para hacerte todo lo que quiera.
Un escalofrío recorrió todo el
cuerpo de TaeYeob simplemente al imaginarse aquella escena que le había
susurrado y acabó encendiéndose por completo, sintiendo cómo hasta su mismísima
piel le sobraba. Necesitaba que KyuBin se lo follara ya, en su despacho, lo
necesitaba para ayer. Aprovechando que tenía sus manos atadas alrededor del
cuello del mayor, metió sus dedos en su pelo, un poco más largo de lo habitual,
y tiró de él para acercarlo a su rostro y darle el beso más desesperado que
jamás le había dado nunca antes. Un beso cargado con demasiado deseo, con mucho
fuego, precipitación y en el que apenas se coordinaron para besarse, chocando
sus dientes, mordiendo labios y lenguas, demasiado acelerados, demasiado
calientes como para que aquello les importara, simplemente besándose como si
fuera lo único que fuera a calmar su sed y su deseo, aunque el deseo que se
había acumulado en el cuerpo de TaeYeob iba a ser difícilmente calmado con solo
unos besos. Necesitaba que las grandes manos de KyuBin lo tocaran por todas las
zonas de su cuerpo, sin dejarse un solo milímetro de su piel blanca y suave sin
explorar.
Cuando finalmente dejaron de
besarse, ambos estaban sin aliento y un pequeño hilillo de saliva aún los
mantuvo unidos durante unos segundos más. KyuBin lo observó fijamente, sus ojos
castaños todavía más oscurecidos por el deseo por él, por su cuerpo y aquella simple
mirada hizo que TaeYeob temblara de placer.
—Eres un capullo —le dijo KyuBin—. Me
estás calentado mucho y voy a tener que metértela hasta lo más hondo —añadió,
como una especie de amenaza que sonó más como una promesa.
Y
TaeYeob nunca había suplicado por nada y menos en una situación como aquella,
pero lo único que necesitaba era que KyuBin cumpliera con aquella amenaza. Necesitaba
sentirlo en lo más profundo de sí mismo, penetrándolo una y otra vez hasta que
estallara en el placer del orgasmo.
—Por
favor…
No fue más que un débil susurro,
casi como un jadeo ahogado, desesperado, necesitado, tal y como él mismo se
sentía en aquellos momentos… pero KyuBin reaccionó a aquello como no se había
esperado que lo hiciera. El mayor lo agarró por la nuca y por la cintura, con
fuerza, pegándolo a su cuerpo para que no hubiera ni un solo milímetro de sus
cuerpos que no estuviera en contacto y después lo besó con ansias, con hambre,
con un deseo mal contenido que se le desbordaba por todos sus poros. Acababa de
despertar del todo a la bestia y ésta no se iba a contentar hasta que los dos
no estuvieran completamente satisfechos y TaeYeob acabara con todos los
músculos de su cuerpo convertidos en gelatina. KyuBin no se iba a detener. Ni nada
ni nadie lo haría… y eso le gustaba demasiado. Besándose de aquella forma
desesperada se encontraban cuando un pequeño clic se escuchó resonar en la
habitación y el sonido de la puerta abriéndose le siguió. Ambos se quedaron
paralizados durante unos momentos. El corazón de TaeYeob latía rápidamente
dentro de su pecho, ansioso. El color rojo comenzó a ascender por sus mejillas
y la punta de sus orejas, avergonzado. Alguien acababa de entrar al despacho,
sin llamar, simplemente abriendo la puerta y la imagen que se había encontrado
al hacerlo, había sido la de KyuBin, el CEO de lyOn y Lee TaeYeob, el heredero
de Origin, comiéndose la boca, medio desnudos en aquella oficina.
KyuBin se separó de sus labios y
giró su cabeza hacia la puerta y TaeYeob aprovechó para ocultar su rostro en el
pecho del mayor, tratando de esconderse por si la persona que los acababa de
interrumpir no lo había reconocido todavía.
—Yo… yo… yo… —comenzó,
tartamudeando, la voz de un chico. TaeYeob giró levemente su cabeza, todavía
escondido en el pecho de KyuBin, para ver quién era aquella persona, curioso,
encontrándose al hacerlo con JunHyung, el nuevo secretario de KyuBin, plantado
en la puerta, paralizado, con los ojos muy abiertos y su mano agarrando todavía
firmemente el pomo. Solo lo había visto una vez, pero con aquel pelo negro por
los hombros, era alguien bastante reconocible—. Yo… lo… lo siento… no sabía… yo…
no quería… losientomuchísimojefenovolveráapasar.
Inmediatamente después de decir la ultima
frase demasiado rápido como para que fuera entendida, el muchacho salió del
despacho, cerrando la puerta con fuerza y huyendo corriendo de allí, sus pasos
acelerados y fuertes escuchándose resonar en el lugar durante unos momentos. TaeYeob
sacó la cabeza del pecho de KyuBin para observarlo, pero éste todavía tenía su
mirada fija en la puerta. Por un momento, tuvo miedo. ¿Qué pasaría si JunHyung
se iba de la lengua y contaba lo que había visto? Su padre seguro que lo desheredaría,
lo dejaría sin trabajo, sin casa y sería la comidilla de todos los medios de
comunicación, todas las revistas y programas del corazón los acosarían a ambos
en todas partes para obtener exclusivas y seguro que aquello acababa arruinando
absolutamente todos los planes que tenían para el futuro. Sin embargo, cuando
KyuBin giró su cabeza hacia él, lo hizo con una sonrisa divertida en su rostro
y algo en su interior se calmó, aunque no estaba seguro de por qué se sentía
así cuando literalmente los acababan de pillar.
—No
tienes que preocuparte por nada —le aseguró KyuBin—. JunHyung es la persona más
discreta del mundo, no dirá absolutamente nada de lo que ha visto.
—¿Cómo puedes estar tan seguro? —preguntó
TaeYeob.
—Porque yo mismo lo elegí para este
puesto y elegí a la única persona que, además de competente, era lo
suficientemente discreta y profesional como para no meterse donde no lo
llamaban —explicó—. Aunque si eso te tranquiliza, en cuanto acabemos tú y yo
aquí, tendré una pequeña charla con él para recordarle que lo que ha visto aquí
es secreto de estado que nadie debe saberlo.
—Está
bien… —murmuró, bastante convencido—. Si piensas que no habrá ningún problema,
te creo.
KyuBin esbozó una sonrisa amplia y
después le dio un beso fugaz en los labios.
—Levántate, porfa, voy a por el
lubricante y los condones porque no puedo aparecer de esta guisa en la reunión —le
dijo en cuanto se separó de él, señalándose la entrepierna, donde el bulto de
su miembro era más que visible—. Ya has conseguido lo que querías, ¿verdad?
—Sí —contestó TaeYeob—. Esto era
justo lo que quería.
Sin perder mucho más tiempo, se
levantó de las piernas de KyuBin y del sofá, quedándose de pie, aun con las
manos atadas por la corbata. Inmediatamente después, éste se levantó también y primero
caminó hasta la puerta para cerrarla con el pestillo y que nadie más pudiera entrar
al lugar de sopetón como había pasado antes. A partir de ese momento, TaeYeob
se ocuparía de cerrarla en cuanto entrase para que no se repitiera la escena en
el futuro. Una vez la puerta estuvo cerrada, KyuBin se dirigió hasta la enorme mesa
que presidía el lugar y cogió de su maletín, que tenía encima de la mesa, su
cartera, sacando de ésta un condón. Después cogió una llave pequeña para abrir
uno de los cajones de la mesa y de allí sacó un bote pequeño de lubricante. Una
vez lo tuvo todo, se dirigió hasta el sofá y miró a TaeYeob detenidamente antes
de hablar de nuevo.
—¿No estás muy vestido? —le
preguntó.
—Me habría desnudado por completo —respondió,
encogiéndose de hombros—, pero como puedes comprobar, tengo los movimientos
restringidos.
—Eso lo arreglamos en un momento.
TaeYeob supuso que iba a liberar sus
manos de las ataduras de la corbata, pero KyuBin no lo hizo, simplemente
comenzó a desnudarlo él, bajándole los pantalones y los calzoncillos, dejándolo
completamente desnudo de cintura para abajo, con su miembro completamente duro
expuesto, no tocando su camisa.
—Me gusta más cuando llevas mi ropa —le
dijo, mirándolo de arriba abajo con un deseo mal contenido—. Te queda demasiado
grande y se te ve mucha más piel.
—La próxima vez que vaya a tu casa,
regálame algo —pidió TaeYeob, sin poder callarse.
A él también le gustaba la ropa del mayor, también le
gustaba cómo lo miraba cuando le cogía alguna de aquellas camisetas en las que
cabían dos como él y se le resbalaban por los hombros. Adoraba cómo KyuBin
aprovechaba la piel expuesta para dejar besos y mordisquitos, calentándolo.
—La próxima vez te dejaré elegir lo
que quieras de mi armario —respondió KyuBin, sentándose de nuevo sobre el sofá
y palmeándose los muslos—. Ahora ven aquí otra vez, tenemos algo con lo que
seguir —añadió, con una sonrisa pícara que hizo que todo en el interior de TaeYeob
se revolucionara porque por fin iba a sentirlo dentro después de tantas
semanas.
No tuvo que pedírselo dos veces.
TaeYeob
volvió a sentarse sobre KyuBin, colocando sus rodillas a cada lado de sus
caderas, ahora desnudo de cintura para abajo, notando el tacto de los
pantalones de éste en su sensible piel. En aquella ocasión no enredó sus brazos
alrededor de su cuello, sino que aprovechó que tenía movilidad en sus dedos
para terminar con lo que el mayor no le había dejado antes, bajando la
cremallera de sus pantalones y tocando el bulto de su miembro duro por encima de
la tela de sus calzoncillos. KyuBin jadeó al sentir aquel contacto y TaeYeob
sonrió antes de meter sus manos dentro de la tela para tocarlo, encontrando al
momento las zonas más sensibles de su miembro, las que sabía que hacían a
KyuBin ver las estrellas, obteniendo al instante el resultado que deseaba: el mayor
conteniendo sus gemidos, mordiendo su mano, mientras no dejaba de mirarlo con
aquellos ojos penetrantes que le llegaban hasta lo más hondo del alma.
—Ya…
ya… —jadeó KyuBin—. No querrás que me corra antes de nada, ¿no?
TaeYeob negó con la cabeza y apartó
las manos de su miembro, mucho más duro y erecto, a punto de estallar prácticamente.
KyuBin ya había alcanzado el condón que antes había sacado y le estaba quitando
el envoltorio para colocárselo después, envolviendo en látex su pene.
—¿Necesitas que…? —comenzó,
señalando el lubricante, pero TaeYeob lo cortó antes de que siguiera hablando.
—Con que te lo eches por encima,
tengo —le dijo—. Anoche fui quizás un poco lejos y todavía siento que no está
completamente cerrado.
KyuBin rio y TaeYeob sintió que de
nuevo le ascendía el color rojo a las mejillas por la vergüenza. No la vergüenza
por mantener relaciones sexuales con KyuBin, porque ya habían sido demasiadas
ocasiones en las que lo habían hecho, en casa de uno, en casa del otro, en
algún hotel y allí mismo, en aquel sofá en la oficina del mayor. No, la
vergüenza era porque la noche anterior, durante la videollamada, se habían
puesto calientes el uno al otro masturbándose y TaeYeob estaba tan necesitado
que había acabado usando un juguete sexual un poco más grande de lo habitual
que se había comprado por probar. La experiencia había sido completamente
increíble porque nunca se había sentido de aquella forma con algo así, pero se
había pasado un poco y sentía aún que su ano no se había cerrado del todo. En cualquier
otra ocasión, no se habría sentido de aquella manera, porque ambos ya se habían
masturbado delante del otro, habían hecho algunos juegos sexuales y nunca
habían tenido problema con aquello, pero después de la noche anterior, TaeYeob
sentía que había sobrepasado un poco el límite con aquel juguete sexual tan
grande, que tanto placer le había dado y que, pensaba seguir utilizando, aunque
no delante de KyuBin.
KyuBin simplemente se echó lubricante
sobre su miembro después de su respuesta y lo embadurnó bien con él, antes de
indicarle a TaeYeob que ya podía comenzar a bajar sobre él.
TaeYeob colocó de nuevo sus brazos
alrededor del cuello del mayor para equilibrarse y tener un punto de apoyo y después
se alzó y se pegó a su cuerpo. KyuBin guio su miembro contra su trasero y
cuando el chico lo notó, comenzó a descender lentamente sobre él, engulléndolo
sin demasiado problema a pesar de que no se había preparado. Poco a poco,
sintiendo cómo el miembro del mayor comenzaba a llenarlo lentamente, descendiendo
con mucho cuidado, tratando de relajar la mitad inferior de su cuerpo mientras
se mordía el labio inferior intentando que ningún gemido escapara de su boca
porque el lugar no estaba insonorizado. Sus ojos estuvieron clavados en los de
KyuBin durante todo el proceso, sin dejar que aquella vez esa mirada profunda y
cargada de deseo lo volviera tímido.
Cuando finalmente estuvo dentro por
completo, ambos dejaron escapar un jadeo, un suspiro de placer y TaeYeob
comenzó entonces a cabalgar a KyuBin, moviendo sus caderas lentamente. El mayor
tenía una reunión importante, pero todavía tenían tiempo, podían tomárselo con
calma, podían disfrutar de aquello antes de que el estado próximo al orgasmo los
volviera locos y les nublara la mente, imponiendo un ritmo enloquecedor.
TaeYeob saboreó los labios de KyuBin de nuevo, enredado su lengua con la suya,
no dejando de mover sus caderas en ningún momento, sintiendo cómo, en
ocasiones, la punta del miembro del mayor daba con su próstata y lo hacía ver
las estrellas. Cada vez más próximo a estallar de placer entre ambos.
El ritmo no tardó en cambiar y aquella parsimonia con la
que habían comenzado se tornó una completa locura, las manos de KyuBin
agarrando su trasero para ayudarlo con el movimiento, mucho más rápido, mucho
más desenfrenado y sin orden ni concierto hasta que, al final, el orgasmo les
sobrevino. Sus cuerpos se quedaron congelados durante un segundo, tensos
mientras el semen ascendía y comenzaba a salir de sus miembros, el de TaeYeob
manchando el estómago de KyuBin. Jadeando. Con el cuerpo como gelatina. TaeYeob
acabó dejándose caer contra KyuBin, dándole igual si se manchaba la camisa,
simplemente necesitaba algo de apoyo para volver a sentirse con los pies en la
tierra después de aquel orgasmo tan exquisito. Ninguno de los dos habló durante un rato, mientras trataban de recobrarse
de aquello, TaeYeob se sintió incluso adormilado, pero se obligó a abrir los
ojos y a centrarse porque no se podía quedar dormido allí. Si KyuBin no
aparecía en su reunión irían a buscarlo allí y no podían encontrarlos de
aquella guisa, aunque no pudieran entrar porque la puerta estaba cerrada, no
les daría tiempo a adecentarse lo suficiente como para no levantar sospechas. Con
aquello rondando su mente, TaeYeob finalmente se levantó del cuerpo de KyuBin, sintiéndose
vacío cuando el miembro del mayor salió de su interior. Se tambaleó un poco al apoyar
los pies sobre el suelo, pero KyuBin alargó las manos y lo sujetó antes de que
pudiera caerse y le dedicó una sonrisa encantadora.
—Estás
hecho un cuadro —le dijo—. Me gusta mucho tu versión post sexo.
—Tú también estás hecho un cuadro —le
replicó él y KyuBin rio.
—Lo sé. Por eso siempre traigo ropa
de recambio a la oficina —contestó, guiñándole un ojo.
TaeYeob puso los ojos en blanco ante
aquella respuesta y disfrutó de la versión post sexo de KyuBin, despeinado,
jadeante, con la camisa abierta y su estómago manchado con su semen, el condón
resbalándose de su miembro ahora flácido.
Mientras se adecentaban y volvían a
la normalidad, TaeYeob no pudo evitar pensar en que no cambiaría nada de
aquello que tenían por nada del mundo, aunque le gustaría poder gritar a los
cuatro vientos que quería con toda su alma a aquel idiota con aires de grandeza
que le había robado el corazón años atrás, cuando todavía no era el CEO que
tenía delante. Sin embargo, se conformaba con poder estar a su lado de aquella
forma y que KyuBin no dejara de estar al suyo tampoco y pudieran culminar el
deseo conjunto que los había llevado a hacer planes maléficos contra su propio
padre. Lo había echado demasiado de menos aquellas semanas en las que no habían
podido estar juntos, en las que no había podido sentir el contacto de su piel,
ni de sus labios, en las que simplemente se había tenido que conformar con
escuchar su voz a través del teléfono, así que esperaba que el último problema
le creara suficientes oportunidades para estar junto a él.
Notas
finales:
—Para
más detalles sobre el conflicto inicial… WookJin es un programador de
videojuegos de la ostia y trabajaba con Origin, pero cuando acaba su contrato
en lyOn le ofrecen un contrato de la ostia y se lo llevan y él, como jefe del
proyecto en el que estaba trabajando con Origin, se lleva mucho de su trabajo
con él.
—Los
nombres de las empresas están relacionados con OnlyOneOf siendo Origin el
nombre que tenían los vídeos behinds de promos desde Savanna hasta antes
de la era libidO, ya que al llegar al 100, cambiaron de nombre a OriOn. lyOn
obviamente es un guiño al fandom y agradezco a Ara que me propusiera el
nombre porque no se me ocurría nada. Ambos sonaban bien como nombres de
empresas de videojuegos.
—Y
como siempre me pasa… yo creía que esto no iban a ser más de 4k, pero al final
me he pasado muchísimo más y no tengo excusa, me emociono mucho escribiendo.
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