Chapter 2
Kyubin se despertó al escuchar cómo
una puerta se cerraba y se revolvió en la cama, sintiendo un enorme dolor de
cabeza, como si alguien le estuviese taladrando el cerebro. Ni siquiera abrió
los ojos, completamente seguro de que, si lo hacía, la luz que estaba entrando
a través de los enormes ventanales que tenía aquel apartamento provocaría que
le doliera aún más. Tenía que comprar cortinas, pero todavía le faltaban un
montón de cosas que comprar para su nuevo hogar que eran mucho más urgentes,
sobre todo, porque la falta de cortinas y la entrada de luz hacía que se
despertase por las mañanas para ir al trabajo mucho más fácilmente… el problema
eran los fines de semana y, al parecer, era un problema todavía mayor si había
salido a beber. Quizás no debería haber salido a beber o, al menos, no tenía
que haber bebido tanto porque la resaca no era ni medio normal. Kyubin se
removió en la cama, tumbándose bocabajo, las manos bajo su almohada, hundiendo
su cara en ésta, para ocultar sus ojos de la luz de la mañana que entraba por
la ventana, inspirando hondo el olor a mandarina y lima que estaba incrustado
en la tela. Mandarina y lima… su colonia no olía a para nada así. Abrió sus
ojos y sacó la cara de su almohada con rapidez, extrañado, girándose en la cama
para darle la espalda a la ventana y poder pensar con claridad sin que los
rayos del sol lo cegaran y le provocaran aún más dolor de cabeza. Fue entonces
cuando la vio, la pequeña figura de una grulla hecha con el envoltorio plateado
de un chicle, sobre la tele y en la cabeza de Kyubin comenzaron a aparecer, una
tras otra, escenas de la noche anterior.
Había salido a beber, no muy lejos
de casa, a un barrio lleno de bares por el que solía pasar en su camino de
vuelta del trabajo, tratando de ahogar todos los pensamientos que ocupaban su
mente en el alcohol, queriendo olvidarse de todos ellos… pero mientras bebía,
había visto pasar por su lado a una figura conocida, la figura de un muchacho
alto, delgado, de cabello rubio y ondulado y un precioso rostro de rasgos
delicados, vestido con una camiseta blanca y unos vaqueros azules ajustados.
Kyubin había salido del local tambaleándose, en busca de aquella figura y se
había alegrado tantísimo de que fuera el chico que había ocupado sus
pensamientos en las últimas semanas, que había hecho una locura. Se llevó las
manos a la cara y acabó soltando un gruñido de completa frustración. Su cerebro
no le permitía ver más que retazos de lo que había pasado, demasiado intoxicado
en alcohol como para poder recordarlo todo, pero tenía fresco en su memoria
cómo había besado al chico, cómo éste lo había llevado a casa y cómo él lo
había abrazado en la cama y no lo había dejado ir, siendo esto último el motivo
por el cual su almohada olía a mandarina y lima.
Quiso llamarse idiota, darse de
cabezazos contra la pared y taparse por completo con la colcha para gritar de
pura vergüenza y frustración… pero no lo hizo, Kyubin simplemente dejo escapar
un suspiro profundo y se levantó de la cama, salvando los apenas dos pasos de
distancia que había entre el lugar en el que había tirado el colchón mientras
esperaba a cobrar para poder comprar el resto de la cama y donde había colocado
la televisión, agachándose un segundo para ver de cerca la pequeña grulla hecha
con el envoltorio plateado de los chicles y cogerla delicadamente con sus dedos
un instante después, observando cómo los pliegues estaban hechos de una forma
tan precisa que hacían a aquella grulla parecer la más hermosa de todas a pesar
de que fuera tan pequeña. Dejó escapar un suspiro profundo y después volvió a
la cama, dejándose caer de espaldas sobre ella, alzando su mano y colocándola a
la altura de su rostro para seguir observando la grulla, como si estuviera
observando a la persona que sabía que la había hecho, una sonrisa apareciendo
en sus labios sin que pudiera hacer nada por evitarlo.
Era un idiota. No tenía otro nombre.
Ni siquiera sabía cómo se llamaba aquel chico precioso que trabajaba en la
hamburguesería, no sabía ni algo tan normal como aquello, pero Kyubin no había
podido evitar sentirse atraído hacia él como si fuera un planeta girando en
torno a su estrella por la fuerza de la gravedad. No sabía lo que había sido,
pero desde la primera vez que había pasado junto al local y lo había visto
bailando a través del cristal del escaparate, no había podido dejar de pensar
en él. Al principio solo le había parecido un chico adorable, pero después de entrar
por primera vez al lugar para cenar, aquello había cambiado. De cerca, su pelo
rubio y ondulado enmarcaba un rostro precioso de rasgos delicados, unos ojos
castaños grandes y expresivos que lo miraban, brillando como si contuvieran un
millón de estrellas, y lo seguían a todas partes, con curiosidad, una nariz
alta y recta y unos labios no demasiado finos, pero tampoco demasiado gruesos,
que Kyubin había deseado probar en más de una ocasión porque parecían suaves y
sentía que encajarían a la perfección con los suyos… quizás por eso, la noche
anterior, en el estado en el que estaba, lo primero que había hecho había sido
tomar aquellos labios que ahora sí sabía a ciencia cierta que eran
increíblemente suaves. Ni siquiera sabía por qué se sentía así, por qué aquel
chico había provocado que lo único que quisiera fuera estar a su lado, verlo,
besarlo, tocarlo, pero Kyubin se había lanzado a un abismo oscuro y profundo en
el que lo único que tenía claro es que iba a sufrir porque que le gustase un
chico no era algo que pudiera acabar bien.
Kyubin nunca antes se había
planteado su sexualidad. En su Masan natal había salido con algunas chicas,
había intentado sentirse bien en su compañía, ilusionado, feliz, pero nunca lo
había logrado y había acabado abandonando aquellas relaciones sin ningún
remordimiento. Siempre había pensado que era porque no había encontrado a la
mujer adecuada, pero después de conocer al chico, había sentido todo aquello
que debía de haber sentido con las que habían sido sus parejas. Eso lo hacía
gay… o al menos eso era lo que suponía. Había pasado semanas y semanas dándole
vueltas a todo, intentando entenderse, tratando de encontrar cuál era la pieza
del puzle que no encajaba, averiguando por qué se sentía atraído de aquella
manera hacia aquel muchacho, hasta que al final había tenido aquella
revelación, lo primero que había hecho había sido acercarse a la hamburguesería,
encontrándose con que este estaba demasiado ocupado con “la semana de la hamburguesa”.
Había aprovechado ese día para poder observarlo sin que el chico se diera
cuenta, demasiado centrado en la fiesta de cumpleaños que se estaba celebrando
en el local y había llegado a la conclusión de que aquel muchacho simplemente
era precioso de la cabeza a los pies, no solo su rostro, todo él lo era, y su
cuerpo delgado se le hacía atractivo, pero había sido su olor, a mandarina y
lima, cuando se había acercado a él para susurrarle lo que quería pedir lo que
había hecho que Kyubin casi enloqueciera.
No se lo había tomado especialmente
bien porque seguía sin entender por qué le estaba pasando aquello y por qué
tenía que ser con aquel chico… por eso había salido a beber la noche anterior,
para tratar de ahogar todos sus pensamientos en el alcohol y, sobre todo, para
intentar olvidarlo, aunque fuera solo durante unos momentos. Sin embargo, le
había salido el tiro por la culata y la situación que tenía ahora entre manos
era completamente diferente a antes… también mucho más complicada. Kyubin se
pasó las manos por la cara, muy frustrado, y se levantó de la cama casi de un
salto, devanándose los sesos para intentar encontrar una solución a todo
aquello, porque estaba seguro de que el otro querría una explicación de sus
acciones y él no sabía hasta qué punto las mejillas sonrojadas del muchacho
eran prueba de nada. Aún con el dolor de cabeza que le había provocado la
resaca, Kyubin no dejó de pensar y pensar, dando vueltas por su apartamento
como si se tratase de un león enjaulado, cogiendo libros de vez en cuando para
tratar de aclararse las ideas, pero se pasó toda la mañana de aquella forma sin
dar con la solución correcta a la situación en la que estaba.
🐟🍷
Si Kyubin lo pensaba con la cabeza
fría, nunca le había dado demasiadas vueltas a sus sentimientos. Nunca había
tenido la oportunidad de hacerlo, en realidad. Cuando había salido con algunas
chicas habían sido estas las que se habían acercado primero a él, las que le
habían pedido que se conocieran mejor, las que habían dado todos los primeros
pasos en sus relaciones y las que al final habían acabado dejándolo. Siempre se
había dejado llevar por ellas y tampoco le había dado demasiadas vueltas al por
qué éstas habían dado por finalizadas las relaciones. No se había comportado mal
con ellas en ningún momento, pero tampoco había sentido nada por ellas, ni una
pequeñísima chispa cuando se besaban, cuando se tocaban por debajo de la ropa,
ni siquiera cuando unían sus cuerpos como si fueran uno solo, en esos momentos,
lo único que Kyubin había sentido era excitación por la situación caldeada y el
placer del orgasmo al llegar a él. Por eso, pensar en cómo se sentía con
respecto a aquel chico le estaba dejando el cerebro completamente frito,
incluso a pesar de que se había tomado una pastilla para la resaca y que había
intentado seguir con su vida, duchándose para quitarse el olor a alcohol,
comiendo un poco y tratando de adecentar su apartamento, hacer la compra de las
cosas que le hacían falta para el resto de la semana… pero dejar de pensar en
él y en cómo se sentía con respecto a él, eso no había podido dejar de hacerlo.
En el mes escaso que llevaba
viviendo en Seúl había ido más veces de las que podía contar a aquella
hamburguesería, primero simplemente porque le pillaba de camino y no parecía un
mal lugar para cenar, pero después se había descubierto yendo al lugar más por
el chico que por las hamburguesas, que no estaban malas, pero tampoco eran una
delicia merecedora de que se gastara en el lugar parte de su sueldo cuando
podía estar ahorrándolo para terminar de pagar alguna de las cosas que le
faltaban por comprar para el piso. Era la primera vez que hacía algo como
aquello, que actuaba por algo parecido a un impulso, sin razonarlo primero, y
no sabía realmente por qué lo hacía, por lo que Kyubin se sentía un poco
frustrado, por no ser capaz de entenderse, por no ser capaz de dar con la razón
por la que aquel muchacho que apenas conocía era capaz de romperle
absolutamente todos sus esquemas. Porque a pesar de que había llegado a la
conclusión de que quizás se encontraba así porque le gustaba, porque sentía
algo por él, Kyubin no podía hacer absolutamente nada para remediarlo que no
fuera olvidarse de él, alejarse de él, porque algo como aquello estaba abocado
al fracaso… además, tenía un poco de miedo sobre cuál podría ser la reacción
del chico. A pesar de que había tratado de recordar lo que había pasado cuando
se había emborrachado, tenía muchas lagunas, había muchos huecos en su memoria
que era incapaz de rellenar. Recordaba haberlo besado en la cabina, el sabor de
sus labios a alcohol y chicle de fresa, de la misma forma que recordaba que
cuando habían llegado y el chico lo había dejado sobre la cama, él se había
abrazado a su cuerpo y no lo había dejado escapar, sintiendo el calor de su
cuerpo contra el suyo y durmiéndose con una sonrisa en su rostro; pero no
recordaba lo más importante, las reacciones del chico.
Aquel muchacho había sido lo
suficientemente amable como para llevarlo hasta su casa porque estaba demasiado
borracho como para mantenerse en pie y hacer algo coherente por sí mismo, pero
eso no quería decir absolutamente nada. Que fuera amable con él, que le robase
miradas de vez en cuando, o que se pusiera nervioso en algunos momentos, no
quería decir nada. Había muchos motivos por los cuales podía tener aquellas
reacciones, aquel comportamiento con él y Kyubin estaba completamente seguro de
que ninguna de ellas se acercaba siquiera a lo que él mismo estaba sintiendo,
experimentando. Por ese motivo, lo único que podía hacer, lo único que debía
hacer, era pedirle disculpas por su comportamiento, achacarlo a que había
estado demasiado borracho y a que no sabía lo que hacía y tratar de alejarse de
él, a pesar de lo mucho que quisiera verlo. Debía recobrar la cordura, debía
dejar a un lado aquel estúpido comportamiento suyo completamente irracional y
volver a pensar con la cabeza. Eso era lo único que podía hacer por ambos, así
que, iría a hablar con el chico de aquello y lo aclararía todo para que éste no
se sintiera mal por lo que había pasado, por los errores que Kyubin había
cometido y que no debía de volver a cometer más.
🐟🍷
La intención de Kyubin había sido ir
el lunes a la hamburguesería, justo después de terminar su trabajo, para tratar
de hablar las cosas con el chico y aclarar así lo que había pasado, no sabiendo
si éste tenía turno los fines de semana porque nunca había ido; no obstante, el
lunes el trabajo en la oficina se había complicado y no había podido salir de
allí hasta que no se había hecho ya demasiado tarde y cuando había pasado por el
local, este estaba cerrado a cal y canto, persianas echadas, luces apagadas y
el cartel que ponía “closed” en la puerta. Tuvo que hacer de tripas corazón y
esperar hasta el día siguiente para poder ir a hablar con aquel chico porque le
debía una explicación, una explicación a la que le había dado mil vueltas y en
la que había ensayado sus palabras una y otra vez durante todo el fin de
semana. No quería que el chico se sintiera incómodo con él por lo que había
sucedido, no quería que la próxima vez que fuera a la hamburguesería a cenar, a
observarlo, éste lo mirase con odio.
La noche del martes llegó, aunque
mucho más lento de lo que Kyubin habría deseado que lo hiciera y casi no pudo
aguantarse las ganas de correr hasta el local en cuanto salió del trabajo. Sin
embargo, había decidido que iría cerca de la hora del cierre, cuando no
supusiera ningún tipo de carga para el chico y cuando pudieran hablar
tranquilamente sin que ningún cliente entrara y los interrumpiera. Por eso, estuvo
en casa esperando nerviosamente hasta que la hora en la que seguía preparando
cenas terminaba y después salió de su apartamento como alma que llevaba el
diablo, apenas cerrando correctamente la puerta, camino a la hamburguesería.
Apenas unos minutos más tarde, llegaba al local y entraba a él, encontrándolo
vacío, dándose cuenta de que la campanilla que había en la puerta y que siempre
anunciaba la entrada de alguien al local, ese día no sonó. No había ni un solo
cliente y el chico no se encontraba tras el mostrador. Confuso y curioso,
Kyubin avanzó hasta colocarse justo al lado del mostrador, en el estrecho
pasillo que había entre éste y el tabique que separaba la cocina del resto del
local, inclinándose un poco hacia el interior, tratando de ver si el muchacho
se encontraba en la cocina, recogiendo o limpiando… pero éste no estaba tampoco
allí. No estaba allí dentro, pero tampoco podía haber ido demasiado lejos
dejando el local abierto, o al menos eso era lo que esperaba, porque no quería
pensar en que le hubiera pasado nada malo. Tratando de encontrar una pista de
dónde podía estar, giró su cabeza hacia el otro lado, descubriendo sobre el
mostrador un paquete de chicles vacío y otro empezado, junto con un par de
grullas hechas con el papel plateado que envolvía los chicles individualmente.
Kyubin se inclinó un poco sobre el mostrador para verlas mejor, a pesar de que
sabía que eran exactamente como la que él tenía en casa, dejada por el chico al
que había ido a ver.
Tan enfocado estaba en aquellas
grullas que no se dio cuenta de que la puerta del local se abría y que por ella
entraba aquel que buscaba, la campanilla que no funcionaba no avisándolo de
ello tampoco. Por ese motivo, solo se percató de que éste estaba de nuevo en el
local cuando intentó pasar por su lado a la vez que Kyubin se giraba para salir
del estrecho pasillo entre el mostrador y el tabique de la cocina, dispuesto a
buscar al chico. Se quedó completamente paralizado, ambos lo hicieron, Kyubin
pegando su cuerpo al mostrador mientras que el muchacho lo pegaba al tabique,
habiendo entre ambos apenas unos pocos centímetros de distancia. El tiempo
pareció detenerse en esos instantes, mientras el chico pasaba por su lado,
alzando la cabeza, sus ojos encontrándose al hacerlo. Kyubin se quedó sin
respiración y su corazón se detuvo durante unos momentos antes de comenzar a
latir de forma demasiado acelerada dentro de su pecho, sin poder apartar la
mirada de aquellos ojos castaños, de aquel rostro precioso cuyas mejillas se
empezaban a tornar de un leve color rojizo. No obstante, el momento acabó, el
chico desvió su mirada y la magia se rompió, éste finalmente terminando de
pasar por su lado y colocándose detrás del mostrador, Kyubin obligándose a
salir de aquel estrecho pasillo porque se suponía que no debía de estar allí.
Había ido a la hamburguesería para
decirle a aquel muchacho que todo había pasado porque estaba demasiado borracho
el viernes y que no debía de haber sucedido nada como aquello entre ellos para
después tratar de alejarse y de olvidarlo, pero después de aquel momento,
Kyubin ya no lo tenía claro. Su corazón no dejaba de latir demasiado rápido
dentro de su pecho y él era lo suficientemente listo para saber que aquella
reacción solo podía significar una cosa, por lo que al final decidió hacer un
cambio de última hora en el discurso que había preparado y ensayado durante
todo el fin de semana.
—La cocina está cerrada… por si
venías a cenar —dijo el muchacho, sacándolo de sus pensamientos—. Acabo de
sacar la basura.
—No… mmm… no venía a cenar —respondió,
provocando que una expresión de completa confusión apareciera en el rostro del
chico ante él—. Venía a hablar contigo de lo que pasó el otro día —el chico
asintió levemente a sus palabras y después se mordisqueó levemente el labio
inferior, pareciendo estar nervioso—. Primero de todo, siento mis acciones, no
debía de haberme emborrachado tanto y me avergüenza que me hayas tenido que ver
en ese estado cuando apenas nos conocemos —dijo. La expresión del muchacho se
volvió ilegible para él en ese momento y, ahora, el que estaba nervioso era él—.
Sin embargo, no quiero arrepentirme de ellas, todo esto es nuevo para mí, pero
me gustaría poder conocerte… si es lo que tú quieres también… sino, te pido
disculpas por todo, la noche del viernes y mis palabras hoy y desapareceré de
tu vida como si nunca hubiera entrado en ella.
Kyubin dijo aquello con el corazón
encogido y el silencio absoluto que siguió a sus palabras, lo hizo temerse lo
peor. No podía leer en el rostro del muchacho qué era lo que había provocado
con sus palabras y no sabía qué era lo que esperar tampoco. Había cambiado de
opinión de golpe, había decidido intentarlo, lanzarse al abismo por si había
una mínima oportunidad de al menos comenzar algo diferente, algo que pudiera hacerlo
sentir, a pesar de que lo que había ido a decirle en un primer momento había
sido completamente diferente. La espera se le hizo eterna, a pesar de que
seguro que no había pasado ni un minuto desde que había terminado de hablar
hasta que el chico abrió la boca para contestarle.
—¿Qué… qué es nuevo para ti? —fue lo
que le dijo y Kyubin tragó saliva, sintiendo su boca repentinamente seca, antes
de responderle.
—Que me… guste un chico.
El silencio se extendió de nuevo
entre ellos y Kyubin se temió lo peor, pero entonces el chico ante él parpadeó
rápidamente y después se pellizcó las mejillas con ambas manos, como si
quisiera asegurarse de que lo que acababa de escuchar era real. El corazón de
Kyubin comenzó a latir rápidamente dentro de su pecho en el momento en el que
el muchacho le dedicó una sonrisa amplia, sus ojos brillando como si contuvieran
un millón de estrellas.
—Hablas en serio, ¿verdad? No estoy
soñando —comentó. Kyubin asintió a lo primero y negó a lo segundo—. Vale,
perdona… no me… esperaba esto.
El chico dijo aquello y después se
dejó caer sobre la silla que había detrás del mostrador y encendió el pequeño
ventilador que tenía sobre éste, poniéndolo directamente para que le diera el
aire en la cara. Kyubin se fijó en ese momento que el color rojo acababa de
ascender a sus mejillas y que teñía también la punta de sus orejas. No pudo
evitar sonreír porque la reacción que había tenido le parecía adorable y notó
cómo su corazón se calmaba por una vez en todo el rato que llevaba allí,
sintiéndose tranquilo. Sus palabras habían sido bien recibidas, el chico no lo
odiaba, es más, parecía que había estado esperando una especie de rechazo por
su parte y no que le propusiera conocerlo ni que le dijera que creía que le
gustaba, como si una parte de él se hubiera resignado a perder todo tipo de
esperanza. Aquello hizo que Kyubin tuviera un poco más de confianza en todo
aquello, en que aquel chico pudiera sentirse atraído por él de verdad, en que,
a pesar de las circunstancias, a pesar del lugar en el que se encontraban y de
la época que era, quizás, podían comenzar algo juntos y llevar a sus vidas algo
más de felicidad.
—Kyubin —dijo, inclinándose sobre el
mostrador, apoyándose sobre sus codos en éste—. Mi nombre es Shin Kyubin.
El chico desvió su vista de las
aspas que giraban en el ventilador para mirarlo a él, dedicándole una sonrisa
completamente encantadora que provocó que el corazón de Kyubin se parase
durante un segundo antes de responder:
—Lee Taeyeob.
🐟🍷
Ir a la hamburguesería casi cada noche,
después de la hora de cierre de la cocina, simplemente para hacer compañía a
Taeyeob y hablar con él, para conocerlo mejor, se hizo una constante en la vida
de Kyubin. A veces también iba a cenar, cuando no le había dado tiempo a hacer
la compra y tenía poco a lo que echar mano en la nevera, pero eran más los días
en los que simplemente estaba allí para estar con él durante un rato, ayudarlo
a cerrar y acompañarlo después hasta su parada de autobús. Pasar el tiempo con
él era divertido, hablar con él, de todo y de nada, le encantaba, verlo
desinhibirse en su presencia, cada día menos nervioso por estar a su lado, más
hablador y haciendo bromas con él, era encantador, pero quizás lo que más le
gustaba a Kyubin era verlo bailar, al ritmo de la música que sonara en la radio
cuando estaba terminando de limpiar el local para cerrar, simplemente dejándose
llevar por el ritmo de la música, con una sonrisa feliz en su rostro. Lo hacia
reír, lo hacía sentir en calma y cada día se daba cuenta de que quizás, aquello
era lo que siempre había necesitado, desde el principio. Habían hablado, largo
y tendido, sobre aquello también, sobre los sentimientos que habían crecido
sobre el otro, la forma en la que ambos se sentían atraídos y habían decidido
tomarlo con calma, conocerse, estar a gusto el uno con el otro y Taeyeob le
había dicho que no lo forzaría a hacer nada que no quisiera para no asustarlo.
Kyubin podría haberle contestado en ese momento que había muy pocas cosas que
lo asustaban y que no estaba asustado por estar con él, por hacer lo que él
quisiera, por dejarse llevar y divertirse… pero habría mentido porque sí que
tenía un poco de miedo.
En el verano de 1997, era la primera
vez que Kyubin experimentaba algo como aquello, era la primera vez que sentía
que su corazón se aceleraba estando con alguien, era la primera vez que se
quedaba sin respiración ante la belleza de alguien, era la primera vez que
deseaba besar a todas horas los labios de alguien y, quizás, estaba un poco
asustado, a la vez que excitado, por lo que le deparaba el futuro.
🐟🍷
A pesar de que su intención aquella
noche había sido simplemente cenar y tumbarse en la cama a dormir, con la
televisión de fondo, para recargar las pilas porque la semana había sido
bastante intensa en el trabajo, pero cuando se tumbó sobre el colchón, a pesar
de estar terriblemente cansado, Kyubin no pudo cerrar los ojos porque lo único
en lo que pensaba era en que quería ver a Taeyeob. Era viernes, así que, iba a
ser el último día de la semana hasta el lunes, que pudiera volver a ir a la
hamburguesería para verlo, lo que lo dejaba sin verlo cuatro días, ya que el
día anterior no había ido, y no supo realmente por qué, pero aquello le pareció
inaceptable y acabó vistiéndose de nuevo para salir a la calle. Era algo tarde
y no sabía si el chico seguiría estando en el local, si seguía allí, tendría
que estar a punto de cerrar, por lo que Kyubin caminó rápido, bastante más
rápido de lo que solía hacerlo, para tratar de alcanzarlo todavía en el lugar y
que Taeyeob no se hubiera ido ya. Cuando llegó, no obstante, no se encontró al
chico terminando de recoger y cerrando el local, sino que éste estaba todavía
allí dentro, con las luces apagadas, solo una bola de luces enchufada a la
pared de diferentes colores que daba vueltas por el lugar iluminando la escena,
bailando desenfrenadamente al ritmo de una música que no se podía escuchar allí
fuera. Kyubin se detuvo en seco al ver aquella escena a través del cristal del
escaparate, primero porque no se había esperado aquella escena, y segundo
porque ésta le recordó a la primera vez que había visto a Taeyeob, en aquel
mismo local, bailando completamente libre, sin prestar atención a nada más,
solo disfrutando. Kyubin no pudo evitar que una sonrisa amplia apareciera en su
rostro al verlo. La primera vez que lo había visto le había parecido adorable,
pero en aquellos momentos había algo más, no solo le parecía adorable, también
le parecía encantador y lo hacía feliz ver cómo el chico simplemente
disfrutaba.
Sabiendo perfectamente que Taeyeob
no se había dado cuenta de que estaba allí, simplemente avanzó hacia la puerta
de la hamburguesería, como si una fuerza superior lo impulsara a ello, abriendo
la puerta de golpe y entrando al local, con una sonrisa de oreja a oreja y
colocándose frente al chico, con una pose digna de “Fiebre del sábado noche”.
Taeyeob dejó de bailar al verlo, en su rostro expresando toda la sorpresa y
confusión de verlo allí, de aquella forma, ante él, pero Kyubin entonces
comenzó a moverse al ritmo de la música que sonaba dentro del local, sin saber
realmente lo que hacía, solo moviendo su cuerpo como había visto hacer a los
idols que salían en la tele y Taeyeob dejó escapar una carcajada al verlo de
aquella forma, cualquier tensión que hubiera aparecido en su cuerpo dejando de
existir inmediatamente. Kyubin también rio, contagiándose de la risa del chico,
pero siguió bailando, acercándose a él, hasta que tan solo estuvo a un par de
pasos de distancia, sintiendo sus músculos ligeros como una pluma a pesar de
que hasta hacía tan solo una media hora estaba demasiado cansado como para
poder hacer nada más que tirarse sobre la cama a dormir.
—Kyubin hyung —lo llamó el chico,
todavía riendo—. ¿Qué haces aquí?
—Unirme a la fiesta —replicó.
Su respuesta hizo reír a Taeyeob de
nuevo, pero también provocó que éste volviera a bailar de la forma en la que lo
había hecho antes, aunque aquella vez, haciéndolo junto a Kyubin, interactuando
con él. Ninguno de los dos bailaba bien, pero aquello no era tampoco ninguna
competición, por lo que no importaba en absoluto, lo único importante en esos
momentos era divertirse, el uno con el otro, sin pensar, solo disfrutar.
Movimientos sin ninguna coordinación, Taeyeob cogiéndolo de la mano para hacer
que girase sobre sí mismo, riendo a carcajadas ante la forma incómoda en la que
les había salido aquel paso, Kyubin tratando de hacer lo mismo con él y
fallando estrepitosamente en el intento, provocando que al final sus cuerpos
quedaran pegados el uno contra el otro, su brazo izquierdo echado sobre el
hombro del chico, éste sujetando su muñeca, pegando su espalda al pecho de
Kyubin, sin parar de reír, mientras seguían bailando al ritmo de la música
hasta que ésta se fue diluyendo poco a poco y la voz del presentador de aquel
programa de radio sonó por encima de ella. Solo en ese momento ambos se
separaron, los dos jadeando por el baile, sin aire en sus pulmones, pero con
sonrisas imborrables en sus rostros.
—Voy a por agua, un momento —le dijo
Taeyeob, desapareciendo tras el tabique de la cocina.
Kyubin aprovechó aquel momento de
pausa para recuperar un poco el aire, dejándose caer sobre la barra que había bajo
el cristal del escaparate, donde solía sentarse a comer. Su corazón latía
rápidamente dentro de su pecho y sabía que se debía en parte al esfuerzo de
bailar y por la cercanía del cuerpo de Taeyeob, por las sonrisas que el chico
le había dedicado y por el momento que acababan de compartir. Cuando era más
joven y todavía salía de fiesta a pubs y discotecas con sus amigos nunca había
sido tanto de bailar en la pista, sino que había preferido beber mientras
jugaban a algún juego y pasar la noche de una forma algo más tranquila, aunque
disfrutando de ella al máximo, pero aquel corto baile que había compartido con
el chico había sido extremadamente divertido y Kyubin casi quería volver a
repetirlo a pesar de que había confirmado de nuevo que tenía dos pies
izquierdos, no aptos para ningún tipo de baile.
—Aquí tienes.
El chico le dio un vaso de plástico
con agua y Kyubin no tardó en cogerlo y agradecérselo, comenzando a beber
inmediatamente, sintiendo cómo el agua ayudaba considerablemente a su falta de
aire, humedeciendo de nuevo su garganta. Taeyeob, que había llenado también un
vaso para él, bebió de él y después se colocó a su lado, dejándose caer sobre
la barra, muy cerca de su cuerpo, tan cerca que casi se tocaban. Kyubin no pudo
evitar sentir una pequeña corriente eléctrica recorrer su brazo izquierdo
cuando el derecho del chico se rozó contra el suyo durante un solo segundo y
acabó carraspeando para tratar de obviar aquel sentimiento, hablando, girando
su rostro hacia Taeyeob.
—Una fiesta divertida —le dijo,
provocando que el chico volviera a reír—. ¿A qué se debe?
—Me apetecía tener un poco de
diversión —respondió—. Desde que terminamos los finales mis amigos no están en
Seúl y no he podido salir… y no puedo hacer tampoco ruido en casa porque tengo
vecinos.
Kyubin asintió a su respuesta, pero
no dijo nada, dedicándose a beber un poco más de agua para terminar de recuperar
el aliento. Taeyeob le había comentado hacía unas semanas que había acabado los
exámenes y también que aquel era su último curso en la universidad. No le había
comentado nada de que quisiera salir y suponía que no lo había hecho porque la
diferencia de edad entre ambos era una pequeña brecha. Él ya se encontraba en
el mundo laboral, con un trabajo estable y un apartamento que en algún momento
seria suyo, mientras que el chico todavía estaba todavía en la universidad,
viviendo los mejores años de su vida, sin demasiadas preocupaciones.
—Aunque debería ir terminando la
fiesta pronto —añadió Taeyeob, haciendo que Kyubin volviera a fijar su atención
en él—. Es hora de ir cerrando el local y no quiero que nadie le diga a mi jefe
que he montado una discoteca aquí dentro.
El chico parecía un poco
decepcionado por tener que acabar con aquello tan pronto porque estaba claro
que se lo había estado pasando increíblemente bien incluso antes de que Kyubin
llegara, pero una mirada al reloj que se encontraba en la hamburguesería, le
confirmó que realmente era hora de que cerrara, además de saber a la perfección
que el trabajo de medio tiempo del chico era importante para él y no debía
perderlo por algo como aquello. Verlo de aquella forma, pareciendo triste por ello,
hizo que algo se removiera en su interior y que Kyubin acabara hablando antes
de pensar en las consecuencias de sus palabras, simplemente movido por aquel
sentimiento en su corazón, el que le decía que no quería ver a Taeyeob triste
porque con una sonrisa en su rostro era el ser más precioso sobre la faz de la
tierra.
—Podemos continuar la fiesta en mi
piso —fue lo que dijo y cuando el chico giró su cabeza hacia él parecía
confundido además de sorprendido. Solo en ese momento, Kyubin se dio cuenta de
que acababa de invitar a Taeyeob a su apartamento y añadió—: no podremos poner
música muy alta, pero tengo algo de alcohol y podemos estar un rato hasta que
tengas que coger el autobús para volver a casa.
Taeyeob siguió en silencio durante
unos momentos, como si estuviera terminando de procesar sus palabras, algo que
le había pasado con anterioridad y que provocaba que en la mente de Kyubin
apareciera el pensamiento intrusivo de que era adorable; pero después de unos
momentos sonreía y asentía a su propuesta, pareciendo completamente encantado
con ella. Le pidió un momento para terminar de recoger el local y Kyubin se lo
dio sin ningún problema, todavía quedaban un par de horas para que los
autobuses dejaran de pasar y podían estar un rato más juntos, disfrutando de la
compañía del otro y pasándolo bien, además, Taeyeob apenas tardó en recoger lo
que le quedaba y cerrar, ambos encaminándose al apartamento de Kyubin mientras
no podían dejar de reír y hacer planes sobre lo que podían hacer cuando
llegaran a casa. Durante el trayecto, la sonrisa de Taeyeob le pareció mucho
más preciosa de lo que le había parecido hasta el momento, mientras por otra
parte trataba de ignorar el sentimiento que provocaba en su piel, en la boca de
su estómago, cuando sus brazos se rozaban al caminar, casi pegados el uno al
otro.
🐟🍷
Kyubin se percató de que a pesar de
que le había dicho a Taeyeob que en su casa podrían beber un poco, no tenía
demasiado alcohol porque solo hacía un par de meses que se había mudado allí y
lo único que tenía era una botella de whiskey que le habían llevado sus padres
cuando habían ido a visitarlo hacía poco. No había hecho la compra todavía
aquella semana tampoco, así que, ni siquiera tenía un par de cervezas en la
nevera, por lo que se sintió un poco culpable por ello, pero esperaba que al
chico no le importase demasiado y cogió un par de vasos y la botella de whiskey
para llevarlos hasta la pequeña mesa auxiliar que tenía junto al sofá, donde
Taeyeob lo estaba esperando sentado.
—Esto es lo único que tengo —le
dijo, señalándole la botella de whiskey que llevaba en su mano—. No recordaba
que se me habían acabado las cervezas.
—El whiskey está bien —respondió
Taeyeob, dedicándole una sonrisa.
La sonrisa se replicó en el rostro
de Kyubin, que después dejó las copas sobre la mesa y abrió la botella de
whiskey con cuidado, llenando solo un par de dedos de los vasos, después
simplemente dejó la botella en la mesa y cogió las copas, entregándole una de
ellas a Taeyeob antes de dirigirse hacia el sofá y sentarse junto a él. En la
radio sonaba un poco de música a un volumen lo suficientemente alto como para
que la escucharan, pero lo suficientemente bajo para que pudieran hablar con
ella como fondo; no obstante, en aquellos primeros momentos, ninguno de los dos
habló. Kyubin alzó su copa para chocarla con la de Taeyeob y brindar antes de
beber un trago de ésta, sintiendo como el fuego bajaba por su garganta unos
instantes después, un ardor molesto, pero a la vez algo reconfortante. A su lado,
sin embargo, escuchó cómo Taeyeob tosía. Con rapidez soltó el vaso sobre la
mesa y después le dio un par de palmadas al chico en la espalda hasta que éste
dejó de toser y alzó su mirada hacia él, sus ojos brillando, pero esta vez no
porque sus miradas se encontrasen, sino debido al alcohol.
—Demasiado fuerte, supongo —comentó
Kyubin y vio cómo Taeyeob abrió su boca para intentar protestar, pero habló
antes de que el chico pudiera hacerlo—. Voy a por un poco de agua.
El chico pareció querer detenerlo
durante un instante, pero después solo asintió y Kyubin se levantó del sofá
para ir de nuevo hasta la cocina, cogiendo una botella de agua fría de la
nevera y otro vaso, volviendo de nuevo hasta el sofá y tendiéndole el vaso
lleno de agua a Taeyeob, que casi se lo bebió entero de un trago, tosiendo un
poco más después de tragar. Kyubin no pudo evitar que una sonrisa se instalara
en su rostro mientras dejaba la botella de agua también sobre la mesita y se
sentaba junto a Taeyeob de nuevo. El ambiente era mucho más tranquilo de lo que
lo había sido en la hamburguesería, pero Kyubin se sentía igual de cómodo allí
que en el otro lado y el menor también parecía estar disfrutando de aquello a
pesar de que el whiskey era demasiado fuerte para él, porque inmediatamente se
encontraron manteniendo una conversación en la que ambos aportaban cosas, sin
silencios incómodos. Preguntas sobre ellos mismos, cosas que querían saber el
uno del otro y que no habían tenido la oportunidad de preguntar antes,
anécdotas, gustos. Taeyeob cogió un par de libros que tenía al alcance de su
mano y los ojeó, haciéndole preguntas sobre ellos, con interés y Kyubin sintió
que quizás podía estar así toda la noche, con Taeyeob, hablando, simplemente
escuchando su voz, respondiendo a sus preguntas, haciéndole otras, conociéndolo
más, hasta que el sol decidiera hacer su aparición de nuevo. Estaban tan
cómodos ambos, que habían comenzado poco a poco a relajarse sobre el sofá,
dejándose caer contra el respaldo y Taeyeob incluso había puesto su pierna
derecha sobre las de Kyubin, a quien no le había importado en absoluto que lo
hiciera. Estaba tan a gusto con él, de aquella forma, que perdió la noción del
tiempo y cuando el chico miró el reloj de su muñeca y se sorprendió por la hora
que era, Kyubin no estaba preparado para dejarlo ir tan pronto.
—Se me ha pasado el tiempo volando
—dijo—. No me había dado cuenta de que era tan tarde, espero no tener que
correr para coger el autobús.
Taeyeob dijo aquello e hizo ademán
de retirar la pierna que estaba sobre las de Kyubin, pero éste hizo algo para
evitarlo antes de que el chico pudiera retirarla. Simplemente deshizo el nudo
de su zapatilla y se la quitó, lanzándola por encima del brazo del sofá en el
que se encontraba echado, lejos del alcance de Taeyeob.
—Hyung —rio el chico, poniéndose de
rodillas sobre el sofá—. Necesito la zapatilla para irme.
Y tras decir aquello, se inclinó
hacia delante, colocando sus rodillas entre las piernas abiertas de Kyubin, su
mano derecha en el respaldo del sofá y la izquierda rozó su hombro,
inclinándose más y más sobre él. El corazón de Kyubin se detuvo durante un solo
segundo y el tiempo a su alrededor pareció ralentizarse mientras el rostro de
Taeyeob se acercaba más y más al suyo y tuvo que tragar saliva, su boca
quedándose repentinamente seca. Fue aquella reacción, aquel sentimiento de no
querer separarse de él todavía, lo que hizo que Kyubin acabara reaccionando
antes de que el chico terminara de echarse sobre él para recoger la zapatilla
del suelo. Con su mano izquierda, lo empujó levemente hacia atrás, para que
Taeyeob se alejara de él, provocando que el chico volviera a estar sentado a su
lado con una expresión confusa en su rostro. Estaba claro que quería
preguntarle por qué lo había hecho, tanto lo de lanzarle la zapatilla como lo
de no dejarlo cogerla, pero antes de que pudiera hacerle la pregunta,
provocando que su voluntad pudiera flaquear, Kyubin habló.
—Quédate.
Taeyeob lo miró fijamente durante
unos segundos, sin parpadear, para después comenzar a parpadear rápidamente
mientras un visible sonrojo subía a sus mejillas y a la punta de sus orejas. Su
expresión confusa cambió en apenas unos segundos tras aquello, una sonrisa
encantadora apareciendo en su rostro antes de simplemente agacharse un poco y desatar
también los cordones de su zapatilla izquierda para quitársela y lanzarla lejos
del sofá, en la dirección contraria a la que Kyubin había lanzado anteriormente
su zapatilla derecha. Y Kyubin no pudo evitar que otra sonrisa se replicara en
su rostro.
Después de aquello, todo continuó
como antes. Ambos siguieron echados cómodamente en el sofá, hablando de todo y
de nada a la vez, mientras Kyubin se servía algunos tragos más de la botella de
whiskey que había sacado antes e incluso Taeyeob le servía algunas veces a
pesar de que el chico solo se había rellenado el vaso una vez e iba bebiendo
muy poco a poco de él. Kyubin no se sentía borracho, no obstante, a pesar de
haber rellenado el suyo al menos media docena de veces, solo un par de dedos
cada vez, pero sí se sentía mucho más relajado y el roce del cuerpo de Taeyeob
contra el suyo cuando alguno de los dos se movía le era a la vez electrificante
y le provocaba una sensación de calma que no sabía cómo explicar. Era nuevo,
era extraño y era diferente, pero a Kyubin le gustaba todo aquello, se sentía
bien y feliz estando de esa forma con el menor.
—Me acabo de dar cuenta —comentó
Taeyeob, haciendo que Kyubin saliera de sus pensamientos y dejase de hundir sus
dedos en el cabello rubio y rizado del menor—. Los peces.
Llevaban allí ya algunas horas y la
pecera estaba prácticamente en frente del sofá, a tan solo a unos cuatro o
cinco pasos de distancia, iluminada con unos neones de color rosa intenso,
donde sus peces nadaban tranquilamente, pero el chico se acababa de percatar de
que se encontraban allí. Kyubin no pudo evitar que una sonrisa apareciera en su
rostro y se levantó del sofá, indicándole a Taeyeob que lo siguiera y ambos se
dirigieron hacia la pecera, colocándose el uno frente al otro, mirando cada uno
desde una dirección diferente, sus ojos encontrándose a través del cristal y
del agua durante unos segundos antes de que Kyubin desviase su mirada hacia uno
de los peces, que pasó nadando por delante de él.
—Los compré cuando me mudé —dijo—.
Hay una tienda de animales en el barrio y siempre he querido tener una mascota,
pero soy alérgico al pelo y, además, paso demasiado tiempo fuera trabajando
como para poder cuidar de algo que no sean unos peces —vio a Taeyeob al otro
lado de la pecera asentir a sus palabras, mientras observaba distraídamente los
peces—. Al principio no tenían nombre, pero hace poco estuvo aquí mi familia y
llevé al cine a mi sobrino a ver La Princesa Mononoke y a la vuelta
decidió que los peces debían de llamarse San y Ashitaka, así que,
ahora sí que tienen nombre, aunque nunca me enteré de cuál era cuál.
Cuando Kyubin terminó su monólogo, volvió
a fijar su vista en Taeyeob, quien estaba observando cómo los peces naranjas y
blancos nadaban ante él, siguiendo su movimiento con su dedo sobre el cristal
de la pecera, distraído. Bajo aquella luz rosácea que salía de la pecera y que
los iluminaba a ambos, Kyubin podía ver cómo los rasgos de su rostro parecían
incluso más hermosos de lo que lo eran normalmente y no pudo evitar quedarse
embobado mirándolo, llevando incluso su brazo sobre la mesa de madera y
colocando su rostro sobre él, totalmente embelesado. Era demasiado precioso,
tanto, que a veces parecía irreal. Kyubin no se explicaba cómo podía existir un
chico tan precioso como él en el mundo sin ser una criatura mítica de los
sueños y la fantasía, como las hadas. Los ojos de Taeyeob finalmente dejaron de
seguir el movimiento de los peces, encontrándose con los suyos de nuevo, pero
en lugar de desviar su mirada, ésta se volvió muchísimo más intensa sobre
Kyubin, algo sugerente quizás, inclinando su rostro levemente y llevando su
mano derecha a éste, dejándola apoyada contra su mejilla, sin apartar los ojos
de él. Kyubin tragó saliva, nervioso, su corazón acelerándose hasta el infinito
bajo aquella mirada y notando un pequeño tirón dentro de sus calzoncillos.
Kyubin acabó rompiendo el contacto
visual, carraspeando y levantándose, yendo hasta la mesita donde tenía el vaso
con el whiskey que no se había terminado de beber antes y tomándoselo de un
trago, el fuego que bajó por su garganta haciéndolo sentir mucho mejor y más
tranquilo. La reacción de su cuerpo a la mirada intensa de Taeyeob lo había
pillado desprevenido y no sabía cómo tomárselo porque su cuerpo nunca antes
había reaccionado de aquella forma solo por una mirada. Kyubin siempre había
necesitado besos, roces, para empezar a reaccionar a los estímulos, había
necesitado que el ambiente estuviera caldeando para que su cuerpo se empezase a
calentar y aquello no era a lo que estaba acostumbrado, así que no sabía qué
hacer. No era como si no hubiera pensado en Taeyeob de aquella manera, con
deseo, casi con lujuria, había deseado en demasiadas ocasiones besar sus labios
y, desde que se había despertado con su almohada oliendo a él, había deseado
incluso más cosas; sin embargo, nunca había hecho nada como aquello con ningún
tío y, aparte de estar confuso por sus sentimientos, tenía miedo de hacer algo
que no fuera lo correcto o que Taeyeob no quisiera. Dejó el vaso vació sobre la
mesa y se volvió a sentar en el sofá, intentando respirar con normalidad y
calmar todo aquello que había empezado a sentir de repente. No obstante, cuando
alzó su vista, se encontró con que el chico había comenzado a caminar hacia él,
lentamente, casi contoneándose como si estuviera sobre una pasarela, con sus
ojos clavados en su cuerpo, con la misma intensidad con la que lo había mirado
a través de la pecera, y Kyubin tuvo que tragar saliva porque su boca se le
había quedado completamente seca. El movimiento tuvo que llamar la atención de
Taeyeob, porque sus ojos se dirigieron entonces hacia sus labios y su lengua
mojó los suyos, provocando que Kyubin se quedara sin respiración. El tiempo
pareció detenerse entre ellos de nuevo, avanzando demasiado lento quizás,
porque Kyubin sintió cómo horas el escaso segundo que Taeyeob tardó en llegar
hasta él, subiéndose sobre sus piernas, dejando que sus rodillas descansasen a
cada lado de sus caderas, pegando su cuerpo al suyo.
—Kyubin hyung —murmuró entonces,
su voz sonando mucho más grave de lo habitual—. Sé que… cuando hablamos… dije
que no querría hacer nada con lo que no te sintieras cómodo —dijo, llevando sus
manos hasta los hombros de Kyubin, dejándolas allí—. Pero dentro de diez
segundos voy a besarte y si te beso, voy a querer algo más… apártame si no
quieres esto.
Taeyeob comenzó entonces su cuenta
atrás, desde el diez hasta el uno, pero Kyubin no lo dejó avanzar más allá del
segundo siete, inclinándose hacia delante y besando sus labios como lo había
hecho una sola vez en todo aquel verano, en la cabina, pero esta vez siendo
plenamente consciente de sus acciones, queriéndolo más que nada. Cuando sus
bocas se encontraron, no pudo evitar que un suspiro de satisfacción absoluta
saliera de sus labios, aquella misma sensación que había tenido cuando lo había
besado por primera vez se había acrecentado, los labios de Taeyeob encajaban
con los suyos y se movían con ellos como si hubieran nacido para estar en
contacto siempre. Las manos del chico se afianzaron sobre sus hombros mientras
su cuerpo se pegaba mucho más al suyo, sus entrepiernas rozándose, provocando
que una corriente eléctrica se extendiera por todo el cuerpo de Kyubin,
recorriéndolo entero. Guiado por aquella sensación, llevó sus manos hasta la
delgada cintura del menor y lo agarró con firmeza, sin emplear mucha fuerza,
rozando con sus dedos parte de su piel, bajo su camiseta, notando cómo aquel
cuerpo que tenía sobre él era recorrido por un escalofrío y cómo los
movimientos de los labios contra los suyos se detenían durante un segundo antes
de volverse más intensos y húmedos. Taeyeob mojó sus labios con su lengua,
pidiéndole de aquella forma a Kyubin que abriera su boca para que éstas se
encontrasen y Kyubin cedió a todos sus deseos, dejando que sus lenguas se
enredasen la una con la otra en un beso que, con cada segundo que pasaba, se
volvía más y más desenfrenado, guiado por sus impulsos, por sus deseos, sin que
ninguno pudiera controlarlo.
Las manos de Taeyeob ascendieron por
su cuello y se agarraron a su nuca, hundiendo sus dedos en la base de su pelo,
tironeando de él suavemente mientras se pegaba aún más a su cuerpo, aunque eso
pudiera parecer imposible, rozando su entrepierna contra la de Kyubin una y
otra vez, haciendo que no dejasen de escapar jadeos de los labios de ambos
mientras se rozaban, sus cuerpos calentándose cada vez más, sus miembros,
ambos, endureciéndose por ello. Para Kyubin era extraño sentir cómo otro
miembro se comenzaba a poner duro contra el suyo, pero a pesar de que era
extraño, lo único que sentía eran cosas agradables, su cuerpo siendo recorrido
por un escalofrío de placer tras otro cada vez que se rozaban, la sangre y el
calor acumulándose en la zona de su entrepierna. No era nada parecido a lo que
había sentido siempre, era todo muchísimo más intenso y Kyubin estaba dispuesto
a dejarse llevar y hacer absolutamente todo lo que Taeyeob quisiera porque todo
aquello lo único que hacía era incrementar su deseo por él, por su cuerpo, por
aquella piel nívea y suave bajo sus dedos que quería rozar y besar, marcar
hasta que adquiriera otra tonalidad. Kyubin separó su boca de la de Taeyeob en
ese momento, tras aquel último pensamiento, jadeando, tratando de recuperar su
respiración y calmarse un poco, pero la visión que tenía ante él, Taeyeob sobre
sus muslos, sonrojado, jadeando, con los labios hinchados, rojos, y brillantes
por el intercambio de sus salivas, hizo que todo en Kyubin se intensificara en
lugar de calmarse.
—Kyubin hyung… —jadeó
Taeyeob, su voz provocando que la piel de Kyubin se erizase—. Más…
Y Kyubin no dudó en darle más,
inclinándose de nuevo hacia él para besarlo de una forma todavía más intensa
que antes, abrazando por completo su cintura con sus brazos y levantándolos a
ambos del sofá sin dificultad. Las piernas de Taeyeob se enredaron en su
cintura, haciendo más fácil para él moverse por su apartamento con él encima,
caminando hasta su cama, evitando la pecera y la tele que estaban en su camino
antes de ponerse de rodillas sobre el colchón e inclinarse hacia delante,
dejando que la espalda de Taeyeob se encontrase con la mullida superficie. Fue
en ese momento cuando se separó de sus labios y comenzó a besar su precioso
rostro, besos suaves, cortos, que hacían sonreír al chico bajo él, descendiendo
hasta encontrarse con su cuello, donde se inclinó y comenzó a besar mucho más
intensamente, lamiéndolo también, inspirando el olor de aquella colonia cítrica
que usaba, a mandarina y lima, tomando ventaja de la posición en la que se
encontraban, escuchando de fondo los jadeos de Taeyeob como si se tratasen del
canto de las sirenas que lo embrujaban y que lo hacían sentir muchísimo más,
casi nublándosele del todo el raciocinio mientras se lanzaba a aquel abismo
junto a Taeyeob, notando los largos dedos del menor hundiéndose en su espalda,
siguiendo besando hacia abajo hasta que su camino se vio cortado por el cuello
de su camiseta. Solo por ese motivo, Kyubin se separó de él de nuevo,
mirándolo, quedándose de nuevo sin respiración por la visión que tenía ante sus
ojos, Taeyeob, con su pelo rubio y rizado desparramado sobre su almohada,
jadeando y sonrojado, sus ojos fijos en Kyubin, brillando intensamente. No pudo
evitar que una sonrisa se extendiera por su rostro. Era demasiado precioso y lo
único que en aquellos momentos deseaba era hacerlo suyo, como nunca antes lo
había deseado con nadie.
—No he hecho esto nunca con un
chico, Taeyeob —le dijo, sincero.
—No te preocupes… hyung…
—murmuró él—. Puedo guiarte…
—Hazlo entonces.
Una sonrisa apareció en el rostro de
Taeyeob, una sonrisa pícara que hizo que un escalofrío recorriera la columna
vertebral de Kyubin, y después se alzó sobre sus codos, quedándose sentado en
la cama, sacándose la camiseta por la cabeza y haciendo lo mismo con la de
Kyubin, dejándolos a ambos desnudos de cintura para arriba. Sus manos de dedos
largos y delgados tocaron el torso de Kyubin, rozando el contorno de sus
músculos delicadamente con sus yemas, haciendo que la piel del mayor se erizase
de nuevo por el contacto, pero no fueron sus dedos lo único que tocaron su
piel, sus labios tomando el relevo y besando su estómago, arriba y abajo,
trazando un camino de besos húmedos y sonoros, sus dedos encontrando el botón
de sus pantalones y desabrochándolo, bajándole la cremallera y dejando que
éstos cayeran hasta sus rodillas, el bulto de su miembro duro siendo muchísimo
más evidente ahora que solo eran sus calzoncillos los que lo cubrían. Los
labios de Taeyeob dejaron entonces su estómago y comenzaron a besar su miembro
por encima de la tela, provocando que éste se pusiera cada vez más duro y que
miles de corrientes eléctricas recorrieran su sistema nervioso una y otra vez,
haciendo que Kyubin se sintiera en el paraíso hasta que el chico alejó su
caliente boca de su entrepierna.
—Kyubin hyung… —murmuró,
alzando su cabeza para mirarlo a los ojos, estos mostrando un poco de
preocupación—. Dime que tienes condones y lubricante o vaselina… sino un poco
de aceite también puede servir…
—Tengo condones —replicó—. También
tengo vaselina.
—Tráelos a la cama… por favor… no
creo que aguante mucho tiempo…
La voz de Taeyeob sonó desesperada
y, aunque no lo había dicho, Kyubin sabía perfectamente qué era lo que no podía
auguantar más. Por ese motivo, asintió a sus palabras y se levantó del colchón,
pateando sus pantalones para terminar de quitárselos, aunque lo último que
quisiera hacer fuera separarse del chico. Fue directo hasta el cajón de la
cómoda donde estaba su ropa interior y tomó de él un par de condones, yendo
inmediatamente después hacia el baño, para tomar del armario de encima del
lavabo el pequeño tarro de vaselina que guardaba allí, decidiendo coger también
un rollo de papel higiénico del lugar, volviendo casi corriendo hasta la cama,
donde se había dejado a un Taeyeob medio desnudo, pero encontrándoselo al
regresar sin una pieza de ropa cubriendo su cuerpo, su piel nívea brillando
bajo la luz de la luna que entraba a través de los amplios ventanales, todavía
sin cortinas, que iluminaba la estancia. Kyubin se quedó paralizado ante
aquella visión, sin poder dar ni un paso más hacia él, completamente
mesmerizado ante toda su belleza. Su cuerpo era completamente diferente al de
cualquiera de las mujeres con las que se había acostado, no teniendo las curvas
de sus pechos ni de sus caderas, pero siendo, de alguna forma, mucho más bello
y atractivo. Kyubin había perdido el control de las acciones de su cuerpo al
verlo, pero volvió en sí mismo cuando el chico abrió sus piernas, enseñándole
su miembro semi erecto, palpitando, y llevó su dedo índice a su boca,
embadurnándolo en saliva, su lengua jugando con él cómo a Kyubin le gustaría
que estuviera jugando con su miembro en aquellos momentos, para después
llevarlo hasta su ano, introduciéndolo en su cuerpo lentamente, siseando al
hacerlo. De los labios del mayor escapó un jadeo involuntario al ver aquella
escena y rápidamente volvió al colchón con él, dejando al alcance de la mano
del chico todo, los condones, la vaselina y el papel higiénico.
—Taeyeob… —murmuró, jadeando su
nombre.
—Voy a prepararme para ti —respondió
el chico, sin dejar de mirarlo a los ojos fijamente—. Disfruta.
El chico sacó su dedo de su cuerpo y
después cogió el tarro de la vaselina, hundiendo los dedos de su mano izquierda
en él y embadurnándolos con aquella crema viscosa, llevándolos después hacia su
trasero, donde introdujo uno de ellos, con facilidad. Un gemido leve abandonó
sus labios y Kyubin tuvo la imperiosa necesidad de ser él quien provocara todas
las sensaciones que estuviera teniendo en aquellos momentos, hundiendo sus
dedos en él y no solo sus dedos, hundiéndose él por completo en el chico. Apostaba
que la sensación debía de ser demasiado intensa, sus paredes apretándolo, envolviéndolo
por completo y generándole un placer infinito. No obstante, en aquellos
momentos, mientras Taeyeob se preparaba para él, sabiendo exactamente lo que
debía de hacerse para que no le doliera, para sentir más y más placer, bajo su
atenta mirada, lo único que podía hacer era notar cómo su miembro crecía dentro
de sus calzoncillos hasta el punto que estar dentro de éstos le comenzaba a
doler y a molestar, queriendo ser liberado. El chico continuó penetrándose con
sus dedos, primero con uno, luego añadiendo un segundo y, más tarde, usando
todavía más vaselina en su ano para que éstos se deslizaran sin ningún problema
en su interior, el sonido que esta acción causaba provocando todavía más cosas
dentro de Kyubin de las que jamás había sentido, pero, sobre todo, haciéndolo
sentir excitación y muchísima expectación. Un gemido grave, salido de lo más
profundo de la garganta de Taeyeob, se dejó escuchar en el lugar y el chico se
quedó completamente quieto durante unos segundos, jadeando, con sus ojos
nublados por el placer, como si hubiera dado con algo en su interior que lo
había llevado a un punto cercano al éxtasis.
—Kyubin hyung… —lo llamó el
chico unos momentos después, cuando pareció volver a la realidad después de
aquello—. Te necesito ya… —Taeyeob dijo aquello, sacando sus dedos de su
trasero y limpiándoselos con el papel higiénico que Kyubin había dejado a su
lado—. No quiero que te preocupes por nada, hyung… —añadió, moviéndose
sobre la cama hasta quedar de rodillas—. Solo necesito que confíes en mí.
—Confío en ti —replicó Kyubin
inmediatamente, haciendo que una sonrisa preciosa apareciera en el rostro de
Taeyeob.
Y tal y como le había prometido,
confió en él y dejó que él se encargase de todo. Taeyeob terminó de quitarle
los calzoncillos para dejarlo completamente desnudo, como él, sonriendo y
mencionando que su miembro estaba tan duro que no iba a necesitar de sus
atenciones, indicándole que se sentara sobre el colchón, tomando uno de los
condones y abriendo su envoltorio, sacándolo de él y colocándoselo a Kyubin
después, en cuanto éste estuvo sentado tal y como le había pedido. Tras aquello
volvió a hundir sus dedos en el tarro de la vaselina y embadurnó con él su
miembro cubierto con el condón hasta que sus manos resbalaron por la superficie
de éste. Solo entonces, Taeyeob volvió colocarse sobre sus muslos, de la misma
forma que lo había hecho cuando estaban en el sofá, pero esta vez,
completamente desnudo, su miembro rozando contra el torso de Kyubin, su mano
izquierda tomando el de Kyubin y guiándolo hacia su trasero mientras éste
descendía, usando la mano en su hombro para apoyarse y equilibrarse, hasta que
la punta de su miembro rozó contra su ano y, en ese momento, el chico descendió
sobre él, lentamente, tortuosamente, hasta que el miembro de Kyubin estuvo
completamente dentro de su cuerpo. Ambos dejaron escapar un gemido grave de sus
labios en ese momento mientras el mayor sentía cómo las paredes del recto de
Taeyeob lo apretaban como nunca nada lo había hecho antes, provocando una
fricción tan intensa y tan exquisita que estaba seguro de que no tardaría mucho
en acabar llegando al orgasmo, con Taeyeob entre sus brazos.
Taeyeob no se movió durante unos
momentos, dejando que ambos se acostumbrasen a aquello y simplemente rodeó con
sus brazos el cuello de Kyubin, mirándolo a los ojos con infinito deseo,
infinito placer e infinito cariño, una mirada tan intensa que Kyubin no pudo
evitar perderse en aquellos ojos castaños, sintiendo demasiado. Aquella postura
era tan íntima, sus cuerpos conectados al máximo nivel, mirándose el uno al
otro con aquella intensidad que Kyubin sintió cómo su corazón se encogía ante
aquello, de una forma en la que una calma y una calidez se extendían por todo
su cuerpo, sintiéndose bien, libre de cualquier preocupación o agobio, libre de
todos los pensamientos que había tenido durante todo el verano sobre si lo que
estaba haciendo era lo correcto o no, sabiendo que lo único que necesitaba para
ser feliz era tener a Taeyeob de aquella forma entre sus brazos. El chico le
dedicó una sonrisa y después se inclinó sobre él para besar sus labios durante
tan solo unos segundos, un beso corto y dulce, que hizo que en el rostro de
Kyubin se replicara otra sonrisa.
—¿En qué piensas? —le preguntó
Taeyeob.
—En que eres el chico más precioso
del mundo —le respondió, dándole un corto beso sobre su nariz—. Y en que no
cambiaría por nada del mundo donde estoy ahora mismo y todo lo que estoy
sintiendo.
—Idiota… —murmuró Taeyeob,
enrojeciendo violentamente debido a su comentario.
Kyubin quiso replicarle que no lo
era, que simplemente había perdido la cabeza por él, siendo lo más sincero que
nunca había sido, pero antes de que pudiera hacerlo, el chico comenzó a mover
sus caderas, levemente, poco a poco, creando fricción, haciendo que perdiera el
hilo de sus pensamientos y que solo pudiera dedicarse a sentir, sentir cómo
Taeyeob se movía arriba y abajo, engullendo su miembro con su trasero una y
otra vez, usando sus manos sobre sus hombros como apoyo para poder hacerlo, a
veces mirándolo, sonriéndole, otras veces simplemente cerrando sus ojos y
disfrutando de su propio placer. El chico se movía lento, a veces rápido,
cambiando el ritmo, haciendo que Kyubin se sintiera a punto de correrse un
instante y volviendo a un punto anterior a ese cuando ralentizaba sus
movimientos, provocando que cada vez se sintiera más y más cerca de llegar al
orgasmo, sintiendo muchísimo más en cada ocasión. Taeyeob jadeaba cada vez que
se movía, de placer y por el esfuerzo, su frente comenzando a perlarse por el
sudor, su pelo pegándose a ella. Kyubin, incluso completamente perdido en su
propio placer, no pudo evitar llevar su mano al rostro del chico y apartar de
su frente su flequillo, retirándoselo detrás de la oreja. Su acción hizo que
Taeyeob se detuviera durante un segundo a observarlo, pero que después
comenzase a moverse más y más rápido, mucho más rápido de lo que lo había hecho
hasta el momento, como si quisiera alcanzar el orgasmo en aquel instante, su
miembro rozándose una y otra vez contra el estómago de Kyubin, duro, a punto de
estallar, como el del propio Kyubin; sin embargo, antes de que ninguno de los
dos pudiera hacerlo, Taeyeob acabó deteniéndose por completo, sin aire, dejando
caer su cabeza contra su pecho, abrazándose a su cuerpo.
—No puedo más… —jadeó contra su
piel—. Por favor sigue tú.
Kyubin no pudo evitar sonreír ante
aquello, dándole un beso en su cabeza, antes de hacer lo que le había pedido y
seguir él. Sin mucha dificultad, hizo que las piernas del chico rodeasen su
cintura y después se inclinó sobre él, sin salir siquiera de su cuerpo,
tumbándolo sobre la cama hasta que encontró una posición cómoda en la que
seguir penetrándolo, moviendo sus caderas una y otra vez, escuchando los
gemidos del chico resonar en sus oídos cada vez que entraba profundamente en
él, moviéndose más y más rápido, hasta que ninguno de los dos pudo soportarlo por
más tiempo y ambos acabaron corriéndose, primero Taeyeob, manchando con su
semen sus estómagos, y después Kyubin, llegando al orgasmo más exquisito e
intenso que jamás había tenido en su vida, abrazándose con fuerza a Taeyeob, y
notando cómo todos los músculos de su cuerpo se relajaban, siendo recorridos
por el placer, sintiéndose en el paraíso.
🐟🍷
Kyubin se despertó debido a la luz
del sol que entraba por los amplios ventanales de su apartamento.
Definitivamente, compraría unas cortinas pronto. Bostezó sin poder evitarlo,
todavía demasiado cansado como para despertar, pero sabiendo perfectamente que
una vez que la luz lo hubiera despertado no podía hacer otra cosa más que
remolonear en la cama hasta que su cuerpo le funcionase correctamente. Quiso
refregarse los ojos con su mano derecha para quitarse los rastros del sueño que
le quedaban y poder abrirlos, pero no pudo hacerlo debido a que había algo que
le dificultó el movimiento y entonces Kyubin abrió sus ojos, encontrándose al
hacerlo con el rostro de Taeyeob dormido frente a él, pareciendo un ángel caído
del cielo, bañado por la luz del amanecer. Su corazón dejó de latir un instante
antes de volverse loco dentro de su pecho ante aquella estampa y no pudo evitar
que una sonrisa apareciera en su rostro tras recordar los eventos de la noche
anterior, cómo ésta había sido probablemente la mejor noche de su vida y cómo
no se arrepentía en lo más mínimo de haber salido de su cama y haber ido a ver
a Taeyeob a pesar de que ese no había sido su plan en un principio. Había sido
increíble, todo lo que había sentido junto a él, no solo durante el sexo, sino
durante toda la noche, y Kyubin sentía que se le desbordaba demasiada felicidad
por todos sus poros, a pesar de todas las dudas, a pesar de todos sus miedos,
había hecho lo correcto comenzando algo junto a él.
Kyubin se pasó lo que le parecieron
horas observando el rostro dormido de Taeyeob, sin hacer absolutamente nada
más, completamente perdido en su belleza, al menos hasta que su estómago
comenzó a rugir como si llevase sin comer una semana en vez de tan solo unas
pocas horas. En ese momento, no pudo evitar entrar un poco en pánico porque
seguro que cuando Taeyeob se despertase tendría tanta hambre como él, por todo
el esfuerzo que habían hecho durante la noche antes de caer rendidos, pero él
no había hecho la compra de la semana y tampoco tenía demasiada buena mano en
la cocina. El pánico se le pasó en unos momentos, no obstante, porque su
cerebro intoxicado de alcohol y placer decidió recordar en ese momento que
Taeyeob le había comentado en una de las muchas noches que había pasado con él
en la hamburguesería que había una cafetería cerca de allí en la que hacían
unos bollos de crema increíbles y que, cada vez que podía, iba. Teniendo aquel
dato, Kyubin decidió que lo mejor que podía hacer era vestirse y salir diez
minutos para comprar el desayuno.
Con cuidado de no despertar al
chico, trató de sacar su brazo de debajo de su cabeza, lentamente, con mucho
tiento, hasta que lo consiguió y dejó escapar un suspiro profundo de alivio
porque Taeyeob ni siquiera se había inmutado. Salió de la cama poco después,
tratando de no mover demasiado el colchón tampoco y se fue directamente al baño
para darse una ducha rápida, quitándose el sudor de la noche y el olor a sexo
de encima, llevándose con el agua y el jabón también el olor a mandarina y lima
de Taeyeob. Apenas tardó en salir de la ducha, secándose el pelo con una toalla
y con solo la mitad inferior de su cuerpo cubierta por otra, caminando despacio
por el apartamento, cogiendo calzoncillos limpios del cajón de la cómoda y
comenzando a vestirse, sin poder dejar de echarle miradas a Taeyeob, que seguía
durmiendo plácidamente en su cama, ahora bocabajo, huyendo de los rayos del sol
que entraban por la ventana, con su brazo izquierdo y parte de su desnuda
espalda fuera de la colcha, su piel nívea resplandeciendo bajo la luz de la
mañana, algo despeinado también. Kyubin no pudo evitar sentarse a su lado en el
colchón para observarlo de cerca, ya con sus pantalones puestos y una camisa
blanca a falta de abrochar, de nuevo quedándose embobado observándolo hasta que
su estómago volvió a rugir y solo entonces decidió levantarse y terminar de
arreglarse frente al espejo que había a los pies de su cama, abrochándose los
botones de la camisa uno tras otro hasta que estuvo listo para salir,
poniéndose sus zapatos y cogiendo las llaves de su apartamento, cerrando la
puerta con un cuidado infinito para no despertar a Taeyeob de su profundo
sueño.
🐟🍷
Taeyeob se despertó sintiendo la
ausencia de un cálido cuerpo a su lado. El chico se removió en la cama,
tratando de encontrar ese calor de nuevo, esos brazos fuertes que lo habían
abrazado durante toda la noche, no hallándolos por más que los buscó. El chico
abrió sus ojos, la luz del sol que entraba por la ventana siendo demasiado
fuerte como para que los pudiera mantener abiertos durante mucho tiempo. Tuvo
que parpadear varias veces para acostumbrarse a toda aquella claridad y, cuando
lo hizo, se refregó los ojos, abriéndolos bien por fin y descubriendo que,
efectivamente, el cuerpo de Kyubin no se encontraba a su lado en la cama.
Todavía medio dormido y algo confuso, el chico frunció el ceño ante este hecho
y se removió en la cama, estirándose un poco para terminar de despertarse,
notando cómo los muslos le daban un pequeño tirón, protestando por todo el
esfuerzo de la noche anterior. Taeyeob no pudo evitar el sonrojo que cubrió
todo su rostro pensando en todo lo que había pasado y, sobre todo, en todo lo
que él había hecho delante de Kyubin, llevando las riendas como si supiera lo
que hacía a pesar de que su experiencia sexual había sido bastante limitada.
Había sido demasiado intenso y quizás algo desvergonzado con él, aprovechando
cómo el mayor había mostrado interés porque se quedase, por él y por su cuerpo,
pero, a pesar de que se avergonzaba, no se arrepentía de ello.
Tardó unos momentos en que la
vergüenza se le terminase de pasar, pero cuando lo hizo, Taeyeob se sentó en la
cama, rascándose la cabeza un poco y cubriendo su cuerpo desnudo con la colcha
de la cama del mayor, sintiendo una pequeña incomodidad en su trasero al
hacerlo, una pequeña punzada que le recordaba que debía de haber dedicado
quizás unos minutos más en prepararse lo suficiente para el miembro de Kyubin,
teniendo en cuenta que llevaba algo de tiempo sin tener ninguna actividad en su
trasero. No obstante, era algo con lo que podía vivir, así que, no le echó
muchas cuentas y simplemente se dedicó a observar el apartamento de una
habitación, buscando con su mirada a Kyubin. El mayor no estaba en ningún lado
y Taeyeob acabó formando un puchero con sus labios por ello, porque no se había
esperado despertarse y que éste no estuviera allí, habría querido despertar
todavía en sus brazos, pudiendo darle besos por toda la cara para que se
despertase. De todas formas, no se preocupó demasiado por su paradero, sabiendo
que, si había tenido que salir había debido ser por algo importante, porque
debido al carácter que éste le había mostrado durante todo aquel verano y todo
lo que había sucedido la noche anterior, dudaba que éste lo hubiera dejado solo
en su apartamento por las buenas. Sus sospechas se confirmaron unos momentos
después, mientras se encontraba todavía sentado en el filo del colchón,
tratando de quitarse el resto del sueño y despertarse del todo porque la puerta
del apartamento de Kyubin se abrió y por ella entró éste, con un par de
bandejas oscilando peligrosamente en su mano, una de ellas llevando dos cafés y
la otra debiendo de llevar algunos dulces. Taeyeob se fijó que en la bandeja de
los dulces ponía el nombre de una cafetería que se encontraba cerca de allí y
de la que le había hablado a Kyubin en algún momento antes, no pudiendo evitar
la sonrisa que apareció en sus labios por el hecho de que el mayor se hubiera
acordado de aquella cosa que había mencionado de pasada y hubiera salido a
comprar el desayuno para ambos aquella mañana de esa cafetería en cuestión.
—Oh, ¿ya estás despierto? —preguntó
Kyubin, avanzando hacia la mesa de la cocina para dejar las cosas y viéndolo
levantado—. ¿Llevas mucho rato esperándome? —Taeyeob negó con la cabeza.
—Solo unos pocos minutos —murmuró,
su voz sonando rasposa por llevar despierto tan solo unos momentos.
Kyubin le dedicó una sonrisa
encantadora y después caminó hacia donde él se encontraba, agachándose frente a
él para quedarse a su altura, llevando su mano derecha a su pelo para
revolverlo cariñosamente. Taeyeob protestó un poco por aquella muestra de
afecto, avergonzado, sintiendo cómo sus mejillas ardían, pero su reacción solo
hizo que Kyubin sonriera de una forma mucho más amplia antes de acercar su
rostro al suyo y dejar un beso corto sobre sus labios. El chico sonrió contra
la boca del mayor y sintió cómo un sentimiento cálido se extendía por todo su
cuerpo, un sentimiento que provocaba que los dedos de sus pies se curvaran por
la felicidad y que hacía que todo el miedo que había sentido durante el tiempo
en el que no había sabido cuáles eran los sentimientos de Kyubin por él se
disipase del todo, sabiendo hasta en el fondo de su ser, que después de que
ambos hubieran dejado atrás todos sus miedos y prejuicios, podían comenzar a
ser libres, juntos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario