miércoles, 2 de agosto de 2023

[Chapter VIII] Kingdom of Rain {Dannthur}

 Chapter VIII: journey

 

Una espesa capa de niebla lo cubría absolutamente todo provocando que Arthur no pudiera ver a más de dos palmos de distancia; no obstante, él seguía avanzando, avanzando lentamente por un suelo de mullida hierba dejando atrás espadas clavadas en la tierra, algunas cubiertas por maleza, otras corroídas por el óxido, otras nuevas y brillantes como si acabaran de ser terminadas por el herrero. El chico sentía inquietud, algo de miedo, mientras avanzaba por aquel campo lleno de espadas… pero aquel sentimiento se transformó en calma, en serenidad, cuando finalmente salió de allí y se encontró frente a un lago de hermosas aguas cristalinas que reflejaban en su superficie la luna llena y las copas de los árboles que lo bordeaban. Arthur se quedó maravillado por la hermosura de aquel lugar, por la pureza que desprendía, sintiendo magia vibrar en el aire, metiéndose por todos los poros de su piel y, unos momentos más tarde, una mano salió de las aguas del lago, perturbando la quietud de éstas, provocando pequeñas hondas por el movimiento, una mano que le indicó a Arthur que debía acercarse, que debía ir hacia allí, hacia el centro del lago. El chico dio un paso, luego otro, metiéndose en el agua, la oscuridad tragándoselo repentinamente y provocando que en su corazón se instalase un terrible miedo.

 

Arthur se despertó sobresaltado y lo primero que hizo fue tantear en la cama con sus manos, buscando el calor del cuerpo de Dann para abrazarse a él y que éste calmara su corazón y su miedo, no obstante, el chico no encontró nada al otro lado de la cama y cuando abrió sus ojos se dio cuenta de que estaba solo. Arthur inspiró profundamente y trató de calmarse solo, tardando bastante rato en hacerlo porque los detalles del sueño se mezclaban con la realidad que había vivido la noche anterior y todo ello lo ponía muy nervioso. El sueño debía de haber sido premonitorio, estaba completamente seguro de ello, pero había sido demasiado descriptivo, nunca antes había tenido un sueño tan claro en el que apareciera exactamente y gráficamente qué era lo que tenía que hacer. A veces eran colores, otras veces escenas sueltas mezcladas, difusas, sin orden ni sentido, por lo general eran caóticos y aquello era una novedad, haber visto su camino de una forma tan clara. Arthur sabía perfectamente que, si quería avanzar, si quería probar si era el heredero del Reino de la Lluvia de verdad tenía que ir en busca de la legendaria espada Excalibur, tenía que ir hacia aquel lugar que le había mostrado su sueño y, para ello, debía de contar con Dann… pero solo pensar en Dann hacía que su corazón se acelerara y que su mente se nublara porque la noche anterior lo había besado. Lo había besado y después había huido de su lado, dejándolo solo, con demasiadas preguntas en su cabeza y con un dolor sordo en su corazón. Arthur no se había querido dormir y se había pasado prácticamente toda la noche en vela, durmiéndose finalmente por cansancio de madrugada, pero Dann no había regresado a la habitación, no había vuelto a su lado. Arthur estaba enfadado. No por el beso, el beso lo había hecho sentir mariposas en su estómago, revoloteando por su interior, había hecho que su corazón latiera como loco dentro de su pecho y había hecho que su mente se nublara y que solo pudiera pensar en Dann, en poder besarlo de nuevo… no… el beso no era lo que lo había enfadado, había sido el hecho de que Dann no había regresado a su lado.

 

Arthur suspiró y acabó levantándose de la cama. Debía de hablar con alguien sobre el sueño, aunque no pudiera hacerlo con Dann en aquellos momentos porque estaba seguro de que éste no lo quería ver, así que, su única opción era hablarlo con Ivan porque de todas formas tenía una conversación pendiente con él sobre Excalibur, el mago debía de saber cosas sobre la espada y sobre aquel campo lleno de espadas con el que había soñado, así que, era la persona más indicada con la que poder hablar de todo ello. Por ese motivo, se dirigió sin pensarlo más hasta donde se encontraba Ivan, sin esperar siquiera a que Jahan o Mujin aparecieran por la habitación para acompañarlo, por lo que tuvo que preguntar a varios sirvientes del castillo para poder encontrar el lugar en el que estaba el mago porque en el tiempo que llevaba allí, Arthur no había ido nunca a sus aposentos. Cuando finalmente lo encontró, el chico llamó a la puerta y permiso para entrar a la habitación, encontrándose al mago ante un enorme caldero al fuego, un caldero que burbujeaba con un espeso líquido negro y al que le estaba echando unos polvos en esos momentos. Sin saber si terminar de entrar o no al lugar, el chico se quedó en la puerta hasta que Ivan alzó la cabeza y miró en su dirección, dedicándole una sonrisa que lo hacía parecer increíblemente joven, casi como si fuese un adolescente.

 

—Arthur —lo llamó—. ¿Qué es lo que te trae por aquí?

—Buenos días —dijo, entrando al lugar y cerrando la puerta tras él, acercándose hasta donde se encontraba el mago con el caldero, quedándose a una distancia algo prudencial de él por si algo salpicaba—. Quería hablar contigo sobre algo —comenzó, dejándose caer sobre un taburete de madera que tenía cerca.

—Tú dirás —respondió Ivan, echando esta vez una hierbas secas dentro del caldero—. No puedo dejar lo que estoy preparando, pero soy todo oídos.

 

Arthur asintió y después suspiró profundamente. Tenía varios asuntos que tratar con el mago, todos ellos importantes, y debía de enfocarlo todo de la mejor forma posible, así que, se dedicó unos momentos a poner en orden sus pensamientos antes de comenzar a hablar.

 

—Tengo algunos libros sobre la historia del reino, sobre su fundación y sobre la familia real que he leído y releído a lo largo de los años —empezó a explicar—, en ellos se habla de una espada legendaria, creada con magia, para la familia real, una espada que solo se deja empuñar por aquellos que llevan la sangre de la familia en sus venas.

—Excalibur —dijo Ivan, levantando su cabeza del caldero y dedicándole una sonrisa, una sonrisa que en aquella ocasión le dio la sensación de que la persona que tenía ante él era tan antigua como el propio mundo en el que vivían—. ¿Qué quieres saber de ella?

—¿Es real? —preguntó, sin poder evitarlo, aunque después del sueño que había tenido esa noche, aquel campo lleno de espadas, le habían mostrado el camino que debía de seguir para encontrar la espada.

—Tan real como tú y como yo —replicó el mago—. Tan real como el mundo en el que vivimos.

—Y... —Arthur tragó saliva, sintiendo su boca terriblemente seca antes de hablar y hacerle la pregunta más importante—. ¿Es verdad la leyenda? ¿De verdad solo se deja empuñar por los miembros de la familia real del Reino de la Lluvia?

—Fue forjada con magia, una magia muy antigua y avanzada que muy pocos magos son capaces de usar, Excalibur solo responde ante el linaje de la realeza del Reino de la Lluvia y a nadie más —le respondió Ivan—. Imagino que tu interés por ella viene de querer encontrar una forma para saber si de verdad eres el heredero al trono y, además contar con una legitimación para acceder a éste, si resulta ser la verdad. ¿Me equivoco? —Arthur esbozó una pequeña sonrisa y después movió su cabeza de forma afirmativa—. Pero hace siglos que la espada se perdió y nadie vivo la ha vuelto a ver, ¿cómo crees que vas a ser capaz de encontrarla? —Arthur esbozó una pequeña sonrisa que provocó que el mago alzara una de sus cejas de forma interrogante—. ¿Sabes dónde encontrarla?

—No exactamente —respondió.

 

Tras su respuesta, Arthur procedió a contarle el vívido y nítido sueño que había tenido esa noche, cómo había visto su camino de una forma tan excepcional como extraña en aquel campo lleno de espadas y aquel lago del cual salía una mano que le indicaba que se introdujese en sus cristalinas aguas. Ivan se quedó pensativo durante algunos momentos, el mejunje que tenía ante él burbujeando de forma intensa sin que le estuviera prestando atención, totalmente perdido en su mente, hasta que finalmente habló, dedicándole una mirada seria.

 

—¿Has hablado con Dann sobre esto? —le preguntó.

 

Arthur se mordió el labio inferior. En cualquier otro momento, después de haber visto que podía confiar en el mayor, el chico no habría dudado en buscar a Dann inmediatamente para contarle el sueño que había tenido, sobre todo, después de la conversación que habían tenido el día anterior sobre la espada y su leyenda… pero en aquellos momentos lo que menos le apetecía era tener una conversación con él, no tras lo sucedido la noche anterior. Si se concentraba lo suficiente, todavía podía sentir el roce de los labios de Dann sobre los suyos y su piel volvía a erizarse, todo su cuerpo se ponía alerta como si éste siguiera allí con él, en la habitación que compartían, sobre la cama, besándose. 

 

—Debería, ¿verdad? —respondió con una pregunta.

—Mi magia no se basa en la adivinación, como la tuya, Arthur y no sé qué es lo que ha podido suceder para que hayas acudido a mí antes que a Dann —comentó el mago, volviendo a prestarle atención a su caldero, cogiendo un tarro en el que había una especie de musgo negro de aspecto dudoso y hundiendo sus dedos en él para coger un poco y echarlo a la burbujeante mezcla—. Pero esto es algo que debes hablar con él porque tu intención es ir en busca de Excalibur, ¿verdad?

—Sí —dijo el chico.

—En ese caso, si así lo deseas, puedo acompañarte a hablar con él en cuanto acabe la poción que estoy preparando —comentó Ivan.

—Lo agradecería mucho —murmuró Arthur.

 

El mago le dedicó entonces una de sus encantadoras sonrisas, continuando con la mezcla que estaba preparando en su caldero, una sonrisa que Arthur correspondió, sintiéndose mucho más tranquilo que cuando se había despertado tras el sueño. Ahora sabía que la espada existía y además sabía que debía de estar en algún lugar del Reino de la Lluvia, un lugar que, en el fondo, había visto en su sueño, aunque no sabía dónde se encontraba exactamente porque éste no se lo había mostrado; sin embargo, le había mostrado que estar en aquel lugar era parte de su futuro si Arthur emprendía su camino. También se encontraba mucho más tranquilo sabiendo que, aunque tuviera que hablar con Dann, tendría a Ivan a su lado, apoyándolo moralmente aunque no supiese exactamente qué era lo que había sucedido entre ambos, tampoco era algo que el chico quisiera que supiera porque se sentía bastante vulnerable y expuesto y no estaba preparado para expresar el turbión de sentimientos y pensamientos que se agolpaban dentro de él porque, después de todo, todo aquello era nuevo para él.

 

El día a día a veces podía ser un poco duro para él, acostumbrado a pasar su tiempo consigo mismo en la soledad de su habitación en lo más alto de la torre donde había estado retenido, cuando había demasiadas personas a su alrededor no se sentía bien, su respiración y el latido de su corazón solían acelerarse, y todavía tenía que acostumbrarse a ello, pero sentía que aquella parte no sería tan complicada como auguraba que lo fuese la parte de expresar sus sentimientos o pensamientos. La vieja Jill le había hablado en alguna ocasión sobre el amor y alguno de los libros que había leído contaban la historia de amor de un caballero de brillante armadura y una doncella hermosa… pero una cosa era leer sobre ello y otra cosa experimentarlo. Arthur no era tonto, solo no tenía experiencia alguna en el mundo que lo rodeaba, pero sabía lo que significaban a la perfección que las reacciones que su cuerpo había tenido a Dann desde el primer día, aunque no quisiera reconocerlo, ni siquiera a sí mismo. Sabía lo que era a la perfección y no solo lo sabía, tenía miedo por lo que significaba.

 

Arthur se había perdido totalmente en sus pensamientos, por lo que se había perdido la mayoría de los movimientos que Ivan había hecho ante él, los nuevos ingredientes que había echado al caldero, pero no le pasó desapercibido el momento en el que el mago ante él se acercó hasta la mesa en la que su vara blanca estaba descansando y el chico volvió a prestarle atención, viendo cómo éste introducía el báculo en el caldero, comenzando a remover la mezcla, provocando que Arthur abriese los ojos como platos y no pudiese evitar el comentario que hizo.

 

—¿De verdad has metido la vara que vas arrastrando por el suelo en el caldero para remover una poción que muy probablemente acabemos bebiéndonos nosotros?

—Claro —respondió Ivan, como si fuera lo más normal del universo—. De esta forma, la poción lleva los poderes de la madre tierra —el mago le dedicó una sonrisa—. En unos momentos estará lista, solo tiene que reducir y la puedo dejar reposando mientras vamos a buscar a Dann.

 

~

 

Encontrar a Dann fue mucho más difícil de lo que Arthur había pensado que sería porque, generalmente, el mayor siempre estaba a la vista y nunca había tenido demasiados problemas para dar con él. Aquel día, sin embargo, parecía que estaba escondiéndose, evitando todos los lugares en los que solía estar como si de aquella forma estuviera reduciendo sus posibilidades de encontrarse por casualidad con Arthur y la posibilidad de que se estuviera escondiendo de él y por eso no hubieran dado con él en ninguno de sus sitios habituales le provocaba una pequeña punzada dentro de su pecho. No obstante, el chico trató de mandar al fondo de su mente esos pensamientos y simplemente seguir enfocado en la búsqueda del mayor junto a Ivan hasta que al final lo encontraron recluido en la pequeña habitación en la que habían hablado con el mago en la noche de su llegada. Dann estaba allí sentado, con un montón de pergaminos sobre la mesa, inclinado sobre ellos, leyéndolos con atención y con unos enormes círculos oscuros bajo sus ojos, como si no hubiera podido pegar ojo en toda la noche.

 

—Jack, he dicho que no se me molestase a no ser que fuese algo realmente urgente —dijo, alzando su cabeza lentamente de todo el desorden que tenía sobre la mesa de madera, la expresión de su rostro cambiando rápidamente al percatarse de que quienes estaban ante él eran Ivan y Arthur—. ¿Ha pasado algo? —fue lo siguiente que preguntó, pareciendo realmente preocupado.

—Arthur ha tenido un sueño premonitorio sobre Excalibur —dijo Ivan, pasando a la habitación y retirando una de las sillas para sentarse a la mesa—. Me ha preguntado por su existencia antes de contarme que su sueño le ha marcado un camino bastante nítido hacia ella, así que he supuesto que habría que hablar seriamente contigo porque tenemos un largo viaje por delante.

—¿La espada existe de verdad? —preguntó Dann, su voz sonando incrédula—. ¿No es solo una leyenda?

—Existe —respondió el mago—. Y tenemos que encontrarla para demostrar que Arthur es el legítimo heredero del trono del Reino de la Lluvia.

 

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Los preparativos para emprender el largo viaje que debían de hacer para ir en busca de Excalibur mantuvieron a Dann tan ocupado que prácticamente no tuvo tiempo de tener ninguna conversación en la que intercambiase más de dos palabras con Arthur, por lo que en el fondo, fue fácil no tocar el tema del beso y hacer que éste se acabase diluyendo entre todo lo que había por preparar. Prácticamente no pasaban nada de tiempo junto porque Dann se despertaba al alba cada día y se acostaba tan tarde que el chico estaba profundamente dormido cuando se metía en la cama y salía de ella y luego, durante el día, Dann no paraba de ir de un lado para otro tratando de terminar todas las tareas pendientes más importantes como el regente de aquel reino en esos momentos, mientras intentaba preparar algunos de los aspectos de su viaje y dejar en manos de los hombres de mayor confianza de su ejército los puestos más importantes en la organización del éste para el tiempo que pasase fuera de allí no se volviera todo un terrible caos. Hacía demasiado poco tiempo que habían conquistado aquellas tierras, todo estaba todavía bastante inestable y no estaba seguro de que irse del castillo tan pronto fuera algo que debiera hacer, pero tampoco tenía muchas más alternativas, ya que no quería que Arthur se embarcase en un viaje tan importante y lo hiciera sin la compañía de otro guerrero experimentado por lo que pudiera suceder. No sabían qué era lo que se iban a encontrar en su camino, por lo que era mejor estar lo más preparados posible para cualquier contratiempo y, sobre todo, lo mejor protegidos posible.

 

El propósito real de aquel viaje debía permanecer también en el más estricto secreto. Nadie fuera del pequeño grupo que iba a acompañar a Arthur en él debía de saber cuál era el propósito de éste y nadie más debía de saber que el chico era el heredero. Por el momento, solo lo sabían la vieja Jill, Ivan y él mismo, si no contaba a MuJin, porque no sabía si contarlo realmente o no. Después de aquella noche en la que los dos habían bebido demasiada cerveza, el chico no había dado muestras de acordarse de acordarse de lo sucedido entre ambos en la cocina, ni de la conversación que habían mantenido sobre él y Arthur, ni del beso que le había dado de una forma tan inexplicable como extraña. Dann tampoco había tenido tiempo de tener con él una conversación seria porque había estado demasiado ocupado desde entonces, pero el guerrero no se había comportado de forma distinta con Arthur tampoco, siempre a su lado, siempre intentando enseñarle a manejar la espada, siempre tratando con él de la misma manera que lo había hecho hasta el momento. Aparte de ellos, nadie más debía de saber que Arthur era el legítimo heredero al trono y nadie debía saber que el motivo por el cual se iba aquella pequeña comitiva era para encontrar una espada legendaria que lo convertiría en el rey; no obstante, para que Dann pudiera abandonar su puesto en aquel reino de aquella forma tan repentina debía de haber un motivo de peso. Era el líder de su ejército y la persona que se estaba encargando de gobernar aquellas nuevas tierras conquistadas, pero tras hablarlo largo y tendido con Ivan y Arthur el día en el que le habían contado el sueño premonitorio que el chico había tenido, habían alcanzado un acuerdo sobre qué era lo que podía decir al resto del castillo, a sus más leales hombres, mientras lo organizaban todo para la partida.

 

La marcha se haría efectiva en la siguiente luna llena y el motivo oficial de ella era encontrar al verdadero heredero del trono.

 

Por el castillo siempre circulaban rumores, rumores sobre posibles personas que podían ser los herederos al trono del Reino de la Lluvia, entre los sirvientes, los nobles encerrados en las mazmorras, entre las gentes del pueblo que se encontraba a escasa distancia del castillo o los súbditos de todas partes del reino que iban y venían y pasaban entre sus muros. No era extraño que la persona que había conquistado el reino quisiera encontrar al legítimo heredero, por lo que embarcarse en su búsqueda no era extraño para Dann, menos cuando aquellos que estaban a su alrededor sabían a la perfección que su posición como líder de aquel reino no era más que transitoria, él solo había deseado unas tierras donde asentarse con sus hombres, gobernar el Reino de la Lluvia a largo plazo nunca había sido su plan. Por ese motivo, aunque tuvo que responder muchas preguntas, a nadie en su entorno le resultó extraña su decisión de echarse al camino en busca del heredero, solo cuestionando el por qué de la tan repentina decisión. La llegada del mago obviamente había despertado la curiosidad entre aquellos que vivían entre los muros del castillo y las habladurías sobre sus poderes le habían dado a Dann la excusa perfecta, debido a que Ivan había pedido hablar con el heredero, implicando que había un heredero con el que hablar y también implicando que si no se encontraba en el castillo, debía de estar en cualquier otro lugar del reino.

 

Dann había trabajado de sol a sol y apenas había descansado para conseguir que todo en el lugar se quedase correctamente y no hubiese ningún problema durante el tiempo indeterminado que estaría fuera, pero cuando el día de la siguiente luna llena llegó, no pudo evitar sentir que el tiempo había corrido demasiado deprisa y que todavía tenía muchas más cosas por hacer antes de salir por las puertas del castillo. Sin embargo, tuvo que repetirse mentalmente varias veces que había hecho todo lo que estaba en su mano para dejarlo todo atado allí y que lo había dejado en buenas manos, con Jack a la cabeza de sus hombres de confianza manejándolo todo en su ausencia, cuando finalmente estaban a punto de atravesar las puertas del castillo en el amanecer de la luna llena de aquel mes. El tiempo se le había pasado demasiado rápido, tan rápido que ni siquiera había tenido tiempo para pensar en lo que pasaría durante el viaje, ni en que tendría que encarar a Arthur en algún momento de éste. Sabía que lo debería de encarar, que tendrían que hablar, pero no esperaba que fuera en el mismísimo comienzo de la travesía.

 

—Arthur y JaHan, ¿sabéis montar a caballo? —preguntó MuJin, saliendo de los establos con los cuatro caballos que habían sido ensillados y preparados—. Presupongo que Dann sabe y que si el mago no sabe prepararía un hechizo para poder montar sin problemas.

 

Dann pudo ver cómo Ivan ponía los ojos en blanco antes de dar un par de zancadas hacia uno de los caballos que MuJin sujetaba por las riendas para meter en sus alforjas lo que había empacado para el viaje, usando después su vara como apoyo para subirse de forma elegante al caballo. MuJin soltó entonces las riendas de aquel caballo con un suspiro y volvió a dirigir su mirada hacia los dos chicos. No hacía falta ser adivino para saber a la perfección que ninguno de ellos se había acercado a un caballo nunca, al menos no para montarlo.

 

—Yo solo he limpiado los establos y cepillado a los caballos —dijo JaHan—. El señor Arthur no ha montado tampoco nunca.

—Nos sobra un caballo entonces —murmuró MuJin—. Tú montarás conmigo, JaHan —le dijo al chico—. Arthur puede montar con Dann, que está más acostumbrado a cabalgar en viajes largos que yo.

 

MuJin le dedicó una sonrisa a Dann, una sonrisa que duró apenas un segundo, pero que le mostró que el guerrero recordaba a la perfección todo lo que había pasado la noche que habían bebido hasta altas horas de la madrugada. Dann se sintió un poco vulnerable en aquellos momentos, pero el sentimiento solo duró unos segundos, porque Arthur se acercó a él, lentamente, evitando mirarlo a los ojos, y otro sentimiento se instaló en su pecho: la culpa. Había tratado de no pensar en lo sucedido durante esas semanas que habían sido un caos, pero siempre había acabado dedicándole quizás más tiempo del que debía a darle vueltas a todo. A lo que lo había motivado a besar a Arthur, a la conversación que había mantenido con MuJin y a su propio conflicto interno sobre ello. Había sido difícil que su mente estuviera ocupada en otra cosa y no en la situación a la que en algún momento debía de enfrentarse.

 

—Montar a caballo no es difícil, solo tienes que sujetarte bien —le dijo al chico, tratando de mostrarse amable, tal y como siempre lo había sido con él—. Y no tienes que preocuparte de nada porque estaré detrás de ti para hacerlo todo más fácil.

 

Arthur asintió a sus palabras, pero no levantó la cabeza para mirarlo. Aquello hizo que Dann se sintiese un poco más decepcionado y culpable, pero ese no era el momento ni el lugar de hablar da nada, por lo que, simplemente, esbozó una pequeña sonrisa aunque el chico no pudiese verla y después se dirigió hacia su caballo, cuyas riendas seguía MuJin sujetando. Le acarició el morro a su más fiel compañero de viaje y después continuó tocando su cuello, dándole un poco de cariño al que el animal respondió buscando el contacto y con un suave relincho. Parecía contento porque lo hubieran ensillado para salir, después de todo, desde que habían llegado al castillo apenas había tenido oportunidad de salir de los establos porque Dann había estado demasiado ocupado como para montar diariamente.

 

—¿Preparado para un largo viaje, Hwon? —murmuró al caballo, provocando que éste volviera a relinchar, sacándole una sonrisa. Después de eso, se giró para llamar a Arthur, descubriendo que el chico lo había seguido y se encontraba justo detrás de él—. Voy a ayudarte a montar —le dijo—, solo tienes que sujetarte bien fuerte hasta que monte yo.

 

El chico asintió y después se acercó más a él, colocándose frente a Dann, a tan solo unos pocos centímetros de distancia. No habían estado tan cerca desde la noche del beso y Dann tuvo que tragar saliva porque la boca se le había quedado seca antes de comenzar a darle instrucciones a Arthur sobre lo que debía hacer para subirse al caballo. Éste asintió con cada instrucción y en cuanto Dann terminó de hablar, trató de seguir los pasos que le había indicado, con algo de tiento, pero sin la suficiente práctica para poder hacerlo bien, mucho menos a la primera, por eso, Dann acabó ayudándolo a montarse, sujetando su cuerpo con sus manos y dándole el pequeño empujoncito que necesitaba para poder subirse. En cuanto Arthur estuvo bien colocado y agarrado con fuerza para no caerse, Dann subió al caballo, sentándose tras él y pasándole un brazo por la cintura para pegarse a su cuerpo y sujetar al chico, porque no se fiaba de que una vez comenzasen el viaje, con el trote del caballo Arthur no se desestabilizase y cayese al suelo. El chico se tensó irremediablemente contra su cuerpo, pero su máxima prioridad era que no le sucediese nada malo, protegerlo de cualquier peligro que pudieran encontrar en su camino, incluso aunque eso hiciera que ambos no se sintieran cómodos con la situación en la que se encontraban, porque sus cuerpos estaban demasiado cerca del otro, la espalda estrecha de Arthur firmemente apretada contra su pecho por el brazo con el que Dann había rodeado su aún más estrecha cintura con fuerza.

 

Pasaron unos largos minutos hasta que finalmente todo estuvo re-ubicado y todos ellos estaban sobre sus respectivas monturas y antes de partir Dann se dedicó a tratar con Jack, que había ido a despedirlos, intentando ignorar el cuerpo entre sus brazos y para darle unas últimas instrucciones al hombre al que había dejado a cargo de llevar los menesteres más importantes del reino hasta que volvieran de aquel viaje sin un rumbo y sin un destino fijo, del que no sabían cuándo iban a poder regresar siquiera. Cuando finalmente todo estuvo listo para emprender la marcha, Dann se despidió de Jack y dio la orden a Hwon para que comenzara a moverse, yendo tras el caballo blanco que montaba Ivan, quien los guiaría usando su magia hasta que Arthur volviese a tener otro sueño que le indicase el camino exacto que debían seguir y, cerrando la comitiva, a sus espaldas, el caballo pardo que montaban MuJin y JaHan.

 

~

 

Los primeros días de la travesía Dann los podía describir como caóticos y se estaría quedando corto. Habían planificado muchísimo antes de salir, pero la única cosa que no habían podido planificar había sido su destino porque ni siquiera sabían dónde se encontraba el bosque que Arthur había visto en sus sueños. Con la ayuda de un mapa más o menos preciso del Reino de la Lluvia habían marcado todos los bosques que podrían ser el indicado y cuando pasaban cerca de alguno de ellos preguntaban a los aldeanos sobre estos lugares, pero hasta el momento solo habían dado vueltas en círculos sin obtener ningún resultado. Ivan los iba guiando, no obstante, hasta todos los bosques en los que sentía algún tipo de magia procediendo de ellos, por si alguno de ellos era el indicado, siguiendo lo que le dice la tierra y la energía de ésta. Dann no lo había entendido del todo bien porque la magia que utilizaba este se le escapaba de su conocimiento, de todo a lo que siempre había estado acostumbrado, pero el mago los estaba ayudando para que al menos no tuvieran que detenerse en absolutamente todas las zonas boscosas del reino mientras esperaban alguna otra señal divina o a que Arthur tuviera otro sueño premonitorio que le indicase exactamente el lugar al que debían de dirigirse.

 

Arthur... el mismo Arthur que cabalgaba en sus brazos y que trataba de dirigirle la palabra lo mínimo posible, yéndose en busca de JaHan y de MuJin en los momentos en los que bajaban del caballo para comer o para descansar un poco. Dann mentiría si dijera que no le dolía la forma en la que el chico lo ignoraba de forma tan deliberada, pero él tenía la culpa de que tuviera aquel comportamiento con él, él había sido quien lo había besado y él había sido el primero en huir y esconderse de él, evitarlo para así evitar la conversación que tenían pendiente, por eso no se lo recriminaba. Sin embargo, tampoco sabía cómo ponerle remedio exactamente a la situación y, al final, seguía huyendo como un cobarde de todo aquello, a pesar de que Dann siempre había tratado de enfrentarse a todos los retos que se le habían puesto por delante, a todos los obstáculos que habían aparecido en su camino... pero en esos momentos, lo único que podía hacer era disfrutar del calor del cuerpo de Arthur contra el suyo, disfrutar de las expresiones de sorpresa que esbozaba cada vez que veía algo que no había visto nunca, de sus ojos castaños llenos de curiosidad observando el mundo que lo rodeaba. Dann se conformaba con aquello y no se atrevía a hacer algo que pudiera volver el viaje todavía más incómodo de lo que ya lo era. Por eso, No iba a decir nada ni iba a hacer nada hasta que no fuera estrictamente necesario sobre aquel tema y, sobre todo, trataría de seguir haciendo lo que debía, estar alerta por si cualquier peligro los acontecía en el camino y proteger a Arthur.

 

Deberíamos parar aquí esta noche dijo MuJin, cuando un pequeño pueblo apareció ante ellos. Hace días que solo hemos dormido al raso y merecemos un poco de descanso.

 

Todos estuvieron de acuerdo con él. Una cama en cualquier posada de mala muerte era bastante mejor que dormir al raso y hacer turnos y guardias para proteger el pequeño campamento que montaban y el fuego para que no se apagase. Hacía varías noches que ninguno descansaba como debía por aquello y también era hora de hacerse con algunas provisiones más para seguir con su camino. Por ese motivo, dirigieron sus monturas hacia el pequeño pueblo que se alzaba ante ellos y acabaron cogiendo un par de habitaciones y dejando los caballos en los establos de ésta para pasar aquella noche allí. Ivan había confirmado que aquel lugar era un buen sitio para los viajeros y que sentía buenas vibraciones emanando de aquella posada en concreto, por lo que habían seguido las indicaciones del mago para elegir aquel lugar, cenar algo caliente, darse un buen baño para quitarse toda la suciedad del camino y descansar hasta el día siguiente, aprovechando para salir más tarde en lugar de levantarse al amanecer para emprender de nuevo el camino. Todos merecían aquel descanso y sus caballos también.

 

Dann, no obstante, parecía no poder relajarse ni descansar, dando vueltas y vueltas en la cama de la habitación que estaba compartiendo con Ivan en aquella ocasión. Habían sido unos días largos y, a pesar de que Dann estaba acostumbrado a estar siempre en movimiento, los días habían sido duros para él, por lo que estaba muy cansado, pero el sueño no terminaba de acudir a él y, al final, acabó levantándose de la cama, vistiéndose y bajando al bar de la posada para tratar de que la cerveza lo ayudase a relajarse y dormir de una vez por todas. Su idea había sido aquella, tomarse un par de jarras, quizás salir a dar un paseo y después volver a la habitación, pero sus planes se vieron totalmente interrumpidos cuando escuchó hablar a la persona que se encontraba sentada a su lado en la barra con el tabernero sobre un lago, un lago de aguas cristalinas y frías bordeado por un bosque embrujado al que muy pocos se atrevían a entrar y que se encontraba en el extremo norte del reino, lindando con el Reino de la Nieve. Dann no pudo evitar interesarse por todo lo que el joven a su lado, vestido con ropa de viaje gastada y portando una espada tenía que decir sobre aquel lugar porque parecía encajar perfectamente con la descripción que Arthur les había dado sobre el lugar con el que había soñado, estando atento a la conversación sin participar de ella hasta que el joven se giró hacia él, con una sonrisa.

 

No he podido evitar darme cuenta de que mi historia le interesaba, señor le dijo, mirándolo a los ojos directamente, totalmente seguro de sí mismo. ¿Me equivoco?

Siempre me han interesado este tipo de lugares en los que no muchos hombres estarían dispuestos a adentrarse respondió Dann, dándole un trago a su jarra de cerveza. Parece el lugar perfecto donde comenzar una aventura y, si no te importa, me gustaría saber más sobre él.

 

Un brillo juguetón apareció en la mirada del muchacho que tenía ante él, un joven de facciones finas y delicadas, ahora que se fijaba en él. El chico parecía incluso más joven que Arthur, más joven de lo que en ocasiones lo parecía Ivan, con algunos rasgos que todavía lo acercaban a la adolescencia más que a la juventud, pero sus ojos marrones parecían haber visto muchísimo mundo y aquello fue lo que motivó a Dann a pasar el resto de la noche con él, escuchando todo lo que éste le tenía que decir sobre aquel místico lugar y decidiendo que quizás necesitaban de su compañía y ayuda para poder encontrar su destino.

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