Mostrando entradas con la etiqueta Kingdom of Rain. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Kingdom of Rain. Mostrar todas las entradas

martes, 26 de marzo de 2024

[Chapler XII] Kingdom of Rain {Dannthur}

 Chapter XII: way back home

 

La noche en la que Arthur recibió Excalibur levantaron campamento en el mismo borde del lago, al abrigo de los árboles que lo circundaban y con el beneplácito del espíritu que guardaba aquel lugar. Sus caballos con todas sus pertenencias, aquellos que habían dejado en la linde del bosque antes de entrar, aparecieron ante ellos, tras ser guiados por la magia y los poderes espirituales del señor del lago hasta allí y prepararon una cena rápida en silencio. Todos tenían muchas cosas de las que hablar, muchas cosas que explicar, muchas preguntas por hacer y muchas respuestas que recibir, pero esa noche ninguno parecía dispuesto a comenzar aquella tan necesaria conversación. Había sido un viaje demasiado largo y aquel día había sido demasiado extenuante, así que, era normal que quisieran dejar aquello para otro momento en el que se sintieran con más fuerzas para hablar. Antes de la cena, Arthur se quitó las ropas mojadas y se puso sus mudas de repuesto para entrar en calor de nuevo, sentándose junto al fuego, con Excalibur siempre a su lado, al alcance de su mano, y después de ella, simplemente se echó a dormir en los cálidos y fuertes brazos de Dann, sin siquiera intentar dormir por sí mismo, sin importarle lo que los demás pudieran pensar o decir y el guerrero tampoco lo rechazó ni le hizo preguntas, solo abrió sus brazos, lo apretó fuertemente entre ellos y le deseó buenas noches.

 

martes, 27 de febrero de 2024

[Chapler XI] Kingdom of Rain {Dannthur}

Chapter XI: Excalibur

 

Arthur notó una mano sujetando la suya y tirando de él cuando la espesa niebla se lo tragó todo y dio un pequeño respingo, pero no se resistió porque aquella pequeña y fuerte mano que tiraba de él le transmitía calidez y confianza, por lo que se dejó llevar sin cuestionar nada a través de la niebla, lejos de ella. El chico pensó que se debía de tratar de alguno de sus compañeros de viaje, MuJin y JaHan tenían las manos llenas de cayos por la espada y la vida como sirviente del castillo respectivamente, pero estaba seguro de que no había visto cayos en Ivan o en ChiWoo, así que, tenía que ser uno de ellos dos. Dann estaba completamente descartado porque la sensación que su cuerpo tenía cuando se tocaban, los escalofríos que recorrían su columna vertebral de arriba abajo, no estaban ahí. Caminar a ciegas por un terreno que no era totalmente liso hizo que Arthur se tropezase en más de una ocasión con pequeñas piedras, ramas o raíces que sobresalían del suelo, porque con la espesa niebla ni siquiera podía verse los pies, pero la mano que lo guiaba lo sujetaba con fuerza y lo ayudaba cuando eso sucedía para que no cayese, algo que el chico agradecía infinitamente porque si estuviera caminando solo ya habrían sido varias la veces que habría acabado por los suelos, además de completamente perdido.

 

¿Dónde vamos? preguntó una vez el pensamiento de estar perdido en la niebla entró en su mente.

Hacia Excalibur le respondió la voz de ChiWoo, escuchándose cercana, pero a la vez lejana.

 

Arthur asintió a aquello, a pesar de que el otro chico no podía verlo por la niebla y siguió dejando que este lo guiase a través del bosque. Los demás debían de haberse quedado en aquel campo de espadas en el que se habían encontrado antes, sin poder moverse porque la niebla lo cubría todo y era difícil caminar sin perderse en aquel mar de árboles del bosque, Arthur lo estaba sufriendo en sus propias carnes a pesar de que ChiWoo lo estaba llevando hacia la espada, como si conociese el camino o pudiera ver a través de aquel espesor. Ese último pensamiento lo hizo detenerse por completo, hundiendo sus pies en el suelo húmedo del bosque que debía de estar plagado de musgo por cómo lo sentía al caminar sobre él. La mano de ChiWoo trató de tirar de él hacia delante, pero Arthur hizo fuerza y se quedó anclado en su sitio, negándose a moverse ni un solo milímetro. Habían encontrado al muchacho en mitad de su viaje, un viaje del cual la mayoría de los compañeros con los que había salido del castillo no sabían el propósito real, por mucho que hubiese escuchado sus conversaciones, todos habían tenido especial cuidado en no mencionar a Excalibur ante él ni que la estaban buscando, ChiWoo no podía saber que la espada era lo que debía de conseguir, pero tampoco debía de saber moverse por aquel lugar si lo que les había contado sobre su anterior visita al bosque era verdad.

 

Tenemos que movernos, Arthur dijo ChiWoo, la premura palpable en su voz. No podemos quedarnos aquí, debemos de llegar al lago.

¿Quién eres? le preguntó el chico.

El silencio fue la única respuesta que Arthur obtuvo durante unos momentos, unos momentos en los que su cabeza no paró de dar vueltas y vueltas, pensar en mil y una situaciones que pudiese explicar el por qué aquel muchacho que parecía haberles caído del cielo cuando empezaban a desesperar por no ser capaces de encontrar su camino, supiese qué era lo que trataban de alcanzar con su pequeña expedición, pero ninguna de ellas tuvo sentido y la cabeza del chico comenzó a doler.

 

Cuando salgamos de la niebla respondió ChiWoo.

 

El chico volvió a tirar de su mano, de forma insistente y Arthur volvió a dejarse guiar por él. Había algo en su voz que le decía que debía de seguirlo, que cuando al final emergiesen de la espesa niebla que los envolvía obtendría todas sus respuestas y éstas serían satisfactorias; no obstante, la mente de Arthur seguía plagada de dudas y, además, tampoco podía dejar de pensar en aquellos que habían dejado atrás. Seguro que JaHan estaba preocupadísimo por él, nunca lo había perdido de vista desde que había salido de la torre en la que había vivido toda su vida y Dann tampoco podía estar contento con aquello, pero Arthur no podía volver atrás solo en búsqueda de los demás porque acabaría perdido en la inmensidad del bosque, por lo que su única opción real era seguir a ChiWoo hasta que este le explicase todo. La ocasión no tardó en llegar. La niebla comenzó a ser poco a poco menos espesa a medida que avanzaban, hasta que finalmente quedó tras ellos, como si nunca hubiese existido, cuando emergieron a las orillas de un lago de aguas cristalinas. Arthur tuvo que parpadear varias veces para acostumbrarse a la luz de la luna que bañaba aquel espacio, iluminándolo de forma especial, en contraste con la oscuridad que había reinado a su alrededor dentro de la niebla y cuando sus ojos se acostumbraron, el chico no pudo evitar sorprenderse al ver bien el lugar en el que se encontraba, la forma en la que aquel lago era idéntico al que había aparecido en su sueño.

 

Siento haberos mentido dijo ChiWoo, provocando que el chico se enfocase en él. No podía revelar mi verdadera identidad porque si lo hubiera hecho habríais desconfiado de mí comentó. No deambulo por los pueblos contando historias ni soy un guerrero mercenario... soy uno de los espíritus de este bosque, enviado por el señor del lago para guiarte en tu camino le explicó. Eres el único que puede merecer la espada que gobernará sobre todos los súbditos del Reino de la Lluvia en una nueva era.

Espera... dame un momento... murmuró Arthur.

 

De verdad necesitaba un momento para procesar aquello que acababa de escuchar. ChiWoo les había mentido, sobre su origen, sobre su identidad, sobre su historia y no lo habían encontrado por casualidad, él había ido en su búsqueda y los había llevado hasta allí, había llevado hasta allí a Arthur, para que se encontrase con su destino. Entendía que había ido en su búsqueda para hacer su camino mucho más fácil y rápido porque gracias a él habían encontrado aquel lugar antes de desesperar por la infructuosa búsqueda, pero el chico se sentía herido por las mentiras que les había contado para ganarse su confianza, quizás, si les hubiera dicho la verdad desde el primer momento, no lo hubieran creído o habrían pensado que se podía tratar de alguna trampa, alguien que no quisiese que descubriesen si Arthur era de verdad el heredero legítimo al trono del Reino de la Lluvia; no obstante, el chico no podía evitar sentirse herido por ellas, porque habían pasado varias semanas juntos, habían vivido algunas experiencias junto a él y todo se había basado en mentiras. Sin embargo, a pesar de que aquello le dolía a Arthur, por la confianza que había depositado en ChiWoo, tenía muchas preguntas que hacerle, así que, suspiró profundamente y trató de mandar al fondo de su mente aquello, para poder hablar de nuevo.

 

¿Dónde están los demás? ¿Por qué me has traído solo hasta aquí? ¿Están bien? cuestionó.

Siguen en el campo sagrado respondió ChiWoo. Bajo cada una de las espadas yace un guerrero contra el cual están luchando para demostrar si son dignos de merecer acompañarte en el resto de tus días explicó y, ante la expresión de preocupación que debió mostrar el rostro de Arthur, añadió: sus vidas no corren peligro porque solo están luchando contra espíritus y los muertos no pueden dañar a los vivos, pero sí retrasar su avance, porque solo tú puedes llegar hasta aquí.

¿Por qué?

Creo que sabes bien por qué, Arthur replicó el espíritu del bosque ante él. La magia corre por tus venas, eres el descendiente directo de Uther, uno de los monarcas más poderosos que ha gobernado el reino, aquel que mandó forjar Excalibur, la espada que solo reconoce a quienes comparten su sangre y son dignos de gobernar justamente.

 

Arthur no dijo nada. No sabía qué decir ante aquello. Siempre había pensado que era un profeta, eso era lo que el antiguo rey le había dicho, lo que le había repetido constantemente y él lo había creído... la posibilidad de no ser el heredero había estado ahí, la mera posibilidad de que la vieja Jill se equivocase porque era demasiado vieja para tomarla en cuenta, la posibilidad de que la magia de Ivan no fuese certera, Arthur podía haber sido un simple profeta y sus sueños, sus visiones, residir en esa magia... pero ahora que había llegado hasta allí, hasta aquel bosque sagrado, y tras escuchar las palabras de ChiWoo, a Arthur no le quedaba más remedio que creer en una nueva realidad. Arthur no era simplemente un profeta, Arthur era el legítimo heredero al trono del Reino de la Lluvia. El chico se sintió un poco mareado porque, en el fondo, siempre había pensado que podía haber una posibilidad de que todos estuviesen equivocados y era extraño para él saber la verdad, Arthur, que hasta hacía tan solo unos meses había visto el mundo a través de una pequeña ventana con barrotes. Sin embargo, el destino de Arthur y del Reino de la Lluvia había cambiado de forma drástica en el momento en el que Dann desenvainó su espada y se adentró en sus tierras, no buscando muerte ni destrucción, simplemente avanzando lentamente hasta su corazón, queriendo asentarse allí. Dann. Dann, quien al principio lo había tratado como a un mero prisionero, pero que luego había dado todo lo que tenía por protegerlo, interponiéndose entre él y cualquier persona que pudiera hacerle daño. Dann que había creído con firmeza casi desde el primer instante que era el heredero al trono y había acompañado a Arthur en aquel viaje para probar al resto del mundo que el Reino volvería a ser gobernado por el linaje correcto, el linaje que jamás se debió manchar o perder por la codicia individual del que, ahora sabía a ciencia cierta, había sido su tío.

Arthur llamó ChiWoo su nombre, sacándolo de sus pensamientos. Has llegado lejos... pero Excalibur todavía está esperando a su legítimo dueño.

 

En ese mismo momento, tras él, Arthur escuchó cómo las aguas del tranquilo lago comenzaban a moverse y el chico se giró para ver cómo en la superficie se estaban formando ondulaciones y provocando que pequeñas olas rompiesen contra la orilla, estando el epicentro en el mismo centro del lago. Arthur entrecerró sus ojos para observar mejor el centro del lago, percatándose de que bajo la superficie de aquellas aguas cristalinas había algo, algo que comenzaba a emerger, una extraña figura que el chico no podía identificar del todo desde aquella distancia. Siguió con los ojos fijos allí, conteniendo la respiración hasta que de las aguas salió una mano, una mano humana que se movió, indicándole con sus dedos que se dirigiera hacia allí, hacia el centro del lago. Arthur tragó saliva. Su destino finalmente lo había encontrado.

 

Es mi señor le dijo ChiWoo. Quiere que vaya con él.

Lo sé... murmuró el chico en respuesta.

 

Arthur suspiró profundamente, observando la mano que había salido del lago unos momentos más. Era blanca como la nieve, parecía suave y delicada, pero a la vez fuerte, y desprendía una leve luminosidad bañada por la luz de la luna, las pequeñas gotas de agua que corrían por ella brillando como estrellas fugaces unos segundos antes de perderse en el agua. Estaba claro que aquella mano, aunque pareciera la de un humano, no pertenecía más que a una criatura mágica... el señor del lago. Excalibur, la espada la tenía él, así que, Arthur debía hacer lo que éste le pidiera si quería que se la diera y ser reconocido como el legítimo heredero.

 

El chico miró las aguas ante él y la distancia que lo separaba del centro del lago. Desde la orilla podía ver que los primeros metros de camino eran doable, podía andar por la superficie arenosa del fondo del lago hasta que éste le llegase al cuello, pero más allá de allí, no estaba seguro de cómo iba a llegar. No sabía nadar, nunca había sido enseñado y aquello podía ser un gran desafío; no obstante, tuvo el presentimiento de que, si había sido llevado hasta allí, si había llegado hasta aquel lugar, el señor del lago no dejaría que le sucediese nada malo. Por ese motivo, Arthur trató de dejar de lado todas sus dudas y todos sus miedos, para tener solo una cosa en mente: obtener la espada. Conseguirla por Jill y JaHan, que lo habían cuidado siempre; por su madre, que había muerto en aquella solitaria torre; por Dann, que lo había protegido desde el mismo momento en el que lo había conocido; por Ivan y MuJin, que se habían embarcado en aquel viaje junto a él para encontrar la espada y al legítimo heredero del Reino de la Lluvia. Con todo aquello en mente, Arthur reunió todo el valor que necesitó y se desató los zapatos, quitándose después las capas exteriores de su ropa, para quedarse tan solo con la interior, dejándolo todo en la orilla para el momento en el que saliese del agua. Arthur miró por última vez el camino que debía de hacer y después de inspirar profundamente, comenzó a adentrarse en aquellas aguas cristalinas.

 

El agua estaba terriblemente fría y escalofríos recorrieron todo su cuerpo de arriba abajo, pero Arthur trató de no pensar en ello, solo caminando lentamente sobre el fondo del lago, adentrándose más y más en él, sin perder de vista aquella mano que lo había llamado. El chico intentó calmar su respiración agitada y el rápido golpeteo de su corazón, relajándose y repitiéndose mentalmente que no le sucedería nada mientras el agua comenzaba a cubrirle cada vez más y más, subiendo de su cintura, su pecho y hasta su cuello, llegando el momento en el que ya no hacía pie. Sin saber cómo nadar, Arthur trató de mover sus brazos y sus piernas de forma descoordinada para seguir hacia delante, pero en el momento en el que sus pies dejaron de tocar el fondo, aquello fue casi imposible. El chico pataleó y manoteó en el agua, tratando de avanzar, pero su cuerpo pesaba y se hundía bajo el agua, su cabeza desapareciendo bajo su superficie en varias ocasiones mientras Arthur intentaba salir de nuevo a flote. La mano del señor del lago estaba cada vez más cerca, solo le quedaban unos pocos metros para llegar a ella, pero el peso de su cuerpo lo volvía a hundir bajo el agua una y otra vez, sin que él pudiera hacer nada por evitarlo, tragando cada vez más agua, sintiendo sus músculos cansados y atrofiados, sin fuerzas para poder seguir adelante. Arthur había tratado de dejar todos sus miedos en la orilla, había intentado pensar que no le sucedería nada malo y que podía adentrarse en el lago sin ninguna consecuencia, que el señor del lago no dejaría que le sucediera nada malo... pero había sido un idiota, un tremendo idiota. Arthur lo siguió intentando, siguió queriendo avanzar, poniendo toda su fuerza de voluntad en ello, pero llegó el momento en el que no pudo más y, al final, el chico acabó hundiéndose bajo la inmensidad de aquellas aguas.

 

No supo el tiempo que pasó bajo el agua, hundiéndose más y más hacia el fondo, la superficie quedando tan lejana que, aunque estirase sus brazos, sus dedos no saldrían de ella, pero en algún momento de su caída hacia la profundidad, el chico dejó de hundirse y, ante él, apareció la figura de un joven, un joven que vestía con ropajes vaporosos que flotaban a su alrededor y cuya piel resplandecía, iluminándolo todo. Era el señor del lago, aquel que lo había llamado, aquel que lo había hecho llegar hasta allí.

 

“Arthur Pendragon” lo llamó una voz en su mente. “Has recorrido las tierras del Reino de la Lluvia hasta llegar hasta mí, en busca de la espada que me fue legada por tus antepasados, pero no puedo entregártela hasta que no sepa cuál es el uso que quieres darle a esta espada sagrada”.

 

Arthur jamás se habría imaginado que el ser que guardaba Excalibur apareciese ante él con aquella pregunta, pero en el fondo tenía sentido. La espada le había sido legada por sus antepasados para que esta estuviese a buen recaudo y, aunque se le hubiese reconocido como el heredero y se le hubiera guiado hasta allí, no se la podía entregar sin más. Sin embargo, Arthur no había pensado en qué uso le daría a aquella espada forjada con magia, hasta hacía tan solo unos pocos minutos ni siquiera había estado completamente seguro de que él fuese el heredero legítimo, solo se había embarcado en aquel viaje porque Ivan y Dann habían creído que lo era realmente, no solo que debía de buscar la espada... pero Arthur tenía claro qué era lo que no quería hacer con ella y también tenía claro qué era lo que debía de hacer.

 

“Quiero la espada para probar que soy el legítimo heredero al trono del Reino de la Lluvia” pensó, sintiendo cómo el aire comenzaba a faltarle y su mente empezaba a nublarse, “y una vez halla conseguido el reconocimiento como tal, quiero ayudar a mi reino. No quiero guerrear con los reinos vecinos, no quiero conquistar más tierras, solo quiero instalarme en el trono para así poder proteger a mi gente, a mi pueblo, de cualquier mal que pueda venir”. Y Arthur no pudo añadir nada más porque la oscuridad se lo tragó por completo.

 

������

 

Dann dio un mandoble con su espada, girándola en el aire y atravesando de esa forma el cuerpo translúcido que se encontraba ante él, cortándolo por la mitad, jadeando y sudando profusamente por el esfuerzo que le suponía aquello. No sabía cuánto tiempo llevaba peleando contra aquellos espíritus que se habían alzado en la niebla, tampoco sabía cómo se encontraban el resto de sus compañeros porque en la espesura era imposible ver nada... y su corazón seguía encogido por ser incapaz de saber dónde se encontraba Arthur y si el chico estaba bien, pero Dann no podía dejar que sus pensamientos, que sus miedos, lo distrajesen de la pelea, tenía que ganar, tenía que derrotar a esos espíritus y tenía que salir de la niebla para poder encontrar a Arthur. El guerrero vislumbró por el rabillo del ojo cómo otro espíritu se lanzaba hacia él e hizo un giro para encararlo, no obstante, el cansancio acumulado le terminó pasando factura y fue mucho más lento de lo que habría sido jamás en otras circunstancias. Con horror, Dann vio cómo el espíritu se cernía sobre él, con la espada levantada, dispuesto a destrozarlo por completo... pero antes de que su arma se hundiese en su cuerpo, éste se quedó totalmente quieto. Dann frunció su ceño, confuso, pero no dio tiempo a que el espíritu volviese a la carga, terminó el giro que había comenzado a hacer y le rebanó la cabeza al cuerpo ante él, provocando que éste se desvaneciera por completo. Dann se volvió entonces hacia el espíritu contra el cual había estado luchando antes y vio cómo éste se desvanecía también, no dejando ni rastro de su resplandor y el joven no pudo evitar sentirse todavía más confuso. ¿Qué era lo que estaba pasando?

 

Como si el universo quisiera responder a su pregunta, la niebla espesa que lo había rodeado comenzó a alzarse y a retirarse tan rápido cómo había llegado y Dann pudo ver que se encontraba en el mismo lugar, en aquel campo de espadas que en otro momento, hacía muchos siglos, había sido un campo de batalla. El guerrero se giró en redondo, buscando con la mirada a todos sus compañeros, encontrando con rapidez a MuJin, que se encontraba a tan solo un par de metros de él, Ivan no estaba tampoco demasiado lejos, su vara blanca todavía en posición de ataque, y JaHan estaba cerca de los árboles en donde había caído antes, cuando una de las espadas lo había lanzado por los aires. Todos ellos parecían estar bien, jadeaban por el esfuerzo que acababan de realizar, de la misma forma que lo hacía Dann, pero ninguno parecía estar herido. Dann se giró de nuevo, buscando a las otras dos personas que le faltaban, pero a pesar de que la luz de la luna iluminaba aquel claro en el bosque por completo, el guerrero no vio rastro alguno de Arthur ni de ChiWoo y sintió cómo si algo afilado se le clavase en el corazón. Si algo le había pasado a Arthur tan solo porque lo había perdido de vista en la niebla, jamás se lo perdonaría.

 

¿Estáis todos bien? preguntó MuJin.

Estoy bien le contestó JaHan, pero... ¿dónde está mi señor Arthur?

Debe de haber seguido su camino hacia Excalibur respondió Ivan, impasible, volviendo a usar su vara como apoyo para andar. Después de todo, era su misión el encontrarla.

 

Dann se sintió furioso en ese momento. Siempre había sabido que Ivan, como mago, sabía muchísimo más de lo que sabía el resto, pero éste nunca había hablado de ello y Dann había confiado en él porque Arthur le había pedido que lo hiciera. Había intentado entender que el joven era misterioso, que su sabiduría sobre el mundo era prácticamente inimaginable y que los poderes que albergaba eran infinitos, lo había seguido a través del Reino de la Lluvia dejándose guiar por él y por su contacto con la madre naturaleza, lo había hecho todo por Arthur, para que éste pudiera encontrar la espada... pero Arthur no estaba allí, Arthur había desaparecido, y el mago debía saber perfectamente dónde se encontraba, así que, Dann no lo soportó más y se acercó a Ivan rápidamente, sin pensar en nada más que en encontrar al chico.

 

Si sabes dónde está Arthur, mago, es hora de que vayas señalando el camino le dijo, sin contener la furia que apareció en su voz.

No deberías dirigir tu rabia contra mí, ni contra ninguno de los presentes fue lo que le contestó Ivan, pero entiendo que no tener a Arthur en el perímetro de tu visión te pone ansioso. El chico está donde debe de estar y, no os preocupéis, puedo llevaros hasta él.

 

Dann suspiró profundamente y trató de calmarse. No lo consiguió del todo, pero sí lo suficiente para que su cuerpo se relajase un poco y sus músculos se destensasen. El mago lo observó durante unos momentos, pero no añadió nada más y simplemente se giró para comenzar a caminar de nuevo, saliendo de aquel campo de espadas y adentrándose en la espesura del bosque. Dann lo siguió inmediatamente, guardando en su vaina su espada, viendo por el rabillo del ojo cómo MuJin ayudaba a JaHan, sujetándolo por la cintura, para que éste pudiese caminar mejor, antes de seguirlos a ambos por el bosque. La luna iluminaba su camino a través de las copas de los árboles y Dann no perdía de vista los ropajes blancos del mago al que seguía, a pesar de que el paso de éste era rápido, porque no podía permitirse el lujo de perderlo por nada del mundo ya que lo estaba llevando hasta Arthur. Arthur, al que había jurado proteger, pero no había podido mantenerlo a su lado y ahora había desaparecido y no lo había hecho solo, había desaparecido junto a ChiWoo, que no estaba allí con ellos tampoco, y Dann no sabía qué pensar sobre aquello. Había confiado en el otro porque les había llevado hasta allí y les había contado cosas que no sabían del bosque; sin embargo, no tenía que haberle quitado el ojo de encima tampoco porque su aparición frente a ellos había sido demasiado bonita para ser real. Había sido descuidado y ahora lo estaba pagando, no sabiendo dónde se encontraba Arthur o si estaría bien. De nuevo, sintió cómo si algo afilado atravesase su pecho al pensar si al chico le podía haber sucedido algo, si estaba herido de alguna forma... y Dann sabía perfectamente a qué se debía ese dolor. Lo había estado ignorando durante demasiado tiempo, había tratado de enviarlo al fondo de su mente por su propio bien y por el de Arthur, pero el guerrero no se podía negar más a sí mismo que sentía algo por aquel chico, algo demasiado fuerte.

 

MuJin había tenido razón desde el principio aunque no hubiera querido escuchar al chico y también había tenido razón en que Arthur albergaba unos sentimientos por él bastante similares a los que Dann tenía por él. Lo había comprobado desde ese primer beso que habían compartido, cómo Arthur lo había buscado, cómo la decepción más absoluta se había hecho presente en su rostro cuando Dann lo había estado evitando, la forma en la que su cuerpo reaccionaba a cualquier tipo de contacto con el de Dann. Lo había sabido desde el primer momento y aún así se había estado poniendo excusas, una tras otra, para no verlo, para olvidarlo, para no dejar que sus sentimientos tomaran el control. En el fondo, muy en el fondo, sabía que, a pesar de ser un hombre de fe, a pesar de que siguiese muchos de los dogmas de su relación, a pesar de que su cabeza le dijese que era una locura siquiera albergar aquellos sentimientos, Dann no podía seguir como hasta ese momento, escondiéndolos, escondiéndose tras una fachada que no era verdad, haciéndose daño no solo a él mismo, sino a Arthur, la persona a la que quería proteger de cualquier amenaza... incluso de la amenaza de sí mismo. Aquella revelación le hizo daño, pero no tanto daño como le había estado haciendo tratar de ignorarlo todo, así que, lo único en lo que pudo pensar fue en que Arthur estuviera bien, sin ni un solo rasguño, para poder sentarse un día a hablar con él sobre todo aquello y tratar de averiguar entre ambos qué era lo que podían hacer.

 

Tan perdido en sus propios pensamientos había estado que no se había dado cuenta de que Ivan había dejado de caminar ante él y se había detenido en el momento en el que había salido del mar de árboles a un claro en el bosque donde había un lago de aguas cristalinas, solo se percató de ello, cuando la túnica blanca del mago que había estado siguiendo a una distancia prudencial estuvo prácticamente frente a su rostro, y Dann se detuvo entonces para no chocarse contra él, mirando a su alrededor. Recordaba vagamente que Arthur había hablado sobre cómo en su sueño caminaba hasta un lago a través del bosque después de salir del campo de espadas y supuso que aquel era el destino final de su viaje; sin embargo, al observar su entorno, Dann no pudo encontrar al chico, solo vio a ChiWoo en el lugar. Rápidamente, sintiendo la misma furia que había sentido contra Ivan por no ser claro con sus palabras, Dann fue hacia él para pedirle explicaciones.

 

¿Dónde está Arthur? ¿Qué has hecho con él? cuestionó, llegando hasta él.

Solo lo he guiado hasta su destino fue lo único que respondió el chico, levantando una de sus manos y señalando el lago.

 

Dann se giró rápidamente hacia el lugar que le señalaba y vio cómo el agua de la superficie del lago se movía, pequeñas ondulaciones que recorrían toda la extensión de agua y que se hacían cada vez mayores, concentradas desde el mismo centro del lago y extendiéndose por todo él hasta acabar en la orilla rompiendo como olas. Dann se fijó cómo había algo emergiendo desde las profundidades del lago y se acercó corriendo hasta la orilla, comenzando a quitarse partes de su ropa y la ligera armadura de viaje que llevaba puesta, pero antes de que pudiera quitarse todo el peso necesario para que éste no lo lastrara en el agua y lo hiciera hundirse, en la superficie terminó de emerger una figura vestida con telas vaporosas y blancas, que se pegaban a su cuerpo, del cual emergía una especie de luz que lo hacía refulgir en la noche, reflejando la luz de la luna sobre él y sobre la superficie del lago... y en los brazos de aquel ser, se encontraba Arthur. El corazón de Dann se detuvo por completo. Arthur parecía inerte, sus ojos cerrados, su cabeza inclinada hacia atrás y sus brazos colgando de su cuerpo, como si fuera un muñeco de trapo, sin vida... Dann no pudo hacer nada más que mirar, ver cómo aquel ser que había salido de las aguas caminaba ahora sobre éstas, como si estuviera pisando tierra firme, caminando hacia él, imperturbable, majestuoso, dejando ver que no era una simple criatura mágica sino alguien de increíble importancia en ese lugar, hasta que finalmente se detuvo en la orilla junto a Dann, agachándose y dejando con infinito cuidado a Arthur en el suelo.

 

Dann no tardó ni un solo segundo en acercarse al chico para comprobar si éste estaba vivo, buscando el pulso latir en su muñeca, en su cuello, inclinándose sobre él para colocar su oreja contra su pecho, como poseído, sin poder siquiera respirar hasta que finalmente escuchó un débil golpeteo, la sangre todavía moviéndose en su interior, su corazón todavía latiendo y el guerrero se relajó lo suficiente para volver a respirar, alejándose un poco de su cuerpo. Arthur estaba vivo. Y como si ese pensamiento hubiera llegado hasta el chico, éste recuperó su consciencia, abriendo sus ojos y tosiendo, incorporándose levemente para escupir algo de agua por su boca, no dejando de toser durante un buen rato bajo la atenta mirada de Dann, hasta que finalmente se le pasó el ataque de tos y, con los ojos vidriosos y el rostro enrojecido, Arthur fue capaz de enfocar su vista en él y dedicarle una pequeña sonrisa que derritió por completo el corazón de Dann. El alivio por ver que estaba bien, que no le había sucedido nada y la forma en la que el chico lo miraba, hicieron que el guerrero no pudiera contenerse más y al final se lanzara sobre él para abrazarlo con fuerza, pegándolo a su pecho y no queriendo dejarlo ir nunca más porque había pasado muchísimo miedo... y así se lo hizo saber al chico, susurrándole unas palabras que jamás habría pensado que le diría.

 

Por favor no vuelvas a alejarte de mí nunca más... le dijo, acariciando con su mano derecha su pelo empapado, enredando sus dedos en sus rizos castaños. No lo soportaría si algo te sucediese y no estuvieras junto a mí... no... podría... seguir viviendo si algo te pasase...

Dann... murmuró Arthur, con la voz ronca, abrazándose con fuerza a él, hundiendo sus dedos en su espalda. Estoy bien... no ha pasado nada...

Prométemelo, por favor replicó Dann, en un jadeo casi angustiado.

Lo prometo... respondió el chico.

 

Dann respiró por fin totalmente tranquilo por primera vez en bastante rato. Desde que la niebla se había cernido sobre ellos y había perdido de vista a Arthur, había estado en tensión, así que, cuando se relajó, sintió que todos los músculos de su cuerpo le dolían, pero no podía demostrar su debilidad, no al menos más de la que ya le había mostrado a Arthur, así que, haciendo uso de toda su fuerza de voluntad, se alejó del chico, dejando de abrazarlo. Vio cómo éste le dedicó una sonrisa encantadora antes de girar un poco su cabeza, mirando a su alrededor, la expresión en su rostro iluminándose viendo cómo se encontraban allí el resto de sus compañeros de viaje, su mirada deteniéndose en el ser mágico que lo había sacado de las aguas. Arthur trató de levantarse del suelo, pero trastabilló un poco al hacerlo y Dann le ofreció su mano para ayudarlo a levantarlo, gesto que el chico le agradeció con otra de sus sonrisas y, cuando ambos estuvieron en pie, el chico comenzó a andar, con piernas temblorosas hasta aquel ser, dedicándole una pequeña reverencia cuando llegó hasta él.

 

Muchas gracias, señor del lago le dijo.

No tienes que agradecérmelo replicó éste. Solo tienes que cumplir aquello que me has prometido y ser de esa forma digno de Excalibur.

 

Arthur asintió y el señor del lago se acercó entonces hasta las aguas de éste, extendiendo su mano derecha sobre ellas. Unos momentos después, de las profundas aguas salió una hermosa espada, el acero de su hoja brillando bajo la luz de la luna, de la misma forma que lo hacían las piedras preciosas incrustadas en su mango. Aquella era Excalibur, la legendaria espada que habían estado buscando, la espada que solo podía ser empuñada por el legítimo heredero al trono del Reino de la Lluvia, la espada que confirmaría todas las sospechas sobre si Arthur era o no el merecedor de aquel trono. El señor del lago tomó la espada y se la tendió al chico, que titubeó un poco antes de alargar sus manos y cogerla por la empuñadura, alzándola hacia el cielo con una expresión de asombro, pero a la vez de determinación al comprobar que la espada no lo rechazaba, sino que brillaba en sus manos con un resplandor casi cegador y mágico, reconociendo a su legítimo dueño. Dann no pudo hacer otra cosa más que dejarse caer sobre una de sus rodillas e inclinarse ante él, entonando una salva en honor al nuevo rey.

 

Larga vida al rey Arthur.

 

 

martes, 30 de enero de 2024

[Chapter X] Kingdom of Rain {Dannthur}

 Chapter X: the holy wood

 

Azul, gris, negro, rojo. Los colores se mezclaban los unos con los otros de una forma muy rápida, tan rápida, que a Arthur le costaba seguir el movimiento. Tan caótica e intensa era la forma en la que se mezclaban, que al chico no le di buena espina y, durante todo el tiempo que duró el sueño, hasta que se despertó, estuvo observando aquellos colores con una opresión en el pecho. Cuando Arthur finalmente despertó, lo hizo jadeando y con aquella opresión todavía instalada en su pecho, estando un poco desubicado porque el sueño lo había mareado un poco debido a la forma en la que los colores se habían mezclado en su mente y tuvo que cerrar sus ojos de nuevo e inspirar hondo un par de veces. Su mente se calmó un poco, aunque la mala sensación que le había dejado el sueño siguió resonando por todo su cuerpo y cuando abrió sus ojos de nuevo, lo primero que hizo fue buscar a Dann, hallándolo al otro lado de la hoguera, tumbado, probablemente durmiendo. Había sido un día duro para todos, pero para él debía de haberlo sido todavía más, por la lucha y por quedarse a hacer la guardia a pesar del cansancio. Al menos, su guardia había terminado y en ese momento quien estaba despierto, vigilando que todos estuviesen bien, era MuJin.

 

jueves, 16 de noviembre de 2023

[Chapter IX] Kingdom of Rain {Dannthur}

Chapter IX: new companion


Este es ChiWoo dijo Dann, presentándoles a un chico que había llegado hasta su mesa mientras almorzaban en la posada, antes de volver a emprender el camino de nuevo. A partir de ahora nos acompañará en nuestra travesía buscando aventuras.

 

Aquella misma mañana los había avisado de lo que había sucedido la noche anterior y les había contado que había encontrado a una persona que sabía donde se encontraba el bosque y el lago que estaban buscando y que sería su guía. Arthur no sabía cómo sentirse al respecto con aquello porque le parecía algo extraño encontrar de la nada a alguien que supiera dónde se encontraba exactamente el lugar al que se dirigían, pero en el momento en el que aquel muchacho apareció ante ellos y vio las miradas que intercambiaban Ivan y Dann, hasta que el mago asintió, entonces se sintió un poco más tranquilo.

 

miércoles, 2 de agosto de 2023

[Chapter VIII] Kingdom of Rain {Dannthur}

 Chapter VIII: journey

 

Una espesa capa de niebla lo cubría absolutamente todo provocando que Arthur no pudiera ver a más de dos palmos de distancia; no obstante, él seguía avanzando, avanzando lentamente por un suelo de mullida hierba dejando atrás espadas clavadas en la tierra, algunas cubiertas por maleza, otras corroídas por el óxido, otras nuevas y brillantes como si acabaran de ser terminadas por el herrero. El chico sentía inquietud, algo de miedo, mientras avanzaba por aquel campo lleno de espadas… pero aquel sentimiento se transformó en calma, en serenidad, cuando finalmente salió de allí y se encontró frente a un lago de hermosas aguas cristalinas que reflejaban en su superficie la luna llena y las copas de los árboles que lo bordeaban. Arthur se quedó maravillado por la hermosura de aquel lugar, por la pureza que desprendía, sintiendo magia vibrar en el aire, metiéndose por todos los poros de su piel y, unos momentos más tarde, una mano salió de las aguas del lago, perturbando la quietud de éstas, provocando pequeñas hondas por el movimiento, una mano que le indicó a Arthur que debía acercarse, que debía ir hacia allí, hacia el centro del lago. El chico dio un paso, luego otro, metiéndose en el agua, la oscuridad tragándoselo repentinamente y provocando que en su corazón se instalase un terrible miedo.

 

jueves, 7 de abril de 2022

[Chapter VII] Kingdom of Rain {Dannthur}

 

Chapter VII: feelings

 

            —¿Quieres aprender a luchar? —la pregunta pilló a Arthur desprevenido, que no pudo evitar alzar su dedo índice y señalarse a sí mismo—. ¿A quién le iba a hacer la pregunta si no? —cuestionó MuJin en respuesta.

            —No creo que se me de bien, nunca lo he hecho —contestó.

            —JaHan tampoco lo había hecho antes y no lo está haciendo mal —le dijo el otro.

 

            Arthur tuvo que concederle que en aquello tenía la razón. Desde esa mañana, habían estado ambos practicando con la espada porque JaHan había hecho un comentario, a priori inocente, que había desatado la pasión por la enseñanza en MuJin de todos sus conocimientos en esgrima y el manejo de la espada. El chico simplemente había comentado cómo lo que MuJin era capaz de hacer era algo increíble mientras éste entrenaba y el aludido había decidido que JaHan tenía que aprender a luchar porque él no iba a estar siempre pendiente de Arthur y quién mejor para protegerlo que su más fiel y leal sirviente, alguien del que no se esperarían que tuviera dichas habilidades. JaHan había tratado de negarse durante un buen rato, pero MuJin había insistido tanto que, al final, había acabado accediendo a que le enseñara y Arthur suponía que ahora que JaHan estaba sin aliento y con dolor en todos los músculos de su cuerpo, le tocaba a él. El chico había aguantado bastante bien, era fuerte y tenía mucha resistencia, sus reflejos eran buenos —eso era lo que le había estado diciendo MuJin mientras le enseñaba— pero no había podido mantenerse al mismo ritmo que el otro, que entrenaba todos los días con la espada y, además, hacía muchísimo ejercicio. Arthur lo había visto correr alrededor del castillo algunos días, dándole varias vueltas sin cansarse, por lo que, no creía que hubiera nadie que pudiera aguantar tanto como él entrenando y, además, imaginaba que, en una pelea de verdad, en plena batalla, alguien tan ágil y ducho como él, debía de ser de temer. Tenerlo como mentor seguro que era una gran ventaja por si alguien quería hacerle daño, algo que Arthur no dudaba que pasaría en cualquier momento si todo lo que habían descubierto era cierto y él era el heredero al trono del Reino de la Lluvia. Si alguien se enteraba de aquello y quería matarlo para hacerse con el poder, él no podría defenderse y MuJin no podía protegerlo en todo momento porque había ocasiones en las que tenía que cumplir también con sus obligaciones como guerrero del reino y tenía guardias en el castillo. No obstante, Arthur no era nada atlético. Estaba seguro de que no tendría talento alguno en el manejo de la espada y que se cansaría al instante.

 

            —No creo que yo pueda estar al nivel de JaHan —replicó finalmente.

            —Nadie nace sabiendo hacerlo todo —contestó MuJin—. Y no te preocupes, no seré muy duro contigo porque no quiero que Dann pida mi cabeza.

 

            MuJin señaló tras él y Arthur se giró, siguiendo su dedo, encontrándose con que Dann estaba allí, dando un paseo con Ivan por el patio, hablando distendidamente, pero con su vista fija en su posición, vigilante. Sus ojos se encontraron, de hecho, y Dann lo saludó con un leve asentimiento de cabeza que Arthur correspondió. No se había percatado de que éste estaba por allí, observándolos.

 

            —¿Qué me dices? ¿Lo intentamos? —le preguntó entonces MuJin.

 

            Arthur quiso negarse porque sabía que no se le iba a dar bien, pero en el fondo sabía que solo iba a perder el tiempo intentando que MuJin desistiera, así que, al final no tuvo más opción que asentir. Quizás si el otro veía que se le daba fatal, desistiría de intentar enseñarle y solo se dedicaría a ayudar a JaHan con el entrenamiento que a partir de aquel momento había decidido que debía recibir porque tenía potencial, según el mismo MuJin. Una sonrisa apareció en el rostro del noble y Arthur acabó levantándose de la caja de madera vacía sobre la cual había estado sentado hasta el momento, solo dedicándose a observar la escena ante él, sin querer molestar ni inmiscuirse por si MuJin le comenzaba a dar lecciones a él también. No le había salido bien la jugada. Estaba claro que como estratega tampoco tenía mucha madera.

 

            —Bien, primero tienes que conseguir una postura decente —comenzó MuJin cuando Arthur llegó hasta él, colocando una mano en la parte baja de su espalda para que ésta estuviera completamente recta, empujando después un poco sus hombros hacia atrás—. Tienes una postura horrible, ¿no te ha enseñado nadie que debes caminar erguido?

            —La vieja Jill me lo decía a todas horas de pequeño —respondió—. Me lo sigue diciendo ahora de vez en cuando también.

            —Veo entonces que eres un caso perdido con la postura.

 

            El chico chasqueó la lengua, disgustado, pero Arthur trató de mantener aquella postura mientras le explicaba lo mismo que le había estado explicando a JaHan durante la mañana. La forma en la que debía de agarrar el mango de la espada, la forma adecuada de sacarla y guardarla de su funda para que ésta no se dañara y para que no se cortase con su filo y simples directrices básicas sobre cómo moverse y cómo mover la espada.

 

            —A veces, luchar es como bailar —comentó MuJin mientras le enseñaba algunos pasos—. Solo que tienes que usar los movimientos de tu adversario en su contra, en lugar de seguirlos, tú sí sabes bailar, ¿verdad? —Arthur negó con la cabeza, haciendo que MuJin dejara escapar un suspiro profundo—. Bueno… no soy de los que se rinden ante un desafío.

 

            Arthur no pudo evitar reír ante aquello, pero trató de ponerse serio enseguida para que MuJin no se sintiera ofendido por ello. Intentaría hacerlo todo lo mejor que pudiera y, si no tenía talento alguno, imaginaba que, al final, el chico se cansaría de tratar de enseñarle cómo se manejaba la espada, pero por el momento, lo daría todo de sí mismo para no decepcionarlo y, sobre todo, para tratar algo nuevo que nunca antes había podido aprender y que podría ayudarlo en la nueva vida que tenía por delante, porque un rey que no sabía luchar, no era merecedor de su trono.

 

~

 

            Después del intensivo entrenamiento al que MuJin lo había sometido, a Arthur se le despertó el interés por las espadas unos días después. Sabía que había leído en alguna parte algo sobre una espada mágica que pertenecía a la familia real del Reino de la Lluvia, una espada tan legendaria como los mismos inicios de aquella familia, que se había perdido demasiadas generaciones atrás como para que nadie la recordara. Sentado sobre la cama, con varios de los libros que se habían salvado del fuego, no paraba de pasar páginas, tratando de dar con aquellos pasajes en los que mencionaban cosas sobre la espada. Quería probar primero de aquella forma, aunque era más probable que encontrara otros libros que lo pudieran ayudar en la pequeña biblioteca que tenía el castillo o en la sala en la que se encontraban los documentos más importantes, porque aquellos libros habían sido los que lo habían ayudado y guiado durante toda su vida y sabía que en ellos también había algo de información, la suficiente como para tener un acercamiento a la espada; además, ni MuJin ni JaHan estaban con él en esos momentos, por lo que no podía estar merodeando por el castillo.

 

            —Excalibur —murmuró en cuanto encontró el pasaje de uno de los libros—. Así era como se llamaba.

 

            El chico continuó leyendo lo que aquel libro decía sobre la espada porque había un par de párrafos sobre ésta. Era una espada fabricada con magia, casi tan antigua como el mismo reino, creada por y para la familia real, solo reconociendo a los miembros de ésta, a los herederos legítimos del trono, como sus dueños. La espada se había perdido mucho tiempo atrás y nadie sabía cuál podía ser su paradero, solo había alguna descripción de cómo era, su hoja de acero con unas inscripciones que solo podían leerse cuando la magia manaba de ésta, una empuñadura de madera recubierta de cuero, con algo de oro y engarzada en piedras preciosas. Una espada hecha solo para la realeza, una espada pesada y a la vez ligera, una espada con un filo tan mortal que nadie que hubiera sido herido con ella había sobrevivido. Arthur se quedó maravillado con lo que acababa de leer y cerró aquel libro, buscando en otro de los que había cogido más cosas sobre la espada, más datos que lo pudieran ayudar a imaginarse mejor cómo era ésta, encontrando descripciones similares de Excalibur y también alguna que otra explicación más sobre su origen o sobre los reyes que la habían portado hasta que ésta había desaparecido de la faz de la tierra. Todos los libros decían que su poder reconocía la magia que corría por las venas de la familia real del Reino de la Lluvia y que solo éstos podían empuñarla y ningún ser humano más podía hacerlo.

 

            Arthur tuvo entonces una idea… una idea extraña y casi estúpida porque Excalibur llevaba perdida siglos, pero si, por alguna razón, pudiera dar con aquella espada, sería la prueba que necesitarían para saber de verdad si él era o no el verdadero heredero al trono del Reino de la Lluvia. Si lo era, cargaría con el peso que le traería ser reconocido por la espada, si no lo era, podrían usarla para encontrar al verdadero heredero.

 

            Tan metido estaba en sus propios pensamientos que Arthur no se dio cuenta de que la puerta de la habitación se abría, hasta que no apareció Dann ante él y le habló, provocando que el chico se sobresaltara.

 

            —No sabía que estabas aquí —fue lo que le dijo.

            —MuJin tenía esta noche guardia y JaHan tenía que ayudar en la cocina.

 

            Arthur respondió aquello después de unos momentos que usó para recomponerse del susto, esperando que con aquella explicación fuera suficiente para Dann. El guerrero había indicado que tenía que estar siempre en compañía de alguien de confianza, al principio porque no se fiaba de él y después de descubrir que debía de ser el heredero al trono del Reino de la Lluvia paraque estuviera protegido en todo momento. Arthur le agradecía los esfuerzos que estaba haciendo con todo, la ayuda que estaba brindando a todo el mundo y la forma en la que se estaba encargando de absolutamente todo y por eso había decidido que realmente no le importaba estar vigilado porque eran JanHan y MuJin quienes se encargaban de ello y eran dos personas con las que se llevaba bien y con quienes estaba formando un vínculo increíble a pesar de que el mundo pudiera verlo extraño porque Arthur nunca había tenido conciencia sobre los estamentos sociales y tampoco le importaban demasiado.

 

            —La lectura es una actividad mucho más distendida que el entrenamiento con espadas, pero no sabía que se podían leer cinco libros a la vez —comentó Dann, dando la vuelta a la cama y sentándose sobre el colchón, una sonrisa divertida apareciendo en sus labios.

 

            Arthur apretó sus labios formando un puchero porque estaba claro que Dann había decidido tomarle el pelo ese día, pero después le entregó uno de los libros que tenía abiertos, señalándole el pasaje en el que hablaba de Excalibur.

 

            —Después de haber estado entrenando con MuJin he recordado que había leído algo sobre una espada mágica que le había pertenecido a la familia real y que solo podía ser usada por aquellos que eran los herederos legítimos del trono del Reino de la Lluvia, así que, he estado buscando entre los libros que se salvaron del incendio lo que podía encontrar de ella —le explicó—. Seguro que hay más material en la biblioteca, pero no quería bajar sin que nadie me acompañara.

 

            Dann asintió a sus palabras, pero no levantó la vista del libro que tenía entre sus manos hasta que acabó de leer lo que Arthur le había señalado.

 

            —Había leído antes sobre esto de pasada —comentó—, pero no sé si es solo una espada legendaria o si existe de verdad —Dann le entregó de nuevo el libro—. Podemos preguntarle a Ivan de todas formas para ver si él sabe algo sobre esto.

            —No lo había pensado —murmuró Arthur—. Es cierto que Ivan debe de saber si existe o si es simplemente una leyenda más.

 

            Arthur comenzó entonces a recoger todos los libros de la cama, porque ya había encontrado en ellos todo lo que había escrito sobre Excalibur, cerrándolos y dejándolos después sobre el baúl a los pies de la cama, simplemente estirándose sobre el colchón para no levantarse, a la mañana siguiente los volvería a dejar en el lugar del cual los había cogido antes.

 

            —¿Cómo ha ido el entrenamiento? —le preguntó entonces Dann—. Solo he podido estar presente unos momentos.

           

            Arthur se sorprendió porque no se había esperado que le preguntara por aquello, aunque había estado presente al inicio del entrenamiento, era normal que le preguntara por ello porque seguro que había despertado su interés verlo haciendo algo que no se esperaba que hiciera, si Arthur se hubiera observado a sí mismo hacer aquello, seguro que también habría preguntado. No obstante, aunque la pregunta tenía sentido, Arthur no sabía cómo podía contestarle a ella sin quedar como un idiota. Había tratado de hacer lo que MuJin le enseñaba, de la forma en la que éste le mostraba, pero, tal y como había previsto, no era especialmente bueno en ello. JaHan, por el contrario, había sido bastante aplicado y le había ido muy bien con el primer día de entrenamiento; no obstante, Arthur no se iba a rendir tan pronto, seguiría tratándolo hasta que MuJin se cansara de intentar enseñarle.

 

            —Creo que… mmmmm… me queda mucho que aprender… —acabó diciendo, provocando que una sonrisa apareciera en el rostro de Dann—. Nunca antes había cogido una espada y según MuJin tengo una postura horrible, así que, primero estamos tratando de corregir eso y avanzar poco a poco desde ahí —no pudo evitar suspirar profundamente, siendo sincero al final con el otro—. No creo que acabe siendo un gran guerrero, pero al menos espero poder defenderme si en algún momento tuviera que hacerlo —Dann no le respondió nada, solo se le quedó mirando fijamente y Arthur sintió cómo el color le subía a la cara, así que, carraspeó y le preguntó—: ¿sucede algo?

            —No, no —respondió Dann, pareciendo salir de un pequeño trance—. Solo estaba pensando en que habías sido adorable en lo poco que he podido ver de tu entrenamiento —Arthur abrió los ojos como platos al escuchar aquello y por el calor que sentía en sus mejillas y en sus orejas, sabía que se había tenido que poner completamente rojo—. Aunque ahora mismo también estás bastante adorable.

 

            Dann señaló su rostro completamente rojo y Arthur no pudo evitar llevarse las manos a éste para ocultarlo. Su corazón estaba latiendo demasiado rápido dentro de su pecho y sabía perfectamente que se debía a la forma en la que Dann estaba hablando con él en aquellos momentos, en lo que le estaba diciendo y que sus reacciones estaban delatando que estaba sintiendo algo, algo que quizás no debería de sentir, pero no podía controlarlo. Dann siempre había sido amable con él, siempre había estado protegiéndolo y cuidando de él desde el momento en el que se habían encontrado y se sentía cómodo con él, casi de la misma forma que se sentía cómodo con JaHan, pero había algo más, había algo mucho más hondo, mucho más intenso, mucho más especial, había algo dentro de él que lo hacía ponerse nervioso cada vez que Dann estaba sin ropa ante él, algo que en aquellos momentos también estaba saliendo a la luz porque éste lo había llamado “adorable”. Arthur se sentía seguro junto a él, pero en esos momentos sentía que esa seguridad se había convertido en nerviosismo por la forma en la que Dann se estaba comportando con él aquella noche, siendo más amable y risueño de lo habitual y, sobre todo, haciéndole aquel tipo de cumplidos.

            —Por lo que veo no te han hecho muchos cumplidos —comentó Dann, haciendo que Arthur se quitara las manos de la cara un poco para observarlo, con curiosidad por lo que iba a decir después—. No sé cómo vas a poder lidiar con las adulaciones de la gente cuando subas al trono y todo el mundo caiga rendido a tus pies.

            —Aún no sabemos si soy el heredero legítimo del trono —no pudo evitar contestar porque sentía que, en el fondo, sus poderes proféticos no tenían nada que ver con que él fuera parte de aquella familia de tan importante linaje—. Tampoco sé si seré un buen rey o no porque no sé cómo gobernar, no sé cómo hacer prácticamente nada en realidad, ahora mismo me siento de nuevo cuando era un niño y estaba descubriendo el mundo a mi alrededor —Arthur no pudo evitar dejar escapar un suspiro profundo—. Me gustaría proteger a la gente del reino como he estado haciendo hasta ahora, pero no sé cómo hacerlo…

 

            Arthur se había metido en sus propios pensamientos sobre aquello y no se percató de que Dann se había quedado mirándolo con una expresión extraña en su rostro. El chico no se dio cuenta tampoco de que éste se había inclinado hacia él, acortando la distancia que se interponía entre ambos hasta que Dann no rozó con su mano su mejilla y sus labios se posaron sobre los suyos durante solo unos segundos. Arthur se quedó completamente paralizando, sintiendo la suavidad y calidez de los labios del otro contra los suyos, con su corazón latiendo desenfrenadamente dentro de su pecho y su mente completamente en blanco. Solo fueron unos segundos, un roce breve que tan pronto como había llegado se fue y Arthur se había quedado tan paralizado que no pudo hacer nada cuando Dann murmuró un leve “lo siento” antes de levantarse de la cama y salir de la habitación como alma que llevaba el diablo, dejándolo completamente solo después de lo que acababa de suceder. Arthur tardó bastante en poder reaccionar de nuevo, pero cuando lo hizo lo único que pudo hacer fue llevarse sus manos a sus labios, rozándolos con la yema de sus dedos, sintiendo todavía el contacto de la boca de Dann contra la suya, deseando que aquel sentimiento, que aquel contacto, siguiera siendo real y no un recuerdo de lo que acababa de suceder.

 

🗡 👑

 

            Dann bajó las escaleras del castillo prácticamente corriendo para alejarse lo más rápido posible de la habitación y de Arthur antes de seguir haciendo cosas de las que se arrepentirían ambos, cosas que no podían hacer. No sabía por qué lo había hecho. No sabía por qué lo había besado, porque lo había hecho, lo había besado, pero no sabía por qué, simplemente había sentido el impulso de hacerlo porque en ese instante Arthur le había parecido el ser más adorable y precioso de todo el mundo y no había podido contenerlo, solo se había acercado a él para besarlo. No había sido más que un breve roce de sus labios, pero había provocado demasiadas cosas en su cuerpo, había hecho que todo su ser le gritase que quería más y más de él… de la misma forma que había hecho que Dann sintiera un profundo y terrible miedo esparciéndose por todo su ser como si se tratase de un veneno. Se había alejado rápidamente de Arthur para no hacerle daño a él y para no hacerse daño a sí mismo —aún más daño, porque con aquel beso ya había provocado un daño irreparable en ambos—. Se arrepentía muchísimo de haber hecho aquello a pesar de que todavía pudiera notar la boca del chico contra la suya y a pesar de que lo único que quisiera su cuerpo fuera seguir besándolo una y otra vez. Se arrepentía porque aquello no debía de haber pasado en primer lugar. Se arrepentía porque, a partir de aquel momento, todo cambiaría entre Arthur y él y eso no era lo que Dann había querido. Tan metido en sus propios pensamientos estaba que ni siquiera se dio cuenta de que se cruzó con algunos sirvientes en su camino que lo miraron con preocupación y tan absorto en sí mismo se encontraba, que pasó por el lado de MuJin sin percatarse siquiera de su presencia, no habría advertido que se había encontrado con él de no ser porque el chico lo llamó y lo detuvo.

 

            —Dann, señor —escuchar su nombre fue lo único que lo hizo detenerse y girarse, buscando el origen de aquella voz conocida que lo había llamado, dándose cuenta de que acababa de cruzarse con MuJin por aquel pasillo—. ¿Ha sucedido algo? —preguntó éste, acercándose a él—. Va como alma que lleva el diablo.

 

            Dann se mordió el labio inferior un segundo y después respiró hondo, tratando de calmarse, aunque su interior estaba demasiado revuelto y sabía perfectamente que era imposible para él calmarse enteramente, tenía que intentarlo porque él era el líder de aquel reino en esos momentos, el líder militar y el líder de toda aquella gente del pueblo del Reino de la Lluvia, no podía mostrarse débil ante nadie, ni ante los suyos ni ante el enemigo, no debía de enseñar su cara más vulnerable y tenía que capear absolutamente todos los problemas de forma firme, incluso aquellos que lo estaban perturbando en cuerpo y alma como lo que acababa de suceder con Arthur. Después de inspirar hondo, le dedicó una pequeña sonrisa a MuJin y negó con su cabeza, tratando de mostrarle al chico que se encontraba bien y que no había pasado nada.

 

            —Todo está bien —le respondió también—. Solo buscaba un poco de aire fresco.

            —Si quiere acompañarme en mi guardia —comentó MuJin—. Ahora mismo voy hacia mi ronda en la muralla, ahí da bastante aire fresco.

 

            MuJin le dedicó una sonrisa cómplice y Dann supo perfectamente que, aunque el chico no iba a volver a nombrar lo que había visto al cruzarse con él, ni a preguntar qué era lo había sucedido para tenerlo completamente perturbado, entendía que lo que en esos momentos más necesitaba era distraerse y por eso le había propuesto aquello. Dann hacía bastante tiempo que no hacía guardias ni rondas, pero sabía que eran muy solitarias, la silenciosa noche como única compañía a no ser que se pasaran con alguien, en ese caso, al abrigo de la noche, el mundo se reducía tan solo a las personas que se encontraban en la guardia y todo lo demás dejaba de importar. MuJin debía de sentirse solo en aquellas guardias solitarias cuando se pasaba los días en compañía de Arthur y de JaHan, mucho más cuando era un chico hablador y carismático al que le gustaba estar rodeado de personas y Dann, en aquellos momentos, lo que más necesitaba era distraerse, pensar en otras cosas o, directamente no pensar, para sí alejar su mente de lo que había sucedido con Arthur, del beso que le había dado en la habitación y de lo que esto podía acarrear, todas las consecuencias para ambos que aquello les podría traer. Por ese motivo, Dann asintió a la propuesta de MuJin.

 

            —Me vendría bien ese aire fresco.

            —Perfecto —le respondió el chico, dedicándole una sonrisa amplia.

 

            MuJin echó a andar después de aquello por el pasillo y Dann lo siguió, caminando a su lado, en silencio, pero pendiente de todo lo que el chico le comentaba sobre lo que había estado haciendo aquel día junto a Arthur y JaHan. Dann había escuchado aquella misma historia antes de la boca de Arthur, pero no le importó nada volver a escucharla, desde el punto de vista de MuJin esta vez, para distraerse y no pensar en nada más que en lo que éste le contaba mientras recorrían los pasillos del castillo y salían al exterior, subiendo a las murallas y recorriéndolas a paso lento, deteniéndose de vez en cuando para otear el horizonte, en busca de cualquier cambio en la noche, cualquier movimiento, cualquier cosa extraña que no debiera estar allí. La noche era fresca a pesar de que la primavera ya había entrado en el Reino de la Lluvia y los días, cuando no llovía, podían ser un poco más calurosos, pero Dann estaba acostumbrado a otros climas un poco más fríos, por lo que la noche en el lugar, a pesar de que no llevaba mucha ropa, no le resultaba especialmente fría, a MuJin, en cambio, sí parecía resultarle fría porque, de vez en cuando, tiritaba. No obstante, la guardia del chico no duraba toda la noche, por lo que, en cuanto fueron relevados, caminaron ambos de vuelta al castillo, donde las chimeneas, los tapices que cubrían las paredes y las alfombras que cubrían los suelos desnudos de piedra, hacían que la temperatura allí dentro fuera agradable. Una vez allí dentro, MuJin se despediría de él y Dann volvería a vagar por los pasillos del castillo como un alma en pena, incapaz de volver a su habitación junto a Arthur, incapaz de dejar de darle vueltas al beso… pero Dann no quería pensar en ello, solo quería olvidarlo, hacer como si nunca hubiera existido en realidad, como un cobarde.

 

            —Iba a despedirme para dormir algunas horas antes de volver con Arthur —dijo MuJin, deteniéndose ante Dann, sacándolo de nuevo de sus pensamientos—, pero creo que esta noche es mejor que me quede haciéndole un poco de compañía. ¿Vamos a las cocinas? —le preguntó—. Ya que ha acabado mi guardia me apetece beber cerveza para entrar un poco en calor.

 

            Dann se sintió realmente agradecido con MuJin por aquello porque el chico no le estaba haciendo ninguna pregunta sobre lo que le pudiera haber pasado o no, pero estaba tratando de mantenerlo ocupado y con la cabeza en otra parte para no pensar.

 

            —Es un buen plan —respondió.

 

            Ambos echaron a andar de nuevo, esta vez en dirección a las cocinas, bajando por las estrechas escaleras hasta el lugar bajo el castillo, notando el calor de la chimenea encendida nada más entrar a ella. Los barriles de vino y de cerveza se encontraban en la bodega que estaba un poco más allá, pero en el lugar había siempre un par de barriles listos para se abiertos y consumir el alcohol, por lo que, Dann se dirigió directamente hacia uno de ellos con un par de jarras de madera para servirles a ambos. Cuando se giró hacia MuJin el chico ya se había dejado caer sobre una de las sillas alrededor de la enorme mesa que se encontraba en el centro del lugar, donde los sirvientes se solían reunir a comer, así que, dejó una de las jarras ante él y después se sentó justo en frente, dándole un sorbo inmediatamente y sintiendo el sabor amargo de la cebada fermentada bajar por su garganta. Al primer trago le siguió un segundo y un tercero y pronto su jarra se quedó completamente vacía, provocando que Dann suspirara profundamente.

 

            —Sé que quizás no debería preguntar —murmuró MuJin en ese momento—, y que quizás realmente no sea de mi incumbencia, así que no voy a preguntar qué le ha sucedido, pero si sacar todo lo que le preocupa de dentro ayuda para traer paz a su mente, estoy aquí para escuchar.

 

            MuJin había tardado varias horas en tratar de preguntar o de averiguar qué era lo que había pasado, qué era lo que le preocupaba, pero al final lo había hecho y Dann solo suspiró de nuevo y se levantó para llenarse la jarra de cerveza de nuevo y así hacer un poco de tiempo para pensar qué era lo que podía contestarle. No sabía qué hacer. No lo sabia porque contarle lo que había pasado no era la mejor opción, pero tampoco podía inventar ninguna mentira, estaba seguro que los profundos ojos oscuros de MuJin verían a través de él y, al final, le acabarían sonsacando la verdad. No podía mostrarse débil ante nadie, ni siquiera lo había hecho ante Jack, que era la única persona que se había ganado su total confianza y, sobre todo, no podía poner a Arthur ni a él en una situación más comprometedora de lo que ya lo estaban. No obstante, Dann sabía que la pesada carga que tenía sobre sus hombros después de lo que había pasado se volvería un poco menos pesada si lo sacaba todo de dentro… solo tenía que encontrar una forma en la que poder contarla y que ninguno de sus nombres fuera mencionado, además de emborrachar a MuJin lo suficiente para que el chico no pudiera recordar exactamente qué era lo que habían hablado en aquella noche. Esa era realmente la única opción que Dann tenía si quería hablar y su mente le gritaba una y otra vez que tenía que hablar, que tenía que pedir consejo, aunque el consejo que MuJin pudiera darle no le sirviera para mucho, al menos desahogarse le vendría bien, porque no podía pasarse toda la vida huyendo de Arthur y, sobre todo, huyendo de lo que había sucedido entre ellos. Dann nunca había sido un cobarde que había huido por muy fea que la situación se le presentase, siempre había luchado hasta su último aliento y con aquello debía de hacer lo mismo, debía de enfrentarse al problema que había surgido.

 

            —¿Eres un hombre de fe, MuJin? —le preguntó al volver a la mesa, después de encontrar una manera de enfocar el asunto que le favoreciera un poco.

            —Como todos, supongo —le respondió el chico—. Voy a la iglesia en las fechas más importantes y rezo de vez en cuando. ¿Por qué?

            —Yo soy un hombre de fe —contestó y, viendo que la jarra del chico estaba vacía, la tomó y fue a llenarla también, no dejando de hablar—. Vine al Reino de la Lluvia porque sentía que una fuerza mayor me guiaba hasta aquí y hacía que mi camino fuera fácil, sin enfrentamiento, sin muerte —con la jarra llena volvió a la mesa y la dejó frente a MuJin, sentándose de nuevo—. Dios siempre ha sido una parte bastante importante de mi vida y las sagradas escrituras han sido objeto de mi lectura cuando me sentía perdido en este basto mundo.

            —¿Está perdiendo su fe después de conquistar el Reino de la Lluvia? —preguntó MuJin, mirándolo con seriedad y dándole un trago a su cerveza.

            —No —respondió él—, pero las costumbres de este lugar son muy diferentes a aquellas con las que yo me he criado y, aunque las escrituras sean las mismas para todos nosotros, en cada Reino hay algunas costumbres que no cejan de existir o algunas prácticas que son consideradas normales que en otros reinos son castigadas con pena de muerte —MuJin asintió—. Las relaciones entre dos hombres, por ejemplo, los besos.

 

            Dann se detuvo allí, esperando la reacción de MuJin, pero éste no dijo nada en un primer momento, simplemente dándole un par de tragos más a su jarra, pensativo. Él había expresado el problema de una forma bastante diferente y creía que había hecho un buen trabajo para ejemplificar lo sucedido sin contarlo, sin dar nombres, sin hablar de la situación, sin decirle que su problema era que había besado a Arthur y que no solo lo había besado, también le había gustado. Dann había retorcido el problema convirtiéndolo en un choque de culturas, utilizando a su favor que él no era de aquellas tierras y quería saber y buscar soluciones a situaciones o problemas que pudieran acontecerle porque las sagradas escrituras eran claras en cuanto al sexo, a la atracción entre iguales, a los pecados. Los pecadores acabarían en el Infierno sin alcanzar la Gloria del Cielo tras su muerte, por mucho que se arrepintieran de sus pecados había algunos que no podían ser perdonados y aquellos que tenían que ver con la carne, con el deseo, con la lujuria, con la lascivia, eran los más terribles de los pecados. No obstante, Dann, a pesar de ser un hombre de fe, a pesar de saber que lo que había hecho con Arthur era uno de esos pecados, realmente no estaba demasiado preocupado por ello, lo que le preocupaba era cómo enfrentarse a lo que había sentido en su interior cuando lo había besado y enfrentarse a Arthur, probablemente a su furia, por haber hecho aquello. Nunca había querido deshonrarlo, nunca había querido hacer su voluntad sobre su cuerpo de la misma forma que había pretendido hacerlo el anterior rey, antes de que Dann lo matara.

 

            —El amor no es un pecado —contestó MuJin tras unos momentos, sacándolo de sus pensamientos—. Y creo que Arthur siente lo mismo.

 

            Dann abrió los ojos como platos sin poder creerse qué era lo que acababa de escuchar. ¿Cómo había podido llegar a aquella conclusión cuando en ningún momento él había nombrado a Arthur ni había hablado de una situación que directamente le afectara a él?

 

            —¿Perdona? —no pudo evitar decir.

            —Sé que puede ser confuso, el amor, quiero decir —respondió MuJin—, pero al fin y al cabo es amor y no debería pensar demasiado porque estoy bastante seguro de que Arthur también siente algo.

            —No… esto no… —Dann intentó justificarse, intentó negar que aquello fuera lo que pasaba, negar lo evidente, pero su tartamudeo no lo ayudó en nada y al final claudicó porque no tenía sentido negarlo cuando MuJin sabía perfectamente que se estaba refiriendo a ambos—. No podemos —terminó diciendo.

            —No quiero sonar muy repetitivo, pero es lo que realmente pienso —dijo el chico, dedicándole una sonrisa amable—. El amor no se puede detener por mucho que uno lo intente y, a pesar de que seáis dos hombres, el amor también puede darse perfectamente y los besos entre aquellos que se aman son totalmente normales.

            —Las sagradas escrituras… —comenzó Dann, tratando de justificar el por qué algo como aquello era imposible, pero MuJin lo cortó.

            —Las sagradas escrituras están anticuadas, ha pasado cerca de un milenio desde que fueron escritas —fue lo que le dijo—. Soy un hombre y las respeto, pero también sé que hay cosas contra las que no se puede luchar porque son completamente normales —su mirada mientras decía aquello fue clara, fue profunda y Dann pudo ver en ella cómo él no lo juzgaba, cómo era sincero y cómo lo que le decía era lo que pensaba—. El amor es confuso y entiendo que necesitase aclararse un poco las ideas esta noche, pero mi consejo es que lo deje estar, que deje que fluya, que no huya del amor porque al final no solo va a sufrir usted, señor Dann, Arthur también sufrirá.

 

            Dann abrió su boca para replicarle, pero al final suspiró profundamente y se llevó la jarra a sus labios, vaciándola de nuevo en un par de tragos. Aquella vez, fue MuJin quien se levantó de su sitio para llenar de nuevo las jarras con cerveza mientras Dann no paraba de darle vueltas a la cabeza a lo que éste le había dicho porque una parte de él quería creerlo, quería confiar en él, quería pensar que Arthur sentía algo por él, algo como lo que él había sentido cuando se había acercado para besarlo. Esa parte se asustaba ante la simple mención del amor porque no creía que aquello fuera lo que sentía por el chico, el amor era un sentimiento demasiado intenso, demasiado fuerte, eso no era lo que podía estar sintiendo por el chico; no obstante, esa parte quería creer, creer que estaba bien, que podía volver a besar a Arthur muchas más veces porque era lo correcto. Pero también había otra parte dentro de él que sabía perfectamente que algo como aquello era inviable, inviable porque Arthur debía de ser el heredero al trono del Reino de la Lluvia y no podía permitirse estar con otro hombre de aquella forma.

 

            —¿Sigue siendo correcto incluso cuando Arthur es el heredero al trono?

 

            De sus labios se escapó en voz alta aquel último pensamiento antes de que pudiera detenerlo y cuando se dio cuenta de lo que había dicho, se giró rápidamente hacia MuJin, asustado. El chico se encontraba tras él, había escuchado perfectamente lo que acababa de decir, pero no parecía asombrado ni confuso, solo se acercó a la mesa para dejar las jarras de cerveza otra vez llenas sobre ésta y después se acercó a su cuerpo, cogiéndolo por la solapa de su camisa e inclinándose sobre él para atrapar sus labios con los suyos durante unos momentos antes de separarse de él como si no hubiera ocurrido nada, sentándose de nuevo en el mismo sitio en el que había estado toda la noche, dejando a Dann sumamente confuso por lo que acababa de pasar.

 

            —Esta noche simplemente disfrutemos de la cerveza —le dijo el chico, dándole un trago a su jarra—. Mis labios están sellados y no diré ni una sola palabra de lo que hemos hablado aquí.