sábado, 27 de agosto de 2022

[One Shot] The most beautiful flower {KyuJung}

Título: The most beautiful flower

Autora: Riz Aino

Parejas: KyuJung (KB + Yoojung) (OnlyOneOf)

Clasificación: PG–13

Géneros: AU, romance, fluff

Número de palabras: 2.171 palabras

Resumen: cuando Kyubin entra por primera vez a aquella floristería sabe que se va a encontrar con un montón de flores preciosas… pero entre todas ellas hay una que destaca como la más hermosa de todas.

Notas: esta historia fue inspirada por este vídeo en el que KB y Yoojung van a una floristería y se preparan unos saquitos con flores y ha sido escrita para celebrar el aniversario del lanzamiento de a sOng Of ice & fire.

Comentario de autora: he pasado más de un año con esta historia en mis borradores sin saber qué hacer realmente con ella, pero hace poco volví a ver el vídeo y se me encendió la bombilla. Espero que os guste.

 


            Kyubin nunca había entrado a aquella floristería que se encontraba cerca de la casa de sus padres. Cuando todavía estaba en la universidad había pasado por delante de ella todas las mañanas, justo cuando la dueña estaba abriendo y sacando flores a la calle para exponerlas y que cuando la gente pasase por el lugar, el olor de las flores los invitase a acercarse y comprar alguna, pero por las mañanas siempre se le pegaban las sábanas y pasaba corriendo por el lugar, intentando cazar el autobús que lo dejaba en el campus antes de que éste se fuera sin él, sin tener la oportunidad de detenerse unos momentos, aunque solo hubiera sido para admirar aquellas preciosas flores que siempre se encontraban en la pequeña floristería. No obstante, años después, cuando ya ni siquiera vivía en la casa de sus padres, Kyubin finalmente tuvo la oportunidad —o más bien la excusa— de entrar por primera vez a aquel lugar. La graduación de su hermano menor en la facultad requería la compra de un ramo de flores para felicitarlo por su duro trabajo durante sus años en la universidad y Kyubin decidió pasarse por el lugar antes de llegar a la casa de sus padres y dejarle el ramo a su hermano. Se había perdido el evento porque el trabajo no le había permitido escaquearse, pero al menos iba a poder asistir a la pequeña cena familiar que iban a tener después, por eso, no podía aparecer con las manos vacías y, además, sabía que a Wookjin le encantaban las margaritas, así que, la visita a la floristería para comprarle un ramo, era una parada obligada antes de llegar a casa.

 

            Cuando Kyubin entró por primera vez a aquella floristería, la campanilla situada en la puerta anunciando su llegada, sabía perfectamente que se iba a encontrar con un montón de flores preciosas en el lugar… lo que no se esperaba era que entre todas ellas hubiera una que destacase como la más hermosa de todas. Alzándose, después de dejar una maceta en el suelo, un chico joven, alto y delgado, de cabello castaño enmarcando su bello rostro de ojos grandes y expresivos, nariz recta, labios finos y piel de porcelana, le dio la bienvenida esbozando una sonrisa encantadora. El corazón de Kyubin dejó de latir durante un largo segundo antes de comenzar a hacerlo rápidamente dentro de su pecho, queriendo escapar de él porque aquel muchacho era simple y llanamente el chico más guapo que había visto en toda su vida. Y no solo su corazón comenzó a mal funcionar. Kyubin abrió la boca y la cerró varias veces sin que ni un solo ruido saliera de sus labios, como si fuera un pez boqueando fuera del agua, demasiado impresionado por la belleza de aquel chico como para poder hablar. Lo único que lo acabó sacando de aquel estado catatónico fue la risa del muchacho ante él, divertido por su reacción.

 

            —Oh… hola… —dijo, respondiendo a la bienvenida que el otro le había dado unos momentos antes—. Perdona, no estoy acostumbrado a tratar con bellezas como tú y mi cerebro deja de funcionar.

 

            El muchacho abrió los ojos, sorprendido y Kyubin pudo ver cómo el color rojo teñía tanto sus mejillas como la punta de sus orejas. Al parecer, el filtro entre su cerebro y su boca tampoco funcionaba correctamente porque lo que acababa de decir lo había dicho sin siquiera pararse a pensar, de funcionarle como era debido, Kyubin jamás habría dicho nada como aquello, al menos no de una forma tan atrevida, y menos sin alcohol encima. Flirtear se le daba de pena, pero al menos el muchacho no se lo había tomado mal, incluso se había sonrojado, lo que hizo que Kyubin se relajase un poco y tratase de hablar de nuevo.

 

            —Lo siento —murmuró—. Parce que el filtro cerebro-boca tampoco me funciona bien.

            —N-no… no te… preocupes —respondió el muchacho—. ¿Qué es lo que necesitas? —le preguntó, haciendo un movimiento con sus brazos, señalando de aquella forma las flores y macetas que se encontraban en la floristería.

            —Oh… sí… cierto —sonrió Kyubin. Por un momento, se le había olvidado por completo qué era lo que había ido a hacer allí—. Es la graduación de mi hermano pequeño y le quiero llevar un ramo —comentó—. No demasiado grande ni ostentoso y con flores que vayan bien con las margaritas, son sus favoritas.

            —Vale —respondió el muchacho—. Si no tienes prisa, puedes esperar aquí unos momentos que te lo prepare.

            —No tengo prisa.

 

            El muchacho le dedicó una pequeña sonrisa y después se alejó de él, yendo hasta distintos barreños en los que había diferentes plantas con flores, cortando algunas de ellas o cogiendo algunas otras que tenía cortadas, siendo sus movimientos completamente delicados, suaves y precisos. Kyubin no pudo evitar seguirlo con sus ojos, quedándose completamente embobado de nuevo, sin siquiera pretenderlo. Realmente aquel chico era la persona más preciosa que había visto en toda su vida, ni siquiera los idols o actores que salían en la tele podían compararse con aquella belleza, aquellos rasgos delicados, de una forma casi femenina, que provocaban estragos en él. Kyubin siempre había sido un caos para flirtear con los chicos que le parecían atractivos, porque se ponía nervioso y realmente de su boca solo salían tonterías, ni siquiera sabía cómo había conseguido tener algunos ligues y un par de novios a lo largo de su vida con aquellas capacidades nulas para flirtear correctamente —intuía que se debía a que su cuerpo, trabajado gracias a muchas horas de gimnasio, y a su cara, que no estaba del todo mal, habían ayudado— pero nunca antes le había dicho a ningún chico que acababa de conocer la belleza que era, ni ningún otro había provocado que su corazón se parase unos instantes antes de volver a latir con locura dentro de su pecho.

 

            Se sentía extraño y, sobre todo, por más que quisiera, no podía apartar sus ojos de la figura delgada de aquel muchacho, como si ejerciera una especie de gravedad hacia él. Kyubin nunca había notado nada como aquello en sus casi treinta años de vida y estaba un poco confuso, pero a la vez interesado en cómo su cuerpo se comportaba sin que su cerebro tuviera tiempo de procesarlo.

 

            —¿Está bien así?

 

            La voz del muchacho lo sacó de sus pensamientos, mostrándole su mano, en la que llevaba flores de varios colores, naranjas, azules pálidos, amarillas, todas casando perfectamente con las margaritas que también había cogido. No era un ramo excesivamente grande, ni tampoco era pequeño, era del tamaño adecuado para que no se gastase un dineral en él, pero siguiese siendo un buen regalo para felicitar la graduación de su hermano.

 

            —Está perfecto —respondió él.

            —Vale, entonces voy a prepararlo.

 

            El muchacho fue entonces hacia una mesa en la que tenía diversos materiales para poder hacer los ramos y dejó las flores sobre ésta con cuidado, comenzando a coger todo lo que necesitaba para prepararlo, su ceño fruncido y sus labios esbozando un puchero en un adorable gesto de concentración. Kyubin no pudo evitar acercarse hasta allí, poniéndose ante él, sus piernas llevándolo hacia su destino sin que casi se percatara de lo que hacía, queriendo observar de cerca cómo trabajaban aquellas delicadas manos de dedos imposiblemente largos de cerca. Su cercanía pareció poner nervioso al muchacho, al que se le cayeron las tijeras de las manos en un par de ocasiones, mientras la punta de sus orejas se volvía de color rojo intenso, algo por lo que Kyubin se sintió un poco orgulloso, ya que no era solo él el que se sentía al borde de un ataque en presencia del chico, sino que también provocaba un efecto similar en él.

 

            Mientras trabajaba nerviosamente en hacer el ramo, Kyubin le fue haciendo pequeñas preguntas sobre las flores que iba cortando e iba añadiendo al ramo y éste le iba contestando. Le decía sus nombres, el significado que tenían y la forma en la que debían de ser cuidadas si se tenían como macetas, la cantidad de luz y agua necesarias para que florecieran de forma hermosa y Kyubin atendía a todas aquellas explicaciones a pesar de que sabía que las plantas no eran para él porque todas y cada una de las que había tenido para adornar un poco su pequeño apartamento, se le habían muerto, incluso el cactus. No obstante, escucharlo hablar, ilusionado, hacía que su corazón se calentara, aparte de latir demasiado rápido como para que fuera recomendable.

 

            —Ya está listo —comentó el muchacho, unos momentos después. En sus manos había un ramo de flores arreglado, envueltas en un papel color crema y una delgada cinta azul atándolo todo—. ¿Te parece así bien?

            —Es precioso.

 

            Kyubin dijo aquellas palabras y no supo si realmente las decía porque el ramo era precioso o porque el chico era aún más precioso sosteniendo aquellas flores, con una sonrisa encantadora en su rostro, los colores de éstas reflejándose en sus mejillas y en sus ojos. El muchacho asintió y después le indicó que lo siguiera hasta el mostrador para hacerle la cuenta de lo que le debía pagar y Kyubin lo siguió por la floristería sin ningún problema, de hecho, lo habría seguido hasta el fin del mundo si éste se lo hubiera pedido. Mientras hacía las cuentas, mirando la cantidad de flores que había usado de cada tipo, con el mismo gesto adorable de concentración, Kyubin no pudo evitar preguntarse a sí mismo si podría salir vivo de aquel encuentro con el muchacho y si de verdad quería seguir viviendo su vida como hasta entonces, sin saber si podría verlo de nuevo y pasar un rato con él. Pensando en todas sus opciones estaba cuando el chico le dijo la cantidad que debía de pagar por aquel ramo que le acababa de hacer, sacándolo de sus pensamientos por completo. Kyubin sacó su cartera y le entregó su tarjeta para que éste la pasara por el lector y cuando el chico se la devolvió sus dedos se rozaron y Kyubin sintió cómo una corriente eléctrica recorrió todo su cuerpo de arriba abajo, provocando que su corazón latiera todavía más rápido dentro de su pecho.

 

            —Por si no tienes tiempo para esperar la próxima vez —comenzó el muchacho, entregándole el ramo—. Te dejo la tarjeta con el número de la tienda para que puedas llamar y encargar lo que necesites, solo tendrías que pasarte por aquí para recogerlo.

            —Y si lo que quiero es pasar más tiempo con la flor más hermosa de la tienda… ¿dónde tengo que llamar?

 

            La pregunta salió de sus labios antes de que Kyubin pudiera registrar siquiera qué era lo que estaba diciendo y dejó al muchacho con la mano alzada, a medio camino entre coger la tarjeta y entregársela, el color rojo intenso ascendiendo a sus mejillas y a la punta de sus orejas de nuevo. Kyubin quiso pegarse por aquello de nuevo, porque el filtro entre su cerebro y su boca no parecía que fuera a funcionar mientras se encontrara ante aquel muchacho… no obstante, no lo hizo porque éste, tras unos segundos, colocó de nuevo la tarjeta sobre la mesa y agarró un boli, comenzando a escribir algo en ella con la mano izquierda antes de volver a tenderle de nuevo el trozo de cartón.

 

            —En ese caso puedes llamar a este número —fue lo único que dijo, con una sonrisa increíblemente encantadora en su rostro.

 

            Escrito en la tinta negra del bolígrafo se encontraba en la tarjeta un número de teléfono y un nombre “Lee Taeyeob” y Kyubin no pudo evitar la sonrisa completamente encantada que apareció en sus labios por ello. En su primera visita a aquella floristería que siempre había estado allí, a su alcance, no solo se había llevado un ramo de flores precioso para regalarle a su hermano por su graduación, sino que también se había llevado conocer al chico más precioso del mundo y la posibilidad de tener alguna cita con él, lo que le hizo pensar que debía de haber entrado muchísimo antes a aquel lugar.

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