Mostrando entradas con la etiqueta Entre Copas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Entre Copas. Mostrar todas las entradas

martes, 8 de octubre de 2013

Entre Copas

Entre Copas



El club estaba a rebosar de gente que reía y bailaba tras unas copas de más. El volumen de la música estaba hecho para los sordos y allá adonde fueras, parecía escucharse tan fuerte como al lado de los altavoces. Canciones de moda sonaban a través de estos y hacían que la gente que abarrotaba el lugar sufriera espasmos o algo así, porque a aquello que hacían no se le podía llamar bailar.

Sin embargo, había dos chicos sentados en la barra de aquel club que lo único que hacían era beberse unas cervezas tranquilamente para celebrar sus éxitos en sus carreras profesionales.

–¿Recuerdas cuando nos conocimos? –dijo el chico.

Era rubio, tintado claramente, más alto de lo habitual en aquella parte del mundo, de rostro fino y cejas gruesas. Movía lentamente el poco contenido que aún le quedaba de la botella de cerveza que tenía en la mano. Su voz había sonado pastosa incluso para él.

El alcohol hacía ya tiempo que había comenzado a hacerle efecto, pero era en este momento en el que se sentía completamente libre de todo, como si pudiera volar de verdad y no necesitara los efectos especiales que le habían colocado en el vídeo, o algo parecido.

Ya no le preocupaba que las sasaengs pudieran verlo en aquel club, ni siquiera le preocupaba que la chica sentada a su lado pensara algo malo de él, después de todo, llevaban siglos siendo amigos y lo había visto en peores situaciones.

–¿Cuándo nos conocimos tu y yo? –preguntó ella, alzando una ceja.

El pelo rubio y corto se le metió en los ojos por aquella acción y tuvo que retirárselo de la frente.

–Exacto. ¿Te acuerdas?
–Claro que me acuerdo –la chica hizo como que rememoraba algo de hacía mucho tiempo, aunque apenas hacia unos años de aquello–. ¿Cómo podría olvidar el momento en el que entraste a la clase para aprender a rapear, todo desgarbado y con el pelo tapándote media cara? –sonrió ante la imagen de un adolescente Kris que miraba a todos lados como si fuera un cervatillo asustado–. No sabías hablar muy bien coreano, pero te comunicabas en inglés y en chino perfectamente. Nos hicimos amigos enseguida.
–¿Cuánto hace de eso? –preguntó él tras un suspiro.
–Unos años ya... nos vamos haciendo mayores –la chica rio y le contagio la risa a la persona ante ella.
–¿Qué fue lo que pensaste de mi cuando me viste, Amber? –la pregunta la pilló desprevenida, pero teniendo en cuenta que el otro estaba borracho, no era tampoco nada raro.
–¿A qué viene la pregunta? –quiso saber, sin embargo.
–Se lo que pensaron los chicos al verme... pero no sé qué pudiste pensar tú –explicó trabándose un poco con la lengua. Estaban hablando en chino y aun así le costaba expresarse.

Amber pasó unos momentos en silencio. Intentando hacer memoria de lo que pensó en aquel momento, hacía ya algunos años. No fue muy difícil, aquel momento no se le podría olvidar, fue demasiado memorable.

–Pensé que aunque eras un adolescente desgarbado tenías un punto atractivo –contestó al final.
–¿Te parezco guapo? –una simple pregunta que aceleró dos corazones.
–Oh. Vamos, Kris. A la persona a la que no le parezcas guapo es porque tiene un gran defecto en la vista.

El silencio se instaló entre ellos unos momentos, mientras una gran sonrisa se extendía por el rostro de Kris, que apuraba de una vez aquella cerveza, la quinta de la noche. Amber le dio un pequeño sorbo a la suya y la dejó sobre la barra.

Miró su reloj y se dio cuenta de que ya era lo suficientemente tarde como para regresar a sus respectivos apartamentos. Sus amigos y compañeros estarían preocupados por ellos y al día siguiente tenían una agenda que cumplir.

–Vamos, Kris... –murmuró–. Tenemos que irnos.

Como pudo, levantó a aquella mole de hombre, que aunque estuviera delgado medía casi dos metros y por muy saco de huesos que fuera, los huesos pesaban.

Lo sacó del club medio a rastras y luego llamó a un taxi. En cuanto uno de los coches que pasó ante ellos, se detuvo, lo introdujo intentando que no se diera con la cabeza contra la puerta o contra el techo, pero al final acabó chochando. Era demasiado alto. Después, entró ella.

Le dio la dirección del dormitorio de EXO al taxista y el hombre arrancó el coche rápidamente, adentrándose en las aun concurridas calles de Seúl. Tras una media hora de camino, llegaron al lugar y Amber se las apañó de nuevo para sacar a aquel grandullón del coche y, tras decirle al taxista que la esperase, lo llevó hasta el bloque de apartamentos.

Cuando estuvieron frente a la puerta del piso en el que vivían los doce chicos que conformaban aquel grupo, Kirs se detuvo de golpe y encaró a la chica, mirándola intensamente bajo sus gruesas cejas.

–Tú y yo... ¿te imaginas? –preguntó–. Quiero decir, eres guapa y yo soy guapo y nos llevamos bien...
–No digas tonterías, Kris... somos amigos –cortó Amber antes de que el borracho siguiera diciendo más tonterías de las que se arrepentiría al día siguiente, cuando lo recordara todo y pudiera pensar con claridad.
–Pero...
–Creo que no te voy a llevar a beber conmigo nunca más –dijo ella divertida, metiendo la clave correspondiente en el panel para que la puerta se abriera.
–Amber... –murmuró él.
–Vamos, entra –le dio un pequeño empujón que lo internó en el apartamento–. Nos vemos mañana en la empresa –se despidió y cerró la puerta antes de que el otro pudiera protestar, porque cuando Kris borracho se atestaba en algo, era completamente insufrible. Después, salió del edificio para encaminarse hacia el taxi que la esperaba.


La chica rubia de pelo corto que vestía como si de un chico se tratase, suspiró. Claro que había pensado muchas veces que a lo mejor pudiera surgir algo entre ellos y que no fuera precisamente amistad, pero luego lo meditaba mejor y se daba cuenta de que lo único que tenían ambos era una profunda amistad labrada entre raps y entre copas.