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jueves, 26 de diciembre de 2013

Christmas Kiss

Christmas Kiss




            —No llego, no llego, no llego.

            Un chico joven, delgado, alto y rostro fino murmuraba una y otra vez esas dos palabras mientras corría a toda velocidad por los pasillos de aquel centro comercial, buscando la juguetería.

            Era el día de navidad y el sitio era un hervidero, por lo que tenía que ir esquivando personas a cada paso que daba. Personas, que como él, habían estado retrasando sus compras hasta dejarlas para el último momento. Él no lo debía haber hecho, ya que con la cantidad de sobrinos pequeños que tenía se iba a volver loco entre los juguetes. Esperaba sinceramente que al menos uno de los que los niños le habían pedido no se hubiera agotado ya.

            Divisó la juguetería a lo lejos, por lo que se dirigió a esta sin siquiera pensarlo. Entró a la tienda y se quedó desolado. Apenas quedaban algunas cosas en las estanterías, todo lo demás había sido vendido. Con el alma por los suelos caminó entre los estantes, mirando su teléfono móvil, la lista donde había apuntado el nombre de los juguetes que sus sobrinos querían.

—Barbie y su unicornio para Alex.
—Piano de plástico para KiBum.
—Peluche de Kung Fu Panda para DongHo.
—Balón de fútbol para SooHyun.
—Netbook para AJ.
—Tabla de snowboard para Hoon.
—Juego de baile de la Wii para KiSeop.

            En el momento en el que dejó de mirar el móvil, encontró uno de los regalos. Los balones de fútbol eran algo que nunca podía faltar en aquellos lugares, pero el chico comenzaba a pensar que no tendría tanta suerte con los demás.

            Después de horas dando vueltas, de pelearse con distintas señoras que querían apropiarse de alguno de los regalos y de tener mil ojos para que nadie le robara lo que ya había conseguido, salió del lugar con un montón de cajas haciendo equilibrios en sus brazos.

            Apenas podía ver por encima de estas, pero se las arreglaba para pasar entre la gente sin que nada se le cayera al suelo.

            Sin embargo, cuando estaba a punto de salir al aparcamiento, calculó mal y en vez de salir por las puertas automáticas, quiso salir por el cristal inmóvil. Las cajas coloridas y con moños extravagantes chocaron, haciéndolo tambalearse. Los regalos bailaron en sus brazos e intentó que no se le cayera ninguno, pero el que estaba más arriba, se deslizó sin que él pudiera evitarlo.

            El chico abrió sus ojos como platos viendo a cámara lenta cómo la caja comenzaba a caer al vacío, esperando un golpe y un estruendo que no se dio, ya que fue recogida entre unos fuertes brazos.

           Kevin, que así se llamaba el muchacho, soltó de golpe todo el aire que había estado conteniendo, aliviado.

            —Gracias —dijo mirando a la persona ante él.

            Era un chico, no mayor que él pero sí con un cuerpo mucho más trabajado. Le pareció guapo, pero sacudió la cabeza quitándose ese pensamiento de esta ya que no tenía mucho tiempo.

            —No hay de qué —contestó el otro—. ¿Necesitas ayuda? —Kevin negó.
            —Con que pongas la caja donde estaba y me guíes a la salida tengo de sobra.
            —Para eso, ya que estoy te ayudo a llegar hasta el coche, porque no sé cómo piensas abrir luego la puerta.

            Durante unos momentos, Kevin se quedó en silencio. Aquel desconocido, que aún sostenía el regalo tenía razón, pero no quería abusar de su amabilidad, bastante había hecho ya.

            —Tengo tiempo, no tengo nada qué hacer en dos horas y esto no me tomará más de quince minutos —siguió.
            —Está bien —murmuró.
            —Perfecto —el chico agarró otra de las cajas y Kevin ya pudo ver dónde estaba la salida.

            Salieron del recinto para entrar en el aparcamiento subterráneo, donde miles de coches ordenadamente alineados esperaban por sus dueños. Kevin guio al otro entre las filas, buscando su propio automóvil hasta que dio con él. hizo equilibrios con las cajas hasta que estas se tambalearon peligrosamente y fueron recogidas por el otro.

            —Cuidado…
            —Lo siento —murmuró avergonzado, buscando en los bolsillos de su pantalón las llaves del coche hasta dar con ellas.

            Pulsó el botón dos veces, escuchando un pitido y el sonido que hicieron los seguros del coche al abrirse. Con una sonrisa de circunstancias abrió una de las puertas traseras y fue tomando los regalos de los brazos del otro hasta que no quedó ninguno.

            —Muchas gracias —dijo en ese momento—. No sé cómo agradecerte esto que has hecho por mí. Bueno… y ni siquiera sé tu nombre para hacerlo correctamente.
            —Mi nombre es Eli —contestó el chico con una sonrisa.
            —Gracias por todo, Eli —Kevin hizo una reverencia —. ¿Cómo puedo agradecértelo?
            —Con un beso —murmuró antes de salvar la distancia que los separaba para rozar levemente sus labios.

            Al principio Kevin no supo cómo reaccionar, pero cuando comenzó a devolver el beso el otro chico se apartó.

            —Feliz Navidad —susurró contra sus labios antes de esbozar una sonrisa y perderse entre el mar de coches.

            Kevin se tambaleó y tuvo que agarrarse a su vehículo para no acabar en el suelo. Aquel era el primer beso que le daba un desconocido. Sus mejillas se colorearon de rojo y su corazón latió con fuerza.


            Aquel era un inesperado Día de Navidad.