Sí, Amo
Todavía seguía sin entender qué
hacía en aquella situación. ¿Cómo me había podido dejar convencer por mi jefe
para hacer ese trabajo? Pero claro, el hombre me había prometido una gran suma
de dinero por hacer todo por su hijo durante el tiempo que se hospedara en el
hotel en el que estaba trabajando en el verano para poder pagarme el próximo
año de universidad.
Sin embargo, TODO era demasiado.
―YiFan, masajéame los pies ―dijo el
malcriado de SeHun, el hijo de mi jefe, con un tono imperativo que al
escucharlo me dieron ganas de estamparle el cojín en la cara para que se
callara de una vez y para siempre.
―Sí, amo ―murmuré sentándome en el
sofá y cogiendo los pies de aquel niñato. Llamarlo de esa forma era algo que me
había impuesto y aunque cada vez que tenía que hacerlo me daban ganas de
tirarlo por el balcón de la suite en la que ya llevaba más de un mes instalado.
Comencé a masajear sus pies lo mejor
que podían mis grandes manos, más habituadas a jugar al baloncesto que a cuidar
de alguien. Sin embargo, tras algunos minutos, el chico comenzó sonreír, como
nunca antes lo había visto, y hacer algunos sonidos raros que me hicieron
detenerme al momento.
―¿Por qué paras? ―preguntó sin abrir
siquiera sus ojos―. Sigue con lo que hacías.
―Sí…
―Sí, ¿qué?
―Sí, amo.
Seguí masajeándole los pies,
haciendo algo más de presión en los sitios en los que notaba que estaban más
duros, pero sin hacerle daño ―aunque eso fuera lo que más quisiera―, porque me
podrían despedir sin pagarme ni un mísero won.
―YiFan ―volvió a llamar.
―¿Sí, amo?
―Vamos a la cama y utiliza esas
manos para otras cosas mucho mejores ―murmuró el chico.
―¿Cómo?
―Vamos.
―Pero eso no entra dentro de mis
deberes… ―repliqué.
―Si no lo haces le diré a mi padre
que te despida ―amenazó y aunque me dieron ganas de salir de allí, dejando a
ese niñato solo, el dinero me hacía mucha más falta―. ¿Qué me dices? ―me mordí
el labio inferior hasta que me hice sangre.
―Sí, amo.