Título: New life
Autora: Riz Aino
Pareja: Malec (Magnus Bane x Alec Lightwood) (Shadowhunters)
Clasificación: PG–13
Géneros: romance, fluff,
humor
Número de palabras: 1.438
palabras
Resumen: después de todo
por lo que habían pasado en los últimos tiempos, su relación es más fuerte que
nunca.
Aclaraciones: este pequeño
inciso se enmarca tras la batalla final del último libro de la saga de
Cazadores de Sombras: los instrumentos mortales.
Notas: historia escrita
para celebrar el cumpleaños de mi preciosa Cristina.
Comentario de autora: no sabía
qué podía regalarte, nunca sé que regalar, pero se me ocurrió que quizás te
haría ilusión algo como esto. Espero que te guste.
New Life
Alec
había decidido que tras regresar de Alacante lo primero que iba a hacer era
entrar en el dormitorio que ocupaba en el Instituto y guardar las cosas más
relevantes en una gran bolsa de deportes —que realmente le servía para contener
armas—
para irse lo más rápido posible de allí e instalarse en Brooklyn, junto a
cierto brujo que por fin lo había perdonado por ser un maldito estúpido. Había
estado pensando en el hecho de irse a vivir junto a Magnus desde que habían
arreglado su relación porque no iba a poder soportar quedarse más tiempo en
casa y, cuando se lo propuso a éste, casi le faltó lanzar fuegos artificiales
para celebrarlo —a
veces Magnus era un poquito exagerado en sus reacciones—.
El
muchacho suspiró, viendo cómo iba a abandonar el lugar en el que había pasado
toda su vida, lugar que iba a echar muchísimo de menos. Sin embargo, a pesar de
que eso lo entristecía, también se sentía muy expectante por la nueva etapa que
se iba a abrir en su vida en cuanto saliera de allí.
Terminó
de guardar las cosas que más necesitaba y finalmente cerró la cremallera de la
bolsa negra con un poco de trabajo —y eso que había metido sus últimos jerséis empujándolos a
presión junto a las demás cosas—, probablemente se
le rompiera si no tenía cuidado, pero el chico iba a poner todo el empeño en
que no se le abriera en mitad de la calle porque eso sería un problema. Alec se
colgó la bolsa del hombro y salió de su habitación, sin esperarse que fuera se
encontraran su hermana, Jace y Clary. No les había dicho a ninguno que se iba,
nadie sabía de sus planes a parte de Magnus, así que no se pudo explicar cómo
era que se habían enterado de ello. Sin embargo, no tuvo tiempo de cuestionarse
absolutamente nada, porque Izzy ya se había colgado de su cuello, dándole un
abrazo que habría acabado estrangulando a más de uno.
—Tranquila, Isabelle —murmuró en su oído—, no me
voy a morir ni nada por el estilo.
—No… pero te vas —fue lo que le contestó ella—.
Ya no voy a poder verte todos los días y eso no me gusta.
Alec no pudo hacer más que sonreír ante aquello.
Su hermana rara vez se ponía sentimental, pero suponía que todavía tenía muy
reciente lo que había sucedido con Simon y que era normal que ella estuviera un
poco más emotiva que de costumbre, así que, simplemente le devolvió el fuerte
abrazo y le aseguró que se verían cada vez que ella quisiera, que solamente
tenía que llamarlo, antes de separarse de su cuerpo, intentando tranquilizarla.
—Te voy a echar de menos —fue lo único que le
dijo Clary antes de abrazarlo durante unos momentos y luego alejarse.
—Yo también te echaré de menos —le respondió a la
chica—. Os echaré de menos a todos —se corrigió.
En ese instante, Jace se unió a la fiesta de
abrazos cuando no se lo esperaba realmente y le dio un achuchón que casi le
rompió las costillas. Alec sintió sus pulmones un par de palmos más arriba de
lo que deberían haber estado, pero no le importó y correspondió el abrazo de su
amigo, de su hermano, de su parabatai.
—Primero, no le digas a nadie lo que vas a oír en
breves —fue lo que le susurró al oído—. Segundo… te quiero, Alec, así que si
Magnus te hace cualquier tipo de daño iré a vérmelas con él.
—No diré nada —le aseguró—, y yo también te
quiero.
Una vez terminaron los abrazos y las palabras
emotivas, Alec se despidió de ellos y bajó las escaleras rápidamente, con la
bolsa colgada del hombro. No esperaba encontrarse con su madre que fuera a
despedirlo tan calurosamente como los demás, así que, simplemente salió de los
terrenos del Instituto, mirando hacia atrás como si fuera a ser aquella la
última vez que viera aquel lugar. El chico sabía que ni de coña iba a ser su
última vez allí, pero lo embargó un sentimiento de nostalgia y decidió que lo
mejor que podía hacer era caminar rápidamente, alejándose de allí para no tener
la tentación de volver a su casa.
No. Ahora su casa no era el Instituto. Su casa
era el apartamento de Magnus.
Con decisión se internó en las atestadas calles
de Nueva York, tomando el camino más directo que conocía para ir hacia Brooklyn
a pie. Todavía no se acostumbraba —y Alec tenía la sensación de que nunca se acostumbraría—
al transporte de los mundanos, por eso prefería ir andando o corriendo a los
sitios, aunque estos estuvieran en el quinto pino. Durante el camino se
encontró pensando en cómo iba a ser su vida ahora que viviría junto a su chico,
imaginando algunas situaciones cotidianas como las que tenían las parejas
normales —aunque ellos no fueran una pareja exactamente normal—. Cualquier cosa
le parecía agradable y maravillosa de vivir junto a la persona que amaba.
Casi sin darse cuenta, Alec se vio ante la puerta
del edificio en el que vivía Magnus e hizo acopio de las llaves que le había
dado para que pudiera entrar y salir de casa sin tener que estar pendiente de
que Magnus estuviera allí dentro. Abrió la puerta escuchando un ligero clic y
luego subió por las escaleras hasta el piso en el que se encontraba el
apartamento de Magnus. Poder ingresar a su loft
era casi un sueño para Alec, después de que no pudiera casi ni acercarse a la
puerta por el conjuro mágico que le había puesto cuando rompieron. Su semblante
se agrió un poco, así que dejó rápidamente de pensar en ello. Ahora estaban
bien, ahora iban a vivir juntos, iban a compartir una nueva vida juntos, no
tenía por qué preocuparse por lo que sucedió en el pasado, ahora tenían un
futuro y Alec tenía claro que no iba a volver a cometer ninguna estupidez más.
Finalmente, casi una hora después de haber salido
del Instituto, el chico entraba al apartamento, dejando la bolsa de deporte en
la entrada porque ya comenzaba a pesarle y el hombro del que la llevaba colgada
se le iba a quedar inservible. Miró a un lado y a otro, buscando a Magnus, pero
solo encontró a Presidente Miau, quien se acercó a recibirlo entre maullidos
que le anunciaban que lo había echado de menos y que lo seguía queriendo. Alec
se deshizo en atenciones hacia el gato durante algunos minutos y, cuando éste
ya estuvo colmado de amor, se fue dignamente a tumbarse sobre un sillón.
El chico aprovechó aquel momento para buscar por
el lugar a Magnus, ya que aún no había salido a recibirlo y lo encontró en su
habitación, mirando por la ventana cómo el atardecer pintaba los edificios de
la ciudad de Nueva York de tonos cálidos, anaranjados, rojos y violetas,
recortando además sus alargadas siluetas. Con el sigilo propio de un Cazador de
Sombras, Alec se acercó a él por detrás hasta que lo abrazó por la espalda,
apoyando su barbilla sobre el hombro del brujo y aspirando su aroma único. El
chico tuvo la sensación de que lo había oído llegar mucho antes, pero no había
querido acercarse a él por algún motivo que no llegaba a comprender; sin
embargo, no pensó en ello mucho pues sintió cómo Magnus se relajaba en sus
brazos y aprovechó para darle un cariñoso beso en el cuello.
—Ya estoy aquí —anunció en un susurro demasiado
bajo, pero que aun así, fue audible.
—Bienvenido a casa —fue lo único que respondió
Magnus antes de girarse hacia él para darle un corto beso en los labios que
sellaba una promesa que no habían formulado en voz alta. La promesa de que no
se iban a separar hasta que no hubiera más opción que hacerlo.
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