Russian Roulette
Sentados alrededor de una mesa,
mirándose fijamente a los ojos, se encontraban KiBum y MinHo. Ante ellos, sobre
la tabla había una gran cantidad de dinero que se habían encargado de robar
horas antes, sin embargo, solo uno de ellos se lo podía lleva consigo a casa,
ese había sido el trato. Ante ellos y sobre los billetes que aún olían a nuevo
se encontraba un revólver Nagant M1895, una reliquia rescatada de la casa de un
multimillonario ruso al que le gustaba coleccionar todo tipo de armas.
—¿Quién empieza? —le preguntó su
compañero.
—Los mayores primero —respondió.
KiBum asintió y tomó el arma de la
mesa, abriéndola para sacarle seis de sus siete balas. Después, hizo girar el
tambor, cerrándolo rápidamente para que ninguno de los dos pudiera ver el lugar
en el que finalmente había quedado la bala y se colocó el revólver contra su
sien derecha. El chico lo miró, tragando saliva y cerró los ojos antes de
apretar el gatillo. El segundo que le siguió al disparo realizado, gasta el
momento en el que ninguna bala salió del tambor se le hizo eterno y luego,
sintió anticipación porque era su turno.
—Te toca —KiBum le tendió el arma y
él hizo lo mismo que su compañero anteriormente, colocarse el arma en la sien y
disparar, rezando en el proceso por no ser él a quien le tocara la bala. Nada
sucedió tras esto, así que le volvió a pasar el arma al otro chico, ya que el
juego de la ruleta rusa acababa solo cuando uno de los dos participantes moría.
El chico que había frente a él alzó
el revólver de nuevo y, apretando los dientes, apretó también el gatillo. Sin
embargo, volvió a librarse de la muerte.
Con el corazón martilleándole en su
pecho, MinHo volvió a coger el arma y apuntó contra su sien. Miró fijamente a
los ojos del otro y luego disparó. El chico escuchó esa vez algo extraño
procedente del interior del revólver una milésima de segundo antes de que la
única bala que había en la recámara saliera disparada contra su cabeza.