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jueves, 27 de agosto de 2015

Te extraño

Título: Te extraño
Autora: Minako Aino (Riz Aino / Annalovesasianboys) (@sbeaea)
Pareja: MyungYeol (L x SungYeol) (INFINITE)
Clasificación: PG–13
Géneros: UA, romance, drama, songfic
Número de palabras: 1.350 palabras
Resumen:
Saranghanda mianhada
Geurae deoneun andoegesseo;
Nan dagagal jagyeok jocha eobseo
Nal saranghaji ma;
Te amo. Lo siento
Pero no puedo seguir así
Ni siquiera tengo el derecho
De acercarme a ti, no me ames
Notas: songfic basado en la canción Only Tears de INFINITE. La letra, como siempre, estará desperdigada por el fic con su respectiva traducción al español debajo. Para los que quieran llorar con la melodía de la canción mientras leen, os dejo el link aquí.
Comentario de autora: desde que escuché esta canción la primera vez, cuando estaba viendo el concierto de IINFINITE con unas amigas, me caló muy hondo. La voz de SungGyu, rota por las lágrimas mientras acariciaba con sus dedos las teclas del piano causó que me pusiera a llorar como una tonta y que no parara hasta que no escribí una historia sobre ella. Espero que os guste esta historia <3

lunes, 24 de noviembre de 2014

60 Seconds

60 Seconds

            Sesenta segundos le son suficientes a SungYeol para saber que se ha enamorado irremediablemente de MyungSoo cuando los presentan el primer día. En ese minuto, su corazón le había mostrado que él era todo lo que necesitaba en su vida y solo le fueron necesarios esos escasos sesenta mil milisegundos para tomar la decisión de hacer todo lo posible para que MyungSoo también se enamorara de él.


domingo, 23 de marzo de 2014

Jefe

Jefe

            Todas las mañanas lo veía pasar por delante de la mesa en la que trabajaba. Su joven jefe ni siquiera le dirigía la mirada, siempre pasaba de largo, con sus ojos fríos, como el hielo, enfocados en la puerta de su despacho. Nunca saludaba a nadie, simplemente entraba en aquel lugar, se encerraba y pasaba su jornada laboral allí dentro, solo salía cuando tenía alguna reunión y se relacionaba lo mínimo con todos sus trabajadores.

            Lee SungYeol era su secretario personal, pero tampoco podía obtener más de dos palabras de aquel Dios encerado en el cuerpo de un hombre y nunca jamás lo había visto sonreír. El chico era alguien alegre, pero cuando estaba alrededor de su jefe, no podía evitar ponerse serio y mirarlo desde abajo y con miedo, a pesar de ser más alto que él.

            De repente el teléfono que tenía en su mesa comenzó a sonar, sacándolo de sus pensamientos. Pulsó uno de los botones para poder escuchar que quería su jefe que hiciera.

            ―¿Necesita algo, jefe? ―preguntó.
            ―Ven a mi despacho ―ordenó.

            SungYeol ya se había acostumbrado a la brusquedad del otro, pero aun así no podía evitar sorprenderse de vez en cuando por esta. Se levantó de su mesa y caminó los escasos pasos que la separaban del despacho del jefe de la empresa. Golpeó la puerta que tenía una plaquita dorada con  “Kim MyungSoo. Director de Marketing” grabado y esperó hasta escuchar el gruñido del otro, indicándole que pasara. Ingresó al despacho y cerró la puerta tras él, haciendo una reverencia a su jefe.

            ―¿Quería algo de mí? ―la persona tras el escritorio asintió.
            ―Siéntate ―le ordenó. SungYeol lo hizo y esperó hasta que el otro volvió a hablar―. ¿Por qué me tienes miedo?
            ―Yo… Yo… ―comenzó balbuceando―. No… le tengo miedo…
            ―¿Y ese balbuceo? ―preguntó alzando una ceja.
            ―Solo… Estoy nervioso…
            ―¿Por qué?
            ―Porque es la primera vez que estoy manteniendo una conversación con usted ―murmuró rápidamente, tan rápido que a MyungSoo le costó entenderlo, pero en cuanto lo hizo, una sonrisa asomó a sus labios―. Es preciosa… ―comentó sin poder contenerse.
            ―¿Qué?
            ―Su sonrisa… ―susurró avergonzado―. Es muy bonita, pero nunca la muestra.
            ―¿Y crees que debería mostrarla más? ―cuestionó.
            ―No quise darle ninguna orden ―contestó encogiéndose un poco en su asiento.
            ―Si la muestro más… ¿Dejarías de tenerme miedo? ―preguntó.
            ―De esa forma parecería alguien más accesible y alegre ―en cuanto dijo aquellas palabras se tapó la boca con las manos.
            ―Entonces… Que así sea ―respondió con una gran sonrisa―. No quiero que nadie me tenga miedo en esta empresa… Y menos tú.



jueves, 13 de marzo de 2014

L



            Kim MyungSoo y L eran a la vez distintas y la misma persona. Cualquiera que lo conociera lo sabía, pero quién más notaba el cambio que había era Lee SungYeol.    Se llevaban muy bien, tanto delante, como detrás de las cámaras. Por esta razón, cada vez que el chico de ojos oscuros tenía una crisis de doble personalidad, era SungYeol quien trataba con el problema.

            Ninguna otra persona de su entorno sabía de aquel trastorno, de aquella enfermedad, solo SungYeol y no quería que nadie más se enterara de aquello o perdería a la única persona que le importaba en este mundo. No obstante, a veces sentía que era demasiado para él solo.

            MyungSoo era alguien dulce, amable y cariñoso, a veces tímido y un poco crío, alguien a quien cuidar y alguien a quien querer. L era todo lo contrario: frío, calculador, frío y controlador, cuando dejaba salir aquella parte de él, SungYeol lo temía.


            SungYeol fue estampado sin piedad contra la pared de la habitación del hotel en el que se estaban alojando durante aquella estadía en Japón y el chico jadeó por la presión ejercida de la rodilla ajena contra su entrepierna y por el golpe de su cabeza sobre aquella superficie dura. Cuando abrió los ojos ―que había cerrado por el impacto―, se encontró con una mirada oscura, fría y peligrosa que le indicó que quien estaba frente a él era L y no MyungSoo, con quien había subido para la habitación hacía apenas unos segundos en el ascensor.

            ―L ―murmuró. Una gota de sudor frío cayó por su cuello y recorrió toda su espalda.
            ―Hacía tiempo que no nos veíamos ―comentó el otro. Su voz era fría y bastante grave, SungYeol supuso que era por la tensión sexual acumulada en su cuerpo durante aquellos días.
            ―Dos semanas ―contestó. Todavía estaba demasiado reciente en su memoria aquella noche en la que el otro lo había penetrado tan salvajemente que, a veces, todavía sentía dolor si hacía algún movimiento brusco.
            ―Demasiado tiempo ―susurró L contra su oído. El aliento cálido hizo que se le erizara el vello de la nuca―. MyungSoo me ha retenido demasiado tiempo.

            SungYeol sintió el peligro de aquellas palabras y tragó saliva, haciendo así que su nuez subiera y bajara con un movimiento lento y tortuoso de forma bastante notable. L se lamió los labios, humedeciéndolos y luego mordió el inferior, mirando con deseo al chico ante él.

            Antes de que SungYeol pudiera replicar, el otro lo tomó de la nuca y estampó sus labios contra los del mayor en un beso demandante y voraz. Sus dientes chocaron y la lengua de L se abrió paso en su boca, recorriendo cada rincón de esta, ahogándolo con el movimiento de aquel músculo.

            Los besos también eran diferentes. MyungSoo nunca invadía su boca, nunca lo dejaba sin respiración.

            SungYeol tomó una gran bocanada de aire cuando el otro se separó de sus labios apenas unos centímetros. Cuando sintió que el aire volvía a llegar a sus pulmones, miró fijamente los oscuros y fríos ojos de L.

            ―Me gusta esa mirada ―dijo L con una sonrisa torcida―. Haciendo ver que me odias, que me desprecias, mostrando que al único al que quieres es a MyungSoo ―le levantó la barbilla, clavándole sus cortas uñas en esta―. Eso me excita y me hace desearte cada vez más.

            En ese momento llevó sus labios al cuello de SungYeol y comenzó a jugar con su nuez, besándola, mordiéndola, succionándola, dejándolo de nuevo sin aire.

            Lo odiaba, lo odiaba mucho, pero no podía abandonar a MyungSoo. Por esta razón aguantaba a aquella parte, porque si se iba, L tomaría el control completo de aquel cuerpo. Debía apoyar a MyungSoo para que eso no sucediera jamás.

            SungYeol reprimió un gemido de dolor cuando los dientes del otro se clavaron en su carne, contra la piel de su hombro, en un lugar que sería fácil de ocultar. No sabía cómo había podido llegar a aquel lugar cuando instantes antes maltrataba su nuez, pero el chico ya había decidido, por la experiencia de otras veces que era mejor no darle vueltas a nada de lo que L le hiciera, ni sobre cómo lo hiciera. Simplemente se abandonaba, no luchaba, dejaba que el otro hiciera lo que quisiera con su cuerpo y luego abrazaba a MyungSoo y le decía que lo amaba para que L no volviera a aparecer en un tiempo.

            ―Eres mío ―murmuró L entre besos y mordiscos por cada trozo de piel que la camiseta dejaba expuesta―. No quiero compartirte con él. Eres mío, Lee SungYeol.

           Lo separó de la pared tan bruscamente como lo había lanzado contra esta y lo llevó hacia la cama, tomando posesivamente sus labios durante el camino y cuando cayeron sobre esta. Las manos de L atraparon las muñecas de SungYeol y las sostuvo sobre su cabeza, mientras su lengua se deslizaba de nuevo por su cavidad bucal.

            Cuando se separó de él lo miró con lujuria, mordiendo su labio inferior.

            ―Hoy no te ataré ―anunció―. Pero no podrás tocarme.
            ―No pensaba hacerlo, de todas formas ―contestó SungYeol.
            ―Buen perro…

            L lo hizo sentarse sobre la cama y luego le quitó la camiseta que en aquellos momentos vestía, casi arrancándosela del cuerpo por la precipitación. L era así, precipitado, descuidado, sexual; MyungSoo siempre prefería jugar un poco antes, explorar posibilidades, acariciar y dejarse tocar.

            En unos momentos, SungYeol estaba desnudo sobre la cama y L comenzaba a quitarse su ropa, completamente negra de arriba abajo para poder comenzar con lo que deseaba: que SungYeol fuera suyo.

            Comenzó a tocar el miembro del chico para que este se pusiera duro, cosa que no había conseguido con sus besos, mandando oleadas de placer a SungYeol que apretaba los dientes para que de su boca no escapara ningún gemido, no quería darle aquella satisfacción al chico ante él.

            Cuando el miembro estuvo completamente erecto y dolía, L le indicó que se pusiera a cuatro patas, con el trasero levantado hacia él, y así lo hizo. SungYeol escondió su cara en la almohada para que, cuando el otro lo penetrara, ahogara todo sonido procedente de su boca. Uno segundos después de estar en aquella posición notó los dedos del otro presionando contra su ano, intentando entrar.

           ―No voy a ser cuidadoso ―le susurró cuando tres dedos campaban a sus anchas por su recto―. Prepárate.

            L sacó sus dedos y llevó su miembro, sin ningún cuidado, al interior de SungYeol, embistiéndolo de golpe, internándose lo más profundo que podía de una sola vez. El chico mordió la almohada y cerró los ojos fuertemente. No volvería a llorar, eso era lo que se había prometido después de la primera vez que L lo había ido a visitar, hacía ya cinco años.

            El otro comenzó a embestir rápidamente, con fuerza, agarrando las caderas de SungYeol para poder hacer el movimiento mucho más intenso, sin dejar que se acostumbrara a su miembro, desgarrándolo de nuevo por dentro, como había hecho solo unas semanas atrás.

            Un ritmo frenético y enloquecedor que provocaba que sus caderas chocasen fuertemente fue el que siguieron, nada parecido a la forma de hacer el amor de MyungSoo, siempre lento, cuidadoso que daba constantemente contra su próstata y lo hacía suspirar. L comenzó a embestir cada vez más rápido y el chico supo que estaba a punto de terminar. Momentos después, un líquido caliente llenaba sus entrañas y el chico se desplomaba contra su espalda.

            SungYeol notó que L ya no estaba con él cuando escuchó unos gimoteos a su espalda, seguidos de unas manos, que antes volaban por su cuerpo tocando y arañando, ahora se aferraban a su cintura como si fuera esta su salvavidas.

            ―¿MyungSoo? ―susurró.
            ―Lo siento ―las lágrimas del chico mojaban su espalda cubierta por una capa de sudor que todavía no se había secado.
            ―No te disculpes, no has hecho nada malo.

            MyungSoo no contestó, pero seguía llorando contra la piel de su espalda, aún dentro de él. SungYeol se movió hasta que el miembro flácido del otro salió de su interior y luego se tumbó de espaldas sobre la cama del hotel, llevándose a MyungSoo sobre él para poder abrazarlo y calmarlo.

            ―Sabes que te amo con todas tus virtudes y tus defectos, ¿verdad? Si no lo hiciera habría abandonado hace mucho tiempo este barco.
            ―Pero sufres por mi culpa ―murmuró el otro. Las lágrimas no dejaban de correr por su rostro, así que SungYeol las secó con sus dedos.
            ―¿Y quién no sufre por amor?
            ―Pero él te hace daño… Físico…
            ―Y luego tú me curas ―replicó.
            ―SungYeol…
            ―Te amo ―le dio un beso en la frente―. Y mientras estés conmigo, me da igual que tú otro yo venga a visitarme de vez en cuando.
            ―Idiota.
            ―Gracias por el cumplido ―MyungSoo sonrió levemente y dejó que el otro se acercara hasta besar sus labios.
            ―Me esforzaré para que L pase el menor tiempo posible contigo ―susurró―. Porque eres mío.

            SungYeol sintió un escalofrío al escuchar las últimas palabras, pero el brillo en los ojos de su chico le indicaba que era MyungSoo quién estaba con él, así que lo ignoró y apretó fuertemente su cuerpo entre sus brazos, ignorando también la sonrisa maliciosa que se extendía por su rostro y no escuchando sus últimas palabras:

            ―Eres mío y MyungSoo nunca volverá a aparecer.