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miércoles, 26 de diciembre de 2012

White Chistmas


White Christmas


   “Todos tus deseos se cumplirán durante una blanca navidad”.

   Esas palabras eran lo único que recordaba de mi abuelo, que murió cuando tenía siete años. No recordaba su rostro, sólo por las fotos que había por la casa lo reconocía, sólo me acordaba de su voz grave diciéndome estas palabras mientras me sentaba en sus rodillas.

   Desde esa blanca navidad, en la que mi abuelo nos dejó, no había habido ninguna más, de hecho, en los siguientes doce años, ni siquiera había hecho un poco de frío en estas fechas, hasta esta navidad. La única navidad que no podría pasar junto a mi familia, debido a que las carreteras habían sido cortadas por el canto de nieve caído en ellas, que ni con los kilos y kilos de sal echados, ni con las máquinas de nieve a pleno rendimiento, se acababa de fundir, dejándome en el pequeño pueblo en el que vivía y trabajaba, aislada, a un par de kilómetros de la casa más cercana.

   -Sí lo que mi abuelo me dijo hace siete años es verdad, lo que me gustaría en estos momentos, sería tener la compañía de alguien- murmuré.

   No había ni acabado de decir la frase cuando sonó el timbre de mi casa y me llevé un gran susto, seguido de una gran incredulidad y desconfianza y una parálisis en mi cuerpo, que fue rápidamente curada al volver a escuchar el timbre. Me dirigí a la puerta y cogí aire antes de abrirla. Al hacerlo, me encontré frente a mí con un chico, un poco mayor que yo, castaño claro y rostro fino. Sus ojos parecían muy cansados, podría caer dormido en cualquier momento. También tiritaba, según el termómetro de mi casa, afuera estábamos a -10ºC, por lo cual, con el fino abrigo que llevaba, debía estar congelado.

   Antes de que el chico pudiera hablar, lo hice pasar a mi casa y lo guie hasta la chimenea, encendida, después, cogí las mantas que tenía tiradas por el lugar y se las coloqué encima para abrigarlo y hacerlo así entrar en calor. Después fui a la cocina y calenté un poco el chocolate que me había preparado esa mañana para desayunar, cuando acabé, me dirigí de nuevo al salón, y le ofrecí el vaso. Él, sin decir siquiera una palabra, lo tomó y comenzó a beber ávidamente. Al acabarlo, me lo tendió, y yo lo dejé sobre la mesita del salón, ahí fue cuando pude escuchar su hermosa voz.

   -Muchas gracias- dijo- muchísimas gracias.
   -No hay de qué- contesté- ¿qué te ha pasado?
   -Mi coche se quedó atascado en la nieve y no podía avanzar, la tormenta no paraba y apenas me dejaba ver, también me había quedado sin batería en el coche, y la calefacción no iba, así que me estaba congelando- contó- fue entonces cuando vi luces y entonces pensé que alguien viviría cerca, así que salí del coche y me encaminé hacia ellas, llegando hasta tu puerta.
   -Parece digno de una película- murmuré.
   -La autorizo a utilizar esta historia para una película- me dijo él- pero primero debo saber cómo te llamas.
   -Mi nombre es Irene- contesté- ¿y el tuyo?
   -JungSoo, Park JungSoo.
   -Park JungSoo- dije- ¿te gustaría pasar la noche de Navidad conmigo?
   -Claro que sí.

“Todos tus deseos se cumplirán durante una blanca navidad”- volví a escuchar su voz en mi cabeza.

   -“Espero que tengas razón, abuelo”.