White Christmas
“Todos tus deseos se cumplirán durante una
blanca navidad”.
Esas palabras eran lo único que recordaba de
mi abuelo, que murió cuando tenía siete años. No recordaba su rostro, sólo por
las fotos que había por la casa lo reconocía, sólo me acordaba de su voz grave
diciéndome estas palabras mientras me sentaba en sus rodillas.
Desde esa blanca navidad, en la que mi
abuelo nos dejó, no había habido ninguna más, de hecho, en los siguientes doce
años, ni siquiera había hecho un poco de frío en estas fechas, hasta esta
navidad. La única navidad que no podría pasar junto a mi familia, debido a que
las carreteras habían sido cortadas por el canto de nieve caído en ellas, que
ni con los kilos y kilos de sal echados, ni con las máquinas de nieve a pleno
rendimiento, se acababa de fundir, dejándome en el pequeño pueblo en el que
vivía y trabajaba, aislada, a un par de kilómetros de la casa más cercana.
-Sí lo que mi abuelo me dijo hace siete años
es verdad, lo que me gustaría en estos momentos, sería tener la compañía de
alguien- murmuré.
No había ni acabado de decir la frase cuando
sonó el timbre de mi casa y me llevé un gran susto, seguido de una gran
incredulidad y desconfianza y una parálisis en mi cuerpo, que fue rápidamente
curada al volver a escuchar el timbre. Me dirigí a la puerta y cogí aire antes
de abrirla. Al hacerlo, me encontré frente a mí con un chico, un poco mayor que
yo, castaño claro y rostro fino. Sus ojos parecían muy cansados, podría caer
dormido en cualquier momento. También tiritaba, según el termómetro de mi casa,
afuera estábamos a -10ºC, por lo cual, con el fino abrigo que llevaba, debía
estar congelado.
Antes de que el chico pudiera hablar, lo
hice pasar a mi casa y lo guie hasta la chimenea, encendida, después, cogí las
mantas que tenía tiradas por el lugar y se las coloqué encima para abrigarlo y
hacerlo así entrar en calor. Después fui a la cocina y calenté un poco el
chocolate que me había preparado esa mañana para desayunar, cuando acabé, me
dirigí de nuevo al salón, y le ofrecí el vaso. Él, sin decir siquiera una
palabra, lo tomó y comenzó a beber ávidamente. Al acabarlo, me lo tendió, y yo
lo dejé sobre la mesita del salón, ahí fue cuando pude escuchar su hermosa voz.
-Muchas gracias- dijo- muchísimas gracias.
-No hay de qué- contesté- ¿qué te ha pasado?
-Mi coche se quedó atascado en la nieve y no
podía avanzar, la tormenta no paraba y apenas me dejaba ver, también me había
quedado sin batería en el coche, y la calefacción no iba, así que me estaba
congelando- contó- fue entonces cuando vi luces y entonces pensé que alguien
viviría cerca, así que salí del coche y me encaminé hacia ellas, llegando hasta
tu puerta.
-Parece digno de una película- murmuré.
-La autorizo a utilizar esta historia para
una película- me dijo él- pero primero debo saber cómo te llamas.
-Mi nombre es Irene- contesté- ¿y el tuyo?
-JungSoo, Park JungSoo.
-Park JungSoo- dije- ¿te gustaría pasar la
noche de Navidad conmigo?
-Claro que sí.
“Todos tus deseos se
cumplirán durante una blanca navidad”- volví a escuchar su voz en mi cabeza.
-“Espero
que tengas razón, abuelo”.
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