Título:
花火
[Fireworks]
Autora:
Riz Aino
Pareja:
2Yu (Yuta + Yuto) (NCTAGON – NCT + PENTAGON)
Clasificación:
PG–13
Géneros:
AU, romance, fluff, leve drama
Número de palabras:
2.724 palabras
Resumen:
cada año desde que Yuta se fue, Yuto va al festival de verano que se celebra en
su pueblo natal, esperando que el mayor cumpla la promesa que le hizo.
Notas:
escrito para el evento veraniego del año pasado del blog Giraffes in your Dreams.
Comentario de autora:
la pareja más rara es imposible que sea, lo sé perfectamente, pero desde que vi
que había un muchacho llamado Yuto entre los PENTAGON, que hay un Yuta en NCT y
que los dos son japoneses, no pude evitar imaginarme que esos dos tenían que
estar juntos porque el nombre de la OTP era super bonito. Espero que os guste.
Desde que Adachi Yuto tenía memoria, Nakamoto
Yuta aparecía en esta. El chico siempre había sido el vecino de la casa de al
lado, el niño con el que había jugado todos los días hasta que el mayor comenzó
a ir al colegio y entonces se veían un poco menos, pero siempre sacaban algún
tiempo para estar juntos y correr sus aventuras por el barrio residencial y
tranquilo en el que vivían. Eran los únicos niños del lugar, pero eso no hacía
que sus juegos fueran menos divertidos, cualquier cosa la convertían en objeto
de la mayor aventura de la historia, que duraba hasta que sus madres los
llamaban para comer. De aquella manera, vivieron su niñez.
A medida que fueron creciendo, los chicos
iban viendo que la diferencia de tres años que se llevaban era cada vez un
salto más grande que a veces era muy complicado de salvar. Yuta comenzaba a
saber cosas que Yuto ni siquiera podía llegar a imaginar, pero a pesar de
aquello, los chicos seguían intentando pasar el mayor tiempo que podían juntos.
Los unía un lazo más fuerte de lo que ambos podían pensar, tan fuerte, que ni
siquiera la distancia podría romper… aunque eso ellos no lo sabían todavía.
La adolescencia comenzó para Yuta un poco
antes y muchos momentos los pasó en soledad debido a que Yuto todavía era
demasiado pequeño para entender lo que a su mejor amigo, a ese que le estaba
cambiando la voz y le salían gallos cada vez que hablaba, le sucedían otras
cosas aún más fuertes en su organismo debido a sus hormonas. Solo pudo
entenderlo cuando le llegó la hora a él y, para entonces, ya era demasiado
tarde…
Yuta se había ido.
Yuto se enteró de la noticia de que la
familia Nakamoto se iba del pueblo solo unas semanas antes de que ésta
finalmente lo hiciera y no pasó ni un día en el que no llorara por la partida
de su mejor amigo, de la persona que, desde que tenía memoria estaba en todos
sus recuerdos. Yuta intentó animarlo todos aquellos días, intentó convencerlo
de que lo llamaría a menudo, de que le enviaría cartas también y que no
perderían el contacto. El mayor también le prometió que, siempre que pudiera,
iría al festival de verano que se celebraba en el templo de su barrio y que
entonces ambos se verían y pasarían tiempo juntos. Yuto, entre lágrimas y
sorbiéndose los mocos, asintió a aquello y sellaron su promesa con sus dedos.
Durante muchos años, aquella promesa que
hicieron cuando tuvieron que separarse, los mantuvo unidos prácticamente todos
los veranos. Yuta se quedaba una o dos semanas en su casa cuando llegaba el
festival e iban a éste los días que duraba, viendo los fuegos artificiales
sentados el uno junto al otro, solamente disfrutando de la compañía del otro.
Durante muchos años, su relación de amistad había funcionado de aquella forma y
sus cortos encuentros, cada vez la hacían más y más fuerte.
Sin embargo, todo había cambiado para ellos
cuando dos años atrás, Yuta no se había presentado al festival.
Ese año apenas se habían contactado a pesar
de que la tecnología estaba en plena revolución y los teléfonos móviles habían
empezado a ser comercializados en masa. Yuto había querido saber de su amigo,
como siempre, y le había mandado cartas de las que no había recibido respuesta
y lo había llamado muchas veces a su casa, obteniendo el mismo "ahora
mismo está muy ocupado, más tarde te llamará" de parte de la madre del
chico. El menor al principio había esperado ansioso la llamada del otro... pero
ésta jamás se había producido. Yuto comenzó a pensar que quizás el mayor se
había enfadado con él por algún motivo, pero no acertaba a pensar en algo que
hubiera podido molestar a Yuta, así que, no sabía qué era lo que había podido
suceder para que éste no quisiera contactar con él.
Aun así, Yuto había esperado que ese verano
se presentara en su casa como todos los años, para disfrutar del festival del
templo y de los fuegos artificiales, para arreglar de esta forma lo que hubiera
podido suceder entre ambos... pero Yuta no había ido y cuando Yuto lo llamó
para saber el por qué, la respuesta que recibió lo dejó mucho más confuso y
angustiado.
A sus dieciséis años, tuvo que escuchar cómo
su mejor amigo le gritaba por teléfono que lo mejor que podía hacer era
odiarlo, no buscarlo más y no esperar nada de él porque sino acabaría
haciéndole mucho daño. Yuta cumplía veinte años, pero a su parecer, se estaba
comportando de una forma inmadura por no decirle las cosas claras y por no
explicarle nada.
Yuto jamás podría odiarlo. Jamás podría
olvidarlo. Jamás podría dejarlo sin pelear por él.
Sin embargo, Yuto dejó de mandarle cartas y
de llamarlo, fingió que le había hecho caso y que lo odiaba y no quería saber
nada más de él... pero siguió esperando a que Yuta apareciera algún verano en
su casa, para quedarse a ver los fuegos artificiales con él.
Un año pasó en blanco, lentamente, haciendo
que el corazón de Yuto doliera porque la separación entre ambos parecía
definitiva... pero el menor no quería darlo todo por perdido. A pesar de que
Yuta no hubiera ido al festival dos años seguidos, eso no quería decir que no
pudiera ir al siguiente, o al otro.
Yuto no se rendiría.
~.~.~
—¡Mamá! —gritó cuando ya se encontraba en la
puerta de su casa, dispuesto a salir—. Voy a ir esta noche al festival —le
anunció.
Ese año, cuando ya había cumplido la mayoría
de edad, Yuto sentía que el mayor quizás se presentaría en el pueblo para
hablar con él, pera explicarle las cosas que no había podido años atrás, para
poder volver a ser amigos. Quizás era una esperanza muy vana, pero a Yuto le
gustaba pensar en positivo antes de hundirse pensando en los por qués, antes de
dejarse absorber por la oscuridad y no volver a salir de ella.
—¿Otra vez vas a ir por si Yuta aparece? —le
cuestionó la mujer, apareciendo por el pasillo hasta llegar a la entrada.
Ella nunca había tenido la misma esperanza
que su hijo. Desde el principio le había dicho que quizás su amigo de la
infancia había encontrado mejores amistades en Osaka y que ya no le hacía falta
tener a Yuto en su vida. Sin embargo, aquello no entraba en la cabeza del
chico, porque el mayor nunca había sido de esa forma, para Yuta, él había sido
lo más importante durante muchísimos años y no podía desecharlo como si fuera
algo que ya no necesitara, solo porque no podían verse tanto como antes o
porque no podían hablar todos los días.
—Estoy seguro de que aparecerá —le contestó—.
Puede que no lo haga este año... pero estoy seguro de que alguna vez volverá.
—Muy bien... como tú digas —respondió su
madre finalmente—. No te he podido retener antes y sé que menos te voy a poder
retener ahora que eres más alto que la puerta.
—Gracias mamá —dijo, sonriendo—. Volveré
después de ver los fuegos artificiales.
La mujer sonrió también y dejó que su hijo le
diera un beso antes de salir por la puerta como una exhalación. Yuto atravesó
las calles de su barrio, decoradas con farolillos que anunciaban la época de
festividades en la que se encontraban, encontrándose con personas que había
conocido desde que era pequeño, saludándolos a todos con una amplia sonrisa. El
camino al templo no era demasiado largo, pero la gente comenzaba a apelotonarse
cuanto más cerca estaba de él y tardó un poco más en llegar de lo que había
pensado. Siempre se habían formado atascos por las personas que caminaban con
sus yukatas y las sandalias tradicionales, que iban bastante incómodas y que no
estaban acostumbradas a llevar aquel tipo de ropa y calzado. El chico debería
haber salido un poco antes para evitarlo, pero tampoco era algo que le
molestara en exceso.
Una vez subió las escaleras que llevaban al
templo y se adentró en la gran explanada en la que había diferentes
puestecillos, Yuto sintió que se encontraba plenamente en el festival. Allí se
respiraba un ambiente totalmente diferente que en el resto del barrio. Todo era
color, olor y sonido y el chico se sentía como en casa allí. Lo único que
faltaba para hacer la escena perfecta era que Yuta se encontrara con él en
aquel lugar... pero no podía pedir tampoco peras al olmo.
Yuto deambuló por las estrechas calles que se
formaban gracias a los puestos, deteniéndose de vez en cuando en alguno de
ellos para probar suerte en algunos juegos de azar o para comprar algo rico con
lo que llenar su estómago (no había comido mucho en todo el día debido a los
nervios que sentía por si se encontraba con su amigo, pero con los maravillosos
olores que se mezclaban en el aire nocturno de agosto y se colaban por su
nariz, lo estaban haciendo salivar y no podía dejarlo pasar por más tiempo). El
chico pasó más de una hora por allí, encontrándose con algunos de sus amigos
del instituto, a los que saludó y con los que pasó un poco de tiempo; pero
cuando estaban a punto de comenzar los fuegos artificiales, el chico se excusó
con que quería verlos y se despidió de ellos.
Como había hecho desde que era pequeño,
aunque ahora con un poco más de dificultad debido a su altura, se fue colando
por los huecos que la gente había ido dejando hasta llegar al lugar desde el
que siempre había visto cómo aquellos cohetes pequeños eran lanzados al cielo
para justo después explotar, coloreando el oscuro cielo nocturno con su luz y
sus hermosas formas. Yuto se dejó caer contra el tronco de un árbol y miró al
cielo. Cuando era más pequeño, todavía se podían ver algunas estrellas aun
estando en medio de la ciudad, pero hacía años que solo una densa oscuridad
cubría sus cabezas debido a la contaminación lumínica.
El chico echaba de menos aquellos tiempos...
al igual que echaba de menos a Yuta.
En ese momento, sintió un movimiento a su
lado y supuso que alguien había querido usurpar una zona de aquel tronco para
ver también los fuegos, pero cuando se giró para ver quién había sido y vio
aquel rostro tan conocido a pesar de que llevaba dos años sin verlo, Yuto
sintió que se paraba su corazón.
Yuta había ido.
Yuta había cumplido su promesa.
Yuta por fin había regresado.
El menor sintió por un segundo que se había
vuelto loco o que estaba soñando despierto porque era lo que quería, pero
cuando se pellizcó el brazo y sintió dolor, supo que la presencia de Yuta allí
era una realidad, una realidad que llevaba mucho tiempo deseando y para la que
no estaba preparado. Sin que pudiera hacer nada por evitarlo, las lágrimas
comenzaron a acumularse en sus ojos y a caer por sus mejillas como una cascada.
Yuto observó borrosamente cómo el mayor alzó una mano para secarle las
lágrimas, pero se detuvo a medio camino, indeciso y mirando hacia otro lado
justo después. Parecía que no sabía qué hacer en su presencia y el menor no
tuvo más remedio que acercarse a su cuerpo y tomarlo entre sus brazos,
aprovechando que ahora era más alto que él.
—Al menos consuélame —le pidió entre hipidos
y las manos de Yuta en su espalda, acariciándola, no se hicieron esperar.
Pasaron varios minutos de aquella forma, Yuto
llorando y Yuta abrazándolo fuertemente, hasta que el ruido provocado por los
fuegos artificiales estallando en el cielo se dejó escuchar y ambos se
separaron. Durante algunos momentos, se miraron a los ojos fijamente, el menor
sin poder creerse que realmente su amigo estuviera allí junto a él.
—¿Por qué...? —le cuestionó, sin poder
callarse—. ¿Por qué...?
No hacía falta que dijera nada más, Yuta
sabía qué era lo que le estaba preguntando y que necesitaba una respuesta por
aquellos años que se lo había hecho pasar tan mal sin motivo alguno.
—Tenía mucho miedo —fue lo primero que dijo
el mayor, confundiéndolo. Apenas fue un susurro y Yuto tuvo que acercarse al
rostro de éste para poder escucharlo bien—. Tenía miedo de que me odiaras si te
enterabas de lo que sucedía y que no quisieras estar conmigo nunca más... por
eso decidí alejarte de mí antes de nada...
—¿De qué hablas, Yuta? —preguntó.
—De lo que siento por ti... —contestó,
bajando su cabeza—. Mientras estaba en la ciudad te echaba tanto de menos que
no paraba de pensar en ti... y el último verano que nos vimos fue demasiado
para mí... —Yuto lo vio titubear sobre seguir hablando, explicándose o no y
estuvo a punto de cortarlo él, pero el mayor volvió a hablar—. Lo que comencé a
sentir por ti no se parecía en nada a la amistad, Yuto... y no quería perderte
como amigo por ello.
El corazón de Yuto se detuvo durante unos
segundos. Yuta había hablado a medias tintas, pero sabía más o menos a lo que
se refería. El mayor se había enamorado de él en los años previos y había
querido alejarse en caso de que lo odiara por ello. No podía ser más idiota.
Yuto quería pegarle fuerte y después abrazarlo mientras le gritaba lo estúpido
que había sido por hacer todo aquello porque el menor había estado sufriendo
pensando que lo odiaba cuando en realidad lo quería, porque Yuto siempre había
sentido que el mayor lo era todo para él. A pesar de que quería golpearlo muy
fuerte por aquello, simplemente buscó de nuevo el cuerpo de Yuta para abrazarse
a él.
—Idiota... —le susurró al oído—. ¿Cómo te voy
a odiar si yo también te quiero de la misma forma que tú me quieres a mí?
Yuta se apretó contra su cuerpo tanto después
de que le dijera aquellas palabras que Yuto creyó que se fusionarían en uno
solo, pero le gustaba aquella sensación y le gustaba que Yuta estuviera allí
con él de esa forma.
—¿De verdad he sido tan idiota? —cuestionó el
mayor desde su pecho.
—Mucho —respondió, acariciando su pelo
levemente.
—No quiero hacer el tonto más y perderte de
nuevo —le dijo—, quiero estar contigo para siempre a partir de ahora...
—Prometo hacer bien los exámenes de acceso a
la universidad —replicó—, así podré irme contigo a Osaka.
—Eso estaría muy bien... —los dos se
separaron para volver a mirarse a los ojos—. También estaría bien que pudiera
besarte...
—Me encantaría —respondió Yuto, esbozando una
gran sonrisa—. No sé cómo será en la ciudad, pero te recuerdo que este barrio
es muy pequeño y todos nos conocen.
—En casa mejor —dijo Yuta sonriendo también.
—No perdamos tiempo entonces.
Yuto lo tomó de la mano y comenzó a tirar de
él entre la multitud que todavía veía embelesada los fuegos artificiales que no
paraban de iluminar el cielo nocturno a sus espaldas. Era un espectáculo hermoso
que nadie se había querido perder, pero para los dos chicos era muchísimo más
importante lo que había comenzado entre ellos... ya habría más años para ver
los fuegos artificiales.
Notas finales:
—La historia está ambientada a finales de los 90
porque la Saga Reply (Reply 1988/1994/1997) me ha hecho mucho daño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario