24 Hours
“Los meteoritos siguen cayendo del cielo,
arrasando con todo a su paso. Los volcanes que llevaban siglos dormidos, han
despertado, expulsando materiales desde lo más profundo de la Tierra. Los
terremotos sacuden el suelo que pisamos, demoliendo edificios y abriendo
grandes grietas en la corteza terrestre. Los animales en todos los lugares del
planeta se están volviendo locos ante tanta actividad, y los seres humanos…
vamos a morir todos... Los expertos dicen que esta situación sólo podrá
mantenerse unas 24 horas más, y después, todo se acabará. Todos, haced lo que
siempre hayáis querido hacer. Les informa Zhang LiMei desde Beijiin”.
Apagué la radio después de escuchar las
nuevas noticias. 24 horas. Sólo me quedaba eso de vida, y no podía pasarlas con
la persona que amo, puesto que está lejos, concretamente en Seúl. Los aviones
no despegan, los barcos no zarpan, y en bus no llegaría nunca a Corea del Sur
para volver a verlo. Las señales de los teléfonos habían desaparecido, al igual
que las de la televisión e Internet, tras los impactos sufridos por una lluvia
de meteoritos, lo único que funcionaba, y de vez en cuando, era la radio, por
lo que no tenía manera de comunicarme con él.
Apenas lloraba, pero en estos momentos, al
borde del fin del mundo, sin su presencia, sin nada. Me entraron ganas de
acabar con todo, acabar en ese momento con todo el sufrimiento. En esos
pensamientos oscuros estaba cuando llamaron a la puerta de mi apartamento. Me
dirigí hacia ella sin ningún ánimo y la abrí lentamente, llevándome una
agradable sorpresa.
Allí estaba él, despeinado, con su rostro
lleno de churretes y heridas. El sudor le recorría todas las partes de su
cuerpo, y respiraba entrecortado. Estaba horriblemente horrible, pero yo nunca
lo había visto tan hermoso, tan sexy, tan mío.
-¿Qué haces aquí?- pregunté.
-Quiero pasar los últimos momentos de mi
vida a tu lado- contestó él envolviéndome en un abrazo.
-No sabes cuánto te quiero- me apreté a su
cuerpo fuertemente- te amo tanto, SeHun.
-Yo también te amo, LuHan.
Lentamente, besándonos dulcemente,
demostrándolo mucho que nos amábamos, fuimos pasando al interior del
apartamento, dispuestos a pasar juntos el último día de nuestras vidas.
Cada hora, cada minuto, cada segundo a su
lado, cada sensación en mi cuerpo, cada beso, cada caricia, cada mirada podía
ser la última. Abrazados, esperábamos el nuevo día, el nuevo amanecer, el
último de todos.
-Te amo por siempre- susurré.
-Y para siempre.