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domingo, 15 de diciembre de 2013

[NOTICIA] I'll Be OK

Hola, Hermosas Criaturas

Hoy vengo a daros una noticia muy bonita. Hace unos días subí el fic I'll Be OK {Parte 1}{Parte 2} y una de mis más fieles lectoras, Nyerelia me pidió si podía hacer un final alternativo o una continuación de lo que ocurrió en el fic, para que todo terminara bien.

Como me sentí halagada por la propuesta, dije que sí y en apenas unos días, la muchacha ha escrito algo completamente impresionante, a mí no se me hubiera ocurrido nada así.

Por eso, vengo a dejaros el enlace del lugar en el que lo ha subido, para que disfrutéis de una agradable lectura.


Espero que os guste ^^

jueves, 5 de diciembre de 2013

I'll Be OK

2/2

            Después de aquel beso en el aparcamiento la relación de ZiTao y JongIn se hizo un poco complicada. Delante de los demás compañeros aparentaban que se llevaban bien, no como amigos del alma, pero como si se soportaran; pero en cuanto estaban solos, una necesidad salvaje se apoderaba de ellos y no podían mantener sus manos alejadas del cuerpo del otro.

            Por este mismo motivo habían acabado haciéndolo en los sitios más extraños e incómodos, todo por saciar su sed del otro.

            No eran amigos, pero tampoco novios, simplemente eran dos tíos que se buscaban para tener sexo, para estar satisfechos. No había palabras bonitas, ni promesas, ni siquiera despertaban en la misma cama al día siguiente. Pero por algún motivo, cada vez que JongIn sacaba el tema de un amigo suyo en cualquier conversación, hablando con un fervor impresionante, ZiTao tenía ganas de callarle la boca con un beso.

            Y así pasaron los meses, hasta que llegó el día de la cena de Navidad de la comisaría.

            Todos los años, llegado el día 20 de Diciembre, la comisaría realizaba una cena especial, en uno de los restaurantes más prestigiosos de la ciudad, en la que, basándose en los sucesos ocurridos a lo largo de todo el año y en las estadísticas de casos cerrados por cada unidad, daban una serie de galardones.

            Generalmente siempre había problemas durante las cenas, ya que siempre acababan todos borrachos y empezaban a hablar de todo lo que habían callado durante todo el año, sin que les importara lo que los demás sintieran. Por este mismo motivo, ZiTao no iba a las cenas, pero ese año se vio acorralado por el inspector Kim, que le suplicaba una y otra vez que ese año fuera.

            ―He dicho que no voy a ir ―contestó por milésima vez en aquella mañana. La cena era esa noche y JunMyeon se había puesto especialmente pesado.
            ―¿Por qué no?
            ―Porque nunca voy.
            ―Pero…
            ―No.
            ―¿Y por qué no? ―la voz de JongIn tras suya hizo que un escalofrío recorriera su columna―. Seguro que es divertido.
            ―No lo creo ―contestó ZiTao encarándolo, encontrándose así una sonrisa torcida por parte del otro.
            ―Oh, venga, solo por verme en traje merece la pena ir ―dijo el chico en voz baja, solo para que ZiTao lo escuchara―. Los trajes me quedan de muerte.
            ―No iré.
            ―Si vienes te prometo un mes arriba, sin quejas, sin rotaciones.

            Los ojos del agente se abrieron como platos. No podía creer que JongIn estuviera diciendo aquello. Cuando lo hacían, la mayoría de las veces ZiTao acababa debajo porque el otro era un quejica y un terco al que solo le gustaba estar arriba, así que aquello era un buen incentivo para ir a aquella cena y aguantar a los borrachos diciendo tonterías.

            ―¿Lo dices en serio?
            ―Muy en serio.
            ―¿Lo prometes?
            ―Palabra de boyscout.
            ―JongIn…
            ―Te lo prometo ―confirmó al final, giñándole un ojo.
            ―Está bien. Iré ―anunció finalmente ZiTao y el inspector Kim esbozó una sonrisa triunfante.
            ―A las ocho os espero allí ―dijo el hombre antes de marcharse.


            Efectivamente a JongIn le quedaba de muerte el traje. Tenía un cuerpo que la mayoría de los compañeros de oficina envidiaba y aquella ropa se le pegaba como un guante. Los pantalones negros algo ajustados le hacían unas piernas y un trasero impresionantes y la camisa blanca, adornada con una corbata mostraba sus abdominales bien marcados.

            A ZiTao le hubiera gustado poder arrancarle la ropa en el mismo instante en el que lo vio, pero tuvo que tranquilizarse y pasar una velada no muy agradable, en lo que lo único interesante que pasó fue que ambos recibieron uno de los galardones que ese año entregaban. Solo después de la cena, cuando ambos acabaron frente a la puerta del apartamento de JongIn, sintió que la diversión estaba a punto de comenzar.

            Aun no se había cerrado la puerta del todo cuando JongIn empotró al otro contra la pared y comenzó a besarlo con urgencia, introduciendo su lengua en la boca ajena, sin permiso alguno. ZiTao se agarró fuertemente al cuerpo del más bajo y empezó a tocar, metiendo sus manos bajo la ropa.

            Pronto el ambiente se caldeó en la entrada y se fueron despojando mutuamente de la ropa que les impedía atacar con gula el cuerpo del otro, a medida que avanzaban por el apartamento, chocando contra todo objeto que se les pusiera delante, hasta que llegaron a la habitación del chico y ZiTao fue dejado caer contra el colchón.

            ―Déjame estar arriba por última vez ―susurró JongIn mientras mordía el cuello del otro―. Después de esta tendrás tu mes completo.
            ―Está bien ―susurró el chico antes de que todo se volviera un caos de extremidades y ruidos pecaminosos.


            El lunes por la mañana, ZiTao aún sentía adoloridos los músculos de su cuerpo, la noche del virnes había sido la mejor de toda su vida y la más intensa. Por eso tenía una sonrisa en su rostro cuando se eoncotró con el inspector Kim, y por eso respondió tranquilamente las preguntas que el hombre le hacía sobre lo que sucedía entre él y JongIn. Sin embargo, todo el ambiente risueño se tornó de golpe pesado, cuando, al entrar al despacho del inspector, se encontraron a JongIn, con el semblante serio, sentado en una de las sillas que había en el lugar.

            ¿Qué haces aquí, JongIn? ―preguntó el hombre.
            ―Me he enterado ―respondió―. Todos los años recibís algo el día 23 de Diciembre.
            ―Pues sí, desde hace tres años siempre nos mandan un fax con un número escrito en grande ―contestó el inspector―. No es más que una broma.
            ―Hace tres años un 3, hace dos un 2 y hace uno, un 1. No hay ninguna duda. Es la cuenta atrás de una bomba. Seguro que actúa hoy ―aseguró.
            ―¿Qué dices pirado? ―ZiTao no podía creer lo que había escuchado.
            ―Inspector. Nos lo han vuelto a mandar ― JongDae entró al despacho del inspector agitando un folio en la mano. su rostro estaba más pálido de lo normal.
            ―¿Otra vez el fax de los números? ¿Y qué número es esta vez? ―preguntó cansado el inspector Kim.
            ―No es ningún número, señor ―contestó JongDae―. “Soy el caballero de la mesa redonda y me dirijo a vosotros, estúpidos y tramposos policías. Hoy, a medio día y a las 2, lanzaré unos fuegos artificiales en honor de mi difunto compañero de armas. Si queréis detenerme, venid a mí. El asiento nº 72 está reservado para vosotros. Os espero allí”.
            ―¿Qué significa eso? ―murmuró el hombre.
            ―No lo sé ―dijo JongDae.
            ―Espera, ¿Dónde vas? ―preguntó ZiTao al ver cómo JongIn se levantaba de la silla en la que hasta el momento había estado sentado.
            ―¿No te lo imaginas? ―el chico le dedicó una sonrisa torcida―. El caballero de la mesa redonda nos ha reservado el asiento 72. Está claro que habla de algo circular con 72 asientos.
            ―En el centro comercial hay una noria, ¿verdad? ―dijo JongDae.
            ―Exacto.
            ―Tenemos que ir inmediatamente ―ordenó el inspector.

            Rápidamente los cuatro salieron del despacho y dieron el aviso, movilizando a varios agentes antes de ponerse ellos también en marcha. Se subieron al coche del inspector y este condujo a través del tráfico de la ciudad, llegando en apenas uno minutos al lugar.

            Sin embargo, no hicieron más que aparcar cuando oyeron la explosión.

            ―Mierda. Hemos llegado tarde ―maldijo JongDae bajándose del coche.
            ―Pero si falta media hora para mediodía ―comentó el inspector Kim.

            Los cuatro agentes corrieron hacia el lugar en el que se situaba la noria, encontrándose al que debía ser el dueño de la atracción con un extintor en la mano, intentando apagar el fuego que había en la caja de mandos.

            ―Policía ―ZiTao enseñó su placa―. ¿Qué ha pasado?
            ―Han explotado todos los controles y es imposible detener la noria― dijo el hombre―. Estoy haciendo bajar a los pasajeros.
            ―¿Dónde queda la cabina 72? ―preguntó JongIn.
            ―Precisamente esta ahí mismo ―el señor le señaló la cabina que en esos momentos estaba a punto de llegar al suelo.
            ―Perfecto.

           El chico se dirigió a ella y abrió la puerta, encontrándose una escena que no esperaba para nada, dada la situación. Dos chicos; uno muy alto, moreno y otro mucho más bajito y castaño, se besaban apasionadamente ajenos a todo lo que los rodeaba.

            Ejem ―carraspeó para que los chicos notaran su presencia y estos se separaron inmediatamente, mirando asustados a JongIn―. Policía ―anunció―. Deben salir de la noria.
            ―Sí, sí. Ahora mismo ―el más alto ayudó a su compañero a bajar y luego ambos salieron corriendo.

            En ese momento, JongIn entró y se agachó para mirar bajo los asientos, encontrando así lo que sospechaba.

            ―El caballero de la mesa redonda nos ha dejado un curioso regalo ―gritó hacia fuera.
            ―¿Una bomba? ―preguntó el inspector Kim.
            ―Espera, JongIn ―ZiTao salió corriendo hacia él, pero cuando estaba a punto de subirse a la cabina, el otro le cerró la puerta.
            ―Tranquilo. Soy un profesional, déjamelo a mí ―JongIn le dedicó una sonrisa.
            ―¿Un profesional?
            ―Hasta el año pasado trabajaba en el cuerpo de seguridad… en la brigada de artificieros ―el inspector Kim había llegado hasta él para contarle aquello.
            ―Entonces… ese amigo del que siempre habla…
            ―Sería Oh SeHun, un compañero de esa misma brigada que murió en acto de servicio hace tres años, el 23 de Diciembre ―contó el inspector―. Había dos explosivos colocados en diferentes lugares. JongIn desactivó uno, pero SeHun no llegó a tiempo ―el hombre suspiró―. No pudieron encontrar al culpable y JongIn solicitó su traslado en repetidas ocasiones a las fuerzas especiales que llevaban el caso. Imagino que quería vengar a su amigo… ―su rostro se tornó sombrío―, pero el caso es que prefirieron trasladarlo a una de las divisiones de a pie hasta que se le refrescaran las ideas… lo mejor será sacarle por la fuerza cuando la noria vuelva a bajar.

            De repente, sobre el griterío de la gente que se alejaba del lugar, se oyó otra explosión.

            ―¿Se ha quedado parada? ―oyó preguntar a JongDae y el agente miró hacia la noria notando efectivamente que se había detenido completamente, dejando la cabina en la que estaba JongIn en el punto más alto.
            ―¡Un extintor! ¡Deprisa! ―pidió el inspector Kim.
            ―Voy ―el dueño de la atracción corrió hacia el extintor con el que antes había estado apagando el fuego―. Qué raro ―murmuró―. Había apagado casi todo el fuego.

            ZiTao buscó su teléfono móvil en los bolsillos de su chaqueta y tras encontrarlo lo desbloqueó y pulsó la re-llamada.

            ―JongIn, ¿me oyes? ¿JongIn? ¿Estás bien?
            ――contestó finalmente―, pero el movimiento ha puesto en marcha algún tipo de mecanismo. Un nivel de mercurio. El menor movimiento puede mover la bola. Si toca el cable… se acabó. Si no quieres verme reducido a cachitos que no vuelvan a mover la noria.
            ―Pero solo faltan cinco minutos para la explosión.
            ―Bah, solo necesito tres para desconectar un aparato como este, estaré bien… “Valiente policía. Como premio a tu bravura. Voy a entregarte esto”…
            ―De… ¿de qué estás hablando?
            ―“Una pista para encontrar mis otros fuegos artificiales, mucho más grandes que estos y aparecerá tres segundos antes de la explosión.  Te deseo la mejor suerte” ―hizo una pausa y el corazón de ZiTao dejó de latir por unos momentos―. Eso estaba apareciendo en la pantalla de cristal líquido ―aclaró―. Si desactivo la bomba, la pantalla se apagará y no podré ver la pista. Vamos, que desde el principio tenía la intención de encerrar a un policía en la noria para enseñárselo.
            ―Entonces, la explosión de hace un momento… ―murmuró―, eso significa que el terrorista está cerca.
            ―Será muy difícil encontrarle entre tanta gente, aunque creo que sé dónde está la otra bomba.
            ―¿Cómo puedes…?
            ―En el fax ponía: en honor a mi difunto compañero de armas ―recitó―. Los caballeros de la mesa redonda son una leyenda de la Europa medieval. La gran mayoría de los guerreros de la época llevaban el símbolo de la cruz en sus armaduras y marcaban sus tumbas con cruces.
            ―La cruz… ¿la marca de los hospitales en los mapas?
            ―Exacto. Cuando vea la pista y sepa el hospital que es, te lo diré.
            ―¿Cómo? Si la pista aparecerá tres segundos antes de la explosión.
            ―Perdona, pero no podré mantener mi promesa ―murmuró y ZiTao sintió todo el peso de la verdad en su corazón.
            ―JongIn…
            ―Lo siento… sé que este no es el momento para decir esto… que era algo que tenía que haberte dicho hace mucho tiempo…
            ―JongIn…
            ―Te quiero…
            ―JongIn…
            ―La otra bomba está en el Hospital Universitario de Seúl.
            ―JongIn…

            Boom.

            ZiTao pudo escuchar la explosión por duplicado, una vez en el momento en el que lo hizo, y la siguiente a través de su teléfono, que cayó al suelo ya que sus manos habían comenzado a temblar, al igual que su cuerpo. Sus oídos comenzaron a pitar y dejó de escuchar lo que ocurría a su alrededor. Sentía su cuerpo pesado, sus ojos escocían y su mente estaba en blanco.

            En un momento dado, pudo ver cómo el inspector Kim llegaba junto a él y lo zarandeaba, moviendo los labios, pidiéndole algo.  Con un último esfuerzo comprendió que era la única persona que sabía dónde estaba la otra bomba y tras varios intentos, dijo el nombre del hospital, justo antes de caer en la oscuridad.


            JongIn había muerto. Ya no le quedaba nada.




martes, 3 de diciembre de 2013

I'll Be OK

I’ll Be OK


1/2

            El día era caluroso, aun cuando a primera hora de la mañana había hecho algo de frío y el detective Hwang ZiTao había tenido que coger una chaqueta. Las camisetas blancas de tirantes junto con las camisas abiertas que había vestido durante aquel caluroso verano habían sido dejadas atrás, pero ahora, el joven detective se arrepentía de ello.

            Se había quitado la chaqueta y aun así tenía calor, por lo que había bajado al chino que había justo al lado de la oficina para comprase un abanico, ya que el aire acondicionado no podía volverse a poner en funcionamiento hasta el verano siguiente. Sin embargo, lo único que tenían en aquel lugar era un pequeño abanico redondo rosa y de Hello Kitty.

            Con mala cara se compró el abanico y subió a la oficina atrayendo las miradas de todos ya que el chico, aparte de no tener edad para levar semejante objeto, tenía un estilo muy diferente. Solía ir de tipo duro porque muchas veces no lo habían respetado por ser tan joven.

            Apenas contaba con 20 años cuando llegó a aquella división de la policía de a pie y todos y cada uno de sus “compañeros” lo menospreciaron. Pero Hwang ZiTao no se dejó pisotear y les demostró a todos lo bueno que podía llegar a ser y por qué se había graduado en la academia a la edad con la que algunos siquiera la acababan de empezar.

            También, a lo largo de los tres años que llevaba en aquella oficina, había crecido, superando en altura a la mayoría de las personas que allí trabajaban, había madurado y había cambiado su apariencia a una más dura y amenazante. Solo se comportaba como realmente era con el inspector Kim, el hombre que dirigía su división y con su compañero de piso, LuHan.

            El chico se sentó por fin en su mesa, dirigiéndole una mirada asesina al detective JongDae, que tenía una sonrisa pícara en su rostro. Seguramente, en algunos momentos se levantaría de su silla, se ajustaría su chaqueta con anticipación y le gastara alguna broma. JongDae no le caía bien porque era el favorito del jefe y pasaba todas sus faltas por alto.

            Sin embargo, aunque ZiTao se abanicaba una y otra vez, el otro detective no se acercó. Pensando que quizás el calor le había provocado algún cortocircuito a JongDae, lo dejó estar y se centró en lo que tenía entre manos, un asesinato.

            El día anterior había estado interrogando a todo posible testigo y anotándolo todo. También había visto el cadáver, tanto en la escena del crimen, como en el depósito. Aun tardarían unos días en terminar la autopsia y en concretarle la causa de la muerte, por eso se puso a revisar sus notas y a darle vueltas a la cabeza intentando dar con algo que se le estaba escapando.

            Pero no pudo avanzar mucho en su investigación, ya que a los pocos minutos, el inspector Kim entró a la oficina y dio unas cuantas palmadas para atraer la atención de los que allí estaban.

            ―Venid todos a la sala de juntas ―comunicó. Luego entró a la habitación que había indicado, dejando la puerta abierta.

            Todo el personal que estaba en el lugar se levantó de sus puestos de trabajo, dejando todo lo que estuvieran haciendo y entraron a la sala. Se colocaron lo mejor que pudieron para que cupieran todos y en cuanto la puerta se cerró, el inspector Kim habló de nuevo.

            ―Os presento a Kim JongIn. El nuevo fichaje de nuestra división.

            Señaló a un chico que se había mantenido en segundo plano, casi oculto por el pequeño cuerpo del inspector. Era alto, aunque ZiTao le sacaba algún que otro centímetro, su pelo era castaño, al igual que el color de sus ojos, que mostraban una expresión severa y su piel algo más oscura de lo normal. Vestía una cazadora de cuero negra y unos pantalones vaqueros bastante apretados y con algunos agujeros, revelando unas piernas bastante musculosas.

            ―Hasta al año pasado formaba parte del cuerpo de seguridad ―continuó el inspector Kim―. Es un chico duro.

            “No hacía falta que lo aclarara. Se ve perfectamente” pensó ZiTao.

            ―Déjelo ya, inspector Kim. Que no soy ningún chaval recién llegado del pueblo a un colegio de la gran ciudad ―cortó repentinamente el recién llegado, dejando a toda la brigada con la boca abierta―. No necesito ningún discursito de presentación. Ni siquiera quería venir a esta división. Me han mandado a este agujero negro para librarse de mí ―su voz era dura, al igual que su expresión. Se veía a la legua que no quería estar aquí.
            ―Bu… bueno… ―balbuceó el inspector y luego dirigió su vista hacia ZiTao―. Será tu compañero, Tao. Enséñale lo que haga falta.
            ―¿Quién? ¿Yo? ―preguntó el chico sin poder creérselo, por lo que el hombre se acercó a él.
            ―No pongas esa cara, hombre ―le susurró―, que tiene un pasado complicado y los superiores me lo han recomendado personalmente. Ocúpate de él, anda.

            ZiTao le echó una mirada al chico y vio como este bostezaba distraídamente. Después volvió a mirar a su superior y asintió lentamente. De todas formas necesitaba un compañero, Kris, el anterior, había sido trasladado a otra unidad, en un pueblecito perdido de las montañas.

            ―Lo haré.
            ―Genial ―una sonrisa iluminó el rostro del hombre―. A partir de mañana seréis compañeros.


            A la mañana siguiente cuando ZiTao entró a la oficina se quedó estupefacto cuando encontró al chico de piel morena que el día anterior el inspector Kim le había endorsado como compañero sentado en la que era mi silla desde hacía años, con sus pies sobre la mesa en la que descansaban todos los papeles del caso que estaba llevando en esos momentos. Estaba todo revuelto, pero el otro simplemente leía uno de los papeles sin prestar atención a nada más.

            Aquello le molestaba una barbaridad. No es que ZiTao fuera un maniático del orden, pero le gustaba que las cosas estuvieran en su sitio y que no las tocaran, más cuando la persona en cuestión tenía su propio espacio a un par de palmos.

            El joven detective resopló y se sacudió su cabello, recientemente tintado de rubio para quitarse las gotas de agua que había en él el tiempo era una locura, ya que el día anterior había comenzado con frío pero más tarde hizo calor y ese estaba lloviendo― luego se dirigió a su mesa y se plantó ante el nuevo, carraspeando para llamar su atención. El chico levantó la vista hacia él con una expresión algo chulesca.

            ―¿Sí? ―preguntó.
            ―¿Qué haces en mi mesa? ―ZiTao se cruzó de brazos y lo miró desde arriba entornando sus ojos. Había aprendido con los años que parecer intimidante en el primer encuentro era la mejor manera para que lo respetaran.
            ―¿No es obvio? ―el nuevo esbozó una sonrisa torcida―. Estoy resolviendo tu caso de asesinato. Ya han llegado los informes de la autopsia y al señor Lee lo envenenaron con cianuro antes de abrirle la garganta.

            El agente se asombró por lo que acababa de oír, no se esperaba aquella respuesta, así que se acercó para ver los informes que el otro le tendía y comprobar su respuesta. Efectivamente no mentía y ZiTao comenzó a unir piezas en su cabeza hasta que el rompecabezas se formó del todo en ella.

            ―La única persona que podía tener acceso al veneno era su hijo ―murmuró.
            ―Perfecto ―JongIn se levantó de la silla―. Vamos a detenerlo.


            La primera semana desde la llegada de JongIn pasó rápidamente y sin ningún problema. El chico era bastante listo y ayudaba a ZiTao con todos los casos que les asignaban, así como cuando tenían que patrullar por las calles de Seúl. Sin embargo, poco después, comenzaron los problemas.

            JongIn era muy prepotente y siempre quería hacer las cosas a su manera, y a su manera quería decir muchas veces violando la ley. Por eso, ZiTao un día explotó durante una de las vigilancias que hacían a uno de los mafiosos de la ciudad.

            ―Ya basta ―dijo―. No lo aguanto más.
            ―¿Qué te pasa ahora?
            ―No puedo con tu actitud, con las cosas que haces.
            ―Pues tienes que aguantarme porque somos compañeros.
            ―No pienso aguantarte más. Hablaré con JunMyeon para que te ponga de compañero de JongDae, seguro que él acaba con tu tontería.

            En ese momento, ZiTao se dio cuenta de que se había ido acercando cada vez más al chico mientras hablaba y ahora estaban demasiado cerca. Su corazón dio una sacudida cuando los penetrantes ojos oscuros de JongIn se posaron sobre sus labios segundos antes de besarlo.

            Al principio el agente no sabía qué hacer, lo había cogido desprevenido, pero en cuanto el otro rozó su lengua contra sus labios, inmediatamente correspondió el beso, que se tornó más y más húmedo. Solo se separaron cuando el aire se hizo necesario para ambos.

            ZiTao abrió los ojos, que había cerrado mientras besaba aquellos labios gruesos con sabor a café y se encontró con una sonrisa torcida por parte del otro.

            ―Uno de los guardias del mafioso ha pasado por nuestro lado ―dijo―. No he tenido más opción ―y arrancó.

            Cuando ZiTao llegó a casa esa noche, después de unas cuantas horas más con JongIn, en las que evitó mirarlo, se dejó caer en el sofá, cuán largo era y suspiró. Estaba agotado tanto física como psíquicamente.

            Su corazón se había acelerado por un simple beso. Por un beso con su irritante compañero. Aquello no podía ser posible.

            Cerró los ojos e ignoró a su amigo y compañero de piso LuHan cuando se pasó varias horas picándolo para que le contara qué era lo que le había pasado.


            ZiTao estaba sentado en su mesa y miraba unos informes sin verlos claramente, su pensamiento estaba en otras cosas. Recordaba una y otra vez el beso que JongIn le había dado y sentía sus mejillas arder al todavía poder notar el sabor a café del chico en su lengua.

            Porque no estaba atento a su alrededor, no sintió como su jefe, el inspector Kim, se acercaba a su mesa y le ponía una mano sobre el hombro. Por ese motivo se sobresaltó y algunos de los papeles que tenía en las manos cayeron de estas, a la vez que un pequeño grito salía de sus labios, acompañado de otro un poco más grave que el suyo.

            Ambos se apartaron y se miraron aun con el corazón encogido, se habían asustado el uno al otro sin querer y ahora toda la oficina era un mar de risas.

            ―Me has asustado ―susurró el inspector.
            ―Y usted a mí ―comentó ZiTao.
            ―No era mi intención.
            ―Ni la mía.

            Se miraron unos segundos más y luego se echaron a reír uniéndose a los demás.

            ―Bueno. Dejémonos de risas ―el inspector se puso serio de pronto―. Tengo que hablar contigo de algo importante. Ven a mi despacho.
            ―Claro, señor.

            ZiTao se levantó de la silla, sin poder evitar mirar de reojo a su compañero, que ni siquiera alzó la cabeza, para luego seguir al inspector hasta la habitación que ocupaba su despacho, cerrando la puerta tras entrar. Esperó hasta que el hombre se sentara y luego lo hizo él.

            ―¿De qué quería hablarme?
            ―Déjate de formalidades, ZiTao, ahora estamos solos ―dijo el hombre con una gran sonrisa en su rostro.
            ―Pero…
            ―He dicho eso para hacerte venir aquí y que nadie sospechara que eres uno de mis favoritos. No les hace mucha gracia, ya sabes.
            ―No le hace mucha gracia a JongDae, ¿verdad?
            ―Es un maldito celoso. No sé qué voy a hacer con él. Cada vez que me acerco a alguno de vosotros siento su penetrante mirada sobre mí.
            ―Es muy posesivo.
            ―Demasiado.
            ―Entonces acabe con la relación.
            ―Ni hablar.
            ―¿Por qué?
            ―Porque lo adoro.
            ―Entonces… ¿por qué te quejas JunMyeon?
            ―Por hacer la cosa más interesante ―ZiTao bufó.
            ―¿Para esto me has hecho venir?
            ―La verdad no. Quería hablarte de otra cosa.
            ―Dispara, entonces.
            ―¿Cómo te llevas con JongIn?
            ―Mal. Quiero que le asignes otro compañero.
            ―¿Por qué?
            ―No congeniamos bien.
            ―Pero si resolvéis más casos que nunca. A este paso os llevaréis el premio del año por más detenciones.
            ―No quiero ningún premio.
            ―Pero…
            ―Quiero que le asignes otro compañero.

            ZiTao se levantó tras decir esto y se fue del despacho. Caminó hasta su mesa y siguió con lo que estaba haciendo antes de la interrupción, ahora concentrado por completo en su tarea.


            Caminaba por el aparcamiento en busca de su coche para poder regresar a casa. Se le había hecho tarde esperando los resultados del forense para poder resolver un caso y ahora se arrepentía por ello. Era muy tarde y estaba muy oscuro. Los pocos focos que iluminaban el aparcamiento subterráneo eran escasos para todo el complejo, por eso ZiTao estaba en tensión.

            Sin embargo, se relajó en cuanto llegó a su coche y apretó el mando para que la puerta del conductor se abriera. En ese momento, sintió como alguien lo empujaba contra la puerta del coche y lo giraba para encararlo. ZiTao estuvo a punto de utilizar uno de los movimientos de artes marciales que había aprendido, pero aun con la poca luz que había en el lugar, pudo reconocer a JongIn.

            ―¿Qué haces?
            ―¿Qué hago? ¿Qué haces tú?
            ―No te entiendo.
            ―Le has dicho a JunMyeon que quieres que me asigne a otro.

            Tras escuchar aquellas palabras el corazón del chico dio un vuelco. ¿Por qué le pasaba aquello? No lo entendía. No lo aguantaba. No aguantaba a Kim JongIn y menos desde que hacía menos de una semana lo había besado. Sin embargo, allí estaba, con el corazón acelerado.

            ―No nos aguantamos ―contestó.
            ―Eso es solo de tu parte.
            ―¿Qué es lo que quieres decir?

            Hizo la pregunta, pero JongIn no la llegó a contestar, simplemente cruzó la distancia que los separaba y lo besó.