martes, 7 de enero de 2014

CAZADORES DE SOMBRAS: CIUDAD DE METAL

Capítulo 1
Nefilim en apuros


            Un chico de piel olivada, pelo corto castaño claro, obviamente tintado como era la moda últimamente, ojos felinos y complexión delgada pero a la vez fuerte, caminaba por las calles de la ciudad de Seúl tras salir de las clases de wushu a las que asistía por las tardes tras finalizar el horario lectivo en su instituto. Su nombre era Huang ZiTao y no le gustaban mucho aquellas clases que le quitaban tiempo para practicar su verdadera pasión, el baloncesto, pero desde hacía un par de años se habían convertido en parte de su rutina.

            Dos años atrás, un demonio menor lo había olido y reconocido como un descendiente del legado de sangre dejado por Jonathan, el primer Cazador de Sombras, y lo siguió. En aquella ocasión iba acompañado por sus dos amigos, los gemelos Jung, así que el demonio no lo atacó hasta que prácticamente estuvo en su casa. Gracias a Dios, su madre estaba en el interior y al oírlo gritar en el jardín, salió y acabó con el demonio. Pero desde ese entonces, asistía a clases de wushu para tener al menos una idea de cómo defenderse correctamente ante cualquier contratiempo que pudiera ocurrirle, ya que sus padres no podían protegerlo en todo momento y tampoco podían enseñarle a pelear, porque eso lo señalaría como nefilim y se correría la voz.

            Aquello no debía pasar, el secreto tenía que seguir siendo secreto por mucho más tiempo. Nadie debía saber que había cazadores de sombras en Seúl y que ya no eran parte de la Clave porque los despojarían de sus marcas y no estaban seguros de poder sobrevivir al proceso y porque se llevarían a ZiTao con ellos cuando él no había elegido aquella vida.

            El chico se detuvo frente a la tienda de videojuegos que consideraba su segunda casa y, con una sonrisa, abrió la puerta de cristal, haciendo que una campanilla sonara. Uno de los gemelos, SoRyong, el menor, lo saludó con la mano al verlo entrar desde detrás del mostrador y ZiTao se acercó hasta allí. Aquella tienda era propiedad de los padres de los chicos y ellos trabajaban en el lugar algunas tardes, ayudándolos con el negocio y aprendiendo a llevarlo porque en el futuro sería para ellos.

            —¿Qué tal tus clases de hoy? —preguntó con una sonrisa el chico.
           —Agotadoras —contestó ZiTao—. Me han hecho dar volteretas en todas las direcciones, saltar alto, luchar con algunos compañeros y no me siento el cuerpo —un suspiro escapó de sus labios al recordarlo.
            —Igual que siempre, entonces —comentó divertido el chico.

Se había tintado el pelo de un color algo extraño, no era plateado ni amarillo —amarillo, sí, porque aquel color no podía considerarse rubio—, era una mezcla de ambos. Todo había sido porque ya estaba harto de que lo confundieran con su hermano gemelo y aunque ZiTao había intentado disuadirlo porque él ya había aprendido a diferenciarlos, el otro, como buen cabezota que era, se negó en rotundo.

            —Todavía no entiendo cómo sigues yendo a ese lugar —una voz a su espalda lo hizo girar y ver a DaeRyong, el mayor, con una sonrisa—, si acabas todos los días medio muerto.
            —Todo hombre debe aprender a defenderse —contestó, tal y como le habían enseñado sus padres—. Nunca se sabe cuándo te vas a encontrar con un psicópata en mitad de la calle al que le tengas que dar una paliza para que no te mate.
            —Tus padres son muy precavidos —comentó el mayor.

También se había tintado el pelo, pero lo había hecho de un color entre rosa y malva. Menos mal que ese había sido el último día de clases, sino, hubieran echado a ambos hermanos del lugar por haberse tintado el pelo de esos colores tan estrambóticos, aunque también habrían expulsado a ZiTao por el suyo, que no era tampoco muy natural, pero al menos se disimulaba un poco.

            —Lo sé —dijo ZiTao—. Pero no hay mal que por bien no venga.
            —Muy bien, dejemos las clases atrás —cortó SoRyong, dejando un par de videojuegos bajo el mostrador—. Hemos acabado los exámenes, así que nos toca divertirnos, ¿salimos hoy?
            —Eso no hace falta que lo preguntes —contestaron los otros dos a la vez con una gran sonrisa.

            Después de un par de horas en la tienda de los gemelos, ZiTao se despidió de ellos para ir a casa a ducharse y cambiarse de ropa, porque aunque sus amigos lo habían invitado a su casa para que se arreglara allí, él había declinado la oferta. El chico tenía el cuerpo un poco más trabajado que ellos y la única vez que les había hecho caso, había acabado con una camisa que parecía estarle a punto de explotar y no quería pasar otra vez por aquel mal trago porque estaba realmente ridículo. Todavía circulaban las fotos de aquella noche por los móviles de los gemelos y todavía ZiTao seguía intentando borrarlas cada vez que tenía la oportunidad de hacerlo para que no fueran usadas en su contra, pero aún no había podido averiguar cuáles eran las contraseñas de sus teléfonos.

            Volvió a salir a la calle y notó el frío de la noche en sus huesos. Era julio y, aunque ya no hacía frío como en los meses anteriores, alguna chaquetilla seguía siendo necesaria, aun cuando a mediodía sobrase por culpa del sol que hacía. El chico metió su nariz dentro del pañuelo que llevaba al cuello y luego tomó el metro para llegar a su casa, a pesar de que ésta no estaba muy lejos de la tienda de videojuegos de sus amigos, pero ZiTao estaba muy cansado después de las clases y tenía que aguantar en pie hasta el amanecer.

            —Ya estoy en casa —anunció cuando entró por la puerta.
            —¿Cómo te ha ido hoy? —escuchó preguntar a su madre desde cualquier lugar del piso en el que ahora vivía la familia. Se habían mudado después del ataque de aquel demonio para que no pudieran localizarlos de nuevo tan fácilmente.
            —Bien. Tengo todas las asignaturas aprobadas y el profesor de wushu dice que soy uno de los mejores alumnos de la clase —contestó quitándose las zapatillas en la entrada.
            —Muy bien, cariño —su madre apareció por el pasillo con una gran sonrisa, un delantal que ZiTao recordaba haberle comprado para el día de la madre algunos años atrás y un cucharón en la mano—. ¿Qué quieres de cenar?
            —Lo que hagas está bien —le dio un beso en la mejilla a su madre—. Esta noche saldré con los gemelos —anunció—. Luego me quedaré en su casa a dormir, que está más cerca de donde vamos.
            —Está bien —dijo—, pero dúchate y arréglate.
            —Eso pensaba hacer.
            —En menos de una hora estará la cena, así que no tardes —le anunció regresando por el pasillo y ZiTao asintió aunque sabía que ya no lo veía. Luego fue hasta el baño y se dio una relajante ducha.

            Dos horas después el chico salía de su casa hacia el lugar en el que había quedado con sus dos amigos con unos pantalones de cuero negro muy ajustados, una camiseta y una chaqueta de ese mismo color y un sombrero de leopardo dándole un toque algo más salvaje a aquella combinación. Iban a la discoteca de siempre, en la que bailarían y beberían aprovechando que aunque eran todos menores, siempre habían aparentado más edad de la que realmente tenían y que no les pedirían la identificación. También aquella noche tenía pensado lanzarse a la aventura e intentar ligar con una de las chicas que siempre estaban por allí y que lo miraban juguetonamente. Quería experimentar algo nuevo si ligaba con alguna. Nunca había tenido novia, pero sí que había habido algunas chicas con las que había pasado solo una noche o un par de días. También había probado suerte en el mismo bando con un chico que lo volvió loco durante una temporada. Así que, aunque aquella noche fuera dispuesto a intentar cazar a alguna chica, no cerraba ninguna puerta.

            Sin embargo, sus planes se vieron truncados cuando, ya cerca de la discoteca, escuchó unos ruidos que lo alertaron.

            ZiTao, curioso —o cotilla—, por naturaleza, no pudo evitar intentar buscar el lugar de origen de aquellos sonidos. Siguiendo a su fino oído, acabó cerca de un callejón algo retirado de la calle principal. Lentamente, el chico se pegó a la pared y asomó la cabeza con cuidado para poder ver qué era lo que sucedía allí. La escena que encontró era algo que no se esperaba.

            En mitad del callejón había varias figuras, tres de ellas eran humanas, pero las demás no. Los chicos, vestidos de riguroso negro, se movían rápidamente de un lado a otro, esquivando los golpes de aquellas criaturas que, ZiTao dedujo que debían ser demonios, y atacándolos a su vez con cuchillos que brillaban en la oscuridad.

            —¡Lu Han, JongIn! —gritó uno de los chicos. Tenía el pelo claro y era alto, quizás de su misma estatura—. Son muy rápidos.
            —Tenemos que acabar con ellos o Kris no nos dejará salir nunca más de caza —contestó uno de los otros, su pelo era oscuro y su piel también lo era un poco, muy parecida al propio color de la suya.

            ZiTao no podía ver muy bien, había poca luz en la calle y los cuchillos brillantes que manejaban —de los cuales no recordaba el nombre—, tampoco iluminaban la escena como era debido. Sin embargo, pudo ver como uno de los demonios se abalanzaba sobre uno de los chicos, el más bajito, y que éste no lo vio venir. El demonio lo lanzó contra la pared del edificio de un zarpazo y el chico aulló antes de caer al suelo como un muñeco de trapo, inconsciente.

            —¡Lu Han! —el chico de pelo claro miró en la dirección en la que estaba el otro durante una milésima de segundo y solo hizo falta ese pequeño descuido para que otro de los demonios se abalanzase contra él y lo derribara.
            —¡Maldita sea! —escuchó al otro chico maldecir.

            Ahora estaba solo para manejarse con cuatro demonios —ZiTao por fin había podido ver cuantos eran, aunque todavía no sabía cómo eran, solo que eran enormes—, y era una clara desventaja. No podía huir y dejar a sus compañeros, no podía huir con ellos de la escena y no podía plantarles cara a los demonios en solitario. Todos morirían. ZiTao se mordió el labio inferior. Según le habían contado sus padres, los nefilim intentaban mantener a las sombras alejadas de los humanos, lo que significaba que aquellos demonios podían hacer de la ciudad un caos si no eran derrotados. No podía exponerse, pero tampoco podía dejarlo solo, y llamar a la policía no era siquiera una opción.

            El chico se defendía como podía, los ataques le llegaban por todas partes y se estaba cansando. ZiTao volvió a morderse el labio inferior y luego apretó fuertemente los dientes antes de adentrarse en el callejón.

            Lentamente y con movimientos muy estudiados, fundiéndose con las sombras, llegó hasta el mismo centro de la pelea y antes de que pudieran advertir su presencia, lanzó una patada a uno de los demonios en lo que supuso debía ser el abdomen y este cayó al suelo. Ahora que los veía bien podía decir que eran unos seres monstruosos, no tenían ojos, pero a juzgar por cómo se movían parecían tener algún otro mecanismo de visión.

            El nefilim que peleaba lo miró con los ojos muy abiertos.

            —Yo los tumbo y tú le clavas el cuchillo —dijo y el otro asintió automáticamente.

            ZiTao comenzó a moverse rápidamente, esquivando los golpes que le lanzaban y propinándolos a los demonios. Sus manos y sus pies eran certeros y poco a poco fue consiguiendo que los demonios que peleaban contra él acabaran desorientados por los golpes que recibían. En esos momentos, el otro chico les clavaba el cuchillo brillante y estos se convertían en cenizas para al momento desintegrarse. Algunos minutos después, el último de los demonios daba un alarido justo antes de desaparecer yendo a parar a la dimensión de la que procedía.

            Ambos chicos jadeaban y estaban empapados en sudor, pero el moreno se acercó rápidamente a sus compañeros para ver cómo estaban sin darse tiempo a recuperar el aliento siquiera. ZiTao se quedó en el mismo lugar, intentando volver a respirar con normalidad. Cuando oyó al chico suspirar aliviado supo que los otros estaban bien, así que se dispuso a marcharse porque ya había acabado con lo que tenía que hacer. Sin embargo, no había dado ni un paso cuando una voz grave lo detuvo.

            —¿Quién eres tú?
            —Alguien que no debía haberse involucrado pero que no ha tenido más remedio que hacerlo —contestó ZiTao—. Si me disculpas, ya que estáis todos bien, he quedado.
            —No eres un subterráneo, pero tampoco eres un humano corriente —dijo el nefilim.
            —No. No lo soy —se dio la vuelta y vio al otro levantándose del suelo.
            —Entonces, ¿qué eres?
            —No te incumbe —se miraron a los ojos fijamente.

            Ninguno quería perder aquella batalla y aunque los ojos del chico eran de un negro intenso y muy duros, ZiTao no se dejó intimidar y, de hecho, fue el otro quien desvió la mirada.

            —Está bien. No me meteré en eso —dijo finalmente tras suspirar—, pero ya que nos has ayudado me gustaría que siguieras haciéndolo un poco más.
            —¿Qué?
            —Yo no puedo llevarlos a ambos —aclaró—. ¿Podrías ayudarme hasta que lleguemos a casa?

            A casa.

            ZiTao sabía que el lugar al que se refería el chico era el Instituto. Su padre lo había mencionado en varias ocasiones y sabía muy bien lo que era. Muchas veces había pasado por el lugar en el que se encontraba la gran catedral gótica, o al menos imitando aquel estilo arquitectónico, en la zona más céntrica de la ciudad. Todos veían un solar vacío, pero él siempre había visto el inmenso edificio que se alzaba en aquel lugar. Sin embargo, nunca había entrado en él. Sus padres eran algo así como fugitivos y no podía darse el lujo de hacer aquello y delatarlos, pero tenía curiosidad por saber cómo sería por dentro, además, aquel chico realmente necesitaba su ayuda.

            —Está bien —murmuró.
            —Gracias.

            ZiTao esperaba que hacer todo aquello no significara que tendría que comenzar a vivir como un nefilim, porque él no deseaba una vida como esa, ni tampoco que eso pusiera en peligro la vida de sus padres. Era una vana esperanza, pero no podía perder eso, al menos.

            Rápidamente sacó su teléfono móvil del bolsillo y abrió el kakao talk para dejarles un mensaje a los gemelos en el grupo que los tres tenían abierto: “No puedo ir a la disco. Me ha surgido un contratiempo”. No esperó a que le contestaran y con un suspiro se acercó a uno de los chicos que yacían en el suelo, el de pelo claro y más alto. Lo cargó en su espalda y esperó a que el otro hiciera lo propio con el bajito.

            —Mi nombre es JongIn, por cierto —se presentó.
            —Yo soy ZiTao.
            —Gracias por ayudarnos, ZiTao —dijo antes de echar a andar en medio de la noche, seguido de este.



2 comentarios:

  1. Como ya te dije en la otra entrada, no me he leído los libros, así que no tengo ni idea de hasta qué punto se parece. Pero sí puedo decirte que ¡me ha encantado!

    Ójala haya más acción en los demás capítulos, aparte de la "acción" del otro tipo, claro está. If you know what I mean.

    Un beso, guapa. Espero que hayas pasado unas vacaciones estupendas y que hayas recargado pilas para seguir deleitándonos este 2014 con tus fantásticas historias ;)

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    1. La verdad es que estoy intentando crear una historia nueva y que solo se base en el fondo... pero hay alguna que otra similitud con la original... no puedo evitarlo >_<
      Me alegra que te guste aún así, eso quiere decir mucho para mí ^^
      Sí, en los siguientes caps habrá más acción, tanto de una cosa como de otra XD
      Besitos para ti, guapa, espero que tus vacaciones hayan sido mejor que las mías y que las historias que tengo entre manos no te decepcionen ^^

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