Título: Our Destiny
Autora: Riz Aino
Pareja: VJin (V + Jin)
(BTS)
Clasificación: PG–13
Géneros: AU, romance,
histórico, fantasía
Número de palabras: 2.600
palabras
Resumen: debido a una
maldición enunciada en el albor de los tiempos JinSeok y TaeHyung nunca podrán
estar juntos…
Notas: drabble escrito para
Nadia (aunque en realidad me quedó largo y no es un drabble al uso)
Comentario de autora: me quebré
bastante la cabeza para sacar esto adelante, pero después de todo, me encantó
el resultado. Espero que os guste.
Our Destiny
Hace
10.000 años aprox.
Un
grupo humano compuesto por no más de medio centenar de personas de todas las
edades se encontraba alrededor de una gran hoguera ritual. En breves, la
estación de lluvias y frío comenzaría y la tribu le pedía a su dios protector,
el Fuego, que los resguardara de las inclemencias y que ninguno de los miembros
cayera enfermo en su viaje hacia el campamento sureño. No podían permitirse que
alguien de la familia pereciera, ya que, el invierno anterior, habían sufrido
la pérdida de muchas de las mujeres en edad fértil por complicaciones en el
parto y de algunos de los miembros de más edad.
También
habían tenido otra gran pérdida, la mitad de su grupo había cedido a sus deseos
más oscuros y los habían abandonado, no habían querido seguir junto a ellos
pese a que todos eran una gran familia. Carne de su carne, sangre de su sangre,
todos ellos habían perdido a alguien en aquella estación por unas causas u
otras.
El
Fuego siempre los había ayudado, pero a veces era cruel con ellos y devastaba
toda su confianza en él. Sin embargo, todavía tenían fe en él.
Los
adultos danzaban en torno a la hoguera; los niños observaban la escena desde un
círculo exterior, un lugar en el que no podían sufrir daños por el fuego; el
chamán estaba de pie, muy cerca de las llamas, bajo la luz de la luna llena, y
repetía una y otra vez su incesante canto, su conjuro para invocar a su dios.
El Fuego debía protegerlos de todos los peligros, el Fuego no debía dejar que
nada malo le ocurriera a su gente ni a sus descendientes.
En
otro punto de aquel territorio, otra hoguera ritual se alzaba hacia el cielo
nocturno plagado de plateadas estrellas y de una brillante luna llena. Otra
danza era acometida por los adultos del grupo humano que allí se encontraba,
pero esta era diferente, mucho más salvaje, mucho más desenfrenada y
desordenada. Los niños también se encontraban en un círculo exterior, pero no
quietos observando las llamas, sino siguiendo con la mirada el baile de los
mayores. Su chamán igualmente se encontraba ante la gran hoguera, casi siendo
quemado por las llamas debido a la cercanía. Cantaba, decía su conjuro, uno diferente,
uno oscuro.
Todo
era diferente en aquel lugar. Las personas que allí se encontraban no
reverenciaban al Fuego como purificador, como protector; ellos lo reverenciaban
como Fuego destructor. Deseaban la destrucción de todo lo que les rodeaba, de
todo lo que les había hecho sufrir; ansiaban la destrucción de las personas que
hasta hacía solo unos meses habían sido su familia, sus hermanos, sus amigos.
El daño había sido demasiado, el agravio demasiado feroz y ellos solo querían
venganza.
En
el conjuro que el chamán recitaba en un idioma antiguo, desconocido para la
mayoría de los presentes, le pedía al Fuego que destruyera a aquellos que los
habían dañado, que lo hiciera lentamente, pero que fuera definitivo. No les
importaba ser destruidos ellos mismos si con ello podían acabar con sus ahora
enemigos, no les importaba nada más que la consecución de su venganza.
"Cuando la familia volviera a
reunirse, cuando una persona de la luz y otra de la oscuridad se amasen, el
mundo comenzaría a marchitarse hasta finalmente destruirse".
En
la actualidad...
Un
chico caminaba por las calles de Seúl nada atento a lo que le rodeaba. Iba
demasiado concentrado en su teléfono móvil, tanto, que se movía al ritmo de las
personas que iban a su lado, se dejaba llevar por ellas, sin fijarse hacia
dónde se dirigía exactamente. De una manera u otra acabaría llegando a su
destino, así que, no le importaba realmente. El chico movía sus dedos sobre la
pantalla, apretando diferentes botones según lo que el juego le pedía. Estaba a
punto de conseguir su máxima puntuación y no podía dejarlo pasar.
En
algún momento, el chico había dejado de caminar con la gente, en algún momento,
el mar de personas que lo rodeaban dejaron de hacerlo. En algún momento,
TaeHyung se vio solo en mitad de la calle, con el sonido del claxon de los
coches resonando en sus oídos, cada vez más cerca de él. Cuando el chico acertó
a reaccionar, sabía que era demasiado tarde, que ya no tenía ninguna
escapatoria y se dispuso a aceptar su muerte, porque la muerte no era más que
una etapa de la vida.
Sin
embargo, antes de que todo finalizara, TaeHyung se vio arrastrado por unas
manos grandes y fuertes hacia atrás, hacia la seguridad de la acera. El chico
fue rodeado por aquellos brazos durante unos pocos momentos y luego fue soltado
por ellos, cuando los coches ya habían pasado frente a él y había salido
totalmente ileso. TaeHyung sintió cómo su corazón golpeaba contra su caja
torácica fuertemente, cómo su ritmo era irregular, también sintió el frío sudor
del miedo recorrerle la espina dorsal hacia abajo. Sin poder evitarlo, se giró,
buscando quién podía ser la persona que lo había salvado, encontrando a un
joven un poco más alto que él, de facciones delicadas y de mirada pura y clara.
TaeHyung se quedó sin aire en los pulmones durante unos segundos al verlo y
tuvo que boquear en busca del tan ansiado oxígeno.
—Eres
un inconsciente —le dijo—. ¿Cómo puedes ponerte a cruzar esta calle con el
semáforo en rojo? ¿Cómo puedes valorar tan poco tu vida?
El
otro le estaba gritando, casi regañando, pero aun así, era un completo
desconocido. Y sin embargo, TaeHyung sentía en lo más profundo de su ser que
aquel muchacho no era un desconocido, era alguien importante, alguien preciado.
Unas imágenes de una época diferente, de un lugar diferente, aparecieron en su
mente y se llevó las manos a la cabeza, confuso y dolido. ¿Qué estaba
sucediendo?
—¿Estás
bien? —escuchó la voz del muchacho más cerca de lo que recordaba, más suave de
lo que lo había hecho antes, con un leve toque de preocupación—. Yo... no
quería gritarte, estaba...
TaeHyung
alzó la mano y lo hizo detener sus atropelladas palabras sellando sus labios
con sus dedos. Su voz lo hacía recordar algo que estaba enterrado en lo
profundo de su mente, su rostro le evocaba diferentes sentimientos, algunos de
ellos encontrados. El chico se sentía raro, mareado. Sentía como si aquel
encuentro hubiera sido predestinado, como si ellos dos ya se hubieran
encontrado anteriormente y como si todo hubiera estado predispuesto para que se
volvieran a encontrar. Pero claro, eso era algo que no podía decir en voz alta,
era algo por lo que lo tacharían de loco, algo por lo que lo harían someterse a
exámenes y exámenes psicológicos.
—Estoy
bien —pudo decir, retirando con un poco de reticencia los dedos de los suaves
labios del otro. Su voz sonó mucho más grave de lo que estaba acostumbrado a
escucharla y fue extraño, así que se aclaró la garganta—. Solo me siento un
poco mareado.
La
ciudad había vuelto a bullir a su alrededor. Las personas que habían estado
allí unos momentos antes ya no lo estaban, ahora solo había un ir y venir de
gente, y ellos dos en el mismo lugar, como si el tiempo se hubiera detenido
solo para ellos dos, como si nada más pudiera interferir en aquel encuentro que
se había producido entre ambos. Encuentro no, reencuentro. TaeHyung sentía
aquello en lo más profundo de su ser.
—¿Quieres
que te lleve al hospital más cercano? —le preguntó el otro—. Debes de sentirte
bastante mal en estos momentos y, sobre todo, impresionado. Igual se te han
descolocado los niveles de todo en tu cuerpo.
—Estoy
bien, estoy bien —aseguró, aunque no creía que bien fuera la palabra que
describiera como se sentía en esos momentos. Confuso y curioso describían mucho
mejor su estado—. Solo necesito una taza caliente de algo y saber el nombre de
la persona que me ha salvado la vida.
Una
leve sonrisa apareció en los labios del chico. Parecía contento, aliviado de
que estuviera bien. Aquella expresión en su rostro hizo que el corazón de
TaeHyung se saltara un latido, que las puntas de sus dedos comenzaran a
hormiguear y que todo se ralentizara más todavía a su alrededor.
—Mi
nombre es SeokJin —lo escuchó decir—, y como agradecimiento me podrías invitar
a un té calentito, conozco el sitio perfecto.
TaeHyung
sonrió y asintió a aquellas palabras... pero su mente, al escuchar el nombre
del muchacho, había comenzado a volar muy lejos, a una época pasada, a un
tiempo en el que su encuentro no había sido destinado por el casi accidente de
tráfico que los había unido en aquella ocasión.
En
torno al siglo XIV de nuestra era...
En
la oscuridad de la noche y en la profundidad del bosque, Kim SeokJin esperaba
sentado sobre el musgoso suelo y apoyando su espalda contra el tronco de uno de
los miles de árboles del lugar a que él apareciera. No había encendido ningún
fuego, tal y como acostumbraba a hacer, porque tenía miedo de que la luz
atrajera a personas no deseadas a su encuentro, un encuentro que no debía estar
dándose. No es que estuviera prohibido, pero su familia le había recomendado no
acercarse demasiado a aquel joven recién llegado a su pequeña aldea, aquel
joven de cabellos largos, de mirada traviesa y de palabras embaucadoras. Su
abuela, que era la persona con más poder mágico de la familia, se lo había
comentado, que aquel chico no era un ser de luz, sino de oscuridad, y que le
haría daño… pero SeokJin no opinaba de la misma forma.
Cuando
se había encontrado la primera vez con TaeHyung, había sentido cómo si su
cuerpo hubiera dejado de funcionar correctamente. Su corazón latía con fuerza,
sus manos sudaban y su mente fue todo un caos de pensamientos fugaces yendo y
viniendo. Fue el otro quien se acercó a él la primera vez y siguió siendo él
quien se fue acercando una y otra vez hasta que SeokJin se dio cuenta de que
era demasiado tarde y que lo que ambos habían construido en pequeños paseos por
las afueras sobrepasaba a la amistad.
Eran
totalmente diferentes, TaeHyung tenía el toque de pillería que a SeokJin le
faltaba y SeokJin el poco de responsabilidad del que TaeHyung carecía. SeokJin
era todo luz, mientras que TaeHyung era todo oscuridad y se complementaban, si
se juntaban eran como una sola persona perfecta… pero la perfección no existía
y escaseaba allá donde iban ellos.
Al
principio fue algo casi imperceptible, pero a raíz de su primer beso, el Reino
comenzó a desestabilizarse. Ninguno se dio cuenta de este hecho, ninguno
encontró la relación entre su relación y los problemas políticos del monarca,
las revueltas, las muertes… solo comenzaron a ser conscientes de todo lo que
sucedía cuando las desgracias azotaban a personas con las que habían estado
poco antes. Todo era, cuanto menos, extraño y los dos se pusieron a investigar
qué podía estar sucediendo.
SeokJin
sabía que tenía antecedentes mágicos en su familia, su abuela era la prueba
viviente de ello, y él mismo tenía una serie de pequeños dones. Quizás hubiera
algún hechizo, alguna maldición sobre su persona que le impidiera enamorarse…
pero no halló absolutamente nada. Sin embargo, TaeHyung sí parecía haber
encontrado algo en el viaje que realizó hasta su ciudad natal y por eso le
había enviado aquella nota pidiéndole que se encontraran en el bosque para
poder hablar sobre el tema.
El
chico miró hacia el cielo, buscando la luz de la luna entre las hojas de los
árboles. No había nubes, pero aun así, no pudo encontrar el cuerpo celeste, que
se debía encontrar todavía demasiado bajo como para ser perceptible. Tenía un
mal presentimiento sobre lo que iba a suceder aquella noche, incluso había soñado
con un mal augurio y, sin embargo, allí se encontraba, esperando a la persona
que amaba para intentar detener lo que estaba sucediendo. SeokJin escuchó pasos
apresurados que se acercaban más y más hasta él y se tensó, esperando cualquier
cosa. No obstante, soltó todo el aire que había cogido y relajó sus músculos al
ver que la persona que corría en su dirección no era más que TaeHyung.
—Me
alegra verte —le dijo cuando terminó de llegar hasta él, levantándose mientras
dejaba que recobrara el aliento—, aunque no tenías que haber corrido para
llegar, pensaba esperar toda la noche.
—Esto
es importante —replicó TaeHyung, mirándolo a los ojos. Los suyos no eran
juguetones como siempre, estaban velados por una sombra de inquietud,
incertidumbre, pesar—. No podemos seguir juntos o el mundo acabará por
destruirse.
—¿Qué?
—SeokJin no entendía lo que quería decirle.
—Hay
una maldición —le aclaró—. Una maldición realizada hace miles de años por un
antepasado mío y en ella decía que cuando dos personas, una de la luz y otra de
la oscuridad, se amaran, el mundo se acabaría. Al parecer, tu familia y la mía
eran una sola y ambas le rendían culto al fuego… pero por algo se separaron y
mi facción le rindió culto al Fuego destructor y la tuya al Fuego protector,
entonces, se creó aquella maldición, para que no pudieran volver a unirse sin
consecuencias —relató.
Durante
toda la explicación SeokJin estuvo escuchando atentamente y después de que
finalizara seguía sin comprenderlo. ¿Por qué ellos no podían amarse? ¿Por qué
tenía que ser su amor el causante de la destrucción de todo lo que conocían?
¿Por qué tenían que sacrificar su amor por una maldición basada en rencores de
unos antepasados de los que casi ya no quedaban vestigios? Pero debían hacer lo
correcto.
—No
podemos estar juntos… —dijo, entendiéndolo todo al fin.
—Por
eso, esta será la última vez que nos veamos —murmuró TaeHyung. Se había
acercado a él y ahora sus rostros se encontraban a escasos centímetros—, pero
te prometo que haré todo lo posible para que, si en algún momento futuro nos
volvamos a encontrar, podamos estar juntos —y salvó la poca distancia que
quedaba entre ellos para besarlo, volcando en aquel contacto todos sus
sentimientos, por última vez.
—Es
una promesa… —susurró SeokJin—. Recuérdalo.
—Siempre.
En
la actualidad…
Dos
tazas de té humeantes se encontraban sobre la mesa que dos chicos compartían y
en la que intentaban mantener una pequeña conversación. Su encuentro había sido
extraño, pero ambos tenían la sensación de que iba a surgir una bonita amistad
entre ellos a raíz de aquello. A su alrededor, el local estaba a rebosar de
gente y los camareros iban de un lado a otro con las órdenes de los clientes.
No muy lejos de donde TaeHyung y SeokJin se encontraban, un vaso se cayó al
suelo y la persona que fue a hacerlo se cortó con los cristales, pero ninguno
de ellos le prestó especial atención a aquel hecho, ninguno de los dos supo que
todo iba a volver a comenzar y que tendrían que buscar la solución a la
destrucción del mundo.
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