Be Ma Girl
Hace un par de meses, mi vida cambió de un
modo radical. Antes de ese día, yo era una chica normal y corriente de
instituto, después de ese día, me convertí en una chica normal y corriente de
instituto con un novio universitario pervertido y amigo de mi hermano. ¿Qué
cómo pasó eso? Es lo que os voy a contar.
-¡Valeria!- llamaba mi madre desde la planta
de debajo de la casa- ¡Valeria! ¡Valeria!- al final apareció en la puerta de mi
habitación y me volvió a gritar- ¡Valeria!
-¿Qué?- pregunté ya harta y antes de que me
desgastara mi nombre de tanto llamarme.
-Tengo que ir al trabajo y ya llego tarde-
dijo.
-¿Y qué haces aun aquí entonces?
-Tu hermano me ha llamado y ha dicho que
necesitaba unas cosas para la Universidad antes de que acabara la clase, y yo
no puedo llevárselas, así que…- la corté antes de que pudiera seguir, ya sabía
lo que quería que hiciera.
-Don’t worry,
be happy- le dije. Me
acerqué a ella y tomé la carpeta que me tendía- ahora voy a llevárselo.
-Gracias, hija- se despidió de mí y bajó
corriendo las escaleras.
Yo que pensaba que iba a utilizar mi día de
fiesta en el instituto para hacer el vago, y ahora tenía que llevarle las cosas
al olvidadizo de mi hermano. Dejé la carpeta sobre la cama y comencé a
arreglarme. Diez minutos después, ya estaba montada en el autobús que me
llevaría a la Universidad en la que estudiaba mi hermano mayor. Bajé del
autobús y me acerqué a la secretaría a preguntar dónde podía estar mi hermano y
que me indicara la clase. Vagué por los pasillos hasta dar con el aula y cuando
tocó el timbre, mi hermano salió por la puerta como alma que lleva el diablo y
se asustó al verme allí.
-Por Dios, qué susto me has dado, Valeria-
dijo con la mano en su pecho- ¿qué haces aquí?
-Mamá tenía que trabajar, así que yo te he
traído esto- le mostré la carpeta- babo.
-Un respeto hermanita- ya empezaba con sus
delirios de que tenía que respetarlo porque era el mayor. Me cogió la carpeta.
-Las tortugas no merecen mi respeto- le
saqué la lengua como una niña pequeña y me quedé blanca como una pared al ver
cómo tras mi hermano, aparecía un chico alto, de rostro fino y piel blanca,
muy, muy guapo. Tenía una sonrisa de satisfacción y me miraba cómo aprobando lo
que yo había dicho. Le pasó el brazo por el hombro a mi hermano y lo apretó
fuerte contra sí.
-Bien dicho pequeña- se giró hacia mi
hermano y le habló- hasta tu hermana pequeña te pierde el respeto- sonrió y se
volvió hacia mí- Kim HeeChul- se presentó.
-Valeria Kim- contesté, y a partir de ese
momento, comenzó mi perdición.
Un mes después de salidas con mi hermano y
sus amigos, y ya no podía estar más pillada por él. Kim HeeChul, ese
prepotente, narcisista y egocéntrico me tenía como loca. Ocupaba mis
pensamientos, mis sueños, mi vida, y yo no me quejaba ni de sus abrazos
posesivos, sus besos cerca de la comisura de mis labios, sus caricias, sus
bromas para conmigo, y sobretodo, no me quejaba de su insinuaciones pervertidas
de hacer algo no muy decente conmigo en cualquier lugar muy poco privado,
susurradas en mi oído con voz ronca y completamente excitante.
Ése día habíamos quedado de nuevo. Mi
hermano no podía venir, por cualquier razón se había acatarrado y ahora estaba
en cama, con ojeras de no poder dormir, blanco como la pared y soltando mocos
everytime, everywhere. Cuando sus amigos llegaron y lo vieron en aquel estado,
prefirieron dejarlo allí a contagiarse, pero a mí, me llevaron con gusto, ya
que sino la entrada se perdería y no habían pagado para nada.
Me llevaron a ver un partido de fútbol,
puesto que las entradas las compraron a última hora, nos había tocado en la
última fila, en la grada más alejada de todas y en la que sólo se veían
monigotes, en vez de jugadores, corriendo detrás de una pelota de tenis. Todo
se veía muy pequeño.
Ya era de noche cuando terminó la primera
parte y comenzó a hacer algo de frío. Yendo sólo con una camisa fina, tenía un
frío de narices y se me estaban congelando todas las partes de mi cuerpo.
HeeChul, que estaba a mi lado, se quitó su chaqueta, me la colocó y luego me
envolvió en sus brazos para hacerme entrar en calor.
-Gracias- le dije.
-No lo hago por ti, sólo por mí- comenzó con
su lado orgulloso- si tiritas de frío, la tortuga de tu hermano puede cabrearse
y matarme, y no es que le tenga miedo a ese dongsaeng lento, es sólo que si lo
cabreo, no me pasará más los apuntes.
-Gracias de todos modos.
Estábamos cerca, muy cerca, cuando empezó la
segunda mitad del partido. Los demás chicos estaban muy emocionados porque el
partido estaba muy igualado, y estando en esa situación, no me extrañó para
nada que HeeChul comenzara a susurrarme cosas pervertidas.
-¿Qué
tal si tú y yo nos escaqueamos un rato al baño, y hacemos eso que tantas ganas
tengo de hacer contigo?- reí nerviosamente- te haría pasar el mejor rato de tu
vida- y en ese momento, hizo algo que nunca había hecho, me lamió y mordió la
oreja suavemente, haciéndome sentir escalofríos- sé que lo estás deseando-
comenzó a bajar besando, lamiendo y mordisqueando mi cuello, excitándome y
haciéndome suspirar y gemir bajito- quiero comerte… mmm…- su siguiente acción
fue dirigirse a mi mandíbula, siguiendo el contorno del hueso, hasta llegar a
mi barbilla- bésame- pidió.
No me pude resistir y ataqué sus labios que
desde hacía tanto tiempo me pedían ser besados. Con ansias, con furia, con gula
besaba a ese chico que me había robado la razón. No me importaba que
estuviéramos en un lugar público, ni que estuviéramos rodeados por tanta gente,
inclusive los amigos de mi hermano. Sólo sentía sus labios moverse contra los
míos, su lengua penetrando en mi boca y jugando con la mía.
De repente, una de sus manos agarró mi nuca
e intensificó el beso. Su otra mano, fría como el hielo, se metió por dentro de
mi camiseta y comenzó a toquetearme la espalda mandándome escalofríos por todo
el cuerpo. Tan metida estaba en ello que casi ni noté que era rápidamente
separada de HeeChul.
Me giré con las mejillas rojas como tomates
maduros a mirar quién era el que me había apartado y me había quitado el
caramelo que yo deseaba desde hacía tanto tiempo. JungSoo nos miraba
desaprobatoriamente.
-JongWoon te va a matar como hagas algo más-
dijo.
-Si la tortuga se llega a enterar, te juro
JungSoo, que te haré la vida imposible- amenazó HeeChul muy cabreado.
-Tranquilo Chul-ah, prefiero conservar mi
integridad física, pero lo que haces no está bien, es una niña…
-Yah, ¿y a ti qué te importa mi vida?- gritó-
ella ya es mayorcita para saber lo que quiere y lo que hace, ¡déjanos en paz!-
se levantó como un gato airado- me voy.
Y se fue, dejándome con la palabra en la
boca y su chaqueta puesta sobre mis hombros, pero ésta ya se la devolvería, y,
además, teníamos que acabar lo que habíamos empezado.
Nada más llegar a casa lo llamé y
concertamos la cita. No pasó ni una semana cuando yo ya estaba saliendo de
clases con mi maletín en una mano y la bolsa con su chaqueta en la otra,
dirigiéndome a su casa. Entré al lugar en el que vivía y me dirigió a su
habitación tras saludar a su madre que iba a salir a hacer unas compras y dijo
que volvería tarde.
Sin más preámbulos que el que tirarme sobre
la cama y colocarse sobre mí, seguimos lo que nos habíamos forzado a detener lo
que empezamos en el estadio de fútbol.
Besaba mis labios mientras sus manos
acariciaban mis piernas por debajo de la falda de cuadros del uniforme,
adentrándose lenta y torturantemente hacia una zona que había sido vetada a
todo el mundo, hasta ese momento. Apartó sus manos de mis piernas para
dirigirlas a la parte superior de mi cuerpo, dejando de besar mis labios,
pasando a mi cuello, mientras los botones de la camisa se iban soltando uno
tras otro, dejando expuesta mi piel.
No sé en qué momento pudo pasar, porque
estaba deliciosamente excitada y en mi mundo, sólo sintiendo y no pensando, que
cuando me quise dar cuenta ya estaba desnuda sobre su cama, y a él todavía le
quedaba una prenda puesta, la única prenda que tapaba eso que mi hermano se
empeñaba en ir mostrando por la casa cuando se duchaba sin pudor ninguno.
Sus manos ahora se adentraban en la parte
interna de mis piernas, subiendo cada vez más, sus labios me besaban cada parte
de piel que estaba expuesta, ósea, toda y yo no hacía más que gemir, gemir y
gemir. Noté cómo me tocaba en esa zona sensible, haciéndome sentir un placer
exquisito. De improviso, metió un dedo en mi interior y me contraje por el
cambio tan brusco de temperatura, él estaba helado, mientras que yo estaba tan
caliente.
-¿Qué… qué haces…?- dejó de moverse para
mirarme.
-Eres virgen, ¿no?- asentí casi
imperceptiblemente- no quiero hacerte daño.
Volvió a atacar mis labios mientras seguía
tocándome allí abajo y hacerme sentir cosas que nunca antes había sentido.
Estaba tan bien, que no podía describir exactamente qué era lo que sentía.
Cuando sus dedos salieron de mí, sentí un
enorme vacío en mi interior y abrí mis ojos, que había cerrado para poder
sentirlo mejor. HeeChul se bajaba de la cama y se quitaba los bóxers, dejando a
la vista su pene erecto. Caminó hacia su armario y yo me incorporé un poco, con
un puchero en mis labios porque me estaba dejando sola.
Al girarse él, pude ver cómo tenía un
paquetito cuadrado en su mano que abrió y sacó un círculo de látex. Era un
condón. Lo sabía porque mi hermano de vez en cuando los intentaba esconder de
mí, sin éxito alguno. Se acercó con él a la cama y se sentó frente a mí,
tendiéndomelo.
-Pónmelo- dijo.
Y yo obedecí. Lentamente, fui introduciendo
su pene en el látex, hasta que llegué a la base, y de repente, HeeChul me
volvió a tumbar sobre la cama, llevando su miembro hasta el fondo, quitándome
el aire, y haciéndome sentir un placer inmenso de repente, junto con un poco de
dolor en esa zona de mi anatomía.
Comenzó a penetrarme una y otra vez, lenta y
torturantemente, al principio, y luego salvaje y desenfrenado. Lo escuchaba
gemir en mi oído, escuchaba nuestras respiraciones agitadas, escuchaba el ruido
que hacían los muelles de la cama, pero llegó un momento en el que dejé de
escuchar, justo cuando un placer inmenso me invadió, y él cayó sobre mi cuerpo,
abrazándose a mí, y cubriéndonos con las sábanas.
-Te quiero- lo oí susurrar.
-Yo también te quiero.
Habían pasado dos meses desde que mi vida
comenzó a cambiar, y no podía estar más feliz, sobretodo, después de escuchar
ése te quiero, de la persona que más amaba en el mundo.