sábado, 8 de diciembre de 2012

Be Ma Girl

Be Ma Girl


   Hace un par de meses, mi vida cambió de un modo radical. Antes de ese día, yo era una chica normal y corriente de instituto, después de ese día, me convertí en una chica normal y corriente de instituto con un novio universitario pervertido y amigo de mi hermano. ¿Qué cómo pasó eso? Es lo que os voy a contar.

   -¡Valeria!- llamaba mi madre desde la planta de debajo de la casa- ¡Valeria! ¡Valeria!- al final apareció en la puerta de mi habitación y me volvió a gritar- ¡Valeria!
   -¿Qué?- pregunté ya harta y antes de que me desgastara mi nombre de tanto llamarme.
   -Tengo que ir al trabajo y ya llego tarde- dijo.
   -¿Y qué haces aun aquí entonces?
   -Tu hermano me ha llamado y ha dicho que necesitaba unas cosas para la Universidad antes de que acabara la clase, y yo no puedo llevárselas, así que…- la corté antes de que pudiera seguir, ya sabía lo que quería que hiciera.
   -Don’t worry, be happy- le dije. Me acerqué a ella y tomé la carpeta que me tendía- ahora voy a llevárselo.
   -Gracias, hija- se despidió de mí y bajó corriendo las escaleras.

   Yo que pensaba que iba a utilizar mi día de fiesta en el instituto para hacer el vago, y ahora tenía que llevarle las cosas al olvidadizo de mi hermano. Dejé la carpeta sobre la cama y comencé a arreglarme. Diez minutos después, ya estaba montada en el autobús que me llevaría a la Universidad en la que estudiaba mi hermano mayor. Bajé del autobús y me acerqué a la secretaría a preguntar dónde podía estar mi hermano y que me indicara la clase. Vagué por los pasillos hasta dar con el aula y cuando tocó el timbre, mi hermano salió por la puerta como alma que lleva el diablo y se asustó al verme allí.

   -Por Dios, qué susto me has dado, Valeria- dijo con la mano en su pecho- ¿qué haces aquí?
   -Mamá tenía que trabajar, así que yo te he traído esto- le mostré la carpeta- babo.
   -Un respeto hermanita- ya empezaba con sus delirios de que tenía que respetarlo porque era el mayor. Me cogió la carpeta.
   -Las tortugas no merecen mi respeto- le saqué la lengua como una niña pequeña y me quedé blanca como una pared al ver cómo tras mi hermano, aparecía un chico alto, de rostro fino y piel blanca, muy, muy guapo. Tenía una sonrisa de satisfacción y me miraba cómo aprobando lo que yo había dicho. Le pasó el brazo por el hombro a mi hermano y lo apretó fuerte contra sí.
   -Bien dicho pequeña- se giró hacia mi hermano y le habló- hasta tu hermana pequeña te pierde el respeto- sonrió y se volvió hacia mí- Kim HeeChul- se presentó.
   -Valeria Kim- contesté, y a partir de ese momento, comenzó mi perdición.

   Un mes después de salidas con mi hermano y sus amigos, y ya no podía estar más pillada por él. Kim HeeChul, ese prepotente, narcisista y egocéntrico me tenía como loca. Ocupaba mis pensamientos, mis sueños, mi vida, y yo no me quejaba ni de sus abrazos posesivos, sus besos cerca de la comisura de mis labios, sus caricias, sus bromas para conmigo, y sobretodo, no me quejaba de su insinuaciones pervertidas de hacer algo no muy decente conmigo en cualquier lugar muy poco privado, susurradas en mi oído con voz ronca y completamente excitante.

   Ése día habíamos quedado de nuevo. Mi hermano no podía venir, por cualquier razón se había acatarrado y ahora estaba en cama, con ojeras de no poder dormir, blanco como la pared y soltando mocos everytime, everywhere. Cuando sus amigos llegaron y lo vieron en aquel estado, prefirieron dejarlo allí a contagiarse, pero a mí, me llevaron con gusto, ya que sino la entrada se perdería y no habían pagado para nada.

   Me llevaron a ver un partido de fútbol, puesto que las entradas las compraron a última hora, nos había tocado en la última fila, en la grada más alejada de todas y en la que sólo se veían monigotes, en vez de jugadores, corriendo detrás de una pelota de tenis. Todo se veía muy pequeño.

   Ya era de noche cuando terminó la primera parte y comenzó a hacer algo de frío. Yendo sólo con una camisa fina, tenía un frío de narices y se me estaban congelando todas las partes de mi cuerpo. HeeChul, que estaba a mi lado, se quitó su chaqueta, me la colocó y luego me envolvió en sus brazos para hacerme entrar en calor.

   -Gracias- le dije.
   -No lo hago por ti, sólo por mí- comenzó con su lado orgulloso- si tiritas de frío, la tortuga de tu hermano puede cabrearse y matarme, y no es que le tenga miedo a ese dongsaeng lento, es sólo que si lo cabreo, no me pasará más los apuntes.
   -Gracias de todos modos.

   Estábamos cerca, muy cerca, cuando empezó la segunda mitad del partido. Los demás chicos estaban muy emocionados porque el partido estaba muy igualado, y estando en esa situación, no me extrañó para nada que HeeChul comenzara a susurrarme cosas pervertidas.

   -¿Qué tal si tú y yo nos escaqueamos un rato al baño, y hacemos eso que tantas ganas tengo de hacer contigo?- reí nerviosamente- te haría pasar el mejor rato de tu vida- y en ese momento, hizo algo que nunca había hecho, me lamió y mordió la oreja suavemente, haciéndome sentir escalofríos- sé que lo estás deseando- comenzó a bajar besando, lamiendo y mordisqueando mi cuello, excitándome y haciéndome suspirar y gemir bajito- quiero comerte… mmm…- su siguiente acción fue dirigirse a mi mandíbula, siguiendo el contorno del hueso, hasta llegar a mi barbilla- bésame- pidió.

   No me pude resistir y ataqué sus labios que desde hacía tanto tiempo me pedían ser besados. Con ansias, con furia, con gula besaba a ese chico que me había robado la razón. No me importaba que estuviéramos en un lugar público, ni que estuviéramos rodeados por tanta gente, inclusive los amigos de mi hermano. Sólo sentía sus labios moverse contra los míos, su lengua penetrando en mi boca y jugando con la mía.

   De repente, una de sus manos agarró mi nuca e intensificó el beso. Su otra mano, fría como el hielo, se metió por dentro de mi camiseta y comenzó a toquetearme la espalda mandándome escalofríos por todo el cuerpo. Tan metida estaba en ello que casi ni noté que era rápidamente separada de HeeChul.

   Me giré con las mejillas rojas como tomates maduros a mirar quién era el que me había apartado y me había quitado el caramelo que yo deseaba desde hacía tanto tiempo. JungSoo nos miraba desaprobatoriamente.

   -JongWoon te va a matar como hagas algo más- dijo.
   -Si la tortuga se llega a enterar, te juro JungSoo, que te haré la vida imposible- amenazó HeeChul muy cabreado.
   -Tranquilo Chul-ah, prefiero conservar mi integridad física, pero lo que haces no está bien, es una niña…
   -Yah, ¿y a ti qué te importa mi vida?- gritó- ella ya es mayorcita para saber lo que quiere y lo que hace, ¡déjanos en paz!- se levantó como un gato airado- me voy.

   Y se fue, dejándome con la palabra en la boca y su chaqueta puesta sobre mis hombros, pero ésta ya se la devolvería, y, además, teníamos que acabar lo que habíamos empezado.

   Nada más llegar a casa lo llamé y concertamos la cita. No pasó ni una semana cuando yo ya estaba saliendo de clases con mi maletín en una mano y la bolsa con su chaqueta en la otra, dirigiéndome a su casa. Entré al lugar en el que vivía y me dirigió a su habitación tras saludar a su madre que iba a salir a hacer unas compras y dijo que volvería tarde.

   Sin más preámbulos que el que tirarme sobre la cama y colocarse sobre mí, seguimos lo que nos habíamos forzado a detener lo que empezamos en el estadio de fútbol.

   Besaba mis labios mientras sus manos acariciaban mis piernas por debajo de la falda de cuadros del uniforme, adentrándose lenta y torturantemente hacia una zona que había sido vetada a todo el mundo, hasta ese momento. Apartó sus manos de mis piernas para dirigirlas a la parte superior de mi cuerpo, dejando de besar mis labios, pasando a mi cuello, mientras los botones de la camisa se iban soltando uno tras otro, dejando expuesta mi piel.

   No sé en qué momento pudo pasar, porque estaba deliciosamente excitada y en mi mundo, sólo sintiendo y no pensando, que cuando me quise dar cuenta ya estaba desnuda sobre su cama, y a él todavía le quedaba una prenda puesta, la única prenda que tapaba eso que mi hermano se empeñaba en ir mostrando por la casa cuando se duchaba sin pudor ninguno.

   Sus manos ahora se adentraban en la parte interna de mis piernas, subiendo cada vez más, sus labios me besaban cada parte de piel que estaba expuesta, ósea, toda y yo no hacía más que gemir, gemir y gemir. Noté cómo me tocaba en esa zona sensible, haciéndome sentir un placer exquisito. De improviso, metió un dedo en mi interior y me contraje por el cambio tan brusco de temperatura, él estaba helado, mientras que yo estaba tan caliente.

   -¿Qué… qué haces…?- dejó de moverse para mirarme.
   -Eres virgen, ¿no?- asentí casi imperceptiblemente- no quiero hacerte daño.

   Volvió a atacar mis labios mientras seguía tocándome allí abajo y hacerme sentir cosas que nunca antes había sentido. Estaba tan bien, que no podía describir exactamente qué era lo que sentía.

   Cuando sus dedos salieron de mí, sentí un enorme vacío en mi interior y abrí mis ojos, que había cerrado para poder sentirlo mejor. HeeChul se bajaba de la cama y se quitaba los bóxers, dejando a la vista su pene erecto. Caminó hacia su armario y yo me incorporé un poco, con un puchero en mis labios porque me estaba dejando sola.

   Al girarse él, pude ver cómo tenía un paquetito cuadrado en su mano que abrió y sacó un círculo de látex. Era un condón. Lo sabía porque mi hermano de vez en cuando los intentaba esconder de mí, sin éxito alguno. Se acercó con él a la cama y se sentó frente a mí, tendiéndomelo.

   -Pónmelo- dijo.

   Y yo obedecí. Lentamente, fui introduciendo su pene en el látex, hasta que llegué a la base, y de repente, HeeChul me volvió a tumbar sobre la cama, llevando su miembro hasta el fondo, quitándome el aire, y haciéndome sentir un placer inmenso de repente, junto con un poco de dolor en esa zona de mi anatomía.

   Comenzó a penetrarme una y otra vez, lenta y torturantemente, al principio, y luego salvaje y desenfrenado. Lo escuchaba gemir en mi oído, escuchaba nuestras respiraciones agitadas, escuchaba el ruido que hacían los muelles de la cama, pero llegó un momento en el que dejé de escuchar, justo cuando un placer inmenso me invadió, y él cayó sobre mi cuerpo, abrazándose a mí, y cubriéndonos con las sábanas.

   -Te quiero- lo oí susurrar.
   -Yo también te quiero.

   Habían pasado dos meses desde que mi vida comenzó a cambiar, y no podía estar más feliz, sobretodo, después de escuchar ése te quiero, de la persona que más amaba en el mundo.


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