domingo, 17 de febrero de 2013

I'm Your Man


I'm Your Man


   Acababa de salir de la Universidad, cabreada con un profesor porque me había suspendido un examen que yo tenía aprobado. Estaba que echaba humo y saltaba con la mínima, estaba segura que como viera que un coche se saltaba un semáforo en rojo, mataba al conductor.

   Por suerte, llegue al apartamento que compartía con mi novio  sin haber cometido ningún asesinato, aunque no me faltaron ganas de darle su merecido a un par de inútiles que pasaron por mi lado y se me quedaron mirando, comiéndome con los ojos.

   Entré al apartamento y me lo encontré vacío. Las luces estaban apagadas, así que las encendí y luego camine por el pasillo, asomándome a cada habitación que me encontré en mi camino, buscando a mi novio, hasta que lo hallé en nuestra habitación.

   Vale, por aquella visión merecía la pena suspender todos los exámenes por el resto de mi vida.

   HeeChul estaba sobre la cama, desnudo, en un lecho de pétalos de rosa y metiéndose una fresa en la boca de una manera tan sensual y provocativa que comencé a excitarme casi de inmediato. ¿Y quién no lo haría ante semejante visión erótica?

   -¿Qué pasa, Katia? ¿Te comió la lengua el gato?- tragué saliva y di unos pasos hacia la cama- ¿o es que me deseas tanto que quieres pasar de las palabras y lanzarte directamente a comerme a mí?
   -Hum... en realidad ya me ha dado un poco de hambre...- me senté en la cama y él se incorporó un poco- no sería mala idea comenzar por el postre- y ataqué sus labios.

   Sus manos comenzaron a recorrer mi cuerpo mientras nuestros labios estaban unidos de una manera excitante. Acabé subida a su cuerpo desnudo, sentada sobre sus piernas y disfrutando de él, como ya llevaba tiempo sin hacerlo, puesto que con los exámenes lo había tenido a pan y agua, bueno, y yo también.

   Estaba deseosa de él y él, él lo sabía perfectamente, por lo que, ¿para qué perder tiempo? Él estaba desnudo ya, y yo lo estaría en cuanto sus largas manos pervertidas se pasearan unas cuantas veces más por mi cuerpo.

   Y no me equivocaba. A la vez que sus labios me hacían delirar, ahora en mi cuello, sus manos me quitaban la chaqueta de cuero negra, dejándola resbalar por mis brazos. Mi camisa siguió su camino poco después, pero antes de eso, sus dientes fueron los que me desabrocharon los botones, mientras sus labios rozaban mi piel y me hacían lanzar suspiros una y otra vez, además de dejarme un leve cosquilleo en cada lugar por el que pasaba. Una vez sin camisa, acabó tumbándome en la cama y desabrochándome los pantalones para sacármelos, aunque se encontró con un problema... mis zapatos.

   -¿Tanto te costaba quitarte los zapatos en la entrada?- preguntó algo molesto por el pequeño inconveniente y yo sonreí.
   -Es que me gusta que me desnudes tú completamente... incluso que me quites los zapatos.
   -Cómoda.
   -Protestón.
   -Hermosa.
   -Pervertido.
   -Hey- se quejó divertido- yo te he dicho una cosa buena.
   -Y yo también.
   -Pues si soy un pervertido… verás lo que te voy a hacer…
   -Hazme lo que quieras… estoy a tu completa disposición… soy tu chica…
   -Y yo soy tu chico…

   Y se inclinó hacia delante para comenzar a besar mis piernas, ahora desnudas, puesto que mientras estábamos en nuestra pequeña conversación, me había quitado los zapatos y había deslizado mis pitillos por mis piernas dejándome ya sólo en ropa interior. Subió besándolas, hasta llegar a mi entrepierna, y me dio un lametón por encima de mis braguitas, rozando una parte de mi anatomía que me hizo delirar. Si ya estaba excitada, en ese momento, me excité mil veces más y no podía esperar a sentirlo dentro de mí. Lo vi coger una fresa y metérmela en la boca, para luego comenzar a besarme y que así, la fruta fuera para ambos. Cuando se alejó de mí y cogió otra fresa, lo detuve.

   -Déjate de fresas y de fresos y hazme delirar cómo tú sólo sabes- murmuré y vi una sonrisa pícara.
   -Fresos no existe…
   -Lo sé, pero me da lo mismo, quiero tenerte entre mis piernas…- le contesté y él alzó una ceja mientras bajaba por mi cuerpo dando besos, hasta que llegó a mi entrepierna. Separó un poco mis braguitas de la piel y luego introdujo un dedo en ellas para rozar mi clítoris una y otra vez.
   -¿Así?- preguntó mientras yo me retorcía de placer entre las sábanas.
   -Oh… sí…- jadeé.

   Su mano salió de mi prenda y me hizo incorporarme, pasándomela por la cintura, para luego llevarlas al cierre de mi sujetador y desabrocharlo con maestría a la vez que me daba un beso húmedo, que me dejó con ganas de más cuando se apartó. Luego me volvió a dejar sobre la cama y se colocó sobre mí. Sus manos volvían a jugar con mis partes bajas, ahora que también se había librado de mis braguitas sin que yo apenas me diera cuenta de ello y mis gemidos eran audibles por todo el apartamento que ambos compartíamos en el centro de Seúl.

   A partir de ese momento no hubo ningún juego, ninguna palabra más, sólo nos concentrábamos en sentir. Me hizo llegar al orgasmo y un placer exquisito se extendió por todo mi cuerpo durante unos momentos, a la vez que temblaba. Intenté recobrar la respiración para hacerle algo a él que sabía que le encantaba, y además, no me iba a llevar yo todo el placer esa noche.

   Pero él no lo veía así. Ya se había colocado el condón y su miembro erecto pugnaba por entrar en mi interior. Intenté incorporarme, intenté hablar, intenté mil cosas, y digo intenté porque un segundo antes de que las pudiera realizar, él ya me había penetrado y comenzaba a embestirme.

   Sonaban los muelles de la vieja cama, sonaba el entrechocar de nuestras caderas, sonaba la succión de mi vagina sobre su pene, sonaban nuestras respiraciones aceleradas y entrecortadas, sonaban los gemidos guturales que el pacer nos hacía lanzar en la habitación, hasta que llegamos al clímax y ambos caímos presa de una debilidad enorme.

   -HeeChul…- murmuré- quiero que sepas… que te voy a tener a dos velas para que cuando volvamos a hacerlo sea así de genial…- noté cómo se reía silenciosamente contra mi cuerpo y cuando se alzó, vi una sonrisa maliciosa.
   -No caerá esa breva…- y comenzó de nuevo a atacarme.

   No dormimos mucho esa noche… tampoco me importó, porque estaba con la persona que amaba y que me amaba y, además, haciendo una cosa que básicamente, me encantaba.

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