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jueves, 3 de noviembre de 2016

[PROYECTO] Super 2016 Rookies Drabbles



Buenas, buenas, Hermosas Criaturas

Estoy aquí de nuevo hablándoos directamente porque en mi cabecita loca ha comenzado a dar vueltas algo que me gustaría hacer porque este año ha sido especialmente agotador para mí en cuanto al engancharme a muchos grupos. Sin embargo, no es sobre mi estado mental después de tanto debut y comeback de lo que vengo a hablaros, sino de lo que ha salido de esta mente mía en la que cada segundo hay historias pugnando por salir.

Debido a que este año 2016 ha habido muchos debuts de grupos de los que por unos motivos u otros he acabado enamorándome, he decidido hacer un evento especial por y para ellos antes de que acabe este productivo año.

¿En qué consistiría el proyecto y en qué participaríais vosotros, los lectores?

jueves, 20 de febrero de 2014

Won’t Let You Go, Even If I Die

Título: Won’t Let You Go, Even If I Die
Pareja: KaiXing (Kai x Lay) (EXO)
Clasificación: PG-13
Géneros: AU, romance, drama
Número de palabras: 8.092
Resumen: YiXing ha vuelto a la ciudad que lo vio crecer después de diez años, donde espera volver a encontrarse con él.
Notas: historia escrita para la cuarta edición de Doce Reyes (12eyes) que tiene como Rey de una Noche a Kai.
Comentario de Autora: es la primera vez que participo para un proyecto de este tipo y estoy muy nerviosa. Espero que os guste.




            Una mujer de cabello color rojo fuego y largo hasta la cintura cocinaba alegremente, moviendo su delgado cuerpo al ritmo de la música que salía de los altavoces que tenía enchufados a su teléfono móvil de última generación. Un rico olor provenía de la cocina y cuando el hombre de pelo negro y piel oscura llegó a casa, solo le hizo falta seguir con su nariz aquel olor para saber dónde se encontraba su esposa.

            Se recostó en el marco de la puerta, observándola con una sonrisa, esperando a que ella notara su presencia. La mujer dio un giro, utilizando la paleta con la que movía los ingredientes del sofrito que estaba haciendo como micrófono y lo vio. En su rostro se reflejó la sorpresa durante unos segundos, pero apenas duró esa expresión, una gran sonrisa se instaló en sus labios.

            ―¡JongIn! ―dijo corriendo a su encuentro. Sorteó la mesa de la cocina y le dio un gran abrazo.
            ―¿Tanto me has echado de menos? ―murmuró él.
            ―Y más ―contestó ella. Una sonrisa torcida se instaló en el rostro del hombre.
            ―Solo he estado fuera dos días.
            ―A mí me han parecido dos meses.
            ―Siempre tan exagerada, mi pequeña SooJung ―la apretó entre sus brazos unos momentos antes de soltarla y darle un pequeño beso en los labios―, aun así te quiero.
            ―Yo también te quiero ―contestó ella―. ¿Estás muy cansado? ―preguntó.
            ―Un poco ―confesó―. Los niños me matan.
            ―Túmbate mientras termino de hacer la cena ―la mujer se alejó de él y siguió cocinando. JongIn sonrió cálidamente a sus espaldas―. Por cierto, ha llegado una carta desde Changsha ―comentó ella. El hombre se tensó―, es para ti, así que no la he abierto. Está en el comedor.
            ―Oh, vale… ―murmuró él con un nudo en su garganta.

            Echó a andar hacia el comedor, lentamente. No quería ir hacia aquel lugar, sabía qué era lo que iba a hallar allí. Se mordió el labio inferior con nerviosismo cuando entró en la habitación y vio el sobre blanco descansando sobre la mesa. Tragó con dificultad y luego avanzó hasta allí, tomó el sobre entre sus temblorosas manos y lo abrió, destrozándolo en el proceso, sacando un folio de color blanco doblado. El hombre cogió aire y desdobló el folio, encontrando una caligrafía estilizada en él que reconocería en cualquier parte.

Sé que es un método algo anticuado, pero no tengo otro modo por el que contactar contigo.
Me he separado de mi mujer y vuelvo a casa.

            JongIn arrugó la carta entre sus manos, haciendo una bola de papel poco uniforme. No había remitente, no había firma, pero sabía perfectamente quién era la persona que la había enviado:

            ―YiXing.


            Un hombre bajó del avión y se retiró el pelo del rostro. Debía habérselo cortado antes del viaje, pero, entre los papeles del divorcio, las reuniones con el abogado y las noches llorando en brazos de su amigo YiFan, no había tenido tiempo para ello. Suspiró y agarró con fuerza las asas del bolso de viaje. Después, siguió a la multitud hasta el interior del aeropuerto de Incheon en busca de su maleta.

            (No había podido tomar mucho, su mujer se lo había llevado todo y YiXing apenas había podido quedarse con algo de ropa y unos cuantos regalos. El poco dinero que él había ganado en la empresa en la que trabajaba, había sido todo para ella).

            Cuando tuvo todas sus pertenencias consigo, fue hacia la puerta del edificio de cristal, metal y hormigón y buscó un taxi que lo llevara a la capital. Justo en ese momento, unos cuantos chavales salieron de coches con los cristales tintados y una horda de jovencitas con cámaras de última generación apareció de golpe para seguirlos. El hombre se hizo a un lado con una sonrisa y siguió su camino cuando todo pasó.

            El taxi que tomó, resultó tener un conductor bastante hablador que rellenó todos los silencios del camino hacia Gwangmyeong con preguntas a las que YiXing contestaba con monosílabos e historias sobre su vida.Eel tiempo que tardaron en ir hasta la casa en la que aun vivían los padres del recién llegado pasó volando y cuando el hombre se encontró frente a la puerta, después de haber pagado la elevada tarifa del taxista, sintió que no estaba preparado para todo lo que estaba por venir.

            No estaba preparado para sentir los brazos de su madre rodeándolo, consolándolo; para escuchar las palabras de su padre, reprochándole su precipitado matrimonio; para que todas las personas conocidas lo miraran con pena; pero sobre todo, no estaba preparado para volver a ver a JongIn.


            La primera vez que vio a YiXing después de saber que había regresado fue varias semanas después. Estaba diferente a como lo recordaba, diferente a cómo se marchó diez años atrás, pero JongIn también había cambiado.

            Caminaba con SooJung, su mujer, el domingo por la tarde cuando lo encontró junto a su madre. Fue algo incómodo, no pudo mirarlo a los ojos, ni bajar el nudo de su garganta, pero el otro tampoco pudo mirarlo correctamente.

            Hacía diez años de lo que había pasado entre ambos, pero los recuerdos asomaban en las conciencias de ambos como si no hubiera pasado siquiera un día.


            El sol se asomaba por la ventana de la habitación en la que dos chicos dormían profundamente. Las finas sábanas se enredaban en los cuerpos desnudos de ambos, dejando expuestas algunas partes de estos. Se abrazaban de una forma que rayaba la posesividad, pero ninguno podía dejar ir al otro, sería demasiado difícil hacerlo. O eso era lo que pensaban en aquel momento.

            (El verano en el que por fin acababan el instituto y empezaban la universidad había comenzado. Lo que ambos no sabían era que aquel sería su último verano juntos).

            Uno de los muchachos, el de piel ligeramente más oscura, comenzó a abrir los ojos, cegado por el sol que entraba por la ventana, ya que las cortinas habían acabado la noche anterior sin cerrarse. Abrió y cerró fuertemente sus ojos para acostumbrarse a la luz, pero sin llegar a hacerlo del todo. Se giró hacia el otro lado para que dejara de molestarle la luz y encontró un rostro que dormía en paz con una sonrisa que marcaba un pequeño hoyuelo en su mejilla derecha. JongIn sonrió a su vez al verlo y le dio un pequeño beso en los labios.

            El otro se removió ligeramente, lanzando un pequeño quejido, pero siguió durmiendo, así que, JongIn se atrevió a más. Se inclinó hacia delante y comenzó a besarlo, despacio, sin pausa, pero sin prisa. Quería despertarlo de buen humor y que por la mañana, en aquella cabaña que habían alquilado para pasar el verano los dos juntos, sus cuerpos volvieran a fundirse como si fueran uno.

            YiXing comenzó a corresponder el beso antes siquiera de abrir los ojos. Sus labios se amoldaron a los de JongIn perfectamente, como tantas veces antes y siguió aquel ritmo marcado por el moreno hasta que este decidió terminarlo. Ambos se separaron un poco, pero no mucho, ya que sus narices seguían rozándose.

            ―Un gran despertar ―murmuró el mayor, aunque solo por unos meses.
            ―¿Te gustaría que te despertara así todas las mañanas? ―preguntó JongIn cruzando la escasa distancia que los separaba para volver a dejar un beso en los labios del otro.
            ―Entonces caería en otro sueño aún más perfecto ―contestó rozando sus narices―. Estar contigo ya es un sueño para mí.
            ―Xing~ ―protestó el menor con las mejillas coloradas.
            ―¿Qué? Es verdad ―respondió―. No dejaría que te fueras de mi lado incluso si muriera.
            ―No digas eso ―JongIn se tapó el rostro con las sábanas muy avergonzado y YiXing rio cantarinamente.
            ―Te quiero pequeño ―murmuró. Le dio un beso en la frente, que era la única parte del cuerpo que no estaba oculta por la tela y luego se levantó de la cama, escuchando con una sonrisa un débil “yo también te quiero” de los labios de JongIn.


            La segunda vez que se encontraron estaban solos, en mitad del supermercado y no pudieron evitarse. YiXing lo saludó inclinando la cabeza y JongIn correspondió el saludo ligeramente, casi sin darse cuenta de lo que hacía. Una pequeña sonrisa asomó a los labios del mayor, marcando en su mejilla derecha un hoyuelo más profundo de lo que el moreno recordaba. JongIn se mordió el labio inferior con nerviosismo y el otro apartó su carrito de la compra para dejarlo pasar.


            JongIn dejaba que el agua de la alcachofa de la ducha cayera por su cuerpo despreocupadamente, llevándose los restos de sudor y de semen. Lo habían hecho por la noche y otra vez por la mañana, por eso se sentía pegajoso. Comenzó a lavarse el pelo con el champú de melocotón que sabía que volvía loco a YiXing y a cantar quedamente la canción del verano. Tan enfrascado estaba que no se percató de que el otro chico que vivía en aquella cabaña entraba al baño, se desnudaba y entraba a la ducha con él hasta que sintió sus brazos rodeándole la cintura. Se sobresaltó un poco porque no se lo esperaba, pero luego se relajó entre aquellos brazos.

            ―¿Te he asustado? ―murmuró YiXing y el otro asintió―. Lo siento, solo quería darte una sorpresa.
            ―No pasa nada ―contestó JongIn sinceramente―, me gusta cuando nos bañamos juntos― el mayor dejó de envolver su cintura y llevó sus manos al cabello enjabonado del moreno para lavarlo por él.


            La tercera vez que se encontraron pensaron que aquello debía de tratarse de alguna encerrona. La madre de YiXing, Qian, y la mujer de JongIn, SooJung, siempre se habían llevado bien, por lo que no era de extrañar que aquello pudiera ser plausible.

            YiXing estaba en la puerta mirándose los zapatos y sujetando una bolsa de plástico llena con lo que parecían ser algunas verduras. JongIn se quedó con la puerta y la boca ligeramente abiertas, sin saber qué decir ni tampoco qué hacer hasta que llegó su esposa.

            ―Oh, por fin ―dijo ella con una gran sonrisa―. Gracias por traerme las verduras YiXing ―caminó hacia el hombre y tomó la bolsa para luego pasársela a JongIn―. Dile a tu madre que muchísimas gracias por todo y que me diga una forma de compensarla por todo lo que hace por nosotros.
            ―Sabes que no es nada ―contestó. JongIn se tensó al oír su voz. Llevaba tanto tiempo sin oírla que pensaba que no la recordaría, sin embargo esta seguía siendo tan suave y aterciopelada como lo era antes.
            ―Pero algo tendré que hacer ―dijo SooJung pensativa―. Oh, ya sé. Te cortaré el pelo ―comenzó a coger mechones de pelo castaño―, lo has dejado crecer mucho.
            ―No hace falta, sabes que no hace falta ―YiXing se alejó un poco pero la mujer lo agarró del brazo.
            ―Que sí, hombre. Estarás mucho más guapo con el pelo corto y encontrarás mejor empleo que si vas con estas greñas ―y tiró del recién llegado al interior de la casa, dejando a JongIn todavía en la puerta con la bolsa de verduras en la mano.


            La risa de JongIn llenaba la habitación y su cuerpo daba espasmos, moviendo la cama, dejando que los muelles del viejo colchón rechinaran. Habían comenzado una guerra de cosquillas y el menor no había podido continuar, por lo que se había rendido y ahora era presa de un ataque a traición por parte de YiXing, que sonreía encantadoramente.

            ―Para… Por favor… Para ―decía el moreno entre risas hasta que el otro se detuvo y se inclinó sobre él para darle un beso en los labios. Después, se dejó caer sobre el cuerpo del moreno, acomodando su cabeza en el pecho de este, que rio levemente―. Tu pelo me hace cosquillas en el cuello, Xing…
            ―Lo siento, me lo cortaré cuando volvamos ―contestó.
            ―No ―comenzó a mesar el cabello de YiXing―. Me gusta así.


            La cuarta vez que se encontraron, YiXing ya se había acostumbrado a su nuevo corte de pelo, pero JongIn seguía sin poder asimilar todo lo que estaba pasando.

            Cuando llegó a casa después de ir a visitar a sus padres y se encontró al mayor en el sofá, no supo reaccionar, simplemente se quedó en la puerta, sin entrar pero tampoco sin salir.

            YiXing alzó su cabeza y lo vio. Sus ojos conectaron por un segundo y dos corazones comenzaron a latir al mismo ritmo hasta que unos pasos se escucharon. Desviaron sus miradas cuando SooJung entró a la habitación, con su pelo rojo ondeando tras ella.

            ―Espero que no te importe que haya invitado a YiXing a comer ―dijo con una gran sonrisa.
            ―¿Podemos hablar, cariño? ―fue lo único que contestó JongIn, desapareciendo de la estancia. La mujer le dedicó una sonrisa a su invitado antes de desaparecer en pos de su marido.
            ―¿Qué pasa, JongInnie…? ―murmuró al llegar a su lado, tomando entre sus manos el rostro del hombre.
            ―¿Por qué está él aquí? preguntó.
            Antes os llevabais muy bien ―contestó su mujer―. Tu amigo SeHun siempre lo dijo y Qian-omonie también me lo ha comentado varias veces desde que ha regresado.
            Eso era antes, SooJung. La gente cambia en diez años.
            Desde que él volvió te he escuchado decir su nombre muchas veces en sueños ―replicó ella.

            Aquella revelación hizo que el hombre se tensara. Había soñado muchas veces con los recuerdos de su pasado y en ellos solo aparecía YiXing, aunque nunca pensó que pudiera haber hablado en voz alta durante estos.

            Los malos recuerdos me atormentan confesó. Su mujer caminó hacia él y le dio un gran abrazo.
            ―¿Y por qué no comenzar a tornar lo malo en bueno? ―dijo desde su pecho―. Podéis hacer buenos recuerdos juntos otra vez.
            SooJung...
            Qian-omonie está muy preocupada por él ―la mujer de pelo rojo cambió de táctica―. Se ha separado de la mujer por la que lo dejo todo y se fue y ésta ahora lo ha dejado sin nada. Tú eres su único amigo aquí, la única persona que de verdad lo puede apoyar.
            ―¿Y quien me apoyará a mí? ―murmuró.
            Me tienes a mí ―dijo ella dejando un beso en la comisura de sus labios y curvando los propios en una pequeña sonrisa.
            Gracias.
            Anda, sal allí y dale la bienvenida.

            JongIn asintió lentamente y, tras dedicarle una pequeña sonrisa a su mujer, caminó hacia la habitación en la que esperaba YiXing. Cuando este lo vio entrar, se levantó rápidamente del sofá en el que había estado sentado todo el tiempo.

            Si no quieres que este aquí, lo entiendo comenzó. Siento haberle seguido el juego a SooJung-shi.
            No. No es eso dijo JongIn. Todo me ha tomado por sorpresa y no sabía cómo reaccionar se acercó a la persona que hacía diez años había sido su todo y le tendió la mano. Perdóname por haberme comportado así... Y bienvenido a casa YiXing esbozó una gran sonrisa y el hoyuelo de su mejilla se dejó notar mientras tomaba la mano del menor entre las suyas y se inclinaba levemente.
            Gracias. Muchas gracias.

            Un escalofrío recorrió la columna vertebral de JongIn de arriba a abajo cuando sus manos se tocaron durante aquellos pocos segundos, pero decidió ignorar la sensación, al igual que ignoró la quemazón de su palma y los rápidos latidos de su corazón durante toda la cena.


            La piel de JongIn era puro fuego allí donde las manos y los labios de YiXing la rozaban. Su toque quemaba y hacía al menor suspirar. No era la primera vez que lo hacían, pero esta, igual que todas las anteriores era intensa y muy caliente.

            La ropa fue siendo retirada de ambos cuerpos entre besos, caricias y jadeantes palabras de amor y promesas de placer. Desnudos, se rozaban y alargaban los juegos hasta que la razón y el entendimiento eran nublados por la pasión y se dejaban llevar.

            En esos momentos, era YiXing quien normalmente tomaba las riendas de la situación y, tras la conveniente preparación, se internaba en el cuerpo del menor, llenando la habitación de gemidos, entrechocar de caderas y nombres gritados al denso aire del dormitorio tras el orgasmo.


            La quinta vez que se encontraron, de nuevo estaban solos. Otra encerrona preparada por las dos mujeres. Ninguno de los dos supo que hacer al principio. Tenían muchas cosas de las que hablar, pero las palabras se atascaban en sus gargantas y los recuerdos pesaban como plomo, anclándolos al pasado.


            YiXing abrió los ojos lentamente. Los parpados le pesaban toneladas y sentía un constante zumbido en su cabeza. La noche anterior habían ido a beber todos los antiguos compañeros de clase antes de que cada uno siguiera su camino.

            El chico se revolvió en la cama y chocó contra un cuerpo. Una sonrisa se instaló en sus labios. Aun borracho y sin recuerdos de la noche anterior había acabado apañándoselas para acabar en la cama con JongIn.

            Sin embargo cuando el cuerpo a su lado emitió un quejido, supo inmediatamente que no era él. Abrió los ojos en ese momento y, cuando estaba a punto de salir de la cama, la puerta de su habitación se abrió. El chico se giró rápidamente, encontrando a JongIn en el umbral, con los restos de una sonrisa que se iba transformando en una mueca de incredulidad en el rostro.

            JongIn comenzó, pero este inmediatamente captó su desnudez y el cuerpo a su lado. Las lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos y antes de que YiXing pudiera explicarse, salió corriendo de la habitación.


            ―¿No establecisteis turnos para cuidar del niño? fue lo que preguntó JongIn esa vez que se encontraron y YiXing casi se atraganta con el agua que estaba bebiendo.
            No hay ningún niño contestó entre toses.
            ―¿Cómo? ―preguntó el moreno confundido.
            Poco antes de casarnos tuvo que abortar y no lo intentamos de nuevo ―dijo YiXing.
            ―Yo… No lo sabía. Lo siento.
            ―No lo sientas, yo no lo siento.
            ―Pero era tu hijo…
            ―No lo era.


            Había intentado que JongIn entendiera lo que había ocurrido aquella noche, pero el chico no le devolvía las llamadas y si iba a su casa, no lo dejaba entrar a su habitación y ponía el volumen de la música a tope para no escuchar lo que YiXing tenía que decir.

            Un mes después, Jia, la chica con la que se había acostado (aunque aún seguía sin recordarlo) apareció en su puerta echa un mar de lágrimas. La hizo pasar y ella le contó entre sollozos que estaba embarazada y que el hijo que esperaba era suyo. Guiado por las palabras de su madre, decidió viajar con ella a China, donde estaba su familia para hacer frente a su responsabilidad y comenzar con los preparativos de la boda.

            Dos semanas antes de esta, Jia tuvo que abortar porque el bebé estaba muerto en su interior.

            En esos momentos, YiXing se debatió entre continuar con aquella farsa, ya que no quería a la que sería su mujer ni la querría nunca y volver a Corea junto a JongIn. La elección de la primera opción se debió a que cuando llamó al chico al móvil, lo cogió una chica que le dijo “cariño” al llamarlo para que fuera a buscar el teléfono.


           ―Cuando me enteré de que estaba teniendo una aventura el año pasado y le pedí explicaciones, ella me echó en cara que nunca la había amado y que solo me casé con ella por pena ―explicó YiXing ante la cara de sorpresa del moreno―. Realmente fue así y cuando se lo hice saber, confesó que el niño ni siquiera era mío. Mantuvo relaciones con un chico durante ese verano y fue él quien la dejó embarazada. La noche que dormí con ella ni siquiera hicimos nada porque yo estaba demasiado borracho ―JongIn agachó la cabeza e hizo una mueca de dolor, escuchando por fin aquello que debía haber sido capaz de escuchar diez años atrás, pero que, despechado, no quiso oír―. Le pedí el divorcio inmediatamente, pero ella ganó el juicio. Siempre ha sido muy buena actriz.

            YiXing dejó de hablar y el silencio se instaló en el salón de la casa en la que antes había vivido JongIn con sus padres y que, tras casarse con SooJung, le habían dejado. Lentamente, el menor recuperó la compostura y alzó su cabeza, mirando directamente a los ojos al castaño.

            ―¿Y qué pretendías al volver aquí? ―preguntó.
            ―Una vez te dije que no te dejaría ir incluso si muriese ―comenzó YiXing―. Me da igual si nunca podrá ser como antes de que todo ocurriera, necesito que estés a mí lado, aunque sea como amigo.

            JongIn sintió un pinchazo en su corazón al escuchar sus palabras y, con las lágrimas amenazando con escapar de sus ojos, se fundió en un abrazo con YiXing. Su primer abrazo después de diez años, su primer abrazo después de haber aclarado todos los malentendidos.


            La sexta vez que se encontraron fue por mutuo acuerdo. Los recuerdos del pasado ya no los acosaban y la incomodidad de los primeros encuentros tras tanto tiempo había sido superada por fin. Ahora los dos hombres caminaban tranquilamente por las calles del barrio en el que habían crecido y en el que habían experimentado miles de sentimientos, conversando.

            ―¿Qué te parece quedar con SeHun un día? ―propuso JongIn―. Llevo tiempo sin verlo y parece que necesitas una noche de chicos.
            ―No necesito nada de eso ―contestó YiXing―. Estoy bien.
            ―Que sí, hyung ―el moreno pasó el brazo por los hombros del otro―. Vamos a salir a alguna discoteca y nos vamos a divertir como cuando éramos jóvenes.
            ―¿Y SooJung? ―preguntó el mayor.
            ―Bueno… ―JongIn se rascó la frente―. No he pensado todavía en qué decirle, pero seguro que si le cuento que es para animarte no me pone pegas ―comentó con una gran sonrisa. Sus dientes blancos contrastaban con su piel oscura y el corazón de YiXing dio un vuelco.
            ―Pues… Si por ella no hay problema…
            ―Seguro que no. Vamos a decírselo ahora y también hay que llamar a SeHun.

            Así como estaban, el uno junto al otro, sin que quedara espacio alguno entre ellos, se dirigieron a la casa de JongIn. Era incómodo andar de esta forma, demasiado incómodo, sobre todo cuando alguien quería pasar entre ellos a toda costa, pero ninguno de los dos quiso separarse. Tras entrar en la casa, tuvieron que alejarse para poder quitarse los zapatos, aunque no desearan hacerlo.

            JongIn avanzó por la casa, buscando a su mujer, con YiXing detrás. La encontraron en el salón, hablando animadamente por el teléfono fijo con alguien. Cuando los vio adentrarse en la habitación, les sonrió.

            ―Unnie, tengo que dejarte. Hablamos mañana ―dijo antes de colgar―. Bienvenido a casa, YiXing ―saludó.
            ―¿A mí no me saludas? ―preguntó  JongIn avanzando hasta ella para darle un pequeño beso en la mejilla.
            ―Bueno… No pensaba que vendrías tan pronto ―comentó ella―. ¿Qué os trae por aquí cuando habíais salido a “recuperar el tiempo perdido”?
            ―Vengo a decirte que este Sábado vamos a salir por la noche para animar un poco a YiXing ―dijo el moreno.
            ―He dicho que no necesito que me animen ―replicó el otro. JongIn se giró y lo miró mal.
            ―Siempre se dice eso cuando no se está al cien por cien.
            ―¿Quieres mi permiso, JongInnie? ―preguntó SooJung―. No soy tu madre, cariño, puedes hacer lo que quieras siempre y cuando no me engañes con la primera chica que se te ponga delante.
            ―¿Y con la segunda?
            ―JongIn ―advirtió la mujer. Él sonrió.
            ―No lo haré, así que no te preocupes.


            La séptima vez que se encontraron había pasado una semana y ahora no estaban solos, un hombre más alto que ellos, delgado y de expresión seria los acompañaba. Era SeHun. Cuando estaban en el instituto era uno de los mejores amigos de ambos, junto a LuHan, los cuatro eran inseparables, pero por circunstancias de la vida, se fueron separando y cada uno se fue por su lado.

            El primero en dejarlos fue LuHan. No debía haberse subido a aquel coche esa noche, la noche en la que se estrelló contra una farola y por no llevar el cinturón acabó en mitad de la calle, con un gran charco de sangre a su alrededor. El segundo fue YiXing, por todo lo que pasó con Jia. SeHun y JongIn nunca se habían separado.

            Estaban en la cola para entrar a la discoteca. A su alrededor solo podían contar jóvenes con la mayoría de edad recién cumplida y a algunos sin ella todavía. Eran los más mayores y aun ni tenían los treinta.

            ―Debíamos haber elegido otro tipo de club ―murmuró SeHun―. Aquí no voy a ligar.
            ―A las chicas les gustan los mayores ―comentó JongIn con una gran sonrisa―, así que no te preocupes, seguro que mañana te despiertas con alguna chica en tu cama.
            ―Si tú lo dices… ―el hombre se cruzó de brazos e hizo un mohín. El moreno estuvo a punto de cogerle las mejillas como si fuera una abuela, pero se detuvo cuando escuchó una voz llamándolo a sus espaldas.
            ―¿Profesor Kim? ―cerró los ojos y suspiró. Quizás SeHun tuviera razón, era mejor salir de allí cuanto antes.
            ―¿Profesor? ―preguntó YiXing frente a él. JongIn le dedicó una pequeña sonrisa antes de girarse.

            Dos chicas se encontraban ante él, tan maquilladas que apenas las pudo reconocer como dos de sus alumnas de último curso. Una era morena, de pelo largo y levemente ondulado, su rostro parecía el de una muñeca. La otra era castaña, de flequillo recto y gran sonrisa.

            ―No nos esperábamos verlo por aquí ―comentó la morena. El hombre creyó recordar que se llamaba NaEun.
            ―Como está casado… ―continuó la otra. ¿EunJi se llamaba?
            ―Bueno, todas las personas tienen derecho a divertirse, estén casadas o no ―contestó él―. Pero estábamos pensando en irnos, hay demasiada juventud aquí.
            ―No se vaya, profesor ―la castaña se acercó un paso―. Aquí lo pasará mejor que en cualquier otro lado ―JongIn esbozó una sonrisa incómoda.

            En ese momento, YiXing se acercó a él por detrás hasta que la espalda del moreno topó contra su pecho y asomó la cabeza para ver a las chicas y que estas lo vieran.

            ―Un profesor no debe estar en el mismo lugar que sus alumnas una noche de Sábado ―comenzó―. Podría ser visto por alguien y traer malas consecuencias.
            ―Es verdad. Tengo que irme, chicas ―se despidió JongIn.

            Salió de la fila y YiXing lo siguió inmediatamente. SeHun lo hizo tras dedicarles a las chicas una sonrisa encantadora. Los tres caminaron sin rumbo fijo por la ciudad durante algunos minutos, para luego entrar en un pub normal y corriente en el que la edad de los que estaban dentro se adecuaba más a la que tenían.

            ―No me habías dicho que eras profesor ―comentó YiXing una vez estuvieron sentados en un sofá de color rojo en forma de arco con los botellines de cerveza sobre una pequeña mesa redonda.
            ―¿No? ―preguntó el moreno―. Bueno, creía que quedaba patente que tenía que dedicarme a la enseñanza. Es verano y no estoy trabajando, eso solo pueden hacerlo los profesores y los ricos.
            ―Pero si no dices las cosas no puedo imaginármelas ―protestó―. Sabes que soy muy despistado.
            ―Pues… Soy profesor, ya lo sabes ―contestó con una sonrisa, llevando la boca de la cerveza a sus labios.


            La octava vez que se encontraron fue en el mismo pub de la otra vez, pero SeHun ya no los acompañaba. La semana anterior había ligado con un tipo que tenía pinta de asesino en serie, pero que después de un par de martinis pudieron comprobar que era más bien como un gato. Ambos chicos tenían una botella de vodka medio vacía sobre la mesa y dos copas llenas.

            ―SooJung ha ido esta semana a visitar a su hermana en California ―comentó JongIn tras beber un trago―. Me ha dejado solo ―YiXing le dio unas palmadas en la espalda.
            ―¿Te ha dejado comida? ―el moreno asintió―. Entonces no te quejes, podría haber sido peor.
            ―Lo sé, pero me gustaría que volviese pronto ―murmuró dejando caer la cabeza contra la mesa.

            Las botellas comenzaron a acumularse a la vez que las conversaciones se fueron tornando menos serias hasta acabar convirtiéndose en meros balbuceos sin sentido. Sus mentes estaban nubladas por el alcohol, no podían pensar con claridad, por eso, cuando se encontraron frente a la puerta de la casa de JongIn y el moreno lo invitó a entrar con él, YiXing no pudo decir que no.

            Sus barreras habían caído, sus pensamientos sobre que aquello que iban a hacer estaba mal apenas era audibles dentro de su cabeza. Lo único que el castaño podía escuchar cuando, tras entrar en la casa, JongIn lo empotró contra la pared era el sonido del rápido golpeteo de su corazón y la respiración jadeante del moreno en su oído.


            La novena vez que se encontraron, YiXing saltó como si tuviera un resorte de la cama, llevándose con él algunas de las sábanas para ocultar su desnudez. JongIn lentamente abrió los ojos, perturbado por el estruendo provocado por el otro.

            ―No hagas ruido ―murmuró aun medio dormido―. La cabeza me va a estallar.
            ―JongIn… ―comenzó el mayor, pero no pudo concluir su oración porque el otro abrió los ojos como platos en ese momento.
            ―¿Qué pasó anoche? ―preguntó echándose las manos a la cabeza, luego las pasó por su rostro de arriba a abajo―. Dios… Esto no puede habernos pasado… Yo…
            ―No pasa nada ―lo cortó YiXing antes de que pudiera decir algo más―. No debería haber vuelto a Corea ―comenzó a buscar su ropa por la habitación y a tomarla entre sus brazos―. Será mejor que no volvamos a vernos… ―comenzó a retirarse, pero una mano lo detuvo, agarrando lo por la muñeca.
            ―No quiero que te vayas. No otra vez ―murmuró el moreno.
            ―JongIn… Esto no debía haber sucedido…
            ―Yo no me arrepiento ―contestó con seguridad. YiXing soltó la ropa y se subió a la cama, tomando el rostro del menor entre sus manos.
            ―Estás casado, JongIn… Y quieres a SooJung…
            ―Eso no lo sabes, hyung.
            ―Sí, lo sé. Estás casado, quieres a tu mujer y no vas a echar a perder tu matrimonio por mí. No estoy dispuesto a ser el causante de la ruptura de otra relación ―contestó seriamente―. JongIn, tú tienes una vida, no la eches a perder.
            ―Si es contigo no la echaría a perder.
            ―Jong…
            ―¡NO! ―gritó―. Desde que llegaste hace poco más de un mes siento que mi corazón late con fuerza cada vez que te veo, cada vez que estamos cerca y cada vez que pienso en ti. Late mucho más fuerte de lo que alguna vez ha latido por SooJung ―tomó las manos de YiXing con las suyas y las sujetó firmemente a la vez que lo miraba de forma intensa a los ojos―. Nunca debimos separarnos. Lo sé. Nunca he dejado de quererte y lo que anoche hice por el alcohol es todo aquello que he estado conteniendo, pero ya no puedo más ―tomó aire bruscamente―. Te amo, Zhang YiXing.

            Durante unos momentos, el mayor no supo qué hacer o qué decir. Estaba impactado. Lo que había pasado esa noche era un gran error, solo debían olvidarlo y seguir cada uno con sus vidas, lejos. Esto era lo que le decía su razón, esa parte que había estado oculta durante la noche anterior y que ahora lo acosaba. Sin embargo, su corazón había latido por cada palabra que JongIn había dicho cómo si estuviera corriendo una maratón, sobre todo las cuatro últimas palabras.

            ―JongIn…
            ―Por favor… No me dejes otra vez… ―el moreno se abrazó fuertemente a su torso desnudo―. Me da igual tener que rebajarme a lo que sea, me da igual tener que dejar a mi mujer si con eso puedo estar con la persona que amo ―YiXing suspiró y comenzó a acariciar el cabello negro como el carbón.
            ―Echarás por alto todo lo que has conseguido en estos años…
            ―Me da igual. Nunca pude olvidarte ―el castaño esbozó una pequeña sonrisa―. Me casé con SooJung porque estaba herido y ella intentó por todos los medios curarme. La considero más como mi mejor amiga que algo más ―JongIn apretó el agarre en la cintura del otro―. Tú eres mi todo.
            ―JongIn…
            ―¿Recuerdas lo que me dijiste una vez? ―preguntó de pronto el nombrado―. Me dijiste que no me dejarías nunca, incluso si morías ―YiXing sintió un corriente eléctrica recorrer su columna―. Así que no me dejes.

            Lentamente, el castaño fue cediendo. Todavía amaba a JongIn, nunca había dejado de amarlo, lo sabía y por eso había vuelto a Corea, para poder estar cerca de él, para poder verlo y saber que estaba bien. Pero todo había tomado un rumbo inesperado, jamás pensó que el otro lo siguiera queriendo, que estuviera dispuesto a dejarlo todo por él cuando le había estado haciendo daño durante diez años.

            ―Dime que esto no va a acabar así ―murmuró JongIn acercando su rostro al del mayor―. Prométeme que no te volverás a ir, porque si no lo haces, te seguiré hasta el fin del mundo.
            YiXing se mordió el labio inferior y miró con inseguridad los oscuros ojos del hombre frente a él. seguían brillando como recordaba y seguían siendo igual de sinceros que antaño.
            ―Te prometo que no me iré de tu lado ―JongIn sonrió.
            ―Ahora dime lo que llevas tanto tiempo callándote ―pidió.
            ―Te amo ―confesó.

            Los labios del moreno no tardaron en tomar los suyos de forma completamente desesperada, respondiéndole a aquellas dos palabras, mostrándole que todo era verdadero, que todo era igual que antes.


            La décima vez que se encontraron, ambos estaban nerviosamente sentados en el sofá de la casa de JongIn, con SooJung junto a este, viendo una película. Era una comedia romántica americana que estaban echando en la televisión aquel viernes por la noche. Solo hacía un par de días que la mujer de cabello rojo había regresado de California y no hacía siquiera una semana desde que los dos habían decidido seguir adelante con sus sentimientos sin que les importara absolutamente nada.

            ―SooJung… ―comenzó JongIn en uno de los intermedios.
            ―Dime, cariño.
            ―YiXing y yo estábamos pensando en ir a algún lugar durante unos días para desconectar de la ciudad y estar tiempo juntos, como antes ―comentó. El castaño, que no sabía nada de aquello, se puso tenso ante la revelación. No lo esperaba.
            ―Solo chicos, ¿verdad? ―preguntó ella. JongIn asintió.
            ―Iríamos a un lugar tranquilo a contarnos lo que nos ha pasado en estos diez años mientras pescamos o miramos las nubes, o algo así ―continuó.
            ―¿Por qué me pides permiso? Ya sabes que no tienes por qué hacerlo ―dijo SooJung divertida.
            ―No pido permiso ―replicó él―. Solo te cuento lo que voy a hacer para que luego no te levantes un día y te vuelvas loca no sabiendo dónde estoy.
            ―Está bien, está bien ―ella sonrió―. Entonces solo os deseo buen viaje para cuando vayáis y una agradable estancia en el lugar en el que estéis.
            ―Eres un encanto  ―JongIn le dedicó una gran sonrisa antes de darle un beso en la mejilla.

            Un pinchazo de celos fue lo que sintió YiXing ante la acción, pero luego pensó en todo lo que había sido dicho por las otras dos personas que estaban en la habitación, esperando a que la cadena de televisión decidiera que ya era suficiente el descanso para los anuncios. El castaño sonrió levemente.

            Iba a estar con JongIn unos días.

            Los dos solos.


            La undécima vez que se encontraron JongIn estaba apoyado contra la puerta del copiloto de su Kia rojo frente a su casa. YiXing sonrió ampliamente y, haciendo un enorme esfuerzo, se contuvo para no correr a los brazos del moreno y besarlo como si fuera el fin del mundo. Todavía estaban en la calle, JongIn aún seguía casado y ambos eran hombres.

            ―Buenos días ―dijo el moreno. YiXing lo saludó con una leve inclinación de su cabeza―. ¿Preparado para el viaje?
            ―Preparado.

            Se subieron al vehículo y, con JongIn al volante, comenzaron a recorrer las abarrotadas calles de Seúl, primero, para después salir a las vías de rápida comunicación y así poder llegar a su destino, del cual YiXing no estaba informado. El paisaje fue cambiando, los edificios de cristal y hormigón dieron paso al relieve característico de la zona, salpicado de verde por todos lados.

            Varias horas después, pararon para que JongIn hiciera un descanso, ya que YiXing no tenía carnet de conducir, y para comer algo. Por mucho que el mayor preguntó cuál era su destino, el moreno no dijo una palabra acerca de este.

            Después retomaron su viaje y tras otro par de horas, llegaron. YiXing se sorprendió cuando, después de atravesar un camino sin asfaltar, el otro detuvo el coche frente a una cabaña que, aunque habían pasado diez años, seguía grabada en su memoria.

            ―JongIn… ―comenzó, pero este lo calló, inclinándose sobre él para darle un beso.

            Los labios del menor eran suaves pero a la vez firmes contra los suyos y se amoldaban perfectamente a estos. Sabían lo que le gustaba a YiXing y cómo le gustaba. Aunque hubiera pasado tanto tiempo, todo era exactamente igual que entonces, parecía que nada había cambiado entre ellos, aunque todo había cambiado.

            El castaño sintió en un momento cómo JongIn comenzaba a mover su cuerpo, intentando salir del asiento del conductor para colocarse sobre las piernas del mayor sin querer romper el beso que compartían. Lentamente, entre quejidos y mordiendo los labios de YiXing, consiguió su objetivo, quedando así encima de él. Fue en ese momento cuando cortó el candente beso para mirarlo a los ojos fijamente, colocando sus manos cada una a un lado de la cabeza del otro.

            ―¿Te gusta? ―preguntó esbozando una sonrisa.
            ―¿La cabaña o el beso? ―el moreno formó un puchero en sus labios―. Ambas cosas me encantan ―susurró contra estos.
            ―Esta semana ―JongIn depositó un beso en ellos―, es solo para nosotros ―otro beso―. Después, le pediré el divorcio a SooJung.

***

            Ambos cayeron exhaustos sobre el colchón después de tomar el cuerpo del otro tantas veces como les fue posible. No habían pasado siquiera dos días desde que llegaron a aquel lugar, pero ya podían reconocer y recordar cada parte del cuerpo de su compañero, cada nueva herida, cada nueva historia que se habían perdido.

            ―No tienes por qué divorciarte de SooJung… ―murmuró YiXing cuando recuperó el aliento―. Y menos si es por mi culpa.
            La sonrisa que se había formado en los labios del menor se borró rápidamente de su rostro cuando se giró hacia este.
            ―No es tu culpa ―replicó―. Tú no tienes la culpa de lo que ha pasado. Si alguien la tiene, ese soy yo, ya que fui yo quien tomó el mando la noche que nos emborrachamos.
            ―Pero si no hubiera regresado…
            ―¿Y qué ibas a hacer allí? ―preguntó repentinamente el chico―. Toda tu vida estaba en Corea.
            ―Lo sé… Pero aun así…
            ―No es tu culpa, es porque yo no puedo vivir una mentira ―contestó―. No la amo, te amo a ti ―su mirada era decidida―. Lo he estado pensando y creo que es mejor cortar todo esto antes de que ella pueda enterarse de mala forma y sufrir aún más.
            ―La aprecias.
            ―Es mi mejor amiga. No quiero hacerle daño.
            ―Y aun así…
            ―Si no lo hago de esta forma… Te haré sufrir a ti también ―murmuró antes de abrazar el cuerpo de YiXing―. No quiero que sufras con esto y tampoco quiero que SooJung nos odie.
            ―Está bien… ―cedió el mayor dándole un pequeño beso en la frente―. Pero no seas brusco con ella, te quiere demasiado.
            ―No lo seré ―contestó JongIn subiéndose al otro cuerpo antes de tomar sus labios con calma, transmitiéndole todos sus sentimientos por él.

***

            ―Prométeme que pase lo que pase ―comenzó JongIn antes de que el otro abriera la puerta del coche y se dirigiera a su casa―, nunca me dejarás.
            ―No lo haré. Nunca te dejaré ―contestó YiXing.

            Estuvieron tentados de besarse, de hecho, ambos querían besarse, pero ya estaban en la ciudad, la estancia en aquella cabaña que les traía tantos buenos recuerdos había cesado y tenían que regresar al mundo real. Finalmente, acabaron dándose un abrazo que a ojos de los demás no era extraño, pero que para ellos significó mucho.

            ―Te quiero ―murmuró el moreno.
            ―Y yo a ti ―contestó el otro antes de salir del coche con una gran sonrisa.


            La duodécima vez que se encontraron JongIn le acababa de pedir el divorcio a su mujer. SooJung se mordía el labio inferior fuertemente, conteniendo las lágrimas que se acumulaban en sus ojos oscuros. YiXing llegaba en un mal momento. Lo sabía, pero no había podido decirle que no al mensaje de auxilio que le había mandado el moreno a través de kakao talk. Después de todo, lo que había pasado era en cierto modo culpa suya.

            Si no hubiera regresado a Corea, nada de aquello habría ocurrido.

            En ese momento, la mujer se giró y vio al recién llegado. Su rostro se transformó completamente, pasó de una expresión triste y enfadada a una de completo odio.

            ―Tú ―dijo en cuanto lo vio―. Tú debes ser el culpable de todo esto. Desde el maldito momento en el que llegaste, JongIn cambió drásticamente su actitud hacia mí ―SooJung comenzó hacia él, pero el moreno la detuvo.
            ―Él no tiene nada que ver con esto ―replicó este―. Todo es porque ya no siento lo mismo que antes por ti.
            ―No te creo ―contestó intentando zafarse de su agarre para ir hacia YiXing.
            ―SooJung…
            ―Mírame a los ojos y dime que no has tenido nada que ver, YiXing-shi ―pidió―. Dime sinceramente que nada de esto es por ti.
            ―¿Por qué le pides eso? ―JongIn intentó que ella lo mirara de nuevo y dejara en paz al otro.
            ―SeHun me contó cuando comenzamos a salir tu historia con él ―el moreno se mordió el labio inferior y cerró sus ojos lentamente, maldiciendo en su interior a su amigo por haberlo contado aquello.
            ―Si te la contó sabrás entonces que nada puede volver a ser como antes ―mintió descaradamente. YiXing abrió la boca, pero el otro lo calló con una mirada.
            ―Entonces hay otra, ¿verdad? ―preguntó alterada―. Dime quién es ahora mismo esa perra que te aleja de mí.
            ―No hay “otra” ―JongIn recalcó la última palabra dándole un significado que la mujer no pudo comprender―. Has sido una persona muy importante en mi vida, pero ahora no siento lo mismo por ti. Lo he intentado durante un tiempo, pero no puedo seguir así, nos haría daño a los dos y yo no quiero hacerte daño, SooJung.
            ―JongIn… No lo hagas… No me pidas el divorcio ―pidió ella―. Si es porque nuestra vida se ha convertido en una rutina, podemos cambiarlo ―se agarró a su cuerpo.
            ―SooJung… ―tomó sus manos  entre las suyas mientras la miraba seriamente―. No es posible. Te juro que lo he intentado, pero nada funciona igual que antes.

            Lentamente, la mujer fue agachando su cabeza. Llevó las manos a su rostro y comenzó a dejar escapar las lágrimas que momentos antes intentaba contener. JongIn se acercó a ella y le pasó los brazos por los hombros durante unos momentos, luego se separó y la hizo mirarlo a los ojos.

            ―Lo siento mucho ―murmuró―. Si fuera posible hacer algo, yo sería el primero en intentarlo.
            ―Ahora mismo quiero estar sola ―dijo ella―. ¿Puedes dar una vuelta durante algunas horas y dejarme pensar con tranquilidad? ―JongIn asintió―. Gracias.

            Los dos hombres salieron de la casa y comenzaron a matar el tiempo antes de volver, caminando por las tan conocidas calles de su barrio. Al principio, ninguno de los dos habló, el silencio era lo mejor en aquellos momentos para ambos.

            Sin embargo, sus miradas se encontraban de vez en cuando y pequeñas y tímidas sonrisas asomaban a sus labios sin que pudieran detenerlas.

            ―Todavía no me creo que esa conversación haya ocurrido ―murmuró YiXing cuando se sentaron en un banco a descansar los pies.
            ―Yo tampoco ―confesó el otro―. Llevaba días queriéndolo hacer, pero hoy ha sido cuando me he levantado con la determinación de hacerlo. Aunque esta mañana estaba muy nervioso antes de hacerlo ―suspiró―. Creo que aunque he intentado ser suave con ella le he hecho mucho daño y aunque sé que era inevitable me siento algo mal por ella.
            ―Entonces regresa y pídele perdón―dijo el castaño atrayendo la mirada del otro.
            ―Jamás ―contestó―. Prefiero mil veces sentirme culpable por hacerle daño ahora que hacerle mucho más daño después.
            ―En ese caso intentaré hacer que no te arrepientas nunca de tu decisión.

            JongIn sonrió y se abrazó al cuerpo de YiXing, antes de que una cascada de lágrimas comenzara a caer desde sus ojos recorriendo su rostro y empapando la ropa del mayor.

            Horas después, regresaron a casa. SooJung los esperaba en el salón. Tenía signos de haber llorado durante muchas horas y JongIn se mordió en labio inferior con culpabilidad. Ella alzó la cabeza al escucharlos entrar y suspiró.

            ―¿Dónde están los papeles del divorcio? ―preguntó con decisión en sus ojos castaños, ahora hinchados y rojizos, al igual que su pelo―. Cuanto antes acabe todo, mejor.


            Unos días después, SooJung salía por la puerta de la casa en la que había vivido los últimos seis años junto a su marido. Esa misma mañana había acabado de recogerlo todo y no quería pasar más tiempo en aquel lugar.

            Todavía no entendía por qué JongIn le había pedido el divorcio. Sí que había visto un cambio en su actitud en el último mes, pero lo había achacado a que había recuperado a su mejor amigo después de tantos años y quería recuperar el tiempo perdido, sin embargo, jamás se le había pasado por la cabeza que aquello fuera el desencadenante de una gran tormenta.

            Seguía amando a JongIn, pero en esos momentos no podía perdonarlo. Sabía que tendría que pasar un tiempo alejada de todo para poder recuperarse, para pensar qué pudo haberles sucedido y para intentar olvidar y perdonar a la persona con la que lo había compartido todo desde hacía nueve años.

            Se iría a San Francisco junto a su hermana mayor que ya la esperaba con los brazos abiertos, varias miles de cajas de pañuelos desechables y grandes cubos de helados de todos los sabores para animarla “a la americana” como ella misma había dicho.

            La mujer suspiró y miró atrás una vez más antes de irse, teniendo muy claro que regresaría algún día.


            Unas semanas después de la marcha de SooJung a California, YiXing se instalaba en la casa de JongIn. Ante el mundo, aquella mudanza había sido realizada para que su mejor amigo no se sintiera solo, para apoyarlo ahora que ya no tenía a su esposa (tal y como había estado haciendo el moreno por él ese verano), pero ellos dos sabían que la realidad de esa acción era muy distinta.

            En cuanto el castaño terminó de entrar la última maleta y cerró la puerta, JongIn lo acorraló contra la pared y de dio un profundo beso en el que sus lenguas entraron en juego. Al separarse, la saliva mezclada de ambos escapó un poco de sus bocas, mojando sus barbillas, pero a ellos no les importaba. Se miraban fijamente a los ojos y sus pechos subían y bajaban irregularmente debido a la falta de aire por el reciente beso.

            ―Por fin podemos estar juntos sin limitaciones… ―murmuró el dueño de la casa contra los labios ajenos.
            ―Y ahora sí que no te dejaré ir nunca más ―susurró YiXing antes de comenzar otro beso, esta vez mucho más calmado, más dulce, que dejaba al descubierto los sentimientos de ambos hacia la otra persona.

            Nunca más se volverían a alejar del otro. Jamás dejarían que la otra persona se fuera. No volverían a cometer los mismos errores del pasado una vez más y disfrutarían el uno del otro hasta su muerte.


Fin