Título: Won’t Let You Go, Even If I Die
Pareja: KaiXing (Kai x Lay) (EXO)
Clasificación: PG-13
Géneros: AU, romance, drama
Número de palabras: 8.092
Resumen: YiXing ha vuelto a
la ciudad que lo vio crecer después de diez años, donde espera volver a
encontrarse con él.
Notas: historia escrita para
la cuarta edición de Doce Reyes (12eyes) que tiene como Rey de una Noche a Kai.
Comentario de Autora: es la
primera vez que participo para un proyecto de este tipo y estoy muy nerviosa. Espero que os guste.
Una
mujer de cabello color rojo fuego y largo hasta la cintura cocinaba
alegremente, moviendo su delgado cuerpo al ritmo de la música que salía de los
altavoces que tenía enchufados a su teléfono móvil de última generación. Un rico
olor provenía de la cocina y cuando el hombre de pelo negro y piel oscura llegó
a casa, solo le hizo falta seguir con su nariz aquel olor para saber dónde se
encontraba su esposa.
Se
recostó en el marco de la puerta, observándola con una sonrisa, esperando a que
ella notara su presencia. La mujer dio un giro, utilizando la paleta con la que
movía los ingredientes del sofrito que estaba haciendo como micrófono y lo vio.
En su rostro se reflejó la sorpresa durante unos segundos, pero apenas duró esa
expresión, una gran sonrisa se instaló en sus labios.
―¡JongIn!
―dijo corriendo a su encuentro. Sorteó la mesa de la cocina y le dio un gran abrazo.
―¿Tanto
me has echado de menos? ―murmuró él.
―Y más
―contestó ella. Una sonrisa torcida se instaló en el rostro del hombre.
―Solo he
estado fuera dos días.
―A mí me
han parecido dos meses.
―Siempre
tan exagerada, mi pequeña SooJung ―la apretó entre sus brazos unos momentos
antes de soltarla y darle un pequeño beso en los labios―, aun así te quiero.
―Yo
también te quiero ―contestó ella―. ¿Estás muy cansado? ―preguntó.
―Un poco
―confesó―. Los niños me matan.
―Túmbate
mientras termino de hacer la cena ―la mujer se alejó de él y siguió cocinando.
JongIn sonrió cálidamente a sus espaldas―. Por cierto, ha llegado una carta
desde Changsha ―comentó ella. El hombre se tensó―, es para ti, así que no la he
abierto. Está en el comedor.
―Oh,
vale… ―murmuró él con un nudo en su garganta.
Echó a
andar hacia el comedor, lentamente. No quería ir hacia aquel lugar, sabía qué
era lo que iba a hallar allí. Se mordió el labio inferior con nerviosismo
cuando entró en la habitación y vio el sobre blanco descansando sobre la mesa.
Tragó con dificultad y luego avanzó hasta allí, tomó el sobre entre sus
temblorosas manos y lo abrió, destrozándolo en el proceso, sacando un folio de
color blanco doblado. El hombre cogió aire y desdobló el folio, encontrando una
caligrafía estilizada en él que reconocería en cualquier parte.
Sé que es un método algo anticuado, pero no
tengo otro modo por el que contactar contigo.
Me he separado de mi mujer y vuelvo a casa.
JongIn
arrugó la carta entre sus manos, haciendo una bola de papel poco uniforme. No
había remitente, no había firma, pero sabía perfectamente quién era la persona
que la había enviado:
―YiXing.
Un
hombre bajó del avión y se retiró el pelo del rostro. Debía habérselo cortado
antes del viaje, pero, entre los papeles del divorcio, las reuniones con el
abogado y las noches llorando en brazos de su amigo YiFan, no había tenido
tiempo para ello. Suspiró y agarró con fuerza las asas del bolso de viaje.
Después, siguió a la multitud hasta el interior del aeropuerto de Incheon en
busca de su maleta.
(No
había podido tomar mucho, su mujer se lo había llevado todo y YiXing apenas
había podido quedarse con algo de ropa y unos cuantos regalos. El poco dinero
que él había ganado en la empresa en la que trabajaba, había sido todo para
ella).
Cuando
tuvo todas sus pertenencias consigo, fue hacia la puerta del edificio de
cristal, metal y hormigón y buscó un taxi que lo llevara a la capital. Justo en
ese momento, unos cuantos chavales salieron de coches con los cristales
tintados y una horda de jovencitas con cámaras de última generación apareció de
golpe para seguirlos. El hombre se hizo a un lado con una sonrisa y siguió su
camino cuando todo pasó.
El taxi
que tomó, resultó tener un conductor bastante hablador que rellenó todos los
silencios del camino hacia Gwangmyeong con preguntas a las que YiXing
contestaba con monosílabos e historias sobre su vida.Eel tiempo que tardaron en
ir hasta la casa en la que aun vivían los padres del recién llegado pasó
volando y cuando el hombre se encontró frente a la puerta, después de haber
pagado la elevada tarifa del taxista, sintió que no estaba preparado para todo
lo que estaba por venir.
No
estaba preparado para sentir los brazos de su madre rodeándolo, consolándolo;
para escuchar las palabras de su padre, reprochándole su precipitado
matrimonio; para que todas las personas conocidas lo miraran con pena; pero
sobre todo, no estaba preparado para volver a ver a JongIn.
La
primera vez que vio a YiXing después de saber que había regresado fue varias
semanas después. Estaba diferente a como lo recordaba, diferente a cómo se
marchó diez años atrás, pero JongIn también había cambiado.
Caminaba
con SooJung, su mujer, el domingo por la tarde cuando lo encontró junto a su
madre. Fue algo incómodo, no pudo mirarlo a los ojos, ni bajar el nudo de su
garganta, pero el otro tampoco pudo mirarlo correctamente.
Hacía
diez años de lo que había pasado entre ambos, pero los recuerdos asomaban en
las conciencias de ambos como si no hubiera pasado siquiera un día.
El sol
se asomaba por la ventana de la habitación en la que dos chicos dormían
profundamente. Las finas sábanas se enredaban en los cuerpos desnudos de ambos,
dejando expuestas algunas partes de estos. Se abrazaban de una forma que rayaba
la posesividad, pero ninguno podía dejar ir al otro, sería demasiado difícil
hacerlo. O eso era lo que pensaban en aquel momento.
(El verano en el que por fin
acababan el instituto y empezaban la universidad había comenzado. Lo que ambos
no sabían era que aquel sería su último verano juntos).
Uno de los muchachos, el de piel
ligeramente más oscura, comenzó a abrir los ojos, cegado por el sol que entraba
por la ventana, ya que las cortinas habían acabado la noche anterior sin
cerrarse. Abrió y cerró fuertemente sus ojos para acostumbrarse a la luz, pero
sin llegar a hacerlo del todo. Se giró hacia el otro lado para que dejara de
molestarle la luz y encontró un rostro que dormía en paz con una sonrisa que
marcaba un pequeño hoyuelo en su mejilla derecha. JongIn sonrió a su vez al
verlo y le dio un pequeño beso en los labios.
El otro se removió ligeramente,
lanzando un pequeño quejido, pero siguió durmiendo, así que, JongIn se atrevió
a más. Se inclinó hacia delante y comenzó a besarlo, despacio, sin pausa, pero
sin prisa. Quería despertarlo de buen humor y que por la mañana, en aquella
cabaña que habían alquilado para pasar el verano los dos juntos, sus cuerpos
volvieran a fundirse como si fueran uno.
YiXing comenzó a corresponder el
beso antes siquiera de abrir los ojos. Sus labios se amoldaron a los de JongIn
perfectamente, como tantas veces antes y siguió aquel ritmo marcado por el
moreno hasta que este decidió terminarlo. Ambos se separaron un poco, pero no
mucho, ya que sus narices seguían rozándose.
―Un gran
despertar ―murmuró el mayor, aunque solo por unos meses.
―¿Te
gustaría que te despertara así todas las mañanas? ―preguntó JongIn cruzando la
escasa distancia que los separaba para volver a dejar un beso en los labios del
otro.
―Entonces
caería en otro sueño aún más perfecto ―contestó rozando sus narices―. Estar
contigo ya es un sueño para mí.
―Xing~ ―protestó
el menor con las mejillas coloradas.
―¿Qué?
Es verdad ―respondió―. No dejaría que te fueras de mi lado incluso si muriera.
―No
digas eso ―JongIn se tapó el rostro con las sábanas muy avergonzado y YiXing
rio cantarinamente.
―Te
quiero pequeño ―murmuró. Le dio un beso en la frente, que era la única parte
del cuerpo que no estaba oculta por la tela y luego se levantó de la cama,
escuchando con una sonrisa un débil “yo también te quiero” de los labios de
JongIn.
La
segunda vez que se encontraron estaban solos, en mitad del supermercado y no
pudieron evitarse. YiXing lo saludó inclinando la cabeza y JongIn correspondió
el saludo ligeramente, casi sin darse cuenta de lo que hacía. Una pequeña
sonrisa asomó a los labios del mayor, marcando en su mejilla derecha un hoyuelo
más profundo de lo que el moreno recordaba. JongIn se mordió el labio inferior
con nerviosismo y el otro apartó su carrito de la compra para dejarlo pasar.
JongIn
dejaba que el agua de la alcachofa de la ducha cayera por su cuerpo
despreocupadamente, llevándose los restos de sudor y de semen. Lo habían hecho
por la noche y otra vez por la mañana, por eso se sentía pegajoso. Comenzó a
lavarse el pelo con el champú de melocotón que sabía que volvía loco a YiXing y
a cantar quedamente la canción del verano. Tan enfrascado estaba que no se
percató de que el otro chico que vivía en aquella cabaña entraba al baño, se
desnudaba y entraba a la ducha con él hasta que sintió sus brazos rodeándole la
cintura. Se sobresaltó un poco porque no se lo esperaba, pero luego se relajó
entre aquellos brazos.
―¿Te he
asustado? ―murmuró YiXing y el otro asintió―. Lo siento, solo quería darte una
sorpresa.
―No pasa
nada ―contestó JongIn sinceramente―, me gusta cuando nos bañamos juntos― el
mayor dejó de envolver su cintura y llevó sus manos al cabello enjabonado del
moreno para lavarlo por él.
La
tercera vez que se encontraron pensaron que aquello debía de tratarse de alguna
encerrona. La madre de YiXing, Qian, y la mujer de JongIn, SooJung, siempre se
habían llevado bien, por lo que no era de extrañar que aquello pudiera ser
plausible.
YiXing
estaba en la puerta mirándose los zapatos y sujetando una bolsa de plástico
llena con lo que parecían ser algunas verduras. JongIn se quedó con la puerta y
la boca ligeramente abiertas, sin saber qué decir ni tampoco qué hacer hasta que
llegó su esposa.
―Oh, por
fin ―dijo ella con una gran sonrisa―. Gracias por traerme las verduras YiXing ―caminó
hacia el hombre y tomó la bolsa para luego pasársela a JongIn―. Dile a tu madre
que muchísimas gracias por todo y que me diga una forma de compensarla por todo
lo que hace por nosotros.
―Sabes
que no es nada ―contestó. JongIn se tensó al oír su voz. Llevaba tanto tiempo
sin oírla que pensaba que no la recordaría, sin embargo esta seguía siendo tan
suave y aterciopelada como lo era antes.
―Pero
algo tendré que hacer ―dijo SooJung pensativa―. Oh, ya sé. Te cortaré el pelo ―comenzó
a coger mechones de pelo castaño―, lo has dejado crecer mucho.
―No hace
falta, sabes que no hace falta ―YiXing se alejó un poco pero la mujer lo agarró
del brazo.
―Que sí,
hombre. Estarás mucho más guapo con el pelo corto y encontrarás mejor empleo
que si vas con estas greñas ―y tiró del recién llegado al interior de la casa,
dejando a JongIn todavía en la puerta con la bolsa de verduras en la mano.
La risa
de JongIn llenaba la habitación y su cuerpo daba espasmos, moviendo la cama,
dejando que los muelles del viejo colchón rechinaran. Habían comenzado una
guerra de cosquillas y el menor no había podido continuar, por lo que se había
rendido y ahora era presa de un ataque a traición por parte de YiXing, que
sonreía encantadoramente.
―Para…
Por favor… Para ―decía el moreno entre risas hasta que el otro se detuvo y se
inclinó sobre él para darle un beso en los labios. Después, se dejó caer sobre
el cuerpo del moreno, acomodando su cabeza en el pecho de este, que rio
levemente―. Tu pelo me hace cosquillas en el cuello, Xing…
―Lo
siento, me lo cortaré cuando volvamos ―contestó.
―No ―comenzó
a mesar el cabello de YiXing―. Me gusta así.
La
cuarta vez que se encontraron, YiXing ya se había acostumbrado a su nuevo corte
de pelo, pero JongIn seguía sin poder asimilar todo lo que estaba pasando.
Cuando
llegó a casa después de ir a visitar a sus padres y se encontró al mayor en el
sofá, no supo reaccionar, simplemente se quedó en la puerta, sin entrar pero
tampoco sin salir.
YiXing
alzó su cabeza y lo vio. Sus ojos conectaron por un segundo y dos corazones
comenzaron a latir al mismo ritmo hasta que unos pasos se escucharon. Desviaron
sus miradas cuando SooJung entró a la habitación, con su pelo rojo ondeando
tras ella.
―Espero
que no te importe que haya invitado a YiXing a comer ―dijo con una gran
sonrisa.
―¿Podemos
hablar, cariño? ―fue lo único que contestó JongIn, desapareciendo de la
estancia. La mujer le dedicó una sonrisa a su invitado antes de desaparecer en
pos de su marido.
―¿Qué
pasa, JongInnie…? ―murmuró al llegar a su lado, tomando entre sus manos el
rostro del hombre.
―¿Por
qué está él aquí? ―preguntó.
―Antes
os llevabais muy bien ―contestó su mujer―.
Tu amigo SeHun siempre lo dijo y Qian-omonie también me lo ha comentado varias
veces desde que ha regresado.
―Eso
era antes, SooJung. La gente cambia en diez años.
―Desde
que él volvió te he escuchado decir su nombre muchas veces en sueños ―replicó ella.
Aquella revelación hizo que el
hombre se tensara. Había soñado muchas veces con los recuerdos de su pasado y
en ellos solo aparecía YiXing, aunque nunca pensó que pudiera haber hablado en
voz alta durante estos.
―Los
malos recuerdos me atormentan ―confesó.
Su mujer caminó hacia él y le dio un gran abrazo.
―¿Y
por qué no comenzar a tornar lo malo en bueno? ―dijo
desde su pecho―. Podéis hacer buenos recuerdos juntos otra
vez.
―SooJung...
―Qian-omonie
está muy preocupada por él ―la mujer de pelo
rojo cambió de táctica―. Se ha separado de la mujer por la que lo
dejo todo y se fue y ésta ahora lo ha dejado sin nada. Tú eres su único amigo
aquí, la única persona que de verdad lo puede apoyar.
―¿Y
quien me apoyará a mí? ―murmuró.
―Me
tienes a mí ―dijo ella dejando un beso
en la comisura de sus labios y curvando los propios en una pequeña sonrisa.
―Gracias.
―Anda,
sal allí y dale la bienvenida.
JongIn asintió lentamente y, tras
dedicarle una pequeña sonrisa a su mujer, caminó hacia la habitación en la que
esperaba YiXing. Cuando este lo vio entrar, se levantó rápidamente del sofá en
el que había estado sentado todo el tiempo.
―Si
no quieres que este aquí, lo entiendo ―comenzó―. Siento haberle seguido el juego a
SooJung-shi.
―No.
No es eso ―dijo
JongIn―.
Todo me ha tomado por sorpresa y no sabía cómo reaccionar ―se acercó a la persona que hacía diez años
había sido su todo y le tendió la mano―.
Perdóname por haberme comportado así... Y bienvenido a casa ―YiXing esbozó una gran sonrisa y el hoyuelo
de su mejilla se dejó notar mientras tomaba la mano del menor entre las suyas y
se inclinaba levemente.
―Gracias.
Muchas gracias.
Un escalofrío recorrió la columna vertebral
de JongIn de arriba a abajo cuando sus manos se tocaron durante aquellos pocos
segundos, pero decidió ignorar la sensación, al igual que ignoró la quemazón de
su palma y los rápidos latidos de su corazón durante toda la cena.
La piel de JongIn era puro fuego allí
donde las manos y los labios de YiXing la rozaban. Su toque quemaba y hacía al
menor suspirar. No era la primera vez que lo hacían, pero esta, igual que todas
las anteriores era intensa y muy caliente.
La ropa fue siendo retirada de ambos
cuerpos entre besos, caricias y jadeantes palabras de amor y promesas de
placer. Desnudos, se rozaban y alargaban los juegos hasta que la razón y el entendimiento
eran nublados por la pasión y se dejaban llevar.
En esos momentos, era YiXing quien
normalmente tomaba las riendas de la situación y, tras la conveniente
preparación, se internaba en el cuerpo del menor, llenando la habitación de
gemidos, entrechocar de caderas y nombres gritados al denso aire del dormitorio
tras el orgasmo.
La quinta vez que se encontraron, de
nuevo estaban solos. Otra encerrona preparada por las dos mujeres. Ninguno de
los dos supo que hacer al principio. Tenían muchas cosas de las que hablar,
pero las palabras se atascaban en sus gargantas y los recuerdos pesaban como
plomo, anclándolos al pasado.
YiXing abrió los ojos lentamente.
Los parpados le pesaban toneladas y sentía un constante zumbido en su cabeza.
La noche anterior habían ido a beber todos los antiguos compañeros de clase
antes de que cada uno siguiera su camino.
El chico se revolvió en la cama y
chocó contra un cuerpo. Una sonrisa se instaló en sus labios. Aun borracho y
sin recuerdos de la noche anterior había acabado apañándoselas para acabar en
la cama con JongIn.
Sin embargo cuando el cuerpo a su
lado emitió un quejido, supo inmediatamente que no era él. Abrió los ojos en
ese momento y, cuando estaba a punto de salir de la cama, la puerta de su
habitación se abrió. El chico se giró rápidamente, encontrando a JongIn en el
umbral, con los restos de una sonrisa que se iba transformando en una mueca de
incredulidad en el rostro.
―JongIn
―comenzó, pero este
inmediatamente captó su desnudez y el cuerpo a su lado. Las lágrimas comenzaron
a acumularse en sus ojos y antes de que YiXing pudiera explicarse, salió
corriendo de la habitación.
―¿No
establecisteis turnos para cuidar del niño? ―fue
lo que preguntó JongIn esa vez que se encontraron y YiXing casi se atraganta
con el agua que estaba bebiendo.
―No
hay ningún niño ―contestó
entre toses.
―¿Cómo?
―preguntó el moreno confundido.
―Poco
antes de casarnos tuvo que abortar y no lo intentamos de nuevo ―dijo YiXing.
―Yo…
No lo sabía. Lo siento.
―No lo
sientas, yo no lo siento.
―Pero
era tu hijo…
―No lo
era.
Había
intentado que JongIn entendiera lo que había ocurrido aquella noche, pero el
chico no le devolvía las llamadas y si iba a su casa, no lo dejaba entrar a su
habitación y ponía el volumen de la música a tope para no escuchar lo que
YiXing tenía que decir.
Un mes
después, Jia, la chica con la que se había acostado (aunque aún seguía sin
recordarlo) apareció en su puerta echa un mar de lágrimas. La hizo pasar y ella
le contó entre sollozos que estaba embarazada y que el hijo que esperaba era
suyo. Guiado por las palabras de su madre, decidió viajar con ella a China,
donde estaba su familia para hacer frente a su responsabilidad y comenzar con
los preparativos de la boda.
Dos
semanas antes de esta, Jia tuvo que abortar porque el bebé estaba muerto en su
interior.
En esos
momentos, YiXing se debatió entre continuar con aquella farsa, ya que no quería
a la que sería su mujer ni la querría nunca y volver a Corea junto a JongIn. La
elección de la primera opción se debió a que cuando llamó al chico al móvil, lo
cogió una chica que le dijo “cariño” al llamarlo para que fuera a buscar el
teléfono.
―Cuando
me enteré de que estaba teniendo una aventura el año pasado y le pedí
explicaciones, ella me echó en cara que nunca la había amado y que solo me casé
con ella por pena ―explicó YiXing ante la cara de sorpresa del moreno―.
Realmente fue así y cuando se lo hice saber, confesó que el niño ni siquiera
era mío. Mantuvo relaciones con un chico durante ese verano y fue él quien la
dejó embarazada. La noche que dormí con ella ni siquiera hicimos nada porque yo
estaba demasiado borracho ―JongIn agachó la cabeza e hizo una mueca de dolor,
escuchando por fin aquello que debía haber sido capaz de escuchar diez años
atrás, pero que, despechado, no quiso oír―. Le pedí el divorcio inmediatamente,
pero ella ganó el juicio. Siempre ha sido muy buena actriz.
YiXing dejó
de hablar y el silencio se instaló en el salón de la casa en la que antes había
vivido JongIn con sus padres y que, tras casarse con SooJung, le habían dejado.
Lentamente, el menor recuperó la compostura y alzó su cabeza, mirando
directamente a los ojos al castaño.
―¿Y qué
pretendías al volver aquí? ―preguntó.
―Una vez
te dije que no te dejaría ir incluso si muriese ―comenzó YiXing―. Me da igual
si nunca podrá ser como antes de que todo ocurriera, necesito que estés a mí
lado, aunque sea como amigo.
JongIn
sintió un pinchazo en su corazón al escuchar sus palabras y, con las lágrimas
amenazando con escapar de sus ojos, se fundió en un abrazo con YiXing. Su
primer abrazo después de diez años, su primer abrazo después de haber aclarado
todos los malentendidos.
La sexta
vez que se encontraron fue por mutuo acuerdo. Los recuerdos del pasado ya no
los acosaban y la incomodidad de los primeros encuentros tras tanto tiempo
había sido superada por fin. Ahora los dos hombres caminaban tranquilamente por
las calles del barrio en el que habían crecido y en el que habían experimentado
miles de sentimientos, conversando.
―¿Qué te
parece quedar con SeHun un día? ―propuso JongIn―. Llevo tiempo sin verlo y
parece que necesitas una noche de chicos.
―No
necesito nada de eso ―contestó YiXing―. Estoy bien.
―Que sí,
hyung ―el moreno pasó el brazo por los hombros del otro―. Vamos a salir a
alguna discoteca y nos vamos a divertir como cuando éramos jóvenes.
―¿Y
SooJung? ―preguntó el mayor.
―Bueno… ―JongIn
se rascó la frente―. No he pensado todavía en qué decirle, pero seguro que si
le cuento que es para animarte no me pone pegas ―comentó con una gran sonrisa.
Sus dientes blancos contrastaban con su piel oscura y el corazón de YiXing dio
un vuelco.
―Pues…
Si por ella no hay problema…
―Seguro
que no. Vamos a decírselo ahora y también hay que llamar a SeHun.
Así como
estaban, el uno junto al otro, sin que quedara espacio alguno entre ellos, se
dirigieron a la casa de JongIn. Era incómodo andar de esta forma, demasiado
incómodo, sobre todo cuando alguien quería pasar entre ellos a toda costa, pero
ninguno de los dos quiso separarse. Tras entrar en la casa, tuvieron que
alejarse para poder quitarse los zapatos, aunque no desearan hacerlo.
JongIn
avanzó por la casa, buscando a su mujer, con YiXing detrás. La encontraron en
el salón, hablando animadamente por el teléfono fijo con alguien. Cuando los
vio adentrarse en la habitación, les sonrió.
―Unnie,
tengo que dejarte. Hablamos mañana ―dijo antes de colgar―. Bienvenido a casa,
YiXing ―saludó.
―¿A mí
no me saludas? ―preguntó JongIn
avanzando hasta ella para darle un pequeño beso en la mejilla.
―Bueno…
No pensaba que vendrías tan pronto ―comentó ella―. ¿Qué os trae por aquí cuando
habíais salido a “recuperar el tiempo perdido”?
―Vengo a
decirte que este Sábado vamos a salir por la noche para animar un poco a YiXing
―dijo el moreno.
―He
dicho que no necesito que me animen ―replicó el otro. JongIn se giró y lo miró
mal.
―Siempre
se dice eso cuando no se está al cien por cien.
―¿Quieres
mi permiso, JongInnie? ―preguntó SooJung―. No soy tu madre, cariño, puedes
hacer lo que quieras siempre y cuando no me engañes con la primera chica que se
te ponga delante.
―¿Y con
la segunda?
―JongIn ―advirtió
la mujer. Él sonrió.
―No lo
haré, así que no te preocupes.
La
séptima vez que se encontraron había pasado una semana y ahora no estaban
solos, un hombre más alto que ellos, delgado y de expresión seria los
acompañaba. Era SeHun. Cuando estaban en el instituto era uno de los mejores
amigos de ambos, junto a LuHan, los cuatro eran inseparables, pero por
circunstancias de la vida, se fueron separando y cada uno se fue por su lado.
El
primero en dejarlos fue LuHan. No debía haberse subido a aquel coche esa noche,
la noche en la que se estrelló contra una farola y por no llevar el cinturón
acabó en mitad de la calle, con un gran charco de sangre a su alrededor. El
segundo fue YiXing, por todo lo que pasó con Jia. SeHun y JongIn nunca se
habían separado.
Estaban
en la cola para entrar a la discoteca. A su alrededor solo podían contar
jóvenes con la mayoría de edad recién cumplida y a algunos sin ella todavía.
Eran los más mayores y aun ni tenían los treinta.
―Debíamos
haber elegido otro tipo de club ―murmuró SeHun―. Aquí no voy a ligar.
―A las
chicas les gustan los mayores ―comentó JongIn con una gran sonrisa―, así que no
te preocupes, seguro que mañana te despiertas con alguna chica en tu cama.
―Si tú
lo dices… ―el hombre se cruzó de brazos e hizo un mohín. El moreno estuvo a
punto de cogerle las mejillas como si fuera una abuela, pero se detuvo cuando
escuchó una voz llamándolo a sus espaldas.
―¿Profesor
Kim? ―cerró los ojos y suspiró. Quizás SeHun tuviera razón, era mejor salir de
allí cuanto antes.
―¿Profesor?
―preguntó YiXing frente a él. JongIn le dedicó una pequeña sonrisa antes de
girarse.
Dos
chicas se encontraban ante él, tan maquilladas que apenas las pudo reconocer
como dos de sus alumnas de último curso. Una era morena, de pelo largo y
levemente ondulado, su rostro parecía el de una muñeca. La otra era castaña, de
flequillo recto y gran sonrisa.
―No nos
esperábamos verlo por aquí ―comentó la morena. El hombre creyó recordar que se
llamaba NaEun.
―Como
está casado… ―continuó la otra. ¿EunJi se llamaba?
―Bueno,
todas las personas tienen derecho a divertirse, estén casadas o no ―contestó él―.
Pero estábamos pensando en irnos, hay demasiada juventud aquí.
―No se
vaya, profesor ―la castaña se acercó un paso―. Aquí lo pasará mejor que en
cualquier otro lado ―JongIn esbozó una sonrisa incómoda.
En ese
momento, YiXing se acercó a él por detrás hasta que la espalda del moreno topó
contra su pecho y asomó la cabeza para ver a las chicas y que estas lo vieran.
―Un
profesor no debe estar en el mismo lugar que sus alumnas una noche de Sábado ―comenzó―.
Podría ser visto por alguien y traer malas consecuencias.
―Es
verdad. Tengo que irme, chicas ―se despidió JongIn.
Salió de
la fila y YiXing lo siguió inmediatamente. SeHun lo hizo tras dedicarles a las
chicas una sonrisa encantadora. Los tres caminaron sin rumbo fijo por la ciudad
durante algunos minutos, para luego entrar en un pub normal y corriente en el
que la edad de los que estaban dentro se adecuaba más a la que tenían.
―No me
habías dicho que eras profesor ―comentó YiXing una vez estuvieron sentados en
un sofá de color rojo en forma de arco con los botellines de cerveza sobre una
pequeña mesa redonda.
―¿No? ―preguntó
el moreno―. Bueno, creía que quedaba patente que tenía que dedicarme a la
enseñanza. Es verano y no estoy trabajando, eso solo pueden hacerlo los
profesores y los ricos.
―Pero si
no dices las cosas no puedo imaginármelas ―protestó―. Sabes que soy muy
despistado.
―Pues…
Soy profesor, ya lo sabes ―contestó con una sonrisa, llevando la boca de la
cerveza a sus labios.
La
octava vez que se encontraron fue en el mismo pub de la otra vez, pero SeHun ya
no los acompañaba. La semana anterior había ligado con un tipo que tenía pinta
de asesino en serie, pero que después de un par de martinis pudieron comprobar
que era más bien como un gato. Ambos chicos tenían una botella de vodka medio
vacía sobre la mesa y dos copas llenas.
―SooJung
ha ido esta semana a visitar a su hermana en California ―comentó JongIn tras
beber un trago―. Me ha dejado solo ―YiXing le dio unas palmadas en la espalda.
―¿Te ha
dejado comida? ―el moreno asintió―. Entonces no te quejes, podría haber sido
peor.
―Lo sé,
pero me gustaría que volviese pronto ―murmuró dejando caer la cabeza contra la
mesa.
Las
botellas comenzaron a acumularse a la vez que las conversaciones se fueron
tornando menos serias hasta acabar convirtiéndose en meros balbuceos sin
sentido. Sus mentes estaban nubladas por el alcohol, no podían pensar con
claridad, por eso, cuando se encontraron frente a la puerta de la casa de
JongIn y el moreno lo invitó a entrar con él, YiXing no pudo decir que no.
Sus
barreras habían caído, sus pensamientos sobre que aquello que iban a hacer
estaba mal apenas era audibles dentro de su cabeza. Lo único que el castaño
podía escuchar cuando, tras entrar en la casa, JongIn lo empotró contra la
pared era el sonido del rápido golpeteo de su corazón y la respiración jadeante
del moreno en su oído.
La
novena vez que se encontraron, YiXing saltó como si tuviera un resorte de la
cama, llevándose con él algunas de las sábanas para ocultar su desnudez. JongIn
lentamente abrió los ojos, perturbado por el estruendo provocado por el otro.
―No
hagas ruido ―murmuró aun medio dormido―. La cabeza me va a estallar.
―JongIn…
―comenzó el mayor, pero no pudo concluir su oración porque el otro abrió los
ojos como platos en ese momento.
―¿Qué
pasó anoche? ―preguntó echándose las manos a la cabeza, luego las pasó por su
rostro de arriba a abajo―. Dios… Esto no puede habernos pasado… Yo…
―No pasa
nada ―lo cortó YiXing antes de que pudiera decir algo más―. No debería haber
vuelto a Corea ―comenzó a buscar su ropa por la habitación y a tomarla entre sus
brazos―. Será mejor que no volvamos a vernos… ―comenzó a retirarse, pero una
mano lo detuvo, agarrando lo por la muñeca.
―No
quiero que te vayas. No otra vez ―murmuró el moreno.
―JongIn…
Esto no debía haber sucedido…
―Yo no
me arrepiento ―contestó con seguridad. YiXing soltó la ropa y se subió a la
cama, tomando el rostro del menor entre sus manos.
―Estás
casado, JongIn… Y quieres a SooJung…
―Eso no
lo sabes, hyung.
―Sí, lo
sé. Estás casado, quieres a tu mujer y no vas a echar a perder tu matrimonio
por mí. No estoy dispuesto a ser el causante de la ruptura de otra relación ―contestó
seriamente―. JongIn, tú tienes una vida, no la eches a perder.
―Si es
contigo no la echaría a perder.
―Jong…
―¡NO! ―gritó―.
Desde que llegaste hace poco más de un mes siento que mi corazón late con
fuerza cada vez que te veo, cada vez que estamos cerca y cada vez que pienso en
ti. Late mucho más fuerte de lo que alguna vez ha latido por SooJung ―tomó las
manos de YiXing con las suyas y las sujetó firmemente a la vez que lo miraba de
forma intensa a los ojos―. Nunca debimos separarnos. Lo sé. Nunca he dejado de
quererte y lo que anoche hice por el alcohol es todo aquello que he estado
conteniendo, pero ya no puedo más ―tomó aire bruscamente―. Te amo, Zhang
YiXing.
Durante
unos momentos, el mayor no supo qué hacer o qué decir. Estaba impactado. Lo que
había pasado esa noche era un gran error, solo debían olvidarlo y seguir cada
uno con sus vidas, lejos. Esto era lo que le decía su razón, esa parte que
había estado oculta durante la noche anterior y que ahora lo acosaba. Sin
embargo, su corazón había latido por cada palabra que JongIn había dicho cómo
si estuviera corriendo una maratón, sobre todo las cuatro últimas palabras.
―JongIn…
―Por
favor… No me dejes otra vez… ―el moreno se abrazó fuertemente a su torso
desnudo―. Me da igual tener que rebajarme a lo que sea, me da igual tener que
dejar a mi mujer si con eso puedo estar con la persona que amo ―YiXing suspiró
y comenzó a acariciar el cabello negro como el carbón.
―Echarás
por alto todo lo que has conseguido en estos años…
―Me da
igual. Nunca pude olvidarte ―el castaño esbozó una pequeña sonrisa―. Me casé
con SooJung porque estaba herido y ella intentó por todos los medios curarme.
La considero más como mi mejor amiga que algo más ―JongIn apretó el agarre en
la cintura del otro―. Tú eres mi todo.
―JongIn…
―¿Recuerdas
lo que me dijiste una vez? ―preguntó de pronto el nombrado―. Me dijiste que no
me dejarías nunca, incluso si morías ―YiXing sintió un corriente eléctrica
recorrer su columna―. Así que no me dejes.
Lentamente,
el castaño fue cediendo. Todavía amaba a JongIn, nunca había dejado de amarlo,
lo sabía y por eso había vuelto a Corea, para poder estar cerca de él, para
poder verlo y saber que estaba bien. Pero todo había tomado un rumbo
inesperado, jamás pensó que el otro lo siguiera queriendo, que estuviera
dispuesto a dejarlo todo por él cuando le había estado haciendo daño durante
diez años.
―Dime
que esto no va a acabar así ―murmuró JongIn acercando su rostro al del mayor―.
Prométeme que no te volverás a ir, porque si no lo haces, te seguiré hasta el
fin del mundo.
YiXing
se mordió el labio inferior y miró con inseguridad los oscuros ojos del hombre
frente a él. seguían brillando como recordaba y seguían siendo igual de
sinceros que antaño.
―Te
prometo que no me iré de tu lado ―JongIn sonrió.
―Ahora
dime lo que llevas tanto tiempo callándote ―pidió.
―Te amo
―confesó.
Los
labios del moreno no tardaron en tomar los suyos de forma completamente
desesperada, respondiéndole a aquellas dos palabras, mostrándole que todo era
verdadero, que todo era igual que antes.
La
décima vez que se encontraron, ambos estaban nerviosamente sentados en el sofá
de la casa de JongIn, con SooJung junto a este, viendo una película. Era una
comedia romántica americana que estaban echando en la televisión aquel viernes
por la noche. Solo hacía un par de días que la mujer de cabello rojo había
regresado de California y no hacía siquiera una semana desde que los dos habían
decidido seguir adelante con sus sentimientos sin que les importara
absolutamente nada.
―SooJung…
―comenzó JongIn en uno de los intermedios.
―Dime,
cariño.
―YiXing
y yo estábamos pensando en ir a algún lugar durante unos días para desconectar
de la ciudad y estar tiempo juntos, como antes ―comentó. El castaño, que no
sabía nada de aquello, se puso tenso ante la revelación. No lo esperaba.
―Solo
chicos, ¿verdad? ―preguntó ella. JongIn asintió.
―Iríamos
a un lugar tranquilo a contarnos lo que nos ha pasado en estos diez años
mientras pescamos o miramos las nubes, o algo así ―continuó.
―¿Por
qué me pides permiso? Ya sabes que no tienes por qué hacerlo ―dijo SooJung
divertida.
―No pido
permiso ―replicó él―. Solo te cuento lo que voy a hacer para que luego no te
levantes un día y te vuelvas loca no sabiendo dónde estoy.
―Está
bien, está bien ―ella sonrió―. Entonces solo os deseo buen viaje para cuando
vayáis y una agradable estancia en el lugar en el que estéis.
―Eres un
encanto ―JongIn le dedicó una gran
sonrisa antes de darle un beso en la mejilla.
Un
pinchazo de celos fue lo que sintió YiXing ante la acción, pero luego pensó en
todo lo que había sido dicho por las otras dos personas que estaban en la
habitación, esperando a que la cadena de televisión decidiera que ya era
suficiente el descanso para los anuncios. El castaño sonrió levemente.
Iba a
estar con JongIn unos días.
Los dos
solos.
La
undécima vez que se encontraron JongIn estaba apoyado contra la puerta del
copiloto de su Kia rojo frente a su casa. YiXing sonrió ampliamente y, haciendo
un enorme esfuerzo, se contuvo para no correr a los brazos del moreno y besarlo
como si fuera el fin del mundo. Todavía estaban en la calle, JongIn aún seguía
casado y ambos eran hombres.
―Buenos
días ―dijo el moreno. YiXing lo saludó con una leve inclinación de su cabeza―.
¿Preparado para el viaje?
―Preparado.
Se
subieron al vehículo y, con JongIn al volante, comenzaron a recorrer las
abarrotadas calles de Seúl, primero, para después salir a las vías de rápida
comunicación y así poder llegar a su destino, del cual YiXing no estaba
informado. El paisaje fue cambiando, los edificios de cristal y hormigón dieron
paso al relieve característico de la zona, salpicado de verde por todos lados.
Varias
horas después, pararon para que JongIn hiciera un descanso, ya que YiXing no
tenía carnet de conducir, y para comer algo. Por mucho que el mayor preguntó
cuál era su destino, el moreno no dijo una palabra acerca de este.
Después
retomaron su viaje y tras otro par de horas, llegaron. YiXing se sorprendió
cuando, después de atravesar un camino sin asfaltar, el otro detuvo el coche
frente a una cabaña que, aunque habían pasado diez años, seguía grabada en su
memoria.
―JongIn…
―comenzó, pero este lo calló, inclinándose sobre él para darle un beso.
Los
labios del menor eran suaves pero a la vez firmes contra los suyos y se
amoldaban perfectamente a estos. Sabían lo que le gustaba a YiXing y cómo le
gustaba. Aunque hubiera pasado tanto tiempo, todo era exactamente igual que
entonces, parecía que nada había cambiado entre ellos, aunque todo había
cambiado.
El
castaño sintió en un momento cómo JongIn comenzaba a mover su cuerpo,
intentando salir del asiento del conductor para colocarse sobre las piernas del
mayor sin querer romper el beso que compartían. Lentamente, entre quejidos y
mordiendo los labios de YiXing, consiguió su objetivo, quedando así encima de
él. Fue en ese momento cuando cortó el candente beso para mirarlo a los ojos
fijamente, colocando sus manos cada una a un lado de la cabeza del otro.
―¿Te
gusta? ―preguntó esbozando una sonrisa.
―¿La
cabaña o el beso? ―el moreno formó un puchero en sus labios―. Ambas cosas me
encantan ―susurró contra estos.
―Esta
semana ―JongIn depositó un beso en ellos―, es solo para nosotros ―otro beso―.
Después, le pediré el divorcio a SooJung.
***
Ambos
cayeron exhaustos sobre el colchón después de tomar el cuerpo del otro tantas
veces como les fue posible. No habían pasado siquiera dos días desde que
llegaron a aquel lugar, pero ya podían reconocer y recordar cada parte del
cuerpo de su compañero, cada nueva herida, cada nueva historia que se habían
perdido.
―No
tienes por qué divorciarte de SooJung… ―murmuró YiXing cuando recuperó el
aliento―. Y menos si es por mi culpa.
La
sonrisa que se había formado en los labios del menor se borró rápidamente de su
rostro cuando se giró hacia este.
―No es
tu culpa ―replicó―. Tú no tienes la culpa de lo que ha pasado. Si alguien la
tiene, ese soy yo, ya que fui yo quien tomó el mando la noche que nos emborrachamos.
―Pero si
no hubiera regresado…
―¿Y qué
ibas a hacer allí? ―preguntó repentinamente el chico―. Toda tu vida estaba en
Corea.
―Lo sé…
Pero aun así…
―No es
tu culpa, es porque yo no puedo vivir una mentira ―contestó―. No la amo, te amo
a ti ―su mirada era decidida―. Lo he estado pensando y creo que es mejor cortar
todo esto antes de que ella pueda enterarse de mala forma y sufrir aún más.
―La
aprecias.
―Es mi
mejor amiga. No quiero hacerle daño.
―Y aun
así…
―Si no
lo hago de esta forma… Te haré sufrir a ti también ―murmuró antes de abrazar el
cuerpo de YiXing―. No quiero que sufras con esto y tampoco quiero que SooJung
nos odie.
―Está
bien… ―cedió el mayor dándole un pequeño beso en la frente―. Pero no seas
brusco con ella, te quiere demasiado.
―No lo
seré ―contestó JongIn subiéndose al otro cuerpo antes de tomar sus labios con
calma, transmitiéndole todos sus sentimientos por él.
***
―Prométeme
que pase lo que pase ―comenzó JongIn antes de que el otro abriera la puerta del
coche y se dirigiera a su casa―, nunca me dejarás.
―No lo
haré. Nunca te dejaré ―contestó YiXing.
Estuvieron
tentados de besarse, de hecho, ambos querían besarse, pero ya estaban en la
ciudad, la estancia en aquella cabaña que les traía tantos buenos recuerdos
había cesado y tenían que regresar al mundo real. Finalmente, acabaron dándose
un abrazo que a ojos de los demás no era extraño, pero que para ellos significó
mucho.
―Te
quiero ―murmuró el moreno.
―Y yo a
ti ―contestó el otro antes de salir del coche con una gran sonrisa.
La
duodécima vez que se encontraron JongIn le acababa de pedir el divorcio a su
mujer. SooJung se mordía el labio inferior fuertemente, conteniendo las
lágrimas que se acumulaban en sus ojos oscuros. YiXing llegaba en un mal
momento. Lo sabía, pero no había podido decirle que no al mensaje de auxilio
que le había mandado el moreno a través de kakao
talk. Después de todo, lo que había pasado era en cierto modo culpa suya.
Si no
hubiera regresado a Corea, nada de aquello habría ocurrido.
En ese
momento, la mujer se giró y vio al recién llegado. Su rostro se transformó
completamente, pasó de una expresión triste y enfadada a una de completo odio.
―Tú ―dijo
en cuanto lo vio―. Tú debes ser el culpable de todo esto. Desde el maldito
momento en el que llegaste, JongIn cambió drásticamente su actitud hacia mí ―SooJung
comenzó hacia él, pero el moreno la detuvo.
―Él no
tiene nada que ver con esto ―replicó este―. Todo es porque ya no siento lo
mismo que antes por ti.
―No te
creo ―contestó intentando zafarse de su agarre para ir hacia YiXing.
―SooJung…
―Mírame
a los ojos y dime que no has tenido nada que ver, YiXing-shi ―pidió―. Dime
sinceramente que nada de esto es por ti.
―¿Por
qué le pides eso? ―JongIn intentó que ella lo mirara de nuevo y dejara en paz
al otro.
―SeHun
me contó cuando comenzamos a salir tu historia con él ―el moreno se mordió el
labio inferior y cerró sus ojos lentamente, maldiciendo en su interior a su
amigo por haberlo contado aquello.
―Si te
la contó sabrás entonces que nada puede volver a ser como antes ―mintió
descaradamente. YiXing abrió la boca, pero el otro lo calló con una mirada.
―Entonces
hay otra, ¿verdad? ―preguntó alterada―. Dime quién es ahora mismo esa perra que
te aleja de mí.
―No hay
“otra” ―JongIn recalcó la última palabra dándole un significado que la mujer no
pudo comprender―. Has sido una persona muy importante en mi vida, pero ahora no
siento lo mismo por ti. Lo he intentado durante un tiempo, pero no puedo seguir
así, nos haría daño a los dos y yo no quiero hacerte daño, SooJung.
―JongIn…
No lo hagas… No me pidas el divorcio ―pidió ella―. Si es porque nuestra vida se
ha convertido en una rutina, podemos cambiarlo ―se agarró a su cuerpo.
―SooJung…
―tomó sus manos entre las suyas mientras
la miraba seriamente―. No es posible. Te juro que lo he intentado, pero nada
funciona igual que antes.
Lentamente,
la mujer fue agachando su cabeza. Llevó las manos a su rostro y comenzó a dejar
escapar las lágrimas que momentos antes intentaba contener. JongIn se acercó a
ella y le pasó los brazos por los hombros durante unos momentos, luego se
separó y la hizo mirarlo a los ojos.
―Lo
siento mucho ―murmuró―. Si fuera posible hacer algo, yo sería el primero en
intentarlo.
―Ahora
mismo quiero estar sola ―dijo ella―. ¿Puedes dar una vuelta durante algunas
horas y dejarme pensar con tranquilidad? ―JongIn asintió―. Gracias.
Los dos
hombres salieron de la casa y comenzaron a matar el tiempo antes de volver,
caminando por las tan conocidas calles de su barrio. Al principio, ninguno de
los dos habló, el silencio era lo mejor en aquellos momentos para ambos.
Sin
embargo, sus miradas se encontraban de vez en cuando y pequeñas y tímidas
sonrisas asomaban a sus labios sin que pudieran detenerlas.
―Todavía
no me creo que esa conversación haya ocurrido ―murmuró YiXing cuando se
sentaron en un banco a descansar los pies.
―Yo
tampoco ―confesó el otro―. Llevaba días queriéndolo hacer, pero hoy ha sido
cuando me he levantado con la determinación de hacerlo. Aunque esta mañana
estaba muy nervioso antes de hacerlo ―suspiró―. Creo que aunque he intentado
ser suave con ella le he hecho mucho daño y aunque sé que era inevitable me
siento algo mal por ella.
―Entonces
regresa y pídele perdón―dijo el castaño atrayendo la mirada del otro.
―Jamás ―contestó―.
Prefiero mil veces sentirme culpable por hacerle daño ahora que hacerle mucho
más daño después.
―En ese
caso intentaré hacer que no te arrepientas nunca de tu decisión.
JongIn
sonrió y se abrazó al cuerpo de YiXing, antes de que una cascada de lágrimas
comenzara a caer desde sus ojos recorriendo su rostro y empapando la ropa del
mayor.
Horas
después, regresaron a casa. SooJung los esperaba en el salón. Tenía signos de
haber llorado durante muchas horas y JongIn se mordió en labio inferior con
culpabilidad. Ella alzó la cabeza al escucharlos entrar y suspiró.
―¿Dónde
están los papeles del divorcio? ―preguntó con decisión en sus ojos castaños,
ahora hinchados y rojizos, al igual que su pelo―. Cuanto antes acabe todo,
mejor.
Unos
días después, SooJung salía por la puerta de la casa en la que había vivido los
últimos seis años junto a su marido. Esa misma mañana había acabado de
recogerlo todo y no quería pasar más tiempo en aquel lugar.
Todavía
no entendía por qué JongIn le había pedido el divorcio. Sí que había visto un
cambio en su actitud en el último mes, pero lo había achacado a que había
recuperado a su mejor amigo después de tantos años y quería recuperar el tiempo
perdido, sin embargo, jamás se le había pasado por la cabeza que aquello fuera
el desencadenante de una gran tormenta.
Seguía
amando a JongIn, pero en esos momentos no podía perdonarlo. Sabía que tendría
que pasar un tiempo alejada de todo para poder recuperarse, para pensar qué
pudo haberles sucedido y para intentar olvidar y perdonar a la persona con la
que lo había compartido todo desde hacía nueve años.
Se iría
a San Francisco junto a su hermana mayor que ya la esperaba con los brazos
abiertos, varias miles de cajas de pañuelos desechables y grandes cubos de
helados de todos los sabores para animarla “a la americana” como ella misma
había dicho.
La mujer
suspiró y miró atrás una vez más antes de irse, teniendo muy claro que
regresaría algún día.
Unas
semanas después de la marcha de SooJung a California, YiXing se instalaba en la
casa de JongIn. Ante el mundo, aquella mudanza había sido realizada para que su
mejor amigo no se sintiera solo, para apoyarlo ahora que ya no tenía a su
esposa (tal y como había estado haciendo el moreno por él ese verano), pero ellos
dos sabían que la realidad de esa acción era muy distinta.
En
cuanto el castaño terminó de entrar la última maleta y cerró la puerta, JongIn
lo acorraló contra la pared y de dio un profundo beso en el que sus lenguas
entraron en juego. Al separarse, la saliva mezclada de ambos escapó un poco de
sus bocas, mojando sus barbillas, pero a ellos no les importaba. Se miraban
fijamente a los ojos y sus pechos subían y bajaban irregularmente debido a la
falta de aire por el reciente beso.
―Por fin
podemos estar juntos sin limitaciones… ―murmuró el dueño de la casa contra los
labios ajenos.
―Y ahora
sí que no te dejaré ir nunca más ―susurró YiXing antes de comenzar otro beso,
esta vez mucho más calmado, más dulce, que dejaba al descubierto los
sentimientos de ambos hacia la otra persona.
Nunca
más se volverían a alejar del otro. Jamás dejarían que la otra persona se
fuera. No volverían a cometer los mismos errores del pasado una vez más y
disfrutarían el uno del otro hasta su muerte.
Fin