The Bus Of Love
Salí corriendo al ver el autobús en la
parada a punto de arrancar y en un alarde de mi fuerza física y resistencia, lo
alcancé antes de que se cerraran las puertas. Entré asfixiado y pasé el
credibus por la maquina para que me cobrara. Sonó el pitidito y fui a buscar un
lugar en el que sentarme, pero al girarme vi lo que no había visto antes. El
puñetero autobús estaba lleno hasta los topes incluso a estas horas de la
mañana.
Como pude, atravesé la marea humana hasta
llegar a un lugar al que poder agarrarme. Cogí la barra de hierro que se
presentaba ante mí como si fuera mi tesoro, antes de que la marea me
arrastrara.
Todos los estudiantes allí metidos
parecíamos sardinas en lata. Mirara donde mirara veía gente, gente de mi edad,
y gente más mayor. ¿Qué coño hacía gente de 50 años cogiendo el puto autobús
universitario? Y lo peor de todo era que lo tomaban en una parada y a la
siguiente, a cinco minutos andando, se bajaban. Eso me indignaba.
Otra parada y una tromba de estudiantes
inundó aún más el autobús. Jóvenes desesperados en busca de un lugar al que
agarrarse para no caerse. Porque, aunque pudieras pensar que este transporte
apenas se moviera, la verdad es que la mierda de autobús que iba a la
Universidad era una tartana.
Una muchacha se agarró al mismo hierro que
yo, pero no tenía mucha fuerza y la marea se la llevaba. La agarré del brazo y
la situé muy cerca de mí, intentando que ninguna de las demás sardinas la
tocara. Sinceramente, no sé por qué coño lo hice, pero ella parecía aliviada.
-Gracias- la oí susurrar.
-No hay de qué- contesté.
Tenía una voz bonita, aunque apenas audible
entre el barullo y el poco volumen que le había dado a sus palabras. Me pasé
todo el camino a la Universidad protegiéndola
de los bamboleos y de los empujones, y en varias ocasiones, nuestras manos que
agarraban el hierro, se rozaron. Cada vez que esto sucedía mi corazón se
aceleraba, no podía entenderlo, pero era algo que me pasaba.
Media hora después de que yo me montara en
el autobús, por fin llegó a la maldita Universidad. Todos nos bajamos y la vida
siguió su curso.
Yo ya llevaba dos años en la Universidad, y
estaba hasta los cojones de ella. Lo único que quería era terminar ya la
puñetera carrera y salir de aquel lugar de hormigón sin pintar que era el sitio
en el que me pasaba la mayor parte de mis días desde que comenzaba el curso
hasta que acababa.
Mi rutina diaria era, coger el autobús,
entrar en clase, hacer como que escucho a los profesores, hablar con mis amigos
por Kakao Talk, escribir twits y dormir. (N.A.: cualquier parecido con la
realidad de mis días de clase es mera coincidencia. XD) No importaba nada de lo
que hiciera en las clases, lo único que le importaba a los carcas de los
profesores era que te leyeras un tocho de libros, te presentaras al examen y
listo, si aprobabas bien, sino, nos vemos en Septiembre. Ni siquiera sabía el
motivo de por qué iba a clases. Nunca me había gustado, y aun así, siempre
había algo que me impedía quedarme dormido en las mañanas.
Descubrí de lo que se trataba cuando durante
este año, todas las mañanas, en el autobús lleno de sardinas en lata, me
encontraba con esa chica del primer día de curso. Ella siempre se arrastraba
hasta dónde yo estaba, y yo siempre la protegía de los peligros del maldito
autobús. Nuestras manos siempre se rozaban y a mí me entraban calores por todo
el cuerpo, también veía cómo ella se sonrojaba considerablemente cuando esto
pasaba.
Holas, gracias y adioses, eran las únicas
palabras que compartíamos durante los viajes. Casi no nos mirábamos a los ojos,
pero ella los tenía de un bonito color chocolate. Su pelo negro, por los
hombros cortado irregularmente tenía un olor que me encantaba, y su cuerpo, con
bastantes curvas a pesar de ser coreana, y de una estatura muy superior a la
media de las mujeres asiáticas. Me llegaba a los hombros, por lo que tenía que
medir cerca de 1’70. Era, el tipo de mujer, que me traía loco, en definitiva.
Nos pasamos todo el primer cuatrimestre así,
y durante el período de exámenes no la vi. Tendríamos horarios diferentes,
puesto que aunque los dos estábamos en la Universidad de Letras, no sabía que
estudiaba, ni en que año estaba, siquiera.
Un gran pesar se alojó en mi cuerpo desde
que no me encontraba con ella, y eso me parecía extraño, nunca me había pasado.
Acabaron los exámenes, y volvimos a las aburridas clases, bueno, volví, a la
chica no la vi en el autobús más. Ese pesar cada día que no la veía iba a más,
no sabía que me sucedía, así que, un día en clase, mientras le escribía a mi
compañero de piso, Tao, le pregunté qué podría ser lo que me pasaba, y él,
contestó simple y llanamente, que me había enamorado.
¿Cómo coño me podría haber enamorado de una
chica que no conocía? Bueno, llevaba viéndola cuatro meses, y me sentía muy
feliz cuando se tocaban nuestras manos, o cuando la veía aparecer entre las
sardinas y colocarse a mi lado. También era cierto que desde que no la veía me
sentía mal, pero eso no podía se amor. ¿O sí? Tal vez el gran Kris se había
enamorado como me decía Tao.
Dos semanas después de mi descubrimiento, o
sea, del descubrimiento de mis sentimientos, ella apareció. Compuso una sonrisa
encantadora cuando me vio y se puso a mi lado como de costumbre. Y como de
costumbre, nos dirigimos un “hola” apenas audible. Mi corazón danzaba como loco
dentro de mi pecho y cuando nuestras manos se rozaron ese día, casi me da un
ataque al corazón.
En ese momento supe, que Tao tenía razón, y
que el gran Kris se había enamorado. Cuando bajamos del autobús, nos dijimos
adiós, y ella siguió su camino. Mi corazón dolía y sin pensarlo fui corriendo
hacia ella.
-Espera- grité, las quince mil sardinas se
volvieron, pero ella no lo hizo- la chica del abrigo amarillo pollo- ella se volvió
y yo le sonreí. Estaba muy avergonzada porque todo el mundo nos miraba- siento
hacerte pasar tanta vergüenza- susurré- pero me gustaría saber cuál es tu
nombre- ella sonrió.
-Mi nombre es Park HyeKi- contestó.
-Yo soy Kris- dije.
-Encantada de conocerte, Kris oppa- susurró
agachando la cabeza avergonzada. Era un encanto y mi corazón latía a mil por
hora. Era ahora o nunca, lo decía, o dejaba pasar la oportunidad.
-HyeKi- dije- sé que no nos conocemos más
allá de viajar juntos en el autobús, pero…- titubeé un poco- esto… ¿te gustaría
salir conmigo?
-Sí- contestó inmediatamente.
Sonreí y la abracé muy fuertemente. Estaba
muy feliz por ello, no podía casi ni respirar. Aquello era lo mejor que me
había pasado en la vida, y a partir de ese momento, todo fue aún mejor y mi
vida, dejó de ser monótona y aburrida, gracias al autobús que tanto odiaba, al
que a partir de ese momento, comencé a llamar, “El autobús del Amor”.
Omg, lo améeee ~
ResponderEliminarEs la primera vez que leo algo con Kris, y me da tanto gusto que sea hétero ;^; kvghs la amé ~ Gracias *O*
Weeee me alegra que lo primero que leas te haya gustado ^^ así seguro que te animas a más ^^
EliminarGracias a ti por leer y comentar ^^