Título: A sus órdenes,
Majestad
Autora: Riz Aino
Pareja: MarkSon (Mark + Jackson) (GOT7)
Clasificación: R
Géneros: AU, historic,
romance, drama
Número de palabras: 1.172
palabras
Resumen: lo único que debe
estar en la mente de JiaEr mientras custodia al emperador debe ser la seguridad
de éste… aunque es difícil concentrarse en ello debido a la belleza del
muchacho ante él.
Aclaraciones: voy a usar los
nombres chinos de Jackson y Mark, que se llaman Wang JiaEr y Tuan YiEn, respectivamente
y voy a reflejar una época histórica de China, por lo que habrá notas finales
con más información.
Notas: historia escrita
para Haneul.
Comentario de autora: me gusta la
historia, me gustan los chinos, me gusta la historia de China… no necesito nada
más para ponerme a escribir como loca cosas como esta. Espero que os guste.
A sus ordenes, majestad
Año 522 de
gobierno de la Dinastía Shang
El
silencio era sepulcral en aquella cueva natural en la que se encontraba el rey,
dentro del estanque sagrado que era utilizado para purificar su cuerpo antes de
que el ritual diera comienzo. JiaEr debía estar allí junto al monarca, para
protegerlo por si algún enemigo osaba atentar contra la vida de su gobernante,
pero el general de la guardia real apenas podía mantener sus ojos abiertos
debido al joven que se encontraba desnudo bajo las cristalinas aguas. JiaEr era
su guardia personal, por eso debía acompañarlo a cualquier lugar que fuera,
pero cuando tenía que ir a los rituales, lo pasaba realmente mal. Tener que
verlo desnudo en cada ocasión, tener que contenerse, alejar de su mente los
pensamientos impuros que a ella llegaban, todo aquello era demasiado duro para
él.
Porque
JiaEr deseaba con toda su alma el cuerpo de su majestad… pero no podía tenerlo
en aquellos momentos y eso lo enloquecía.
—General
Wang —lo llamó el rey, haciendo que saliera de sus pensamientos.
—Majestad,
¿qué desea? —preguntó.
JiaEr
abrió sus ojos y observó cómo el otro se levantaba lentamente y comenzaba a
salir del estanque, dejando que el agua recorriera su delgado cuerpo hacia
abajo. Sin poder detenerse, el general observó aquella escena durante unos
momentos, hasta que el rey carraspeó para llamar su atención de nuevo y él se
enfocó en su rostro, aquel rostro de gran belleza que mostraba una pícara
sonrisa.
—Si
sigues observándome de esa manera, creo que tendré que entrar de nuevo al estanque
para purificarme otra vez —comentó.
El
general se sintió estúpido por haberlo observado de aquella forma tan clara,
haciendo que el monarca se percatara de que su interior se removía por aquella
total desnudez.
—Discúlpeme,
su majestad.
—Estamos
solos, JiaEr, puedes llamarme por mi nombre y dejar los formalismos —le pidió,
saliendo finalmente por completo del estanque y caminando hacia él para tomar
la bata de seda con la que cubrió su desnudez.
—No
me gustaría faltarle al respeto en un lugar sagrado como este, su majestad —le
respondió a su mandato, ahora un poco menos alterado puesto que el cuerpo del
joven ya no era mostrado.
El
monarca simplemente esbozó una sonrisa antes de dirigirse hacia la otra parte
de la cueva, al fondo de ésta, donde se encontraba aquel hueso oracular al que
le tenía que realizar la pregunta sobre si era prudente atacar a aquel pueblo
del sur que estaba presionando sus fronteras o simplemente resistir sus envites
era lo único que necesitaban hacer. JiaEr no estaba autorizado a ver cómo aquel
ritual era realizado, por eso no lo siguió hasta el final de la cueva, pero
todavía podía ver la sombra creada por su silueta proyectada en las paredes
cavernosas, por lo que no tenía que preocuparse por nada hasta que no viera
algo extraño.
El
general se mantuvo en su puesto, vigilante hasta que el rey apareció de nuevo
frente a él, un poco más pálido de lo que era habitual en él y apretando su
mano, aquella que había recibido el corte con la daga de bronce que se
encontraba en el altar junto al hueso oracular y el fuego sagrado. JiaEr se
acercó hasta él y lo ayudó a vestirse de nuevo con las ropas que había llevado hasta
el lugar, también detuvo el sangrado de su mano y lo ayudó a caminar hasta
llegar a la salida de la cueva. Allí los esperaban los demás miembros de la
escolta y el palanquín real, donde el monarca se subió antes de comenzar el
regreso al palacio.
Ya
era noche cerrada cuando el rey requirió su presencia en su habitación y el
general no dudó en ir hacia el lugar y entrar, tal y como se le había mandado.
Allí solo se encontraba el monarca, esperándolo sentado sobre su cama, y solo
le hizo una señal con la mano para que se acercara a él. JiaEr caminó hasta
quedarse frente a él, a apenas medio metro de distancia, con la cabeza gacha y
una rodilla contra el suelo.
—Me
alegra que vengas cada vez que te llamo, JiaEr —murmuró, alargando su mano para
rozar con la yema de sus dedos el rostro del general.
—Es
mi deber, majestad —respondió él, disfrutando de aquella caricia cálida.
—¿Cómo
te he dicho que me llames cuando estemos a solas? —lo regañó.
—Lo
siento, YiEn… —susurró.
El
rey lo hizo alzar su cabeza y mirarlo. Sus ojos se encontraron unos segundos
antes de que el monarca se acercara lentamente a su rostro para atrapar sus
labios en un breve beso antes de volver a retirarse, dejando a JiaEr con el
corazón latiendo rápidamente dentro de su pecho. Todavía no se acostumbraba a
que el otro hiciera aquello, todavía no se acostumbraba a pasar algunas noches
compartiendo la misma cama que él, todavía no se acostumbraba a tocar su
cuerpo, a internarse en él. JiaEr siempre había pensado que su deseo por YiEn
era algo que debía retener y no mostrar, pero el rey había visto ese deseo y
había dejado que lo complaciera… porque él también deseaba a JiaEr.
—Pasa
la noche conmigo, General Wang… —susurró el monarca—. No me abandones hasta el
amanecer.
—Sus
deseos son órdenes para mí, majestad —murmuró él en respuesta.
Notas finales:
—La Dinastía Shang
es la segunda dinastía de la Historia de China cuya cronología abarca desde el
1.766 al 1.122 a.C., aunque es la primera de la que se tienen datos concretos
que le dan autenticidad.
—El rito realizado
por Mark era una ceremonia de adivinación con un hueso oracular (generalmente
de caparazón de tortuga) a través de la piromancia. Se realizaban consultas
sobre un determinado tema, se vertía un poco de sangre y luego el hueso se
sometía a una enorme temperatura hasta que éste se iba quebrando. Dependiendo
del lugar en el que aparecían las grietas, éstas se iban leyendo para conocer
la respuesta a esa cuestión. En los inicios de la Dinastía, el rito era
realizado por el rey y un adivino, pero en los últimos siglos, fue solo el rey
quien se encargaba de ella.
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