Título:
SEA
Autora:
Riz Aino
Pareja:
JaeBeom (JaeHyun + JiBeom) (Golden Child)
Clasificación:
PG–13
Géneros:
AU, romance, drama
Número de palabras:
1.851 palabras
Resumen:
hay veces en las que JiBeom quiere dejarlo todo y salir corriendo… pero es en
esas veces cuando JaeHyun está a su lado, pidiéndole que no se rinda.
Notas:
creo que para todas, esta canción es muy icónica, a mí me gusta muchísimo y la
escucho a todas horas desde que salió entera.
Comentario de autora:
y pensar que JiBeom era el niño del que nunca recordaba el nombre al principio…
ahora es uno de mis favs y lo hago sufrir en mis fics (?) Espero que os guste.
SEA
JiBeom agachó cabeza, incapaz de
sostenerle la mirada al entrenador del equipo de béisbol del instituto mientras
éste le gritaba una y otra vez por haber hecho un lanzamiento horrible. Ya era
la tercera vez que no lanzaba como debía en aquel entrenamiento y cada palabra
que el hombre le dedicaba caía sobre él como un peso muerto, haciendo que sus
hombros se hundieran cada vez más y más sin que pudiera hacer nada por
evitarlo. JiBeom lo intentaba, de verdad que lo intentaba. Trataba de estar
concentrado y de hacer tan buenos lanzamientos como hacía anteriormente,
aquellos lanzamientos que dejaban a todos con los ojos como platos y que le
habían servido para ser el titular en el equipo… pero simplemente no podía.
Desde que hacía unos meses había
tenido una lesión en su muñeca derecha, JiBeom no había vuelto a lanzar con la
misma seguridad y fuerza con la que lo había hecho con anterioridad. No tenía
la confianza suficiente para hacerlo, no sentía que fuera capaz de hacerlo,
porque no quería volver a ver desde la grada los partidos de su equipo de nuevo
y no sentía que su muñeca fuera capaz de volver a soportar todo lo que
soportaba antes.
—Es mejor que hoy te vayas a casa —le dijo el
entrenador como punto y final, suspirando con cansancio, probablemente harto de
su incapacidad—. Hoy no tienes un buen día, eso es todo, mañana será otro día.
JiBeom asintió, aun sin poder alzar
su cabeza. La vergüenza por ser tan incompetente se lo impedía, así que,
simplemente comenzó a andar por el campo de béisbol sin poder levantar su
mirada, pero sintiendo las de los demás miembros del equipo clavadas en su
nuca.
Si
tan solo fuera capaz de volver a lanzar como antes, todo sería perfecto otra
vez, no recibiría las regañinas de su entrenador, no recibiría las miradas de
pena o de codicia por parte de sus compañeros, no se sentiría tan mal consigo
mismo como lo hacía en aquellos momentos. Pero nada iba a volver a ser como
antes, JiBeom no tenía la confianza suficiente para que eso volviera a pasar.
—¡JiBeom!
—escuchó cómo una voz muy conocida lo llamaba a sus espaldas y se detuvo, muy a
su pesar, porque sabía que si no lo hacía el otro chico lo perseguiría hasta el
fin del mundo—. JiBeom… ¿vas a casa?
Frente
a él apareció su amigo JaeHyun, aquel chico que desde que eran pequeños había
estado siempre junto a él y no lo había dejado ni un solo instante, que a veces
podía ser un poco lento en entender el flujo de la vida pero que otras veces
podía captarlo todo, incluso aquello que no era visible. JaeHyun respiraba de
forma entrecortada, tratando de recuperar el aire, probablemente por la carrera
que se había tenido que dar para alcanzarlo desde el otro lado del campo, pero
había una sonrisa en sus labios, una sonrisa que nunca moría. A veces, JiBeom
envidiaba a su amigo por ser siempre capaz de sonreír aunque todo fuera
terriblemente mal.
—¿Vas
a casa? —le preguntó. JiBeom asintió sin pensarlo mucho, haciendo que la
sonrisa del otro se hiciera más amplia—. Entonces cuando acabe el entrenamiento
me pasaré por allí, mañana no hay clases ni partido, así que podemos ver una
peli o jugar a la play. ¿Te parece
bien el plan? —el más alto volvió a asentir, pero sin decir una sola palabra—.
Entonces espérame, compraré muchas bolsas de patatas fritas y cola con cafeína.
Va a ser una noche magnífica.
Después
de decirle aquello, JaeHyun le puso una mano en el hombro y se fue de nuevo
hasta su posición en el campo. Durante unos segundos, JiBeom estuvo tentado a
girarse levemente para observar cómo su amigo se alejaba de él, pero finalmente
no lo hizo y solo se dirigió a los vestuarios para cambiarse de ropa, quitarse
el uniforme de béisbol y ponerse el reglamentario del instituto, para después
ir hasta su clase y recoger su mochila. No se encontró con prácticamente nadie
por los pasillos, el instituto a aquellas horas de la tarde estaba vacío casi
en su totalidad, los que tenían actividades las hacían en sus clubes y quienes
no las tenían, se pasaban las tardes estudiando como si les fuera la vida en
ello.
JiBeom
se había acostumbrado tanto a la vida con los entrenamientos del béisbol que no
concebía su vida sin ellos… pero estaba completamente seguro de que si seguía
de aquella forma no iba a poder continuar en el equipo y no iba a poder cumplir
su sueño de jugar profesionalmente.
El
mismo peso que tenía sobre sus hombros, se instaló en su corazón, haciendo que
el chico tuviera que pararse y respirar hondo por unos momentos. Su mente iba a
toda velocidad, los pensamientos sobre un futuro triste y gris que se extendía
ante él si no era capaz de sobrellevar todo aquello y JiBeom no pudo evitar
sentirse mucho más agobiado que antes.
Necesitaba
ir a algún lugar en el que poder relajarse de verdad, necesitaba ir a algún
lugar en el que aclararse las ideas, un lugar en el que poder coger todas las
fuerzas que necesitaba para poder enfrentarse de nuevo al mundo con todas sus
ganas… y entonces JiBeom no fue a casa, tal y como le había prometido a su
amigo JaeHyun, sino que cogió el primer autobús que pudo hasta Incheon.
Necesitaba sentir la brisa del mar en su rostro para despejarse y aquel era el
lugar más cercano para poder hacer aquello.
~.~.~
Las
horas pasaron rápidamente después de que JiBeom llegara a la playa de
Eurwangni, donde siempre le había gustado ir a relajarse, sin que el chico se
diera cuenta realmente porque estaba perdido en sus pensamientos. Pero el sol
había finalizado su descenso por el cielo hasta su ocaso y el horizonte había
dejado de estar bañado por luces rojizas y anaranjadas para dar paso a una
oscuridad parcialmente iluminada por las luces de las farolas que se encontraban
a algunos metros por detrás de él. Las pocas personas que habían estado
rondando por la playa, comenzaban a irse de allí, pero JiBeom no lo hizo,
porque no quería volver tan pronto a casa, no cuando todavía no tenía la
valentía suficiente para hacerlo, el coraje suficiente para poder mirar a los
ojos a todas aquellas personas que tenían grandes expectativas de él y a todos
los que le habían ayudado a perseguir su sueño.
—¡KIM
JIBEOM!
El
chico se sobresaltó al escuchar su nombre en aquel grito desesperado que resonó
en toda la playa y no pudo evitar girarse en redondo para ver cómo justo en el
lugar en el que comenzaba la arena se encontraba su amigo JaeHyun. Por un
segundo, JiBeom sintió cómo su corazón se detuvo al ver la figura del muchacho
acercarse corriendo a él, pero al siguiente éste comenzó a latir con fuerza
dentro de su pecho. La incredulidad y el asombro eran las emociones que estaban
pintadas en su rostro cuando se levantó del suelo, dispuesto a recibir a su
amigo, pero la felicidad por verlo allí también se encontraba entremezclada con
las otras dos. JiBeom no había pensado en la posibilidad de que su amigo fuera
a buscarlo hasta allí, aunque sabía perfectamente que JaeHyun habría supuesto
perfectamente que se encontraría en aquel lugar.
—Idiota
—le dijo el chico, a tan solo unos pasos de distancia, para después lanzarse a
sus brazos—. Idiota —volvió a murmurar—. Me tenías muy preocupado.
—Lo
siento —murmuró JiBeom.
—¿Sabes
lo mal que me he sentido cuando me he pasado por tu casa y no estabas? ¿Sabes
lo preocupado que estaba cuando he intentado llamarte y tu teléfono estaba
fuera de servicio?
—Lo
siento, de verdad…
JiBeom
escuchó a su amigo inspirar hondo contra su pecho y después el chico se separó
de él para comenzar a darle puñetazos contra éste, puñetazos sin fuerza alguna
que no le hacían daño alguno pero que reflejaban la frustración de JaeHyun a la
perfección. JiBeom dejó que su amigo se desahogara y recibió todos los golpes,
encajándolos lo mejor que pudo hasta que éste se cansó y simplemente lo apretó
fuertemente contra su cuerpo.
—Eres
un idiota.
—Lo
sé —dijo JiBeom. Era un idiota y un fracasado—. Siento haberte preocupado y
siento que hayas tenido que venir hasta aquí solo porque soy un idiota.
—Te
odio.
—Yo
también me odio, no te preocupes, tienes razones de sobra para hacerlo.
En
el momento en el que dijo aquellas palabras, JaeHyun se separó de él de nuevo y
lo miró a los ojos en la penumbra en la que se hallaban. Sus ojos decían
perfectamente que no lo odiaba de verdad, que solo había estado demasiado
preocupado por él, pero también decían claramente que no había ningún motivo
para que JiBeom se tuviera que odiar a sí mismo y el chico se sintió agradecido
por aquello.
—Creo
que de verdad eres lo más idiota que ha pisado este mundo —le dijo su amigo—.
Mucho más idiota que yo, dónde va a parar —JaeHyun tomó su rostro entre sus
manos y lo agachó a su altura—. Eres el mejor jugador de béisbol que ha pisado
nunca ese instituto y una lesión de nada no va a hacer que tires una carrera
brillante por la borda, así que, escúchame con las orejas bien abiertas. Tú
eres capaz de todo lo que te propongas, así que, no dejes que esto te venza.
Por
primera vez en meses, el peso que JiBeom sentía sobre sus hombros se aligeró de
forma considerable y el chico se permitió esbozar una pequeña y tímida sonrisa.
No había sabido que necesitaba tanto aquellas palabras de ánimo hasta que
JaeHyun se las había dicho y el chico se forzó a dirigir sus pensamientos en
aquella dirección para que no volver a hundirse. JaeHyun tenía aquella magia,
con unas pocas palabras, podía hacer que todo lo que a JiBeom lo retenía,
dejara de estar ahí y se abriera un camino limpio y brillante por el que podía
continuar caminando.
—Gracias
—murmuró—. Muchas gracias.
Y
después de tanto tiempo junto al mar y las palabras de JaeHyun, el chico sintió
que de verdad estaba preparado para poder continuar adelante.
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