Título: 달아 (Moon)
Autora: Riz Aino
Pareja: EunJiWon (EU + Mia) (EVERGLOW)
Clasificación: PG
Géneros: AU, college, romance, fluff
Número de palabras: 1.255 palabras
Resumen: bajo la luz de la luna, JiWon y EunJi hablan
sobre sus sentimientos.
Notas: drabble escrito para el día 22 del reto 31 Days of Fluff.
Comentario de autora: llevaba mucho tiempo queriendo escribir
algo de EVERGLOW y estuve bicheando un poco sobre los ships y este en concreto
me pareció encantador, así que tuve que hacerlo. Espero que os guste.
달아 (Moon)
Las noches son calurosas
y húmedas en verano en la ciudad de Seúl debido al enorme río Han que la divide
por la mitad… y EunJi no puede dormir. En realidad, está acostumbrada a ese
tipo de clima porque su ciudad natal está en la costa y la humedad del ambiente
es parecida, lo único que es diferente es el olor a salitre del mar, pero
aparte de aquella bochornosa noche, hay algo más que la mantiene despierta a
pesar de que ella se incline a pensar que es el calor lo que no la deja dormir.
Por más que trate de negárselo a sí misma, es alguien, la persona que está en
su mente, la que no la deja dormir.
EunJi da varias vueltas
más en la cama hasta que ya no se aguanta más y acaba levantándose, tratando de
no hacer ruido y no despertar a YooRim, su compañera de habitación. En la
entrada se pone los zapatos y sale al pasillo de la residencia de estudiantes
para después dirigirse a las escaleras que suben hasta la azotea. Si en algún
lugar corre una pequeña brisa que pueda hacer que su cabeza deje de pensar y la
enfríe lo suficiente como para poder dormir después, es allí, por eso sube, tal
y como acostumbra cada vez que lo necesita. Lo que EunJi no se espera es que ya
haya alguien en el lugar cuando abre la pesada puerta de metal que da a la
azotea, pero la persona que se encuentra allí se gira hacia ella, alertada por
el ruido y EunJi ve sus rasgos iluminados por la luz de la luna llena.
En la azotea se
encuentra JiWon, la persona de la que ha ido a huir allí. EunJi hace el amago
de dar un paso hacia atrás y volver por donde ha venido a pesar de que sabe
perfectamente que la mayor la ha visto, pero al final decide que, si hace
aquello, si huye de ella de aquella forma, su relación se va a volver aún más
tirante y quebradiza de lo que ya lo es y, por muy tentada que esté, no quiere
perder su amistad con la chica. Por eso, al final, acaba dejando la puerta
atrás y se dirige hacia donde está JiWon, sentada en el filo de la azotea, con
sus piernas colgando al vacío. No sabe cómo no tiene miedo de estar así, a ella
le aterroriza.
—¿Tú
tampoco puedes dormir? —le pregunta JiWon.
EunJi asiente con la
cabeza. No quiere decir nada más porque no sabe si su voz va a temblar cuando
hable con ella o no. Su cuerpo ya lo nota temblar lo suficiente y obviamente
del frío no es, es por JiWon, por su cercanía, por su mirada curiosa, por su
cuerpo menudo recortado por la luz de la luna. EunJi se odia y odia cómo los
latidos de su corazón van aumentando en intensidad y en rapidez simplemente
porque la mayor está allí junto a ella, al alcance de su mano, tan preciosa
como siempre.
—Yo
tampoco puedo dormir —le dice JiWon—. Aunque no es porque haga calor —y añade—:
tengo demasiadas cosas en la cabeza.
—Si
puedo ayudarte con algo —murmura EunJi en voz baja.
Lo ha dicho antes siquiera de planteárselo,
como algo completamente automático, una respuesta esperada entre dos amigas que
se conocen desde hace más de dos años, que han compartido un montón de momentos
juntas en aquella residencia y en la facultad. Lo ha dicho simple y llanamente
porque es a lo que se ha estado acostumbrada todo aquel tiempo, de la misma
forma que JiWon lo hubiera dicho si ella le hubiera planteado lo mismo… y no
sabe si se arrepiente o no después de escuchar las siguientes palabras de la
mayor.
—No
sé si contártelo a ti es lo más indicado o lo que más problemas y dolores de
cabeza me va a dar… pero quizás eres la única persona a la que le puedo
plantear esto.
Pero antes de que EunJi
pueda decir absolutamente nada más, JiWon ya se ha levantado de la cornisa de
la azotea, se ha acercado a su cuerpo, se ha alzado de puntillas, envolviendo
sus brazos en su cuello y le ha dejado un corto beso contra sus labios. El
corazón de EunJi se quiere salir de su cuerpo. No entiende ni sabe por qué
JiWon la acaba de besar, su cerebro está cortocircuitado por completo y lo
único que puede hacer cuando la mayor se separa de ella es boquear como un pez
fuera del agua, tratando de decir algo, pero sin saber siquiera qué es lo que
quiere decir.
¿Me gustas? ¿Te gusto?
¿Me has besado porque te gusto? ¿Me has besado porque sabes que llevo meses que
no puedo sacarte de mi cabeza, pensando en que quiero besarte a todas horas,
cuando te veo y cuando no? EunJi tiene demasiadas preguntas en su cabeza, en la
punta de la lengua, pero ni siquiera sabe si son las adecuadas o si es adecuado
que haga las preguntas. No sabe qué hacer, qué decir, así que, al final se
queda como tonta mirando a JiWon, sin reaccionar.
—Me
gustas —dice JiWon, antes de que haya decidido qué hacer o qué decir—. Me
gustas desde hace un tiempo y no sé si lo has notado porque hace algunos meses
que estamos un poco extrañas la una con la otra y no quiero seguir de esa
forma… no sé si te gusto, ojalá te guste, porque tú me gustas un montón y no
quiero echar a perder nuestra amistad por esto.
Y es ahí cuando EunJi
comienza a reaccionar y lo primero que hace es salvar la distancia que las
separa para poder besar de nuevo sus labios.
—También
me gustas —acaba diciendo, sus labios todavía rozándose con los de JiWon—. Por
eso he subido a la azotea, porque no podía dormir, no podía dejar de pensar en
ti y solo quería aclararme las ideas.
Y contra sus labios nota
la sonrisa de JiWon, una sonrisa amplia que quiere seguir besando, así que lo
hace, y la mayor le devuelve el beso y EunJi se siente como si estuviera
flotando, mucho más ligera de lo que se ha sentido en los últimos tiempos,
después de haberse quitado aquel peso de encima. Cuando al fin se separan,
JiWon le sonríe ampliamente y ella le devuelve la sonrisa porque no puede
sacarse la felicidad de encima y se pregunta si aquello no es más que un sueño…
pero la mayor es tangible en sus brazos, demasiado real como para ser producto
de su imaginación. Ambas se ríen como dos adolescentes en la edad del pavo, incrédulas,
pero felices y se sientan en la azotea, dándoles igual el polvo y la suciedad
del lugar que va a manchar sus pijamas, tienen mucho de lo que hablar y lo
hablan, en aquella calurosa noche, bajo la luz de la luna.
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