Saturday cozy
MinHo se despertó en un lío de
piernas, brazos y gatos sobre él, que no lo dejaban moverse y casi ni respirar.
Generalmente, le gustaba ser un poco perezoso por las mañanas, levantarse poco
a poco, acariciar a los gatos que todavía medio dormidos siempre estaban mimosos,
mirar un rato el móvil por si tenía mensajes nuevos y ver las noticias
importantes de la mañana y moverse a la velocidad de una tortuga para después
quedarse sentado mirando a la nada, parpadeando una y otra vez hasta que por
fin se decidía a salir de la cama… no obstante, aquel día, lo primero que hizo
fue levantarse de la cama, saliendo con cuidado de allí para no despertar a
nadie, pero haciéndolo de todos modos porque habría sido una obra del ninja más
renombrado salir de ese lío de brazos, piernas y gatos que lo envolvía sin
despertarlos.
—Mmmm… —protestó JiSung, abriendo levemente uno
de sus ojos, aunque no mucho, porque su cara estaba completamente hinchada.
—Sigue durmiendo —le contestó, acercando su mano por
impulso hasta el ya de por sí revuelto pelo del menor para revolverlo un poco
más—. Voy a preparar el desayuno.
—Mmmm… —volvió a murmurar el chico, acomodándose en la
cama, que ahora tenía solo para él.
MinHo no pudo evitar sonreír ante esto porque JiSung
siempre había sido adorable, pero medio dormido o con sueño, sus niveles de
adorabilidad subían hasta el infinito. Sin embargo, la sonrisa abandonó pronto
su rostro cuando se recordó a sí mismo que, aunque aquel que tenía seguía
siendo JiSung, no era la persona que él había conocido todo aquel tiempo y que
había cambiado mucho en los años que no habían estado en contacto. JiSung había
crecido un montón desde que se fue, al menos diez centímetros, pero seguía
siendo más bajito que él, además, su cuerpo se estaba moldeando por el trabajo
en el gimnasio, aunque este simplemente fuera para mantenerse en buena forma y
no para desarrollar músculos. No obstante, aunque JiSung se había hecho mayor y
más grande, a MinHo en aquellos momentos no le podía parecer más pequeño y
débil. JiSung siempre había sido algo sensible, sus sentimientos siempre habían
estado a flor de piel y había habido veces en las que las cosas lo superaban y
no podía más, sobre todo cuando estaba en época de exámenes, se esforzaba por
hacerlo bien y al final nada salía como él quería, pero nunca había llegado a
estar como se lo había encontrado el día anterior, en aquel estado tan caótico
y con los ánimos por los suelos. A pesar de que ante las cámaras mostrara que
se encontraba perfectamente y sonreía a todo el mundo, estaba completamente
claro que no era así y no sabía cómo las personas que se encontraban a su
alrededor no lo habían podido ver cuando para él estaba tan claro.
MinHo salió de sus pensamientos cuando una bola peluda
rozó su pie y volvió a la realidad para encontrarse a Dori dándole un cabezazo
contra su pierna derecha pidiendo atención. El chico le dedico una sonrisa a su
mascota y le agradeció mentalmente el desvío de atención mientras se agachaba
para cogerla en brazos y darle unos cuantos de arrechuchos y besos hasta que se
escapó de sus brazos, completamente harta de su atención, saltando sobre la
cama y tendiéndose a lo largo para descansar de nuevo. Viendo que tanto Soonie
como Doongie también estaban más en el mundo de los sueños que en el de la realidad,
habiendo ignorado por completo que él se hubiera salido de la cama a pesar de
que se habían despertado por el movimiento durante un instante, decidió que
allí no tenía realmente nada que hacer y salió del lugar, cerrando la puerta
con cuidado.
Dejó que el agua de la ducha se llevara todos sus
pensamientos, buscando que su mente se quedara en paz y tranquila durante unos
momentos al menos, aunque no pudo evitar pensar en JiSung, en que JiSung ahora
se encontraba allí junto a él en lugar de en Seúl y en que parecía haber
acabado allí simplemente porque necesitaba un lugar seguro donde escapar de
todo y solo había podido pensar en él a pesar del tiempo que había pasado.
Tras la ducha, preparar el desayuno fue su prioridad
porque su estómago le pidió comida mientras se ponía unos calzoncillos del
tendedero, un chándal negro y una camiseta verde fosforito. No tenía nada para
hacer un desayuno tradicional y nutritivo porque nunca le había dado demasiada
importancia a eso de ponerse a cocinar de madrugada un festín viviendo solo y
simplemente teniendo alguna que otra visita muy de vez en cuando, pero tenía
pan para tostadas, zumos de varios sabores, cereales y leche, así que con eso
era más que suficiente para alimentarlos bien hasta la hora de comer —y si les
daba hambre, siempre tenía cosas para picar en uno de los armarios de la
cocina, así que, no pasaba nada—. Mientras estaba terminando de preparar las
cosas, por la puerta apareció JiSung, cargando a Soonie mientras Doongie y Dori
le daban cabezazos en las piernas para que también les diera un poco de amor y
cariño.
—Me siento traicionado —murmuró, señalando a sus mascotas—.
Desde que has llegado no me hacen ni caso.
—Buenos días —respondió JiSung, en cambio, obviando sus
palabras, con la voz todavía tomada por el sueño—. Huele bien.
—Suelta al gato, lávate las manos y la cara y a
comer —le dijo.
—Sí, señor —respondió el chico, como si le estuviera
hablando a un cargo del ejército.
MinHo acabó poniendo los ojos en blanco mientras JiSung
dejaba a Soonie en el suelo y acariciaba un par de veces a Doongie y Dori con
una sonrisa enorme y adormilada antes de salir de la cocina hacia el baño y
lavarse concienzudamente para poder desayunar. MinHo aprovechó para rellenarles
a sus gatos de comida y agua sus platos para que también comieran y, cuando
JiSung volvió a la cocina, se sentaron a comer. No se dedicaron más palabras
que las necesarias cuando alguno necesitaba algo que no alcanzaba en la mesa
para que el otro se lo pasara, demasiado temprano para poder tener una
conversación coherente, así que, desayunaron en relativo silencio y recogieron
los platos también sin hablar demasiado. Solo cuando se sentaron en el sofá,
después de todo, el menor ya mucho más despierto, rompió aquel cómodo silencio
para tratar de mantener una conversación con él.
—¿Qué sueles hacer los sábados por la mañana? —le
preguntó.
—Mmmm… depende de si tengo turno o no en la
cafetería y de a qué hora lo tengo —contestó, sin saber exactamente qué decir
porque la pregunta le había pillado desprevenido. No se había esperado que
JiSung quisiera saber qué era de su vida los sábados por la mañana—. A veces
estoy en la cafetería, otras veces duermo, otras pongo lavadoras con la ropa de
la semana, otras voy a hacer alguna compra —enumeró—. En alguna ocasión he ido
a ensayar o a dar alguna clase a la academia, aunque no es lo que más he hecho.
—¿Sigues bailando? —preguntó JiSung, sus ojos grandes y
redondos brillando con interés.
—No con frecuencia —contestó—. Tiene que haber un
concurso o algo en el que a HyunJin y a mí nos interese participar y tengamos
tiempo libre para prepararlo.
—Imagino que habréis ganado un montón porque sois
buenísimos —comentó el chico—. Seguro que después de los concursos os llegan
muchas agencias interesadas en vosotros, para que os dediquéis
profesionalmente.
—Con bastante frecuencia —confirmó MinHo—, pero… aunque
seamos buenos en esto, dedicarnos profesionalmente no es algo que queramos.
—Recuerdo que siempre lo decíais —murmuró
JiSung, jugando con sus dedos, mirando a la nada, sin mirar realmente—. A veces
os preguntaba si queríais venir conmigo cuando me preparaba para las audiciones
y todas las veces decíais que no.
A pesar de que habían pasado muchos años de aquello, de
las veces en las que JiSung se iba a la capital con sus padres a hacer
audiciones para todas las empresas de idols que se encontraba y siempre
les preguntaba a él y a HyunJin antes de ir si querían acompañarlo y probar
suerte porque bailaban de lujo y, además, eran guapos, MinHo podía recordar
todas y cada una de ellas como si hubieran sucedido ayer. Habían sido muchas y
en todas ambos le habían dicho que no se presentarían a audiciones porque no
creían que fuera lo mejor. Ellos se divertían bailando, se desestresaban con
ello de cualquier cosa que les sucediera a diario y eran felices teniendo el
baile a su disposición cada vez que lo necesitaran. Dedicarse profesionalmente
a ello lo habría convertido en una obligación y su fuente de diversión y relax
se habría tornado su principal fuente de estrés y aquello era algo que siempre
habían tenido claro que no querían. JiSung, en cambio, siempre había querido
dedicarse a ello, ser idol, convertir su rap y sus letras en algo que
todo el mundo pudiera escuchar. Lo había tenido claro desde que descubrió que
se le daba bien y que con un poco de esfuerzo y de guía, podía ser alguien en
el mundo de la música y tanto MinHo como HyunJin, lo habían apoyado en ello e
incluso habían ayudado a convencer a sus padres para que lo llevaran a las
audiciones, ya que no lo dejaban viajar a Seúl solo mientras estaba en el
instituto. Viendo al JiSung actual, no obstante, cansado de lo que siempre
había sido su sueño, le ocasionaba el pensamiento de qué hubiera pasado si
simplemente se hubiera dedicado a ello como HyunJin y él al baile, de forma
esporádica y para olvidar los problemas de sus vidas. Cómo de diferente
hubieran sido sus vidas si JiSung se hubiera quedado allí en Gimpo.
—Te acompañamos a una —dijo, tratando de alejar
su mente de aquello.
—Y me preguntaron al menos trescientas veces quiénes eran
los dos chicos guapos que venían conmigo y por qué no entraban para hacer la
audición —replicó JiSung, sonriendo al recordar aquella anécdota.
Las continuas audiciones habían marcado el último año de
JiSung en el instituto, el único año que MinHo no había estado con él y con
HyunJin, ya que se había graduado el año anterior —realmente era dos años mayor
que sus dos amigos, pero había tenido que repetir su último año tras caerse por
las escaleras y romperse la mitad de los huesos del cuerpo. Tras meses de
recuperación en el hospital y de constantes citas de rehabilitación, MinHo
había acabado perdiendo el curso de una manera irremediable—, así que, JiSung
aprovechaba cuando terminaba las clases en el instituto para ensayar allí. En
el edificio cada vez iban quedando menos y menos personas porque sobre todo
eran personas mayores que iban muriendo o que se iban a vivir con sus hijos,
por lo que ensayaba sin molestar a nadie con la música y, aunque MinHo
trabajara, JiSung aparecía por allí porque sabía la clave para entrar al piso.
Cuando se hartaba de ensayar, jugaban o hacían el idiota juntos hasta que
JiSung tenía que volver a su casa.
Aquella visita, en algunos términos, le recordaba a aquella
época porque parecía que no había cambiado y que habían vuelto a ser
adolescentes que no sabían nada de lo que les deparaba el futuro, con muchos
sueños y mucha ilusión por éste. Le recordaba a la época en la que su corazón
latía fuertemente cada vez que se encontraba a solas con JiSung y no podía
dejar de mirar sus labios cuando le hablaba, como estaba haciendo en aquellos
momentos. MinHo se había sentido así por JiSung durante bastante tiempo, pero
al final no había dado el paso para que su relación cambiara, teniendo miedo de
que cambiara, pero para mal y dejaran de hablarse y se distanciaran. Aquello
había ocurrido, aunque MinHo jamás hubiera dicho nada sobre cómo se sentía y él
solo había tratado de seguir su vida, no queriendo que sus sentimientos por
JiSung se descontrolaran y buscando alguna que otra persona con la que estar
para olvidarlo. Y, sin embargo, allí estaban, años después y con el mismo
problema, su corazón latiendo fuerte al tener al menor cerca y, sobre todo, el
recuerdo vívido del pasado común en el que sus sentimientos habían sido fuertes
por él.
—Recuerdo también que a veces me iba con vosotros a la
sala donde ensayabais porque tenía un espejo grande y podía practicar
expresiones —continuó JiSung, sacándolo de sus pensamientos—. Después de eso
siempre nos íbamos a comer pizza, en vez de volver a casa directamente.
—Cierto
—respondió MinHo, obviando todo aquello que estaba sintiendo en su interior—.
HyunJin siempre protestaba porque se tenía que montar en un bus diferente para
volver a casa y no podía seguir las conversaciones con nosotros.
—Y cuando te mudaste aquí decía que se alegraba porque
los tres teníamos que coger diferentes autobuses y podíamos seguir hablando en
el chat.
—También se molestaba cuando se enteraba que habías
pasado el fin de semana aquí y no lo habíamos llamado para que viniera —añadió
MinHo—, aunque cada vez que lo avisábamos siempre decía que no podía venir.
JiSung rio y su risa reverberó en el lugar, tal y como lo
había hecho varios años atrás, cuando se había mudado allí después de terminar
el instituto y el chico se quedaba algunos fines de semana. La situación en la
que se encontraba, le recordaba irremediablemente al pasado, aquel pasado que
habían compartido y le recordaba demasiado a cuando JiSung volvía de Seúl
todavía siendo trainee y pasaba algún día con él, contándole cómo eran
las cosas en la empresa, las tareas que tenía que hacer y las clases. El chico
solía volver una vez al mes, después de realizar la evaluación mensual y
conseguir la oportunidad de seguir en la empresa, cuando le daban varios días
libres, pero cuando sus opciones para debutar se volvieron más serias, dejó de
volver todos los meses y solo lo hizo en un par de ocasiones antes de su debut.
Después de debutar, JiSung solo había vuelto a casa en Año Nuevo y Chuseok
y en ninguna de aquellas ocasiones había tenido tiempo para ver a MinHo,
incluso cuando él mismo pasaba las fiestas con sus padres y vivían en al lado.
JiSung había dejado de contestar a sus mensajes y se había alejado de su vida y
MinHo había tratado de olvidar que una vez había tenido un amigo que ahora era
una estrella de la música, un amigo que había hecho latir su corazón con
celeridad, tal y como lo estaba haciendo ahora, mientras los recuerdos se
abrían paso en su mente.
—Cuando volvía de Seúl también solía quedarme
aquí una noche, antes o después de visitar a mis padres —comentó JiSung,
compartiendo aquellos recuerdos de ambos que tanto se parecían al presente.
—Hasta que dejaste de hacerlo… —murmuró MinHo, más para
sí mismo que para que el menor lo escuchara.
JiSung abrió sus ojos, sorprendido por sus palabras y
MinHo supo que había dicho aquello en voz alta y que probablemente había sonado
a reproche. En su momento había entendido perfectamente que éste no volviera a
casa, siempre había querido aquella vida y tenía que esforzarse por cumplir su
sueño, por conseguir su debut, por eso, volver a casa y ver a sus amigos no era
lo prioritario en su vida. Y, tras el debut, contestar mensajes cuando el
cansancio de una agenda tras otra cada día del año, tampoco lo debía haber
sido. En Seúl tenía nuevas amistades, era normal que al final se fuera
distanciando de sus amigos de la infancia, de MinHo… le había dolido, por
supuesto, le seguía doliendo y, en el fondo, le gustaría reprocharle aquello y
pedirle explicaciones porque él no había querido que su relación se cortara. Y,
sin embargo, no lo había hecho y no creía que fuera lo mejor hacerlo en
aquellos momentos… pero ya era tarde, ya había dicho aquello, y la expresión
del rostro de JiSung había cambiado por completo.
El silencio se hizo en la habitación y MinHo podía
escuchar hasta la sangre bombear en su cabeza rápidamente. Su mente iba a toda
velocidad, pensando en qué podía decir para arreglar aquello o en las
consecuencias de lo que acababa de decir. No era más que la verdad, pero JiSung
estaba inestable emocionalmente, por eso había ido hasta su casa, aunque su
relación había sido nula en los últimos tiempos, porque podía confiar en que
MinHo lo acogería sin hacer preguntas y, sobre todo, sin echarle en cara nada.
No debía haber dicho aquello.
—Lo siento… —murmuró JiSung, con su cabeza gacha, antes
de que él pudiera ordenar sus pensamientos y decir algo para que el chico no se
sintiera mal—. Lo siento muchísimo.
—No… yo no… —trató de explicarse, pero el menor negó con
su cabeza y siguió hablando.
—Sé que no tengo excusa por lo que he estado haciendo —continuó—.
No hay ninguna excusa válida para dejar de contestarle a mi mejor amigo, para
dejar de verlo, para prácticamente hacer como si nunca hubiera existido en mi
vida… no tengo ninguna excusa… —JiSung se mordió el labio inferior—. Eres una
de las personas más importantes de mi vida y simplemente te dejé a un lado…
—JiSung…
—No… yo… —el chico suspiró profundamente—. Te debo al
menos una explicación… aunque sea una excusa barata…
—No hace falta —replicó MinHo, provocando que JiSung
alzara su cabeza de nuevo y lo mirara, con ojos vidriosos—, de verdad que no
hace falta, no quería decir eso, no quería reprocharte nada.
—Tienes derecho a querer reprochármelo todo —murmuró el
menor—. Yo… simplemente al principio no tenía tiempo para nada y solo iba de
agenda en agenda, a veces se me olvidaba hasta comer y ni siquiera dormía más
que una o dos horas al día… así que realmente no hablaba con nadie —JiSung
volvió a suspirar y apretó los labios en una fina línea, tratando por todos los
medios de no llorar—. No hablaba ni con mis padres, que me tenían que llamar
para ver si de verdad estaba vivo o lo que veían por la tele era un espectro o
algo —comentó, esbozando una pequeña sonrisa triste—. Al final, no contestar en
días se convirtió en no contestar durante semanas o durante meses… cuando veía
que había pasado tanto tiempo desde la última vez que te había contestado a
algún mensaje, simplemente me sentía mal y no sabía cómo volver a hablar
contigo… no sabía siquiera si querías volver a hablar conmigo.
Una lágrima cayó por la mejilla de JiSung y MinHo no pudo
dejarlo correr más. Se acercó al chico más y lo abrazó fuertemente contra su
cuerpo, sin decir nada porque no sabía realmente qué podía decirle, solo
demostrándole de aquella forma que estaba allí junto a él ahora y que era lo
único que en realidad importaba. JiSung se abrazó con fuerza a su cuerpo
también, encajando su rostro en el hueco entre su hombro y su cuello, pasando
sus manos por su cintura y aferrándose a su camiseta mientras comenzaba a
llorar desconsoladamente. MinHo sintió cómo su corazón se hacía añicos porque
lo último que había querido nunca era hacer daño a JiSung y se lo había hecho
con aquel comentario, incluso cuando, en el fondo, sabía perfectamente que, si
el chico había acabado cortando su relación, debía haber sido por algo. No le
guardaba rencor, le había dolido, muchísimo, pero no le guardaba rencor, menos
cuando le acababa de explicar el motivo por el cual lo había hecho.
No supo cuanto tiempo estuvieron de aquella forma, no
contó los segundos, ni los minutos, ni las horas. Tampoco es que le importara.
Lo único que le importaba en aquellos momentos era que JiSung volviera a
sentirse bien y absolutamente nada más.
Solo se separaron cuando MinHo
sintió roces en sus pies de alguno de sus gatos y después escuchó maullidos de
los tres, pidiendo atención. En ese momento, se dio cuenta de que sus gatos
tenían hambre porque era la hora del almuerzo y por eso maullaban.
—¿Qué quieres de comer? —le preguntó a JiSung—.
¿Quieres comer fuera?
El chico se tomó unos momentos para responder, con los
ojos rojos e hinchados, de haber estado llorando todo aquel rato y con algunas
lágrimas que todavía se escapaban de sus ojos, lágrimas que se secó con la
manga de la sudadera.
—Preferiría no salir a comer fuera —dijo finalmente—. Me
escapé del piso como si fuera un ladrón, escondiéndome y esquivando a todo el
mundo que me podría reconocer, con la gorra calada hasta los ojos, gafas de sol
y una mascarilla… no sé si alguna de las fans locas que vigilan el apartamento
me ha seguido hasta aquí, pero la verdad tampoco quiero comprobarlo, así que,
si podemos comer aquí, sería perfecto.
—Nada de comer fuera entonces —respondió MinHo,
esbozando una sonrisa lo más cálida posible para hacer sentir bien a JiSung—.
Yo no tengo ganas de cocinar ahora mismo, así que, podemos pedir algo. Elige lo
que más te apetezca, corre de mi cuenta.
MinHo le dio su móvil a JiSung, con
la aplicación de entrega a domicilio de comida abierta y total libertad de
elegir el menú de ambos para que se entretuviera con ello en lugar de
martirizarse con otros pensamientos, mientras él iba a ponerles el almuerzo a
los gatos a la cocina. Para cuando terminó y volvió al salón, JiSung ya había
pedido la comida y se estaba haciendo selfies con su móvil, probando los
filtros de una de sus aplicaciones. MinHo no pudo evitar esbozar una sonrisa
antes de volver con él al sofá para hacerse fotos con él, algo que llevaban sin
hacer demasiado tiempo, mientras esperaban a que la comida llegase. De esta
forma, el tiempo se les pasó volando y, antes de que se dieran cuenta, el
repartidor llamó a la puerta, llevando la comida. MinHo abrió y pagó mientras
JiSung organizaba la mesa en la cocina para comer la comida china que había
pedido y, una vez estuvo todo listo, almorzaron hablando un poco de todo y de
nada, sin entrar en ningún tema en profundidad, simplemente disfrutando de la
compañía del otro. MinHo había echado mucho de menos aquello y casi podía jurar
que JiSung también.
Cuando terminaron de comer, MinHo se
encargó de recoger las cosas y JiSung se fue al sofá de nuevo, junto con sus
gatos, para jugar con ellos y dejar que se le subieran encima para
acariciarlos. O al menos esa había sido su intención, porque cuando MinHo salió
de la cocina, el chico estaba tumbado en el sofá, durmiendo plácidamente, con
los gatos enroscados en diferentes zonas del sofá y del cuerpo de JiSung,
también dormidos. MinHo no pudo contener la sonrisa en sus labios y tampoco
pudo contener las ganas de hacerles una foto para el recuerdo.
Después de aquello, sin querer
molestar a JiSung ni a Soonie, Doongie y Dori, decidió que lo mejor que podía hacer
era poner una lavadora con la ropa de la semana y la ropa empapada del chico
que dormía en su sofá, mientras le hacía una llamada de auxilio a HyunJin, para
que lo cubriera aquella tarde en la cafetería en la que ambos trabajaban,
porque no creía que fuera lo mejor dejar a JiSung allí solo para salir de casa
dentro de una hora y no volver hasta pasada la hora de la cena, no tenía
corazón para hacer aquello. Por ese motivo, cogió toda la ropa que necesitaba
lavar y se metió en la cocina, cerrando la puerta para no molestar, poniendo la
lavadora y buscando el contacto de su amigo en el teléfono.
—¿Qué quieres? —fue lo primero que dijo HyunJin
al contestar, después de un par de tonos—. Si me llamas es porque quieres algo,
así que suéltalo y no des rodeos.
MinHo puso los ojos en blanco ante la voz de hastío del
chico, a pesar de que éste no pudiera verlo en aquellos momentos. No tenía
pensado tampoco darle muchas vueltas al asunto porque la cosa estaba clara, esa
tarde no podía ir a trabajar y HyunJin era la persona a la que más fácil le
podía cambiar el turno, si éste se negaba, tendría que llamar a SeungMin, otro
de sus compañeros en la cafetería, pero a él le tendría que poner alguna excusa
barata porque no le podría contar lo que realmente sucedía… y tampoco tenía
asegurado que el chico le fuera a cambiar el turno.
—Necesito que me cambies el turno de esta tarde —respondió,
directo—. No puedo ir a trabajar.
—¿No puedes… o no quieres? —insinuó. MinHo se lo podía
imaginar levantando una ceja sugerentemente mientras le hacía aquella pregunta.
—Ojalá
fuera porque no quiero —replicó.
—¿Ha pasado algo? —le cuestionó, el tono de su voz
cambiando de forma drástica, pasando a ser una pregunta hecha con preocupación.
—JiSung está en mi casa.
—¿¡QUÉ!?
MinHo suspiró, preparándose mentalmente para hacerle un
resumen lo más breve posible sobre la situación que tenía en casa en aquellos
momentos y después comenzó a contarle sobre cómo se había encontrado la noche
anterior a JiSung en las escaleras que llevaban al portal mientras se mojaba
porque había comenzado a llover, esperándolo; explicándole también el motivo
por el cuál el chico había recurrido a él y la forma en la que se encontraba.
No quiso entrar tampoco en demasiados detalles porque no podía explicarlo todo
y que le diera tiempo a HyunJin a llegar al trabajo, pero le contó lo que más
importaba en aquellos momentos.
—Entonces, no puedo dejarlo solo esta tarde —finalizó—.
Al menos no esta tarde, mañana veré cómo me las arreglo, pero hoy no puedo.
—Vale, claro, lo comprendo perfectamente —dijo HyunJin,
después de escuchar toda la explicación—. No te preocupes, yo te cubro, ya me
estoy vistiendo para salir.
—Muchas gracias, HyunJin —murmuró.
—Sabes que no tienes que dármelas —le replicó el otro—.
Sois los dos mis amigos… aunque bueno, JiSung lleva sin hablarme mínimo tres
años, pero imagino que seguiremos siendo amigos.
—Estoy seguro de que sigue considerándote su amigo —respondió.
—Eso espero —contestó HyunJin—, pero… ¿tú cómo estás?
Porque me has hablado solo de que JiSung está pasando un mal momento y tal,
pero no me has dicho nada de cómo estás llevando tú esto… lo de tener a JiSung
en tu casa… después de todo este tiempo.
—Realmente no sé cómo estoy —respondió con un largo
suspiro—. Es extraño volver a tenerlo aquí, hablar con él como si nada hubiera
pasado, como si estos últimos años en los que nos habíamos distanciado no
hubieran existido, pero… sobre todo es extraño porque parece que nada hubiera
cambiado entre nosotros. Yo… —MinHo se mordió la lengua antes de continuar, sin
estar seguro de si debía decir lo siguiente o no, pero al final decidiéndose
por hacerlo porque sabía perfectamente que HyunJin le había preguntado por cómo
se sentía por aquella cuestión en concreto—. Creía que había superado todo
esto, que había superado sentirme de esta forma junto a él… pero me he dado
cuenta de que nunca he dejado de estar enamorado de JiSung y ahora mismo está
en una situación muy vulnerable y no quiero aprovecharme
tampoco… pero dios mío, quiero besarlo y decirle lo mucho que lo quiero y que
no lo he podido olvidar nunca, que me tiene siempre para todo lo que necesite y
que le partiría las piernas a todo aquel que quisiera hacerle daño y sobre todo
quiere asesinar a las fans locas esas que le han causado miedo a salir a la
calle y a los de la empresa por cargarlo de trabajo y minarle la moral
diciéndole que no vale para nada cuando él es increíble en absolutamente todo y
además es la persona más preciosa que he visto en su vida.
—Oye, tío, me ofende eso de que pienses que
JiSung es la persona más preciosa que has visto en tu vida porque servidor
existe —le replicó HyunJin.
MinHo
puso los ojos en blanco y se dio la vuelta para sentarse en la mesa de la
cocina para seguir con la conversación, porque las piernas se le estaban
empezando a cansar de estar de pie. Sin embargo, no pudo hacer nada de aquello
porque en la puerta de la cocina se encontraba JiSung, con la mano todavía en
el pomo de la puerta y con una expresión de sorpresa e incredulidad en su
rostro que evidenciaba perfectamente que había escuchado sino todo, algo de lo
que le acababa de decir a HyunJin.
—HyunJin, tengo que colgar, gracias por
cambiarme el turno, te debo una, sabes que me puedes pedir lo que quieras —dijo
atropelladamente y no esperó a que el chico le respondiera antes de colgar y
guardar el teléfono—. ¿Desde cuándo estás aquí? —le preguntó a JiSung, con
miedo de saber su respuesta, su corazón latiendo rápidamente dentro de su
pecho, aquella vez por terror y no porque el chico provocara sentimientos que
hacía tiempo creía olvidados por él.
—Desde “me he dado cuenta de que nunca he
dejado de estar enamorado de JiSung” —respondió.
Y MinHo no sabía dónde meterse, ni
qué decirle para arreglar todo aquel follón porque acababa de confesarle los
sentimientos que llevaba guardándose dentro demasiado tiempo y lo había hecho
sin pensar que lo escuchaba. Quiso hablar, quiso decirle que no era lo que
pensaba, que no estaba hablando de él sino de otro JiSung, pero todas las
excusas que se le ocurrían eran cada una más estúpida que la anterior y al
final simplemente se quedó boqueando como un pez fuera del agua, tratando de
encontrar el oxígeno que le faltaba, pero sin poder hacerlo. Al final, no le
dio tiempo a decir nada, ni JiSung tampoco dijo nada antes de acercarse a él y
abrazarse a su cuerpo fuertemente. MinHo correspondió el abrazo casi sin
pensar, pero su cerebro no paraba de pensar en por qué el otro no le estaba diciendo
nada y solo lo estaba abrazando. Se quedaron así un buen rato, hasta que
finalmente JiSung se separó de él y en su rostro había una sonrisa cálida que
MinHo llevaba bastante tiempo sin ver.
—Yo tampoco he podido olvidarte en todo este
tiempo… —murmuró el chico en ese momento—. Y puedes besarme todo lo que quieras
porque no te estarías aprovechando de mí de ninguna forma… —JiSung hizo una
pequeña pausa en la que sus ojos se encontraron y el corazón de MinHo se saltó
un latido, mientras trataba de descifrar qué era lo que éste le estaba diciendo—.
Siempre he estado enamorado de ti… aunque nunca me atreví a decirte nada porque
creía que pensabas en mí solo como un amigo y… no quería estropear nada.
MinHo tardó unos momentos en
procesar toda aquella información y, en cuanto lo hizo, no daba crédito a lo
que acababa de escuchar. Era… aquello no podía ser verdad. Simple y llanamente
no podía ser verdad. Y, sin embargo, a pesar de buscar en la mirada de JiSung
cualquier signo de que lo que había dicho fuera mentira, no encontró
absolutamente nada más que sinceridad. MinHo no supo qué decir y menos supo qué
era lo que debía de hacer después de aquello, pero JiSung dio un paso delante
de nuevo, acortando la distancia que los separaba hasta que sus labios se
encontraron por primera vez, apenas un pequeño roce tímido que provocó un
escalofrío recorrer el cuerpo de MinHo desde su cabeza hasta la punta de los
dedos de sus pies. Aquello iba en serio. Totalmente en serio. Y MinHo acabó
acompañando el movimiento de JiSung cuando se separó de sus labios, llevando
una de sus manos a su nuca para que no siguiera alejándose de él y besarlo de
nuevo, durante algo más que un par de segundos, moviendo su boca contra la del
menor mientras éste correspondía al beso con una sonrisa. Cuando se separaron,
MinHo todavía tenía ganas de más, sobre todo, cuando se percató de que JiSung
tenía las mejillas y la punta de sus orejas de color rojo brillante.
—Adorable —murmuró casi sin darse cuenta.
—¿Siempre has pensado eso de mí? —inquirió JiSung, con
una sonrisa juguetona.
—Siempre
—respondió.
Aquello
provocó que la sonrisa del menor se hiciera mucho más amplia y que él mismo
sintiera cómo si se hubiera quitado un peso enorme de encima. Si desde el
principio hubiera sabido que todo iba a salir así de bien y que iba a sentir su
cuerpo ligero como una pluma después de que JiSung por fin supiera lo que
sentía por él, lo habría dicho muchísimos años antes. Pero tampoco quería
cambiar lo que tenía en aquellos momentos. La vuelta de JiSung a su vida la
había puesto un poco patas arriba, pero estaba significando muchísimo.
A aquel primer beso le siguieron varios esa tarde, allí
mismo en la cocina, con la lavadora dando vueltas como sonido ambiente, pero
también sobre la cama, donde se tumbaron para seguir dándose besos mientras
hablaban en susurros, dándose cuenta de lo tontos que habían sido durante un
montón de tiempo porque ambos habían comenzado a sentir algo por el otro en el
instituto. Quizás, aquella fue la mejor tarde para MinHo de todas las tardes
que había pasado con JiSung, pero esperaba sinceramente que fuera una de las
nuevas y muchas mejores tardes que pasaría junto a él.
Solo
se levantaron de la cama cuando el hambre los atacó, bastante pasadas la hora
normal de la cena, pero a ninguno de los dos le importó cuando se sentaron a la
mesa a comer las sobras que habían quedado de la comida china del mediodía y,
mientras cenaban, a MinHo se le ocurrió que si nadie sabía que JiSung se había
ido, ni dónde estaba, quizás estarían preocupados por él, a pesar de que éste
hubiera hecho aquello porque lo necesitaba y no quisiera tener contacto con
nada ni con nadie en Seúl porque era lo que había provocado aquella situación.
No obstante, probablemente tendría alguna consecuencia si no daba señales de
vida, algo que a MinHo le preocupaba.
—Imagino que no sabe nadie que estás aquí —comentó.
JiSung negó con la cabeza—. ¿No estarán preocupados? —preguntó.
—Supongo
que sí.
—¿No deberías encender el móvil para al menos dejarles un
mensaje diciendo que estás bien? Yo estaría muriéndome de preocupación.
JiSung dejó los palillos sobre la
mesa y lo miró haciendo un puchero, con las mejillas todavía llenas de comida,
pero MinHo le dedicó una mirada seria. Entendía perfectamente que no quisiera
enfrentarse a nada de aquello de lo que huía, pero huir para siempre tampoco
era la mejor solución al problema, así que, al menos avisar que estaba bien era
algo que podía hacer.
—Vale… está bien… —claudicó finalmente—. En
cuanto acabemos de cenar lo hago.
MinHo le dedicó la sonrisa más tranquilizadora que pudo,
para dejarle saber que estaba allí para lo que necesitara y JiSung se la
devolvió, para tranquilizarlo. No dijeron nada más de aquel asunto mientras
terminaban de cenar, hablando en cambio de algunas de las anécdotas del pasado,
contando algunas cosas que habían pasado en sus respectivas vidas en aquel
tiempo que no habían estado en contacto —aunque MinHo seguía un poco lo que
JiSung hacía con su grupo, incluso se había comprado un par de álbumes al
principio— hasta que ya no hubo más comida en sus platos. Solo después de
recoger la cocina y tender la ropa que había acabado olvidada en la lavadora
durante demasiadas horas, JiSung sacó su teléfono y lo conectó de nuevo.
Inmediatamente después de encenderlo, comenzó a llegarle una notificación tras
otra sin pausa, dejando el móvil bloqueado incluso durante algunos instantes.
—Sí que estaban preocupados —comentó MinHo al ver cómo en
el historial de llamadas aparecían varias decenas de llamadas de los mismos
números, que suponía eran de la gente de la empresa, sus managers, y sus
compañeros de grupo, y cómo las notificaciones de la aplicación de mensajería
también eran varios cientos.
—Eso parece… —murmuró JiSung. Sin embargo, no pudo decir
nada más porque su teléfono comenzó a sonar con una llamada entrante de
“Christopher Bang Chan”—. Supongo que tengo que cogerlo, ¿no?
MinHo asintió. JiSung suspiró
profundamente y después se levantó del sofá y caminó hacia la habitación para
atender a la llamada. El mayor no prestó atención a lo que el chico decía, con
la puerta cerrada tampoco se habría enterado de mucho, así que, simplemente se
dedicó a jugar con Soonie, Doongie y Dori mientras JiSung terminaba de hablar.
Solo pudo escuchar algunos retazos de la conversación, en la que el menor
aseguraba que estaba perfectamente, que había apagado el móvil porque
necesitaba desconectar y descansar y que estaba con un amigo, solo con aquello
ya era suficiente. Cuando JiSung terminó de hablar, no volvió al salón, así que
MinHo fue en su busca por si se encontraba bien o necesitaba algo y lo encontró
sentado en la cama, mirando a la nada, así que se sentó junto a él y apretó su
mano fuertemente hasta que el chico volvió al mundo real, saliendo de sus
pensamientos.
—Estoy bien —le dijo—. Solo necesito descansar.
Esa noche ni siquiera hicieron por
ver una película, como habían hecho el día anterior, simplemente se cambiaron
de ropa y se metieron en la cama, abrazados el uno al otro, para dormir toda la
noche, aunque a MinHo le costó coger el sueño porque no paraba de pensar en los
eventos de aquel día, sobre todo, en los eventos de aquella tarde. Todavía
seguía sin creerse que la mitad de las cosas que habían sucedido fueran reales,
porque parecían más propias de una mente de gran imaginación o de un sueño
demasiado iluso; no obstante, MinHo no se iba a quejar de ello. Viviría en
aquel sueño todo lo que pudiera.
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