Chapter
VII: feelings
—¿Quieres aprender a luchar? —la pregunta pilló a Arthur
desprevenido, que no pudo evitar alzar su dedo índice y señalarse a sí mismo—.
¿A quién le iba a hacer la pregunta si no? —cuestionó MuJin en respuesta.
—No creo que se me de bien, nunca lo he hecho —contestó.
—JaHan tampoco lo había hecho antes y no lo está haciendo
mal —le dijo el otro.
Arthur tuvo que concederle que en aquello tenía la razón.
Desde esa mañana, habían estado ambos practicando con la espada porque JaHan
había hecho un comentario, a priori inocente, que había desatado la pasión por
la enseñanza en MuJin de todos sus conocimientos en esgrima y el manejo de la
espada. El chico simplemente había comentado cómo lo que MuJin era capaz de
hacer era algo increíble mientras éste entrenaba y el aludido había decidido
que JaHan tenía que aprender a luchar porque él no iba a estar siempre
pendiente de Arthur y quién mejor para protegerlo que su más fiel y leal
sirviente, alguien del que no se esperarían que tuviera dichas habilidades.
JaHan había tratado de negarse durante un buen rato, pero MuJin había insistido
tanto que, al final, había acabado accediendo a que le enseñara y Arthur
suponía que ahora que JaHan estaba sin aliento y con dolor en todos los
músculos de su cuerpo, le tocaba a él. El chico había aguantado bastante bien,
era fuerte y tenía mucha resistencia, sus reflejos eran buenos —eso era lo que
le había estado diciendo MuJin mientras le enseñaba— pero no había podido
mantenerse al mismo ritmo que el otro, que entrenaba todos los días con la
espada y, además, hacía muchísimo ejercicio. Arthur lo había visto correr
alrededor del castillo algunos días, dándole varias vueltas sin cansarse, por
lo que, no creía que hubiera nadie que pudiera aguantar tanto como él
entrenando y, además, imaginaba que, en una pelea de verdad, en plena batalla,
alguien tan ágil y ducho como él, debía de ser de temer. Tenerlo como mentor seguro
que era una gran ventaja por si alguien quería hacerle daño, algo que Arthur no
dudaba que pasaría en cualquier momento si todo lo que habían descubierto era
cierto y él era el heredero al trono del Reino de la Lluvia. Si alguien se
enteraba de aquello y quería matarlo para hacerse con el poder, él no podría
defenderse y MuJin no podía protegerlo en todo momento porque había ocasiones
en las que tenía que cumplir también con sus obligaciones como guerrero del
reino y tenía guardias en el castillo. No obstante, Arthur no era nada
atlético. Estaba seguro de que no tendría talento alguno en el manejo de la
espada y que se cansaría al instante.
—No creo que yo pueda estar al nivel de JaHan —replicó
finalmente.
—Nadie nace sabiendo hacerlo todo —contestó MuJin—. Y no
te preocupes, no seré muy duro contigo porque no quiero que Dann pida mi
cabeza.
MuJin señaló tras él y Arthur se giró, siguiendo su dedo,
encontrándose con que Dann estaba allí, dando un paseo con Ivan por el patio,
hablando distendidamente, pero con su vista fija en su posición, vigilante. Sus
ojos se encontraron, de hecho, y Dann lo saludó con un leve asentimiento de
cabeza que Arthur correspondió. No se había percatado de que éste estaba por
allí, observándolos.
—¿Qué me dices? ¿Lo intentamos? —le preguntó entonces MuJin.
Arthur quiso negarse porque sabía que no se le iba a dar
bien, pero en el fondo sabía que solo iba a perder el tiempo intentando que
MuJin desistiera, así que, al final no tuvo más opción que asentir. Quizás si
el otro veía que se le daba fatal, desistiría de intentar enseñarle y solo se
dedicaría a ayudar a JaHan con el entrenamiento que a partir de aquel momento
había decidido que debía recibir porque tenía potencial, según el mismo MuJin.
Una sonrisa apareció en el rostro del noble y Arthur acabó levantándose de la
caja de madera vacía sobre la cual había estado sentado hasta el momento, solo
dedicándose a observar la escena ante él, sin querer molestar ni inmiscuirse
por si MuJin le comenzaba a dar lecciones a él también. No le había salido bien
la jugada. Estaba claro que como estratega tampoco tenía mucha madera.
—Bien, primero tienes que conseguir una postura decente
—comenzó MuJin cuando Arthur llegó hasta él, colocando una mano en la parte
baja de su espalda para que ésta estuviera completamente recta, empujando
después un poco sus hombros hacia atrás—. Tienes una postura horrible, ¿no te
ha enseñado nadie que debes caminar erguido?
—La vieja Jill me lo decía a todas horas de pequeño
—respondió—. Me lo sigue diciendo ahora de vez en cuando también.
—Veo entonces que eres un caso perdido con la postura.
El chico chasqueó la lengua, disgustado, pero Arthur
trató de mantener aquella postura mientras le explicaba lo mismo que le había
estado explicando a JaHan durante la mañana. La forma en la que debía de
agarrar el mango de la espada, la forma adecuada de sacarla y guardarla de su
funda para que ésta no se dañara y para que no se cortase con su filo y simples
directrices básicas sobre cómo moverse y cómo mover la espada.
—A veces, luchar es como bailar —comentó MuJin mientras
le enseñaba algunos pasos—. Solo que tienes que usar los movimientos de tu
adversario en su contra, en lugar de seguirlos, tú sí sabes bailar, ¿verdad?
—Arthur negó con la cabeza, haciendo que MuJin dejara escapar un suspiro
profundo—. Bueno… no soy de los que se rinden ante un desafío.
Arthur no pudo evitar reír ante aquello, pero trató de
ponerse serio enseguida para que MuJin no se sintiera ofendido por ello.
Intentaría hacerlo todo lo mejor que pudiera y, si no tenía talento alguno,
imaginaba que, al final, el chico se cansaría de tratar de enseñarle cómo se
manejaba la espada, pero por el momento, lo daría todo de sí mismo para no
decepcionarlo y, sobre todo, para tratar algo nuevo que nunca antes había
podido aprender y que podría ayudarlo en la nueva vida que tenía por delante,
porque un rey que no sabía luchar, no era merecedor de su trono.
~
Después del intensivo entrenamiento al que MuJin lo había
sometido, a Arthur se le despertó el interés por las espadas unos días después.
Sabía que había leído en alguna parte algo sobre una espada mágica que
pertenecía a la familia real del Reino de la Lluvia, una espada tan legendaria
como los mismos inicios de aquella familia, que se había perdido demasiadas
generaciones atrás como para que nadie la recordara. Sentado sobre la cama, con
varios de los libros que se habían salvado del fuego, no paraba de pasar
páginas, tratando de dar con aquellos pasajes en los que mencionaban cosas
sobre la espada. Quería probar primero de aquella forma, aunque era más
probable que encontrara otros libros que lo pudieran ayudar en la pequeña
biblioteca que tenía el castillo o en la sala en la que se encontraban los
documentos más importantes, porque aquellos libros habían sido los que lo
habían ayudado y guiado durante toda su vida y sabía que en ellos también había
algo de información, la suficiente como para tener un acercamiento a la espada;
además, ni MuJin ni JaHan estaban con él en esos momentos, por lo que no podía
estar merodeando por el castillo.
—Excalibur —murmuró en cuanto encontró el pasaje de uno
de los libros—. Así era como se llamaba.
El chico continuó leyendo lo que aquel libro decía sobre
la espada porque había un par de párrafos sobre ésta. Era una espada fabricada
con magia, casi tan antigua como el mismo reino, creada por y para la familia
real, solo reconociendo a los miembros de ésta, a los herederos legítimos del
trono, como sus dueños. La espada se había perdido mucho tiempo atrás y nadie
sabía cuál podía ser su paradero, solo había alguna descripción de cómo era, su
hoja de acero con unas inscripciones que solo podían leerse cuando la magia
manaba de ésta, una empuñadura de madera recubierta de cuero, con algo de oro y
engarzada en piedras preciosas. Una espada hecha solo para la realeza, una
espada pesada y a la vez ligera, una espada con un filo tan mortal que nadie
que hubiera sido herido con ella había sobrevivido. Arthur se quedó maravillado
con lo que acababa de leer y cerró aquel libro, buscando en otro de los que
había cogido más cosas sobre la espada, más datos que lo pudieran ayudar a
imaginarse mejor cómo era ésta, encontrando descripciones similares de
Excalibur y también alguna que otra explicación más sobre su origen o sobre los
reyes que la habían portado hasta que ésta había desaparecido de la faz de la
tierra. Todos los libros decían que su poder reconocía la magia que corría por
las venas de la familia real del Reino de la Lluvia y que solo éstos podían
empuñarla y ningún ser humano más podía hacerlo.
Arthur tuvo entonces una idea… una idea extraña y casi
estúpida porque Excalibur llevaba perdida siglos, pero si, por alguna razón,
pudiera dar con aquella espada, sería la prueba que necesitarían para saber de
verdad si él era o no el verdadero heredero al trono del Reino de la Lluvia. Si
lo era, cargaría con el peso que le traería ser reconocido por la espada, si no
lo era, podrían usarla para encontrar al verdadero heredero.
Tan metido estaba en sus propios pensamientos que Arthur
no se dio cuenta de que la puerta de la habitación se abría, hasta que no
apareció Dann ante él y le habló, provocando que el chico se sobresaltara.
—No sabía que estabas aquí —fue lo que le dijo.
—MuJin tenía esta noche guardia y JaHan tenía que ayudar
en la cocina.
Arthur respondió aquello después de unos momentos que usó
para recomponerse del susto, esperando que con aquella explicación fuera
suficiente para Dann. El guerrero había indicado que tenía que estar siempre en
compañía de alguien de confianza, al principio porque no se fiaba de él y
después de descubrir que debía de ser el heredero al trono del Reino de la
Lluvia paraque estuviera protegido en todo momento. Arthur le agradecía los esfuerzos
que estaba haciendo con todo, la ayuda que estaba brindando a todo el mundo y
la forma en la que se estaba encargando de absolutamente todo y por eso había
decidido que realmente no le importaba estar vigilado porque eran JanHan y
MuJin quienes se encargaban de ello y eran dos personas con las que se llevaba
bien y con quienes estaba formando un vínculo increíble a pesar de que el mundo
pudiera verlo extraño porque Arthur nunca había tenido conciencia sobre los
estamentos sociales y tampoco le importaban demasiado.
—La lectura es una actividad mucho más distendida que el
entrenamiento con espadas, pero no sabía que se podían leer cinco libros a la
vez —comentó Dann, dando la vuelta a la cama y sentándose sobre el colchón, una
sonrisa divertida apareciendo en sus labios.
Arthur apretó sus labios formando un puchero porque
estaba claro que Dann había decidido tomarle el pelo ese día, pero después le
entregó uno de los libros que tenía abiertos, señalándole el pasaje en el que
hablaba de Excalibur.
—Después de haber estado entrenando con MuJin he
recordado que había leído algo sobre una espada mágica que le había pertenecido
a la familia real y que solo podía ser usada por aquellos que eran los
herederos legítimos del trono del Reino de la Lluvia, así que, he estado
buscando entre los libros que se salvaron del incendio lo que podía encontrar de
ella —le explicó—. Seguro que hay más material en la biblioteca, pero no quería
bajar sin que nadie me acompañara.
Dann asintió a sus palabras, pero no levantó la vista del
libro que tenía entre sus manos hasta que acabó de leer lo que Arthur le había
señalado.
—Había leído antes sobre esto de pasada —comentó—, pero
no sé si es solo una espada legendaria o si existe de verdad —Dann le entregó
de nuevo el libro—. Podemos preguntarle a Ivan de todas formas para ver si él
sabe algo sobre esto.
—No lo había pensado —murmuró Arthur—. Es cierto que Ivan
debe de saber si existe o si es simplemente una leyenda más.
Arthur comenzó entonces a recoger todos los libros de la
cama, porque ya había encontrado en ellos todo lo que había escrito sobre
Excalibur, cerrándolos y dejándolos después sobre el baúl a los pies de la
cama, simplemente estirándose sobre el colchón para no levantarse, a la mañana
siguiente los volvería a dejar en el lugar del cual los había cogido antes.
—¿Cómo ha ido el entrenamiento? —le preguntó entonces
Dann—. Solo he podido estar presente unos momentos.
Arthur se sorprendió porque no se había esperado que le
preguntara por aquello, aunque había estado presente al inicio del
entrenamiento, era normal que le preguntara por ello porque seguro que había
despertado su interés verlo haciendo algo que no se esperaba que hiciera, si
Arthur se hubiera observado a sí mismo hacer aquello, seguro que también habría
preguntado. No obstante, aunque la pregunta tenía sentido, Arthur no sabía cómo
podía contestarle a ella sin quedar como un idiota. Había tratado de hacer lo
que MuJin le enseñaba, de la forma en la que éste le mostraba, pero, tal y como
había previsto, no era especialmente bueno en ello. JaHan, por el contrario,
había sido bastante aplicado y le había ido muy bien con el primer día de
entrenamiento; no obstante, Arthur no se iba a rendir tan pronto, seguiría
tratándolo hasta que MuJin se cansara de intentar enseñarle.
—Creo que… mmmmm… me queda mucho que aprender… —acabó
diciendo, provocando que una sonrisa apareciera en el rostro de Dann—. Nunca
antes había cogido una espada y según MuJin tengo una postura horrible, así
que, primero estamos tratando de corregir eso y avanzar poco a poco desde ahí
—no pudo evitar suspirar profundamente, siendo sincero al final con el otro—.
No creo que acabe siendo un gran guerrero, pero al menos espero poder
defenderme si en algún momento tuviera que hacerlo —Dann no le respondió nada,
solo se le quedó mirando fijamente y Arthur sintió cómo el color le subía a la
cara, así que, carraspeó y le preguntó—: ¿sucede algo?
—No, no —respondió Dann, pareciendo salir de un pequeño
trance—. Solo estaba pensando en que habías sido adorable en lo poco que he
podido ver de tu entrenamiento —Arthur abrió los ojos como platos al escuchar
aquello y por el calor que sentía en sus mejillas y en sus orejas, sabía que se
había tenido que poner completamente rojo—. Aunque ahora mismo también estás
bastante adorable.
Dann señaló su rostro completamente rojo y Arthur no pudo
evitar llevarse las manos a éste para ocultarlo. Su corazón estaba latiendo
demasiado rápido dentro de su pecho y sabía perfectamente que se debía a la
forma en la que Dann estaba hablando con él en aquellos momentos, en lo que le
estaba diciendo y que sus reacciones estaban delatando que estaba sintiendo
algo, algo que quizás no debería de sentir, pero no podía controlarlo. Dann
siempre había sido amable con él, siempre había estado protegiéndolo y cuidando
de él desde el momento en el que se habían encontrado y se sentía cómodo con
él, casi de la misma forma que se sentía cómodo con JaHan, pero había algo más,
había algo mucho más hondo, mucho más intenso, mucho más especial, había algo
dentro de él que lo hacía ponerse nervioso cada vez que Dann estaba sin ropa
ante él, algo que en aquellos momentos también estaba saliendo a la luz porque
éste lo había llamado “adorable”. Arthur se sentía seguro junto a él, pero en
esos momentos sentía que esa seguridad se había convertido en nerviosismo por
la forma en la que Dann se estaba comportando con él aquella noche, siendo más
amable y risueño de lo habitual y, sobre todo, haciéndole aquel tipo de
cumplidos.
—Por lo que veo no te han hecho muchos cumplidos —comentó
Dann, haciendo que Arthur se quitara las manos de la cara un poco para
observarlo, con curiosidad por lo que iba a decir después—. No sé cómo vas a
poder lidiar con las adulaciones de la gente cuando subas al trono y todo el
mundo caiga rendido a tus pies.
—Aún no sabemos si soy el heredero legítimo del trono —no
pudo evitar contestar porque sentía que, en el fondo, sus poderes proféticos no
tenían nada que ver con que él fuera parte de aquella familia de tan importante
linaje—. Tampoco sé si seré un buen rey o no porque no sé cómo gobernar, no sé
cómo hacer prácticamente nada en realidad, ahora mismo me siento de nuevo
cuando era un niño y estaba descubriendo el mundo a mi alrededor —Arthur no
pudo evitar dejar escapar un suspiro profundo—. Me gustaría proteger a la gente
del reino como he estado haciendo hasta ahora, pero no sé cómo hacerlo…
Arthur se había metido en sus propios pensamientos sobre
aquello y no se percató de que Dann se había quedado mirándolo con una
expresión extraña en su rostro. El chico no se dio cuenta tampoco de que éste
se había inclinado hacia él, acortando la distancia que se interponía entre
ambos hasta que Dann no rozó con su mano su mejilla y sus labios se posaron
sobre los suyos durante solo unos segundos. Arthur se quedó completamente
paralizando, sintiendo la suavidad y calidez de los labios del otro contra los
suyos, con su corazón latiendo desenfrenadamente dentro de su pecho y su mente completamente
en blanco. Solo fueron unos segundos, un roce breve que tan pronto como había
llegado se fue y Arthur se había quedado tan paralizado que no pudo hacer nada
cuando Dann murmuró un leve “lo siento” antes de levantarse de la cama y salir
de la habitación como alma que llevaba el diablo, dejándolo completamente solo
después de lo que acababa de suceder. Arthur tardó bastante en poder reaccionar
de nuevo, pero cuando lo hizo lo único que pudo hacer fue llevarse sus manos a
sus labios, rozándolos con la yema de sus dedos, sintiendo todavía el contacto
de la boca de Dann contra la suya, deseando que aquel sentimiento, que aquel
contacto, siguiera siendo real y no un recuerdo de lo que acababa de suceder.
🗡️ 👑
Dann bajó las escaleras del castillo prácticamente
corriendo para alejarse lo más rápido posible de la habitación y de Arthur
antes de seguir haciendo cosas de las que se arrepentirían ambos, cosas que no
podían hacer. No sabía por qué lo había hecho. No sabía por qué lo había
besado, porque lo había hecho, lo había besado, pero no sabía por qué,
simplemente había sentido el impulso de hacerlo porque en ese instante Arthur
le había parecido el ser más adorable y precioso de todo el mundo y no había
podido contenerlo, solo se había acercado a él para besarlo. No había sido más
que un breve roce de sus labios, pero había provocado demasiadas cosas en su
cuerpo, había hecho que todo su ser le gritase que quería más y más de él… de
la misma forma que había hecho que Dann sintiera un profundo y terrible miedo
esparciéndose por todo su ser como si se tratase de un veneno. Se había alejado
rápidamente de Arthur para no hacerle daño a él y para no hacerse daño a sí
mismo —aún más daño, porque con aquel beso ya había provocado un daño
irreparable en ambos—. Se arrepentía muchísimo de haber hecho aquello a pesar
de que todavía pudiera notar la boca del chico contra la suya y a pesar de que
lo único que quisiera su cuerpo fuera seguir besándolo una y otra vez. Se
arrepentía porque aquello no debía de haber pasado en primer lugar. Se
arrepentía porque, a partir de aquel momento, todo cambiaría entre Arthur y él
y eso no era lo que Dann había querido. Tan metido en sus propios pensamientos
estaba que ni siquiera se dio cuenta de que se cruzó con algunos sirvientes en
su camino que lo miraron con preocupación y tan absorto en sí mismo se
encontraba, que pasó por el lado de MuJin sin percatarse siquiera de su
presencia, no habría advertido que se había encontrado con él de no ser porque
el chico lo llamó y lo detuvo.
—Dann, señor —escuchar su nombre fue lo único que lo hizo
detenerse y girarse, buscando el origen de aquella voz conocida que lo había
llamado, dándose cuenta de que acababa de cruzarse con MuJin por aquel
pasillo—. ¿Ha sucedido algo? —preguntó éste, acercándose a él—. Va como alma
que lleva el diablo.
Dann se mordió el labio inferior un segundo y después
respiró hondo, tratando de calmarse, aunque su interior estaba demasiado
revuelto y sabía perfectamente que era imposible para él calmarse enteramente,
tenía que intentarlo porque él era el líder de aquel reino en esos momentos, el
líder militar y el líder de toda aquella gente del pueblo del Reino de la
Lluvia, no podía mostrarse débil ante nadie, ni ante los suyos ni ante el
enemigo, no debía de enseñar su cara más vulnerable y tenía que capear
absolutamente todos los problemas de forma firme, incluso aquellos que lo
estaban perturbando en cuerpo y alma como lo que acababa de suceder con Arthur.
Después de inspirar hondo, le dedicó una pequeña sonrisa a MuJin y negó con su
cabeza, tratando de mostrarle al chico que se encontraba bien y que no había
pasado nada.
—Todo está bien —le respondió también—. Solo buscaba un
poco de aire fresco.
—Si quiere acompañarme en mi guardia —comentó MuJin—.
Ahora mismo voy hacia mi ronda en la muralla, ahí da bastante aire fresco.
MuJin le dedicó una sonrisa cómplice y Dann supo
perfectamente que, aunque el chico no iba a volver a nombrar lo que había visto
al cruzarse con él, ni a preguntar qué era lo había sucedido para tenerlo completamente
perturbado, entendía que lo que en esos momentos más necesitaba era distraerse
y por eso le había propuesto aquello. Dann hacía bastante tiempo que no hacía
guardias ni rondas, pero sabía que eran muy solitarias, la silenciosa noche
como única compañía a no ser que se pasaran con alguien, en ese caso, al abrigo
de la noche, el mundo se reducía tan solo a las personas que se encontraban en
la guardia y todo lo demás dejaba de importar. MuJin debía de sentirse solo en
aquellas guardias solitarias cuando se pasaba los días en compañía de Arthur y
de JaHan, mucho más cuando era un chico hablador y carismático al que le
gustaba estar rodeado de personas y Dann, en aquellos momentos, lo que más
necesitaba era distraerse, pensar en otras cosas o, directamente no pensar,
para sí alejar su mente de lo que había sucedido con Arthur, del beso que le
había dado en la habitación y de lo que esto podía acarrear, todas las
consecuencias para ambos que aquello les podría traer. Por ese motivo, Dann
asintió a la propuesta de MuJin.
—Me vendría bien ese aire fresco.
—Perfecto —le respondió el chico, dedicándole una sonrisa
amplia.
MuJin echó a andar después de aquello por el pasillo y
Dann lo siguió, caminando a su lado, en silencio, pero pendiente de todo lo que
el chico le comentaba sobre lo que había estado haciendo aquel día junto a
Arthur y JaHan. Dann había escuchado aquella misma historia antes de la boca de
Arthur, pero no le importó nada volver a escucharla, desde el punto de vista de
MuJin esta vez, para distraerse y no pensar en nada más que en lo que éste le
contaba mientras recorrían los pasillos del castillo y salían al exterior,
subiendo a las murallas y recorriéndolas a paso lento, deteniéndose de vez en
cuando para otear el horizonte, en busca de cualquier cambio en la noche,
cualquier movimiento, cualquier cosa extraña que no debiera estar allí. La
noche era fresca a pesar de que la primavera ya había entrado en el Reino de la
Lluvia y los días, cuando no llovía, podían ser un poco más calurosos, pero
Dann estaba acostumbrado a otros climas un poco más fríos, por lo que la noche
en el lugar, a pesar de que no llevaba mucha ropa, no le resultaba
especialmente fría, a MuJin, en cambio, sí parecía resultarle fría porque, de
vez en cuando, tiritaba. No obstante, la guardia del chico no duraba toda la
noche, por lo que, en cuanto fueron relevados, caminaron ambos de vuelta al
castillo, donde las chimeneas, los tapices que cubrían las paredes y las
alfombras que cubrían los suelos desnudos de piedra, hacían que la temperatura
allí dentro fuera agradable. Una vez allí dentro, MuJin se despediría de él y
Dann volvería a vagar por los pasillos del castillo como un alma en pena,
incapaz de volver a su habitación junto a Arthur, incapaz de dejar de darle
vueltas al beso… pero Dann no quería pensar en ello, solo quería olvidarlo,
hacer como si nunca hubiera existido en realidad, como un cobarde.
—Iba a despedirme para dormir algunas horas antes de
volver con Arthur —dijo MuJin, deteniéndose ante Dann, sacándolo de nuevo de
sus pensamientos—, pero creo que esta noche es mejor que me quede haciéndole un
poco de compañía. ¿Vamos a las cocinas? —le preguntó—. Ya que ha acabado mi
guardia me apetece beber cerveza para entrar un poco en calor.
Dann se sintió realmente agradecido con MuJin por aquello
porque el chico no le estaba haciendo ninguna pregunta sobre lo que le pudiera
haber pasado o no, pero estaba tratando de mantenerlo ocupado y con la cabeza
en otra parte para no pensar.
—Es un buen plan —respondió.
Ambos echaron a andar de nuevo, esta vez en dirección a
las cocinas, bajando por las estrechas escaleras hasta el lugar bajo el
castillo, notando el calor de la chimenea encendida nada más entrar a ella. Los
barriles de vino y de cerveza se encontraban en la bodega que estaba un poco
más allá, pero en el lugar había siempre un par de barriles listos para se
abiertos y consumir el alcohol, por lo que, Dann se dirigió directamente hacia
uno de ellos con un par de jarras de madera para servirles a ambos. Cuando se
giró hacia MuJin el chico ya se había dejado caer sobre una de las sillas
alrededor de la enorme mesa que se encontraba en el centro del lugar, donde los
sirvientes se solían reunir a comer, así que, dejó una de las jarras ante él y
después se sentó justo en frente, dándole un sorbo inmediatamente y sintiendo
el sabor amargo de la cebada fermentada bajar por su garganta. Al primer trago
le siguió un segundo y un tercero y pronto su jarra se quedó completamente
vacía, provocando que Dann suspirara profundamente.
—Sé que quizás no debería preguntar —murmuró MuJin en ese
momento—, y que quizás realmente no sea de mi incumbencia, así que no voy a
preguntar qué le ha sucedido, pero si sacar todo lo que le preocupa de dentro
ayuda para traer paz a su mente, estoy aquí para escuchar.
MuJin había tardado varias horas en tratar de preguntar o
de averiguar qué era lo que había pasado, qué era lo que le preocupaba, pero al
final lo había hecho y Dann solo suspiró de nuevo y se levantó para llenarse la
jarra de cerveza de nuevo y así hacer un poco de tiempo para pensar qué era lo
que podía contestarle. No sabía qué hacer. No lo sabia porque contarle lo que
había pasado no era la mejor opción, pero tampoco podía inventar ninguna
mentira, estaba seguro que los profundos ojos oscuros de MuJin verían a través
de él y, al final, le acabarían sonsacando la verdad. No podía mostrarse débil
ante nadie, ni siquiera lo había hecho ante Jack, que era la única persona que
se había ganado su total confianza y, sobre todo, no podía poner a Arthur ni a
él en una situación más comprometedora de lo que ya lo estaban. No obstante,
Dann sabía que la pesada carga que tenía sobre sus hombros después de lo que
había pasado se volvería un poco menos pesada si lo sacaba todo de dentro… solo
tenía que encontrar una forma en la que poder contarla y que ninguno de sus
nombres fuera mencionado, además de emborrachar a MuJin lo suficiente para que
el chico no pudiera recordar exactamente qué era lo que habían hablado en aquella
noche. Esa era realmente la única opción que Dann tenía si quería hablar y su
mente le gritaba una y otra vez que tenía que hablar, que tenía que pedir
consejo, aunque el consejo que MuJin pudiera darle no le sirviera para mucho,
al menos desahogarse le vendría bien, porque no podía pasarse toda la vida
huyendo de Arthur y, sobre todo, huyendo de lo que había sucedido entre ellos.
Dann nunca había sido un cobarde que había huido por muy fea que la situación
se le presentase, siempre había luchado hasta su último aliento y con aquello
debía de hacer lo mismo, debía de enfrentarse al problema que había surgido.
—¿Eres un hombre de fe, MuJin? —le preguntó al volver a
la mesa, después de encontrar una manera de enfocar el asunto que le favoreciera
un poco.
—Como todos, supongo —le respondió el chico—. Voy a la
iglesia en las fechas más importantes y rezo de vez en cuando. ¿Por qué?
—Yo soy un hombre de fe —contestó y, viendo que la jarra
del chico estaba vacía, la tomó y fue a llenarla también, no dejando de
hablar—. Vine al Reino de la Lluvia porque sentía que una fuerza mayor me
guiaba hasta aquí y hacía que mi camino fuera fácil, sin enfrentamiento, sin
muerte —con la jarra llena volvió a la mesa y la dejó frente a MuJin,
sentándose de nuevo—. Dios siempre ha sido una parte bastante importante de mi
vida y las sagradas escrituras han sido objeto de mi lectura cuando me sentía
perdido en este basto mundo.
—¿Está perdiendo su fe después de conquistar el Reino de
la Lluvia? —preguntó MuJin, mirándolo con seriedad y dándole un trago a su
cerveza.
—No —respondió él—, pero las costumbres de este lugar son
muy diferentes a aquellas con las que yo me he criado y, aunque las escrituras
sean las mismas para todos nosotros, en cada Reino hay algunas costumbres que
no cejan de existir o algunas prácticas que son consideradas normales que en
otros reinos son castigadas con pena de muerte —MuJin asintió—. Las relaciones
entre dos hombres, por ejemplo, los besos.
Dann se detuvo allí, esperando la reacción de MuJin, pero
éste no dijo nada en un primer momento, simplemente dándole un par de tragos
más a su jarra, pensativo. Él había expresado el problema de una forma bastante
diferente y creía que había hecho un buen trabajo para ejemplificar lo sucedido
sin contarlo, sin dar nombres, sin hablar de la situación, sin decirle que su
problema era que había besado a Arthur y que no solo lo había besado, también
le había gustado. Dann había retorcido el problema convirtiéndolo en un choque
de culturas, utilizando a su favor que él no era de aquellas tierras y quería
saber y buscar soluciones a situaciones o problemas que pudieran acontecerle
porque las sagradas escrituras eran claras en cuanto al sexo, a la atracción
entre iguales, a los pecados. Los pecadores acabarían en el Infierno sin
alcanzar la Gloria del Cielo tras su muerte, por mucho que se arrepintieran de
sus pecados había algunos que no podían ser perdonados y aquellos que tenían
que ver con la carne, con el deseo, con la lujuria, con la lascivia, eran los
más terribles de los pecados. No obstante, Dann, a pesar de ser un hombre de
fe, a pesar de saber que lo que había hecho con Arthur era uno de esos pecados,
realmente no estaba demasiado preocupado por ello, lo que le preocupaba era
cómo enfrentarse a lo que había sentido en su interior cuando lo había besado y
enfrentarse a Arthur, probablemente a su furia, por haber hecho aquello. Nunca
había querido deshonrarlo, nunca había querido hacer su voluntad sobre su cuerpo
de la misma forma que había pretendido hacerlo el anterior rey, antes de que
Dann lo matara.
—El amor no es un pecado —contestó MuJin tras unos
momentos, sacándolo de sus pensamientos—. Y creo que Arthur siente lo mismo.
Dann abrió los ojos como platos sin poder creerse qué era
lo que acababa de escuchar. ¿Cómo había podido llegar a aquella conclusión
cuando en ningún momento él había nombrado a Arthur ni había hablado de una
situación que directamente le afectara a él?
—¿Perdona? —no pudo evitar decir.
—Sé que puede ser confuso, el amor, quiero decir
—respondió MuJin—, pero al fin y al cabo es amor y no debería pensar demasiado
porque estoy bastante seguro de que Arthur también siente algo.
—No… esto no… —Dann intentó justificarse, intentó negar que
aquello fuera lo que pasaba, negar lo evidente, pero su tartamudeo no lo ayudó
en nada y al final claudicó porque no tenía sentido negarlo cuando MuJin sabía
perfectamente que se estaba refiriendo a ambos—. No podemos —terminó diciendo.
—No quiero sonar muy repetitivo, pero es lo que realmente
pienso —dijo el chico, dedicándole una sonrisa amable—. El amor no se puede
detener por mucho que uno lo intente y, a pesar de que seáis dos hombres, el
amor también puede darse perfectamente y los besos entre aquellos que se aman
son totalmente normales.
—Las sagradas escrituras… —comenzó Dann, tratando de
justificar el por qué algo como aquello era imposible, pero MuJin lo cortó.
—Las sagradas escrituras están anticuadas, ha pasado
cerca de un milenio desde que fueron escritas —fue lo que le dijo—. Soy un
hombre y las respeto, pero también sé que hay cosas contra las que no se puede
luchar porque son completamente normales —su mirada mientras decía aquello fue
clara, fue profunda y Dann pudo ver en ella cómo él no lo juzgaba, cómo era
sincero y cómo lo que le decía era lo que pensaba—. El amor es confuso y
entiendo que necesitase aclararse un poco las ideas esta noche, pero mi consejo
es que lo deje estar, que deje que fluya, que no huya del amor porque al final no
solo va a sufrir usted, señor Dann, Arthur también sufrirá.
Dann abrió su boca para replicarle, pero al final suspiró
profundamente y se llevó la jarra a sus labios, vaciándola de nuevo en un par
de tragos. Aquella vez, fue MuJin quien se levantó de su sitio para llenar de
nuevo las jarras con cerveza mientras Dann no paraba de darle vueltas a la
cabeza a lo que éste le había dicho porque una parte de él quería creerlo,
quería confiar en él, quería pensar que Arthur sentía algo por él, algo como lo
que él había sentido cuando se había acercado para besarlo. Esa parte se
asustaba ante la simple mención del amor porque no creía que aquello fuera lo
que sentía por el chico, el amor era un sentimiento demasiado intenso,
demasiado fuerte, eso no era lo que podía estar sintiendo por el chico; no
obstante, esa parte quería creer, creer que estaba bien, que podía volver a
besar a Arthur muchas más veces porque era lo correcto. Pero también había otra
parte dentro de él que sabía perfectamente que algo como aquello era inviable,
inviable porque Arthur debía de ser el heredero al trono del Reino de la Lluvia
y no podía permitirse estar con otro hombre de aquella forma.
—¿Sigue siendo correcto incluso cuando Arthur es el
heredero al trono?
De sus labios se escapó en voz alta aquel último
pensamiento antes de que pudiera detenerlo y cuando se dio cuenta de lo que
había dicho, se giró rápidamente hacia MuJin, asustado. El chico se encontraba
tras él, había escuchado perfectamente lo que acababa de decir, pero no parecía
asombrado ni confuso, solo se acercó a la mesa para dejar las jarras de cerveza
otra vez llenas sobre ésta y después se acercó a su cuerpo, cogiéndolo por la
solapa de su camisa e inclinándose sobre él para atrapar sus labios con los
suyos durante unos momentos antes de separarse de él como si no hubiera
ocurrido nada, sentándose de nuevo en el mismo sitio en el que había estado
toda la noche, dejando a Dann sumamente confuso por lo que acababa de pasar.
—Esta noche simplemente disfrutemos de la cerveza —le
dijo el chico, dándole un trago a su jarra—. Mis labios están sellados y no
diré ni una sola palabra de lo que hemos hablado aquí.
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