Día 10: Tu ship placenteramente culpable
Champagne and Strawberries
JunMyeon observó todos y cada uno de los movimientos
gráciles de su chica mientras se sentaba sobre la gran cama de sábanas blancas
del hotel y luego acomodaba su cuerpo en ella hasta quedar en una posición
cómoda. Wendy le dedicó una sonrisa pícara y él se derritió lentamente por
aquella sonrisa.
—Ven a la cama —le dijo, con una voz dulce que lo
invitaba sutilmente a hacer todo lo que ella le ordenaba—. Juguemos.
—Tenemos una semana por delante para jugar —contestó
JunMyeon, tragando saliva por la proposición—. Es nuestra Luna de Miel, hagamos
algo diferente.
El chico le dio la espalda a su recientemente esposa y
sacó del cubo con hielos la botella de champán que había pedido al servicio
antes de que llegaran al hotel. Cogió el abre-corchos y se dispuso a sacar
aquel tapón del demonio sin que este rompiera nada al salir volando.
—Cuidado, cariño —murmuró Wendy desde la cama.
—Lo sé.
JunMyeon hizo un poco de fuerza y el tapón voló por la
habitación hasta caer en algún lugar que no pudo ver. Se encogió de hombros y
luego cogió las dos copas de cristal que había sobre la mesa para llevarlas
junto con la botella a la cama donde se encontraba Wendy. Se sentó sobre la
cama con cuidado y luego miró a su esposa con deseo al darle su copa.
—¿Una copita? —preguntó y ella asintió, sujetando la copa
que le acababa de entregar para que vertiera aquel líquido dorado y
burbujeante. Luego, se llenó su propia copa y dejó la botella sobre la mesita
de noche de madera—. Brindemos —propuso.
—Por nuestro matrimonio —dijo Wendy con una amplia
sonrisa, antes de hacer chocar las dos copas y beber. JunMyeon observó como si
fuera un lobo hambriento la delgada línea de champán que goteó de sus labios y
cayó por su barbilla—. ¿Fresas? —preguntó su esposa, sacándolo de su ensimismamiento,
descubriendo que ella ya había dejado su copa y ahora se encontraba con un
cuenco de aquella fruta en su mano izquierda y una fresa en la derecha.
—Fresas —dijo él, abriendo su boca para que ella lo
alimentara.
Aquella debía ser la Luna de Miel más increíble de todas
porque había comenzado de maravilla.
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