Día 2: Un ship de XiuMin
Once Upon a Time
Érase
una vez… un príncipe que se había embarcado en un largo y peligroso viaje
después de oír los rumores que circulaban por los caminos del reino de su
padre. Al apuesto joven no le había importado dejar su tierra atrás por ir en
la búsqueda de aquel misterioso castillo encantado en el que dormía hechizada
una hermosa princesa que solo despertaría con un beso de amor, porque antes
incluso de verla, el príncipe MinSeok sabía que estaba hecha para él y que la
amaría locamente.
Por eso, MinSeok había montado en su
blanco corcel y había cabalgado días y noches enteros, saliendo de los dominios
de su padre y recabando toda la información que necesitaba para encontrar aquel
lugar de cuento de hadas, hasta que muchos meses más tarde, llegó a su destino.
Tuvo que dejar su caballo atado a
uno de los árboles del bosque para poder avanzar a través de los árboles que se
apiñaban los unos contra otros; después, tuvo que atravesar una enredadera de
espinos en la que su ropa y su carne fueron rasgados porque su espada no era
suficiente para acabar con todas aquellas espinas y, por último, tuvo que
trepar las altas murallas por las que estaba protegido el castillo, ayudado por
las plantas que habían crecido en ellas, producto del abandono del lugar.
El príncipe MinSeok deambuló por el
enorme castillo, buscando el lugar en el que descansaba la hermosa princesa y
cuando la halló, sintió que la palabra hermosa no le hacía justicia a su
belleza etérea. Casi sin ser consciente de ello, sus piernas se movieron hacia
la cama en la que dormía su princesa y se inclinó sobre ella para depositar un
suave beso en sus pequeños labios rosas. Después, se fue retirando poco a poco
para poder apreciar sus finos rasgos y para esperar a que su beso rompiera el
hechizo. Solo tuvieron que pasar unos segundos para que los párpados de la
bella princesa comenzaran a abrirse con lentitud y sus pestañas aletearan como
las alas de las mariposas, mirando a su alrededor, bastante confundida.
—¿Quién sois vos? —cuestionó al verlo.
—Soy el príncipe MinSeok, aquel que os ha liberado de
vuestro sueño eterno —respondió. La princesa tardó aún unos segundos en
terminar de procesar lo que le estaba diciendo, pero cuando lo hizo, esbozó una
sonrisa preciosa.
—Mi nombre es Irene, soy la princesa de este reino, y os
estoy enormemente agradecida, tanto, que haría lo que fuera por vos.
—¿Os casaríais conmigo, princesa Irene? —le propuso y
ella asintió.
—Sería un gran honor
para mí casarme con vos.
Y el príncipe y la princesa se casaron… y fueron felices
para siempre.
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