Día 24: Algo inspirado
en una foto REDEXO
A cup of Coffee
Trabajar en una cafetería era bastante agotador, ya fuera
detrás de la barra o delante, simplemente, acababa el día destrozado, con dolor
de pies y con ganas de no levantarse de la cama nunca más; sin embargo, al día
siguiente tenía que volver a hacer lo mismo y así, un día tras otro, hasta que
su contrato finalizara. Además de que acababa completamente reventado, Lu Han
tenía que soportar aparte algo más durante su turno en la cafetería: que todo
ser viviente, incluidos sus dos compañeros de trabajo, le tirasen los tejos a
todas horas.
Lu Han era un chico bastante guapo, tenía los ojos
grandes y bonitos y la cara redonda, aún conservaba rasgos pueriles y parecía
mucho más joven de lo que en realidad era, por ese motivo quería creer que era
por lo que todo el mundo le tiraba los tejos de forma tan descarada. Además,
tenía la impresión de que JunMyeon e Irene no lo hacían porque realmente les
gustara, sino que lo hacían para meter baza y seguir molestándolo, como si
hacer aquello fuera su único entretenimiento en el lugar de trabajo aparte de
la taza de café que se bebían, todos juntos, después de cerrar.
Aquella taza de café era el mejor regalo para Lu Han.
Lu Han se dejó caer sobre una de las sillas en cuanto el
último cliente de la noche se marchó y echó su cabeza sobre la mesa para poder
descansar. Escuchó cómo sus dos compañeros retiraban las sillas de aquella
misma mesa y se sentaban cada uno a su lado varios minutos después, también
olfateó el aroma de café recién hecho y sonrió contra la mesa antes de alzar su
cabeza y encontrarse a JunMyeon e Irene sonriéndole de una forma que daba
escalofríos.
—¿Sabes que si ahora sacáramos unas cuerdas podríamos
atarte y hacer lo que quisiéramos con tu cuerpo? —comentó Irene como quien no
quiere la cosa, pero mirándolo con deseo contenido.
—Sería muy fácil —la siguió JunMyeon—. Tú no te
resistirías mucho porque estás agotado y yo me ocuparía de sujetarte para que
no te movieras mucho y de hacerte disfrutar por detrás, mientras Irene te ayuda
por delante.
—Por favor, no empecéis con lo mismo de siempre —murmuró
Lu Han, derrotado, después de escuchar aquellas palabras demasiadas veces—. ¿No
lo podéis dejar ni siquiera en la hora del café?
Sus dos acompañantes se miraron a los ojos unos segundos
antes de asentir al unísono y cerrar sus bocas para comenzar a beber la taza de
café que cada uno tenía en frente. Lu Han respiró tranquilo porque otra vez
había evitado aquel tema que en las últimas semanas parecía haber ganado fuerza
entre las insinuaciones de lo que cada uno quería hacerle. El chico esperaba
sinceramente que jamás se les ocurriera ponerlo en práctica porque sabía de una
persona que se iba a enfadar mucho si se enteraba... o quizás se les unía, Lu
Han nunca podía estar seguro de lo que pasaba por la cabeza de su chico porque
era demasiado impredecible.
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