Título: Carpe Diem
Autora: Riz Aino
Pareja: Scorbus
(Albus Severus Potter + Scorpious Malfoy) (Harry Potter)
Clasificación:
PG–13
Géneros: romance,
fluff, slight drama
Número de
palabras: 4.064 palabras
Resumen: es el
último año en Hogwarts de Albus y Scorpious y, a pesar de que no hay ninguna
fuerza maligna que los obligue a vivir aventuras peligrosas, los chicos se
adentran en la aventura más peligrosa de todas: el amor.
Dissclaimer: ninguno
de los personajes con los que trabajo en este fanfic han sido creados por mí,
lo fueron en su momento por J.K. Rowling, yo solo los uso de prestado.
Advertencias: hay
algunos spoilers para los que no se hayan leído el libro de “Harry Potter y el
Legado Maldito”, así que, recomiendo leerlo muchísimo antes de ponerse a leer
esta historia, porque no me hago responsable de que os spoileeis toda la trama
del libro.
Notas: historia
escrita para el cumpleaños de Cristina (con un poco de retraso porque me tuve
que leer el libro antes de poder hacerla y no tenía el libro en mis manos, pero
con el mismo amor que si hubiera llegado a tiempo).
Comentario
de autora: yo quería hacer algo completamente distinto, pero me puse a escribir
y, como siempre me pasa, acabo haciendo algo que no tenía pensado... mis dedos
se mueven siempre por el teclado más rápido de lo que mi cerebro piensa.
¡Espero que te guste, corazón!
Carpe Diem
Scorpious entró en su habitación de Hogwarts,
aquella que compartía con Albus y con algunos más de sus compañeros de año, y
suspiró de forma audible mientras cerraba la puerta, llamando la atención del
único chico que se encontraba en el lugar. Albus alzó la cabeza del trozo de
pergamino que leía cuidadosamente y lo miró, en sus ojos el rubio vio la
pregunta que no fue formulada por sus labios y solo se acercó a la cama del
chico para sentarse junto a él antes de comenzar a hablar como si alguien le
hubiera dado cuerda —porque para su mejor y único amigo, él no tenía
ningún secreto que ocultar—.
—Finalmente he tenido el valor de
declararme a Rose —contó—. Después de siete años, por fin me había armado de
valor para decirle lo que sentía por ella y entonces, aprovechando que ahora
nos podemos hablar con más o menos normalidad, le he dicho que si podía
comentarle una cosa de clases y cuando estábamos alejados de la gente, se lo he
dicho —miró a Albus y suspiró de nuevo—, se lo he dicho y ella me ha mirado de
arriba abajo, analizándome con una ceja alzada, y después se ha echado a reír
—el chico se llevó las manos a la cara para tapársela por la vergüenza que
todavía sentía por aquel momento que había sucedido hacía ya unas pocas horas—.
Se ha echado a reír y me ha dicho que ella jamás me ha visto de forma romántica
y que se pensaba que era gay... estoy arruinado.
Scorpious se tumbó boca abajo sobre el
colchón, hundiendo su cara en uno de los cojines que tenía Albus porque sabía
perfectamente que tenía las mejillas rojas por la vergüenza y no quería que éste
se riera de él por ello. El chico respiró hondo y notó levemente el olor de su
amigo impregnado en la tela, algo que lo reconfortó un poco mientras esperaba
la reacción del chico moreno, quien todavía no había dicho siquiera una palabra
sobre lo que le acababa de contar.
Lo primero que Scorpious notó fue cómo
Albus se movía un poco en la cama para adoptar una posición más cómoda, para
luego comenzar a acariciar su cabeza, tocándole el pelo y pasando sus dedos a
veces entre los mechones rubios. El chico no pudo evitar esbozar una sonrisa
contra el cojín y relajarse ante aquel tacto cuidadoso.
—No las tenías todas contigo, pero has
tenido el valor de declararte y eso es algo de admirar —comentó Albus mientras
seguía tocándole el pelo—. No es que no me lo viera yo venir, pero aun así ha
sido algo admirable... y si Rose no ve lo maravilloso que eres, ella se lo
pierde. Siempre ha sido una amargada.
—Es tu prima... no digas eso... —murmuró
él, como si con aquello tratara de regañarlo por hablar mal de la chica. Puede
que estuviera muy dolido porque ella lo había rechazado, pero todavía le seguía
gustando y no quería que su amigo dijera cosas malas de ella.
—Será mi prima, pero sigue siendo una
amargada —replicó Albus.
El chico moreno dejó de tocarle el pelo y
se movió un poco más sobre la cama para quedarse tumbado a su lado,
probablemente tumbado sobre su costado derecho y mirándolo directamente. Era
como si lo viera, pero Scorpious tenía su cabeza todavía hundida en el cojín y
planeaba dejarla allí durante un poco más de tiempo —si fuera por él, se
quedaría a vivir en el cojín de Potter por el resto de su vida, pero sabía que
eso era algo que no podía hacer—.
—Anda, mírame, Scorpious —le pidió su
amigo—. No hay nada de lo que estar avergonzado, lo superarás con el tiempo y
cuando seas mayor y recuerdes cómo Rose te rechazó te reirás incluso.
Scorpious se resistió un poco a sacar su
cara del cojín, pero finalmente lo fue haciendo y vio el rostro de su mejor
amigo apenas a unos centímetros de distancia, esbozando una sonrisa calmada,
destinada a hacerlo sentir mejor. Eventualmente, el rubio acabó sonriendo
también, haciendo que la sonrisa de Albus fuera mucho más amplia.
—Espero que tengas razón y se me pase
pronto —murmuró.
—Por supuesto, yo siempre tengo razón —le
soltó Albus, haciéndolo reír porque en realidad era al contrario, casi nunca
tenía la razón.
El rubio todavía seguía riendo cuando de
repente sintió cómo Albus lo estrechaba entre sus brazos fuertemente. Al
principio se sorprendió, porque su amigo no era demasiado afín a los abrazos,
pero luego se dejó envolver por la calidez y paz que le transmitían aquellos
brazos y se sintió cómodo entre ellos el tiempo que pasaron de aquella forma.
No se abrazaban de forma asidua, solo cuando estaban desesperados por algo, así
que, Scorpious atesoró aquel abrazo, como todos los demás.
—Pensaba que habíamos dejado de
abrazarnos —murmuró una vez se separaron. Albus sonrió y luego le dio con el
dedo índice en la frente.
—Quedamos en que solo nos abrazaríamos de
vez en cuando —le respondió—, y creo que tú lo necesitabas.
—Lo necesitaba mucho —contestó
sinceramente el rubio, mirando a su amigo fijamente a los ojos—. De hecho, creo
que lo necesito un poquito más.
Y sin decir nada más, se abrazó de nuevo
a Albus, escuchándolo reír y decir que se estaba aprovechando de él y de su
generosidad. Pero Scorpious no le hizo caso y siguió abrazado a él hasta que la
puerta de la habitación se abrió y por ella entró uno de sus compañeros de
cuarto.
—Por las barbas de Merlín, iros a un
motel —fue lo único que dijo antes de volver a salir de la habitación, dejando
a los chicos riendo todavía abrazados sobre la cama.
★★
Habían pasado solo unas semanas desde que
Scorpious había sido rechazado y el dolor de este rechazo había acabado
remitiendo poco a poco. El chico todavía tenía que ver a Rose en la mayoría de
sus clases, y aunque antes le gustaba demasiado aquel hecho, ahora ya no la
buscaba con la mirada ni trataba de obtener su atención a toda costa. Él solo se
dedicaba a atender a sus profesores o a jugar con Albus cuando no se daban
cuenta a la primera tontería que se les ocurría para evadirse de pensar en
ella... y funcionaba. Quizás los primeros días todavía era algo duro para él,
pero su amigo se estaba afanando en que dejara de pensar en aquello y que no le
diera vueltas y viviera su vida.
Scorpious apreciaba muchísimo los
esfuerzos de su mejor amigo para hacerlo sentir menos desgraciado y trataba de
dejar de sentirse un poco miserable por el rechazo. Los muggles, según había
oído decir, tenían un dicho que le venía perfecto para aquella situación que
vivía “carpe diem”. No tenía que preocuparse por nada y solo disfrutar
el momento y, desde que tenía catorce años y había vivido aquella aventura que
casi le cuesta su existencia y la del mundo mágico actual, el chico había
tratado de “vivir el momento”, así que, con esa experiencia tenía que hacer una
bola de papel y tirarla lo más lejos posible para continuar su camino sin que
nada lo estorbara.
—Carpe diem —murmuró, llamando la
atención de Albus, que se encontraba a su lado en la clase.
—¿Has dicho algo? —le preguntó.
Scorpious negó con la cabeza y Albus le
sonrió antes de volver su mirada hacia el principio de la clase, donde ésta
estaba siendo impartida. El rubio no pudo evitar sonreír también y tardó un
poco más en fijar su atención en el profesor, ganándose por ello una pequeña
reprimenda y que Slytherin tuviera diez puntos menos.
En realidad, Scorpious nunca se había
fijado realmente en su amigo ni en cómo éste se veía, pero desde que Rose le
había dicho que siempre había pensado que era gay y que estaba enamorado de
Albus, el chico no había podido evitar fijarse en que su amigo era bastante
guapo y en que, si ambos no fueran unos pardillos de libro y tuvieran un poco
de éxito entre los demás alumnos de Hogwarts, probablemente éste sería
el blanco de todos los filtros de amor de las chicas. Por alguna razón que se
le escapaba, aquello lo hizo sentir una pequeña punzada de enfado, porque obviamente,
él jamás habría dejado que ninguna chica hubiera tratado de engatusar de
aquella manera a Albus.
No estaba enamorado de Albus, él era un
chico y su amigo otro, así que jamás lo había visto con otros ojos. No sabía
por qué Rose le había dicho algo como aquello, porque ambos se comportaban como
amigos y no como algo más.
★★
—Entonces, ¿voy a pasar las Navidades en
casa de los Potter? —preguntó Scorpious.
Todavía estaba algo incrédulo porque, a
pesar de que eran amigos y que sus padres habían limado un poco las asperezas
de su relación de juventud, era demasiado raro que al chico le estuviera
permitido pasar aquel tiempo en la casa de Albus, no cuando las Navidades eran
una época en la que él y su padre hacían muchísimas cosas juntos, tratando de rememorar
cuando su madre estaba junto a ellos.
—Vas a hacerlo... si no tienes ningún
inconveniente, claro —le respondió su padre.
—No tengo ninguno —dijo. Probablemente se
le iluminó la cara, porque su progenitor esbozó una pequeña sonrisa y le dio
una palmadita en el hombro.
—Diviértete y disfruta de los días con tu
amigo —le dio un corto abrazo—. Prometo venir aquí cuando volváis a partir
hacia Hogwarts para verte de nuevo y
darte tu regalo.
—Gracias papá.
Scorpious correspondió el abrazo y luego se
alejó de su padre, despidiéndose de él agitando su mano y corriendo por el
andén con la bolsa en la que llevaba su ropa para aquellos días al hombro,
tratando de alcanzar a Albus, que se había ido un poco antes que él y deseando
hacerlo antes de que éste estuviera totalmente fuera de su alcance y tuviera
que encontrar alguna otra forma de llegar hasta la casa de los Potter.
Milagrosamente, alcanzó a su amigo justo antes de que éste traspasara la pared
que los llevaba a la estación de King's Cross.
—¡Albus! —le gritó, para que el chico se
detuviera—. ¡Albus! —su amigo se giró, justo a tiempo, y lo esperó con una
sonrisa en sus labios hasta que llegó a él.
—¿Qué haces aquí? ¿Por qué corres tanto?
—le cuestionó, pero Scorpious no le respondió al instante, estaba sin aliento y
no pudo hablar durante unos momentos.
—Mi padre... me ha dicho... que puedo...
pasar... las Navidades... contigo... —contó entre bocanadas de aire.
Albus lo escuchó atentamente hasta que
terminó de hablar y después, una expresión de sorpresa mezclada con alegría
surcó su rostro y no dudó en demostrar su encanto con aquella idea, abrazándolo
fuertemente. Scorpious no estaba en condiciones de recibir aquel abrazo porque
sus piernas todavía estaban un poco débiles por lo que había tenido que correr
para alcanzar a su amigo, así que, ambos cayeron al suelo sin poder evitarlo,
al otro lado del muro, donde muggles y la familia Potter y
Granger-Weasley estaban, esperando a que Albus apareciera. Obviamente, ninguno
de sus parientes lo esperaba ver abrazado a Scorpious y sobre su cuerpo en el
suelo, el rubio lo pudo ver en sus caras... pero a Albus no pareció importarle
aquello y solo se incorporó del suelo y lo ayudó a él a hacer lo mismo antes de
anunciar:
—Scorpious se viene a pasar las Navidades
con nosotros.
★★
Probablemente, Scorpious estaba un poco
condicionado porque Rose no paraba de echarle miradas significativas cada vez
que estaba junto a Albus —sobre todo cuando ambos estaban tirados por algún
lugar de la casa, muy juntos, o cuando el moreno le tocaba el pelo
distraídamente o se echaba sobre sus piernas—, pero Scorpious no paraba de
pensar en lo que ésta le había dicho a inicios de curso y en que, puede que
tuviera un poco de razón en eso que le había dicho. Él nunca se había detenido
realmente a darle vueltas a aquello, pero los días que pasó en la casa de los
Potter junto a Albus, durmiendo en la misma cama que él, se replantó mucho si
de verdad era gay y si estaba enamorado de su mejor amigo.
La mayor parte de los días que se pasó en
casa de los Potter, rodeado de aquella familia que parecía de locos, con gente
siempre entrando y saliendo de la vivienda para desear unas fiestas agradables,
Scorpious estuvo un poco ausente, pensando, por lo que no le extrañó nada que
su amigo se preocupara por lo que le pasaba y le preguntara por ello.
—¿Estás bien? —le dijo un día que estaban
tumbados en la cama, dispuestos a irse a dormir—. A veces estás como en otro
mundo y me cuesta que prestes atención a lo que te digo… ¿te encuentras bien?
¿Estás a gusto en mi casa? Si quieres, podemos irnos a cualquier otro lugar.
Scorpious estaba muy agradecido por la
preocupación de su amigo porque aquello significaba que para Albus, su
bienestar era bastante importante, pero el chico no quería preocuparlo por
aquellas cosas que pasaban por su cabeza y que no debían salir de ella, no
hasta que al menos él estuviera lo suficientemente seguro de lo que realmente
era.
—Estoy bien, Albus —le respondió, con una
sonrisa destinado a tranquilizarlo—. Solo pienso en mi padre y en qué estará
haciendo… si está pasando unas buenas Navidades o no.
—Eres un buen hijo —murmuró su amigo.
—Bueno… solo me tiene a mí y la mayor
parte del año estoy fuera de su vista —dijo, pensando en ello—. Tuvo que ser
algo bastante duro enviarme aquí a pasar unos días que siempre hemos pasado
juntos.
—¿Te arrepientes de venir a mi casa y no
quedarte con tu padre? —le preguntó el moreno, haciendo que Scorpious negara
con la cabeza inmediatamente.
—No, con vosotros me lo estoy pasando muy
bien… solo que pienso en él de vez en cuando porque es mi padre —contestó.
—Si quieres, en las vacaciones de verano
me voy algunos días a tu casa para así compensar un poco y pasar yo también el
mismo tiempo alejado de mi familia que tú de la tuya —le propuso Albus.
—Me parece bien.
Los dos chicos sonrieron antes de sellar
aquella promesa con un apretón de manos y cerrar los ojos para echarse a dormir
y así estar descansados para el siguiente día de Navidad en la casa de los
Potter. Scorpious, sin embargo, abrió sus ojos unos momentos y no pudo evitar
mirar fijamente el rostro de Albus y sentir cómo su corazón se saltaba un
latido sin razón aparente. Esa noche, no durmió demasiado, pero tampoco le
importó mucho porque así pudo observar el rostro tranquilo de su mejor amigo al
dormir.
★★
Desde que Scorpious había comenzado a
replantearse si tenía sentimientos por su amigo que fueran más allá de la
amistad, se había comenzado a dar cuenta de que había algunas cosas que se le
habían ido pasando por alto a lo largo de aquellos siete años y de las que no
se había dado cuenta lo que significaban en su relación. Sin remontarse
demasiado atrás, cuando estaban en su cuarto año y durante los primeros meses
de curso la liaron pardísima con aquel giratiempo para devolverle la vida a
Cedric Diggory, habían pasado algunas cosas que en el momento no le habían
parecido extrañas, pero que pensándolo bien, sí lo habían sido… y mucho.
Cuando la primera vez que viajaron en el
tiempo acabaron con la existencia de la familia Granger-Weasley, a Scorpious le
dolió muchísimo que Rose desapareciera… pero no fue hasta que la cagaron con lo
que habían hecho en la segunda prueba que no se sintió completamente
destrozado. Cuando había vivido en aquella realidad alternativa en la que
Voldemort lo gobernaba todo y Albus no existía, Albus no estaba a su lado,
había sido lo peor que había podido suceder. Scorpious no podía vivir en un
mundo en el que, aunque él era reconocido y popular, el otro no hubiera
siquiera nacido. Aquel sentimiento de pérdida y de desolación había sido
determinante para que tomara la decisión de volver a re-hacer el pasado para
que el presente fuera el de siempre, el presente en el que él y Albus existían
y no podían evitar estar ser los mejores amigos.
Quizás… y solo quizás… Scorpious
comenzara a entender lo que Rose le había dicho… y quizás… y solo quizás… se
estuviera empezando a dar cuenta de los profundos sentimientos que tenía hacia
Albus, aquellos que iban mucho más allá de la amistad y que se acercaban
peligrosamente a la definición del amor.
★★
Desde que Scorpious había acabado
aceptando que sus sentimientos por Albus eran mucho mayores que los que debía
tener si ambos fueran solo amigos habían pasado ya algunos meses y el curso en Hogwarts estaba llegando casi a su fin,
lo que significaba que ambos estaban demasiado enfocados estudiando para sus
ÉXTASIS. Ninguno de los dos era demasiado diestro en la magia, más bien eran
algo torpes a veces, por lo que, aprobar los exámenes —no solo de conocimiento,
sino también los prácticos—, requería para ambos una gran concentración. Sin
embargo, la mayoría de las veces, Scorpious tenía en su cabeza muchas otras
cosas que no lo iban a ayudar en las pruebas y que lo distraían bastante de lo
que debía hacer, pero el chico no lo podía evitar.
Aquel era ya el último año que iban a
pasar juntos en Hogwarts y en cuanto
aprobaran sus exámenes y salieran de aquellas paredes, iban a comenzar a vivir
su vida adulta y apenas tendrían tiempo para pasarlo juntos. Seguramente se
mandarían cartas o se verían de vez en cuando en ocasiones contadas, Albus
buscaría alguna bruja con la que salir y eventualmente casarse y tener hijos y
Scorpious tendría que hacer lo mismo. Pero pensar en aquello hacía que se le
encogiera el corazón y que le doliera muchísimo al rubio.
Quizás no fuera nada acertado decirle a
Albus lo que sentía por él, pero no tenía siete años para declararse —como le
había sucedido con Rose—, o lo hacía en aquellos momentos y disfrutaban de los
escasos dos meses que les quedaban en Hogwarts
o jamás podría hacerlo. Aunque claro, eso era contando que Albus sintiera lo
mismo por él, algo que no tenía para nada seguro, porque su amigo jamás había
dado pruebas de que se sintiera atraído por él. Sin embargo, Scorpious sabía
que o era en ese momento o nunca lo haría… arriesgaba su amistad con el chico,
pero si algo salía mal siempre podía decir que seguramente algún gracioso
habría hecho un filtro de amor para que se quedara prendado del moreno y que no
había sido real lo que le había confesado.
“Carpe
Diem”. Esas palabras aparecieron en su mente y Scorpious sonrió. Había
decidido que iba a vivir a través de esa frase hecha, que iba a dejar de pensar
en el pasado y que no se iba a preocupar del futuro, solo se iba a dedicar a
disfrutar de su presente. Con aquello en mente, Scorpious se fue preparando
mentalmente para encontrar el momento adecuado en el que poder hablar
sinceramente con Albus de los sentimientos que tenía por él.
—Muy bien, ¿qué era de lo que querías
hablarme? —le preguntó Albus, sentado en la hierba del campo de Quidditch y mirándolo fijamente.
Estaban solos, disfrutando del deslumbrante sol que se había dignado a
aparecer aquel día y el cual Scorpious había usado de excusa para hacerlos
salir de la biblioteca y disfrutar un poco de su calor. El rubio tuvo que
carraspear antes de comenzar a hablar y dejar salir aquellos sentimientos que
había ido descubriendo los anteriores meses.
—La verdad es que creía que nunca me atrevería a decírtelo —murmuró el
chico—, pero finalmente me he decidido a hacerlo…
—¿De qué se trata, Scorpious? —cuestionó el otro, en su rostro se veía
reflejada su confusión y preocupación por lo que tuviera que decirle.
—Me gustas… me gustas mucho —dijo—. No sé por qué, solo sé que me gustas
demasiado y que no es algo que pueda seguir escondiendo a pesar de que seas mi
amigo y que me puedas repudiar porque tú no sientes nada por mí y quieras
alejarte porque ya no me consideres más tu amigo. Quería decírtelo porque de
verdad me gustas y…
Scorpious no paraba de hablar, tratando de dar explicaciones y tratando
de parecer serio con lo que decía, por eso no atendió al cambio en el rostro de
Albus, a aquella sonrisa que se extendió por éste, a una sonrisa encantada por
lo que acababa de escuchar. Por eso, porque estaba demasiado ocupado tratando
de dar explicaciones al por qué se sentía de aquella manera, también se perdió
cómo el rostro del moreno estuvo cada vez más cerca del suyo y no lo vio hasta
que sus rostros se encontraban demasiado cerca, tanto, que el aliento de Albus
chocó contra sus labios y lo despertó de su ensimismamiento justo antes de que
sus bocas se encontraran, titubeantes, inexpertas, en un primer beso torpe.
Cuando se separaron, Scorpious no se creía lo que acababa de suceder y
tuvo que parpadear varias veces y pellizcarse para asegurarse que de verdad no
estaba teniendo ningún sueño, que aquello era real y que Albus lo había besado
como respuesta a la declaración que le acababa de hacer.
—Creía que jamás me lo dirías —comentó el chico, con una enorme
sonrisa—. Creía que seguías enamorado de Rose y que jamás me prestarías
atención a mí… —Albus suspiró—. Pero me alegra mucho que sientas algo por mí,
tú a mí también me gustas mucho.
Scorpious escuchó incrédulo aquellas palabras y luego se dijo tonto
mentalmente durante bastante tiempo porque, si él no hubiera hecho el inútil
persiguiendo a Rose, que claramente no sentía nada por él, y se hubiera
enfocado en su amigo Albus, podrían haber aprovechado muchísimo más el tiempo
que habían pasado en Hogwarts juntos.
Durante unos segundos, al chico se le pasó por la cabeza usar un giratiempo
para ir a su yo pasado y decirle que amara a Albus, pero tras las experiencias
pasadas, se quitó esa idea rápidamente y simplemente se abrazó al otro
fuertemente, sin querer dejarlo ir de su vida.
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