Título: 어른이되면 (When I Grow Up)
Autora: Riz Aino
Pareja: SeokJu (DK + YuJu)
(SEVENTEEN + GFRIEND)
Clasificación: PG
Géneros: AU, romance, fluff
Número de palabras: 1.690
palabras
Resumen: aunque Yuna no
recuerde la promesa que le hizo a SeokMin cuando eran pequeños, él sí que la
recuerda perfectamente.
Notas: últimamente hay
muchas parejas Hetero que están llamando a la puerta de mi corazón y, qué
queréis que os diga, se la estoy abriendo con demasiada facilidad porque son
demasiado bonitos todas.
Comentario de autora: juro
solemnemente que yo no tenía intención de caer en escribir de ellos dos… pero
es que son tan monis que me pueden. Espero que os guste.
En su instituto no era nada común que
a mitad de curso llegara como un nuevo estudiante, pocas veces había pasado en
todos los años que SeokMin llevaba en aquel lugar, así que, se sorprendió
bastante cuando su tutor, el señor Choi, llegó aquella mañana a primera hora
acompañado de una chica desconocida que se iba a integrar en aquella clase
desde ese mismo momento; sin embargo, lo que más sorprendió a SeokMin, fue que,
al fijarse bien, la chica desconocida dejó de serlo para él y, en cuando el
señor Choi dijo su nombre, el chico supo perfectamente que no se había
equivocado y que era ella.
Choi Yuna. La niña que había sido su
vecina hasta que un día sus padres se mudaron y ya no volvió a verla nunca más,
la niña con la que había jugado prácticamente todas las tardes en el parque
cercano a los pisos en los que vivían; la niña a la que se había declarado con
apenas diez años y con la que tenía una promesa por cumplir. Una promesa que
había sido hecha el mismo día en el que le había dicho a aquella niña que le
gustaba mucho y le había pedido precozmente salir, entregandole una margarita
que había cortado de algún lugar del parque.
SeokMin esperó ansioso que Yuna
mirara en su dirección para ver si lo recordaba o no, porque había cambiado
mucho más de lo que ella lo había hecho, pero ella no miró, simplemente se
presentó a la clase sin mirar a nadie y después se dirigió a uno de los
asientos que quedaban libres al fondo de la clase. Durante toda la clase,
aunque el profesor estaba dando el interesante tema de la caída de Goryeo —interesante
al menos para SeokMin, al que siempre le había gustado la historia—, el chico
no pudo atender a nada que no fuera a Yuna. Una vez acabó la clase, SeokMin se
levantó corriendo de su asiento y casi tropezó con MinGyu, al que le pidió
perdón en apenas un susurro antes de dirigirse hasta el pupitre que había
ocupado Yuna.
—Hola
—saludó, haciendo que la chica alzara su cabeza de la libreta en la que se
había pasado garabateando toda la hora—. Mi nombre es Lee SeokMin y soy el
delegado de la clase. Si necesitas saber algo, puedes pedírmelo.
El chico esperó impacientemente a que
algún atisvo de reconocimiento al escuchar su nombre apareciera en el rostro de
Yuna; sin embargo, ella simplemente le agradeció que se ofreciera a ayudarla y
después volvió a garabatear en su libreta como si él ya no se encontrara allí.
Al parecer, había pasado tanto tiempo desde la última vez que se habían visto,
que ella no podía ni reconocer el nombre del niño que había sido su mejor amigo
mientras crecían. SeokMin se sintió un poco dolido porque él se había estado
acordando de ella durante todos aquellos años, pero no dejó que se le notara en
la cara y simplemente carraspeó para llamar la atención de Yuna, quién alzó su
cabeza de nuevo para mirarlo a los ojos.
—Creo
que no me recuerdas —murmuró—, pero de pequeños vivíamos en el mismo bloque de
pisos y jugábamos juntos. No has cambiado mucho desde entonces, por eso he
podido reconocerte.
Yuna
frunció su ceño un poco confundida, mirándolo fijamente y, unos segundos
después, una sonrisa apareció en su rostro.
—¿Eres
ese SeokMin? —le cuestionó—. Has cambiado una barbaridad —dijo probablemente
perdiéndose en los recuerdos que tenía de él: un chico bajito y flacucho que
tenía más orejas que cabeza.
—La
adolescencia se ha portado decentemente conmigo —respondió—, aunque contigo se
ha portado realmente bien.
Yuna
pareció querer decir algo, pero en ese justo momento, la profesora Kim entró
por la puerta del aula y SeokMin tuvo que volver a su asiento para no ser
regañado tan temprano en la mañana.
Durante
todo aquel día, SeokMin y Yuna pasaron cada descanso juntos, poniéndose al día
de los años en los que no habían podido pasar al lado del otro, contándose
anécdotas, o rememorando las trastadas que siempre llevaban a cabo cuando eran
pequeños y por las que siempre tenían a sus padres desquiciados. A pesar de que
ambos habían crecido, que ambos habían madurado de forma separada, todavía
seguían teniendo muchísimas cosas en común y todavía podían seguir
considerándose buenos amigos a pesar de todo aquel tiempo en el que no se
habían visto.
El
curso fue avanzando y SeokMin ayudó en todo lo que pudo a Yuna para que se
adaptara, tanto al nuevo instituto, como a los nuevos profesores y ambos se
hicieron más amigos conforme el tiempo pasaba y se conocían más el uno al otro.
No obstante, SeokMin nunca había tenido suficiente con ser amigo de la chica,
nunca había sido lo que necesitaba, él siempre había querido mucho más. De
pequeño, le gustaba mucho Yuna porque era muy parecida a él y porque cuando
pasaban el tiempo juntos no podía evitar sonreír, pero madurando y viéndola de
nuevo, SeokMin se había enamorado de todos y cada uno de los aspectos de la
personalidad de Yuna.
Pero,
de la misma forma que al principio no lo había reconocido porque había cambiado
muchísimo, al parecer, la chica no recordaba aquella promesa que le había hecho
tanto tiempo atrás. SeokMin no la culpaba por ello, porque para ella solo
habría sido una chiquillada aunque para él había sido algo muy importante y era
completamente comprensible que no se acordara de algo como aquello. Sin
embargo, el chico nunca había dejado de pensar en la conversación que había
tenido lugar ocho años atrás y, desde que Yuna había aparecido de nuevo en su
vida, era mucho más difícil para él olvidarla.
“Saldré contigo cuando crezcas y seas
más alto que yo.
¿Lo prometes?
Lo prometo.”
Habían
juntado sus dedos meñiques y habían cerrado la promesa, además, Yuna se había
llevado la margarita que había cogido para ella. Pero la promesa había quedado
en el olvido para la chica… y cada día que pasaba, SeokMin estaba más y más
decidido a hacer que la recordara.
Y
un día se atrevió.
En
un frío día de las vacaciones de invierno, SeokMin le pidió que fuera hasta el
parque en el que solían jugar cuando eran pequeños y una vez se encontraron en
el lugar, sacó el tema a relucir, tratando de no sonar como un obseso de tres
al cuarto, porque él simplemente estaba enamorado de Yuna.
—Puede
que no lo recuerdes —comentó—, pero cuando éramos pequeños hicimos una promesa
para cuando creciéramos y, ahora que nos hemos vuelto a encontrar, he estado
pensando en si podíamos cumplirla o no.
—¿Una
promesa? —cuestionó ella, obviamente sin saber a lo que se refería—. ¿Qué
promesa?
—Cuando
teníamos diez años y yo apenas levantaba un palmo del suelo —comenzó, sin poder
posar su mirada en los hermosos ojos castaños de Yuna—, te dije que me gustabas
mucho y que si querías ser mi novia —continuó rápidamente, sin querer ver su
expresión—. Pero me contestaste que para que pudiera salir contigo tenía que
crecer y ser más alto que tú… ahora mido 1’79.
Después
de decir aquello, SeokMin se mordió el labio inferior avergonzado por todo lo
que había salido de su boca y, quiso que Yuna le contestara algo lo más rápido
posible. Sin embargo, la chica no dijo nada durante un rato y él comenzó a
pensar que había sido una estupidez sacar algo como aquello a relucir, ocho
años después, cuando no venía cuento. SeokMin se forzó a alzar su cabeza del
suelo para poder ver cuál era la expresión de la chica y la halló pensativa,
probablemente tratando de encontrar aquel momento en su memoria.
—Una
margarita —comentó ella después de unos momentos—. Me trajiste una margarita
cuando me dijiste que te gustaba.
—Sí…
—murmuró él sin saber a dónde quería llegar.
—Recuerdo
que le pedí a mi madre que me ayudara a secarla y la guardé en mi diario… sin
embargo, con la mudanza, muchas cosas se perdieron y una de ellas fue aquel
diario, por lo que me olvidé completamente —aclaró—. Lo siento por no
recordarlo.
—Es
normal que no te acordaras… para ti solo sería una tontería…
—En
realidad me hizo mucha ilusión —contestó Yuna—. Me sentí muy feliz cuando me
dijiste que te gustaba.
—¿De
verdad? —cuestionó SeokMin sin poder creerse lo que acababa de escuchar.
—De
verdad —respondió ella—. Y… ahora que ambos hemos crecido y que eres mucho más
alto que yo, no me importaría intentar hacer valer esa promesa…
SeokMin
sentía que aquello tenía que ser un sueño porque jamás había pensado en la
posibilidad de que Yuna le dijera que cumpliría aquella promesa oxidada, pero
no tardó en sonreír al ver que la chica lo decía completamente en serio.
—Entonces…
Choi Yuna… ¿te gustaría ser mi novia? —preguntó.
—Por
supuesto —respondió ella con una amplia sonrisa—, pero… ¿dónde está mi
margarita?
—Ahora
no es tiempo de que crezcan —dijo SeokMin, también con una gran sonrisa—, pero
en el momento en el que florezcan, te daré un ramo de margaritas.
Notas finales:
—He usado los
nombres reales, tanto de YuJu (aka Yuna) como de DK (aka SeokMin).
—También, los otros
personajes que nombro en la historia, son miembros o de SEVENTEEN o de GFRIEND.
No hay comentarios:
Publicar un comentario