domingo, 12 de julio de 2020

[One Shot] Girls Love Girls: ¡Niñas malas! {JenLisa}


Título: ¡Niñas malas!
Autora: Riz Aino
Pareja: JenLisa (Jennie + Lisa (BLACKPINK)
Clasificación: NC–17
Géneros: AU, boarding school, romance, drama, smut, pwp
Número de palabras: 1.452 palabras
Resumen: cuando no hay nadie alrededor, Jennie y Lisa aprovechan para estar juntas de una forma que, si las demás personas de su entorno conocieran, condenarían.
Notas: hace como milenios que hice una portada cutre para este fic porque creía que iba a hacer un one shot largo, pero al final, después de años en mi pc sin salir nada, lo remodelé y acabó quedando en una historia cortita.
Comentario de autora: originalmente esta historia se me ocurrió en el 2013 con Krystal y Sulli de F(x), más tarde, hacia el 2017, decidí que podía hacerla con Jennie y Lisa y, al final, después de muchas vueltas, por fin conseguí escribirla. Espero que os guste.

¡Niñas malas!

            —Hoy en día, las jóvenes ya no tienen respeto alguno por el don de la virginidad y lo que supone mantenerla hasta el matrimonio —comentaba la monja que impartía las clases sobre educación moral en aquel lugar—. Una buena dama sabe perfectamente que debe guardar su virginidad hasta encontrar un marido que la quiera y la tome… pero siempre después del matrimonio, cuando la relación ha sido validada por el Señor.


            Jennie puso los ojos en blanco y aquello hizo que Lisa, que se encontraba sentada a su lado en el pupitre doble, no pudiera reprimir una pequeña risita que llamó la atención de la monja al principio de la clase y le chistó por ello. Lisa se tapó la boca con las manos y pidió perdón con una leve inclinación de cabeza, para después esconderse detrás de la figura de su compañera de delante. Con la boca tapada, sus manos amortiguando el sonido de su risa, Lisa siguió riendo como si no hubiera un mañana bajo la atenta mirada de Jennie quien, aunque no estaba riendo por fuera, Lisa sabía perfectamente que también se estaba riendo en sus adentros y que se estaba conteniendo para no dar el espectáculo en la clase y que las amonestaran a las dos. Era lo que menos necesitaban, una amonestación que no les permitiera hacer absolutamente nada de lo que estaban acostumbradas a hacer cada vez que podían escaparse.

            Al principio de la clase, la monja siguió hablando de aquel tema, seguido de una reprimenda hacia aquellas que se masturbaban, ya que acabarían en el infierno por tan horrible pecado mientras Lisa trató de aguantar las ganas de soltar la carcajada de su vida. Tenía que ser buena niña, al menos parecerlo durante las clases, aquel internado privado al que sus padres la habían mandado en el norte de Inglaterra era demasiado caro y no podía permitirse que la echaran porque se había estado riendo en la cara de una monja que demonizaba las relaciones sexuales prematrimoniales. Ganas no le faltaban, eso sí.

            Cuando la clase acabó, Lisa recogió sus cosas rápidamente porque con aquella clase por fin acababan las horas lectivas ese día y, además, comenzaba el fin de semana, por lo que por fin tenía un poco de tiempo libre… y lo iba a aprovechar al máximo. Mientras sus compañeras de clase recogían también atareadamente, ella se fijó en cómo Jennie recogía de forma mucho más lenta de lo habitual. Aquello la extrañó, porque generalmente la otra también quería salir de clases lo más rápido posible todos los días, por eso, le dedicó una mirada, provocando que esta se girara hacia ella y le dedicara una sonrisa divertida y pícara durante un solo instante. Lisa se quedó sin respiración durante más segundos de los que duró aquella sonrisa, porque esas sonrisas de Jennie siempre le provocaban un montón de sentimientos en su interior y, sobre todo, un calor ya bastante habitual en su entrepierna.

            Tardó unos momentos en salir de su ensimismamiento y, cuando lo hizo, se dio cuenta de que Jennie tenía en su mano un pequeño papel doblado, que recogió rozando su suave piel durante un instante, tratando de ser lo más disimulada posible y, después, cogió su mochila y salió del aula sin mirar atrás y sin hablar con ninguna de sus demás compañeras, atravesando los pasillos de aquella antigua construcción que acogía aquel internado con celeridad hasta llegar a una zona en la que no había estudiantes en aquellos momentos. En ese momento, desdobló el papel y vio unas palabras escritas que provocaron que un escalofrío recorriera su cuerpo de arriba abajo.

            “Encontrémonos en nuestro lugar. YA”.

            Lo que Jennie quería estaba muy claro y la necesidad que desprendían aquellas palabras provocaron también una terrible necesidad en Lisa, que rápidamente dobló el papel de nuevo y lo guardó en el bolsillo de su falda plisada del uniforme del internado, para después dirigirse al lugar al que hacía referencia la nota, tratando de evitar los lugares en los que había mucha gente y, sobre todo, buscando no ser descubierta dirigiéndose a aquel sitio. Porque el desván, en el ático de la antigua escuela, no era un sitio en el que las alumnas pudieran entrar y, si las pillaban allí, las podían expulsar, como mínimo. No obstante, Jennie y Lisa habían hecho aquel lugar, su lugar de encuentro para los momentos en los que necesitaban estar solas y juntas, los momentos en los que unían sus cuerpos como si fueran uno y se fundían en el mayor placer que podía proporcionarles el sexo. Probablemente la charla de la monja en la clase anterior había avivado la libido de Jennie, de la misma forma que había provocado que Lisa no pudiera contener la risa… porque para ellas, aquella palabrería no tenía el más mínimo sentido. Ni querían encontrar un hombre que las quisiera y menos querían renunciar al placer del sexo.

            En unos pocos minutos llegó hasta el desván y forzó un poco la puerta para entrar con una de las horquillas de su pelo, dejándola de la misma forma que la había encontrado, cerrada, para que, si alguien que no fuera Jennie quisiera entrar, no se diera cuenta de que había alguien en el interior de aquel lugar. Las dos habían perfeccionado el noble arte de forzar aquella antigua cerradura para poder entrar en el momento que les apeteciera y, sobre todo, para no tener que depender la una de la otra y poder llegar en distintos momentos, separadas, para levantar muchísimas menos sospechas. Si no las encontraban durante unas horas, las chicas podían alegar que no estaban juntas porque no había forma de que nadie relacionara que estuvieran la una con la otra. Así, nadie había descubierto su secreto en los dos años que llevaban con aquel peligroso juego en el que se encontraban en el viejo desván para mantener relaciones sexuales.

            Lisa caminó con cuidado por el lugar, esquivando todos los muebles que había en su camino hasta llegar a la zona más alejada de la puerta, un lugar en el que había un poco de espacio y en el que se encontraba una cama muy antigua con un colchón desvencijado. La chica retiró la sábana que la cubría y después se sentó en el colchón, esperando a Jennie, quien no tardó demasiado en aparecer, siguiendo el mismo camino que había recorrido ella para llegar hasta el lugar.

            —Lo que ha dicho la monja me ha encendido —comentó, gateando sensualmente sobre el colchón—, y necesito esto más que nada hoy.

            Lisa no podía estar más de acuerdo con ella. También lo necesitaba, lo necesitaba mucho y, hasta que acabaran totalmente saciadas aquel día, no iban a salir de aquel desván. Eso lo tenía totalmente claro.

            Debido a la necesidad y la premura, ninguna de las dos se preocupó por quitarse el uniforme, simplemente retiraron sus bragas para poder tener acceso mutuo a una de las zonas más sensibles de sus cuerpos y comenzaron a tocarse la una a la otra, comenzando a sentir un placer absoluto nada más empezar. Estaban demasiado necesitadas y aquello se notó, porque rápidamente los dedos, a aquellas alturas ya expertos en complacer a la otra, se movieron, haciéndolas ver las estrellas detrás de sus párpados una y otra vez hasta que, finalmente, ambas acabaron completamente laxas sobre el viejo colchón, sonrisas satisfechas en sus labios y sintiéndose completamente increíbles después de haber violado una de las múltiples y estúpidas reglas de aquel internado religioso.








Notas finales:
—Si habéis llegado hasta aquí, os felicito, porque son un montón de historias que sin ton ni son he soltado por aquí para sacarlas de mi ordenador y de mi mente, algunas tienen muchísimos años y otras son completamente nuevas y forman una amalgama curiosa que espero que os haya gustado.




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