CHAPTER
4: STRATEGY
Cuando
el despertador sonó y JiSung se despertó, su primera reacción fue volver a
cerrar los ojos, hacerse un ovillo en la cama y taparse hasta la cabeza con las
sábanas, como si aquello lo fuera a proteger de todo el mal del mundo o lo
hiciera desaparecer para que absolutamente nadie lo pudiera encontrar. Sobraba
decir que aquello era estúpido, pero el chico se sentía estúpido y, sobre todo,
sentía mucho miedo. Los acontecimientos que el día anterior lo habían dejado en
un estado casi catártico ahora lo atemorizaban todavía más de lo que creía que
fuera posible, sobre todo, lo atemorizaba que, al salir de la cama, tendría que
volver a dirigirse a la Torre del Arcángel, al despacho de aquel ser que le
producía tantos sentimientos encontrados, para volver a estar rodeado por ocho
seres que podían matarlo como si se tratara de una mísera mosca moribunda. No
le gustaba nada sentirse de aquella forma… tan vulnerable.
Sin
embargo, no es que tuviera tampoco muchas opciones. Solo podía ir de nuevo al
lugar más alto de la torre y formar parte de toda aquella locura, tratando de
salir vivo de ella, aunque no las tenía todas consigo porque solamente era un
humano que se había visto envuelto en una lucha entre ángeles y demonios cuando
aquella no era su lucha siquiera. Por mucho que el arcángel Christopher le
dijera una y otra vez que él era especial y que por eso lo había elegido para
completar aquel grupo para la misión, JiSung sabía en lo más profundo de su ser
que aquello no era cierto porque nunca jamás había tenido aquellas habilidades
en las que el arcángel tanto confiaba. No sabía cuáles eran los motivos de éste
para elegirlo a él entre los más de cuarenta millones de personas que poblaban
Oceanía, el continente plagado de islas que el arcángel dominaba, pero imaginaba
que en algún momento se acabaría enterando de la verdad —aunque no sabía si le
gustaría—.
JiSung
salió de la cama después de que la segunda alarma sonara y se metió en la ducha
inmediatamente después, quedándose bastante más rato del que acostumbraba bajo
el agua tratando que esta se llevara por el desagüe todos sus malos
presentimientos y todos sus pensamientos sobre el cambio que había sufrido su
vida en las últimas veinticuatro horas. Porque JiSung siempre le había dado
demasiadas vueltas a las cosas, siempre lo había pensado todo muchísimo y nunca
había tomado una decisión, por nimia que fuera, sin consultarlo mínimo durante
una semana con la almohada, pero en aquel cambio él no había tenido ni voz ni
voto siquiera y todo era nuevo y terrorífico. No sabía siquiera cómo había
podido dormir tan bien aquella noche, pero se imaginaba que había debido ser
porque su cuerpo se había visto vencido después de todas las emociones fuertes
que había tenido durante el día y no había podido aguantar más. JiSung lo
agradecía y esperaba los siguientes días poder volver a dormir así de bien.
Cuando
salió de la ducha se dio cuenta de que su hermano Brian ya no estaba en el
apartamento, pero que le había dejado un desayuno nutritivo preparado en la
cocina con una nota cursi en la que le decía que era para “recuperar fuerzas”.
JiSung pegó la nota en la nevera junto a los menús de restaurantes que tenía en
ella y se comió el desayuno a pesar de que en un principio no tenía demasiada
hambre. Era raro para él desayunar en casa y no hacerlo en el trabajo a media
mañana, pero el cambio le sentó bien aquel día y cuando terminó de prepararse
para salir estaba un poco más animado por el estómago lleno, aunque lo pusiera
malo saber que lo primero que debía hacer aquella mañana era subir a lo más
alto de la Torre del Arcángel para ayudar a los demás ángeles a trazar una
estrategia para combatir a los demonios. A JiSung ni siquiera se le daban bien
los juegos de estrategia y ni siquiera sabía de los demonios más que lo que
había escuchado en las noticias cuando aparecía alguno, así que no sabía qué
podía aportar a la reunión de estrategia… quizás les podría llevar cafés a los
ángeles por si se cansaban, aquello se le daba bien, aunque no sabía si los
ángeles bebían café.
Divagando
sobre aquello, JiSung salió de casa y bajó por las escaleras del edificio sin
comprender que aquello había sido el error más terrible que podía haber
cometido hasta que no fue demasiado tarde. Un par de plantas más abajo del piso
en el que él estaba viviendo, había una chica joven, un par de años mayor que
él a lo sumo, casi tan cotilla como cualquier vieja de pueblo, que tenía que
estar enterada de absolutamente todo lo que sucedía en el edificio y JiSung, el
día anterior, había tenido a un ángel esperándolo en la puerta del bloque y
después se había ido con él, así que, era normal que ella estuviera al acecho
para cazarlo en cuanto pudiera —cuando había vuelo la noche anterior había
subido en el ascensor, así que no había podido interrogarlo— y, en aquellos
momentos, JiSung la tenía frente a él, mirándolo con una sonrisa que le dio
algo de miedo.
—JiSung, ¿tienes un
momento? —le preguntó, aunque más bien no era una pregunta, sino algo dicho por
mera cortesía. El chico, no obstante, miró el reloj de su móvil y puso los ojos
como platos al ver la hora que era, aunque todavía estaba a tiempo de llegar a
la torre.
—Lo
siento, DaHyun, pero tengo que llegar lo más rápido posible al trabajo —replicó,
tratando de zafarse así de ella, aunque suponía que no sería tan fácil.
—Será
solo un momento —contestó ella, agarrándolo del brazo cuando quiso salir
huyendo escaleras abajo—. ¿Por qué vino anoche un ángel a recogerte? —le
preguntó, sin dar ningún tipo de rodeo. JiSung casi quiso poner los ojos en
blanco, pero se contuvo y simplemente se aclaró la voz para sonar de la forma
más neutral posible antes de soltarle la misma mentira que le había soltado a
su hermano cuando había vuelto a casa la noche anterior.
—Ya
sabes que trabajo en la Torre del Arcángel —le dijo—. Simplemente he cambiado
de departamento y hubo una emergencia —suspiró profundo como si aquello le
causara una gran molestia—, y como siempre nos tocó a los becarios y a algunos
ángeles jóvenes pringar en el asunto —DaHyun abrió la boca para hablar de nuevo
y hacerle más preguntas, pero JiSung aprovechó para zafarse del agarre de su
mano y añadir—: no puedo dar más detalles porque el trabajo en la torre siempre
es confidencial. ¡Nos vemos otro día!
Y
corrió escaleras abajo antes de que la chica pudiera decir nada más, tomando
nota mentalmente de nunca más usar las escaleras. Al salir a la calle casi se
esperaba que hubiera ido a recogerlo MinHo, el ángel de las alas del color del
atardecer y cuando vio que allí no había nadie, casi se sintió un poquito decepcionado.
Lo había pasado mal durante todo el trayecto porque su destino era ver al
arcángel Christopher a solas, pero la compañía del ángel había sido agradable
tanto a la ida como a la vuelta y JiSung apreciaba mucho poder sentirse así
junto a uno de los seres más mortíferos de la tierra.
Esperando
al autobús que lo llevaba hasta la Torre del Arcángel JiSung casi pensó que
aquel día era uno normal y corriente, sobre todo cuando se montó en este y casi
fue empotrado contra una de las barras para agarrarse de lo lleno que éste iba
hacia el centro financiero de la ciudad. No obstante, una vez atravesó el vestíbulo
de la torre, la realidad le dijo que aquel no era ningún día normal y que tenía
que subir hasta la última planta, en vez de hasta aquella en la que se
encontraban las oficinas en las que había estado trabajando hasta el momento.
Y, al igual que el día anterior, a medida que fue subiendo pisos y pisos en
aquel ascensor de cristal y metal, el mundo a sus pies se fue alejando y
empequeñeciendo, provocando que el chico comenzara a notar cómo su corazón
latía mucho más rápido y su respiración se descompasaba. Al menos, en aquel
viaje, no se había subido ningún ángel con él al ascensor y JiSung lo agradeció
infinitamente.
Nada
más el ascensor se detuvo en la última planta y JiSung salió de éste, el chico
se dio cuenta de que ante él estaba la misma chica bajita que el día anterior
lo había guiado hasta el despacho del arcángel Christopher por primera vez y ya
se había calmado lo suficiente como para dedicarle una pequeña sonrisa incómoda
y un saludo.
—Supongo
que todo esto lo estará sobrepasando, ¿no? —le cuestionó con una sonrisa
afable. JiSung no supo si aquello era una prueba o si debía contestar siquiera,
así que, simplemente movió sus manos nerviosamente hacia su espalda para jugar
con ellos tras ésta y no dar muestra explícita de su nerviosismo—. No tiene por
qué estar nervioso —añadió al verlo—. Llevo trabajando para el arcángel desde
que tengo uso de razón y siempre que todo va sobre ruedas se porta bien con las
personas —JiSung asintió, sin saber qué más hacer o decir—. Ahora puede
seguirme hasta su despacho.
Y,
tras aquellas palabras, se dio la vuelta y el repiqueteo de sus tacones contra
el suelo debió escucharse en toda la planta. JiSung la siguió casi por impulso,
sin dedicarle un solo pensamiento a aquello porque su mente estaba más ocupada
con las anteriores palabras que le había dicho la joven. El arcángel
Christopher se portaba bien con las personas si todo salía bien… y, de hecho, con
él no se había portado de una forma horrenda las dos veces que se habían visto
en el anterior día, siempre había estado atento y amable con él a pesar de que
era una de las figuras más importantes del mundo y JiSung simplemente un mero
humano, pero aún así, su simple presencia en el despacho lo intimidaba y le
ponía los pelos de punta. No estaba muy contento con la experiencia de estar
rodeado de ángeles, no iba a mentir y solo esperaba que aquello terminara lo
más pronto posible y si había un 0,00000001% de sobrevivir a la situación,
JiSung estaba más que contento, pero solo necesitaba que todo sucediera para
volver a la que había sido su vida normal hasta el día anterior.
Aquella
vez, al contrario que la anterior, la joven no entró al despacho para anunciar
su llegada, sino que simplemente dio unos pequeños golpes en la enorme puerta
de madera y después la abrió para que JiSung pasara al interior. El chico
titubeó unos momentos antes de moverse, pero inspiró aire para coger fuerzas y
así pudo comenzar a andar hasta entrar al interior de la estancia, la puerta
cerrándose tras él con un golpe sordo. El lugar estaba configurado de una forma
diferente a la que lo había estado el día anterior, ya no había una mesa baja
con algunas sillas y sofás a su alrededor delante del escritorio del arcángel
de Oceanía, sino que se encontraba en su lugar una mesa redonda lo suficiente
grande como para que hubiera nueve sillas dispuestas a su alrededor. Y. al
contrario que el día anterior, cuando su llegada provocó que ocho pares de ojos
se girasen hacia él, en aquel momento, solo lo hicieron los ojos castaños del
arcángel, que se encontraba sentado justo en línea recta con la puerta, los
otros tres ángeles que se encontraban en el lugar, no levantaron la cabeza del
mapa que había sobre la mesa. No obstante, solo hicieron falta los profundos
ojos del arcángel para que el cuerpo de JiSung fuera recorrido por un
escalofrío de pies a cabeza.
—Bienvenido,
Han JiSung —le dijo éste—. Has llegado temprano.
—Dijo
que la reunión sería temprano —murmuró él en respuesta, no sabiendo realmente
si contestar era lo correcto en aquel momento—. No quería llegar tarde a algo
tan importante.
—Me
gusta tu mentalidad —comentó el arcángel, esbozando una sonrisa amplia que
provocó la aparición de unos hoyuelos en su rostro—. Toma asiento.
JiSung
asintió a la indicación de tomar asiento y después trató de calmar su corazón,
que había decidido comenzar a saltar como loco dentro de su pecho después de
aquella sonrisa mientras sopesaba el lugar en el que sentarse. De espaldas a él
se encontraba sentado el ángel de las alas del color del atardecer, MinHo, con
la cabeza metida en el mapa, a un par de sitios de él se encontraba el ángel de
las alas de color negro, él mismo y sus alas contrastando con el resto de la
decoración del lugar y de los ángeles que se encontraban allí, haciéndolo único
—si JiSung no recordaba mal, el día anterior había sido presentado como
ChangBin—, mientras que en la silla de la derecha del arcángel se encontraba
otro de los ángeles que había estado allí ayer, aquel de cabello dorado y alas
del color del mar, azules turquesas con leves tonos verdosos, que además tenía
el rostro plagado de pecas —JiSung no recordaba si había escuchado su nombre o
no el día anterior, pero parecía ser alguien bastante importante para estar
sentado justo al lado del arcángel—. Tras cavilar sus opciones y saber que el
resto de las sillas acabarían llenándose más pronto que tarde, el chico decidió
que lo mejor que podía hacer era sentarse al lado de MinHo, dejando solo un
hueco entre él y el ángel que a pesar de su apariencia de oscuridad absoluta
desprendía un aire bastante cálido y reconfortante.
—¿Has
dormido bien? —le preguntó MinHo en cuanto se sentó en la silla. JiSung asintió—.
Me alegra un montón, anoche parecía que no te ibas a sostener en pie el tiempo
suficiente como para llegar a la cama —dijo, esbozando una sonrisa divertida,
pero en sus ojos JiSung pudo notar preocupación.
El
chico quiso responderle, no supo exactamente el qué porque se sentía algo más
cómodo a su lado, a pesar de los primeros momentos de tirantez, pero antes de
que pudiera abrir la boca para hacerlo, la puerta del despacho se abrió y por
ella entraron tres ángeles más. Aquellos tres ángeles que, si JiSung no
recordaba mal, habían sido enviados a ayudar en la misión por la arcángel de
Corea. En el centro se encontraba el ángel que más le había llamado la atención
al chico el día anterior por su rostro de líneas rectas terriblemente serio y
sus alas de color gris perla, su cabello era de color cobrizo y sus ojos de
color castaño oscuro casi negro, aunque, al contrario de los del arcángel,
éstos desprendían frialdad. Los otros dos ángeles que lo flanqueaban eran
aquellos que parecían muy jóvenes, como si fueran adolescentes humanos, aunque
JiSung sabía que el cómputo de la edad de los ángeles era completamente
diferente al de los humanos y aquellos ángeles podrían tener un siglo, en lugar
de los dieciséis o diecisiete años que aparentaban. El más alto tenía las alas
del color del cielo de Australia, un azul claro imposible, pintado con algunos
filamentos dorados como si fueran los rayos de sol, mientras que el otro ángel,
tenía las alas de color verde esmeralda y era un poco más bajito que los otros
dos. Los tres cruzaron la estancia, intercambiando un par de saludos con el
arcángel Christopher y se dispersaron entre los asientos libres, los dos
ángeles adolescentes en los huecos entre MinHo y el ángel de las alas turquesa
y aquel que desprendía un aura tan afilada que a JiSung le costó respirar
durante unos momentos se sentó a su lado, provocando que el chico,
inconscientemente, moviera su silla un poco hacia MinHo, acercándose a él y
alejándose del otro ángel.
El
último en llegar, minutos más tarde, fue el ángel que el día anterior se había
subido con JiSung en el ascensor en su camino al despacho del arcángel. El
ángel de las alas de color cobre, que se sentó junto al arcángel.
—Ya
estamos todos aquí —comentó el arcángel en cuanto éste se sentó—. Debemos
comenzar a prepararnos para hacerle frente a los demonios, preferiblemente
antes de su entrada al continente, pero si no queda más remedio, habrá que
trazar algún plan para que la población se vea afectada lo mínimo posible.
Todos
los ángeles allí presentes y JiSung asintieron, de acuerdo con él. Era mucho
mejor atacar al problema antes de que éste se les fuera de las manos y llegara
a causar daños a la población. Un demonio en una ciudad era como una bomba de
relojería, además, las ciudades de aquel lugar eran enormes y en ellas vivía la
mayor parte de la población del continente, si aparecía en alguna de las
grandes ciudades alguno de aquellos demonios sembraría el caos por completo y
provocaría mucho daño irreparable. JiSung no quería ni imaginárselo.
—Los
demonios aparecieron en este lugar —dijo después, señalando una marca en el
enorme mapamundi que se extendía sobre la mesa, la marca se encontraba en La
Antártida, en una zona en el interior del continente helado—. Han seguido esta
ruta hacia Oceanía y no deberían de estar demasiado lejos de aquí, quizás a
algo más de mitad de camino —señaló otra zona del continente, mucho más cercana
a la parte este—. ChangBin sobrevolará de nuevo la ruta para ver por dónde se
encuentran en estos momentos los demonios y así tendremos nueva información
sobre la velocidad a la que se mueven. Cualquier idea para trazar el plan de
ataque y defensa será tomada en consideración, así que, espero vuestra
participación en esto.
Durante
unos momentos, el silencio se hizo en el despacho, todos los ángeles del lugar
observando simplemente el mapamundi que había ante ellos. JiSung también se
fijó en él, aunque no sabía realmente qué podía aportar él a aquello. Cuando
eran pequeños, su hermano Brian y él habían tenido un juego de mesa de estrategia
y, cuando se aburrían, lo sacaban y echaban horas y horas con él hasta que
JiSung perdía estrepitosamente porque se le daba fatal. También, otra cosa que
influía en aquellas pérdidas era que su hermano era siete años mayor que él y,
por lo tanto, tenía más capacidad para aquel tipo de juegos, aunque JiSung
siempre hubiera sido un niño listo. No obstante, por más que miraba aquel mapa,
a él no se le ocurría absolutamente nada, de hecho, tampoco entendía
exactamente cómo se movían los demonios y cómo iban a saltar de La Antártida a
Australia cuando había entre ambos lugares varios miles de kilómetros de agua,
imaginaba que tendrían algún método, pero no se le ocurría ninguno.
El
silencio se extendió durante varios minutos, hasta que finalmente el ángel que
se encontraba a la izquierda de MinHo, aquel que tenía las alas del color azul
claro como cielo, comenzó a hablar, llamando la atención de todos los
presentes.
—Enfrentarnos
a cinco demonios, aunque seamos siete ángeles y un arcángel y, cada uno de nosotros
contemos con una habilidad diferente, no es factible —dijo—. El hecho de que hayan
aparecido cinco a la vez significa que deben de ser poderosos, así que,
deberíamos enfrentarnos a ellos de forma separada, para poder contar con
posibilidades.
—Ni
siquiera sabes las habilidades que tenemos cada uno de nosotros —replicó en ese
momento el ángel de las alas de cobre—. No sabes cuáles son nuestras
capacidades para luchar con los demonios.
El
ángel que se encontraba a la derecha de JiSung se tensó por completo al
escuchar aquella réplica dirigida al otro ángel de su equipo, despidiendo una
energía que provocó que JiSung se pegara mucho más a MinHo al instante de
sentirla. Todo el vello de su cuerpo se erizó como si fuera un gato sintiendo
el peligro cercano. No parecía haberle gustado el comentario que el ángel de
las alas de color cobre había hecho ni el tono que había utilizado.
—HyunJin.
Llamó el arcángel con
voz autoritaria, sin decir absolutamente nada más que el nombre del ángel que
se encontraba a su lado. Éste le dedicó una mirada antes de reclinarse en la
silla, con los brazos cruzados después de la silenciosa reprimenda. Tras unos momentos,
el ángel que se encontraba junto a JiSung, dejó de estar tan tenso y el puño
que había cerrado fuertemente, como si con eso estuviera tratando de
contenerse, fue abierto, dejando la mano sobre la mesa, con la palma apoyada
sobre la superficie de ésta, más tranquilo que antes, pero aún desprendiendo
una energía gélida.
—Es
cierto que no conocéis vuestras habilidades y que, por eso, no sabéis el
alcance de los poderes de cada uno —reconoció el arcángel—. No obstante, esta
Liga ha sido formada para poder hacerle frente a los demonios y todos habéis
sido cuidadosamente elegidos para ello, algunos tenéis habilidades físicas y
otros psíquicas, pero todos sois los mejores en vuestro campo —añadió—. Para
que la misión pueda ser llevada a cabo, estaría bien que pudiéramos comentar
cuáles son las habilidades que nos hacen especiales a todos y cada uno de
nosotros, para poder así trazar un plan que reduzca las posibilidades de
fracaso o pérdida de miembros del equipo —los ángeles que se encontraban
alrededor de la mesa asintieron uno tras otro, conformes con aquella propuesta—.
¿Te importa hablar de tus habilidades, ChangBin? —le preguntó al ángel.
—En
absoluto —respondió el ángel—. Como todos bien sabéis aquí, soy un ángel desterrado
porque mis habilidades se encuentran más cerca del plano demoníaco que del
angélico, puedo contrarrestar los ataques de los demonios con el mismo tipo de
energía y, hasta cierto punto, puedo sentir su presencia o actividad demoníaca,
aunque eso es algo que realmente no domino todavía.
El
despacho se volvió a quedar de nuevo en silencio, ninguno de los ángeles
diciendo absolutamente nada. Las palabras de ChangBin los había dejado a todos
pensativos, como si aquello fuera un shock para ellos, aunque seguro que
estaban mucho más informados que JiSung en aquel tema, porque para él, lo que
acababa de escuchar le ocasionaba muchas más preguntas de las que ya tenía
hasta el momento. Nunca había sabido de la existencia de ángeles “desterrados”
y menos de ángeles con poderes demoníacos. Suponía que cosas como aquellas, los
ángeles las guardaban para que solo sus congéneres tuvieran la información y ésta
no llegase a los oídos de los humanos. Otra cosa que JiSung había sabido a
través de aquellas reuniones que ningún humano debería saber y que lo hacían
propenso a pensar que, si los demonios no lo mataban, al final lo acabaría
haciendo alguno de los ángeles presentes porque sabía demasiadas cosas.
—¿Es
realmente necesario que un desterrado tenga que estar con nosotros? —cuestionó HyunJin
tras unos momentos, su voz mostrando su completo desagrado por aquello.
—HyunJin
—volvió a replicar el arcángel y el ángel de las alas de color cobre no volvió
a abrir la boca.
Después
de aquella interrupción, los ángeles siguieron hablando sobre sus habilidades
propias y JiSung prestó atención a medias a la conversación porque, por una parte,
no pensaba que lo fueran a mandar al campo de batalla y, por otra, seguía
pensando que él allí no pintaba mucho. Ser el único humano del lugar y no tener
nada especial para estar allí como los demás era algo que todavía lo inquietaba
y lo asustaba. Si creía en las palabras del arcángel, quizás todo fuera más
fácil, pero le era imposible creer en aquellas palabras puesto que él no tenía
aquellas habilidades que éste proclamaba que tenía.
Para
cuando el arcángel Christopher dio por finalizada la reunión, horas más tarde,
los ángeles parecían haber llegado a un acuerdo sobre cómo abordar la situación
y JiSung se sintió un poco más inútil todavía porque, mientras había estado
perdido en su propia mente, no le había prestado demasiada atención a lo que
los ángeles habían estado hablando y solo había entendido que primero
reconocerían el terreno para ver el lugar exacto en el que los demonios se
encontraban en su camino hacia Australia y que después pondrían en marcha el
operativo que acababan de tramar para deshacerse de ellos antes de que llegaran
al continente. ¿El plan exacto? JiSung no lo había escuchado.
~
Una
vez la reunión finalizó, todos se levantaron de sus respectivos asientos y Christopher
no pudo evitar que su mirada se dirigiera a la figura de JiSung, que había
estado durante la mayor parte del tiempo desorientado en los temas que habían
estado tratando. Parecía seguir de aquella forma y el arcángel sintió que
quizás le debía otra explicación más exhaustiva; sin embargo, le había avisado
aquella misma mañana a ChaeYoung que, en cuanto la reunión terminara, le
resolviera todas las dudas que el muchacho pudiera tener, ya que estaba seguro
de que éste no iba a hacer ningún tipo de pregunta en presencia de los demás
ángeles. Le dejaría aquel trabajo a una de las pocas personas en las que
confiaba plenamente y él trataría de arreglar un problema que esperaba que no
se intensificara.
—ChangBin,
HyunJin —llamó, antes de que salieran por la puerta—. Tengo algo que hablar con
vosotros dos en privado.
Los
dos ángeles se detuvieron y después se acercaron a él, mientras los demás
salían del despacho sin mirar atrás. Christopher esperó a que todos se hubiera
ido del lugar y la enorme puerta de madera hubiera sido cerrada para hablar de
nuevo.
—HyunJin
—dijo—. Sé que ahora mismo tu cabeza está pensando en otra cosa que para ti es
mucho más importante y que lo que menos deseas es estar aquí, cuando podrías
estar formando parte de otro equipo.
El arcángel notó cómo
el ángel de las alas color cobre apretaba sus labios en una finísima línea y
cómo sus ojos parecían más distantes que nunca. Entendía a la perfección sus
preocupaciones y sabía cuáles eran los deseos de éste, pero aquello no quitaba
que la misión para la que lo había reclutado fuera también importante, no solo
para el ángel, sino para el territorio que había jurado proteger cuando le había
jurado que estaría a su servicio.
—También
sé que JiHyo está haciendo todo lo posible para ayudar con ese asunto y que
JaeBeom está en buenas manos con ella —añadió—, así que, por favor, te necesito
aquí conmigo durante un poco de tiempo, hasta que los demonios ya no sean
ninguna amenaza para estas tierras —el arcángel caminó hacia HyunJin y le
colocó las manos sobre sus hombros, en un gesto que trató que fuera
reconfortante, ya que no quería tener que obligarlo por su juramento y atarlo a
su voluntad—. En cuanto todo esté solucionado, podrás ir a donde necesites para
ayudar… siempre y cuando no hagas solo las cosas, no se me pasó por alto la
forma en la que llegaste ayer y no quiero que algo como eso vuelva a suceder.
—Sí…
Sire… —murmuró HyunJin.
El
arcángel respiró aliviado. En ocasiones, HyunJin no era alguien con quien se
pudiera razonar, sobre todo, en cuanto a su familia se refería y sabía a la
perfección que todo lo que estaba sucediendo en aquellos momentos lo tenía al
borde del colapso. Siempre había sido irascible e irritable, pero en aquellos
momentos sus emociones estaban a flor de piel y Christopher necesitaba que se
calmara y se templara lo suficiente como para que el asunto de los demonios se
solucionara. Por ese motivo, había decidido que lo mejor que podía ofrecerle en
aquellos momentos era un trabajo de campo. Inicialmente aquello solo lo iba a
realizar ChangBin, volar hasta La Antártida para averiguar si los demonios
estaban cerca o si todavía seguían lo suficientemente lejos como para poder
estar tranquilos, pero había decidido después de los eventos de la reunión que
HyunJin fuera con él.
—También…
—comenzó—. Quiero que vayas con ChangBin al encuentro de los demonios para
informar de su posición —HyunJin abrió la boca para protestar, pero Christopher
se esperaba que lo hiciera, así que, antes de que pudiera esbozar su protesta,
continuó—. Sé que no te fías de él por ser un ángel desterrado, por eso quiero
que seas tú el que vaya para confirmar que todo lo que ha dicho es verídico,
así espero que te conciencies sobre la situación y participes activamente en
esto. Necesito que confiéis los unos en los otros —añadió.
HyunJin
no dijo nada durante unos momentos, pero después asintió, con un leve
movimiento de su cabeza, de acuerdo con la decisión que había tomado el
arcángel.
—Podéis
retiraros —les dijo y ambos ángeles salieron de su despacho, directamente a
cumplir la misión que les había encomendado.
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