Parte II
TaeYeon salió al exterior asombrada.
Parecía un mundo completamente distinto al suyo. Estaba sobre un camino de
tierra y a cada lado de este se encontraban plantas exóticas que nunca antes
había visto. Eran de muchos colores y, además, enormes —aunque sospechaba que
era porque ella había encogido—. En ese momento, vio un destello blanco y
segundos después aparecía el conejo del pene grande con un reloj entre sus
patas delanteras.
—Llego tarde, llego tarde —dijo y
echó a correr.
TaeYeon quiso seguirlo, pero tampoco
quería alejarse mucho de la puerta que la había llevado hasta allí. Sin
embargo, cuando miró hacia atrás, no había ninguna puerta, solo se encontraba
la botella que la había encogido o eso pensó, porque cuando se acercó, tenía
otra nota dentro.
—“Úsame para crecer”.
La chica no lo pensó mucho antes de
introducirse la botella de nuevo por la vagina, descubriendo con satisfacción
que sin hacer mucho esfuerzo pudo meterla hasta el cuello. Se masturbó con
ella, utilizando su otra mano para frotarse y pellizcarse el clítoris para así
llegar más rápidamente al orgasmo. Cuando lo alcanzó, sintió la misma sacudida
de antes y cuando abrió los ojos se encontró con que las plantas a ambos lados
del camino ya no eran tan enormes, pero ahora que las podía ver bien gracias a
su altura, estas parecían tener caras dentro de las flores. TaeYeon las miró
unos momentos, extrañada, ya que en casa las flores no tenían rostros. Los ojos
de estas se abrieron de golpe y comenzaron a mirarla fijamente, con deseo y a la
chica no le gustó aquello.
Sacó la botella de cristal de su
vagina y se levantó del suelo, sacudiéndose el polvo del trasero, echando ahora
de menos la ropa que se había dejado en la habitación cuando empequeñeció.
TaeYeon echó a andar, si quitarle la vista de encima a las plantas y con la
botella en la mano por si la necesitaba más tarde para encoger de nievo. Una de
ellas le llamó la atención porque tenía una sonrisa muy amplia y muchos
dientes, la chica la miró y de la flor comenzó a aparecer un gato rosa con
rayas de color morado. Dio un paso atrás, asustada, y se chocó contra una
planta pero a pesar de que eso no le gustaba, no podía dejar de mirar al gato,
que tenía unos ojos hipnóticos.
Sin que TaeYeon se diese cuenta de
lo que ocurría, el gato la estaba hipnotizando para que todo lo que ocurriera a
partir de aquel momento le causara un placer infinito y nada le diera asco o
sintiera por ello repulsión. Tan ensimismada estaba con los ojos del gato que
no notó de que tallos de las plantas se enredaban en sus tobillos, en sus
muslos y en sus muñecas hasta que estos la alzaron del suelo. La chica pataleó
e intentó liberarse del agarre, pero aquellos tallos tenían demasiada fuerza y
eran gruesos, así que no podía romperlos, parecía que tenían vida propia y ella
no era rival.
—¡Soltadme! —gritó, pero ahora,
aparte de elevarla, la tumbaron en el aire y le abrieron las piernas, dejando
al descubierto su entrepierna. El gato la miró relamiéndose y ella forcejeó de
nuevo, pero siguió sin conseguir nada.
—Es inútil escapar —dijo una voz
detrás de ella así que giró su cuello lo máximo que pudo para descubrir que
quien había hablado era una oruga con unos genitales enormes, casi tan grandes
como el tamaño de la oruga, que no era para nada normal.
—¿Por qué no puedo liberarme? —preguntó.
—Porque estás en el país de las
Pornopesadillas, TaeYeon, y aquí, todo y todos querrán follar contigo —aclaró.
—¿País de las Pornopesadillas?
—Sí, eres la elegida, pero antes de
ir al lugar que debes tienes que pasar por esto.
—¿Lugar dónde debo ir? ¿Dónde debo
ir? ¿Para qué? ¿Por qué tengo que pasar por esto y porque todos quieren
follarme?
—Eso no te lo puedo decir —contestó
la oruga, llevando sus patas a su miembro, comenzando a masturbarse—. Por ahora
disfruta del placer que te ofrecen las plantas, son muy buenas haciendo su
trabajo.
La chica volvió su atención al
frente, siguiendo la vista de la oruga y se encontró con un tallo con forma de
pene, yendo directamente hacia su vagina y más allá de esto, al gato rosa,
masturbando su gran miembro con su cola. Observó sus ojos de nuevo y, en ese
momento, dejó de forcejear, ya le daba igual que la penetrara un tallo con
forma de pene, la oruga, el gato o el conejo, solo necesitaba que algo,
preferiblemente grande, se colara por su vagina para calmar el calor que
comenzaba a sentir en ella.
El tallo se introdujo en su vagina y
comenzó a moverse, pero TaeYeon sentía que después del culo de la botella,
aquello no era tan grueso como para satisfacer su sed de sexo, así que comenzó
a mover sus caderas, intentando crear más fricción cuando aquel tallo la
penetraba, y cerró sus ojos, dejándose llevar, por lo que no vio el segundo
tallo hasta que sintió cómo este empujaba para unirse al otro. Dos tallos eran
mejor que uno, sin duda, y la chica comenzó a gemir porque aquello le gustaba
demasiado y no sabía por qué, porque le debería de dar asco.
Los dos tallos se movían en su
interior, penetrándola a distintos tiempos y moviéndose hacia los lados para
abrir más su vagina para que así pudiera introducirse un tercer tallo que se
había acercado hasta ella. Se sintió llena cuando finalmente este se le metió
dentro, pero necesitaba más, mucho más.
Comenzó a gemir y a pedir
enloquecida por más tallos en su vagina y estos no se hicieron esperar, introduciéndose
dos de golpe en esta y otros dos por su recto y su boca. La chica no podía
pensar más que en el placer y quería mucho más, así que se dejó follar hasta
llegar al orgasmo, contrayéndose y convulsionando cuando este la alcanzó,
haciendo que todos los tallos se derramaran en su interior dejando un líquido
verde y viscoso que, sin embargo tenía sabor dulce en su boca, por lo que lo
tragó antes de que los tallos se retiraran. Unos segundos después, TaeYeon
sentía cómo los cinco tallos que habían conseguido empujar dentro de su vagina
y los dos de su recto se retiraban a la vez, haciendo que el líquido verde
saliera de su interior, derramándose sobre el suelo de tierra y las demás
flores.
La chica respiraba entrecortado y
aún sentía el placer del orgasmo recorriéndole el cuerpo. Había sido
maravilloso, así que cerró los ojos de nuevo, recordando las sensaciones que
los tallos le había provocado.
Cuando los abrió de nuevo, fue porque
sintió algo empujando para entrar en su vagina de nuevo. Algo parecido a una
planta carnívora había sacado una especie de lengua gruesa con forma de pene y
se la introdujo, entrando hasta rozar con la entrada a su útero. Una vez allí,
la flor se despegó del tallo y aferró sus fauces a la entrepierna de TaeYeon,
que estaba bastante confusa, ya que no entendía cómo aquello podría moverse en
su interior sin el resto de la planta. Lo entendió todo cuando la lengua
comenzó a moverse en su interior y vio como la cabeza de la flor tenía una
especie de tendones que ayudaban a que la lengua se moviera dentro y afuera,
como si de un mecanismo complejo se tratara.
La chica comenzó a gemir a medida
que el ritmo de las embestidas aumentaba. Aquella planta estaba haciendo un
gran trabajo, pero quería que fuera mucho más rápido, así que, tras forcejear,
se soltó de los tallos que mantenían presa una de sus muñecas y llevó su mano
libre a su entrepierna para mover con más velocidad aquella cosa,
proporcionándose aún más placer. Estaba a punto de llegar al orgasmo cuando las
plantas que la sujetaban dejaron de hacerlo y ella cayó los centímetros que la
separaban del suelo, hincándose el músculo de la planta hasta lo más profundo y
llegando así al orgasmo con un grito que tuvo que ser escuchado en todo el
maldito País de las Pornopesadillas.
Se tumbó sobre el suelo y tiró de la
planta hasta sacarla de su interior, haciendo que el líquido verde que había
soltado, se desparramara de nuevo desde su vagina.
—Menos mal que las plantas y yo no
somos de la misma especie, no me gustaría quedarme embarazada y tener niños
parecidos a estas cosas —murmuró—, aunque me podría llevar esto para casa —tomó
la planta carnívora y la olvidada botella por si la necesitaba de nuevo más
tarde y se levantó del suelo, tambaleándose por el orgasmo.
Buscó con la mirada al gato y a la
oruga que la habían estado observando mientras la penetraban, masturbándose con
la vista que les había ofrecido, pero lo único que quedaba de ellos eran dos
charcos de semen en las flores en las que habían estado atentos al espectáculo.
TaeYeon se encogió de hombros, sino estaban allí no podía preguntarles nada más
y tendría que seguir adelante para averiguar qué era lo que pasaba en aquel
lugar.
En ese momento, apareció de nuevo el
conejo y la chica salió corriendo tras él, aunque sentía su interior bastante
vierto y le era muy complicado correr rápido hizo lo posible para no perderlo.
Salieron del camino de las plantas y entraron a un bosque con árboles enormes
por todos lados de gruesos troncos y altas raíces. En un momento dado, la chica
perdió al conejo, pero antes de poder buscarlo, salieron a su paso dos gemelos
corriendo en su dirección.
—Vienen las cartas de su majestad,
la reina de corazones —decía uno.
—Vienen a por ti, TaeYeon —dijo el
otro.
—Ven por aquí —el primero la agarró
del brazo derecho y tiró en esa dirección.
—No, por aquí —el otro la agarró del
izquierdo y tiró hacia ese lado.
—Por aquí, seguidme —el conejo había
aparecido de nuevo y TaeYeon se soltó de los dos gemelos.
Siguió al conejo rápidamente con los
otros dos detrás suya hasta una especie de madriguera y se adentró en ella sin pensar.
Era un sitio pequeño y oscuro, pero cabían todos perfectamente. Todo estaba en
silencio y solo se oían las respiraciones agitadas, pero de repente, comenzaron
a escucharse ruidos en la superficie.
—Nos van a ver —dijeron a la vez los
gemelos—. Nos verán si no lo hacemos.
—¿Hacer qué? —preguntó TaeYeon.
Los gemelos no le respondieron,
simplemente uno de ellos se timbó y sacó su miembro erecto de sus pantalones
mientras el otro la tomaba y la ponía sobre su hermano, dejándola caer sobre el
pene que la penetró hasta el fondo de su vagina, luego, se quitó él sus
pantalones, le separó los glúteos y se internó en su recto.
—Gime —le pidieron los dos
comenzando a moverse.
TaeYeon no tardó en obedecer,
exteriorizando todo el placer que sentía teniendo dos gruesos miembros en su
interior. Tanto su recto como su vagina habían ido recuperando su tamaño
natural, por lo que los notaba frotándose contra sus paredes hinchadas por los
anteriores orgasmos y que habían adquirido una gran sensibilidad.
Siguieron embistiéndola hasta que
todos llegaron al orgasmo. En ese momento, la chica se dejó caer contra el
gemelo que se encontraba en el suelo porque no podía con más. Estaba demasiado
cansada, por ese día había tenido ya suficientes orgasmos, ocho eran más de los
que había llegado a experimentar en una semana de trabajo, ya que allí solo
tenía que satisfacer a los clientes.
Sin embargo, a pesar de que quería
descansar, el conejo no la dejó hacerlo, porque tiró de su brazo y la levantó,
haciendo que, los ahora flácidos miembros de los gemelos salieran de su
interior y su semen comenzara a recorrerle las piernas. El conejo la sacó de la
madriguera y TaeYeon lo siguió tambaleándose mientras este corría a través del
bosque. Algunos minutos después, llegaban a la linde de este, donde se
encontraba una pequeña casa con un jardín delantero en el que había una mesa
llena de dulces y té, presidiéndola, había un hombre con cara de loco y un
sombrero desvencijado sobre su cabeza.
—Mi nombre es HeeChul y soy el
sombrerero —se presentó—. Ven aquí, TaeYeon —le indicó con un movimiento de su
mano que se acercara—. Tenemos muchas cosas que hacer.
La chica caminó hasta él, viendo
cómo se sacaba su miembro de los pantalones. Cuando estuvo a su lado, la tomó
por el brazo y la puso contra la mesa. TaeYeon tuvo que apoyar las manos sobre
esta para no caer de cara contra los pasteles que había allí mientras notaba
las manos de HeeChul recorriendo sus piernas, abriéndolas para pegarse más a su
cuerpo y luego tirar de su vagina. Sintió cómo el semen que todavía quedaba de
los gemelos se le terminó de escurrir de su interior y, en ese momento, HeeChul
la penetró.
—Eres la elegida, TaeYeon —comenzó a
hablar mientras la embestía—. Tienes que acabar con la malvada reina de
corazones —el sombrerero dio una embestida por cada palabra que dijo,
cortándole la respiración.
La chica sentía que se estaba
volviendo loca. Era demasiado sexo para solo un día y seguramente, cuando el
sombrerero acabara con ella tendría la vagina en carne viva de tantas veces que
la habían utilizado a lo largo del rato que llevaba en el País de las
Pornopesadillas, porque por la posición del sol, no parecían haber pasado más
de tres o cuatro horas.
Las embestidas fueron cada vez más
rápidas y erráticas hasta que el sombrerero se corrió, llenándola por completo
de semen. Salió de ella rápidamente y le dio la vuelta para que estuviera cara
a él, le sonrió de una manera excitante y luego la sentó sobre la mesa, para
abrirle las piernas e internarse en ellas, comenzando a lamer su entrepierna,
retirando cualquier rastro de semen que se escapaba de su vagina, mandándole intensas
oleadas de placer.
TaeYeon estaba a punto de llegar al
orgasmo de nuevo cuando el sombrerero se separó bruscamente de ella, cogió una
botella y se la metió en la vagina, masturbándola con gran velocidad. Estaba a
punto, lo sentía, sentía que el orgasmo se avecinaba, sin embargo, justo antes
de llegar al clímax, la mano de HeeChul se detuvo por completo, mirando con los
ojos abiertos como platos detrás de ella.
La chica giró su cabeza y vio un
montón de cartas, como de las que había escapado en el bosque gracias a los
gemelos, con unas lanzas que amenazaban al sombrerero para que no hiciera
ningún movimiento más, y a los demás personajes que estaban en la mesa, y de
los que TaeYeon no se había dado cuenta de su presencia porque estaba demasiado
absorta en su placer. Una de las cartas se acercó a ella y le sacó de un tirón
la botella de la vagina, haciéndola gemir, pero no llegar al orgasmo, ya que
sin ella dentro se sentía vacía.
—Le gustarás a la reina Tiffany —dijo.
Después, la cogió y la llevó en
brazos hasta una plataforma de madera con rejas que era tirada por algunos
caballos. Tanto los caballos, como las cartas tenían unos prominentes miembros
que no dejaban de apuntar alto, como les había pasado al gato, a la oruga y al
conejo y TaeYeon se preguntó si aquello era normal.
La chica fue dejada dentro de
aquella pequeña prisión, tumbada bocabajo y con los brazos y las piernas
sujetos por una especie de grilletes que la mantenían anclada al suelo y con
las piernas abiertas, dejando ver perfectamente su vagina hinchada. En cuanto
la carta salió, TaeYeon se giró para ver cómo en ese momento, esta le metía su
lanza por la vagina, por la parte del mango hasta que llegó a lo más profundo
que pudo.
Las demás cartas se acercaron a ella
y repitieron esa misma acción. Dos, tres, cuatro, cinco, seis, hasta la séptima
las acogió bien, pero la octava le hizo daño y la novena sintió que la
desgarraba por dentro. Cuando le introdujeron la décima y la undécima, perdió
el conocimiento.