jueves, 14 de mayo de 2020

[Chapter 3] League of Angels {BangHan}


CHAPTER 3: SPECIAL

            JiSung se tomó algo de tiempo en bajar a la calle, haciéndolo por las escaleras para hacer que su cuerpo le funcionara de la forma más correcta posible y, cuando salió de su edificio, se encontró justo frente a la puerta al ángel de las alas del color del atardecer, con los brazos cruzados sobre su pecho, sus ojos cerrados y su cuerpo dejado de caer contra la puerta de un coche deportivo rojo con aspecto de ser carísimo. El chico parpadeó un par de veces de forma rápida sin creerse la visión que estaba teniendo en aquellos momentos —las personas que se habían arremolinado alrededor del coche y del hermoso ángel y habían sacado sus teléfonos para hacerle fotos y vídeos tampoco parecían creérselo—, pero se sobrepuso pronto, obviando el sentimiento de superioridad que parecía proceder del ángel, porque cuanto antes hiciera todo aquello, antes pasaría todo y antes podría volver a la seguridad de su casa, donde se haría una bolita sobre el colchón y se echaría las sábanas por encima de la cabeza para tratar de desaparecer.


            MinHo pareció sentir su presencia de alguna forma porque abrió sus ojos cuando JiSung dio un par de pasos hacia él y lo miró directamente a los suyos. La respiración del chico se detuvo porque realmente no estaba acostumbrado a la belleza de los ángeles a pesar de que en aquel día había visto demasiados ángeles de cerca, muchos más de los que había pensado que llegaría a ver en toda su vida.

            —¿Tu hermano te ha hecho muchas preguntas? —cuestionó el ángel, sorprendiendo a JiSung porque no se había esperado que le hiciera aquella pregunta y porque no sabía qué responder realmente. Brian simplemente lo había seguido por la casa mientras se preparaba tranquilamente para bajar y le había dicho que las explicaciones se las pediría cuando regresara a casa—. No hace falta que respondas ahora —siguió éste—. Será mejor que entremos al coche para ir a la Torre.

            JiSung asintió lentamente, viendo cómo el ángel de las alas del color del atardecer se retiraba del coche para abrirle la puerta del copiloto. El chico siguió obviando al gentío que se había arremolinado allí para meterse en el coche, sintiendo inmediatamente la comodidad de aquel asiento y la suavidad de éste. MinHo cerró la puerta en cuanto el chico se sentó correctamente y, se paseó por delante del morro del coche dedicando sonrisas encantadoras a las personas de fuera antes de entrar él mismo a éste, en el asiento del conductor, plegando sus cortas alas de una forma que a JiSung le pareció completamente imposible para encajarse en aquel lugar y poniendo en marcha el coche en unos segundos. En tan solo unos momentos, dejaron atrás el gentío y comenzaron a avanzar por las calles de la ciudad, en dirección a la Torre del Arcángel.

            El chico sintió un escalofrío recorrer todo su cuerpo de arriba abajo al recordarlo al pensar en el arcángel con el que se iba a encontrar al final de aquel camino, a solas.

            JiSung se agarró fuertemente con sus manos al cinturón que lo mantenía seguro en aquel coche, como si también pudiera mantenerlo seguro el resto de la noche, sabiendo que, obviamente no tenía ningún sentido, pero sin saber qué más podía hacer para tratar de calmarse. Su corazón latía con tanta rapidez dentro de su pecho que el chico tenía la seguridad de que, en algún momento de la noche, se le saldría de éste; mientras que su respiración era bastante más irregular de lo que había sido en su vida, por lo que el chico trató de respirar hondo y de forma lenta para calmarla, para calmarse, llamando la atención de su acompañante, que se había detenido en un semáforo en rojo, al hacerlo.

            —No tienes por qué preocuparte —le comentó MinHo, sin siquiera mirarlo. JiSung no pudo evitar pensar que cómo no iba a preocuparse si el arcángel Christopher lo había llamado a él, un humano normal y corriente, en mitad de la noche a la Torre. Era imposible para él no preocuparse—. Probablemente haya pensado que esta mañana no fue lo suficientemente claro acerca de tu participación en todo esto… —el ángel giró levemente su cabeza al parar en un semáforo en rojo—, lo cual supongo es el motivo de tu nerviosismo —JiSung asintió, porque para qué negarlo—. Eres un chico especial… no sabes cuánto, por eso estás metido en todo esto.
            —¿Especial? —no pudo evitar cuestionar, rememorando cómo aquella misma mañana el arcángel había dicho algo parecido.
            —Es algo de lo que te hablará el jefe —replicó MinHo, negándose a responder su respuesta y volviendo a poner el coche en marcha en cuanto el semáforo volvió a ponerse en verde.

            JiSung abrió la boca dispuesto a pedir de nuevo una explicación, pero al instante volvió a cerrarla porque las palabras del ángel habían sido claras. No iba a contestarle porque no era su deber hacerlo y, por más que le preguntara, no le iba a responder… además, el chico no quiso tentar tampoco a su suerte. Los ángeles eran criaturas de especial belleza, una belleza inhumana… y de la misma forma que su belleza lo era, su carácter también. Muchas cosas que los humanos consideraban crueles y despiadadas, para los ángeles no lo eran y si en algún momento JiSung se cruzaba demasiado en el camino de aquellos seres era muy probable que acabara despedazado en algún lugar del centro de Sidney para que el resto de la población viera lo que ocurría con aquellas personas que se entremetían demasiado en los asuntos de los ángeles.

            El resto del camino a la Torre por las calles de la ciudad fue en completo silencio, un silencio simplemente roto por el leve murmuro del coche eléctrico que el ángel conducía, un silencio en el que JiSung no pudo dejar de pensar en lo que el otro lo había dicho porque no tenía mucho sentido. De primera hora no tenía ningún sentido que él estuviera metido en algo tan importante, algo que siempre había sido misión de los ángeles exclusivamente, algo en lo que él realmente no sabía qué podía hacer porque no era más que una persona normal y corriente. No obstante, aunque todo aquello no tuviera sentido, JiSung tenía también algo de curiosidad por saber el motivo por el cual le había dicho aquello el ángel junto a él y saber qué era lo que quería decirle el arcángel —aunque eso en especial lo asustaba bastante, estar a solas con él—.

            —Ya estamos aquí —anunció el ángel de las alas del color del atardecer.

            JiSung salió de sus pensamientos cuando el otro habló, dándose cuenta de que el coche se había detenido en la primera planta del garaje de la Torre del Arcángel. No se había percatado de que habían llegado tan lejos ni de que ya se encontraban en aquel lugar hasta ese momento y JiSung volvió a sentir cómo el mundo se le venía encima por milésima vez en aquel día. No estaba preparado para encontrarse con el arcángel.

            —Aquel ascensor te lleva directamente a lo más alto de la Torre —volvió a hablar MinHo—, simplemente tómalo, te esperaré aquí mismo para llevarte de regreso a casa cuando bajes.
            —¿T-tengo que… subir… solo? —preguntó el chico, poniendo el acento en la última palabra.
            —Sí, claro —respondió el ángel—. El sire solo quiere hablar contigo, yo no puedo acompañarte.
            —Ajá —murmuró JiSung, sintiendo cómo el pánico ascendía por su garganta.
            —No te preocupes —añadió, al ver el pánico que había desarrollado tras su respuesta—. Christopher no muerde.

            JiSung no estaba muy seguro de que el Arcángel de Oceanía no mordiera, pero no tenía más remedio que salir del coche y montarse en el ascensor. MinHo no iba a dejar que hiciera otra cosa y, ya que había llegado hasta allí, supuso que no le haría daño saber el motivo por el cual el arcángel Christopher lo había metido en aquel embrollo. No las tenía todas consigo, ni estaba muy convencido de que aquello fuera lo mejor, pero JiSung se autoconvenció de salir del coche y dar un paso tras otro hasta llegar al ascensor, montarse en él y pulsar el botón que lo llevaba al lugar más alto de la Torre del Arcángel. El corazón le latía demasiado rápido dentro de su pecho y las piernas le temblaban, pero el chico trató de calmarse porque estar tan nervioso no le iba a hacer ningún bien estando solo ante el otro ser y, porque al menos, tenía que aparentar ser fuerte.

            El chico salió del ascensor con pasos decididos e hizo el mismo camino que había hecho aquella mañana acompañado por la secretaria del arcángel hasta llegar a la enorme puerta de su despacho. Inspiró hondo un par de veces y después simplemente llamó con sus nudillos a la puerta. Una voz delicada y suave que le provocó un escalofrío por todo su cuerpo, le indicó que podía pasar al interior y así lo hizo JiSung, encontrándose al abrir la puerta con la imponente figura del arcángel iluminada por un par de luces tenues de la estancia, observándolo fijamente, haciendo que las rodillas del chico volvieran a temblar bajo el peso de aquella mirada de color castaño oscuro. JiSung tuvo que tragar saliva y desvió su mirada del arcángel, recorriendo con sus ojos la habitación que parecía completamente diferente ahora que no estaba llena de ángeles como aquella mañana, pero que, aun así, no dejaba de ser amenazadora.

            —Disculpa la inoportunidad de mi reclamo —le dijo el arcángel, provocando que JiSung tuviera que mirarlo de nuevo—. Debes de haber tenido un día muy duro y por eso no quería llamarte… pero creo que te debo una explicación especial.

            JiSung asintió, a todo. Había sido un día demasiado largo y no ayudaba a que dejara de serlo encontrarse de nuevo en aquel despacho, delante de aquel arcángel y solo junto a él; pero, tal y como éste había dicho, era merecedor de una explicación especial porque él no estaba mezclado en los asuntos de los ángeles, no lo había estado nunca antes y no había esperado estarlo hasta ese mismísimo día.

            —Siéntate, creo que esto va a ir para largo —le pidió el ser con el que se encontraba en el lugar. El chico asintió de nuevo y después se dejó caer en la silla más cercana. Probablemente aquella era una posición muy vulnerable, sentado entre el arcángel dentro del despacho y con las enormes puertas de madera a su espalda, lugar por el que cualquiera podría entrar y, antes de que JiSung se diera cuenta, acabar con él… pero en aquellos momentos realmente le daba igual porque no pensaba que de todas formas fuera a durar demasiado y sus piernas estaban a punto de fallarle por los temblores continuos, por lo que dejarse caer en la silla más cercana era la mejor opción para él en aquellos momentos—. Supongo que lo primero que quieres saber es por qué te llamé aquí esta mañana y te he hecho partícipe de este asunto tan importante, ¿verdad? —JiSung volvió a asentir—. ¿Tienes alguna idea del por qué? —le cuestionó el arcángel, moviéndose lentamente por la habitación hasta acabar sentado justo frente a él—. Supongo que le habrás dedicado muchas horas a pensar hoy en este tema.
—MinHo, el ángel que me ha recogido, me ha comentado en el coche que la razón era porque era especial —comentó. Él le había dado muchas vueltas durante todo el día, pero ninguna de las conclusiones a las que había podido llegar le parecían correctas de exponerle al arcángel, así que, optó por aquella respuesta que no lo comprometía tanto—, pero realmente no veo en qué soy más especial que cualquier ángel.
            —Y tiene toda la razón —respondió el arcángel, esbozando una pequeña sonrisa divertida, la comisura del lado derecho de sus labios alzándose un poco más que la del lado izquierdo—. Eres especial, Han JiSung.

            La forma en la que su nombre salió de los labios del arcángel, suave, dulce, melosa y casi sensual, provocó que todos los vellos del cuerpo del chico se erizaran y que su piel se convirtiera en piel de gallina. Un escalofrío recorrió su columna vertebral de arriba abajo y éste llegó hasta la punta de los dedos de sus manos y sus pies. JiSung sintió en su lengua el sabor a algo que no llegó a identificar y su mente se nubló por un instante, provocando que el chico acabara agarrándose a los brazos de la silla, pensando que iba a caerse de ella ante la repentina debilidad que se apoderó de su cuerpo. ¿Qué había sido aquello?

            —Lo has sentido, ¿verdad? —le preguntó el arcángel. JiSung no pudo responderle inmediatamente, ¿cómo le podía responder si todavía no era dueño de su propio cuerpo?—. Por cómo has reaccionado, sé que la respuesta es sí —siguió—. Por esto decidí que incluirte en el equipo era una buena idea Han JiSung, porque tienes una habilidad que te hace muy especial y es una habilidad que ninguno de los ángeles tiene —el chico frunció su ceño, confundido, mientras trataba de entender al arcángel, pero siendo tan críptico como era, le resultaba imposible—. Tienes la habilidad de sentir a los seres sobrenaturales —añadió—, la habilidad de sentir sus emociones en tu cuerpo.
            —¿Qué? —fue lo único que pudo esbozar el chico.

            El arcángel rio y su risa clara reverberó en las paredes de la estancia y en el cuerpo de JiSung, provocando que se sintiera de nuevo extraño, aunque no tanto como lo había hecho momentos antes, cuando éste había dicho su nombre. JiSung sintió que el Arcángel de Oceanía le estaba tomando el pelo porque lo que le había dicho era algo que no tenía nada de sentido, él simplemente era un chico normal y corriente que no tenía ninguna habilidad extraña como la que éste le proponía. Se llamaba Han JiSung, tenía veinte años —aunque a finales de ese verano cumplía los veintiuno—, era un simple becario administrativo que había acabado en la Torre del Arcángel llevando cafés a todos sus superiores y tenía una no-habilidad para el arte de la cocina.

            —Dime —comenzó el arcángel de nuevo, levantándose—. ¿No has sentido en todo este tiempo que llevas trabajando aquí nada extraño? —le preguntó—. Cualquier ligero escalofrío que no se debiera al aire acondicionado de la oficina porque lleva un mes estropeado y el servicio de mantenimiento no se ha dignado a repararlo.
            —No… —murmuró JiSung.
            —¿Ninguna emoción extraña cuando te has cruzado con algún ángel? —inquirió, caminando hacia él, algo que lo puso muy nervioso.
            —Solo me he cruzado con ángeles una vez en toda mi vida —dijo—. Hoy.
            —¿Y no has sentido nada raro? —le cuestionó, deteniéndose ante él y mirándolo de forma fija con aquellos ojos castaños oscuros que parecían ver en lo más profundo de su alma—. Rememora el día de hoy.

            JiSung cerró sus ojos, tratando de que sus parpados fueran un muro que lo separaran del atractivo rostro del arcángel y de su apabullante presencia, a la vez que comenzaba a buscar en su mente las sensaciones que le habían provocado los diferentes ángeles que había conocido aquel día. Pensó en lo que había sentido mientras estaba encerrado en el ascensor con el ángel de las alas de color bronce, la sensación de ahogo que le había producido aquello; pensó en el miedo que había recorrido su cuerpo desde que había sabido la noticia de que era requerido en lo más alto de la Torre del Arcángel, un miedo que no había dejado de sentir en todo aquel día; pensó en el ambiente tenso de la reunión y en los instintos asesinos que parecían desprender algunos de los ángeles; pensó en la calidez y tranquilidad que le transmitía la presencia de MinHo, el ángel de las alas del color del atardecer… pensó en lo nervioso que se volvía cuando el arcángel lo miraba fijamente y en cómo su cuerpo había reaccionado de forma tan violenta cuando éste había dicho su nombre unos instantes antes. Después de pensar en todo aquello, JiSung no supo si lo que había sentido en aquellos momentos había sido provocado porque él tuviera una habilidad especial o si era simplemente porque aquellos ángeles desprendían una energía demasiada intensa que lo hacía reaccionar de aquella forma.

            Cuando JiSung abrió los ojos, se encontró con el arcángel sentado sobre la mesa baja de café que había ante él, sus largas alas de plumas blancas ribeteadas por dibujos abstractos en plata arrastrando por el suelo de baldosas de la oficina, sus ojos castaños oscuros observando fijamente su rostro con gran curiosidad. El chico casi dio un respingo por ello, porque no se había esperado encontrarlo de aquella forma, ni tan sumamente cerca, porque era un ser de belleza y fuerza extraordinarias, pero en aquel momento, a pesar de ello parecía tan normal, tan cercano y JiSung sintió la terrible necesidad de alzar su mano derecha y atrapar una de las plumas de sus alas entre sus dedos, comprobar si al tacto, eran tan suaves como parecían.

            —¿Y bien? —fue la pregunta que le hizo arcángel, sacándolo de sus pensamientos. JiSung tuvo que volver a la realidad, pero durante unos segundos, su cerebro no procesó lo que éste le había preguntado—. ¿Te has convencido de que tu capacidad de sentir nuestras emociones y presencias es increíble?
            —Todos los humanos se deben de sentir igual de intimidados que yo ante seres como vosotros… —murmuró JiSung, negando con su cabeza.

            No pensaba que aquello demostrara absolutamente nada y, aunque no sabía si era realmente buena idea llevarle la contraria a aquel que tenía delante, pero lo que había sentido no podía ser comparable a tener una habilidad especial como la que el Arcángel de Oceanía clamaba que tenía. Éste, no obstante, no pareció enfadado por su respuesta, sino más bien algo confundido y ¿frustrado? JiSung no pudo verlo bien porque la expresión en su rostro cambió rápidamente y se levantó de la mesa baja que se encontraba en el centro del despacho, caminando lentamente por el lugar hasta llegar a los amplios ventanales. El chico lo siguió con la mirada, incapaz de dejar de sentir admiración por la belleza y el porte de aquel ser y de sus magníficas alas, viéndose reflejado en el cristal, que aquellas horas de la noche actuaba como un espejo. Se vio a sí mismo con aspecto cansado y con una postura bastante rígida sentado en aquella silla de la que no creía que pudiera levantarse sin ayuda porque probablemente las piernas le flaquearían al intentarlo.

            —No sé cómo hacer que creas en tu habilidad —murmuró el arcángel Christopher, buscando su mirada a través del reflejo en el cristal, sus ojos se encontraron unos instantes antes de que el corazón de JiSung se detuviera durante un segundo para comenzar a latir demasiado rápido dentro de su pecho y el chico cerrara sus ojos, tratando de calmarse—, pero supongo que no puedo forzarte a creer en ella.

            Aquello había sonado bastante amigable y tranquilizador para JiSung, pero el chico no supo si se trataba de alguna estrategia para que bajara sus defensas o de verdad el arcángel no lo iba a forzar a creer que él tenía razón.

            —No obstante —añadió, llamando de nuevo su atención—, tu habilidad nos sería muy útil en la lucha contra estos demonios, ya que una vez lleguen al continente se mezclarán con los humanos y probablemente traten de adoptar su presencia para no ser descubiertos hasta ganar la suficiente energía como para sembrar el caos —dijo—, si puedes detectar sus presencias malignas de la misma forma que haces con las nuestras, se los podría localizar antes de que nada demasiado grave pudiera sucederle a la población.

            JiSung quiso contestarle y decirle que tenía demasiada fe en él, que realmente no tenía aquella habilidad y que no iba a poder ser de ninguna ayuda, pero cuando abrió los ojos y se encontró con los del arcángel, simplemente se quedó sin habla. Aquellos ojos de color castaño oscuro como el ébano que parecían adentrarse en lo mas profundo de su alma sin pedir opinión o permiso para hacerlo. JiSung abrió y cerró la boca varias veces, pero al final fue incapaz de decir nada, todo el peso de aquella mirada profunda cayendo sobre él.

            Realmente la belleza irreal y el porte del Arcángel de Oceanía era algo que lo seguía dejando maravillado, la dureza y suavidad que desprendían sus rasgos al mismo tiempo era fascinante. JiSung lo había visto en la televisión muchas veces anteriormente y siempre había pensado que era muy intimidante —algo que seguía pensando en aquellos instantes—; no obstante, también podía ver que no solo era eso y, la calidez que le transmitía su mirada a través de su reflejo, la profundidad de ésta, como si quisiera decirle algo más, pero no se atreviera a hacerlo porque eso podía herirlo de alguna forma, hizo que JiSung volviera a sentir un escalofrío recorrer su cuerpo de arriba abajo y, por un instante, se replanteara que quizás sí que podía sentir en su propio cuerpo los sentimientos de los ángeles con los que se encontraba, tan solo por un segundo.

            —Es tarde… —dijo el arcángel, rompiendo el silencio que se había instalado entre ellos—, y mañana a primera hora necesito que os presentéis todos aquí para tratar de trazar una estrategia para cuando nos encontremos con alguno de los demonios, así que, deberías descansar.

            Como si las últimas palabras del arcángel hubieran ejercido una especie de magia sobre él, JiSung no pudo retener un bostezo que mostraba lo realmente cansado que estaba en aquellos momentos. Había sido un día demasiado largo y agotador y lo único que necesitaba era dormir y, con suerte, al despertarse, se daría cuenta de que toda aquella locura no era más que un sueño y él no estaba metido en una operación importantísima para la seguridad del país con un grupo de poderosos ángeles que podían destrozarlo con tan solo un chasquido de sus dedos —quizás no era más que una mera ilusión pensar así, pero el chico necesitaba descansar—.

            —Vuelve a casa y descansa —insistió—. MinHo te está esperando abajo.

            JiSung asintió levemente y después se agarró a los brazos de la silla para levantarse, usando toda la fuerza que le quedaba en su cuerpo, concentrándola toda en sus piernas para que éstas no le fallaran y poder salir del despacho de la mejor forma posible. Le dedicó una pequeña despedida al arcángel, que no dejó de observarlo hasta que salió del despacho, JiSung pudo sentir su mirada en su nuca incluso cuando la enorme puerta de madera se cerró tras él y el chico tuvo que pararse a recuperar su respiración durante unos momentos antes de echar a andar de nuevo, en dirección al ascensor que lo llevaría de nuevo al aparcamiento, lugar en el que lo debería de estar esperando el ángel de las alas que incluían todos los colores del atardecer.

~~

            Christopher abrió uno de los inmensos ventanales de su despacho y sintió el viento fresco de la noche en su piel y en sus alas, revolviendo su pelo rizado. El arcángel inspiró hondo el aire que, a aquella altura era mucho menos cargado que el de la ciudad bajo sus pies, y después saltó al vació, sus alas recogidas a su espalda mientras descendía en picado siguiendo la estructura de la Torre, dejándose llevar por el viento que la circundaba, hasta que encontró la corriente de aire caliente que buscaba y las desplegó en toda su extensión, recogiendo el viento entre ellas y suavizando su caída, comenzando a planear antes de llegar hasta los edificios más cercanos, sobrevolándolos a una altura en la que los ojos de los humanos no pudieran verlo. Era una noche sin luna, solo la luz de las estrellas iluminaba su figura, recortando sus alas blancas y plateadas en el oscuro cielo, un pequeño punto de luz que para aquellos que se dedicaban a buscar ángeles en el cielo era muy distintivo, pero Christopher prefería no ser visto aquella noche, por lo que trató lo máximo posible de mimetizarse con el cielo nocturno y sobrevolar la ciudad a una altura considerable.

            Su destino aquella noche era el apartamento en el que vivía Han JiSung. Minutos atrás, MinHo le había avisado de que ya habían salido de la Torre y se dirigían a su hogar para que éste descansara. Christopher confiaba de forma plena en su subordinado y sabía que, de la misma forma que lo había llevado sano y salvo a su encuentro con él, lo dejaría en casa; no obstante, deseaba asegurarse de ello a nivel personal porque quería que el chico estuviera bien y, durmiera bien aquella noche. Sabía que había sido un día muy duro para él y sabía que todas las cosas que le había contado durante aquella reunión nocturna no habían hecho más que hacer aquel día interminable y un horror para JiSung, pero Christopher tenía que asegurarse de que entendía su papel y el alcance de sus habilidades. No sabía si había conseguido algo realmente, porque JiSung no había parecido nada convencido de su habilidad, pero deseaba que lo meditara y que se diera cuenta de por qué era importante para ellos.

            Christopher había estado a punto de hablarle del pasado, hablarle de cómo era la reencarnación exacta del joven humano que había amado tanto tiempo atrás y por eso conocía su habilidad. Cuando lo había mirado a través del reflejo del cristal de la ventana había pensado que debía decírselo durante un instante; no obstante, había acabado decidiendo no hacerlo porque el chico ya había experimentado bastante en aquel día y no era el momento de hacerle saber aquello. Como reencarnación exacta debía de llegar un momento en el que sus recuerdos de su antigua vida comenzaran a manifestársele, si tenía preguntas sobre ello, Christopher las respondería todas, pero hasta ese entonces, trataría de mantenerse al margen para no hacerle un daño irreparable.

            Atravesó la ciudad de Sidney hasta llegar a su destino con aquellos pensamientos en su mente y, cuando llegó al bloque de apartamentos en el que vivía JiSung, simplemente se acercó al edificio, descendiendo hasta su nivel, buscando el piso en el que el chico debía de encontrarse. No tardó en hallarlo y asomarse a la ventana, viendo al chico junto a otro joven muy parecido a él, su hermano mayor, según había leído Christopher en los informes que le habían enviado sobre el chico cuando le había pedido a Felix que lo investigara en el momento en el que lo había visto en la lista de empleados nuevos de la Torre. Ambos hablaban, pero el arcángel no pudo escuchar lo que decían.

            Simplemente se dedicó a observarlos durante unos instantes, hasta que JiSung se despidió de su hermano y se separó de él, entrando en su habitación para dormir… en ese momento, Christopher se alejó de la ventana, reemprendiendo el vuelo hacia la Torre. Ya se había cerciorado de que volvía a casa sano y salvo y de que trataría de descansar, por lo que ya no tenía motivos para estar en aquel lugar, de hecho, si Felix se enteraba de que había estado allí, probablemente le reprendería su comportamiento y lo avisaría de que no volviera a hacerlo nunca más —Christopher, no obstante, haría oídos sordos a aquella reprimenda—. No deseaba que JiSung desapareciera un instante de su vista porque ahora que lo había incluido en aquello, podía estar en grave peligro en cualquier momento.







No hay comentarios:

Publicar un comentario