jueves, 6 de noviembre de 2014

One last time

Capítulo I
I’ve crossed oceans of wine to find you


            El bosque estaba oscuro y silencioso. Los únicos sonidos que podían escucharse eran los que provocaban sus pies al pisar el suelo lleno de hojarasca y su respiración acelerada por la carrera. Huía, pero no sabía de qué, simplemente obligaba a sus piernas a moverse a pesar de que estas ya casi no le respondieran. Miró hacia atrás, viendo cómo una sombra se acercaba hasta donde estaba él. Se forzó a correr más rápido, a seguir adelante, pero no podía más. Tropezó con la raíz de un árbol que sobresalía un poco y cayó al suelo de bruces. Intentó levantarse, pero sus piernas le fallaron y Jongdae supo que aquel era su final, así que, esperó a su verdugo, alzando la cabeza y conectando sus ojos con unos de color escarlata.


19 de Septiembre 2013

            —Esto es todo por hoy.

            A esas palabras le siguieron los ruidos provocados por los estudiantes al guardar el material que habían utilizado para la clase. Jongdae, quien había estado distraído hasta ese momento observando cómo el cielo despejado se iba cubriendo de nubarrones que auguraban lluvia dentro de algunas horas, metió sus apuntes en su cartera y se levantó, despidiéndose con una sonrisa de los compañeros que tenía a su alrededor. Salió de la clase y se dirigió al quiosco de su facultad, ya que necesitaba algunos periódicos para el trabajo que tenía que entregar en unas semanas, sacando su teléfono móvil del bolsillo de sus pantalones para mandarle un mensaje por kakao talk a su chófer para este que lo recogiera. Había estado hablando con el dueño por la mañana, antes de comenzar sus clases, y este se había comprometido a buscarle algunos diarios viejos que debía tener por la trastienda.

            —Aquí estás —le dijo el hombre en cuanto lo vio aparecer. Rondaba los sesenta, en su rostro se reflejaban las arrugas por el paso del tiempo y la experiencia, el poco pelo que aún quedaba en su cabeza era fino y color plata. A pesar de la edad que tenía era alto y en otro tiempo tuvo que tener unos rasgos bastante afilados, su piel era bastante clara y sus ojos oscuros—. Ya pensaba que no vendrías hoy.
            —Las clases se han alargado un poco —le comentó—. ¿Ha encontrado algún periódico con una noticia jugosa? —el hombre sonrió y se agachó bajo el mostrador para coger unos cuantos periódicos.
            —La mayoría hablan sobre la banca, escándalos de políticos o cantantes y deporte —contestó—. Espero que te pueda servir alguno.
            —Muchas gracias, señor Wu —dijo tomando los periódicos e inclinándose levemente con una sonrisa en su rostro que curvaba las comisuras de sus labios hacia arriba y empequeñecía sus ojos hasta que estos parecían dos medias lunas—. ¡Hasta mañana! —se despidió.

            El chico salió de la facultad y miró a izquierda y derecha, buscando el Audi A8 L que tenía que recogerlo. No tardó mucho en encontrarlo, doblando la esquina a toda velocidad antes de detenerse frente a él. Un muchacho alto, de complexión delgada, cabello castaño y expresión agria —como si se hubiera pasado todos los días de su vida chupando limones—, salió del vehículo para abrirle la puerta a Jongdae, pero este se adelantó y entró rápidamente al coche. El chico suspiró con cansancio y se sentó de nuevo en el asiento del conductor, poniendo el automóvil en marcha.
            —Sabes que no tienes que hacer eso, Sehun —lo reprendió Jongdae—. No quiero que en la universidad me relacionen con papá y me traten de forma especial.
            —Lo siento, las malas costumbres son difíciles de quitar —contestó, con la mirada fija en la carretera.
            —No pasa nada —murmuró el chico.

            Su padre era uno de los ministros del gobierno y no quería que por eso lo relacionasen con él, ya que podrían acercársele con la intención de acceder a favores. Su madre era la heredera de una gran multinacional del país y, aunque después de esto, pudiera parecer que Jongdae había entrado a la Universidad Nacional de forma ilícita, lo había logrado por méritos propios y estudiaba duramente su carrera en ella.

            El chico era el mediano de tres hermanos, el mayor, Minseok, estaba siguiendo los pasos de su padre y el menor, Jongin, haría los exámenes de acceso a la universidad dentro de algunos meses. Sehun era el hijo de Joonmyun, el jardinero y desde que se había sacado el carné de conducir, con la mayoría de edad recién cumplida, se había convertido en el chófer personal de los hijos de la familia Kim, aunque generalmente solo atendía a las llamadas del mayor, que tenía más compromisos que atender por ser el primogénito.

            El recorrido hasta casa no era demasiado largo, ya que esta se encontraba a las afueras, como la universidad, y Jongdae se dedicó a observar cómo cambiaba el paisaje a través de los cristales tintados, a pesar de que se sabía de memoria el camino y todo lo que encontraría en él: las mismas curvas de la carretera, los mismos árboles, los mismos letreros hasta llegar a la propiedad de los Kim. Sin embargo, observar aquello hacía que el chico se relajase y dejase que su mente vagara un poco antes de llegar a casa para hacer los trabajos de la universidad y estudiar un poco.

            El coche atravesó la puerta de la verja de hierro forjado, después de que Sehun llamara al telefonillo y alguien de la casa les abriera, cruzando el camino de grava que discurría entre el jardín delantero y la casa antes de detenerse frente a esta para que Jongdae se bajara. El chico lo hizo, cogiendo su cartera y los periódicos en una mano, para luego subir la escalinata de piedra que precedía a la entrada y abrir la puerta de madera de dos hojas, ingresando al vestíbulo. Allí lo esperaba Kyungsoo, el mayordomo. Era un hombre menudo, de piel clara que contrastaba enormemente con el color demasiado oscuro de su pelo y ojos expresivos.

            —Bienvenido, señorito Jongdae —le dijo, alargando la mano para tomar la chaqueta del chico—. ¿Cómo le ha ido el día en la universidad? —preguntó esbozando una sonrisa cariñosa.
            —Igual que siempre, no ha habido mucho cambio —contestó respondiendo al gesto—. Eso sí, tengo que terminar un trabajo antes de que esta casa se vuelva un caos.
            —¿Le subo luego la comida a su habitación? —Jongdae negó.
            —No te molestes, intentaré bajar a cenar —le volvió a sonreír antes de cruzar el vestíbulo hacia las escaleras y subirlas para llegar a su habitación.

            Una vez dentro de su habitación soltó su cartera sobre la cama y los periódicos en el escritorio. Se asomó por la ventana, que daba al jardín trasero y divisó a Sehun, acercándose a su padre y saludándolo, cuando estuvieron a un par de pasos, el hombre intentó que su hijo le diera un beso en la mejilla, recibiendo negativas una y otra vez hasta que el chico suspiró cansado e hizo lo que le pedía, arrancándole una sonrisa. Jongdae se retiró de la ventana y abrió su cartera para sacar su portátil. Le sacó la batería y lo enchufó a la luz, después se sentó en la silla de su escritorio y comenzó a leer las noticias.

            El primer diario que cogió no lo convenció, era demasiado sensacionalista y hablaba sobre la relación de un par de cantantes de una forma muy frívola. No podía utilizar la noticia para su trabajo puesto que esta no tenía mucho rigor periodístico, así que tomó el siguiente. Este hablaba sobre un escándalo de corrupción de un político de Incheon. Estuvo leyendo la noticia, pero trataba el tema desde la oposición con tintes desacreditadores para con el presunto acusado. Por eso, cambió y tomó el siguiente. El señor del quiosco no le había dado muchos periódicos, solo eran diez, pero en el noveno, Jongdae estaba bastante harto por no encontrar una noticia que valiera la pena para realizar correctamente su trabajo.

            Así que, cogió el décimo, cerró los ojos y apuntó con su dedo. Cuando este tocó el papel del diario, el chico los abrió y se acercó para ver cuál era la palabra que había escogido al azar para el texto que tiene que redactar. Límites, esa era la palabra. Jongdae sonrió satisfecho consigo mismo y abrió un documento en su portátil con esa palabra como título. Después, volvió su atención hacia el periódico, llamándole la atención la foto que acompañaba al titular que ha escogido: “La fortuna del joven millonario Park Chanyeol excede todos los límites”. En la foto, con un fondo de cortinas color rojo oscuro, aparecía un joven alto de piel pálida y labios rojizos que miraba seriamente a la cámara. Aquella mirada oscura le provocó un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo y tuvo un vago sentimiento de reconocimiento, pero aquello era imposible, porque él jamás lo había visto, de haberlo hecho se acordaría de él.

            —A lo mejor lo he visto de lejos en alguna de las fiestas —murmuró para sí mismo, pero aquella mirada lo hacía dudar, le era… demasiado familiar.


20 de Septiembre 2013

            Acababa de amanecer y Jongdae ya estaba despierto. Los rayos de sol se colaban por su ventana, iluminando su habitación y haciendo que la claridad no lo dejase descansar correctamente. Abrió sus ojos lentamente, parpadeando repetidas veces para así alejar el sueño y acostumbrarse a la repentina luminosidad. Metió la mano debajo de su almohada y sacó su teléfono, desbloqueándolo y abriendo los ojos como platos cuando vio la hora que era. 06:21, a esa hora ni siquiera era humano levantarse.  Quería seguir durmiendo, así que cerró los ojos y se acurrucó, pero una vez se despertaba ya le era imposible dormirse de nuevo.

            Salió de la cama, arrastrando luego los pies por la habitación pesadamente. Le dolían las piernas como si hubiera corrido una maratón, pero el día anterior había estado en casa, así que no tenía sentido alguno. Se dirigió hacia la ventana y la cerró, echando también las cortinas para que los rayos del sol no siguieran iluminando la estancia. Bostezó y estiró su cuerpo antes de ir al baño y asearse para después bajar a desayunar.

            Aquel iba a ser un día muy largo.

            Era el día antes de la fiesta que sus padres habían organizado para su cumpleaños. Él había hablado con ellos y los había intentado persuadir para que esta no tuviera lugar porque algo con la familia ya era bastante, pero eso lo único que había conseguido era el efecto contrario, ya que la pequeña fiesta organizada para una veintena de conocidos se había convertido casi en la lista de invitados para una boda en la que no había límites para el presupuesto.

            Después de la ducha, se encontraba algo mejor, los músculos de las piernas ya no le dolían tanto como antes, así que bajó las escaleras pasadas las siete para desayunar. En la mesa de madera de la cocina se encontraba su padre. Era un hombre corpulento, aunque no pasaba del metro setenta —como todos los hombres de la familia menos Jongin—, el pelo entrecano y algunas arrugas provocadas por el estrés en su trabajo, su ceño siempre estaba fruncido en señal de concentración o porque algo no le gustaba, pero aun así, siempre mostraba una sonrisa en casa.

            —Buenos días —saludó el chico llegando a su lado. Su padre dejó de beber de la taza de café y lo saludó con la cabeza.
            —Es muy temprano, ¿cómo estás despierto a estas horas si hoy no tienes clases? —le preguntó.

            Era viernes, así que no, no tenía clases presenciales en la universidad, pero sí tenía que hacer algunas actividades en la plataforma online del alumnado y varios trabajos para la semana siguiente, así que iba a aprovechar que se había levantado temprano para poder hacerlo antes de que la casa se convirtiera en un ir y venir de personas que la decorarían y la adecuarían para la fiesta del día siguiente.

            —Tengo cosas que hacer, así que antes de que comiencen los ruidos me gustaría haber terminado —contestó, echándose algunos cereales en un cuenco y luego buscando la leche en el frigorífico.
            —Muy responsable, como debe ser —comentó su padre con una sonrisa repleta del orgullo que sentía por su segundo hijo.

            Jongdae sonrió a su vez y, tras echarle la leche a los cereales, se sentó con su padre a desayunar. Pasaron algunos minutos preguntándose por sus respectivos trabajos hasta que Jongin irrumpió en la estancia con su pijama de Bob Esponja, refregándose los ojos con sueño, arrastrando los pies y yendo hacia la nevera esbozando una especie de “nos ías” entrecortado por un bostezo cuando los vio. Se sentó con su desayuno al lado de su hermano mayor y comenzó a darle vueltas a los cereales con la cuchara, recargando su cabeza en el hombro del chico y con los ojos medio cerrados.

            —Parece como si no hubieras dormido —comentó Jongdae, notando las oscuras bolsas bajo sus ojos—, cómo sigas así terminarás pareciéndote a Zitao.

            Zitao era el encargado de la seguridad de la casa, así como el guardaespaldas personal de su padre, ya que al ser un político de renombre estaba en el punto de mira de personas que no estaban afines a su ideología. No dormía muchas horas al día porque siempre estaba pendiente de que todo el mundo estuviera a salvo y cuando lo hacía era más bien un sueño ligero del que se despertaba con el más mínimo ruido y por eso tenía unas ojeras profundas y permanentes en su intimidante rostro de ojos afilados. De pequeños, sus hermanos y él habían intentado en miles de ocasiones hacer travesuras por las noches sin éxito alguno porque a Zitao no se le escapaba absolutamente nada.

            Su padre intentó reprimir una sonrisa por la comparación sorbiendo de su taza de café, pero apenas consiguió disimularla y su hijo menor hizo un puchero porque era muy temprano y ya habían comenzado a molestarlo. A Jongdae le encantaba chinchar a sus hermanos y, en general, a todo el personal de la casa, era algo así como su pasatiempo favorito pero después era un chico bastante cariñoso y que cuidaba que su hermano menor hiciera todo lo que tenía que hacer correctamente y que el mayor no se sobrecargara de trabajo. Era un buen hijo y hermano.

            Cuando los dos chicos casi estaban terminando de desayunar, su padre se levantó de la mesa y se despidió de ellos antes de coger el maletín en el que guardaba su portátil y los documentos de los que tenía que encargarse. Salió por la puerta, acompañado por Zitao y la estancia se quedó en un silencio solo roto por el chocar de las cucharas de metal contra los cuencos de cerámica y crunch crunch de los cereales al ser masticados. Era demasiado temprano para mantener una conversación coherente con Kim Jongin.

            Sonidos de pasos les llegaron cuando Jongdae estaba dejando los cuencos del desayuno en el lavavajillas, seguidos de trozos de una conversación de dos voces que el chico reconoció incluso antes de que las personas a las que les pertenecían asomaran por la puerta de la cocina. Su madre y su hermano mayor hablaban sobre finanzas y sobre la subida y bajada de las acciones de la empresa de la familia materna y las que estaban afiliadas a esta.

            —¿Tan temprano y ya hablando de negocios? —les preguntó y los recién llegados les sonrieron.
            —Si no hablamos ahora no vamos a tener tiempo de hablar luego —comentó su madre, yendo hacia Jongin y dándole un beso en la mejilla—. Se te va a hacer tarde como sigas aquí sentado mirando las musarañas. Cámbiate y baja corriendo o Sehun se irá con Minseok pero sin ti.

            El chico asintió lentamente, comprendiendo a medias lo que su madre le había dicho y luego se levantó de la silla y salió de la cocina despidiéndose de todos con la mano y andando con los pies pesados.

            —¿Estarás aquí todo el día? —le preguntó su madre y Jongdae asintió—. Más tarde, sobre las once o así, comenzarán a llegar los organizadores de la fiesta para comenzar a arreglarlo todo, ¿me ayudarás con algunas cosas?
            —Claro —contestó, fijando luego su atención en su hermano mayor y en la bolsa de viaje que había dejado en el suelo de la cocina—. ¿Estarás mañana para mi cumpleaños? —cuestionó.
            —Lo intentaré, aunque no sé si llegaré justo cuando empiece o más tarde —le contestó con una sonrisa.
            —Con que estés para cuando abra los regalos tengo suficiente —esbozó una sonrisa traviesa y se alejó corriendo de Minseok, que había entrecerrado sus ojos y fruncido sus labios, señal inequívoca de que si lo pillaba se llevaría como mínimo un golpe por haber dicho aquello.

            Jongdae salió de la habitación y subió las escaleras hacia su dormitorio. Hizo la cama y sacó todo lo que necesitaba para continuar con el trabajo y hacer las actividades online, aunque antes de ponerse con nada se dedicó a vagar un poco por internet. Miró sus redes sociales y respondió a las menciones y comentarios, después, buscó las nuevas noticias sobre una cantante china que le encantaba y más tarde, por curiosidad —y porque tenía que poner alguna información en su trabajo sobre él—, buscó a Park Chanyeol, el joven millonario.

            No había mucho sobre él, algunos artículos en los periódicos sobre cuán rico era, las fiestas y eventos a los que había asistido o la subida espectacular de sus acciones en la Bolsa. Jongdae tampoco encontró muchas fotos de él, pero en las que había, salía terriblemente serio y siempre mirando fijamente a la cámara que se las tomaba.

            El chico obvió el escalofrío que le recorrió su cuerpo, al igual que había hecho la tarde anterior y se dedicó a lo que tenía que hacer, intentando no distraerse de su tarea por muy complicado que esto le resultara.

            Cuando acabó todo lo que tenía que hacer y el ruido provocado por el ajetreo abajo superó los decibelios permitidos por su cerebro para su perfecta concentración, salió de su habitación y bajó las escaleras dispuesto a ayudar a su madre con los floristas, los del catering y demás personas que no paraban de entrar y salir de la casa.

21 de Septiembre 2013

            La mañana del día de su cumpleaños, Jongdae dormía plácidamente cuando de repente sintió un peso sobre su cama y su cuerpo que le aplastaba el torso contra el colchón y apenas lo dejaba respirar. Abrió sus ojos, asustado, encontrándose con su hermano menor sobre él, riéndose a carcajadas. Intentó apartarlo con las pocas fuerzas que tenía por no estar del todo en plenas facultades, pero no consiguió absolutamente nada —bueno, sí, que Jongin se riera un poco más fuerte—.

            —¿A qué viene esto? —preguntó con la voz ronca—. Quita de encima Jonginnie —ordenó, pero su hermano negó con la cabeza, esbozando una gran sonrisa en su rostro de mandíbula cuadrada.
            —¡Feliz cumpleaños! —le gritó, haciendo que a Jongdae le doliera la cabeza—. Te vas haciendo viejo, veintidós no es lo mismo que veintiuno.
            —Calla ya —el chico se hizo el molesto y empujó al menor fuera de su cama—. Maldito niñato. No me recuerdes que cada año seré más viejo —murmuró—, aunque bueno, Minseok seguirá siendo siempre dos años mayor que yo, tengo ese consuelo.
            Jongin, desde el suelo —donde había acabado tras el empujón—, rio más fuerte, para después levantarse de este.
            —Baja a desayunar —le dijo—. Mamá quería verte y llenarte de besos y Joonmyun también, eres su favorito desde siempre.

            Después de aquello, y de que Jongdae le asegurara que bajaría lo más rápido posible, el chico se fue de la habitación. Esbozó una sonrisa en cuanto la puerta se cerró y se levantó de la cama, estirándose un poco porque al parecer había dormido encogido sobre sí mismo y luego fue al baño. Se miró en el espejo, viéndose en el reflejo despeinado, con cara de sueño y legañas. Cumplía un año más, pero él no sentía que nada especial hubiera cambiado. Tenía las mismas arrugas y las mismas canas que el día anterior.

            Cuando bajó, su madre comenzó a llenarlo de besos y, en cuanto esta terminó, la siguió Joonmyun. Después vinieron los golpes de cumpleaños, las risas, las amenazas pronunciadas con una sonrisa y algunos regalos que le cubrieron las necesidades más inmediatas y otros —el de Jongin—, que eran meras tonterías. Jongdae no sabía cómo lo hacía, pero Kyungsoo tenía un don para acertar en sus regalos que le hacía pensar en la posibilidad de que el mayordomo hubiera colocado cámaras en su habitación para ver qué era lo que más necesitaba.

            El día fue tranquilo para el cumpleañero, a pesar de que esa noche se iba a celebrar una gran fiesta y el ajetreo que había comenzado el día anterior aún no había finalizado.

            A media tarde tuvo que enfundarse en un traje que le habían confeccionado a medida en Italia para las ocasiones especiales y ponerse los mejores zapatos que tenía en su armario. El traje era de color azul marino oscuro y la camisa blanca de seda. Se peinó el flequillo, que generalmente le tapaba la frente, hacia arriba con un poco de gomina y cedió a la tentación del maquillaje de Jongin para tapar algunas de las imperfecciones de su rostro —el grano en el lado izquierdo de su sien no había tenido otro día más oportuno en el que aparecer—.

            Después de prepararse, bajó hacia el gran salón de la casa en el que ya estaba todo listo para comenzar con la fiesta. Su madre lo llamó con la mano en cuanto lo vio entrar y él se acercó rápidamente hasta donde ella se encontraba, junto a la larga mesa cubierta de manteles blancos sobre la cual estaban colocando platos y platos de comida que hacían que su boca empezara a salivar y su estómago comenzara a reclamar algo de alimento.

            —En cuanto empiecen a llegar los invitados tienes que estar en la puerta junto a tu padre para saludarlos —le dijo la mujer. Se había enfundado en un vestido de color azul claro que realzaba su figura, se había maquillado de una forma leve y recogido su cabello en un moño. Su madre era una mujer bastante guapa y cuando se arreglaba de aquella manera lo era todavía más.
            —Entendido —respondió, buscando a su padre con la mirada, encontrándolo junto a la ventana hablando con Zitao, seguramente sobre la seguridad del evento.

            Divisó a su hermano menor escribiendo algo en su teléfono móvil bastante entretenido, así que se despidió de su madre y se dirigió hasta donde estaba el chico, intentando que no advirtiese su presencia para poder leer por encima del hombro qué era lo que escribía y con quién mantenía esa conversación que parecía ser tan absorbente. Sin embargo, cuando estaba a un par de pasos de él, el chico levantó su cabeza y lo vio, tirando por la borda todo el factor sorpresa y Jongdae improvisó.

            Rápidamente y, aprovechando la sorpresa de su hermano al verlo allí, cogió el teléfono del chico e intentó leer algo, pero Jongin pronto estuvo a su lado dándolo todo por recuperar su teléfono hasta que lo obtuvo. Hizo un puchero cuando tuvo el aparato entre sus manos y después le lanzó una mirada asesina.

            —Tenía curiosidad por saber con quién hablabas —murmuró el chico ante el reproche no dicho—. Casi nunca te he visto utilizar el móvil.
            —Hablaba con un amigo —respondió—, y casi nunca me ves con él porque nuestros horarios no coinciden.
            —Vale, vale… ¿Y se puede saber el nombre de tu amigo? —Jongin negó y Jongdae estaba a punto de preguntar el por qué cuando una mano rozó su hombro y tuvo que darse la vuelta.
            —Los invitados estarán a punto de comenzar a llegar —anunció su padre con una sonrisa—. ¿Vamos a la puerta? —el chico asintió y siguió a su padre, que había comenzado a andar, no sin antes lanzarle a su hermano menor una mirada de “me enteraré de quién es esa persona tarde o temprano”.

            Jongdae sentía que se le iba a caer la mano como siguiera saludando a la gente que llegaba. Habían sido muchos los que ya habían entrado en la casa de los Kim y había perdido la cuenta cuando pasó la treintena. Estaba un poco cansado y aún no había comenzado la fiesta, así que no quería ni imaginarse cómo estaría cuando esta finalizase. Intentó que su sonrisa no se borrara de su rostro mientras seguía atendiendo a los invitados para no hacer quedar mal a su padre y se forzó a no parecer agotado.

            Acababan de dar las nueve de la noche cuando por la puerta apareció una persona que hizo a Jongdae sentir un escalofrío. Era alto, le sacaba al menos una cabeza a él y a su padre, delgado, piel de porcelana y unos ojos grandes y oscuros que lo miraban fijamente; sus labios rojos estaban apretados en una fina línea mostrando una pequeña sonrisa. El chico contuvo la respiración. Park Chanyeol, la persona sobre la que estaba haciendo el trabajo para la facultad estaba frente a él, en su fiesta de cumpleaños.

            —Te presento a Chanyeol, Jongdae —le dijo su padre, sacándolo abruptamente de sus pensamientos—. Hace algunas semanas compró acciones de la empresa de tu abuelo y desde entonces el valor de estas se ha incrementado, ¿qué digo incrementado? Se ha triplicado.
            —Encantado de conocerlo —dijo Jongdae, extendiendo la mano para estrechársela al recién llegado, sin ser capaz de aguantar su penetrante mirada oscura.
            —No hace falta que uses formalidades conmigo —comentó Chanyeol. Su voz era grave, pero tenía un toque dulce en ella—, sino me equivoco, somos de la misma edad —esbozó una pequeña sonrisa que hizo al corazón del chico acelerarse y al dueño preguntarse por qué diablos le pasaba aquello—. Feliz cumpleaños, por cierto —dijo y, tras dedicarle una leve reverencia a su padre, se adentró en la fiesta.
            —Pareces un poco perdido —murmuró su padre—. ¿Te pasa algo?
            —No… es solo que… estaba haciendo un trabajo sobre Park Chanyeol y me ha impactado un poco verlo aquí —contestó. Su padre sonrió.
            —Bueno, tenerlo aquí es una ventaja —le dijo—. Puedes preguntarle todo lo que quieras.

            Jongdae asintió, aunque no sabía con certeza si aquello iba a ser una ventaja. Su corazón seguía latiendo con celeridad, aunque ya no tan rápido y esa vaga sensación de familiaridad seguía dentro de su pecho. Se giró para ver la espalda del joven multimillonario alejarse y sintió cómo esa familiaridad aumentaba. ¿Por qué le pasaba aquello? Era la primera vez que lo veía en persona y no tenía ningún sentido.


6 de Septiembre 2013

            La ciudad bullía al otro lado de los cristales insonorizados de la ventana de la habitación. El sol ya se alzaba en el cielo desde hacía un par de horas y brillaba con todo su esplendor, iluminando la vida en la ciudad de Seúl. Un chico alto y de piel pálida tecleaba en su portátil, sobre su escritorio, colocado estratégicamente en su habitación para que jamás le llegasen los rayos del sol. Estos no le hacían un gran daño, pero sí que le molestaban un poco, por eso había colocado unas cortinas algo tupidas en la ventana. Buscaba el valor que habían adquirido sus finanzas aquella mañana, esbozando una sonrisa al ver que las acciones de una empresa tabacalera que había comprado habían multiplicado su valor en los pocos días que las había tenido en su posesión.

            Chanyeol no sabía si era indicado venderlas en aquel preciso instante o era mejor esperar algunos días, así que estuvo meditándolo algunos minutos, buscando los pros y los contras de la acción. Finalmente, se decidió a venderlas cuando salieron a subasta el veinte por ciento de las acciones de una empresa de telefonía. Había tenido una sensación que no experimentaba desde hacía bastante tiempo, sesenta y dos años para ser exactos, así que simplemente se dejó llevar. Sin embargo, tras la compra, le entraron las dudas. Tendría que verificar que él estaba vinculado a aquella empresa y de qué manera y también tenía que asegurarse de que cierta persona aún no lo hubiera encontrado.

            Unos minutos después le llegaba un e-mail en el que la empresa le agradecía que hubiera ayudado con su compra a que la compañía pudiera seguir adelante porque estaban pasando por una mala racha. El chico sonrió, pasando su lengua por sus labios y, notando en esta el sabor de la sangre de su última víctima, escribió una respuesta en la que pedía ver al dueño de la empresa.


9 de Septiembre 2013

            Chanyeol había conseguido una cita con el dueño de la empresa a la que había comprado las acciones el lunes por la mañana, por lo que bajó a la cochera que había adquirido junto con su apartamento y se montó en su Mercedes Clase SL para después conducir hasta el centro financiero de la ciudad, donde se encontraba el edificio. Podría haber ido en metro o tomado el autobús urbano, pero nunca le habían gustado los riesgos innecesarios y aquellos lugares estaban repletos de personas a las que el pulso les latía demasiado rápido bajo la piel, también podría haber llamado a un taxi, pero el riesgo seguía estando ahí. No tardó mucho en llegar, su apartamento no estaba muy lejos, y aparcó en un parking subterráneo a una manzana del edificio.

            Agradeció que el día estuviera un poco nublado, porque aunque la luz del sol no lo convirtiera en cenizas o lo hiciera brillar como si fuera un farolillo, sí que no le era demasiado agradable caminar bajo ella. El edificio de cristal y hormigón se alzaba hasta el cielo frente a él, con su logo enorme reluciendo desde la azotea. Dio un par de pasos hacia las puertas giratorias y luego se detuvo frente a estas, sin poder avanzar más. En ocasiones como aquella, Chanyeol odiaba ser un vampiro.

            El guardia de seguridad que había en la entrada salió al ver que estaba entorpeciendo la salida y la entrada de personas en el edificio y lo miró fijamente antes de acercarse a él y preguntarle qué se le había perdido en aquel lugar.

            —Tengo una reunión con el director de la compañía —contestó.
            —¿Y por qué no entras?
            Porque no puedo entrar en ningún lugar si no he sido invitado anteriormente a este”.
            —Las puertas giratorias y yo nunca nos hemos llevado demasiado bien —respondió, intentando aparentar un poco de inocencia mezclada con idiotez.
            —Pasa, anda —le dijo el corpulento hombre, invitándolo a entrar.

            En ese momento, aquello que lo retenía a unos metros de la puerta lo dejó libre y Chanyeol le dedicó una sonrisa encantadora al hombre antes de adentrarse en el edificio. Había un vestíbulo inmenso en la planta baja de este, decorado de forma minimalista. En el lateral en el que estaban los ascensores se encontraba también otro guardia de seguridad en un control de detección de metales, así que se dirigió hacia allí. Dejó su reloj, su móvil y su cinturón en la bandeja y luego pasó por el arco. Tras obtener el permiso para acceder a las plantas superiores, Chanyeol se montó en uno de los ascensores junto a unos cuantos trabajadores y pulsó el botón de la planta en la que se tenía que bajar, según le había sido indicado, después, se alejó lo máximo posible del espejo.

            Cuando el ascensor llegó, se bajó de él y se dirigió a la izquierda, recorriendo una estancia llena de cubículos en los que trabajaban los operadores en apenas un par de metros cuadrados. Algunos alzaron la cabeza al verlo pasar, pero la mayoría siguieron inmersos en sus quehaceres. Chanyeol llegó hasta la puerta en la que había una placa de metal que rezaba “director general” apenas un minuto después. Al lado de esta se encontraba un escritorio, con una mujer menuda y de sonrisa afable sentada tras él que atendía una llamada. Le indicó con un dedo que esperara un segundo y tras concertar lo que parecía una reunión para la nueva campaña publicitaria de la compañía, la mujer colgó y se dirigió a él.

            —¿Tiene concertada una cita con el señor Lee? —asintió—. Nombre, por favor.
            —Park Chanyeol.

            La mujer miró en la agenda de su ordenador y asintió, encontrando la cita que había solicitado el chico. Después, se levantó alisándose la falda de tubo y caminó hacia  la puerta del despecho. Llamó con sus nudillos a esta y unos segundos después se escuchó un débil “adelante” procedente del interior y ella abrió la puerta, entrando al lugar, presentándolo a su vez.

            —Señor Lee, el señor Park Chanyeol ha llegado.
            —Déjalo pasar —dijo el hombre y su secretaria se hizo a un lado para que el chico entrara al despacho—. Muchas gracias, señora Choi —la mujer se inclinó levemente y luego salió cerrando la puerta tras ella y dejándolos solos—. Siéntate.

            El dueño de la compañía era un hombre que debía estar cercano a la edad de jubilación. Tenía el pelo casi plateado y algunas arrugas surcando su rostro. Sin embargo, mostraba unos ojos vivaces que no eran muy propios en las personas mayores. Conectó sus ojos unos momentos con los del hombre hasta que sintió que este caía bajo su influencia, de aquella manera podría sacarle toda la información que necesitaba.

            —Gracias por aceptar mi petición de conocerlo —dijo Chanyeol, sentándose en la silla frente al escritorio y descubriendo una foto en la que aparecía aquel hombre, un poco más joven, rodeado por los que debían ser los miembros de su familia. El señor Lee se dio cuenta de que el chico miraba la foto y sonrió.
            —Son mi hija, mi yerno y mis tres nietos —explicó—. Este de aquí es el mayor —señaló a un chico que no debería tener más de diez años de mejillas regordetas y ojos rasgados—. El pequeñajo de su lado es el menor —señaló a un niño bastante más pequeño, sentado en el regazo de su madre que sonreía a la cámara pero miraba en otra dirección—, y el que tiene cara de enfado es el mediano —Chanyeol observó detenidamente a aquel niño y tuvo el mismo sentimiento que cuando compró las acciones de la empresa. Nunca lo había visto en ese intervalo de edad, pero estaba seguro que era él—. Hace ya bastantes años de esta foto —comentó el hombre—, ahora tienen todos más de veinte años, de hecho, dentro de un par de semanas es el cumpleaños del mediano, ¿querrías venir a la fiesta? Mi hija estaría encantada de conocerte.
            —No estoy seguro de que sea una buena idea… —murmuró.
            —Claro que lo es, serás bienvenido en la fiesta de mi nieto.
            —De acuerdo.

            Chanyeol salió del despacho una media hora después. Había hablado de negocios con el señor Lee, pero la mayor parte del tiempo había sido empleado en conocer más de aquella familia, en concreto al chico mediano. Sus habilidades le eran bastante útiles en casos como aquellos.

            —¿Así que ahora te llamas Jongdae? —murmuró para sí mismo.


21 de Septiembre 2013

            Chanyeol se asomó por la ventana de su apartamento. El sol ya había comenzado su descenso y sus rayos apenas sobresalían por encima de los rascacielos de la ciudad de Seúl. En poco tiempo, tendría que salir para ir a aquella fiesta de cumpleaños en la que lo encontraría a él. Si su corazón siguiera latiendo, estaba seguro de que iría bastante más rápido de lo normal por la expectación de volver a verlo de nuevo, pero hacía siglos que había dejado de hacerlo. Cuando el sol finalmente desapareció por el horizonte, el chico se apareció cerca de las puertas de la propiedad de la familia Kim. No había nadie a su alrededor, así que no habían visto aquel pequeño truco, ventajas de ser un vampiro.

            Pasó a través de la verja abierta y caminó por el sendero de piedras hasta la casa. A su alrededor había un jardín con diversos árboles, algunos centenarios, flores por todas partes y setos. Chanyeol olfateó el ambiente, encontrando un par de fragancias que activaron sus instintos de vampiro, pero que intentó alejar ya que aquella noche no podría convertirse en tragedia tan pronto. Otro aroma fue captado por su olfato y supo que lo había encontrado.

            Subió la escalinata hasta la casa, guiado por aquel aroma y, al llegar a la puerta, se quedó de piedra. Allí, saludando a todo el que entraba con una sonrisa que curvaba las comisuras de sus labios hacia arriba, se encontraba él. Se acercó lentamente, notando cómo tras pasar al interior el hombre que estaba delante de él y dejarlo al descubierto, el chico clavaba sus ojos castaños en él, pareciendo asombrado.

          “¿Acaso me conoce? ¿Me recuerda? ¿Es por fin la reencarnación completa de aquel que me fue arrebatado?”

            Las palabras de bienvenida dichas por el señor Kim, uno de los ministros del gobierno actual, lo sacaron de sus pensamientos y, a regañadientes, apartó la mirada del chico por unos segundos.

            —Te presento a Chanyeol, Jongdae. Hace algunas semanas compró acciones de la empresa de tu abuelo y desde entonces el valor de estas se ha incrementado, ¿qué digo incrementado? Se ha triplicado.
            —Encantado de conocerlo —dijo el chico, extendiendo la mano para estrechársela. No lo miraba a los ojos, parecía que no era capaz de hacerlo, pero Chanyeol no era capaz de apartar su mirada de él. Era él, quien tanto había buscado, por fin era él, por fin lo había encontrado antes.
            —No hace falta que uses formalidades conmigo —dijo—, sino me equivoco, somos de la misma edad —esbozó una pequeña sonrisa, enseñando un poco sus blancos dientes—. Feliz cumpleaños, por cierto.

            Tras esto, se inclinó levemente hacia el señor Kim y se adentró en la fiesta, notando en su nuca que Jongdae seguía todos sus movimientos con su mirada. Se dirigió al salón, donde se encontraban todos los invitados a la fiesta hablando en corros, comiendo o simplemente vagando por el lugar. Cerró los ojos intentando calmarse, había demasiada gente, demasiada sangre fresca circulando bajo una fina capa de piel. Se relamió sus labios rojos en un acto reflejo, pero finalmente consiguió aplacar aquella necesidad de atravesarle la yugular a la primera persona que pasase por su lado y beber de su preciosa sangre.

            Chanyeol se entretuvo dando vueltas y saludando a gente. No conocía a muchas personas, pero al parecer algunas sí que lo conocían a él y todo se debía al artículo que un periódico había realizado sobre él y para el que le tuvieron que echar algunas fotos. Nunca le habían gustado las cámaras, pero al menos sí salía en las fotografías, su reflejo en un espejo era algo que no había llegado a ver, por lo que estaba un poco agradecido por aquel invento, aunque eso no quitaba que siguiera sin gustarle.

            Serían las diez de la noche cuando el cumpleañero comenzó a dejarse ver por el salón acompañado de sus padres, saludando y hablando con todas las personas que requerían su atención. Parecía cansado, como si no quisiera estar en aquel lugar haciendo aquello. Era joven y seguramente una fiesta de cumpleaños para él sería salir con sus amigos a cualquier club y bailar y beber hasta que lo cerraran y los echaran.

            Se acercó hasta donde estaban hablando con un señor mayor sobre negocios y esperó pacientemente a que acabara la charla. Había esperado sesenta años, cinco minutos más tampoco le suponían un problema. Cuando la conversación terminó, se presentó a la señora Kim y esta lo saludó amablemente, dándole las gracias efusivamente por ayudar a la empresa de su padre.

            —No ha sido nada —comentó, quitándole importancia al tema. El señor Kim sonrió.
            —¿Podría pedirte un favor pequeño para la familia? —le preguntó. Chanyeol lo miró algo extrañado y confuso.
            —Puede pedirlo, después de escucharlo, veré si puedo cumplirlo o no está en mi mano hacerlo —le contestó, esperando con curiosidad a que el hombre le hiciera la petición.
            —Mi hijo Jongdae está haciendo un trabajo para la facultad de tu artículo en el periódico y el chico apenas ha encontrado información sobre ti, así que me preguntaba si no podrías venir algún día a casa y ayudarlo un poco —hizo una pausa—. Si no es mucha molestia —agregó.

            Chanyeol se sorprendió por la petición. Ni siquiera había tenido que utilizar sus poderes para conseguir una excusa y así pasar más tiempo junto al chico ahora que por fin lo había encontrado, se lo habían puesto en bandeja y aquello le resultó algo demasiado fácil y demasiado extraño. Aun así, no podía dejar pasar aquella excelente oportunidad.

            —No es ninguna molestia. Estaría encantado de hacerlo —contestó amablemente.
            —Eso es una gran noticia —dijo el hombre—. ¿Cuándo podrías pasarte por aquí?
            —Siempre que se me invite, puedo venir en cualquier momento —dijo.
            —¿Este mismo lunes te viene bien, Jongdae? —le preguntó a su hijo.
            —Mejor el martes —murmuró el chico.
            —Entonces todo arreglado, el martes por la tarde te esperamos en esta casa —finalizó el hombre con una sonrisa. Después, se despidió de él y llevó a su familia hasta otro de los invitados a la fiesta. Jongdae giró su cabeza hacia él un par de segundos y volvió su vista inmediatamente al frente después de eso, con una expresión de confusión en su rostro.

            Chanyeol se dirigió al lado contrario de la estancia, alejándose de aquella mirada clara que lo había cautivado la primera vez y que ahora estaba a punto de hacer que perdiera la razón. Debía calmarse, debía poder pensar con claridad de nuevo, aclarar sus ideas y usar su astucia innata para descubrir quién era la persona que le había allanado el camino de aquella forma. Salió al jardín, en el que encontró a una mujer que debería estar más cercana a los cuarenta que a los treinta, junto a un joven alto que le susurraba cosas al oído que la hacían reír. El chico apretó sus labios en una fina línea.

            Debía habérselo imaginado. No podía ser nadie más que él.


miércoles, 5 de noviembre de 2014

EXO 3ª Temporada

Capítulo 5
Regreso




            Me desperté sintiendo unas caricias leves de unas grandes manos que conocía perfectamente en mi mejilla y me apreté un poco más contra el cuerpo de la persona que me las estaba proporcionando. No quería abrir mis ojos, me pesaban los párpados y podría jurar que me dolían incluso, como el resto del cuerpo, así que solo quería quedarme mucho tiempo más entre sus brazos.

            ―YiXing… ―escuché su grave voz en mi oído―. YiXing despierta.

            Remoloneé bastante, incluso hice incontables pucheros, pero YiFan no estaba por la labor de dejarme dormir, así que finalmente, abrí mis ojos y me encontré con sus ojos oscuros, mirándome de una forma que me desarmó completamente.

            ―YiFan… ―murmuré sin aire por culpa de aquella mirada.
            ―¿Cómo te encuentras?
            ―Me duele todo el cuerpo ―comenté y en ese momento me di cuenta de que él se encontraba desnudo y que yo estaba igual―. ¿No habrás…? ―comencé, pero fui cortado a mitad de la frase.
            ―¿Te duele el trasero? ―preguntó él.
            ―No… creo que es la única parte del cuerpo que no me duele ―murmuré.
            ―Entonces ahí tienes tu respuesta ―asentí lentamente―. ¿Recuerdas algo de lo que pasó ayer?
            ―¿Qué pasó ayer? ―pregunté confundido.
            ―Intenta hacer memoria ―lo miré extrañado, pero le hice caso e intenté recordar. Solo podía ver que tenía la fiebre muy alta y que los chicos se habían ido a un manantial o algo parecido, pero no podía recordar el por qué YiFan estaba en mi cama.
            ―No recuerdo más allá de la mañana ―dije y él suspiró.
            ―Lo suponía.
            ―¿Qué fue lo que pasó? ―YiFan se acercó a mí para susurrar en mi oreja.
            ―Te transformaste en tu verdadero ser ―se alejó un poco y una sonrisa cálida, a la que no estaba para nada acostumbrado, apareció en sus labios―, y eras precioso.
            ―¿Mi verdadero ser? ―él asintió y luego me dio un corto beso.
            ―Un unicornio del más puro de los blancos.
            ―¿Cómo?
            ―Supongo que fue posible porque agotaste todos tus poderes el día que nos atacaron y tu verdadera forma salió a la luz por eso ―aclaró―, de ahí la fiebre alta.
            ―Es… increíble…
            ―Lo sé.

-oooOOOooo-

            Los últimos días los pasamos en casa, para aprovechar al máximo el poco tiempo que nos quedaba con nuestras familias y porque ya ninguno se atrevía a hacer otra excursión por si le daba por aparecer a otro enemigo. Yo ya me había llevado el susto de mi vida cuando vi que casi moría MinSeok y no quería pasar por nada parecido de nuevo.

            Y así, llegó rápidamente el día de nuestra partida. Había repasado una y mil veces que no me dejaba nada y que MinSeok y LuHan tampoco lo hacían porque luego no quería molestar a mis padres para que me enviaran las cosas.

            Mi madre mantenía una sonrisa forzada cuando comenzaron las despedidas en el aeropuerto, así que me acerqué a ella y le di un gran abrazo.

            ―Ven pronto a visitarnos ―me dijo―. O tendremos que ir a Seúl a verte y lo haremos sin avisar.
            ―No, mejor vengo yo ―contesté, esbozando una sonrisa y separándome de ella―. Podéis encontraros algo escandaloso si venís sin avisar ―mi madre miró de reojo a MinSeok.
            ―¿La próxima vez me lo presentarás como tú pareja?
            ―Eso depende de lo que él quiera ―respondí, mirándolo también. Mi novio se giró en ese momento hacia mí y le dediqué una sonrisa.
            ―Bueno, por ahora me conformo con que seas feliz ―mi madre me dio un beso en la mejilla y luego me dio un par de empujoncitos para que siguiera a mis amigos por la terminal―. Llámame en cuanto llegues a la residencia ―me gritó.
            ―Lo haré ―le aseguré antes de echarle mi brazo por encima de los hombros a MinSeok.
            ―Otra vez hablando de mí con tu madre, ¿verdad? ―me dijo.
            ―Me declaro culpable ―contesté―, pero a ella le parece bien y quiere que la siguiente vez te presente oficialmente ―el chico me miró con un puchero en sus labios.
            ―Ya se verá ―fue lo único que me contestó.

-oooOOOooo-

            Acabábamos de llegar al aeropuerto de Incheon después de varias horas de viaje y estábamos todos un poco cansados, al menos yo lo estaba, y bastante. Todavía sentía mis huesos adoloridos por aquella transformación que me había dicho YiFan que había sufrido.

            ¿Sabéis? dijo de pronto JongDae sacándome de mis pensamientos―. Cuando estábamos en China todo el mundo creía que era chino explicó con una sonrisa―, claro que en cuanto comenzaba a hablar todos sabían inmediatamente que era coreano vi sonreír a MinSeok en cuanto mi amigo dejó de hablar.
            ¿Para eso nos perturbas? preguntó Kevin con mala hostia a mi lado y yo suspiré mientras ponía una mano en su pierna para intentar relajarlo.
            Es una anécdota del viaje comenté―. Todos tenemos muchas lo miré esbozando una sonrisa que venía a decir que cómo no se comportara, les contaría a los demás lo que había sucedido cuando me encontró en el bosque, ya que habíamos decidido que era mejor no contarlo, y él bufó, pero no dijo nada más.
            dijo Tao―. A mí me dijeron que parecía más mayor de lo que era.
            Y también te confundieron con un pandillero rio LuHan―. Oh… y la prima de YiXing no paraba de perseguirte como si fueras el último hombre de la Tierra.
            Eso no hacía falta que me lo recordaras dijo el pequeño con un puchero y todos reímos, aunque yo lo compadecía, mi prima Mei era muy pesada a veces, así que le recompensaría a ZiTao los malos ratos que había sufrido por su culpa haciéndole una deliciosa cena.

-oooOOOooo-

            Estábamos aprovechando el último día que teníamos antes de regresar a las clases como si fuéramos una pareja normal y corriente. Nos encontrábamos en Namsan, observando las vistas de la ciudad y decidiendo si debíamos o no colocar un candado con nuestro nombre y nuestros deseos para nuestra relación, pero no nos atrevíamos. Durante aquellas dos semanas que habíamos estado dando vueltas por la ciudad como cualquier pareja habíamos atraído demasiadas miradas, pero en este día nos estábamos llevando la palma, así que no queríamos llamar tampoco mucho más la atención.

            Miré a BaekHyun y este parecía estar absorto leyendo algunos de los candados que había por el lugar. Seguramente estaba ilusionado por colgar uno, así que sonreí. Realmente daba igual que nos miraran mal una vez más si con eso él era feliz y podía poner un candado.

            ―Mira ―me dijo de pronto, señalando un candado―. Ahí pone SeHun y HaYoung ―sonrió y señaló otro―, y allí SeHun y HyeLim. Si LuHan se enterara de que su chico ha venido aquí tantas veces y con distintas personas seguro que se pone celoso.
            ―No creo que sea nuestro SeHun ―reí―, aunque sería interesante ver la reacción de LuHan.
            ―Le voy a echar fotos a todos los candados en los que vea su nombre ―anunció antes de irse de mi lado.

            Aproveché ese momento que estaba solo para ir a la tienda en la que se vendían los candados y compré uno, después, escribí un par de frases en la mitad de este y fui a buscar a BaekHyun. Sin embargo, me llevé un susto de muerte al encontrarlo justo detrás de mí, preguntándome con la mirada qué estaba haciendo.

            ―He comprado uno ―le señalé el candado―. Escribe algo para que lo colguemos.

            BaekHyun me sonrió de una forma completamente adorable antes de coger el bolígrafo de mi mano y ponerse a escribir algo. Cuando terminó, me lo enseñó y yo esbocé una sonrisa. Al lado de mi “Te quiero y te protegeré aun si me cuesta la vida” había escrito “Permanezcamos juntos en esta vida y en las siguientes” además de una “C” y una “B” en el interior del corazón.

            ―Espérame aquí, yo lo pondré ―me dijo y yo asentí.

            Mientras esperaba a que regresara, noté cómo el bolsillo de mi pantalón en el que tenía mi móvil vibraba un segundo antes de que comenzara a sonar 24 Hours – Sunmi. Rápidamente lo saqué de allí y cuando vi “Mamá” en la pantalla me quedé de piedra durante unos segundos. Reaccioné poco después y descolgué.

            ―¿Sí?
            ―ChanYeol ―dijo mi madre―. Me gustaría que vinieras a casa esta tarde con BaekHyun. Tenemos que hablar de vuestra relación.

-oooOOOooo-

            Ni siquiera había desecho la maleta. Nada más llegar a Seúl, le había mandado un kakao a SeHun pidiéndole quedar. Había pasado dos semanas sin verlo y sin poder hablar apenas con él, así que lo echaba muchísimo de menos y necesitaba estrecharlo entre mis brazos urgentemente. Una media hora después me encontraba con él en nuestra cafetería favorita con un bubble tea cada uno, sonriendo como tontos y cogiéndonos las manos por debajo de la mesa.

            ―Te he echado mucho de menos ―le dije y él sonrió.
            ―Yo también a ti ―respondió sinceramente, sin embargo, me rehuyó la mirada.
            ―¿Ha pasado algo mientras he estado fuera?
            ―¿Qué? No ―dijo demasiado rápido como para que fuera verdad.
            ―SeHun… ―comencé mi advertencia, pero no la había terminado cuando él ya había confesado.
            ―JongIn me pidió que lo besara porque quería comprobar si le gustaban los hombres o no ―contó, dejándome de piedra―. No quería hacerlo, pero parecía tan confuso que al final cedí ―esta vez sí me miró a los ojos, con un poco de angustia―. Pero te quiero a ti, de verdad, cuando lo besé no sentí nada.
            ―Tranquilo, Hunnie, no pasa nada ―lo tranquilicé―, aunque tendré unas palabras con JongIn por eso de ir besando a gente ―su mirada volvió a ser de angustia―. No le haré nada malo, lo prometo.
            ―Gracias ―murmuró aliviado.
            ―¿Y quién es ese chico que ha hecho que nuestro heterosexual hasta la médula se cambie de acera? ―pregunté con curiosidad.
            ―No lo sé ―respondió―. Pero sospecho que debe ser Tao.

-oooOOOooo-

            Me quedé plantado ante la puerta de la casa de ChanYeol sin poder avanzar y él me pasó su brazo por la cintura para darme ánimos. Tragué saliva y lo miré, agradecido. Aquel momento sería decisivo, si sus padres nos decían que no importaba lo que fuéramos nos podríamos quedar y que todo volviera a ser como antes, si por el contrario seguían en la misma línea que la anterior vez tendríamos que buscar trabajo y un lugar para vivir. ChanYeol me había dejado bastante claro en las últimas semanas que pasara lo que pasase, jamás nos separaríamos.

            Mi chico me sonrió y luego abrió la puerta de la casa. Tras entrar, nos dirigimos al salón, lugar en el que estaban sus padres y también los míos. Abrí los ojos como platos y comencé a ponerme aún más nervioso de lo que ya estaba. ¿Qué hacían allí? ¿Ya sabían que estaba saliendo con ChanYeol? ¿Los Park se lo habían contado todo?

            ―Bienvenidos ―dijo el padre de ChanYeol―. Podéis sentaros para hablar más cómodamente ―ambos asentimos y nos sentamos en un sillón, yo en el cojín y ChanYeol en el reposabrazos, agarrando firmemente mi mano―. BaekHyun, tus padres también están aquí porque creímos que debían saberlo ―asentí.
            ―Lo siento mucho, cariño ―dijo la señora Park―. Lo he estado pensando mucho durante estos días que no habéis estado aquí y creo que mi reacción fue exagerada.
            ―Bueno, cualquiera reaccionaría de esa forma si se encontrara a su hijo teniendo sexo con su amigo ―intervino mi madre y la miré con los ojos como platos―. ¿Qué? ¿No fue eso lo que pasó?
            ―Entonces, ¿esto qué quiere decir? ―preguntó ChanYeol.
            ―Quiere decir que los cuatro os apoyamos ―le contestó mi padre―. No nos hizo mucha gracia al principio, pero después de hablarlo y pensarlo con detenimiento llegamos a la conclusión de que realmente no importaba.
            ―Es… ¿en serio? ―pregunté sin poder creerlo.
            ―Muy en serio ―respondió la madre de ChanYeol.

            Noté la mano de mi chico apretando fuertemente la mía y lo miré. En su rostro había una sonrisa cálida y preciosa y no me paré a pensar siquiera cuando ya me había alzado un poco para rozar sus labios levemente con los míos en un arrebato por la felicidad que sentía dentro de mi pecho.

            ―Habrá unas normas ―dijo la señora Park, haciendo que volviera a la realidad y me separara de su hijo―. Nada de muestras demasiado cariñosas en partes comunes de la casa, por lo menos hasta que me acostumbre del todo.

            ―Lo que sea ―murmuré agradecido―, con tal de no separarnos, lo que sea.

EVIL

Título: EVIL
Pareja: SuHan (SuHo x LuHan) (EXO)
Clasificación: R
Géneros: AU, angst, drama, tragedia
Número de palabras: 1.842 palabras
Resumen: el mal, el mal, como un criminal en mi mente…
Notas: songfic basado en la letra de la canción Evil – SHINee (de hecho encontraréis la traducción de la canción al castellano en el fic) e inspirado en el conflicto interno del personaje Louis de la novela “Entrevista con el vampiro” de Anne Rice.
Comentario de autora: como ya sabéis, esta es mi canción favorita del grupo, así que estaba retrasando mucho escribir algo basado en ella. Espero que os guste ^^

EVIL


            LuHan camina envuelto por la oscuridad de la noche como si esta fuera un manto buscando una presa. Sabe que no puede ser visto por nadie si no se muestra deliberadamente, así que está relativamente tranquilo, porque todavía tiene que contener la respiración cuando cualquier humano de sangre caliente pasa por su lado.

            Sabe que lo que hace no es humano, pero él ya no es humano, así que intenta no pensar en ello demasiado. Sin embargo, todavía siente cómo su corazón se encoge dentro de su pecho cuando bebe sangre y piensa que todo está mal, que es el mismísimo demonio y que merece la misma muerte que les da a sus víctimas.

            No obstante, aunque lucha en contra de su naturaleza, LuHan no puede finalmente saciar su sed, esa quemazón insoportable en su garganta, solo con animales pequeños. Necesita la sangre humana.


Una noche de densa niebla, una noche oscura donde no puedes ver nada 
Me afirmo de las cosas que toca mi mano
 
Pero se aprieta el peso sobre mí, esa existencia loca
 

(Estoy loco)


            Tras vagar por las calles de Beijing durante horas, perdido en sus pensamientos, LuHan acorrala a un chico algo más bajito que él contra la pared de un edificio, lejos de la poca luz que da la farola en aquel barrio marginal de la capital. Su víctima parece joven, tiene unas mejillas regordetas y unos ojos rasgados que generalmente debían ser vivaces, pero que en aquel momento solo mostraban temor.

            LuHan se acerca más a él, haciendo casi inexistente el poco espacio que queda entre ellos y luego apoya sus labios contra el cuello del muchacho justo antes de hincarle los dientes y comenzar a beber de su sangre.

            El vampiro siente cómo su sed se va disipando a la vez que la vida del chico que tiene entre sus brazos se va apagando y vuelve a sentir los remordimientos, vuelve a odiarse por tener que matar a alguien más para poder sobrevivir y vuelve a pensar en que jamás debió aceptar la oferta de SuHo, aquel vampiro coreano que lo había condenado al infierno siglos atrás.

            LuHan nota cómo el cuerpo del muchacho cae inerte después de su último intento por librarse de él y lágrimas de sangre recorren sus mejillas.


Lo respiro justo debajo de mi barbilla (lo respiro)
 
Mi corazón se aprieta en la punta de mi mano (mi corazón)
 

Viene a mí como una serpiente venenosa y me muerde en silencio
 
Viene a mí como una serpiente venenosa y me muerde en silencio
 

Me muerde, me traga, me derrite, me escupe y me tortura de nuevo


            En sus sueños, LuHan es acosado por todas aquellas personas a las que ha matado desde que renació. Ni siquiera en su ataúd puede tener la tranquilidad y paz que tanto necesita, ya que su mente no deja de reproducir todos y cada uno de sus pecados, atormentándolo una y otra vez.

            ¿Por qué tuvo que convertirse en aquel monstruo? ¿Por qué ha sido condenado al infierno? ¿Por qué no puede dejarse morir para no tener que matar de nuevo?

            Por él, por SuHo.


El mal, el mal, como un criminal en mi mente
 
El mal, el mal, como si el Terminator viniera
 
El mal, ¿seré capaz de soportar esta noche?
 
El mal, el mal, un sueño que es demasiado cruel nace
 


            LuHan se arrastra fuera de su ataúd cuando las últimas luces del crepúsculo se pierden en la oscuridad de la noche y lo primero que ve es a SuHo saliendo de su propio lugar de descanso y acercándose a él. El vampiro no comprende por qué lo hace hasta que repentinamente siente su mano helada contra la piel fría de su mejilla y ve los rastros de sangre que quedan en ella tras retirarla. LuHan ha vuelto a llorar lágrimas de sangre mientras dormía.

            —LuHan... —murmura su creador—. ¿De nuevo te a tormentas y lloras por los humanos?
            —Soy un monstruo, SuHo, soy un monstruo —logra decir.
            —No eres ningún monstruo, LuHan —le contesta—. Eres un hermoso vampiro —vuelve a rozar con el dorso de su mano su rostro para limpiar los rastros de lágrimas y luego pasa sus brazos por el cuello del otro y lo atrae contra su cuerpo, apretándolo firmemente—. Ahora eres un vampiro, no puedes dejar que pensamientos humanos se instalen en tu mente, debes aprender a vivir como alguien de tu nueva raza.
            —No puedo...
            —Cuantas más noches pases caminando de esta forma, antes podrás acostumbrarte.
            —Cuantas más noches pasen, mas crímenes se acumularan a mis espaldas y más sangre humana bañará mis manos —y diciendo estas palabras se aferra fuertemente a SuHo, porque es lo único que tiene en este mundo.


Mi frío sudor trae los escalofríos (escalofríos)
 
Mis labios están agrietados aún más (agrietados)
 

Sólo abre los ojos, presta atención, es peligroso
 
Sólo abre los ojos, presta atención, es peligroso
 

Sí! Sí! Sí! Sí!
 
Oh, ya se extendió dentro de mí, en mi sangre

Me muerde, me traga, me derrite, me escupe y me tortura de nuevo


            LuHan recuerda el día que fue convertido con toda claridad en su mente a pesar de que haya transcurrido mucho tiempo desde ese entonces.

            Se encontraba en uno de los barrios más pobres de la ciudad de Beijing hacia el año 1812. Su familia había muerto y él, sin poder hacer más que vender su cuerpo para obtener algo de alimento que llevarse a la boca, se sentía un muerto en vida. Las repetidas relaciones sexuales, a veces casi sin tiempo para recuperarse entre una y otra, las vejaciones, hacían que LuHan deseara la muerte más que nada… pero era un cobarde.

            Cuando LuHan siente que enloquecerá si pasa otro día más con aquella forma de vida, aparece SuHo, prometiéndole miles de cosas si solo se une a él. Así deja que lo muerda, que le extraiga la sangre y que posea su cuerpo como nunca nadie lo había hecho antes.

            El día siguiente está lleno de confusión, de fiebres altas y de un corazón que se marchita poco a poco. LuHan ve su último amanecer desde la cama y siente que, quizás lo echará de menos.


El mal, el mal, como un criminal en mi mente
 
El mal, el mal, como si el Terminator viniera
 
El mal, ¿seré capaz de soportar esta noche?
 
El mal, el mal, un sueño que es demasiado cruel nace
 

Una noche de densa niebla, una noche oscura donde no puedes ver nada
 
Me afirmo de las cosas que toca mi mano
 
Pero se aprieta el peso sobre mí, esa existencia loca


            El primer día que probó la sangre humana también se quedó grabado en su memoria.

            Su garganta quemaba, ardía. LuHan sentía como si hubiera un fuego crepitando en el interior de esta. No era nada comparado a cuando había sentido sed en el tiempo que no había probado ni una gota de agua, era mucho peor. El vampiro recién creado no sabía qué era lo que le pasaba y simplemente se dejó guiar por SuHo hasta llegar a un burdel, el burdel para el que había estado trabajando hasta hacía unos escasos días.

            Su creador se movió entre las sombras del local, buscando atentamente algo y cuando lo encontró, se dirigió hacia allí. Era la dueña del lugar, la mujer más madura pero a la vez más despampanante. Ella los saludó amablemente y los invitó a probar a cualquiera de sus chicas o chicos.

            Minutos después, LuHan se hallaba en mitad de un gran charco de sangre, rodeado de los cuerpos de los que una vez fueron sus compañeros y amantes.


Si no hay problemas, entonces verte lejos para que así no pueda verte
 
No te atraparé
 
Qué vas hacer, qué vas
 
Si no hay problemas, entonces verte lejos para que así no pueda verte
 
No te atraparé incluso si muero
 
(Si no hay problemas, piérdete
 
No caeré dormido incluso si es que duermo)


            LuHan no lo soporta más. Necesita alejarse de SuHo, necesita  dejar de matar, necesita encontrar su parte humana de nuevo, necesita volver a lo que era antes de transformarse. Se odia a sí mismo por ser tan cruel, tan despiadado, tan inmoral y por ser un monstruo.

            SuHo lo ha llevado a la locura y tiene que encontrar el camino hacia su cordura. Debe hacerlo. Pero no puede simplemente largarse, hay demasiadas cosas que lo atan al otro vampiro. Es su creador y necesita estar cerca de él.

            Muchas veces lo ha intentado, pero escapar, en su caso, no es una opción. Necesita las caricias de SuHo, sus palabras tranquilizadoras dichas a media voz o susurradas dulcemente en su oído y, aunque sienta repulsión, sus baños de sangre.


Sácame de aquí, sácame, sácame, sácame
 

El mal, el mal, como un criminal en mi mente
 
El mal, el mal, como si el Terminator viniera
 
El mal, ¿seré capaz de soportar esta noche?
 
El mal, el mal, un sueño que es demasiado cruel nace
 

Un sueño que es demasiado cruel nace, M-M-M-M-M-MAL
 

El mal, el mal, como un criminal en mi mente
 
El mal, el mal, como si el Terminator viniera
 
El mal, ¿seré capaz de soportar esta noche?
 
El mal, el mal, un sueño que es demasiado cruel nace
 


            Da igual lo que LuHan haga, da igual que intente alimentarse de pequeños seres vivos que corretean por el suelo, da igual que se mantenga alejado al máximo de las demás personas, no puede calmar su sed si no bebe sangre humana. Pero no quiere matar, no quiere disfrutar haciéndolo, no quiere convertirse en SuHo, quiere morir.

            Así que lo intenta. Deja de beber sangre, aunque su garganta arda como si se encontrara dentro de ella en mismísimo infierno, después de todo, tiene que acostumbrarse a él porque es allí donde morará por el resto de la eternidad. Sin embargo, cuando SuHo comprende lo que intenta hacer le lleva a un joven de ojos brillantes, llenos de promesas, llenos de esperanzas de un gran futuro y hace que lo muerda, que beba su sangre, que lo mate para sobrevivir.

            Y LuHan siente que no puede salir de aquella pesadilla, que no puede alejarse de aquel infierno en el que se ha convertido su vida y que tendrá que cargar con los pensamientos sobre los crímenes que ha cometido durante toda la eternidad.


Está pesadilla me presiona esta noche oscura 
No puedo caer dormido

martes, 4 de noviembre de 2014

One last time

Título: One last time
Pareja: Chanyeol x Chen (EXO)
Rating: NC–17
Género: UA, romance, vampiros, angst, drama, tragedia
Resumen: Jongdae escoge al azar una palabra de la primera plana del diario para el texto que ha de redactar: límites. Pero lo que llama su atención es la foto que acompaña el titular. Con el fondo de unas cortinas color rojo oscuro, un joven alto y serio mira a la cámara y un escalofrío recorre la espalda de Jongdae. Podría jurar que... No. Nada.
Número de palabras: 48.524 palabras
Número de capítulos: prólogo + 6 capítulos + epílogo
Avisos: muerte de un personaje… varias veces… (Ya lo entenderéis =^.^=).
Notas de autora: la verdad es que la primera vez que leí tu idea noté como unas buenas vibraciones e, inmediatamente, mi mente comenzó a trabajar en ella, así que he estado muy ilusionada con este proyecto. Seguramente esto no era para nada lo que te esperabas pero, al menos, espero que te guste la historia que he creado para ti con sangre, sudor y lágrimas.



One last time


Prólogo



Abril de 1951, Primera División surcoreana, cerca de Kaesong.


            Nubes de polvo y pólvora cubrían el ambiente. Sonidos de disparos y gritos de los hombres eran la banda sonora de la guerra. Olía a muerte, a enfermedades, a sangre. Chanyeol avanzaba a través de todo como si fuera un ente etéreo. Las balas no traspasaban su piel blanca y las minas enterradas en el suelo tampoco acabarían con él. Buscaba a una persona en el campo de batalla, lo había sentido cuando rondaba por la zona y tenía que asegurarse de que era él y estaba bien. Llevaba mucho tiempo esperándolo y sentía anticipación, si su corazón hubiera seguido bombeando sangre por todo su cuerpo, en aquel momento estaría haciéndolo desenfrenadamente, pero hacía siglos que este había dejado de latir.

            Saltó con elegancia sobre una de las trincheras, esquivando a los hombres que se hacinaban allí y que disparaban con furia sus armas contra el enemigo, cayendo al otro lado de la zanja sin que se percataran de su presencia. Nunca entendería a los humanos, aunque llevaba siglos afanándose en hacerlo. Deambuló por el lugar, sin rumbo, observando cuidadosamente, atento a cualquier indicio que le indicara que era él quien estaba en aquel lugar y no tuvo que esperar mucho tiempo antes de verlo.

            Estaba allí, vestido con el uniforme del ejército de Corea del Sur. Había salido de la trinchera junto a algunos cientos de los que en ese momento eran sus compañeros. Tenía el pelo enmarañado y sucio, su piel en otros tiempos blanca como la nieve estaba cubierta de hollín y tierra; sus manos, otrora suaves como la seda estaban llenas de callos y su rostro, en el que siempre había mostrado una expresión afable, con ojos que se cerraban en medias lunas y labios que se curvaban hacia arriba cuando sonreía, mostraba ahora odio. Era él, no había duda, pero no era del todo la persona de la que se había enamorado tanto tiempo atrás.

            Todavía no estaba completo, pero Chanyeol tenía que intentarlo de nuevo.

            Se acercó, cubierto por la densa capa de nubes, pero en aquel momento, el cuerpo de la persona que tanto había esperado convulsionó y cayó al suelo. Varios de sus compañeros corrieron a socorrerlo, intentando taponarle la herida para que la sangre dejara de salir en abundancia. Chanyeol aspiró el aroma de la sangre mezclado con el de la pólvora y sus colmillos rápidamente crecieron, cortando su labio inferior, sintiendo así, el sabor metálico de la sangre en su boca. Sangre.

            Dio un paso, luego otro, acercándose más y más al chico que, tumbado en el suelo expelía su último aliento, hasta que unos brazos lo tomaron por la cintura y lo hicieron detenerse. Forcejeó e intentó soltarse, pero el agarre era demasiado fuerte. En su interior, en la conciencia que todavía le quedaba supo quién era y se abandonó a las palabras tranquilizadoras dichas en su oído. No obstante, antes de caer en la oscuridad, Chanyeol pudo ver una sonrisa torcida, casi malvada en un rostro de piel tan blanca como la suya e igual de fría observando la escena.

            Lo había vuelto a hacer, él se lo había arrebatado de nuevo.