Prologue
—¡Park SeungJun!
¡Cásate conmigo!
InSeong abrió
los ojos como platos al escuchar aquella frase procedente de la chica que tenía
justo al lado, frase que había gritado como si le fuera la vida en ello y que
probablemente había sido escuchada en la otra punta del mundo. Al muchacho casi
ni le dio tiempo a procesar que su amiga estaba demasiado loca, cuando a su
alrededor volvió a escucharse aquel mismo grito, pero esta vez dicho por un
coro de voces femeninas e InSeong se dio cuenta de que cuando aceptó acompañar
a Mina a aquel evento para que no estuviera sola, no sabía dónde se estaba
metiendo y probablemente iba a acabar con moretones por todo el cuerpo de los
empujones y los dedos de los pies machacados por los pisotones.
Nunca más iba a
volver a hacer algo como aquello, aquel sitio era una locura. No solo era una locura
por los gritos de un centenar de adolescentes, gritos agudos que hacían que sus
oídos pitaran; no, aquello era una locura también por el volumen terriblemente
alto de los altavoces y por las cosas que los cinco chicos que estaban sobre el
escenario hacían. Aquel grupo no solo cantaba y bailaba sus canciones, también
se toqueteaban los unos a los otros como si fueran novios, algo que hacía que
las chicas que se encontraran en el público gritaran todavía más alto. InSeong
no lo entendía. ¿Cómo ellos podían tocarse de la forma en la que lo hacían y
cómo aquellas chicas todavía mantenían que querían casarse con ellos? Para el
chico, ellos eran claramente homosexuales, aunque en alguna ocasión, Mina le
había dicho algo acerca del fanservice.
Pero bueno, a él
no le habían pagado para entenderlo, a él simplemente le habían pagado la
entrada de aquel evento los padres de Mina para que fuera con ella y así no
volviera a casa sola y él, como buena persona que era, había aceptado. A veces,
InSeong se cuestionaba si no era mejor para él que dejara de ser tan buena
gente, porque solo de esa manera, su amiga dejaría de meterlo en aquellos
fregados.
Finalmente, tras
lo que a InSeong le parecieron siglos, aquella especie de mini-concierto
finalizó y por fin pudieron salir de aquel recinto cerrado e irse a casa. La
noche ya había envuelto la ciudad de Seúl y muy pocos coches eran los que
circulaban por la zona en la que aquel evento había tenido lugar, por lo que,
los dos se dirigieron a la parada más cercana del bus que los dejaba en la
puerta del bloque de pisos en el que ambos vivían lo más rápido posible,
mientras Mina no paraba de hablar de lo maravilloso que había sido el concierto
y lo mucho que quería volver a asistir a algo como aquello. InSeong solo la
escuchaba a medias, preocupado más por si el autobús llegaba pronto o no, ya
que tenía que estar en casa para antes de cenar porque su madre le había dicho
que aquel era un día especial, que iban a cenar fuera de casa y que le tenía
que dar una noticia muy importante.
Su madre llevaba
comportándose de forma extraña unos meses, pero InSeong no había querido
meterse en nada porque su madre ya era mayorcita; sin embargo, no solían salir
a comer fuera y menos ésta solía darle noticias importantes durante una comida,
porque para el chico la comida era sagrada y si recibía alguna noticia mala
mientras estaba comiendo, se le revolvía el estómago y no podía seguir
comiendo, algo que para él era un sacrilegio —le había pasado algo así la
primera vez cuando sus amigos habían aparecido a la hora del almuerzo a decirle
que las notas de un examen estaban puestas y él lo había suspendido, después de
la noticia no había podido seguir comiendo y le había dolido mucho tener que
regalarle el resto de su comida a YoungBin—. Por aquello, a InSeong le parecía
raro que su madre hubiera preparado algo como eso, pero él no podía quejarse de
nada, simplemente debía ir a la cena y debía escuchar la noticia que ésta
quería darle.
—¿Me estás
escuchando? —le preguntó Mina, tirándole de la manga de la chaqueta, haciendo
que el chico se enfocara en ella.
—¿Qué?
—preguntó, haciendo que la otra suspirara y negara con la cabeza—. Lo siento,
estaba pensando en mis cosas, ¿qué era?
—Solo preguntaba
que si aquel bus que viene es el que tenemos que coger —respondió ella.
InSeong miró
hacia su izquierda y vio al autobús de línea de color verde acercándose hasta
donde estaban ellos y frunció levemente sus ojos para poder ver el número de
éste, dándose cuenta al momento de que sí, aquel era el bus que debían tomar si
querían estar de vuelta lo más rápido posible. Por eso, asintió, confirmándole
a Mina lo que ésta había preguntado y, en cuanto el vehículo se detuvo en la
parada, se montaron en él, sentándose casi al final del bus, donde quedaban un
par de asientos libres. El chico se dejó caer en el asiento de la ventana para
poder observar las luces de la ciudad mientras el bus avanzaba mientras que
Mina se sentó a su lado y siguió hablando sobre lo maravilloso que había sido
el concierto y sobre algo de que cuando fuera mayor se casaría con el tal Park
SeungJun. InSeong no le prestó atención porque su amiga siempre estaba con
aquella misma cantinela y porque estaba mucho más ocupado pensando en qué era
lo que su madre quería decirle.
Cuando un rato después llegaron a la parada que
había enfrente del bloque de pisos en el que vivían puerta con puerta, ambos se
bajaron del bus y caminaron hasta el edificio, entrando en él y subiéndose al
ascensor, pulsando InSeong la planta novena para que éste los llevara hasta
allí. Desde que el chico tenía memoria, había vivido en aquel edificio y, desde
siempre, en la puerta de enfrente había vivido Mina, la niña escandalosa a la
que pronto aprendió a querer y a cuidar y con quien desde entonces había
estado. Cada momento importante de su vida, contenía alguna escena en la que
Mina aparecía, como una presencia constante, y para ella, InSeong debía de ser
igual, un elemento inseparable de sus recuerdos más preciados. Al llegar a la
planta, salieron del ascensor y se despidieron en el rellano, cada uno sacando
las llaves de su respectiva vivienda y pasando al interior.
Nada más entrar, InSeong se encontró a su madre
sentada en el sofá, arreglada para salir y viendo la televisión sin verla
realmente, porque en cuanto escuchó el ruido que hizo la puerta al ser cerrada,
se giró rápidamente hacia el chico y le dedicó una sonrisa incómoda, gesto que
él correspondió de la misma forma. La mujer se levantó del sofá en ese momento,
se dirigió hacia la televisión y la apagó pulsando el botón antes de ir hacia
la entrada donde InSeong se encontraba todavía.
—Tenemos que
irnos ya si queremos llegar pronto —le dijo, colocándose los zapatos de tacón
que tenía en la entrada.
InSeong nunca
había visto a su madre de aquella manera, ni tan maquillada, ni tan bien
vestida, ni con tanta prisa como en ese momento, pero no dijo absolutamente
nada y simplemente se dedicó a seguir a su madre hasta donde ésta quisiera
llevarlo. Tenía muchas preguntas que hacerle, muchísimas, pero cuando empezara aquella
cena tendría tiempo para hacerlas, antes no quería importunar a la mujer que lo
había dado todo de sí misma para sacarlos a ambos adelante después de que su
padre muriera cuando él acababa de entrar al colegio. InSeong se lo debía todo
a su madre, por lo que le daría el beneficio de la duda y no le cuestionaría
aquel comportamiento tan impropio de ella hasta que no llegara el momento
indicado.
Por ese motivo,
ambos permanecieron callados durante todo el viaje en taxi hasta el restaurante
en el que parecían tener la reserva y, por este motivo, InSeong mantuvo la boca
cerrada hasta que llegaron a la mesa reservada y en ella se encontraba un
hombre de mediana edad sentado que, al verlos, rápidamente se levantó, se
acercó a su madre y le dio un beso en la mejilla, haciendo que el chico
sintiera cómo algo en su interior se crispaba.
—Cariño —dijo su
madre—. Este es el señor Park, quería que os conocierais.
El hombre le
tendió la mano después de presentarse como Park YoonSung y, durante un par de
segundos, InSeong estuvo tentado a dejarlo con la mano extendida mientras él se
iba del restaurante, sintiéndose totalmente traicionado. Sin embargo, aquel
pensamiento solo duró unos segundos, porque en su mente se cruzaron imágenes de
cuando era más pequeño, de cuando su padre había muerto, de lo mucho que su
madre había sufrido durante años y de todo el tiempo que ésta había estado sin
sonreír, trabajando de sol a sol y cuidando de él para que estuviera
perfectamente. Después de que todo aquello cruzara su mente, InSeong sonrió de
forma incómoda y le estrechó la mano a aquel hombre antes de sentarse a la mesa
y escuchar a medias lo que su madre le contaba.
La mujer le
explicó cómo había conocido al señor Park, cómo él la había ayudado a superar
finalmente la muerte de la persona que había amado durante tanto tiempo y cómo
la había hecho sonreír e InSeong se sintió un poco mal porque aquel señor había
conseguido en solo unos meses algo que él no había podido hacer en años y le
dolía a la vez que le daba envidia.
—Mi hijo estará
a punto de llegar —comentó en un momento determinado de la cena el señor Park—.
Últimamente está muy ocupado, pero le dije que tenía que venir sí o sí porque
quería que os conociera.
InSeong no
atendió demasiado a aquel dato tampoco, ya había tenido suficientes sorpresas
durante aquella cena y solo se dedicó lentamente a cortar en trocitos más
pequeños el filete empanado que le habían traído minutos atrás y del que
todavía no había probado bocado porque se le había cerrado el estómago. InSeong
aún no había asimilado que su madre hubiera encontrado a otro hombre que la
hiciera feliz, como tampoco había asimilado la noticia de que se casarían
pronto y de que éste se iría a vivir con ellos en cuanto esto se hiciera, por
lo que, la noticia de que tendría un hermanastro también le pilló desprevenido;
sin embargo, no le prestó atención realmente. El chico no quería saber nada de
aquello, no quería creer que nada de aquello era real.
—Oh, ahí está
—murmuró el hombre—. Hijo mío, por aquí.
InSeong soltó el
tenedor y el cuchillo sobre la mesa al lado del plato, dejando sus manos libres
y preparadas para saludar obligatoriamente a aquel chico que próximamente se
convertiría en su hermanastro, aunque ganas de saludarlo no tenía. El chico
escuchó unos pasos acercándose hasta su mesa que se detuvieron justo a su lado
y, con lentitud, InSeong comenzó a alzar su cabeza para ver quién era el recién
llegado, sorprendiéndose al darse cuenta de que conocía a aquel muchacho.
—InSeong —dijo
el señor Park—. Te presento a mi hijo SeungJun.
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