Nothing Matters

Prólogo

            ―Fan… somos primos ―jadeé mientras sentía sus manos grandes colándose por debajo de la camiseta vieja que utilizaba para dormir en aquel lugar.

            ―Primos, lo sé ―contestó besando mi oreja y mordiéndola luego.

            Suspiré de placer, pero me mordí el labio inferior para no hacer ningún ruido. Debía parar aquello ahora que todavía podía hacerlo.

            ―¿Sabes lo que eso significa? ―lo noté asentir contra mi cuello antes de morderlo.

            ―Significa que somos primos ―murmuró.

            ―Lo que hacemos está mal ―logré decir.

            Mi pensamiento se estaba nublando por sus besos, por sus mordiscos, por sus manos grandes de dedos largos recorriendo cada rincón de mi cuerpo.

            ―Lo sé ―dejó de besarme y me miró intensamente a los ojos―. Lo sé y me da igual lo que todos digan. Me da igual que seamos primos, yo no siento amor fraternal por ti, ni tú lo sientes por mí ―agarró mi mano y la colocó sobre su pecho, allí donde descansaba su corazón. En cuanto posó mi mano sobre aquel lugar, pude notar lo rápido que iba―. Mi corazón no late así cuando estoy con alguien de la familia, solo late así por ti.

            Sus penetrantes ojos oscuros destilaban sinceridad, al igual que sus palabras, pero aquello no podía ser, éramos primos.

            ―Fan...

            ―Me da igual todo, LuHan...

            ―No puedo, no podemos ―hice el esfuerzo de separarme de él.

            No podía pensar con claridad estando a su lado, con él tocándome.

            ―Sé que tú también lo deseas ―su susurro ronco en mi oído me pilló desprevenido, pero no por eso volví a caer.

           ―Claro que lo deseo, te deseo ―me giré para mirarlo a los ojos―. Fan... no sabes cuánto lo hago, deseo a cada momento que me beses, que me toques, que me hagas tuyo ―él sonrió cuando llevé mi mano a su rostro, en busca de fuerza―. Pero no podemos.

            ―LuHan...

            ―No podemos... ―se acercó más a mí, dejando su rostro a escasos centímetros del mío―. No podemos... ―repetí intentando que aquello sonara convincente.

            ―LuHan... me voy mañana ―esas palabras me dejaron congelado―. Mamá no quería que te lo dijera, ni a ti ni a nadie, no quería que nadie lo supiera, no quería despedidas, ni llantos ―suspiró―. Yo tampoco... pero... ¿sabes por qué estoy aquí?

            ―Por favor, para...

            ―Porque quiero pasar mis últimos momentos en China con la persona que...

            ―¡Detente! ―grité y me levanté de la cama que ambos compartíamos―. No lo digas ―él me miro, herido. Nunca lo había visto tan débil, tan pequeño―. Por favor, no lo hagas más difícil.

            Lo oí suspirar, levantarse de la cama, rodearla y pasar por mi lado. Se detuvo tras mi espalda e inspiró. Seguro que quería decir algo más, pero las palabras no le salían.

            Al final volvió a suspirar y se dirigió a la puerta. La oí abrirse y después cerrarse, unos pasos pesados por el pasillo y otra puerta ser abierta y cerrada.

            Fue en ese momento cuando caí al suelo de rodillas y me derrumbé. Amaba a mi primo más que a nadie en el mundo, pero no podía ser, lo nuestro no estaba bien. Intente convencerme de ello, pero sentí cómo mi corazón se desprendía de mi pecho y se hacía pedazos contra el suelo.

            A la mañana siguiente él se fue de China. No fui a despedirlo, nadie de la familia fue, nadie sabía que se habían ido.

            Me desperté sobresaltado, con el corazón latiéndome de forma ensordecedora. Aquello había sido un sueño muy real. De hecho, era un recuerdo de mi pasado, un recuerdo muy vívido. Todavía podía sentir las manos de YiFan recorriendo mi cuerpo.

            Me incorporé y me quedé sentado en la cama, intentando regular mi respiración. Llevé mis manos a mi rostro y las paseé por él fuertemente de arriba abajo para despertarme del todo. Habían pasado ya cinco años y desde entonces no lo he vuelto a ver.

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