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jueves, 17 de febrero de 2022

[Chapter IV] Kingdom of Rain {Dannthur}

Chapter IV: new days

 

            —¡Abuela! —dijo JaHan, moviendo su mano, llamando la atención de alguien en la lejanía—. Mi señor Arthur —se volvió hacia él—. Mi abuela parece que ha salido a recibirnos, vamos a verla.

 

            Arthur miró en la dirección en la que había visto a JaHan saludar con su mano y se dio cuenta que, en una de las puertas, se encontraba la vieja Jill. Hacía años que no la veía, muchos años, pero la mujer que lo había criado junto a su madre y que había cuidado de él cuando ésta murió apenas había cambiado desde la última vez que la había visto. El pelo se le había vuelto aún más plateado de lo que ya lo tenía y las arrugas se habían hecho un poco más profundas, pero parecía como si se hubiera encontrado con la mujer de sus recuerdos en su niñez y pre adolescencia. Arthur caminó detrás de JaHan, sin poder esconder la felicidad que sentía ni la ilusión que le hacía volver a verla, con una sonrisa enorme en su rostro y, cuando llegaron hasta ella, lo único que pudo hacer cuando la vieja Jill le abrió los brazos, fue lanzarse a abrazarla, estrechándola con fuerza entre sus brazos. La mujer también lo abrazó con fuerza y se quedaron de esa forma un buen rato.

 

            —Abuela, no llores —murmuró JaHan y eso fue lo que hizo que la vieja Jill se separara de Arthur para contestarle a su nieto.

            —¿Y qué quieres qué haga? ¿Saltar de alegría? ¿Con esta pierna? —le señaló con su bastón su pierna mala, JaHan simplemente se encogió de hombros y la mujer tomó a Arthur del rosto y lo acercó a ella para mirarlo bien—. Has crecido mucho, mi niño —murmuró—. Todavía puedo ver un poco del niño que crie en ti… pero estás mucho más alto, mucho más guapo y ahora eres todo un hombre. Has soportado mucho estos años, ojalá hubiera podido seguir subiendo a la torre para poder verte crecer y ayudarte.

            —JaHan ha cuidado bien de mí, no se preocupe —murmuró Arthur—. ¿Cómo se encuentra?

            —Vieja y chocha —replicó ella—. Pero estoy encantada con el nuevo señor de este castillo, he hablado antes con él y es un joven encantador y guapísimo que sabe lo que debe y lo que no debe hacer.

 

            Arthur no pudo evitar sonreír porque la mujer siempre había despotricado del rey cuando se encontraba con él en la torre, ya fuera junto a su madre o contándole a él lo que éste hacía en el castillo. Nunca le había caído bien y Arthur lo podía entender a la perfección porque no había sido bueno con nadie, ni con sus súbditos ni con aquellos que trabajaban en el castillo, solo con algunos de los nobles y lores de los que se podía beneficiar. Le alegraba que Dann le hubiera caído bien, porque eso significaba que el otro era alguien en quien quizás podía confiar un poco, porque la vieja Jill siempre sabía cómo eran las personas. Cuando le hablaba del mundo exterior, de aquellos que vivían en el castillo, siempre acertaba en cómo éstos se comportaban y comportarían en el futuro y a Arthur siempre le había impresionado aquella capacidad y muchas veces le había dicho a la mujer que parecía adivina, pero ella siempre le contestaba que solo era vieja, había vivido demasiado y sabía cómo eran las personas.

 

            —Pero vamos adentro —le dijo, sacándolo de sus pensamientos—. Va a empezar a llover en breve y hace frío aquí fuera, en la cocina junto a los fogones siempre se está muy bien.

 

            Arthur asintió y la mujer comenzó a andar, apoyándose en su bastón y entrando al castillo. JaHan y él la siguieron inmediatamente y, a paso lento, caminaron hacia las cocinas. Arthur nunca había estado en el castillo. Nunca antes del día anterior había puesto un pie fuera de la torre, así que, a pesar de llevar viviendo en ese lugar toda su vida, todo era nuevo para él. Las paredes de piedra y suelos de piedra, los tapices y alfombras que los cubrían, las antorchas encendidas, los pasillos amplios y las mil y una puertas cerradas en las que habría mil y una habitaciones dedicadas a diferentes menesteres. Los pasillos comenzaron a volverse angostos cuando bajaron unas cuantas escaleras y se adentraron en la zona destinada a los sirvientes y las cocinas, techos bajos, la piedra desnuda, frío y mala iluminación. Arthur no pudo evitar tiritar un poco ante el cambio de temperatura, pero el frío se le pasó en el momento en el que llegaron a las cocinas, donde había varios fuegos encendidos y algunos sirvientes preparando la cena. La vieja Jill se sentó en la enorme mesa de madera en la que debían de comer los sirvientes y los invitó a sentarse allí con ella. Ambos lo hicieron, cada uno a un lado de la mujer.

 

            —Cuéntame cómo han sido estos años en la torre —le pidió, hablando bajito—. Mi nieto nunca ha sido muy hablador y sé que seguro que no me ha contado ni la mitad.

 

            Arthur sonrió y comenzó a hablar, prácticamente en susurros, contándole cómo había sido su vida durante los últimos años. Cómo su colección de libros había crecido un poco porque le había rogado al rey que le comprara algunos nuevos para poder entender mucho mejor sus sueños, cómo JaHan le llevaba dibujos del exterior, cómo había aprendido a sobrellevar la soledad y las infinitas ganas que siempre había tenido de cruzar la puerta de madera y hierro que siempre lo había retenido en el lugar. Le habló también de lo extraño que era para él estar fuera de la torre, que echaría de menos las pocas posesiones que tenía, sobre todo los libros que, seguro que se habían quemado en la torre hasta no quedar más que cenizas y también le habló de Dann, de cómo lo había rescatado y de cómo se había comportado con él la noche anterior. Hablaron bajito durante toda la tarde, el resto de sirvientes pululando a su alrededor para tratar de escuchar su conversación, pero probablemente sin entenderla del todo, con el ruido de la lluvia cayendo fuertemente en el exterior y el calor de los fuegos calentándolos. Arthur habló y habló y la vieja Jill y JaHan escucharon todo, pero el chico se guardó mencionar muchas cosas en referencia a sus visiones y sueños, solo mencionando aquello en voz aún más baja, prácticamente al oído de la mujer, para que nadie más pudiera escucharlo. JaHan no sabía lo de sus visiones y los demás sirvientes no podían enterarse tampoco, aquel no era un lugar del todo seguro para poder hablar de todo ello, pero el chico se alegró de poder estar allí y de poder contarle a la vieja Jill lo que podía decir sin poner a ninguno de los tres en peligro, porque su don como profeta era importante y mucha gente le haría daño para obtenerlo, a él y a aquellos que eran importantes para él.

 

            Cenaron en las cocinas también, junto con el resto de sirvientes, que no dejaron de preguntarle quién era hasta que la vieja Jill se enfadó y dejaron de hacerlo, pero eso no evitó los cuchicheos, que continuaron durante toda la cena y mientras los platos de la cena de los señores arriba y de los sirvientes se lavaban, hasta que uno de los hombres de Dann, aquel que lo había vigilado el día anterior, llegó buscándolo.

 

            —Mi señor ha pedido que se reúna con él arriba —le dijo—. Lo guiaré hasta el lugar.

 

            Arthur tuvo que despedirse de la vieja Jill en ese momento y de JaHan también, porque el otro insistió en que solo había requerido su presencia. Por ese motivo, salió solo de las cocinas, siguiendo a aquel hombre por los angostos pasillos, recorriendo el mismo camino que había recorrido para bajar a las cocinas, saliendo a la planta principal del castillo y después subiendo hasta la tercera planta. Las escaleras de aquel lugar no eran tan empinadas como lo habían sido las de la torre en la que se encontraba la habitación en la que había vivido siempre. Recorrieron pasillos ricamente decorados, sus pasos resonando en el silencio de la noche que ya había caído, mezclándose con el eco de la lluvia al otro lado de los muros, y solo se detuvieron ante una enorme puerta de madera de dos hojas. Aquel que lo había guiado llamó con sus nudillos a ésta y la voz de Dann surgió del interior, indicando que podía pasar. El otro se retiró de su lado entonces y recorrió el camino inverso por el pasillo, dejándolo allí, solo, ante la puerta que lo separaba de aquel que le había salvado la vida el día anterior. Arthur suspiró profundamente, tratando de calmar unos nervios que no sabía siquiera por qué los tenía, antes de tirar de la argolla de bronce que abría la puerta hacia el exterior, entrando al lugar y cerrando la puerta a sus espaldas.

 

            Al entrar descubrió que se encontraba en los que debían ser los aposentos que Dann había elegido para pasar su estancia allí. Era una habitación grande, con una chimenea que hacía que el lugar estuviera caliente y seco, contrastando con el frío y la humedad que había abajo, en donde se encontraban los sirvientes, había una cama enorme con dosel y unos cuantos muebles más, un baúl, una mesa, algunas sillas y el suelo estaba plagado de alfombras para mantenerlo caliente. Arthur no pudo evitar mirar a su alrededor con asombro antes de fijar su mirada en Dann, que estaba sentado en una de las sillas junto al fuego, calentándose las manos, a sus pies había una pila de libros que parecía haber estado leyendo, o al menos, ojeando. Sus ojos se encontraron y Dann le indicó que podía acercarse hasta donde estaba él, así que, Arthur lo hizo, caminando lentamente hacia él, percatándose al acercarse de que la pila de libros que se encontraban junto a la chimenea eran los libros que había dejado en la torre, los libros que había creído perdidos para siempre en el fuego, hechos cenizas. Sin poder evitarlo, una sonrisa enorme se instaló en su rostro y acabó casi tirándose de rodillas al suelo para coger el primer libro que estaba encima de la pila, aquel sobre la historia del Reino de la Lluvia que Arthur había releído una y otra vez y cuando lo tuvo entre sus manos lo llevó hasta su pecho de forma protectora, sintiendo una inmensa felicidad por no haber perdido algunas de sus pocas posesiones y, sobre todo, aquel libro que lo había acompañado durante tantísimos años.

 

            —Imaginaba que querrías tener las cosas que se salvaron del incendio —comentó Dann, devolviéndolo a la realidad, haciendo que alzara la cabeza y lo mirara—. No es mucho, pero al menos no se ha perdido todo.

 

            Arthur no supo que decir en ese momento, las palabras no le salían, así que, simplemente asintió. Sentía gratitud hacia él, porque sabía que lo que había hecho no era algo que estuviera obligado a hacer, sino que debía de haberlo hecho para que él se sintiera mejor, para que tuviera consigo un poco de todo lo que había dejado atrás porque ante él lo que se encontraba era un mundo extraño, un mundo que solo había visto desde lejos y en el que no sabía cómo iba a moverse o a encajar. Teniendo sus libros con él, al menos tenía un lugar al que volver, un lugar en el que poder sentirse a gusto, donde podía respirar, algo conocido, algo que adoraba, algo que había hecho que la habitación en lo alto de la torre pareciera menos una prisión y más un hogar.

 

            —Gracias… —consiguió decir al final, aunque no pudo decir nada más.

 

            Arthur sintió que, si decía algo más, el nudo que se acababa de instalar en su garganta probablemente provocaría que comenzara a llorar y no quería llorar, no en esos momentos, aunque fuera de agradecimiento o porque sus sentimientos se estaban desbordando por todas partes como un recipiente demasiado lleno en el que cualquier gota provocaría que todo el líquido se derramase. La expresión en el rostro de Dann era amable, pero seria. Había esbozado una pequeña sonrisa al escuchar su agradecimiento que no le llegó del todo a los ojos y Arthur se extrañó por aquello, pero no supo si era correcto o no entrometerse y preguntarle si había sucedido algo. No eran amigos, no creía que lo fueran a ser nunca, de todas formas, él seguía siendo un prisionero en ese lugar hasta que averiguasen quién era y Arthur no creía que fuera correcto tampoco compartir la poca información sobre él mismo que todavía no le había contado, poca, pero la más importante en realidad. La vieja Jill le había dicho esa tarde que había hablado con Dann y que le había parecido una buena persona, mucho mejor que el rey, pero eso no quería decir tampoco que fuera alguien a quien le pudiera confiar el secreto sobre sus sueños y lo que éstos significaban.

 

            Arthur salió de sus pensamientos de nuevo cuando se dio cuenta de que Dann no había dejado de observarlo en todo aquel tiempo, con una expresión inescrutable en su rostro, como si estuviera tratando de ver algo a través de él, algo que ni siquiera Arthur sabía lo que era.

 

            —¿Ha sucedido algo? —acabó preguntándole sin poder contenerse. Dann negó con su cabeza en un primer momento, pero Arthur no apartó la mirada de la suya, tratando de hacerle saber que le iba a seguir preguntando hasta que se lo contara y, al final, el otro asintió lentamente—. ¿Es algo grave? —no pudo evitar sentirse preocupado, aunque no fuera exactamente por Dann, sino porque las decisiones que éste tomara o la forma en la que se comportara influían directamente al Reino de la Lluvia y que el reino estuviera en paz y fuera próspero era su cometido. Si algo había pasado que lo tuviera preocupado, tendría que saberlo para poder adelantarse a los acontecimientos y para que, si tenía algún sueño crítico como el que había tenido esa noche, poder descifrarlo.

            —No es grave —respondió Dann—. Ha sido un día bastante intenso y estoy seguro que los siguientes también lo serán porque hay que organizar demasiadas cosas y tomar demasiadas decisiones —suspiró profundamente y Arthur pudo ver una sombra de cansancio en su rostro—. Conquistar este reino no ha sido difícil, pero gobernarlo es otra cosa —le dedicó una sonrisa pequeña—. He estado preguntando sobre la familia real del Reino de la Lluvia, quizás encontrar a alguien emparentado con ella sea más fácil que gobernar el reino, no sé si tengo madera para poder encargarme de todo esto o me viene demasiado grande —comentó—. Probablemente apoyar a un miembro de la familia real en su ascenso al trono sea mucho mejor para este reino.

 

            Arthur no supo que decir porque no se había imaginado que el otro pensara de aquella forma. Realmente no lo conocía, no sabía nada de él, solo sabía lo que había visto, la forma en la que lo había tratado a él la noche anterior, la forma en la que debía de haberlo metido bajo sus mantas cuando había dejado la tienda y la forma en la que había llevado hasta él las pocas posesiones que se habían salvado del fuego. JaHan le había contado lo que había escuchado en el campamento sobre él también, pero no era mucho, no era lo suficiente par hacer un juicio sobre él. Arthur tampoco sabía cómo él, que apenas había tratado con unas pocas personas a lo largo de su vida, podía hacer un juicio sobre Dann o sobre lo que éste sería capaz de hacer o no. Sabía interpretar las expresiones, sabía que estaba preocupado por aquello que le había comentado, quizás fuera difícil para él y pensara que le viniera grande, pero en sus palabras había algo más, como una especie de prueba que le estaba haciendo, como si esperaba que aquello provocara en él algo. Arthur podía ver perfectamente que quería algo de él, no sabía el qué, pero a pesar de que la preocupación real estaba ahí, el deseo de provocar una reacción en él. Arthur simplemente asintió, no queriendo decir nada para no darle a Dann nada de lo que éste buscara en él. Quizás la llegada del joven de pelo blanco tenía algo que ver con lo que Dann le había comentado, quizás éste era el heredero al trono o quizás alguien que supiera dónde se encontraba el heredero, por eso Arthur había tenido un sueño sobre su llegada, pero decidió no decirle nada a Dann.

 

            —Es tarde —acabó diciendo Dann al final, probablemente porque no había conseguido la reacción que esperaba de él—. Es mejor que nos vayamos a dormir —se levantó de la silla en la que había estado sentado y caminó por la habitación, poco a poco desprendiéndose de su ropa, dejándola sobre el baúl a los pies de la cama. Arthur no pudo dejar de mirar su espalda musculosa como si hubiera algo que hubiera atrapado sus ojos en su cuerpo—. Puedes usar el otro lado de la cama —le dijo, girándose hacia él, haciendo que Arthur tragara saliva al ver su torso desnudo—, es más seguro para ambos que te quedes a dormir conmigo, así puedo vigilarte mientras trato de saber algo más sobre ti y por qué estabas encerrado en la torre.

 

            Dann se metió en la cama y Arthur, aunque tardó unos momentos en volver a respirar correctamente, acabó haciendo lo que éste le había dicho, echándose en el otro lado de la cama porque estar en la misma habitación era lo más seguro para ambos y lo más sensato también.

 

🗡 👑

 

            Dann se despertó sintiendo un cuerpo pegado a su espalda. No era la primera vez que ocurría y estaba casi seguro de que no sería la última. No hacía siquiera una semana desde que había conquistado aquel castillo y había matado al rey que había tratado de forzar al chico que se encontraba en la cama con él, con su cuerpo pegado a su espalda, su nariz rozando su nuca, sus manos rozando levemente la zona baja de su espalda, como si quisiera abrazarlo, aferrarse a él, pero ni aun en sueños lo pudiera hacer. Dann estaba completamente seguro de que Arthur había pasado por un infierno estando encerrado en la torre, que todo lo que estaba viviendo aquellos días era nuevo y quizás aterrador y que la última experiencia que había tenido antes de salir de la torre había sido traumática, por lo que entendía perfectamente que se pegara a su cuerpo por la noche, buscando calor, buscando seguridad, buscando algo a lo que aferrarse. Lo había estado observando todos esos días, desde la lejanía, cómo iba conociendo el mundo poco a poco de la mano de su sirviente, cómo éste le mostraba cosas y cómo Arthur se ilusionaba como un niño. Quizás porque realmente era un niño en muchos aspectos todavía, un niño que no sabía quién era en realidad y que se sentía perdido en el nuevo mundo que lo rodeaba. Dann no podía dejar de pensar en lo que la vieja sirvienta le había contado y, de alguna forma le encontraba sentido a aquello, aunque no supiera si pudiera confiar del todo en ella.

 

            Había leído aquel libro sobre la historia del Reino de la Lluvia que se había salvado del incendio y que estaba entre las posesiones de Arthur tal y como le había dicho la mujer que hiciera y había buscado también en la pequeña biblioteca de aquel castillo más libros que hicieran referencia a la historia del reino. Dann se había pasado los últimos días leyendo en sus ratos libres cómo el Reino del Agua se había configurado, cómo eran los reinos vecinos y cómo el poder de éste residía en una realeza que descendía directamente de un linaje de gentes mágicas y cuando el reino se encontraba en peligro, alguien nacía en la familia con poderes para enfrentar al futuro. La sirvienta le había hablado de las visiones, de los sueños que Arthur tenía, que éstos habían sido el motivo por el cual el chico había sido encerrado en la torre desde antes incluso de su nacimiento y Dann podía entender perfectamente que era porque el rey no había querido que nadie supiera de su existencia porque, de hacerlo, todos habrían sabido que quien era el heredero legítimo, se encontraba retenido contra su voluntad. Sabiendo aquello, también podía entender cómo un reino con tan precaria fuerza de ataque y defensa había resistido el envite de los reinos de su entorno, las guerras y los intentos de anexión. Si Arthur había estado teniendo sueños sobre toda amenaza sobre el reino habría evitado cualquiera de esas amenazas. Lo que no acababa de entender, no obstante, era por qué a él lo había dejado entrar hasta el mismísimo corazón del reino sin avisar al rey, como si hubiera confiado que dejarlo entrar e invadir el castillo era mejor que luchar contra la amenaza que suponía porque debía de haber respetado los intereses del monarca y no los suyos, ya que ni siquiera lo conocía. Y no solo era eso lo que no entendía. Porque por el estado en el que se encontraba el libro sobre la historia del Reino de la Lluvia, con las cubiertas de cuero negras desgastadas del uso, las páginas amarillentas y la tinta perdiendo su fuerza, el libro había sido leído muchísimas veces. Si Arthur había leído aquel libro tanto, cómo no había podido pensar en que él se trataba de alguien con el mismo don que los miembros de la familia real.

 

            Arthur no era tonto. Era bastante listo, de hecho. No le había contado lo de sus sueños porque no sabía si podía fiarse del todo de él o no y no sabía qué más no le podía estar contando, aunque podía dar por hecho que no sabía nada sobre su condición como heredero al trono porque cuando había hablado con él sobre el tema de buscar a un miembro de la familia real, éste no había reaccionado. Sin embargo, Dann seguía teniendo demasiadas preguntas a las que debía de encontrarle una respuesta y no podía perder el tiempo.

 

            Se levantó de la cama con cuidado para no despertar a Arthur con el movimiento y lo arropó lo mejor que pudo antes de vestirse y salir para comenzar su día. El castillo no se gobernaba solo, lo mismo que el reino que acababa de conseguir, por lo que Dann tenía que estar en todas partes a la vez, encargándose de un millón de cosas y además supervisarlas para que todo estuviera correctamente hecho porque no podía dejar nada al azar. No obstante, aunque quizás tenía muchas cosas a las que prestar atención y demasiado importantes, Dann no podía dejar de pensar en el chico al que dejaba durmiendo todas las mañanas en su cama, porque quería comprobar si era de verdad el heredero o si aquella sirvienta lo había engañado. Su mente no dejaba de llevarlo a aquel punto y al final no podía concentrarse en el resto de las cosas que debía de hacer, perdiéndose demasiado en sus pensamientos. Dann intentaba que no le sucediera, pero había ocasiones en las que era casi inevitable.

 

            En aquellos momentos estaba recibiendo con gratitud a algunos campesinos de las aldeas cercanas que ya sabían la noticia de su llegada al reino y lo que había pasado allí. Todo el mundo parecía completamente encantado, desde aquellos que se habían unido a su campaña en lugar de dar la voz de alarma, hasta aquellos que llegaban con sus familias hasta el castillo con comida, las verduras de temporada, productos lácteos, pan, vino y cerveza que iban llenando poco a poco las despensas del castillo. Dann estaba agradecido por aquello y la primera decisión que había tomado para beneficiar a aquellas buenas gentes que estaban llevando parte de su sustento hasta él, fue declarar que los privilegios de la caza en el Reino de la Lluvia habían sido abolidos del todo y que, en cada aldea, se pudiera cazar para la comunidad. Durante los anteriores días le habían estado explicando cómo había estado funcionando el reino y la forma en la que el rey se había reservado para él y la nobleza prácticamente todos los lugares de caza, haciéndolo casi por deporte o para dar banquetes, no dejando que sus súbditos pudieran disfrutar de comer carne en algunos momentos también, cuando fuera época de caza y hubiera presas abundantes para todo el mundo. Las gentes del reino eran agradecidas con él y con su gesto y Dann había mandado ya mensajeros a todas las pequeñas ciudades y aldeas para anunciar la noticia —además de para anunciar el cambio en el gobierno del reino—, lo que había provocado que gentes de lugares algo más lejanos se hubieran embarcado en un viaje de varios días para agradecer aquel gesto con comida.

 

            —Gracias —le dijo Dann a una chica joven que había llegado hasta él, junto con una mujer bastante más mayor, guiándola, provocando que la chica se sonrojase—. Estamos de verdad muy agradecidos por el gesto que han tenido con nosotros.

 

            Realmente, Dann no debería estar haciendo aquel trabajo tan mundano, pero le gustaba agradecer a las personas que llegaban y, además, así podía hacer sus propias investigaciones y averiguaciones sobre la familia real. Quienes más podían saber del tema sería la nobleza, pero encerrados en los calabozos del castillo, no estaban demasiado dispuestos a hablar y, bueno, tampoco los podía soltar porque su pequeño ejército no estaba realmente organizado para hacer frente a la amenaza de aquellos nobles si éstos salían de allí y decidían unirse para atacar el castillo. Habían tenido un golpe de suerte cuando habían luchado contra ellos, llegando en el momento en el que menos lo esperaban, teniendo el factor sorpresa a su favor, pero no sería lo mismo en una batalla en campo abierto y Dann no quería lidiar con aquello hasta que no estuvieran bien preparados para poder hacerles frente. Por eso, buscaba respuestas en las gentes del Reino de la Lluvia. No sabían mucho, no eran de especial ayuda, pero algunas con algunas cosas lo habían guiado bastante bien.

 

            Parecía que todo el mundo en aquel lugar sabía que había alguien encerrado en el catillo, alguien importante, a pesar de que nadie sabía de quien se trataba exactamente y habían corrido muchos rumores sobre quién era esa personalidad tan importante. Desde alguien que había agraviado de una forma inimaginable al rey, hasta un mago. Preguntando por ahí, por las gentes que llegaban al castillo y por las gentes que trabajaban en el lugar, Dann había averiguado que las noticias habían viajado incluso al Reino de la Nieve y que uno de los últimos conflictos que habían tenido los dos reinos había sido porque sus vecinos habían querido secuestrar a aquel que se encontraba en la torre para obtener el control del Reino de la Lluvia. Su plan había sido frustrado y probablemente había sido porque Arthur lo habría visto en sus visiones y habría avisado para que todo el mundo estuviera preparado.

 

            —Dann, mi señor —lo llamó Jack, llegando hasta él—. Ha llegado alguien al castillo que dice ser uno de los hijos de uno de los nobles encerrados en el calabozo.

 

            Inmediatamente Dann dejó la cesta con comida que había recibido momentos antes en el carro en el que se estaban depositando todos los víveres que se les dejaban antes de llevarlos hasta las despensas del castillo, su cuerpo tensándose ante la mención del hijo de un noble en el castillo. No era un buen presagio. Si el chico había llegado hasta allí buscando pelea no podía ser bueno.

 

            —Llévame hasta él —le pidió.

 

            Jack asintió y no tardó en echar a andar, guiándolo hasta el lugar en el que se encontraba el joven que acababa de llegar al castillo. No habían dejado siquiera que entrara por las puertas de las murallas, siendo retenido en la mismísima puerta principal. Era un chico joven, probablemente tendría una edad similar a la de Arthur y de su cinto colgaba una espada con una empuñadura y una funda de cuero grabadas de una forma completamente exquisita. Estaba claro que era parte de la nobleza y, además, lo era de la nobleza acaudalada, pero tenía un porte de guerrero, no de noble, sus facciones eran bellas, pero de una forma salvaje. Ese chico bien podía ser un valioso aliado o un enemigo muy peligroso, no había un término medio.

 

            —Soy el nuevo señor de este castillo —le dijo, al llegar hasta él, su mano en la empuñadura de su espada, receloso—. ¿Qué se te ofrece?

            —Oh, ¿así que eres tú el que ha quitado de en medio al asqueroso rey que había en el trono? —le preguntó el chico, dejándolo un poco estupefacto, porque no esperaba aquello—. En el pueblo estaba todo el mundo encantado porque por fin nos habíamos librado del rey, en cuanto llegó el mensajero la gente organizó una fiesta —Dann parpadeó, bastante confuso—. También están encerrados los nobles en las mazmorras, ¿verdad? Es la mejor decisión que se podía tomar, esa gente son simplemente una lacra que solo se dedica a vaguear y a emborracharse, pero cuando sus intereses y sus ansias de poder están en juego, se organizan de una forma increíble, no me extrañaría que estuvieran ploteando un intento de golpe para tener ellos el poder en el momento en el que salgan de ahí —el chico frunció sus labios, provocando que éstos parecieran incluso más gruesos de lo que ya eran—. Por mí se podrían pudrir allí dentro, de hecho, venía a comprobar si el borracho de mi padre ha muerto o no, para ver si podemos comenzar con el reparto de la herencia.

 

            Dann no pudo evitar quedarse completamente confuso ante toda la perorata que el otro había soltado porque no se la esperaba para nada y no sabía ni cómo reaccionar a ella. No había pensado ni en sus teorías más locas de camino al encuentro de aquel joven noble que lo que hubiera venido a hacer al castillo fuera querer comprobar la muerte de su padre en lugar de esperar sacarlo de allí. Tardó unos momentos en volver en sí tras procesar aquello y, cuando lo hizo, le preguntó:

 

            —¿Cuál es tu nombre? Para comprobar el estado de tu padre.

            —MuJin —le dijo el chico—. Ko MuJin.

 

            Dann asintió y se giró hacia Jack. No tuvo que decirle absolutamente nada porque su hombre ya sabía qué era lo que quería de él y, con una leve reverencia, se alejó de ellos. Dann no pudo evitar fijarse en MuJin de nuevo, tratando de evaluar si era una amenaza o no, pero éste parecía haber sido completamente sincero cuando le había contado aquello… aun así, decidió tratar de cerciorarse haciéndole algunas preguntas.

 

            —¿Qué harías si tu padre hubiera muerto en el asedio? —le preguntó.

            —¿Reír? —contestó el chico—. Mi padre no es el ser mas agradable de este mundo y mi madre y mis hermanas han sufrido mucho por su culpa, así que me alegraría bastante saber que ya no está en el mundo de los vivos —le dedicó una sonrisa para acompañar aquel discurso y después añadió—. Si ha muerto habrá que hacer un poco de papeleo para nuestros derechos como parte de la nobleza, me tocaría encargarme de nuestro condado y buscar una forma de ingresos para mi familia porque sería yo ahora el cabeza de familia hasta que mis hermanas se puedan casar, habría que prepararles una buena dote también, en la casa no queda mucho porque mi padre es un borracho despilfarrador del poco oro que tenemos.

            —¿Y qué harías si estuviera vivo? —preguntó.

            —Supongo que esperar a que se muriera en los calabozos y buscar también una forma de sustentar a mi familia porque las cosechas en el condado este año no parece que vayan a ser demasiado buenas —respondió.

 

            Dann asintió. El chico no le parecía tener demasiado aprecio a su progenitor, pero sí al resto de su familia, su madre y sus hermanas. Parecía ser un buen chico, alguien que quizás podía tener de su lado porque nunca venían mal un par de manos más ni una espada. Quizás era un poco arriesgado, pero siempre podía tenerlo vigilado para ver cómo se comportaba y saber si tenía algún motivo oculto para estar allí. Todavía se estaba pensando qué podía hacer con él cuando Jack regresó, acercándose a él para susurrarle que había confirmado que el conde Ko se encontraba en los calabozos, vivo todavía, y que tenía un hijo, su hijo mayor, que coincidía con la descripción del chico que se encontraba todavía fuera de las murallas, llamado MuJin, un hijo con el que no se llevaba especialmente bien a juzgar por la forma en la que el hombre había reaccionado cuando se le había comentado la llegada de su hijo.

 

            —¿Eres bueno con la espada? —le preguntó al chico en cuanto obtuvo toda la información de Jack.

            —El mejor —respondió éste.

            —¿Puedes demostrármelo?

            —Por supuesto.

 

            MuJin desenvainó su espada rápido como el rayo y casi no le dio tiempo a Dann para reaccionar. Años de entrenamientos y las batallas en las que había luchado lo salvaron de llevarse un buen tajo en aquel primer movimiento, bloqueando la espada del chico justo a tiempo, pero aquello no quedó solo ahí, siguieron tanteándose el uno al otro en aquella pequeña pelea improvisada hasta que finalmente Dann se impuso. Con mucho trabajo, con mucho esfuerzo, jadeando incluso porque no había entrenado sus músculos en los últimos días por todo lo que había tenido que atender en el castillo. MuJin era fuerte, era rápido y sabía cómo atacar y cómo protegerse, además, incluía en sus movimientos algunas florituras propias de alguien de la nobleza, aprendiendo a luchar primero como un arte, todavía no había entrado en batalla, pero Dann estaba seguro de que, si lo hiciera, se volvería todavía mejor con la espada. Quizás fuera peligroso tenerlo en el castillo, pero quizás fuera todavía mucho más peligroso tenerlo fuera de éste.

 

            —¿Te interesaría quedarte en el castillo? —le preguntó después de que ambos guardasen sus espadas—. Nunca viene mal tener a alguien como tú en nuestras filas y podrás así llevar dinero a casa para tu madre y tus hermanas.

 

            MuJin lo miró fijamente durante tan solo unos momentos y después una amplia sonrisa apareció en su rostro.

 

            —Sería un placer.

 

jueves, 23 de julio de 2020

[Chapter 4] League of Angels {BangHan}


CHAPTER 4: STRATEGY

            Cuando el despertador sonó y JiSung se despertó, su primera reacción fue volver a cerrar los ojos, hacerse un ovillo en la cama y taparse hasta la cabeza con las sábanas, como si aquello lo fuera a proteger de todo el mal del mundo o lo hiciera desaparecer para que absolutamente nadie lo pudiera encontrar. Sobraba decir que aquello era estúpido, pero el chico se sentía estúpido y, sobre todo, sentía mucho miedo. Los acontecimientos que el día anterior lo habían dejado en un estado casi catártico ahora lo atemorizaban todavía más de lo que creía que fuera posible, sobre todo, lo atemorizaba que, al salir de la cama, tendría que volver a dirigirse a la Torre del Arcángel, al despacho de aquel ser que le producía tantos sentimientos encontrados, para volver a estar rodeado por ocho seres que podían matarlo como si se tratara de una mísera mosca moribunda. No le gustaba nada sentirse de aquella forma… tan vulnerable.

jueves, 18 de julio de 2019

[Chapter 4] Love Game {Varias}


Chapter 4

Felix se encontraba en posición, esperando, observando a los que eran sus contrincantes en aquel mini partido para terminar el entrenamiento de la tarde. Samuel estaba preparado para lanzar la última bola y Felix tenía los ojos fijos en él, pero también los tenía fijos en Eric, el bateador de su equipo. Miraba a uno y a otro de forma intermitente, determinando si debía correr a por la última base para así ganar o no. Era bastante rápido, era el mejor robando bases de todo el equipo y solo necesitaba que Eric bateara un poco más fuerte aquella bola para poder correr hasta la última base. Samuel lanzó en ese momento la pelota y tan solo un par de segundos después, Eric le daba con una fuerza increíble con el bate, mandándola lejos del alcance de aquellos que debían recogerla. Felix ni siquiera vio esto, simplemente comenzó a correr en cuanto escuchó el sonido claro y potente de la bola contra la madera del bate y salvó la distancia entre las bases, tirándose al suelo para llegar incluso antes, temiendo que la bola llegara antes que él a aquel lugar.

martes, 23 de octubre de 2018

[Chapter Four] 20th Century Love {SeungIn}


Chapter Four

            Presentarle a Mina formalmente a SeungJun era una cosa mucho más fácil de decir que de hacer, porque para InSeong estaba siendo casi imposible poder hacerlo y, poder ganarse así el perdón de Mina. Nunca habían estado enfadados de verdad, siempre habían sido pequeñas peleas lo que habían tenido a lo largo de todos aquellos años de amistad, peleas breves que, si acaso duraban un día, pero que arreglaban pronto porque, a pesar de lo diferentes que eran, no podían vivir el uno sin el otro. Así había sido desde que estaban en párvulos y así había esperado InSeong que fuera toda la vida, pero aquella vez no estaba siendo así.

jueves, 24 de agosto de 2017

[Capítulo 4] The Secret {Varias}



Capitulo Cuarto


            En el paisaje rocoso en el que estaba acostumbrada a vivir y desde el cual observaba todo el valle que se extendía a sus pies, de la misma forma que observaba el cielo sobre su cabeza, Cheng Xiao se encontraba mirando al infinito, con demasiados pensamientos en su mente y sin fijarse realmente en lo que veía. Aquella mañana había sentido un escalofrío que había hecho que se despertara de golpe y saliera de entre los brazos de EunSeo tratando de no despertarla para ponerse algo de ropa y poder ir al exterior cuando el sol casi ni había aparecido en el horizonte. Algo la había llamado y la chica pensaba que debía tratarse de un error, porque la sensación que había tenido ante aquella llamada había sido la misma que llevaba demasiados siglos sin sentir, la misma que había tenido siempre cuando era llamada ante su dios.

martes, 4 de abril de 2017

[Capítulo 4] 첫사랑 (First Love) {BamMin}



Chapter Four
Do you want to date me?


            JiMin se encontraba tumbada sobre su cama todavía a pesar de que era media mañana ya, pero por ella se podía quedar de aquella forma todo el día porque después del ajetreado día que había sido el anterior, corriendo de un lado para otro para así no perder ni un won de los que le habían prometido pagarle si asistía a todo, estaba más que muerta y la idea de pasar todo el día tirada en la cama sin hacer absolutamente nada la atraía de una forma bastante bonita. Sin embargo, ella sabía que algo debía de pasar en las próximas horas o minutos para que su anhelo de pasar el día en blanco no se pudiera cumplir. Quizás sería una llamada de la empresa para que fuera inmediatamente, quizás sería que YeRin entrara por la puerta para intentar que hiciera algo con su vida… o quizás sería lo que realmente pasó.

jueves, 3 de noviembre de 2016

[Capítulo 4] El Instituto de la Muerte {Varias}




            Las clases de Literatura del profesor SungMin siempre se le habían hecho eternas por las mañanas a primera hora a JongDae y sin quererlo, siempre acababa bostezando y, a veces incluso, dando cabezadas. El hombre tenía muy buena fe al explicar la materia, pero la forma en la que lo hacía dejaba a JongDae más dormido que despierto. Por ese motivo, el chico no se dio cuenta de que la clase se detenía porque el profesor salía unos momentos, ni tampoco se dio cuenta de que el motivo de aquella salida había sido que una pareja de policías se encontraba en el pasillo hasta que escuchó su nombre, dicho por la voz soporífera del profesor.

viernes, 21 de agosto de 2015

Want U Back

Capítulo 4
Adiós


            ChangBum llegó a su casa con el corazón todavía latiendo como loco dentro de su pecho por aquello que había presenciado algunos momentos antes. Estaba seguro de que aquella persona debía ser MinWoo aquel del que tanto le había hablado su profesor, aquel que tanto lo había atormentado en su pasado y que seguía atormentándolo en su presente, aquel del que el mayor tenía tanto miedo pero al que no había dudado en lanzarse a sus brazos a la primera oportunidad que se le había presentado.

lunes, 25 de mayo de 2015

Triwizard Tournament

Capítulo 4
 Inseguridades



            JongIn se despertó aquella mañana solo porque escuchó algunos golpecitos rítmicos en el cristal de la ventana. Con los ojos todavía sin abrir del todo y caminando por la superficie un poco tambaleante del barco en el que se encontraba, se acercó a la ventana circular, pero para poder llegar hasta ella y abrirla tenía que subirse a la cama de su compañero de habitación, que dormía a pierna suelta sobre esta, sin enterarse de los golpecitos. Por eso, simplemente se montó sobre él, despertándolo en el proceso y abrió la ventana, dejando que la lechuza NaEun entrase en el camarote y se posase sobre su jaula, mostrando la carta que llevaba su pico.

viernes, 3 de abril de 2015

Nothing Matters (when you're in love)

Capítulo 4
La Piscina



            Entré a la habitación suspirando y dejándome caer contra la puerta. Había pasado un mal rato por culpa de aquel maldito coreano que no se podía estar quieto ni dejar de decir gilipolleces. Intenté tranquilizarme inspirando hondo una y otra vez, con los ojos cerrados, por eso no pude ver cómo Fan se acercaba a mí y no me di cuenta de su presencia a mi lado hasta que una de sus grandes manos no rozó mi mejilla. En ese momento, abrí mis ojos, un poco angustiado.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

One last time

Capítulo IV
I love you (prelude to tragedy)

            Las calles estaban embarradas por la incesante lluvia que llevaba cayendo desde la mañana, pero al chico no le importaba mancharse los pantalones a pesar de ser el único par que poseía. Tenía que correr, más rápido, mucho más rápido. No podían atraparlo, si lo hacían suponía su muerte inmediata. Jongdae giró su cabeza y vio que sus perseguidores estaban aún tras él, pero todavía lejos para alcanzarlo. Debía ser un poco más veloz y así perderlos de vista lo más pronto posible para poder dirigirse al punto de encuentro con los demás que conformaban la resistencia. Dobló una esquina y se chocó contra un cuerpo, asustado, dio varios pasos atrás para ver si aquella persona era amigo, enemigo o simplemente alguien que no tenía nada que ver. Jongdae sonrió al reconocer a un rostro conocido, pero la sonrisa se borró de su cara cuando en la persona que estaba ante él se formaba una plagada de dientes afilados y unos prominentes colmillos, junto con unos hipnotizadores ojos rojos.


26 de Octubre 2013

            Jongdae se despertó asustado, llevando sus manos a su garganta intentando recuperar la respiración y notando algo peludo sobre su cuello. Abrió los ojos extrañado y vio una cola negra moviéndose de un lado a otro lentamente, el chico suspiró y agarró a Minah para quitársela de encima y dejarla sobre la almohada, respirando por fin con normalidad. Tenía una sensación extraña en el cuerpo, como si alguien lo hubiera intentado asfixiar, pero llegó a la conclusión que había sido provocada porque la gata se le había echado encima del cuello. Se desperezó y luego sonrió, recordando cómo el día anterior había llegado con el animal en brazos y Kyungsoo casi lo asesina por ello, pero luego se había encariñado con la gata y a esta parecía gustarle el mayordomo especialmente.

            El chico estaba feliz por poder tenerla en casa sin ningún impedimento y también estaba muy agradecido con Chanyeol, que la había estado cuidando durante casi una semana aun cuando la gata solo le había causado problemas. Jongdae sabía perfectamente que eso quería decir que el otro haría cualquier cosa por él, por verlo feliz, por complacerlo en lo que estuviera dentro de sus posibilidades y por eso este se sentía muy afortunado.

            Durante aquellos días que había visitado el apartamento del millonario asiduamente, Jongdae se había estado cuestionando todas las reacciones que provocaba en su cuerpo con su simple cercanía o cuando hacía algo por él y había llegado a la conclusión de que se había enamorado de él, aunque no sabía muy bien cómo había sucedido, ya que desde el primer momento, cuando vio su foto en el periódico, había sentido aquellos escalofríos en su columna vertebral y se negaba a creer en el amor a primera vista porque eso era algo que solo pasaba en las historias, en los cuentos de hadas, y aquello era la cruda realidad.

            Jongdae suspiró.

            Estaba bastante confundido por aquel tema. Las mujeres habían formado parte de su vida sentimental y sexual durante su adolescencia, pero tras una mala experiencia un par de años atrás con una persona que no podía ser nombrada, dejaron de atraerle y buscó en los hombres lo que necesitaba. No le resultaba extraño por eso sentirse atraído por Chanyeol, pero aquello hacía tiempo que había dejado de ser solo atracción, de ahí su confusión. Siempre esperaba sus encuentros con nerviosismo y también los momentos en los que el alto ponía excusas para tomarlo de la mano y caminar agarrados por las concurridas calles de Seúl.

            El chico se giró en la cama, enrollándose en las sábanas de esta y buscó a Minah para jugar un rato con ella, rascarle un poco las orejas, dejar que le mordisqueara los dedos e incluso que, en su afán de atrapar sus juguetones dedos, lo arañara levemente con sus afiladas garras. No le dolía porque la gata no aplicaba ninguna fuerza y de esta forma se entretenía dejaba de pensar en todo aquello que le hacía tener dolor de cabeza. Sin embargo, no pudo evitar recordar lo que había pasado el día anterior.

            Había llegado al apartamento de Chanyeol para llevarse a Minah a casa para que así el chico por fin pudiera vivir tranquilo, ya que la gata le tenía ojeriza y estaba jugando con ella mientras el otro terminaba de guardar algunas cosas cuando esta se escapó de sus brazos y caminó hacia la puerta cerrada del piso, comenzando a arañarla al llegar hasta ella. Jongdae se levantó del sofá rápidamente y la tomó en sus brazos, regañándola por arañar la puerta.

            —No puedes arañar las puertas —le dijo—, tienes juguetes para afilarte las uñas —caminó con ella en brazos y luego la metió dentro del trasportín, ya que de todas formas tendrían que irse en poco tiempo—. ¿Qué hay en esa habitación? —le preguntó con curiosidad al dueño del piso. Este lo miró, encogiéndose de hombros.
            —No lo sé —respondió—. Siempre ha estado cerrada.
            —¿Y no te da curiosidad saber qué es lo que hay tras ella? —se acercó al otro para ayudarlo a limpiar la caja de arena que Minah había estado utilizando.
            —Si te soy sincero no me importa mucho —contestó—. Si la persona que vivía aquí anteriormente la dejó cerrada es porque hay algo ahí que no debe ser molestado.
            —Los fantasmas no me asustan —dijo Jongdae con confianza—, nunca he creído en ellos.
            —Hay cosas mucho peores en este mundo que los fantasmas —y tras decir aquello, se alejó rápidamente de su lado.

            Jongdae no sabía que había querido decir con aquello, pero sentía que debía averiguar qué era lo que había tras aquella puerta. Quería conocer qué era lo que se guardaba en aquel lugar y qué era lo que Chanyeol le ocultaba, porque estaba completamente seguro de que le estaba ocultando algo.

            El chico se puso lo primero que encontró en su armario y luego, tras jugar un poco más con Minah, salió de la habitación. La casa estaba muy silenciosa y eso lo extrañó. Era sábado, así que tenía que estar en plena ebullición, pero solo se encontró a un par de empleados por el lugar, limpiando. Se dirigió a la cocina, encontrándose en esta algo que no esperaba. Su hermano mayor había vuelto a casa, pero no lo había hecho solo, a su lado se encontraba Luhan, que fue el primero en darse cuenta de su presencia en el marco de la puerta.

            —Oh, Jongdae —lo saludó y, entonces, Minseok se giró hacia él, dedicándole una sonrisa cansada. Su hermano se veía bastante desmejorado, había perdido mucho peso y tenía unas ojeras enormes. Jongdae se acercó a él, preocupado.
            —¿Qué te ha pasado?
            —Ha estado las últimas semanas dedicándole casi veinte horas al día al trabajo —respondió Luhan por él—. Cuando esta mañana lo he visto en este estado al levantarme lo he traído rápidamente aquí.
            —Muchas gracias, Luhan —dijo el chico sinceramente—. ¿Qué quieres para desayunar? —le preguntó a su hermano.
            —Café —le respondió—. Tengo que seguir…
            —Nada de café y nada de seguir —prohibió Jongdae, hablando muy seriamente—. Te prepararé un vaso de leche calentito y luego te irás a la cama a recuperar todas las horas de sueño.
            —Pero…
            —Nada de peros, Kim Minseok —su hermano esbozó una pequeña sonrisa, cansada, como la que había puesto cuando el chico había llegado a la cocina—. Tienes que pensar en tu salud antes que en tu trabajo.
            —Sí.

            Unos minutos después, Jongdae y Luhan llevaban al mayor hacia su habitación, ya que casi no se sostenía en pie e hicieron que se acostase. En cuanto Minseok estuvo sobre la cama, bien tapado con las mantas, se quedó profundamente dormido. Jongdae suspiró, algo aliviado porque se había asustado muchísimo al ver el estado de su hermano y ahora solo necesitaba descansar y comer para reponer fuerzas. Una vez se cercioró de que estaba tan inmerso en el mundo de los sueños que no despertaría en muchas horas, el chico salió de la habitación seguido por Luhan y fue a la sala, dónde había algunos sofás y un televisor de más de sesenta pulgadas. Se sentó e invitó al otro a que hiciera lo mismo. Una vez instalados, comenzó a hablar.

            —Muchas gracias por traerlo.
            —No ha sido nada —respondió—. Podría haberlo traído antes si hubiera visto el estado en el que se encontraba.
            —¿Se ha estado quedando en tu apartamento?
            —Sí. Me dijo que las cosas seguían estando un poco tensas en casa y que no podía concentrarse bien en su trabajo —dijo—. Nos veíamos poco, ya que yo también tenía que trabajar, así que hasta hoy, que era mi día libre no había sospechado nada.
            —No importa —Jongdae sonrió—. Lo importante ahora es que está aquí y no voy a dejar que toque el trabajo hasta que no esté completamente recuperado.
            —Así me quedo más tranquilo —Luhan sonrió también. Sus dientes eran de un blanco deslumbrante y contrastaban bastante con sus labios rojos. Era un chico bastante atractivo.
            —Si te sientes más tranquilo puedes venir siempre que puedas para ver cómo evoluciona —propuso Jongdae.
            —Gracias, eso haré.

            Luhan no pasó mucho más tiempo en casa, unos minutos hablando sobre su trabajo como ayudante en un bufete de abogados y poco más, después se fue, dejando a Jongdae sin saber qué hacer. Se le había pasado la hora del desayuno, por lo que ya no iba a comer, así que improvisó sobre la marcha y fue a su habitación a por su móvil y a por Minah, para después dirigirse a la habitación de Jongin y entrar a esta sin llamar siquiera, pillando a su hermano menor en medio de una conversación por Skype con una persona que conocía, Baekhyun.

            —Y yo que creía que estabas estudiando —dijo, alzando la voz para que su presencia fuera notada. Ambos chicos, uno en persona y el otro a través de la pantalla del ordenador, se sorprendieron al verlo allí y Jongin intentó borrar las pruebas cerrando la ventana del chat, aunque sin ningún éxito, ya que su hermano lo había visto todo.
            —Jongdae… ¿qué haces aquí?
            —Bueno, pasaba por aquí y decidí hacerle una visita a mi hermano pequeño porque llevo muchos días sin pasar tiempo con él y de paso prestarle mi ayuda si la necesitaba para estudiar —respondió—, pero veo que estás bastante ocupado, así que te dejo.
            —No, no te vayas —dijo el chico cuando vio que Jongdae se daba la vuelta para salir de su habitación—. Baekhyun ya me estaba ayudando a estudiar, pero si quieres puedes hacerlo tú también, hay cosas que él no sabe.
            —¡Oye! —se escuchó decir por los altavoces del ordenador—. ¿Me tienes de profesor particular un mes sin cobrar ni un mísero won y ahora me cambias por tu hermano mayor? —rápidamente, Jongin abrió la ventana y esta mostró a un Baekhyun indignado.
            —Llevo mucho tiempo sin estar con mi hermano y a ti te veo todos los días —respondió el chico—, y ya sabes que te recompensaré todo lo que haces por mí.
            —Eso espero —dijo Baekhyun antes de colgar la llamada. Una vez la ventana se puso en negro, Jongin se giró de nuevo hacia su hermano, notando por primera vez a la gata negra en sus brazos.
            —¿Kyungsoo ha dejado entrar un animal en esta casa? —dijo señalándola. Jongdae acarició a Minah y esta maulló feliz.
            —No solo la ha dejado entrar —respondió—, sino que le ha tomado cariño. Parece que se han gustado mutuamente porque es la única persona a la que se ha acercado además de a mí.
            —Si esto es así, me traeré a algún animal también —comentó—. El otro día vi un caniche precioso en la tele y quiero uno igual a ese.
            —Mejor espera un poco de tiempo a que se acostumbre a la gata —dijo Jongdae—, después haz lo que quieras —su hermano asintió y se levantó de la silla en la que había estado sentado para acercarse al animal y así acariciarlo, pero Minah no estaba por la labor de dejarse acariciar por alguien que no fuera Jongdae o Kyungsoo y lo arañó, a la vez que le bufaba y se revolvía inquieta en los brazos de su dueño—. Eso no se hace —la regañó Jongdae, pero la gata saltó de sus brazos y caminó dignamente hasta los apuntes que había esparcidos por la cama del dueño de la habitación para tumbarse sobre ellos.
            —Mis… apuntes… —se quejó Jongin.
            —Tranquilo, no les hará nada.
            —Si tú lo dices —murmuró con recelo.

            Jongdae iba a decirle que no se preocupara, que estaría vigilándola para que no le hiciera nada a los folios de los que tenía que estudiar y que él solo se dedicara a preguntarle dudas, pero las palabras murieron en su boca cuando su móvil vibró en el bolsillo de sus pantalones, notificándole que le había llegado algo a kakao talk. Rápidamente tomó el aparato y lo desbloqueó, encontrándose un mensaje de Chanyeol.

“¿Quedamos el miércoles?”
“Claro”.
“Iré a recogerte a la universidad, entonces”.

            Jongdae había escrito su respuesta afirmativa sin siquiera pensar en si tenía ya algún compromiso y su hermano, que se había acercado para ver de quién era el mensaje, se extrañó por ello, así que cuando el mayor guardó su móvil, no pudo evitar decir lo que dijo.

            —¿Te gusta Chanyeol? —preguntó levantando una de sus cejas varias veces seguidas y esbozando una sonrisa que no le gustó ni un pelo al mayor.
            —¿Qué? No. No me gusta, ¿por qué dices eso? —respondió Jongdae, quizás demasiado rápido como para que fuera creíble, yendo hacia la cama y sentándose junto a Minah, haciendo que la gata se sobresaltara un poco ante el hundimiento repentino del colchón bajo su peso.
            —No sé, lo conoces desde hace poco más de un mes, pero casi todos los días estás con él y te vas sin pensarlo dos veces —contestó—. A mí me parece bastante sospechoso.
            —No digas tonterías, es solo un buen amigo.
            —Ya, claro, lo que tú digas —ironizó Jongin—, pero a mí me sigue pareciendo sospechoso —caminó hacia su hermano y se sentó a su lado, con cuidado para que esta vez la gata no se asustara ya que sus apuntes seguían en peligro, comenzando a pincharlo en el costado—. Vamos, a mí no me tienes que engañar, te gusta, te lo veo en la cara.
            —Que no, nada de eso —sin embargo, el chico no pudo ocultar el sonrojo que llevaba desde el inicio de la conversación queriendo asomar a sus pómulos.
            —Que sí… y no voy a parar hasta que me digas la verdad —respondió el menor, siguiendo con la tortura de su afilado dedo en las costillas de Jongdae.
            —No me… no… bueno yo… —miró a su hermano y vio en su rostro que quería que continuara, que le contara lo que de verdad había en su corazón y se rindió—. Si le cuentas a alguien lo que vas a escuchar en estos momentos estás muerto.
            —No se lo cuento a nadie, ¡te lo prometo! —dijo con una sonrisa antes de hacer como si cerrara su boca con una cremallera.
            —Está bien, confío en ti —murmuró Jongdae antes de comenzar a relatarle a su hermano menor absolutamente todo, esperando que él le diera el último empujón que necesitaba para admitir que estaba enamorado de Chanyeol.
            —Pues yo creo que tú también le gustas —fue lo que dijo Jongin en cuanto terminó de hablar.
            —No, imposible… ¿y quién ha dicho que me guste? —negó de nuevo.
            —¡Por favor, Jongdae! —se quejó su hermano—, aunque sea dos años más pequeño que tú ya no soy ningún niño. Primero, te has puesto rojo cuando te he insistido y mientras hablabas de Chanyeol no has parado de sonreír como un idiota —enumeró—. Segundo, es obvio que le gustas. Va a recogerte a la facultad, te manda mensajes todos los días, te ha comprado al bicho este... —señaló a Minah—. ¿En serio lo dudas?
            —Es alto, guapo y rico… y seguro que tiene a muchas mujeres detrás de él, ¿por qué iba a fijarse en mí? Soy un chico.
            —Cosas más raras se han visto —Jongin se encogió de hombros—, además, para gustos, los colores, ya lo sabes.
            —Pero… —Jongdae se calló a mitad. Había estado a punto de decir “Pero él seguro que no es gay y solo me considera un amigo”.
            —¿Pero…? —repitió su hermano para ver si el chico seguía diciendo la frase.
            —No, es imposible, es completamente imposible —Jongin puso los ojos en blanco.
            —Creo que no te darías cuenta ni aunque llevara un cartel con luces de neón en la frente que pusiera “babeo por Jongdae” —bromeó—. Ah, en serio… si no te quieres fiar de lo que te dice tu hermano, ¿por qué no le preguntas tú mismo?
            —¿Qué quieres que le diga?: “Hola, ¿cómo te ha ido el día? ¿Bien? Mira, Chanyeol, tengo una dudilla, ¿te gusto?”.
            —¿Por qué no? —dijo el otro riendo—. Yo no le veo nada de malo.
            —Ni hablar —Jongdae se cruzó de brazos—. ¿Y si no le gusto? Dejará de hablarme y no querrá verme nunca más.
            —Y al principio decías que no te gustaba —creyó escuchar que decía el menor, pero cuando le dijo que lo repitiera este dijo otra cosa—. Si hace eso es porque es un capullo que no te merece y le diré a pap… a Zitao —se corrigió rápidamente—, que vaya y le dé una paliza de tu parte.
            —Gracias… supongo… —Jongdae suspiró y miró al techo, pensando en todo lo que su hermano le había dicho. Acababa de admitir que sí le gustaba Chanyeol, no sabía ni cómo lo había conseguido Jongin, y había comenzado a pensar también que quizás, y solo quizás, podría tener alguna oportunidad—. Lo haré —dijo finalmente, decidido—, pero de una forma más sutil.
            —¡Bien dicho! —su hermano sonrió de oreja a oreja y le dio una palmada en la espalda—. Y ahora que he solucionado tus problemas amorosos, ¿qué tal si me ayudas tú con matemáticas? Te juro que prefiero mil veces hacerte de consultor, pero tengo que aprobar el examen.
            —Vamos —respondió el chico.

            Aquella mañana se había despertado con una mala sensación en su pecho y con una gran confusión en su cabeza, hablar con Jongin lo había hecho pensar con claridad y ahora todo estaba muy claro. Le gustaba Chanyeol, aunque pudiera parecer imposible, y la próxima vez que se encontrara con él, haría algo para ver si el sentimiento era mutuo o solo algo de su parte.


30 de Octubre 2013

         Jongdae caminaba junto a Yixing por los pasillos de la universidad, sus clases habían acabado apenas unos minutos antes y ambos se dirigían a la salida. A su alrededor había un gran barullo de estudiantes que terminaban también sus clases e iban a sus casas, la cafetería o la biblioteca. Cuando estuvieron en el exterior, Jongdae miró a un lado y a otro buscando el Mercedes de Chanyeol hasta que lo halló.

            Se despidió de Yixing, asegurándole que al día siguiente se quedaría con él para ayudarlo con la asignatura que tanto se le resistía. El chico le sonrió y le deseó que lo pasara bien con su cita antes de alejarse. Jongdae quiso replicarle, pero luego recordó la conversación que había tenido ese fin de semana con su hermano menor y simplemente negó con la cabeza, derrotado, antes de dirigirse hacia Chanyeol, que al parecer lo había visto desde el coche y había salido de este para esperarlo fuera, atrayendo las miradas de la mayoría de los estudiantes que pasaban a su lado. Chanyeol era muy guapo.

            —Hola —dijo cuando llegó a su lado.
            —Hola —Chanyeol le devolvió el saludo y alargó su mano para tomar el maletín que el chico llevaba, pero este rápidamente lo retiró de su alcance.
            —No soy una chica, no tienes por qué hacer esto.
            —Bueno, es igual chica o chico —contestó—, si algo es pesado siempre ayudo.
            —No hace falta —dijo Jongdae—, vamos en coche.

            Chanyeol le sonrió y le indicó que se montara, a la vez que él hacía lo propio y arrancaba el coche para conducir hasta a su apartamento en Gangnam. En el camino pelearon como niños para poner la emisora de radio que más les gustaba, hasta que Jongdae ganó la batalla tras sintonizar Seoul.fm y formar un puchero en su rostro. En ese momento, Chanyeol simplemente suspiró y le dijo que hiciera lo que le diera la gana. El chico sonrió triunfante tras ganar aquella pequeña batalla y pasó todo el camino tarareando en voz baja las canciones que iban sonando en la radio mientras estaba muy atento a su acompañante. Jongin le había aconsejado que averiguara si Chanyeol sentía algo por él y eso es lo que se había propuesto hacer durante aquel día junto al millonario.

            Al llegar al piso, Jongdae se ofreció a cocinar para los dos, por todas las molestias que le había causado al otro y por todas las veces que había tenido que cocinar para él cuando se habían quedado en el apartamento, a pesar de que apenas sabía poner a cocer el arroz en la arrocera y, de hecho, lo tuvo que cocer dos veces porque la primera se le había quedado duro como una piedra. La comida no fue muy suculenta, pero Chanyeol la comió igualmente haciendo sonreír al chico.

            Después de comer y de recoger, se sentaron a ver una película y fue en ese momento cuando Jongdae se atrevió a preguntar algo a lo que llevaba dándole vueltas un tiempo.

            —¿Por qué me pediste que viniera a tu piso? —dijo sobresaltándolo—. Quiero decir, Minah ya no está aquí, así que… sí, eso, que Minah ya no está aquí.
            —Bueno —sonrió Chanyeol—, quería quedar contigo en esta semana, pero tenía compromisos todos los días menos hoy y cuando miré el pronóstico del tiempo este decía que iba a llover bastante, así que no me pareció muy buena idea que estuviéramos en la calle.
            —Pero hace sol.
            —Y frío —apuntó—, tú podrás mantener tu cuerpo caliente durante todo el paseo porque eres un horno con piernas, pero yo paso bastante frío.
            —Tienes razón —murmuró el chico, buscando una de las siempre frías manos de Chanyeol para atraparla entre las suyas—. Incluso aquí dentro las tienes heladas.
            —Soy de sangre fría, como los lagartos —bromeó, antes de volver su atención a la película que estaba puesta en la televisión.

            Jongdae sonrió y también dirigió su atención a la pantalla plana. Se había dado cuenta de que esta última acción había sido para desviar el tema, como si no le gustara que se hablara de su temperatura corporal, pero no iba a decir nada, ese día estaba allí para realizar otros menesteres. Apretó más fuerte la mano que sujetaba y esbozó otra sonrisa, ésta más amplia que la anterior.

            La película era un completo aburrimiento, pero ya habían cambiado varias veces de canal durante los anuncios y ninguna otra programación les había resultado atractiva, por lo que volvieron a ponerla. Ninguno de los dos hablaba, estaban sumidos en un silencio que no era nada incómodo y se limitaban a ver el filme. Jongdae, un poco aburrido, se quedó mirando los labios de Chanyeol durante más tiempo del que debería, pero el otro parecía no haberse dado cuenta de ello. Quizás no fueran como los de Jongin, que seguramente tendría babeando a todo el mundo por sus labios, pero para el chico eran atractivos y en ese momento le dieron muchas ganas de besarlos. Se relamió los propios inconscientemente y justo en aquel instante, el otro se giró y lo miró, impulsando a Jongdae a hacer la mayor locura de su vida. Durante unos instantes, mientras los labios del chico se movían sobre los de Chanyeol, el tiempo pareció detenerse hasta que este devolvió el beso.

            Jongdae sonrió y se acercó un poco más, pegándose al cuerpo del alto y tomándolo de la nuca para profundizar más el beso, aunque se detuvo antes de dejarse llevar e introducir su lengua en la boca ajena porque primero había que hablar. Se alejó lentamente, sin prisas, dando cortos besos antes de poder separarse del todo de los labios del otro. Vio cómo Chanyeol intentaba seguir su movimiento, inclinándose hacia delante para no dejarlo escapar, pero lo detuvo.

         —¿Por qué me alejas? —preguntó.
            —Chanyeol —comenzó—. ¿Te gusto?
            —Si no me gustaras te habría tirado por la ventana —contestó, acercándose a él de nuevo para besarlo y Jongdae correspondió gustoso al beso, a ese, y a los que le siguieron aquella tarde.


2 de Noviembre 2013

            Encontrarse a Jongin justo cuando salía del baño arreglado para su cita con Chanyeol no era algo que entrase en los planes de Jongdae. Todavía no le había contado a su hermano lo que había sucedido hacía apenas unos días, cuando se había pasado la tarde en el apartamento de Chanyeol sentado en el sofá besando los labios del propietario del inmueble y no había pensado contárselo hasta que la relación que tuvieran estuviera un poco más afianzada.

            Lo saludó lo más tranquilamente que pudo y luego fue a su cuarto rápidamente, encontrándose allí a su hermano mayor, en una esquina de la habitación mientras Minah le gruñía. Se acercó corriendo a la gata y la tomó en brazos para alejarla de Minseok, pero esta no se estaba quieta y casi le hace un arañazo en la mejilla con sus zarpas. Jongdae forcejeó con ella hasta que la metió en el trasportín en el que la había llevado a casa, donde no podría hacerle daño a nadie y se giró hacia su hermano, que respiraba aliviado.

            —No sé qué le pasa a esta gata con todo el mundo —murmuró—, solo le caemos bien Kyungsoo y yo —se acercó a Minseok—, ¿qué hacías aquí?
            —Venía a verte porque no has pasado por mi habitación en todo el día —le contestó.
            —He estado liado con algunos trabajos para la universidad —respondió culpable—, pero antes de salir iba a ir unos minutos.
            —Haré que me lo creo —dijo con una sonrisa el mayor.
            —Te llevaré de vuelta a la cama —Jongdae lo agarró por la cintura y pasó uno de los brazos de Minseok por sus hombros, haciendo que se sujetara y salieron al pasillo—. ¿Luhan ha estado aquí todo el día?
            —Solo por la tarde, por la mañana tenía que trabajar.
            —Es bueno saber que viene a visitarte de vez en cuando porque hay algunos días que yo no puedo pasar mucho tiempo contigo —sonrió. Llegaron a la habitación del mayor y Jongdae lo dejó sobre la cama—. Descansa hasta que recuperes todos los kilos que has perdido y tómate todas las vitaminas que te mandó el médico.
            —Sí, mamá —bromeó el mayor, pero unos segundos después, se puso serio—. Muchas gracias por todo.
            —No es nada, eres mi hermano y tú me has cuidado muchas veces, así que te lo debía.
            —No nos pongamos sentimentales —dijo Minseok—. Ibas a salir, ¿no? Pues vete, vete.
            —Vale, nos vemos mañana —se despidió.

            Jongdae salió del lugar pensando en lo desmejorado que seguía viéndose su hermano a pesar de que parecía estar un poco recuperado. Habían llamado al médico dos días atrás al ver que no mejoraba cómo debería y este la había mandado mucho hierro porque al parecer estaba escaso de él y también un montón de vitaminas para que repusiera fuerzas lo más rápido posible. El chico deseaba que Minseok volviera a encontrarse como antes y que se cuidara un poco más, en vez de trabajar tanto.

            Con esto en mente fue a su habitación por su billetera y su móvil para poder salir. Chanyeol le había dicho que aquella noche lo recogería en su casa sobre las ocho de la tarde, pero no había dado más detalles sobre lo que harían aquel día. Siempre recibía uno o varios mensajes en los que este le preguntaba si podía quedar el día que fuera y luego le decía que lo recogería y la hora a la que lo haría, pero en su anterior encuentro su relación había cambiado bastante, dando un giro de ciento ochenta grados, por lo que al nerviosismo que siempre lo acompañaba en estas ocasiones se le había sumado la incertidumbre sobre cómo comportarse ahora con él.

            Salió de la casa y caminó por el sendero de piedras que llevaba hasta la puerta principal de la propiedad, donde Chanyeol lo recogería. Cuando estuvo a unos escasos veinte metros pudo comprobar que el coche del chico ya lo esperaba en la carretera, así que aceleró el paso hasta que llegó al vehículo. Antes de abrir la puerta del asiento del copiloto inspiró y espiró hondo para calmar los desenfrenados latidos de su corazón y luego entró, sentándose y cerrando a la vez.

            —Hola —saludó, pero no pudo decir ni una palabra más porque Chanyeol se había acercado a él y lo había tomado por la nuca para besarlo. No fue un contacto duradero, pero sí lo suficientemente largo como para dejar a Jongdae sin aliento—. Vaya —murmuró cuando se alejó—, eso ha sido un gran saludo —Chanyeol sonrió travieso.
            —Me alegra —contestó, arrancando el coche—. No sabía qué hacer cuando te viera, pero cuando entraste simplemente actué sin pensar —confesó, mirándolo de reojo.
            —Yo tampoco sabía qué hacer.
            —¿Por qué no hacemos como siempre? —propuso el alto—. Pero un poco más cariñosos.
            —De acuerdo—Jongdae sonrió—. ¿Dónde vamos hoy?
            —Como el otro día vimos una película no demasiado buena, había pensado en ir al cine, ahora hay varias en la cartelera que están bastante bien según las críticas del periódico —le contestó—. ¿Te parece bien el plan?
            —Me parece perfecto.

            Acabaron en uno de los grandes cines de la ciudad viendo una película con una trama espectacular y actuaciones que merecían un Oscar… aunque quizás no fue para tanto y a Jongdae la película le pareció tan maravillosa porque apenas había visto cinco minutos de ella ya que el resto los había pasado observando el perfil de Chanyeol, bebiendo coca-cola, cogiendo palomitas con la mano que el otro no tenía firmemente agarrada y robándole besos de vez en cuando a su acompañante, envalentonado por la oscuridad de la sala y porque tampoco había muchas personas en ella aparte de ellos dos.

            Salieron del cine, aún cogidos de las manos, atrayendo por esto algunas miradas, pero ellos simplemente las ignoraron y siguieron su camino porque cuando Chanyeol le preguntó si le importaba lo que la gente dijera Jongdae le contestó se había propuesto hacer entrar en calor a sus manos, aunque parecía una misión imposible, y las apretó más fuerte para que no pudieran ser separados por nada ni por nadie. Caminaron por el centro comercial en el que estaba integrado el cine mirando algunas tiendas antes de que las cerraran. A pesar de hacer muchísimo frío, había gente valiente como ellos desafiando al clima helado, pero la ciudad estaba bastante más tranquila una vez el sol se ocultaba, así que para cuando dieron las diez de la noche ya estaban de regreso al coche.

            Llegaron hasta el lugar en el que habían aparcado el vehículo y entraron a este sin decir ni una palabra, de hecho llevaban algunos minutos sin hablar y con caras largas. Jongdae suponía, que como él, Chanyeol no quería separarse todavía de su lado, dando así por finalizada su cita, porque aunque ninguno había dicho aquella palabra, su reunión era una cita en toda regla. El chico se abrochó el cinturón de seguridad y se hizo un poco más pequeño cuando escuchó la pregunta del otro.

            —¿Te llevo a casa? —Jongdae no le contestó, no quería hacerlo porque si le decía que lo llevara se separarían en unos minutos, pero si le decía que no, probablemente molestara a Chanyeol, que sí parecía querer irse—. ¿Jongdae?

            El chico sintió la voz del otro contra su oído, grave y aterciopelada, diciendo su nombre y alzó la cabeza, mirando los ojos ajenos, viéndose reflejado en estos. Sus rostros estaban a unos centímetros de distancia y Jongdae no pudo evitar desviar la mirada hacia los labios de Chanyeol, segundos antes de besarlos, intentando transmitirle en aquel beso lo que no quería decir. Mordió el labio inferior del otro y lo hizo abrir levemente su boca para introducir su lengua en esta y explorarla hasta que el aire se le hizo necesario, solo entonces se separó a regañadientes, dándole un último mordisco a su labio inferior. Jongdae vio a Chanyeol parpadear varias veces, confuso por su repentina acción, con una sonrisa, esperando que la noche no acabara con solo un beso en el coche.

            —Ahora es mi turno de decir “vaya” —comentó el chico, refiriéndose a la situación que había ocurrido algunas horas antes. La sonrisa de Jongdae se hizo más amplia—. Después de esto no sé si quiero llevarte a tu casa.
            —No lo hagas.

            Chanyeol sonrió y luego se acercó al chico para besarlo de nuevo durante unos momentos, cuando se separó, arrancó el coche y puso rumbo a otro lugar: su apartamento.

            Ninguno de los dos recordaría después quién fue el que, todavía en el ascensor, comenzó a besar los labios del otro con desesperación, ni tampoco cómo Chanyeol pudo introducir bien los números de la clave que abría la puerta de su apartamento y quizás fuera porque nada más entrar al apartamento comenzaron a rodar por las paredes de este golpeándose en más ocasiones de las que deberían la cabeza contra estas. Sin embargo, ninguno de los dos se quejó, simplemente, siguieron besando los labios del otro, queriendo como mínimo desgastarlos.

            Jongdae buscó con sus manos los botones del abrigo de Chanyeol para comenzar a desabrocharlos mientras se dejaba guiar por el pequeño pasillo hasta llegar al salón, donde acabó tumbado de espaldas en el sofá, con el otro sobre él, besándolo con hambre. Se separaron para respirar apenas unos segundos y el alto acabó por quitarse el abrigo rápidamente, ayudando a Jongdae a ello, después, se volvió a echar sobre él para besarlo. Jongdae abrió sus piernas para que el otro pudiera acercarse más a su cuerpo y, en ese momento, sintió la entrepierna dura de Chanyeol contra la suya y se quedó quieto. Le había impactado sentir otra erección rozando la suya, ya que, a pesar de haberse decantado por los hombres hacía algo de tiempo, no había mantenido relaciones con ellos y se sentía un poco inseguro.

            —¿Pasa algo? —le preguntó el chico preocupado al ver que no correspondía sus besos.

            Jongdae se intentó incorporar y Chanyeol se quitó de encima para que pudiera sentarse correctamente. Lo miró durante unos momentos y luego negó con la cabeza, sonriendo de forma leve.

            —Creo que vamos un poco rápido —murmuró—. Tomémonos las cosas con calma, no hay ninguna prisa.
            —Claro —coincidió el otro—. ¿Quieres pasar la noche aquí? —Jongdae lo miró con sospecha—. Tú dormirás en la cama y yo en el sofá, como siempre, y te prometo que no entraré en toda la noche a la habitación.
            —Si esas son las condiciones… me quedo —Jongdae se levantó del sofá y se acercó al chico, se puso de puntillas y besó sus labios durante unos segundos.
            —Aunque me estás tentando —murmuró Chanyeol contra sus labios.

            Jongdae se separó de él riendo y se volvió a sentar de nuevo en el sofá, arrastrando al otro con él para acurrucarse y ver lo que fuera que echaran en la televisión, porque, a pesar de que fuera demasiado rápido para mantener relaciones sexuales, Jongdae todavía no quería irse a dormir, quería pasar mucho más tiempo junto a Chanyeol. Sin embargo, el sueño poco a poco lo fue venciendo, acurrucado en el pecho del chico.

            Cuando Jongdae abrió los ojos de nuevo no sabía la hora que era y no encontraba su teléfono móvil por más que palpaba a un lado y a otro de la cama. Se levantó lentamente, casi sin despegar los ojos y caminó por la habitación hasta dar con la puerta. Recordaba haber estado con Chanyeol en el sofá haciendo zapping y besándose de vez en cuando, pero no recordaba cómo había llegado a la cama ni sabía dónde estaba el otro, porque en la habitación con él no se encontraba. Salió de esta y fue al baño. Beberse casi un litro de coca–cola mientras veía la película en el cine le estaba pasando factura en mitad de la noche. Tiró de la cisterna, rezando por haber apuntado bien porque no podía abrir los ojos más que una pequeña rendija, y luego se dirigió a la habitación.

            Tanteó por las paredes hasta llegar a la puerta y giró el picaporte pero cuando estaba a punto de entrar sintió un cuerpo pegado a su espalda, rodeando su cintura y alejándolo de aquel lugar. Jongdae se asustó e intentó forcejear pero el agarre era demasiado fuerte, sin embargo, esto lo despertó del todo y cuando pudo abrir los ojos vio que la puerta por la que había estado a punto de entrar era la misteriosa puerta cerrada del apartamento de Chanyeol y que quien lo mantenía sujeto para que no pudiera hacerlo era el propietario.

            —Chanyeol —murmuró—. ¿Qué hay detrás de esa puerta?
            —No hay nada que ver —respondió su voz grave en su oído y Jongdae sintió cómo su cuerpo se destensaba y cómo su mente comenzaba a pensar en otras cosas que no tenían nada que ver con aquella habitación, pero se forzó a no dejarlo ir. Llevaba un tiempo pensando en qué era lo que había en aquel lugar y quería averiguarlo porque él no era alguien que pudiera estar sin saber algo.
            —Está abierta. ¿Por qué no me dejas entrar? —le cuestionó.
            —Jongdae… —otra vez tuvo la sensación de que su mente quería volar lejos y dejar el tema, pero no podía dejarlo ir, tenía que saber qué era lo que estaba escondiendo.
            —¿Qué me estás ocultando? —preguntó. No quería creer que el alto tuviera un secreto tan horrible como para ser escondido en una habitación cerrada.
            —Nada —aquella simple palabra le hizo daño en los oídos y en el pecho.
            —¿Qué me ocultas? —tras aquella última pregunta, Chanyeol no le respondió al momento, simplemente dejó de sujetarlo e hizo que se girara para mirarlo a la cara.
            —Te aseguro que no querrás verlo —Jongdae lo miró a los ojos unos segundos y después asintió.
            —Muy bien, mientras siga sin poder ver que hay allí dentro, no te veré a ti tampoco —y tras decir esto, se alejó del chico para buscar por el piso sus pertenencias, dispuesto a salir de allí lo más rápido posible.
            —¿Dónde vas? —la voz del otro parecía alarmada.
            —A casa.
            —Es muy tarde y tu casa está muy lejos —el chico se intentó acercar a él, pero Jongdae no le dejó hacerlo—. Mañana…
            —Llamaré a un taxi —cortó.
            —Jongdae…
            —Adiós —abrió y cerró la puerta del apartamento de Chanyeol sin mirar atrás, sin escuchar la voz teñida de súplicas del otro y caminó con furia hacia el ascensor. Una vez dentro del cubículo, se dejó caer contra una de las paredes y suspiró. No sabía por qué había reaccionado de aquella forma, no le veía sentido alguno. La cabeza le daba vueltas y se sentía muy confuso.


28 de Octubre 2013

            Chanyeol cruzó la calle cuando el semáforo se puso de color verde para los peatones y todo el tráfico de la calle se detuvo. Tuvo cuidado de no pisar ninguno de los charcos que había en la calzada y una vez llegó a la acera miró a un lado y a otro, buscando el banco. Lo habían avisado aquella misma mañana de que tenía que pasarse por la sucursal principal para hablar sobre el dinero que tenía allí ingresado. El vampiro se temía que le iban a decir algo sobre invertir en algún lugar creado por el banco para así poder disponer de su dinero como quisieran, pero ellos no sabían que lo que en realidad iba a pasar sería que Chanyeol utilizaría su influencia para sacar beneficios de aquello y no pérdidas.

            Tan concentrado iba en aquello que casi pasa desapercibido algo que debería haber notado antes.

            “Imposible” murmuró para sí mismo, sintiendo cómo la ira ascendía por su garganta.

            Rápidamente buscó en el aire su esencia, pero con tantas personas como había en ese momento en la calle y el agua de lluvia borrando el rastro que era recién dejado no pudo determinar si de verdad era él, si de verdad la persona que se encontraba a apenas unos metros por delante era aquel que le había arrebatado lo que más amaba, aquel al que llevaba buscando tanto tiempo. Aceleró su paso, dándole igual que a la gente que caminaba a su alrededor le pareciera extraña la rapidez con la que caminaba. Un par de zancadas más y podría alcanzarlo, un par de zancadas más.

            El sonido de un claxon y una mano tirando de él hacia atrás lo llevaron de vuelta al mundo real, viendo así que había estado a punto de cruzar la calle con el semáforo en rojo y que si no hubiera sido por la persona que lo había agarrado habría acabado siendo atropellado por un coche y milagrosamente habría acabado sin ningún rasguño. Chanyeol le dio las gracias al tipo que lo había ayudado con una sonrisa y luego se alzó de puntillas, intentando ver por dónde se había ido la persona a la que había estado persiguiendo.

            Sin embargo, por más que miró, no pudo encontrarlo, así que negó con la cabeza mientras se mordía el labio inferior. Debía calmarse, era imposible que fuera él y seguramente era una persona que se parecía bastante.

            “Eso es, no es él, él no puede estar en la ciudad”.

            Cuando estuvo completamente calmado, con la mente tranquila y repitiéndose una y otra vez a sí mismo que había sido su imaginación y que Jongdae no estaba en peligro, se dirigió hacia el lugar en el que lo esperaban. No obstante, aquella sensación siguió instalada en su pecho durante todo el día.


6 de Noviembre 2013

            Habían pasado varios días desde que Jongdae se había ido de madrugada de su piso y por más que había querido contactar con él, el otro no le contestaba a sus llamadas ni a sus mensajes por kakao talk, simplemente lo había advertido de que si no era capaz de confiar en él para explicarle por qué no podía ver el contenido de una habitación, lo mejor era que dejaran de verse.

            Chanyeol todavía recordaba aquella noche con una claridad asombrosa. Desde el sofá lo había visto entrar al baño y luego caminar hacia la habitación que contenía su ataúd. Al principio no le dio importancia porque al encontrarse la puerta cerrada, Jongdae desharía sus pasos y se dirigiría a la habitación en la que había estado durmiendo antes de levantarse. Sin embargo, cuando escuchó el pomo de la puerta girar, le entró el pánico. No se había acordado de cerrarla con llave cuando llegaron porque había estado más entretenido en besar a Jongdae que en otra cosa y, al no haber planeado anteriormente acabar la noche allí, tampoco la había cerrado al salir.

            Había llegado hasta él en menos de un segundo y lo había apartado de la puerta para que no pudiera ver lo que había allí dentro. También había intentado influenciarlo para que olvidara el asunto y volviera a dormir, pero no había surtido ningún efecto y unos minutos después, veía impotente cómo la persona que amaba abandonaba su apartamento sin mirar atrás ni una sola vez.

            Chanyeol estaba muy arrepentido por no haberlo detenido, pero si hubiera salido tras él, quizás lo habría enfadado más y eso era algo que no quería por nada del mundo. Durante todos los años que lo había buscado se había marcado unas pautas de actuación, pero Jongdae le había roto todos sus esquemas mostrando una personalidad que no era exactamente igual a la de Zhongda, pero que le seguía gustando igual. Sin embargo, ahora no sabía qué hacer para recuperarlo y con las palabras de Yifan aún latentes en su mente sobre aquel vampiro que iba tras el chico, no podía permitirse el lujo de alejarse mucho de él, podría aparecer en cualquier momento y no se perdonaría que volviera a ocurrir lo mismo de siempre. Jamás se perdonaría que Jongdae volviera a morir por no haber sabido protegerlo.

            La única solución que le veía a aquello era contárselo todo, explicarle sobre su condición, sobre lo que pasó en el pasado y advertirlo sobre el peligro que corría, pero eso conllevaba muchos riesgos. No obstante era lo único que podía hacer para volver a tener la oportunidad de estar a su lado.


10 de Noviembre 2013

            Chanyeol se presentó en la casa de los Kim el domingo por la mañana, aparcó su coche fuera de la verja y llamó al timbre para que le abrieran. Caminó los metros que lo separaban de la puerta principal a través del camino empedrado y, si hubiera sido humano todavía, Chanyeol estaba seguro de que los latidos de su corazón podrían ser oídos a varios kilómetros de distancia. Golpeó la madera con sus nudillos y unos segundos más tarde, el mayordomo le abrió la puerta; comparado con él era un hombre bastante pequeño, aunque comparados con su tamaño, la mayoría de la población de la ciudad entraba en esa categoría.

            —Soy Park Chanyeol —dijo.
            —Lo sé —respondió seriamente el hombre.
            —¿Está Jongdae en casa?
            —El señorito me ha prohibido darle cualquier tipo de información sobre su persona si venía a casa —Chanyeol abrió los ojos como platos, sin poder creerse lo que escuchaba.
            —Solo quiero hablar con él —replicó una vez salió de su asombro.
            —Lo siento —el mayordomo comenzó a cerrar la puerta, pero el vampiro fue más rápido y colocó el pie junto al marco para que esta no pudiera ser cerrada. El hombre lo miró con enfado cuando lo vio—. Por favor, váyase.
            —No me iré hasta que no hable con él —dijo con tono firme, utilizando el poder que le confería ser un vampiro para anular todas las defensas del hombre e imponer su voluntad. No le costó mucho hacer que el mayordomo le abriera la puerta de par en par y lo invitara a pasar al interior de la casa.

            Chanyeol subió las escaleras hasta la planta de arriba, donde se encontraba la habitación de Jongdae y caminó hacia ella. Una vez se encontró ante la puerta se tranquilizó al máximo antes de abrirla e ingresar en el dormitorio. Lo primero que se encontró fue una bola de pelo negra corriendo hacia él dispuesta a matarlo, pero la esquivó en el último segundo, provocando que la gata acabara en el pasillo. Antes de que esta pudiera volver a lanzarse a su yugular, cerró la puerta y buscó a Jongdae con la mirada, encontrándolo sentado sobre la cama, mirándolo fijamente y con una expresión de enfado en su rostro.

            —Kyungsoo me va a matar por ver a la gata fuera de la habitación —comenzó—, y yo lo voy a matar a él por haberte dejado entrar a la casa cuando le dije que no lo hiciera.
            —No le eches la culpa a él —dijo Chanyeol—. Yo he sido quien lo ha convencido para que lo hiciera —lo miró, intentando transmitirle la sinceridad que quería en sus siguientes palabras—. Vengo a hablar contigo, a contarte todo y a enseñarte qué es lo que hay en la habitación cerrada.

            A pesar de creer que había dicho las palabras mágicas para que Jongdae le dijera que iba a escuchar todo lo que tenía que contarle, el chico no demostró el más mínimo interés en ello. Se cruzó de brazos y lo miró entrecerrando sus ojos y frunciendo su ceño.

            —Fuera de mi habitación —dijo—. No te he dado permiso para entrar a ella.
            —Me diste permiso para entrar hace más de un mes y una vez lo recibo puedo campar a mis anchas por ese sitio —respondió, haciendo que Jongdae pareciera todavía más enfadado.

            “Lo estás haciendo mal, Chanyeol, siempre fue bastante cabezota y en esta reencarnación parece haber adquirido la cabezonería de todas las anteriores de una forma bastante concentrada. Tienes que hacerlo de otra manera”.

            —Pues igual que te di el permiso, ahora te lo retiro. ¡Fuera! —le ordenó, pero el vampiro no se movió del sitio en el que se encontraba.

            Jongdae se levantó de la cama y caminó hacia él para comenzar a empujarlo en el pecho y así sacarlo de su habitación, pero el chico no sabía que aquellos manotazos que estaba dándole a su cuerpo no eran más que meras caricias para él y que jamás podría echarlo de allí por la fuerza. Dejó que se cansara sin ceder ni un milímetro en su posición y cuando lo hizo, lo tomó por los hombros con firmeza a pesar de que este se retorció, intentando liberarse de su agarre y lo hizo alzar la cabeza para mirarlo a la cara.

            —No me voy a ir de aquí hasta que no escuches lo que tengo que decirte —comenzó—. Una vez hayas escuchado toda la explicación podrás decidir si quieres que me vaya o que me quede. Déjame explicártelo, por favor.

            Durante unos minutos, que a Chanyeol le parecieron horas, el chico pareció estar pensando sus opciones mientras miraba sus ojos fijamente, seguramente intentando determinar si le mentía o no, hasta que finalmente asintió.

            —Te escucho —dijo y Chanyeol cogió aire antes de hablar, aunque no lo necesitara biológicamente.

            »¿Conoces la historia de la unificación de los tres reinos? Quizás la parte que quedó para la posteridad gracias a los anales de la historia coreana, pero no todo lo que allí sucedió. El reino de Silla se proclamó como el vencedor de las batallas sobre los otros dos reinos y unificó el territorio de la península siendo el que en teoría era el más débil de los tres. Este suceso ha acabado con la paciencia de muchos de los historiadores que han querido investigar sobre el tema, porque aunque la historia siempre la escriban los vencedores, hay diversos sucesos que no. Uno de ellos es la participación de los vampiros en estas batallas.

            La mención de los vampiros por su parte hizo que Jongdae abriera los ojos como platos al instante. Chanyeol sabía que aquello le causaría una gran impresión y que lo más probable es que acabara diciéndole que se fuera de su casa porque no quería volver a verlo nunca más. Pero aquel era un riesgo que estaba dispuesto a correr si con eso podía tener una ínfima oportunidad de recuperarlo, solamente tenía que mostrarle su sinceridad, así que siguió hablando.

            »No sé si me creerás o no, pero los vampiros existen y yo soy uno de ellos, uno de los que combatieron por la unificación de los tres reinos. Te conocí cuando combatía en una de estas escaramuzas. El ejército de Baekje era muy inferior a nuestra fuerza de ataque y solo había unos cientos de combatientes profesionales, los demás eran campesinos armados. Mi compañero y yo nos dedicábamos a masacrar a todo aquel que se pusiera por delante, pero durante aquella lucha, al verte, sentí que jamás podría matarte y te alejé de allí para que no murieras.

            »No sé qué fue lo que me hizo tomar la decisión de salvarte, pero sentí el impulso de hacerlo, sentí que si morías no sería capaz de seguir adelante. Irremediablemente me sentí atraído hacia ti.

            Vio cómo Jongdae tragaba saliva al escuchar esas últimas palabras, como si él también hubiera sentido aquella misma misteriosa atracción que no sabía poner en palabras.

            »Poco después, la guerra terminó, así que ya no se requerían mis servicios, por lo que me asenté en el mismo pueblo que tú, primero para vigilar que estabas bien y ayudarte cuando estuvieras en problemas, pero después se convirtió en una necesidad imperiosa acercarme a ti, hablar contigo, provocar alguna de aquellas sonrisas que curvaban las comisuras de tus labios hacia arriba y hacían que tus ojos se convirtieran en dos medias lunas. Así que lo hice.

            »Al principio simplemente me tuviste miedo porque sabías lo que yo era, pero tras pasar algo de tiempo conmigo fuiste abriéndote a mí sin problemas. Cada día que pasaba junto a ti era como un sueño y, sin poder evitarlo, me enamoré. En aquel momento te llamabas Zhongda y eras bastante más alegre y despreocupado, pero también cabezota y te resistías a decirme que tú también estabas enamorado de mí. Aun así, todo parecía ir bien, pero la comunidad a la que pertenecía se enteró de lo que hacía y me desterraron, cortaron todo lazo conmigo porque un vampiro no podía enamorarse de un humano.

            »Fue a partir de entonces cuando todo se torció. Desde que había renacido como vampiro siempre había estado junto a él, junto a mi compañero, y por eso para él no eras más que una amenaza que erradicar. Intenté por todos los medios que no se acercara a ti, que no te hiciera daño, así que te llevé al bosque, a un lugar secreto, pero se aprovechó de un momento de descuido y acabó con tu vida. Lo busqué por todas partes para acabar con él, pero se escondió de mí y no lo pude encontrar. Tras un tiempo, resolví que si quería volver a estar contigo de nuevo solo debía esperar a que te reencarnaras y así lo hice. No obstante, siempre que te encontraba, él ya lo había hecho antes y volvía a asesinarte delante de mis ojos sin que yo pudiera hacer nada por evitarlo.

            »Ahora que te he vuelto a encontrar y que lo he hecho antes que él, quiero que no te separes de mí para que no se repita la historia, por eso te estoy contando todo esto. Soy un vampiro, Jongdae y llevo enamorado de ti más de setecientos años, esperando el momento en el que poder estar de nuevo junto a ti y poder consumar mi venganza hacia él por arrebatarte de mi lado en tantas ocasiones.

            Chanyeol terminó de relatar su historia y fijó su atención en el chico que estaba ante él. La expresión de su rostro reflejaba sobre todo confusión e incredibilidad. No podía culparlo por ello, ya que cualquier persona que hubiera escuchado aquello, tendría esa misma reacción.

            —Jongdae… —comenzó. En ese momento, el chico salió de su trance y se apartó rápidamente de él.
            —¿Crees que es divertido tomarme el pelo de esa manera? —preguntó—. ¿Crees que soy un crío al que impresionar con historias de vampiros?
            —Si vienes a mi apartamento te enseñaré que es verdad.
            —No pienso ir contigo a ningún sitio —se rehusó, cruzándose de brazos y haciendo un mohín.

            Estaba desilusionado, Chanyeol lo sabía, y también sabía que no había creído nada de lo que le había dicho, a pesar de tener que haber sentido algo en su interior que le dijera que aquellas palabras eran las más reales que había escuchado de los labios del vampiro. También sabía que seguía enfadado y que tenía que hacer algo con eso, pero cuando había utilizado su influencia la vez pasada no le había servido de mucho y todavía se devanaba los sesos buscando el por qué cuando las anteriores veces que lo había hecho sí que había funcionado.

            —Dame el beneficio de la duda y ven conmigo —le tendió la mano para que el otro la tomara.

            Jongdae miró la mano que estaba extendida ante él y se mordió el labio inferior. Parecía tener un conflicto interno bastante grave que se resumiría seguramente en ir con él o echarlo de una patada de su habitación. Chanyeol esperaba que fuera la primera opción porque ya había confiado en él y le había contado todos sus secretos. No obstante, el vampiro sabía que la segunda opción era la más plausible porque nadie, de repente, creería a pies juntillas que una persona le contara sobre su condición de vampiro y que fuera verdad.

            —Iré.

            Esa única palabra hizo que una amplia sonrisa se extendiera por el rostro de Chanyeol y que salvara la distancia que había entre ellos para estrechar en sus brazos a Jongdae, controlando su fuerza para no hacerle ningún daño. Unos momentos después, sintió tímidamente las manos del chico rodeando su cintura y escuchó un suspiro de alivio por su parte que hizo que las comisuras de sus labios se le curvaran todavía más hacia arriba.

            Tras esto, no tardaron mucho en salir de la casa de los Kim, montarse en el coche de Chanyeol e ir hacia el apartamento de este. Durante el viaje no dijeron ni una sola palabra porque Jongdae estaba serio y pensativo y el vampiro no quería interrumpir sus cavilaciones. La última vez que habían ido juntos a su piso habían entrado golpeándose contra las paredes, besándose apasionadamente y queriendo estar cada vez más cerca del otro, pero esta vez lo hicieron uno detrás del otro y sin tocar absolutamente ninguna parte del cuerpo ajeno.

            Chanyeol lo guio hasta la habitación que había mantenido cerrada y giró el picaporte, abriendo la puerta de par en par para que Jongdae pudiera ver lo que había en el interior: su ataúd de madera negra y terciopelo rojo y las vasijas con la tierra de su patria.